Está en la página 1de 6

Facultad de Humanidades

septiembre de 2011

“Ética Moderna y Contemporánea.”


Profesor Dr. José L. Tasset

Bloque 1. Tema 1.1. Modelos de Teoría Ética.1

Esquema de trabajo:
 Lectura del contenido del tema.
 Desarrollo de las preguntas de evaluación por parte de los alumnos.
 Entrega en el plazo prefijado en clase.

1. Introducción. 2

Hay muchas formas de organizar o agrupar las teorías éticas. Los


criterios más empleados comúnmente nos hablan de éticas materiales y
formales o de éticas teleológicas y deontológicas. Aunque es difícil reunir toda la
diversidad y complejidad de las diversas teorías filosóficas de la Moral -hay que
recordar que eso era la Ética- bajo una dualidad de conceptos puede resultar,
sin embargo, útil hacerlo así a efectos didácticos.
Los conceptos de ética material y ética formal han caído en desuso, con
cierta razón y hoy en día tiende a hablarse simplemente de éticas teleológicas y
deontológicas, aunque con algunas salvedades que más adelante explicaremos.
La distinción material/formal ha sido criticada y abandonada
fundamentalmente por ir en contra del hecho evidente de que las principales
éticas materiales incluían de modo principal importantes consideraciones
formales -por ejemplo, una ética “material” como el utilitarismo daba una gran

1  José L. Tasset, 2011. Este es un texto –provisional y no destinado a su publicación-

sólo para uso de los alumnos de la Universidad de A Coruña. Cualquier otro uso debe contar con
la autorización previa del autor.
2 En relación con los distintos tipos de teoría ética y su diferenciación resultan de

especial interés los trabajos de J.B. Schneewind (“La filosofía moral moderna”, en SINGER,
Peter: Compendio de Ética, Madrid, Alianza, 1995, pags. 217-231) y Esperanza Guisán
(Introducción a la Ética. Madrid, Cátedra, 1995, cfr. págs. 34-42).
importancia a la universalidad, que es básicamente un requisito formal-, así
como había planteamientos éticos formalistas no ajenos por completo a
consideraciones materiales -la ética de Adam Smith o de Joseph Butler-, dos
importantes autores británicos relacionados con la ética de David Hume.
Teniendo en cuenta esto, resulta más claro adoptar la distinción entre
éticas teleológicas o consecuencialistas y éticas deontológicas, aunque con una
salvedad. Desde hace un cierto tiempo, parece haber surgido un modelo teórico
que en el ámbito ético suele recibir el nombre de “ética de las virtudes”, y en el
político es denominado simplemente “comunitarismo”, que pretende estar fuera
de esta dicotomía teleología/deontología. En independencia de si consigue o no
escapar a esa dualidad, en esta exposición vamos a distinguir, lo cual es más
claro, entre “éticas modernas” y “éticas postmodernas”. Las primeras incluirían
tanto a las éticas de fines o consecuencias como a las de deberes o principios y
se definirían básicamente por aceptar en mayor o menor medida el proyecto
ético y político ilustrado, cuyo centro es la aceptación de una racionalidad moral
relativamente universal -con muchas diferencias y matices-. Las éticas
postmodernas, que también incluyen múltiples formulaciones, se definen
básicamente por negar ese supuesto y su implicación básica: la existencia de un
modelo unitario y común, universalizable, de sujeto moral.
Las éticas modernas tuvieron una gran influencia en el nacimiento de las
ciencias humanas y su eclosión en el período ilustrado. Por su parte, las éticas
postmodernas han surgido precisamente bajo el amparo de un movimiento
genérico de crítica del fundamento, naturaleza y límites de las ciencias
humanas.
Dentro de las éticas modernas vamos a analizar como ejemplos del
movimiento teórico teleológico las éticas de David Hume y John Stuart Mill; el
punto de vista deontológico estará representado por un análisis, necesariamente
genérico, de las propuestas éticas y políticas de Immanuel Kant, así como de la
influencia esencial que ha tenido en el surgimiento de algunos planteamientos
éticos contemporáneos. Finalmente, las éticas postmodernas estarán
representadas por un análisis (muy breve e inserto en la explicación de Rawls)
de la llamada “teoría comunitarista” -principalmente, aunque no de modo
exclusivo, en torno a la obra de Alsdair MacIntyre-, que pretende constituirse
como alternativa tanto frente a las éticas teleológicas como a las deontológicas -
de manera directa, en contra de John Rawls, un autor explícitamente kantiano,
ilustrado, moderno-, esto es, frente a todas las éticas que aceptan el proyecto
filosófico y científico universalista de la modernidad.
No obstante, más que hablar de las éticas que niegan o fragmentan el
sujeto moral moderno, en esta asignatura vamos a profundizar en aquellos
modelos -en realidad, los más vigentes a pesar del eco que cualquier alusión a
un supuesto pensamiento postmoderno provoca- que parten del supuesto de la
posibilidad de un proyecto ético moderno e ilustrado.
Ya hemos señalado que la distinción básica dentro de estos modelos es la
existente entre éticas teleológicas y deontológicas. ¿En qué se basa esta
distinción?
2. Éticas teleológicas y deontológicas: Fundamentos
para su distinción dentro del proyecto ético de la
modernidad.

En realidad, la distinción entre estos dos tipos de ética es reciente, por


cuanto dentro del pensamiento clásico en el que se halla el origen de esta
disciplina parece que el único modelo realmente vigente es el que vincula las
acciones con sus consecuencias, así como con el fin que persiguen, no ya con la
mera intención, como parece que harán las éticas de principios, básicamente a
partir del Renacimiento.
Esta distinción surge también en relación con la delimitación
contemporánea de diversas áreas de trabajo dentro de la teoría ética; si
recordamos la distinción, que deberíais haber aprendido en la asignatura
general de Ética del tercer curso, entre ética normativa y descriptiva,
entenderemos que la distinción entre teleología y deontología no tienen lugar
dentro de la ética descriptiva, sino específicamente dentro del ámbito de la ética
normativa o prescriptiva.
Éticas teleológicas y éticas deontológicas son modelos de ética normativa,
esto es, propuestas no acerca de la naturaleza de la moral sino sobre la
justificación o fundamentación de la moral, son intentos de determinación del
procedimiento para la justificación racional de la moral.
Las éticas teleológicas, con mayor o menor intensidad, se plantean
siempre la consecución de un fin (télos-Τέλος) bueno para el ser humano tanto
en sentido moral como en sentido meramente prudencial (interesado) -de
hecho, los fines más clásicos en las éticas teleológicas han sido la felicidad
(eudemonismo) o el placer (hedonismo)-; desde este punto de vista, en las éticas
teleológicas llegan a ser muy importantes las consecuencias de las acciones y las
acciones mismas, y no sólo las intenciones o motivos de acción.
Por su parte, las éticas deontológicas tienden a insistir más en los
principios que en las consecuencias; a este respecto, el modelo más clásico de
este tipo de ética, la formulada por Kant en el siglo XVIII, se centra sobre todo
en el concepto de “deber”, entendido principalmente -y aunque esto necesitará
de más matizaciones- como fidelidad incondicional a los principios aceptados de
forma autónoma.
Mientras que el concepto de “bueno” es la clave de las éticas teleológicas
entendido como elemento productor de una bondad habitualmente relacionada
con la felicidad o el placer, el deber de las éticas deontológicas suele ser
establecido a partir de principios generados por la razón, ya sea ésta entendida
como estructura individual (Kant) o como estructura comunitaria (comunidad
ideal de diálogo de Karl Otto Apel, por ejemplo).
Como señala de modo muy acertado esperanza Guisán:3

3GUISÁN: ob. cit., p. 39.


“En este tipo de éticas no importan los resultados o consecuencias
que se derivan de dichos principios...sino la correcta fundamentación
de los principios... Diríase que lo que importa es el procedimiento
mediante el que se alcanzan principios y normas, más que las
consecuencias que de dichos principios y normas se derivan para los
individuos o las colectividades.”
Las éticas deontológicas han aducido tradicionalmente en su favor que es
necesario dar prioridad a los principios antes que a las consecuencias, porque de
esa manera se evita que un exceso de pragmatismo acabe anulando la propia
naturaleza del razonamiento y la deliberación moral y justificando actos que
irían claramente en contra de nuestras intuiciones morales básicas: por ejemplo,
tradicionalmente se ha considerado que el utilitarismo -un tipo de ética
teleológica, pero no el único-, al dar prioridad a las consecuencias útiles, acaba
olvidándose de los principios e incluso aceptando el sacrificio de un sujeto
inocente en aras de un beneficio colectivo.
Por su parte, las éticas de consecuencias y no de intenciones, motivos o
principios acusan a estas últimas de que en su obsesión por adherirse de forma
incondicional a los principios de naturaleza racional llegan también a
consecuencias contraintuitivas, como por ejemplo, cuando Kant interpreta tan
radicalmente la obligación de seguir el principio de veracidad que su
cumplimiento acaba perjudicando también a un inocente o causando un daño
gratuito (De Quincey).4
Lo cierto es que esta apelación a los aparentes problemas prácticos de
ambos tipos de ética no soluciona la cuestión de la elección del modelo más
adecuado de justificación de la moral, por cuanto toda teoría ética en la medida
en que es un producto humano y contingente no logrará nunca una descripción
exhaustiva y una fundamentación completa del ámbito de la moral, entre otras
cosas porque la propia moral es cambiante.
En todo caso, los problemas de las éticas de principios y de las
teleológicas parecen mostrar algo bien simple y que actualmente parece claro,
aunque bien es cierto que parecen estar más dispuestos a reconocerlo los
consecuencialistas que los deontologistas: las éticas de principios tienen que
abrirse a la consideración de las consecuencias de nuestras acciones realizadas a
partir del intento de cumplimiento de tales principios; por otra parte, las éticas
de consecuencias cada vez más tienden a aceptar que ciertos principios pueden
y deben ser excluidas de la consideración primaria, directa y simple de las
consecuencias para la mayoría, por ejemplo, sometiéndolas a una reflexión
consideración sobre intereses y consecuencias a largo plazo, o también
concediéndoles de un modo convencional la naturaleza de elementos no
negociables.

4 En todo caso, la evaluación de las ventajas teóricas y prácticas de ambos modelos, creo
que exige una previa aclaración de qué entendemos o vamos a entender por una “buena teoría
ética”, lo que incluirá en principio no sólo requisitos lógicos (internos) sino también empíricos o
explicativos (externos). Una excelente exposición de ésta cuestión, aunque bastante favorable a
las éticas teleológicas en BYKVIST, K. (2010), Utilitarianism : a guide for the perplexed.
London ; New York: Continuum.
En todo caso, en esta asignatura no partimos de ningún tipo de
convicción acerca de la completa racionalidad de uno de los dos modelos
clásicos de acercamiento a la fundamentación moral, entre otras cosas porque,
como ha hecho el comunitarismo actual, quizás pueda ponerse en cuestión la
propia empresa global que ambos modelos de ética comparten: el logro de una
fundamentación relativamente universal del comportamiento moral.
Pero, dejemos que cada uno de estos modelos y sus representantes
respectivos argumenten en su favor y en contra de otros. Démosles la
oportunidad de intentar convencernos de la solidez de sus posiciones o al menos
extraigamos lo que en ellos haya de útil para abordar la constitución de nuestras
propias propuestas.
En todo caso, y para finalizar este breve punto puramente metodológico,
quizás habría que señalar que la diferencia entre las éticas de consecuencias,
fines o éticas teleológicas y las de motivos, principios o éticas deontológicas es
más emocional que puramente racional, obedece más a un modo terrenal y
material de ver la naturaleza humana (ámbito de la ética descriptiva) y sus
potencialidades (dominio de la ética normativa), que al modo semi-divino de
considerar los destinos éticos que encarna paradigmáticamente la ética de Kant.
Jesús Mosterín dijo en Racionalidad y acción humana5 que las únicas
éticas son las teleológicas y que todo lo demás en realidad es Religión.
Yo no diría tanto, pero sí es cierto que las éticas teleologicas y las éticas
deontológicas forman parte de dos mundos morales y éticos bien distintos.
Exáminemos ya los méritos y problemas de cada uno de estos dos mundos.

5MOSTERIN, Jesús: Racionalidad y acción humana, Madrid, Alianza Editorial, 1978,

2
1988 . Cfr. caps. I.8. y I.9.
PREGUNTAS GUÍA PARA EVALUACIÓN:

1.- Distingue entre éticas modernas y postmodernas.

2.- Distingue entre éticas teleológicas y deontológicas.

3.- ¿Por qué se ha abandonado la diferenciación entre éticas formales y


materiales?

Bibliografía citada.

BYKVIST, K. (2010), Utilitarianism : a guide for the perplexed. London ; New York:
Continuum.

También podría gustarte