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En principio era la filosofía la que se encargaba de esas cuestiones – igual que de la reflexión
sobre la educación, la cultura, etc. Después, aparecieron multitud de disciplinas, cada una con
sus respectivos métodos, asegurando poder dar las respuestas convenientes a esas cuestiones
con las que ni el mismo Aristóteles podía (pretenciosos).
Una de esas disciplinas es la sociología. La sociología es tal y es cual. Para ello, trabaja con
encuestas. Y aquí encontramos el problema que queríamos tratar.
Una encuesta es un método de “estudio” tal tal tal. Por definición, una encuesta es sesgada, y
nada indica, al menos a priori, que su resultado vaya a ser representativo. Ni siquiera
encuestando al 50% de la población, por decir un disparate cualquiera. Por eso nunca me he
fiado del arte de la encuesta.
Desgraciadamente, buena parte del saber popular, cuando tiene que ver con asuntos como la
moral o la política (los que decía Aristóteles que eran más escurridizos, los asuntos de los
hombres), proviene de encuestas, a falta de una autoridad mejor (que haberlas, las hay, lo que
pasa es que somos muy perezosos como para revisarlas). Y, desgraciadamente, las encuestas
nos condicionan.
Como de costumbre, la izquierda está dispuesta a hacer las trampas que sean necesarias para
conseguir el poder. Ahora, además, es importante, porque aún no lo han hundido. Tienen que
hundirlo para que sean otros quienes lo rescaten y para poder hacer oposición frente a esos
otros diciéndoles 24/7 que no lo están arreglando bien (lo que ELLOS rompieron). Dios santo,
es que faltan palabras para expresar el asombro que produce este país. Platón decía que la
filosofía nace del asombro, así que espero que nos inspiremos. Yo, al menos, es que no doy
crédito.