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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA - 2º BACHILLERATO

2. DAVID HUME ( 1711-1776)

Vida y obras

David Hume nació en la ciudad de Edimburgo, en el siglo XVIII. Estudió en La Flèche,


donde había estudiado Descartes. Gran parte de su vida transcurre fuera de su país
porque era diplomático. Es un pensador que influirá fuera de su país en los filósofos
enciclopedistas y en la obra de Kant, influencia decisiva.
Su primera obra se titula Tratado de (sobre) la naturaleza humana (Treatrisse). Sin
embargo la obra tiene escaso éxito y la reedita en obras más sencillas: Investigaciones
sobre el entendimiento humano, y Investigaciones sobre los principios de la moral,
que tienen una gran acogida. Su obra filosófica pertenece a la línea filosófica inglesa del
empirismo.
La filosofía de Hume supone la crisis de las filosofías metafísicas y racionalistas. Hume
afirma que la experiencia sólo proporciona puras impresiones. Quiere ser el Newton de
las ciencias morales. Newton con su obra Principios matemáticos había llevado a
culmen la revolución científica, por el método empírico empleado. Ahora Hume pretende
aplicar el mismo método a las ciencias humanas y morales. Para ello elabora una teoría
de la mente - el asociacionismo-, e intenta explicar el conocimiento con esa teoría, igual
que Newton había explicado los fenómenos físicos.

A. EPISTEMOLOGÍA

El objetivo de Hume fue elaborar un fundamento válido para todas las ciencias, por lo
que era necesario comenzar por algo común a toda investigación: el análisis de la
naturaleza del entendimiento humano que gira en torno a tres cuestiones: 1.Los límites
del conocimiento experimental; 2.La noción de causa; 3.Sentido de la metafísica.

Impresiones e ideas

Para Descartes, todos los conocimientos eran en principio “ideas” de la mente. Para
Hume, los conocimiento son primariamente percepciones (el color de la pared, dolor de
muelas, el recuerdo del mar…). Pero no todas son iguales. Unas son más intensas que
otras, lo que origina dos tipos de percepciones: las impresiones y las ideas.

Las impresiones son percepciones intensas, vivaces, con todos los detalles de forma y
color. Las ideas son imágenes debilitadas de las impresiones. Así, toda idea deriva de
una impresión previa y no se puede tener ideas de lo que no se haya tenido
anteriormente una impresión. Por tanto, todo el conocimiento se reduce a impresiones
y a las copias debilitadas de ellas: las ideas.

Las impresiones son de dos tipos: a) Externas, si provienen de las sensaciones; y b)


Internas o de reflexión, derivadas de nuestras propias ideas. Son las pasiones, los
deseos y las emociones: “La idea de placer o dolor cuando incide a su vez en el alma,
produce las nuevas impresiones de deseo, aversión, esperanza, temor que pueden
llamarse impresiones de reflexión, puesto que de ella derivan” (Treatrisse - Tratado). Las
ideas se diferencia de las impresiones en que: Son más débiles, son imágenes ya pasadas,
tienen un origen indirecto, son algo mediato, son siempre posteriores a las impresiones.
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Las Impresiones e ideas pueden ser simples o complejas. Las simples no admiten
distinción ni separación (una pared coloreada). Las complejas sí admiten distinción o
separación (visión de Madrid desde el Faro de Moncloa).

El asociacionismo

Como cualquier idea ha de estar conectada con su impresión correspondiente, Hume


reconoce que tenemos una facultad -la imaginación- que nos permite asociar ideas y
formar ideas abstractas, que NO IMPLICA que tengan (las ideas abstractas) fundamento
en la experiencia. Esta asociación puede ser de modo natural o arbitrario. La
asociación natural de ideas se rige por tres leyes:

1. Ley de la semejanza: La imaginación pasa de una idea a otra que se le parece (una
foto hace pensar en la persona fotografiada),
2. Ley de la contigüidad espacio-temporal: La imaginación pasa de la idea de algo, a
otra idea que habitualmente experimentamos contigua a la anterior en el espacio y el
tiempo. (si mencionamos la torre Eiffel, la idea de París se presenta naturalmente a la
mente)
3. Ley de la causalidad: la imaginación pasa de la idea del efecto a la idea de la causa
pues habitualmente ambas ideas se experimentan relacionadas (el humo que
observamos nos lleva la idea de que hay un fuego que lo está generando).

Hume, muy satisfecho consigo mismo, equiparará estas tres leyes a la formulación de
Newton de las tres leyes del movimiento de los cuerpos. Para Hume, estas leyes nos
explican la verdadera naturaleza de nuestras ideas abstractas, que no se derivan de la
experiencia, sino de nuestra imaginación, siendo ilegítimas por no corresponderse con
ninguna impresión.

Los juicios de la razón

A partir de estas tres leyes, Hume establece que hay dos tipos de juicios de la mente (o
conocimientos):

- Los juicios de relaciones de ideas: Aquellos en los que se establecen relaciones


necesarias entre el sujeto y el predicado cuya verdad depende de la coherencia interna
y no de nada que suceda en la realidad. Son los conocimientos matemáticos y de la
lógica. (La suma de 2 y 2 es igual a 4 o El todo es siempre mayor que las partes). Negarlos
implicaría contradicción.

- Los juicios de cuestiones de hecho: Versan sobre hechos de la realidad cuya


verdad depende de su correspondencia con nuestras observaciones empíricas. Son
los juicios de las ciencias empíricas, que dependen de las relaciones de contigüidad
espacio-temporal y de la causalidad. El conocimiento basado en la relación espacio-
temporal no tiene problema. El problema lo crea Hume al poner en entredicho el
principio de causalidad. ¿Por qué?
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El principio de causalidad

El principio de causalidad afirmaba que un hecho no existe por sí, sino que ha sido
causado por otro. Pero Hume dice que cuando se afirma ese principio no existe ninguna
impresión que lo confirme. La mente (al hacer esta afirmación) va más allá de lo que está
inmediatamente presente. No existe ninguna experiencia de la causalidad.

La relación entre causa y efecto por tanto no es necesaria, como afirmaba la filosofía
clásica y racionalista, sino sólo relación de contigüidad y sucesión. Y la contigüidad no
implica una conexión necesaria entre dos hechos. (Una bola de billar se mueve hasta
golpear la otra; entonces se para y la segunda es la que se desplaza; son solo dos
hechos unidos en mi mente por la causalidad).

El principio de causalidad es un supuesto de la experiencia. Es nuestra imaginación la


que, motivada por la costumbre, derivado efecto al observar la causa, y viceversa.
(Puedo pensar al ver las calles mojadas que ha llovido, pero esto no es así
necesariamente). De la observación de la causa no se puede inferir necesariamente el
efecto y viceversa. Hay que esperar a comprobar los hechos. Además, es imposible estar
seguros de que en el futuro estas relaciones causales permanezcan iguales que en el
pasado. Sólo tenemos la creencia de que será así. Hay que concluir que incluso nuestro
conocimiento de los hechos de la realidad es como mucho probable, fundamentado sólo
en la costumbre y la creencia.

Los límites de nuestro conocimiento que buscaba Hume se encuentran por tanto entre
los juicios de relaciones de ideas no dicen nada sobre la realidad y los enunciados de las
relaciones de hechos que sólo nos dan un conocimiento probable.

B. METAFÍSICA

Para Hume la idea clásica y racionalista de sustancia era la de una realidad subyacente
a las impresiones que recibimos y que suponemos provenientes de dicha realidad. Pero
dice Hume, no podemos saber si realmente existe tal realidad pues no está en nuestro
alcance percibirla. Es solo una asociación de ideas de nuestra imaginación que aglutina
en una supuesta realidad que no vemos, las diferentes impresiones que recibimos
contiguas en el espacio y en el tiempo. De este planteamiento se deriva que ignoramos
si existen o no el Yo, el mundo o Dios.

1º) La idea del yo : Es la idea de la existencia del propio sujeto como entidad distinta a
sus percepciones. Para Descartes existíamos como sujetos pensantes, éramos un yo
pensante. Para Hume, el yo como algo distinto a la percepciones no es nada porque no
tenemos impresión de nuestro propio yo: no podemos saber si hay un tal “yo”. Lo que
hacemos es atribuir una asociación de ideas a un solo sujeto.

2º) La idea del mundo: De la idea de la existencia de una realidad subyacente a las
impresiones que recibimos, no tenemos impresiones. Teniendo en cuenta la crítica a la
idea de causalidad, no podemos estar seguros de que estas impresiones procedan de
una causa subyacente, la sustancia que las origina.

3º) La idea de Dios: Es la idea de un Ser por definición imperceptible, por lo que no
cabe un conocimiento empírico de tal entidad. No podemos saber si existe o no existe.
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C. ÉTICA

En la segunda parte del Treatrisse (La investigación sobre los principios de la moral),
Hume se pregunta acerca de los criterios que determinan nuestra valoración de lo que
está bien y de lo que está mal. Parte de la concepción de que tales criterios proceden del
propio sujeto.

El emotivismo moral

Dirá que los juicios morales no son cuestiones de hecho, sino valoraciones subjetivas.
No podemos pasar del ser (lo que es) al deber ser (cómo se comporta) puesto que el
que algo sea de una manera no puede implicar que deba ser de esa manera.
El conocimiento de los hechos nos proporciona un conocimiento de lo que sucede,
pero este no es un conocimiento acerca de si lo que sucede es bueno o malo.
Nuestra consideración de lo bueno y lo malo proviene, para Hume, del sentimiento y no
de la razón como habían afirmado los racionalistas. Las valoraciones morales son
siempre consecuencia del gusto y del sentimiento. Por ejemplo, el sentimiento de culpa
de no haber sido agradecido con una persona es bueno o malo por el propio sentimiento,
no por un razonamiento.

Las reglas de la moralidad, por tanto, no son conclusiones de nuestra razón, sino que
son las pasiones quienes guían la razón. La razón es empleada simplemente como un
medio para lograr nuestros deseos. La moralidad es algo sentido, no juzgado. El bien es
lo agradable, y el mal lo desagradable. Una acción noble es hermosa y una acción
cruel es repugnante. En el fondo, una acción es buena porque produce placer, y el
sentimiento la alaba y la considera buena. No es que algo sea bueno porque es
agradable, sino que al sentir que algo es agradable, lo consideramos bueno. Esta
posición ética de Hume se llama emotivismo moral, y ha durado hasta el siglo XX, sobre
todo en la filosofía anglosajona.

La razón y La utilidad social

A pesar de todo lo dicho, Hume admite que además del sentimiento, la razón participa
en la vida moral. Hemos visto que para Hume, los actos que provocan un sentimiento de
aprobación son buenos y los de reprobación, malos. A partir de esto, concluye que los
comportamientos que desencadenen actitudes aprobatorias son de utilidad para la
sociedad. Por tanto, la utilidad social provoca el agrado y es el fundamento último de la
ética. La utilidad social determina la bondad de los actos humanos.

Y si los actos útiles para la sociedad agraden, la razón puede escoger y señalar ese
tipo de actos que benefician a la sociedad. Por tanto, aunque la ética de Hume es
preferentemente emotiva, también le atribuye a la razón un papel destacado.

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