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CAMINOS

Las reflexiones nos llevan a veces por ciertos caminos, Adoptar perspectivas filosóficas tiene
consecuencias lógicas en el marco de una cosmovisión coherente. Todo es, o debe ser, si tiene
sentido de verdad, una urdimbre de sentido bien constituida.

Por eso hay caminos. Hay rutas, que tenemos que transitar obligatoriamente si nos situamos
en unas coordenadas de pensaimiento determinadas (filosóficas, si se quiere).

Muchos de esos caminos llevan a Dios, nada menos. No es casual: Dios es un concepto muy
potente, y es el punto de fuga de buena parte de las grandes reflexiones filosóficas por una
cuestión fundamentalmente lógica. Y aquí queríamos llegar con lo de los caminos. Por ejemplo,
si somos físicos y aceptamos el argumento de la razón suficiente, tenemos que aceptar a Dios
por el mismo motivo por el que lo postulaban Aristóteles y Santo Tomás – evidentemente esto
es una trampa: el físico versado en filosofía, esa rara avis solo menos rara que el filósofo
versado en física, desarmaría rápido un argumento tan burdamente formulado, pero el tiempo
y el espacio apremian, y no hay tiempo, en este caso porque estoy presentando un ejemplo,
para formular la sofisticada reflexión que ese polímata llevaría a cabo para llegar a la misma
conclusión que los filósofos pero salvando los muebles de la física.

A Dios llegamos también si, por ejemplo, en debates espinosos sobre la vida humana (me viene
a la mente el aborto, claro, pero también la negociación con organizaciones o individuos
terroristas en la que median rehenes, etc.), postulamos la dignidad de las personas como valor
máximo. En general, en cualquier debate moral necesitamos un ancla de los principios que
reivindicamos, ya sean los derechos humanos o los del relativismo moral más indeseable. Hace
falta un punto de contacto, una fuente de la moralidad. Y aquí hay que tener especial cuidado
porque, de no transitar el camino de Dios, no nos queda otra que transitar el del hombre, ese
que ya es bien sabido, el del individuo que busca y pretende encontrar principios fundacionales
en sí y en su razón, y acaba cometiendo atrocidades en nombre del hombre.

Hay que tener cuidado con los caminos. Y ya me he extendido mucho dando ejemplos de lo
que quiero hablar, sin haber hablado ni un poco de lo que pretendía. No importa, no obstante,
porque la reflexión no tiene necesariamente que ser sistemática. El caso es que esto es los
Viernes, y aquí se habla de liberalismo. Y en ocasiones, cuando reflexiono sobre el liberalismo,
o más concretamente sobre ciertos aspectos prácticos de la reflexión filosófica liberal, acabo
siempre transitando unos caminos muy concretos.

DEL LIBERALISMO AL LIBERTARISMO en materia del control del propio cuerpo. Las drogas, la
comida (acuérdate del queso y el vino sin etiquetar), etc. Escohotado y Szasz. Los donuts, que
tendría mucho más sentido porque el control estatal en ese ámbito se justifica por los gastos
médicos y los riesgos REALES para la salud. Podría metérsele impuestos a fuego a la comida
basura, pero eso sería una agresión frontal y radical a la población, y el estado es comadrejil,
no quiere actuar de esa forma tan brutal, y lo hace de manera más sofisticada, escondiéndose
tras decretos y formulaciones, recomendaciones y prospectos.

CONCLUSIÓN: pareciera que, llegados a un punto en la reflexión, no queda otra opción que
transitar ciertos caminos y hacernos responsables, filosóficamente hablando (al menos). En un
ejercicio de coherencia, no puedo sino caminar en las direcciones que he expuesto, al menos,
sin duda, en lo que respecta al estado y al dominio sobre el propio cuerpo y la vida propia.

Amenazas: nosotros mismos y los otros.

Coerción: interna (voluntad) y externa (ley)

Vicio, cuando afecta a uno mismo; delito, si afecta a los demás. Es importante no intercambiar
los términos. Y no criminalizar el vicio.

En 1906 apostar era ilegal, pero no la heroína. Apostar era un vicio y un crimen, pese a que
cuando uno apuesta se hace daño solo a uno mismo. Pero los términos ya se habían mezclado.
Hoy las apuestas las tiene el estado casi en monopolio (por eso la campaña contra las casas de
apuestas y las empresas privadas, porque las odian), y apostar no es un vicio ni un crimen, a no
ser que se pierda demasiado: entonces es ludopatía, y el estado tiene que intervenir e internar
al “paciente” contra su voluntad, porque se está haciendo daño y le está haciendo daño a los
demás (a veces, y hay veces que no, que se arruina el socio, y entonces hace daño al estado
porque deja de percibir billetes porque el tipo no tiene cómo dárselos, y al final va a tener que
asistirle).

La ludopatía es un vicio, pero al menos no es un crimen. El alcohol es un vicio (saludable


incluso si se toma con moderación, dicen que, y yo ahí no me meto), y no es un crimen, a no
ser, claro, que la prepares bajo sus efectos, pasándote por el forro la responsabilidad civil.
BIEN AHÍ (aunque el estado lucrándose del alcohol a lo bestia…).

Igual con el tabaco: es un vicio, y en principio no era un crimen, porque no causa efectos en ti
de enajenación y tal y no la preparas bajo sus efectos, pero con la excusa de que contamina y
es cáncer aumenta el número de supuestos en que es delito también. Es terrible que no dejen
fumar en ciertos sitios al aire libre, pero lo que sería más terrible, y del todo incomprensible, es
que no dejasen fumar, por ejemplo, en el propio coche o en la propia casa. Y eso se ha puesto
ya sobre la mesa alguna vez, OJO.

Pero cuando llegamos a las drogas, sean “legales” (nunca libres, de mercado libre), o sea, los
medicamentos, o “ilegales” (las recreativas), AHÍ EMPIEZA EL LÍO. La amenaza en este caso
somos nosotros contra nosotros mismos (porque si dañamos o intentamos dañar el bien
público entonces SÍ es delito, con todas las de la ley, pero igual que si usamos un cuchillo para
degollar bebés), y en vez de dejar que la templanza entre en juego, como correspondería, y
que circulen las sustancias en un mercado libre y tal (algo que AHORA MISMO, DESPUÉS DE
TODA LA QUE HEMOS LIADO CON LA GUERRA CONTRA LAS DROGAS Y EN LO QUE LAS HEMOS
CONVERTIDO, EN UN TOTEM Y EN EL MOTOR DE LA GUERRA Y EN UN AGLUTINANTE
IDENTITARIO, Y ETC.), el estado se mete por medio. Ejerce la coacción para evitar una amenaza
que procede de nosotros en dirección a nosotros mismos. Como lo del suicidio, sea o no
asistido (en el caso del asistido se plantean algunas cosas más, pero en fin). ES RIDÍCULO.

Lysander spooner, en p.88, 1875 ya. Vicios no son crímenes.

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