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Curso 2020/2021
Resumen
Abstract
Key Words
Índice de contenidos
1.- Justificación y objetivos del trabajo.........................................................................................i
1.1.- Justificación de la propuesta.............................................................................................i
1.2.- Objetivos generales del trabajo........................................................................................ii
2.- Introducción...........................................................................................................................iii
3.- Marco teórico..........................................................................................................................4
3.1.- La incorporación de las nuevas tecnologías a la educación..............................................4
3.1.1.- Los primeros pasos (1985-1995)...............................................................................4
3.1.2.- Los inicios de Internet (1996-2000)...........................................................................5
3.1.3.- El advenimiento de la formación digital: CNICE (2000-2009)....................................6
3.1.4.- Hacia una conectividad plena (2009-2017)...............................................................7
3.1.5.- Dos menciones de honor...........................................................................................8
3.2.- El paradigma educativo tradicional..................................................................................9
3.3.- Nuevos horizontes en el ámbito educativo......................................................................9
3.4.- Implicaciones pedagógicas y didácticas del nuevo paradigma educativo........................9
Referencias bibliográficas...........................................................................................................10
1.- Justificación y objetivos del trabajo
La elaboración de este apartado es un necesario paso previo a la exposición de
los contenidos del trabajo propiamente dichos. Lo dividiremos en dos secciones:
justificación de la propuesta y objetivos generales del trabajo. En la primera sección
reflexionaremos sobre por qué es procedente llevar a cabo una investigación como la
que nos planteamos, acerca de la implementación de las nuevas tecnologías en el
ámbito educativo. La segunda sección, necesariamente breve, la dedicaremos a la
clarificación de los propósitos que nos guían en la realización del presente estudio.
La otra cara de este hecho es que nos encaminamos, cada vez más aceleradamente,
hacia un modelo educativo distinto, más fluido, que persigue la transmisión de unos
aprendizajes verdaderamente significativos para la vida, y en el que las nuevas
tecnologías juegan un papel crucial. Las circunstancias que las sociedades a nivel
global atraviesan en los últimos tiempos han contribuido a acelerar este tránsito, pero
lo cierto es que nos encontramos inmersos en él desde hace tiempo.
i
esfuerzo de toda la comunidad educativa, y algo más que simple voluntad. No
obstante, en línea con esa intuición que planteamos, pensamos que merece la pena.
ii
2.- Introducción
El modelo educativo tradicional se está transformando, eso es innegable.
Transitamos desde el paradigma sólido, de la transmisión unidireccional de
conocimientos, a un modelo más fluido, basado en la adquisición de competencias y el
aprendizaje significativo para la vida. Pensamos que esta transformación se debe, en
parte, a la irrupción de las nuevas tecnologías en el panorama educativo, y al amplio
abanico de oportunidades pedagógicas y didácticas que su incorporación ofrece.
Nos encaminamos hacia (si es que no estamos ya inmersos en) un modelo educativo
que se inclina hacia lo digital, en el que las nuevas tecnologías son soportes, medios,
e, incluso, fines – en la medida en que las sociedades actuales se mueven hacia un
horizonte tecnológico, movimiento que, en buena medida, fundamenta la sacudida
tecnológica que el ámbito educativo viene experimentando desde hace algunas
décadas. Pero una revolución en el paradigma educativo plantea, además de unas
determinadas ventajas, toda una serie de problemáticas, retos e inconvenientes. El
propósito fundamental del presente trabajo es contribuir a comprender las
implicaciones de este desplazamiento del modelo educativo, desde el paradigma
tradicional hacia uno que se articula en torno a las nuevas tecnologías.
iii
3.- Marco teórico
En este apartado expondremos los fundamentos teóricos del trabajo.
Dividiremos el apartado en varias secciones, que nos servirán para poner sobre la
mesa los conceptos que serán utilizados a lo largo de todo el texto. Expondremos de
forma breve la incorporación progresiva de las nuevas tecnologías al ámbito educativo
en la historia reciente, reflexionaremos sobre los elementos que caracterizan el
modelo formativo tradicional y el paradigma de las nuevas tecnologías y hablaremos
de las implicaciones pedagógicas y didácticas del tránsito desde la enseñanza clásica
a los nuevos modelos de formación.
Las nuevas tecnologías son hoy una realidad y un lugar común en el ámbito
educativo. Igual que en el pasado los centros que incorporaban algún tipo de
tecnología a la actividad docente se consideraban una excepción, hoy es difícil
encontrar escuelas que no apuesten por la innovación tecnológica, y programas o
itinerarios formativos en los que las nuevas tecnologías no tengan una relevancia
capital. Pero la incorporación de las nuevas tecnologías a la actividad educativa es
algo relativamente reciente – lo es, en general, la existencia de estos ingenios
técnicos. Un paso lógico, en el marco del desarrollo de nuestro trabajo, es revisar la
evolución de la educación en las últimas décadas, para comprender cómo ha sucedido
esa inclinación hacia la incorporación de las nuevas tecnologías. En esta sección
llevaremos a cabo un breve repaso de la implementación progresiva de las nuevas
tecnologías en el panorama educativo español en las décadas recientes1.
1
Para esta sección, la referencia principal es la siguiente: Instituto Nacional de Tecnologías
Educativas y de Formación del Profesorado (INTEF) (2017). Una breve historia de las TIC
Educativas en España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Por economía del espacio,
en el texto nos referiremos a este documento como INTEF, 2017.
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No obstante, un camino de mil millas comienza con un paso. Es desde el Ministerio de
Educación y Ciencia que se inicia este recorrido, desarrollando, a partir de 1985, los
proyectos Atenea y Mercurio, vinculados a la implementación de las tecnologías
informáticas y audiovisuales en el aula – también existen proyectos paralelos en
aquellas Comunidades Autónomas en las que, por aquel entonces, las competencias
en materia de educación correspondían ya a los Gobiernos regionales: Abrente, en
Galicia; Zahara, en Andalucía; Ábaco, en Canarias, etc. (Moreira, 2008: 1-2). Estos
proyectos marcan el camino de la incorporación de las nuevas tecnologías a los
centros educativos españoles (INTEF, 2017: 1).
5
a nivel global – y lo mismo ocurre, progresivamente, en España. Para el año 1996,
algunos colegios españoles tienen ya acceso a Infovía, una Internet de ámbito
nacional, y luego a la propia red de Internet a través de módems – que ofrecen una
velocidad, hoy irrisoria, de 56Kbps (INTEF, 2017:3). Comienza un tiempo de
generalización paulatina de la presencia de las nuevas tecnologías en las escuelas, y
de la voluntad institucional por hacer realidad un tránsito hacia la educación digital.
Ejemplo de ello son proyectos como Aldea Global, aparecido en 1997, gestionado
desde PNTIC y Centros y Oficinas a nivel regional, cuyo propósito es proporcionar
acceso a Internet y recursos tecnológicos a más de 2.500 localidades rurales
españolas (en el proyecto participan más de 7.000 profesores y de 70.000 alumnos de
Educación Primaria – INTEF, 2017:4). También comienza, tímidamente, a emplearse
la tecnología en las aulas hospitalarias, se inicia la informatización de las bibliotecas y
se hace habitual la utilización de ordenadores y otros equipos electrónicos en la
gestión y la administración de las escuelas (Moreira, 2008:2; INTEF, 2017:5).
6
marco de acción y referencia, y las Comunidades Autónomas se van sumando a él
progresivamente, de modo que, entre 2005 y 2008, la colaboración entre el Gobierno
nacional y las Autonomías resulta en la dotación de infraestructura tecnológica para la
informatización de las aulas, en el fomento de la elaboración, la difusión y la utilización
de materiales didácticos digitales, en la formación de los docentes en materia de
nuevas tecnologías, en el apoyo técnico y metodológico a la comunidad educativa, y
en la aparición de mecanismos para el seguimiento y la evaluación de la implantación
de las nuevas tecnologías en los centros (INTEF, 2017:6).
7
En 2010, en el marco del Programa Escuela 2.0, aparece el Convenio Marco de
Colaboración “Educación en Red”, para servir como referencia a la hora de emplear
los fondos europeos FEDER en aras del progreso en la incorporación de las
tecnologías a las aulas españolas. La actual plataforma Procomún, un repositorio
masico de materiales y recursos didácticos y académicos, es uno de los frutos del
trabajo colaborativo de las Administraciones e instituciones en estos tiempos (INTEF,
2017:8).
8
aritmómetro electromecánico, que sirve para resolver polinomios y otros cálculos
complejos (Chamorro y Vizoso, 2014: 417). Se podría decir que el ingenio técnico de
Torres Quevedo es el primer ordenador de la historia, tal y como entendemos este
término a día de hoy (Chamorro y Vizoso, 2014: 420).
Son muchas las características que definen a lo que, en este trabajo, denominamos
paradigma educativo tradicional. El modelo tradicional se basa en la transmisión
unidireccional de conocimientos, es decir, saberes con un componente práctico
escaso. El profesor es el protagonista del proceso de enseñanza-aprendizaje, y llena
el aula con su maestría, impartiendo lecciones magistrales (teóricas) a los alumnos,
que se convierten en receptores pasivos (lo que, evidentemente, va en detrimento de
su autonomía). Los aprendizajes se clasifican en áreas de especialidad bien
diferenciadas, esencialmente desvinculadas las unas de las otras (como si cada
materia se tratase de un compartimento estanco en que se depositan saberes y
contenidos específicos). Los distintos ámbitos de estudio se encuentran, además,
9
jerarquizados, teniendo las ciencias la primacía – seguidas de las letras, y, en último
lugar, las enseñanzas artísticas.
Algunos autores asocian el modelo educativo tradicional con las factorías del siglo XIX.
Se valora el rendimiento del alumno, que es considerado una cifra, un número
anónimo entre muchos otros. Como indicábamos arriba, no hay consideración por la
diversidad, los intereses y las fuentes de motivación de los alumnos, ni se presta
atención al proceso de construcción de la personalidad y la identidad de los
10
estudiantes. Importa, por el contrario, que se alcancen unos objetivos productivos
perfectamente delimitados, y tanto los espacios como los tiempos están delimitados de
forma estricta (la exposición anterior se realiza tomando la referencia de Robinson et.
Al, 2009., citado en Larrañaga, 2012: 13-25).
Desde hace ya mucho tiempo – tan pronto como finales del siglo XIX y
principios del XX, cuando aparecen pedagogías innovadoras como Waldorf,
Montessori o Froebel – se apunta a la necesidad llevar a cabo un tránsito en el
paradigma educativo, dado que el modelo tradicional se revela como insuficiente para
hacerse cargo de las demandas impuestas por el avance de los tiempos.
11
competencias, como respuesta a la necesidad de proporcionar a las nuevas
generaciones una formación radicalmente distinta de la tradicional.
A decir de Frade, las competencias no son sino un concepto que expresa una realidad;
hacen referencia a la capacidad adaptativa cognitivo-conductual que es propia del
hombre, y que se despliega para hacer frente a las exigencias específicas de las
circunstancias sociohistóricas y culturales – con lo que tiene lugar “un proceso de
adecuación entre el sujeto, la demanda del medio y las necesidades que se producen,
con la finalidad de poder dar respuestas y/o soluciones a las demandas planteadas”
(Frade, 2009, citado en García Retana, 2011: 4). Las competencias tienen una doble
dimensión: individual y social; la dimensión individual hace referencia a las
necesidades del propio individuo, en términos de autodominio, gestión de las
emociones, expresión de la personalidad y la identidad, etc., mientras que la
dimensión social son las que tienen que ver con las exigencias que el medio impone al
individuo, tales como la resolución de problemas, la participación social y política
activa, el diálogo y el intercambio de información con base en el respeto y el
reconocimiento de la diferencia, etc. (García Retana, 2011: 4; a decir del autor, las
demandas sociales han de ser priorizadas a la luz del contexto histórico en el que nos
encontramos).
12
conocimientos, a una integración de los mismos de manera holística y un ligamen con
el contexto, asumiendo que la gente aprende mejor si tiene una visión global del
problema que requiere enfrentar” (Feito, 2008, citado en García Retana, 2011: 4).
Una vez expuestas, siquiera a grandes rasgos, las características que definen el
paradigma educativo competencial – en el cual nos hallamos inmersos, aunque, aún,
en pleno proceso de adaptación –, convendría, a la luz de los propósitos de nuestro
trabajo, preguntarnos qué papel juegan las nuevas tecnologías en lo que respecta a la
materialización de este modelo. Somos partidarios de pensar, junto con autores como
Esteve Mon y Gisbert Cervera (2011), o Boude Figueredo y Medina Rivilla (2011), que
las nuevas tecnologías tienen una relevancia capital en este sentido, y que la
esperanza depositada en ellas como fuerza de innovación y renovación pedagógica y
didáctica desde las décadas de los ochenta y los noventa no fueron en vano. Las
nuevas tecnologías permiten una flexibilización de los tiempos y los espacios, una
refundación completa de las metodologías y sus posibilidades pedagógicas, y la
13
construcción de todo un ecosistema de aprendizaje que propicia la creatividad, la
expresión, la exploración y la autonomía de los alumnos.
Se cuentan por cientos los estudios que reflejan el ánimo de la comunidad académica
al respecto de la implementación de las nuevas tecnologías en el ámbito educativo, y
acerca de las potencialidades que ésta ofrece. Díaz Barriga (2008) recoge en su texto
un fragmento de la obra de Newmann y Kyriakakis, del año 2004, en el que los autores
especulan, llenos de esperanza, sobre la radical renovación que las nuevas
tecnologías habrían de suponer en las aulas para el año 2020 (la profecía de estos
autores nos parece interesante a todas luces, pero pensamos que lo es
particularmente por referirse a nuestros tiempos):
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autores del momento es de valorar con precisión la velocidad a la que se produciría el
tránsito hacia un modelo educativo tecnológico. La implementación de las nuevas
tecnologías en el ámbito académico plantea serios retos – frente a la sencillez de la
especulación –, y el panorama educativo actual todavía está en proceso de hacerse
cargo de los mismos (Díaz Barriga, 2008: 1-5).
Ahora bien, de lo que aquí se está hablando, en realidad, es de las dificultades que
van de la mano de la implementación de las nuevas tecnologías en el ámbito
educativo – algo de lo que, desde un punto de vista crítico, somos perfectamente
conscientes. Efectivamente, la innovación educativa con base en la tecnología logrará
afianzarse en la medida en que logremos integrar satisfactoriamente los nuevos
medios técnicos, y formulando, en paralelo, unas bases teóricas, pedagógicas y
metodológicas, que avalen y amparen este movimiento. No se están impugnando, en
caso alguno, las afirmaciones favorables acerca de las potencialidades y las
posibilidades que ofrecen, Y mucho menos la idea, que reconocen también los autores
críticos, como Díaz Barriga, que el paradigma educativo tradicional está agotado, y
que nos encaminamos – nos encontramos inmersos en el cambio – hacia un nuevo
horizonte en la educación. Atrás queda, pues, un modelo hoy obsoleto, y ante nosotros
encontramos un modelo educativo integral, inclusivo y capaz, al menos
potencialmente, de responder a las demandas del mundo actual.
15
3.4.- Implicaciones del nuevo paradigma educativo
Nos sirve como referencia, en este sentido, el texto de Ortega Estrada (2017). El autor
sintetiza en cuatro conceptos las metas que persigue el modelo educativo actual. Nos
habla de un aprendizaje profundo, que verdaderamente enseñe a los alumnos que el
saber, el saber hacer y el saber ser (las tres categorías en las que se resuelven las
competencias) importan, que los aprendizajes adquiridos en el marco de la escuela
son útiles y aplicables en la vida real; de un aprendizaje significativo, en el que se
propicie la conciencia acerca de la interconexión de los contenidos y su orientación a
la resolución de problemas reales (que, de nuevo, se relacione sustancialmente con la
vida fuera de las aulas); un aprendizaje situado, diseñado para hacer frente a los
desafíos y las exigencias de los tiempos (un aprendizaje, en este sentido, en el que las
tecnologías juegan un papel fundamental, y es preciso aprender a utilizarlas,
comprender su significatividad a la hora de configurar el mundo, entender sus
implicaciones e integrarlas en nuestra vida con responsabilidad y conciencia); y, por
último, de un aprendizaje socioemocional, orientado al autocuidado, al cuidado de los
otros y a la conservación del entorno, y que no pierda de vista la dimensión afectiva y
emocional, y el fomento de la conciencia social (Ortega Estrada, 2017: 45-52).
16
mismos; la referencia es McCombs y Vakili, 2005, citado en Díaz Barriga, 2008: 12-
13):
Proporcionar los medios precisos para potenciar los aspectos más relevantes
del proceso de aprendizaje de los alumnos: el pensamiento crítico, lógico, abstracto y
estratégico, la autorreflexión y la autorregulación, la metacognición, la exploración de
la dimensión emocional y afectiva, etc.
17
En este sentido, y con la vista puesta en la implementación de las nuevas tecnologías
en el aula – nuestro objeto de estudio fundamental –, afirma Díaz Barriga:
18
nuevas tecnologías en el ámbito educativo; ahora bien, cuando abordamos la
bibliografía existente llama la atención la tendencia, común a muchos autores, a
considerar la novedad de forma acrítica, a testimoniar el progreso, desde un enfoque
meramente descriptivo (así el trabajo del INTEF (2017), que hemos utilizado como
referencia para elaborar una de las secciones precedentes. Pensamos que eso sirve
de poca ayuda para comprender el significado de una educación organizada en torno
a las nuevas tecnologías. Tal vez sea más procedente, por el contrario, plantear la
incorporación de las nuevas tecnologías a las aulas como un problema, porque eso
nos obliga a ir más allá de la mera descripción, y a evaluar la aparición de las nuevas
tecnologías educativas como si de un desafío se tratase (Quevedo y Dussell, 2010:
35-62). Es entonces cuando, a nuestro juicio, estaremos en condiciones de considerar
las ventajas y los inconvenientes, los beneficios y los retos que supone esta nueva
realidad (Carneiro, Toscano y Díaz, 2009: 7 y ss.). El propósito de este apartado es
elaborar una revisión crítica de la bibliografía académica existente al respecto de la
cuestión, a fin de clarificar los pros y los contras de la implementación de las nuevas
tecnologías en la educación.
19
por la incorporación de las nuevas tecnologías (Carneiro, Toscano y Díaz, 2009: 113 y
ss.).
Hay una cuestión en particular que nos permite comprender las dimensiones del
desafío que constituye la implementación de las tecnologías en el ámbito educativo.
Desde hace varias décadas se viene empleando el concepto, ya mencionado en algún
momento pero que ahora merece la pena traer a colación, de brecha digital. La
definición de esta realidad, desde un sentido amplio, testimonia algunos de los retos
fundamentales que las tecnologías educativas plantean.
Diversos autores vienen optando, en los últimos años, por analizar la cuestión de la
brecha digital no ya (aunque también) desde un enfoque meramente técnico, sino
desde el punto de vista de la equidad, la inclusión social y la democratización del
conocimiento – superando, de nuevo, el abordaje meramente descriptivo (Cabero
Almenara y Ruiz Palmero, 2017). Las conclusiones que podemos extraer de la
literatura académica existente son claras – y refuerzan nuestra visión de la brecha
digital como un desafío: las nuevas tecnologías son elementos de gran alcance y
significatividad para las dinámicas educativas, y su incorporación, entre otras muchas
cosas, supone una exigencia material para la comunidad educativa en su conjunto – y
particularmente para los alumnos, para las familias, la cuales, como en el caso de los
libros de texto y el resto de los materiales didácticos, contemplan cómo la formación
de los más pequeños pasa por un proceso de adquisición que han de afrontar (De la
Selva, 2015). Insistimos: no se trata de una desventaja per se, sino de un reto, de una
problemática que las nuevas tecnologías plantean por su naturaleza misma;
eventualmente se puede convertir en una desventaja, si la comunidad educativa es
incapaz de proporcionar soluciones al problema de la adquisición, pero de igual modo
20
puede tornarse en un elemento altamente beneficioso, toda vez que se ha superado
dicho problema.
21
que el problema, en este sentido, tiene más que ver con el reparto de los recursos
existentes – no tanto con la presencia de los mismos. Así pues, la abundancia
contrasta con la escasez; la incorporación de las nuevas tecnologías a la realidad
educativa pone sobre la mesa el problema evidente del acceso a las mismas (el
problema de la demanda del acceso, que se ha convertido en un objeto de estudio y
reflexión, habitualmente desde una perspectiva política y social, en los últimos tiempos
- Hernaiz, 2010; Lloyd, 2020), en la medida en que son, como indicábamos
anteriormente, bienes y recursos, y estamos lejos de lograr, como algunos autores
vienen indicando desde hace décadas, su universalización y democratización (Villatoro
y Silva, 2005).
¿De qué sirve la remodelación de los principios y presupuestos sobre los que se
edifica la educación, y el establecimiento, como objetivo, de digitalizar el entorno
escolar, si, en la práctica, los alumnos no pueden acceder a los recursos que resultan
imprescindibles? (Martínez, 2015). En ocasiones, los propios centros educativos, o las
administraciones, salen al paso y proporcionan a los alumnos recursos tecnológicos (y
a los centros las infraestructuras) necesarios para hacer frente a las demandas
curriculares que se les imponen; en otros casos, en la práctica diaria, encontramos
que los alumnos no son capaces de acceder a las tecnologías, de forma que,
evidentemente, es imposible llevar a término esa digitalización. Un ejemplo
particularmente revelador, sobre el que ya existen estudios (aunque ciertamente
asistemáticos: Mendiola et. Al., 2020, Cabero Almenara y Llorente Cejudo, 2020), es la
actual situación sanitaria, que ha impuesto la aceleración del tránsito hacia el nuevo
paradigma tecnológico, dejando al descubierto las insuficiencias del sistema con
respecto al acceso de los niños a la tecnología.
Por otro lado, el factor de la alfabetización digital – la formación para el uso de las
nuevas tecnologías – generalmente no es señalado, en sí mismo, por los autores
académicos que se ocupan de estas cuestiones (las nuevas generaciones son nativas
digitales, y su capacidad para desenvolverse en un ambiente tecnológico es en
términos generales, notable). Pero sí que apuntan estos autores a una cuestión que,
de alguna forma, se vincula a dicho factor: la adquisición de los aprendizajes
transversales que van aparejados al uso de la tecnología. Esta cuestión tiene que ver
con una más genérica: las implicaciones del nuevo paradigma educativo. Veamos.
Nos encontramos en pleno tránsito hacia un paradigma que, además de reportar una
serie de beneficios evidentes para los alumnos y la mejora del proceso de enseñanza-
aprendizaje, pone sobre la mesa una serie de exigencias notables, en lo que respecta
a los alumnos. El nuevo modelo educativo privilegia el pensamiento crítico, la
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competencia, la capacidad resolutiva y la autonomía del alumno. Y este último punto
es el que resulta particularmente interesante para nuestro argumento. El uso de las
tecnologías tiene profundas implicaciones para el desarrollo de la identidad, la
personalidad y las competencias sociales y cívicas, y una de las fundamentales es la
exigencia de un elevado grado de autonomía, la obligación de adquirir competencias
vinculadas al autoaprendizaje, la autogestión y la independencia a la hora de la
resolución de problemas (Salinas, Cabrera y Ríos, 2012). Aunque tanto desde el
ámbito legislativo como desde el de cierta pedagogía académica se muestre un
optimismo generalizado en lo que respecta a la capacidad de los niños para
desenvolverse en todos los ámbito de la vida, lo cierto es que la adquisición de
autonomía es, en la práctica, un gran desafío, y las nuevas tecnologías – los tiempos,
los espacios, las metodologías y los procedimientos que propicia su implementación –
ponen sobre la mesa un alto nivel de demanda en este sentido.
23
responsable de las mismas (no es baladí esta última cuestión: el docente es facilitador
y guía del proceso de enseñanza-aprendizaje, y la introducción de las nuevas
tecnologías al mismo supone un componente nuevo de responsabilidad, en este
sentido). No obstante, el hecho efectivo de transitar desde un paradigma educativo
tradicional, basado en la solidez de los soportes y los recursos, los tiempos y los
espacios – paradigma del que los profesores, exceptuando las generaciones más
recientes, son nativos –, a uno que gravita alrededor de las nuevas tecnologías,
constituye un reto extremadamente significativo por otros motivos.
Este es, efectivamente, el verdadero reto para los docentes. El tránsito hacia un nuevo
modelo formativo implica un cambio radical en la forma de hacer de los docentes: en la
planificación y el diseño de las dinámicas y los procedimientos didácticos, la selección
e implementación de las metodologías, la relación con los alumnos – y de los alumnos
entre sí, con la mediación del docente – y la evaluación… La digitalización de la
educación supone una renovación de los principios y los presupuestos sobre los que la
educación se edifica (Iglesias, 2020), y los docentes se encuentran en la primera línea
en lo que a la materialización de las nuevas corrientes pedagógicas respecta.
¿Cómo pueden los docentes obtener las competencias formativas necesarias para
digitalizar su labor? Decíamos, en su momento, que en España la administración
pública pronto comenzó a organizar instituciones y a poner en marcha programas para
la formación del profesorado en el ámbito de las nuevas tecnologías (INTEF, 2017: 3-
10). Es lógico, en cierto modo, porque las directrices acerca de la digitalización de la
enseñanza vienen desde las instancias administrativas y legislativas, y es preciso que
sean estas las que proporcionen a la comunidad educativa – a los docentes, en última
instancia – las herramientas que les permitan llevar a término el tránsito de paradigma.
No obstante, algunos trabajos aparecidos recientemente (de nuevo, ciertamente
asistemáticos), en el marco de las circunstancias sanitarias actuales, ponen de
manifiesto la insuficiencia de estas iniciativas, que se ha hecho especialmente patente
24
en la actualidad. Autores como Villén Sánchez, o Martínez-Garcés y Garcés
Fuenmayor inciden en que la urgencia del tránsito hacia el modelo tecnológico, y el
carácter repentino y radical de los cambios que han tenido que implementarse en los
últimos tiempos, ponen de manifiesto que son los propios docentes, y no tanto el resto
de instancias que componen la comunidad educativa y se sitúan por encima de ellos,
los que han asumido en mayor medida la carga de llevar a término la digitalización del
proceso de enseñanza-aprendizaje (Villén Sánchez, 2020; Martínez-Garcés y Garcés-
Fuenmayor, 2020).
El esfuerzo que desde las administraciones se viene haciendo en los últimos años se
ha revelado, en algunos casos, insuficiente. Cuando se han puesto sobre la mesa las
exigencias de las circunstancias actuales, en muchas ocasiones los docentes no han
podido hallar las respuestas que necesitaban por parte de los organismos oficiales,
teniendo que recurrir a la autoformación (Villafuerte, Ceballos y Vidal, 2020). No es
preciso dudar de la competencia de los docentes, en este sentido, para entender que
esta situación pone en un compromiso el proceso de enseñanza-aprendizaje. Y esta
situación pone en tela de juicio la suficiencia de los programas formativos en materia
de nuevas tecnologías que se han emprendido en los últimos tiempos, porque, ante la
imposición de las dinámicas digitales, la comunidad educativa no ha sido capaz de
responder con absoluta solvencia (García Peñalvo y Corell, 2020).
25
Referencias bibliográficas
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26
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27
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28