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EL TEATRO DE VALLE-INCLÁN
A principios del siglo XX aún perviven algunas tendencias teatrales del último
cuarto del siglo anterior como el drama neorromántico o el teatro realista-
naturalista. Además, el teatro está muy sujeto a condicionamientos ideológicos y
comerciales: el conservadurismo del público, la escasa predisposición de los
empresarios a arriesgarse con experimentos de éxito dudoso y la vigilancia de los
censores ante cualquier audacia política o religiosa explican la escasa originalidad del
teatro español del primer tercio de siglo. Ello obliga a diferenciar entre un teatro
comercial, con éxito en los escenarios, y un teatro innovador, menos popular.
El teatro comercial es inmovilista, pues está sujeto a los gustos conservadores (en lo
creativo y en lo ideológico) del público burgués. Se distinguen en él tres tendencias:
la comedia burguesa, también llamada comedia benaventina, por ser su autor más
representativo Jacinto Benavente; el teatro poético, llamado también teatro
histórico-modernista o teatro en verso; y el teatro cómico-costumbrista.
(Farsa = pieza dramática breve que busca provocar la risa con situaciones grotescas,
máscaras, payasadas. Se caricaturiza la realidad y es un subgénero adecuado para la
sátira social y política).
Componen este ciclo tres piezas para tablado de marionetas: Farsa infantil de la cabeza
del dragón (1909), Farsa italiana de la enamorada del rey (1920) y Farsa y licencia de la reina
castiza (1920). Unos personajes convertidos en fantoches en medio de un lenguaje
distorsionado hasta lo absurdo representan los distintos «tipos» (reyes, cortesanos,
ministros, espadones y pueblo) que integran el retablo de la España isabelina.
MAX: Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan El Esperpento. El
sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente
deformada.
Es decir, para Valle la estética del esperpento es la más apropiada para reflejar la
tragedia de la sociedad española de su tiempo.
Los esperpentos son obras en las que se introduce una estética deformante,
caricaturesca, a veces reducida al absurdo y que tiene como intención mostrar los
rasgos más críticos y amargos de la sociedad española; presenta personajes
deshumanizados (animalizados o cosificados), convertidos en fantoches o peleles,
seres grotescos y deformes. Se mezcla lo lírico y lo trágico, lo sublime y lo grotesco,
lo hermoso y lo deforme. Estos contrastes se manifiestan también en el lenguaje:
aparecen reflejados todos los registros desde el más elevado hasta el más vulgar.
El Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte (1924-1917), formado por dos autos para
siluetas y dos melodramas para marionetas también de técnica esperpéntica. En
estas obras, Valle vuelve a los temas del ciclo mítico: fuerzas y pasiones salvajes y
primarias y la muerte.