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T.8.

EL TEATRO DEL SIGLO XX HASTA 1939


1. Introducción
2. El teatro triunfante o comercial.
2.1. El drama romántico
2.2. La comedia burguesa o comedia benaventina
2.3. Teatro cómico
3. El teatro innovador
3.1. Ramón María del Valle-Inclán
3.2. Federico García Lorca
3.3. Otros autores
1. Introducción
En España a principios de siglo XX se conocían los movimientos de renovación teatral europeos (Ibsen,
Chejov, Shaw, Wilde, Jarry), pero no fueron adoptados fácilmente en las salas españolas. Poco a poco, en
este período se perfilan dos grandes grupos de autores: unos que realizan un teatro comercial, que cuenta
con el favor del público, aunque son escasamente renovadores (teatro triunfante); y un segundo grupo que
renueva las formas dramáticas (teatro innovador).
2. El teatro triunfante o comercial.
El teatro tradicional se difunde a través de tres corrientes o tendencias:
2.1. El drama romántico
También llamado modernista o teatro en verso, es una mezcla de Romanticismo y Modernismo,
ideológicamente muy conservador. Es una continuación del teatro decimonónico, declamatorio y ripioso,
que no alcanza la altura poética de la poesía modernista y más bien se queda en un Romanticismo
decadente mezclado con los efectos coloristas y la sonoridad del Modernismo. Francisco Villaespesa o
Eduardo Marquina son dos autores representativos.
2.2. La comedia burguesa o comedia benaventina
Es un teatro continuador del Realismo del siglo XIX que renueva algunos aspectos. Su principal
representante es Jacinto Benavente, El nido ajeno (1896), Los intereses creados (1907) o La Malquerida
(1913). Benavente, premio Nobel, optó por amoldarse a los gustos mayoritarios, y se limita en sus obras a
censurar pequeños vicios, sin hacer críticas totales. Escribió un teatro de éxito, poco renovador, al contrario
que su detractor Valle-Inclán.
2.3. Teatro cómico
Son obras intrascendentes, cuya intención es hacer pasar un buen rato. Se representaba con música, canto y
baile (opereta, vodevil y revista) o sin nada de esto (juguete cómico, sainete y astracán). Es reiterativo en
las formas de conseguir el humor: equívocos, juegos de palabras, regionalismos... Destacamos a: Carlos
Arniches, El santo de la Isidra (1898), El amigo Melquiades (1914); el gaditano Pedro Muñoz Seca, La
venganza de don Mendo (1918), parodia en verso de los dramas históricos; y los hermanos Álvarez
Quintero, representantes del teatro regionalista andaluz, que escriben obras agudas e ingeniosas, con un
claro dominio de la técnica: El genio alegre (1906), Mariquilla Terremoto (1930). Contribuyeron a formar
la imagen estereotipada de Andalucía y gozaron de mucho éxito comercial con sus diálogos graciosos.
3. El teatro innovador
A principios de siglo es minoritario, pero poco a poco aparecen algunos autores que plantearon en España
un teatro distinto. Unamuno, Fedra (1910) y El otro (1926), escribe un teatro de ideas, “teatro desnudo”,
donde lo fundamental es el texto, el conflicto de los personajes. Hay, por lo general, poca acción y casi
total ausencia de otros elementos escénicos. Azorín luchó por un teatro antirrealista que incluyera lo
subconsciente, lo onírico y lo fantástico. Es famosa su trilogía Lo invisible, (1927) en la que aborda el
misterio de la muerte. Jacinto Grau recupera temas literarios y mitos clásicos : El señor de Pigmalión,
(1921). Ramón Gómez de la Serna, Los medios seres,(1929) experimenta con una obra vanguardista
pura. Pedro Salinas y Rafael Alberti y Miguel Hernández escriben un teatro interesante, pero en el
panorama teatral español del siglo XX destacan dos figuras fundamentales en el teatro con una proyección
mundial: Valle-Inclán y García Lorca.
3.1. Ramón María del Valle-Inclán
Ramón María del Valle-lnclán comienza con dramas decadentes próximos al Modernismo y continúa con
el llamado teatro en libertad, concebido más para ser leído que representado, por las audaces puestas en
escena imposibles para la época y por las acotaciones tan literarias. Escribe dramas del ciclo mítico y sigue
con farsas. Las míticas son obras de ambiente gallego atemporal, regido por fuerzas primarias (poder,
sexo, avaricia, miedo): en la trilogía de las Comedias bárbaras (publicada a partir de 1907) asistimos a la
rapiña de los hijos de un aristócrata por la herencia, y en Divinas palabras (1920) a la historia de la familia
de una persona con una grave malformación que gana dinero mostrándolo en ferias hasta que este muere
por la cantidad de alcohol que le obligan a beber en una broma pesada. El ambiente es sórdido y cruel. En
las farsas, Valle-lnclán rompe con la realidad incluyendo personajes disfrazados, de la farándula. Introduce
técnicas cinematográficas (enfoques de cerca, movimientos rápidos de situaciones) y hace parodias o
sátiras, como la de La Reina castiza (1920), sobre la corte de Isabel II.
El siguiente paso de Valle y de mayor valor literario es «el esperpento», que comprende cuatro obras:
Luces de bohemia (1920), y otras tres publicadas bajo el título de Martes de carnaval: Los cuernos de don
Friolera (1921), Las galas del difunto (1926) y La hija del capitán (1927). «El esperpento» es una
deformación sistemática de la realidad a través de caricaturas cómicas y macabras, producto de una visión
ácida y disconforme de la realidad. En Luces de bohemia se cuenta el dantesco viaje de Max Estrella, poeta
ciego guiado por Latino de Híspalis, a través de la noche madrileña hasta su muerte en un portal de
madrugada. Esta anécdota se convierte en parábola trágica y grotesca de la imposibilidad de vivir en una
España deforme, injusta, opresiva y absurda. La degradación de los personajes está en las animalizaciones,
cosificaciones o muñequizaciones de los mismos. El entronque con el expresionismo europeo es claro.
3.2. Federico García Lorca
Lorca impulsa el teatro total, en el cual importa tanto la poetización del lenguaje como los recursos
escénicos visuales, acústicos y escenográficos (colorido, iluminación, volúmenes, canciones populares). Es
un teatro muy vanguardista que, a la vez, recupera elementos del teatro clásico. Lorca pretendía
popularizar el espectáculo teatral; de hecho, fundó una compañía de teatro universitario, La Barraca, con
la que viajó por España. Su teatro está presidido por la constante lucha entre lo que se ha denominado
“principio de autoridad y principio de libertad”, de la que resulta un sentimiento de frustración que casi
siempre encarna en mujeres cuyos deseos son irrealizables. Dejando aparte sus comienzos modernistas, su
obra se clasifica en tres bloques: el de las farsas, el surrealista y las tragedias.

En las farsas, entre las que hay dos para teatro de guiñol, Retablillo de don Cristóbal(1930) y otras dos
más complejas para actores como La zapatera prodigiosa (1930) y Amor de don Perlimplín con Belisa en
su jardín, (1933), en las que aparecen problemas derivados de los matrimonios de conveniencia entre un
viejo y una joven.

El segundo bloque pertenece al teatro surrealista: Así que pasen cinco años (1931) y El público (1933),
irrepresentable en su época y que anticipa la ruptura de la lógica espacio-temporal, el desdoblamiento de la
personalidad y la posibilidad de varias interpretaciones.

El bloque de las tragedias de ambiente rural: Bodas de sangre (1933), Yerma (1934) y La casa de
Bernarda Alba (1936), tiene como protagonistas a mujeres que deben reprimir su amor y sexualidad por
imposición de la sociedad. En La casa de Bernarda Alba no solo es el drama de mujeres en los pueblos de
España (como reza el subtítulo), sino que denuncia todas las tiranías que coartan la libertad individual. Así
que las tragedias lorquianas lo son, además, porque trascienden las realidades humanas concretas
(españolas y femeninas) a símbolos de la lucha (con resultado trágico) entre libertad individual y autoridad
impuesta.
3.3. Otros autores
Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura han sido considerados como la «otra Generación del 27» ya
que realizan una interesante labor de renovación en el teatro humorístico español ya antes de la Guerra
Civil. No obstante, los dos alcanzan su máximo reconocimiento una vez acabada aquella. Otro autor
interesante, Alejandro Casona, Nuestra Natacha (1935), Prohibido suicidarse en primavera (1937) o La
dama del alba (1944), escribe un teatro alejado del humor y con algunas influencias modernistas y
lorquianas.

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