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En las farsas, entre las que hay dos para teatro de guiñol, Retablillo de don Cristóbal(1930) y otras dos
más complejas para actores como La zapatera prodigiosa (1930) y Amor de don Perlimplín con Belisa en
su jardín, (1933), en las que aparecen problemas derivados de los matrimonios de conveniencia entre un
viejo y una joven.
El segundo bloque pertenece al teatro surrealista: Así que pasen cinco años (1931) y El público (1933),
irrepresentable en su época y que anticipa la ruptura de la lógica espacio-temporal, el desdoblamiento de la
personalidad y la posibilidad de varias interpretaciones.
El bloque de las tragedias de ambiente rural: Bodas de sangre (1933), Yerma (1934) y La casa de
Bernarda Alba (1936), tiene como protagonistas a mujeres que deben reprimir su amor y sexualidad por
imposición de la sociedad. En La casa de Bernarda Alba no solo es el drama de mujeres en los pueblos de
España (como reza el subtítulo), sino que denuncia todas las tiranías que coartan la libertad individual. Así
que las tragedias lorquianas lo son, además, porque trascienden las realidades humanas concretas
(españolas y femeninas) a símbolos de la lucha (con resultado trágico) entre libertad individual y autoridad
impuesta.
3.3. Otros autores
Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura han sido considerados como la «otra Generación del 27» ya
que realizan una interesante labor de renovación en el teatro humorístico español ya antes de la Guerra
Civil. No obstante, los dos alcanzan su máximo reconocimiento una vez acabada aquella. Otro autor
interesante, Alejandro Casona, Nuestra Natacha (1935), Prohibido suicidarse en primavera (1937) o La
dama del alba (1944), escribe un teatro alejado del humor y con algunas influencias modernistas y
lorquianas.