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TEMA 5.

EL TEATRO ESPAÑOL ANTERIOR A LA GUERRA CIVIL: LORCA Y VALLE


INCLÁN
.
1. Introducción.
2. El teatro comercial de principios del XX.
3. La renovación escénica del primer tercio del XX: Valle-Inclán y Lorca.
3.1. El teatro de Ramón Mª del Valle-Inclán.
3.2. El teatro de Federico García Lorca.

1. Introducción.-

En toda Europa, el teatro del XX se renueva y supera el Realismo gracias a la importancia que adquieren
los elementos no verbales, lo onírico, lo absurdo, lo simbólico y lo grotesco. A finales del XIX se crean
numerosos teatros alternativos para representar obras naturalistas y simbolistas que no tenían cabida en los
circuitos comerciales. En ellas se dan a conocer autores tan relevantes como el noruego H. Ibsen, el
británico B. Shaw, el italiano L. Pirandello o el norteamericano E. Oneill, pero los más renovadores en la
primera mitad del XX son el alemán Bertold Brecht y el francés Antonin Artaud, ambos muy influyentes
en dramaturgos posteriores.
Sin embargo, el aislamiento de nuestro país respecto a la cultura europea y el escaso desarrollo
económico y cultural hacen que el teatro español se mantenga al margen de tales innovaciones. La afición
era muy grande y, como venía ocurriendo desde finales del siglo anterior, las salas y los espectáculos
presentaban diferencias según el público al que se dirigieran. Los empresarios no se arriesgaban a montar
obras vanguardistas alejadas de los gustos y mentalidad del espectador medio, y condenadas, por tanto,
al fracaso. Este hecho marca la trayectoria de un género que se resiste a evolucionar y la de muchos
dramaturgos que, para sobrevivir, abandonaron la modernidad de sus primeros textos y se adaptaron a las
preferencias de la burguesía, reacia a aceptar cualquier crítica excesiva a su sistema de valores o forma de
vida.

2. El teatro comercial de principios del XX.-

El teatro anterior a la Guerra Civil muestra, en primer término una línea comercial, que
continúa tendencias decimonónicas (dramas románticos y modernistas en verso, alta comedia y teatro
cómico), junto a los intentos renovadores y rupturistas de autores que quieren abrir nuevos
caminos, pero no suelen gozar con el favor del público. Entre las propuestas más exitosas, pensadas
para un público más amplio y convencional, se ofrecían tres vertientes bien diferenciadas:
a) El teatro poético en verso mezcla el drama histórico-romántico con un lenguaje modernista
superficial y sensorial. Es muy clásico en cuanto a ideas y concepción escénica y recupera
leyendas o personajes nobles del pasado histórico nacional. Los autores más destacados de
esta corriente son Eduardo Marquina (Las hijas del Cid) y los hermanos Antonio y Manuel
Machado (La Lola se va a los puertos (1930)).
b) El teatro humorístico de tono costumbrista aborda temas intranscendentes con una trama
fácil que se resuelve favorablemente. Presenta personajes populares y castizos cuya manera
de hablar provoca las risas del auditorio. Sus mejores representantes son los hermanos Serafín
y Joaquín Álvarez Quintero (El genio alegre (1906)); Pedro Muñoz Seca (creador de un
género cómico de humor basado en el chiste fácil, los diálogos absurdos y situaciones
descabelladas al que denominó astracán -La venganza de don Mendo (1918))-; y Carlos
Arniches, el más interesante de todos por sus tragedias grotescas (La señorita de Trévelez
(1916)), en las que mezcla lo trágico y lo cómico a la manera de los expresionistas europeos,
lo que ha dado pie a que algunos lo vean como un precedente de Valle-Inclán.
c) La alta comedia hace una crítica suave de los conflictos morales de la burguesía empleando
una ironía muy ligera y un lenguaje elegante y cuidado. Las acciones se sitúan
preferentemente en ambientes lujosos y abordan temas de actualidad. El autor más reputado
de esta tendencia es Jacinto Benavente, quien fue reconocido con el Premio Nobel de
Literatura en 1922. El objetivo de Benavente era entretener y realizar una sátira suave de la
sociedad de su tiempo, pero salvaguardando los valores morales tradicionales. Sus obras están
bien estructuradas, el lenguaje es pulcro y entre sus muchos éxitos podrían citarse Los
intereses creados (1907), Señora ama (1908) o La malquerida (1913).

3. La renovación escénica del primer tercio del XX: Valle-Inclán y Lorca.-


Según se decía arriba, ese teatro comercial de raigambre decimonónica, convivía en el primer
tercio del siglo XX con algunos intentos renovadores que, influidos por escritores europeos y por el
triunfo de las vanguardias, cuajan en un puñado de obras rupturistas. La mayoría de ellas, sin
embargo, no llegaron a estrenarse ya que no conectaban con la sensibilidad del público, o quedaron
reducidas a círculos minoritarios. Unamuno, Azorín (vinculados a la Generación del 98); Gómez de
la Serna, Jacinto Grau (al novecentismo o las vanguardias); Alberti, Salinas (dentro de la
Generación del 27), Alejandro Casona, Max Aub (ambos acabarán exiliándose), Miguel
Hernández…. son algunos de los muchos autores que escriben teatro con un afán experimentador.
Pero son Valle-Inclán y Lorca los únicos que realmente consiguen hacer valer sus propuestas desde
los escenarios.

3.1. El teatro de Ramón Mª del Valle-Inclán:

Valle-Inclán (Vilanova de Arousa, 1866-Santiago de Compostela, 1936) responde al modelo del


autor bohemio, que cultiva lo extravagante, original y excéntrico. Con un carácter rebelde,
evoluciona desde posturas muy conservadoras hasta una ideología revolucionaria y abarca todos los
géneros literarios. Se inicia en la estética modernista, pero irá avanzando hacia una forma de
expresión muy personal y difícil de encuadrar en un movimiento determinado.
La obra dramática de Valle puede clasificarse en tres etapas:
• Primeras obras de carácter modernista: como en los otros géneros en los que despunta su
talento, el autor refleja la influencia directa de Rubén Darío con piezas como El marqués de
Bradomín (1908) o El yermo de las almas (1908), una de las más representativas de esta etapa.
• Etapa de transición: en la que Valle-Inclán adopta un tono más crítico y agresivo y un lenguaje
que, aunque no se aleja completamente del Modernismo, se vuelve más duro. Comienza a
escribir sus Comedias bárbaras (Águila de blasón (1907), Romance de lobos (1908)) que no
acabará hasta 1922 con Cara de plata. Pertenecen al llamado ciclo mítico del escritor y en
ellas acude a su Galicia natal para construir una historia familiar protagonizada por don Juan
Manuel de Montenegro, personaje vicioso y pendenciero que simboliza el final de la
aristocracia gallega decimonónica y acabará por enfrentarse a sus hijos, tan deleznables como
él. En este tramo de su carrera literaria, Valle escribe también pequeñas farsas como La
marquesa Rosalinda (1913), inspiradas en la tradición clásica y con personajes cada vez más
estereotipados que evidencian el tránsito hacia la caricatura y deformación de la realidad que
está llevando a cabo su creador. Divinas palabras (1920) (“tragicomedia de aldea”) sería la
última obra de esta etapa; en ella reencontramos una Galicia misteriosa, primitiva y llena de
supersticiones, donde la avaricia y la lujuria alimentan la tragedia.
• El esperpento: 1920 es un año fundamental en la actividad teatral de Valle-Inclán. En él ven
la luz Divinas palabras, Farsa italiana de la enamorada del rey, Farsa y licencia de la reina
castiza (sátiras ubicadas en la corte de Isabel II ) y Luces de bohemia 1, obra fundamental
en la historia del teatro español que el autor ampliará en 1924. Con ella se inicia propiamente
el esperpento, a través del cual el autor ofrece una crítica ácida de la España de su tiempo,
de sus instituciones y de un mundo absurdo en el que todo está al revés. Para lograrlo, se
vale de los siguientes procedimientos:
a) Deformación2 caricaturesca de la realidad y de los personajes que son
tratados como marionetas, reducidos a meros fantoches mediante la
animalización y la cosificación que los deshumanizan para llamar la atención
sobre los aspectos más amargos de la realidad social.
b) Creación de situaciones absurdas y exageradas.
c) Uso sistemático de la sátira y la ironía.
d) Empleo de un lenguaje coloquial, que llega incluso a lo vulgar, lleno de
casticismos y de juegos de palabras.
e) Utilización de una perspectiva distanciadora, que supere la risa y el dolor y
que impida la identificación sentimental del público con la obra.

La trilogía Martes de carnaval (1930) (Los cuernos de don Friolera (caricatura de los dramas
de honor), Las galas del difunto (sobre un pobre soldado que vuelve de la Guerra de Cuba),
La hija del capitán (probable parodia de la dictadura de Primo de Rivera)) y el Retablo de la
avaricia, la lujuria y la muerte (donde intensifica lo pasional e instintivo a través de personajes
también deshumanizados) (1927), completan este panorama trágico-grotesco de la
realidad hispana que no tiene dignidad suficiente para ser reflejado en una tragedia
clásica. Es un país triste, sin grandeza, con fantoches que remedan los que habían creado antes
Goya o Quevedo. La censura es profunda y demoledora, afecta a todos los ámbitos de la vida
nacional y a todos los sectores de la sociedad.
El esperpento supuso una renovación dramática excepcional. Valle ofrece una visión muy
amarga de España y de la condición humana en una época, la de los años veinte, en la que los
noventayochistas -con los que tantas veces se vincula al autor- habían abandonado ya las posturas
radicales de su juventud.

1
Se desarrolla en quince escenas que cuentan, fundamentalmente, la última noche de vida de Max Estrella, trasunto
literario del escritor modernista Alejandro Sawa. Las doce primeras se estructuran en torno al motivo literario del viaje
que realiza el protagonista en compañía de Latino de Hispalis (hombre aprovechado y egoísta) por el Madrid nocturno a
lo largo de unas doce horas, desde el crepúsculo de una jornada, cuando sale de su casa hablando de la muerte, hasta el
amanecer del día siguiente, en que regresa para morir. En medio, ambos pasan por diversas vicisitudes que provocan una
toma de conciencia progresiva sobre la realidad social española. Las tres últimas escenas son una especie de epílogo tras
la muerte del personaje principal. Todas las instituciones se ridiculizan y se deforman los aspectos más miserables de la
vida española y de la condición humana.
2
En la escena duodécima, Max Estrella define el esperpento como la imagen deformada que devuelven los espejos
cóncavos y convexos del callejón del Gato y explica su sentido: “Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos
dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española solo puede darse con una estética sistemáticamente deformada”
(VALLE-INCLÁN, R. M., Luces de Bohemia. Madrid, Austral, 1997, p. 162).
3.2. El teatro de Federico García Lorca:
La Generación del 27 contribuyó de manera eficaz a la renovación escénica incorporando a sus
obras dramáticas los avances de las vanguardias y potenciando su función social3.
García Lorca (Fuentevaqueros, 1898-Granada, 1936) se dedicó al teatro durante toda su vida,
aunque el éxito definitivo como dramaturgo le llegaría durante la República. Su temprana muerte
truncó una trayectoria muy prometedora e impidió que pudiese ver el estreno de La casa de Bernarda
Alba, que se considera su obra cumbre. Después de la guerra, la censura impidió durante muchos años
la representación de sus obras, pese a que en el extranjero pronto se lo consideró un clásico.
Las características fundamentales del teatro lorquiano son:
a) Concepción del teatro como una tarea de interés social y didáctico, una misión pedagógica
destinada a elevar el nivel cultural del espectador. Por ello creó junto a jóvenes universitarios
y con el apoyo de las instituciones republicanas, el grupo La Barraca, con el que pretendía dar
a conocer el teatro español del Siglo de Oro por los pueblos de España.
b) El tratamiento de un tema básico, el mito del deseo imposible, el enfrentamiento entre el
deseo y la realidad opresiva, que engloba otros como el malestar del marginado, la lucha
contra las convenciones, la crítica política… El destino final de sus personajes, consecuencia
de esa lucha, es la soledad, la frustración o la muerte trágica, lo cual revela la influencia de
los mitos clásicos de la tragedia griega. La mayor parte de sus protagonistas son mujeres que
simbolizan la libertad o la fuerza del instinto, pero sucumben ante el autoritarismo o los
imperativos sociales, religiosos, morales o políticos de su tiempo.
c) La poetización constante de la vida cotidiana a través de personajes genéricos (la madre, el
novio…) que no tienen nombre propio y representan un estereotipo; de la inserción de
fragmentos poéticos con valor metafórico, que interrumpen el diálogo en prosa; del uso de
símbolos y alegorías (colores, ruidos…); y de la importancia que cobran la música y otros
elementos populares que también son fundamentales en su poesía y aquí responden a su idea
del teatro como un espectáculo total donde conviven diversas artes.
Con todo ello, la obra dramática de Federico García Lorca puede clasificarse en tres etapas:
• Primera etapa: en la década de los veinte, tras pequeñas piezas como El maleficio de la
mariposa (1920), le llega el éxito con Mariana Pineda (1925), drama en verso que recrea la
historia de una joven ajusticiada en Granada en 1831. La zapatera prodigiosa (1926) (sobre
una joven zapatera casada con un hombre mayor) y las farsas Amor de don Perlimplín con
Belisa en su jardín (tema tópico del viejo enamorado de una muchacha joven) (1928) y
Retablillo de don Cristóbal (1931), cierran esta etapa.
• Segunda etapa: después de su viaje a Nueva York y de la crisis personal y artística que vive
en ese tiempo, escribe con un lenguaje surrealista El público (1930). En esta obra se recrea el
mundo interior de un director de teatro para abordar el tema del amor homosexual y condenar
a una sociedad llena de prejuicios. Vanguardista es también Así que pasen cinco años (1931)
en la que reaparecen asuntos como el paso del tiempo y la muerte al recrear los sueños y la
intimidad de un joven que se revela incapaz de afrontar la vida.

3
Así, surgen en ese tiempo grupos de teatro (La Barraca, el Teatro del pueblo…) que pretendían acercar las obras de los mejores
autores españoles a cualquier lugar de nuestra geografía
• Tercera etapa: de 1933 a 1936 escribe sus dramas más importantes, protagonizados por
mujeres y en los que lo popular cobra mayor importancia. La farsa dramática Doña Rosita la
soltera o el lenguaje de las flores (1935) aborda el problema de la señorita soltera que vive
en provincias esperando inútilmente el amor, pero no tiene la relevancia de la Trilogía
dramática de la tierra española. Integran esta serie: Bodas de sangre (1933), basada en
hechos reales y en la que una novia huye con su amante el día de su boda, escenifica el amor
imposible y sometido a un atávico sentido del honor; Yerma (1934), sobre la maternidad
frustrada; y La casa de Bernarda Alba (1936) su obra maestra. Las dos primeras tienen aire
de tragedia clásica y mezclan prosa y verso. La tercera solo puede estrenarse en 1945 en
Buenos Aires. Cuenta la historia de Bernarda Alba, una mujer dura y tiránica que impone a
sus cinco hijas un luto de ocho años a causa de la muerte del padre. Se presenta así el conflicto
entre autoridad y afán de libertad, entre el poder (representado por la madre) y la represión de
los instintos (frente a la cual sus hijas simbolizan diferentes actitudes)4.
El teatro de Lorca supone una extraordinaria renovación porque incluye elementos líricos y
simbólicos, y eleva algunos motivos típicos de la Andalucía de su tiempo, aparentemente locales y
folclóricos, a la categoría de conflictos universales del ser humano.

*****
Las figuras de Valle-Inclán y García Lorca descuellan enormemente en el panorama del teatro
español de las primeras décadas del XX. Ambos son figuras singulares de nuestras letras y
demostraron su talento en otros géneros, pero su vínculo con el mundo de la escena fue reiterado y
trascendió su labor como dramaturgos: además de escribir textos memorables, y fruto de su pasión
por las tablas, los dos dirigieron, impulsaron o participaron de diverso modo en determinadas
empresas teatrales. Valle y Lorca comparten también el afán experimentador. Mientras las salas
comerciales acogían piezas cómicas, intrascendentes o complacientes con el público burgués que
asistía a las representaciones, ellos no cesaban de explorar nuevas formas expresivas, para abordar
cuestiones incómodas en una etapa convulsa de la historia de España y que no fueron siempre
comprendidas por sus contemporáneos. El paso de los años los ha convertido, sin embargo, en
referentes incuestionables de nuestra dramaturgia y sin cuyo aporte serían inexplicables muchos de
los caminos que el teatro español ha abierto en el último medio siglo.

4
De todas, solo Adela, la más joven, es abiertamente rebelde, aun sabiendo que su comportamiento la llevará hacia un destino trágico.
La obra describe un mundo verosímil, pero incorpora muchos elementos simbólicos propios del universo lorquiano: el agua, el calor,
el color verde… en los diálogos de los personajes. Estos usan siempre un lenguaje popular, lleno de metáforas, comparaciones y
refranes.

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