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TEATRO DEL SIGLO XX

TEMA 2.1.
EL TEATRO DE VALLE-INCLÁN Y LA ESTÉTICA DEL ESPERPENTO

Valle podría ser un ejemplo paradigmático de la generación del fin de siglo. Su desprecio por el mundo burgués y
su búsqueda constante de un nuevo modo de entender el lenguaje literario hacen de él un personaje único en la
Literatura española. Pero es, sobre todo, en su faceta de dramaturgo donde más podemos apreciar la
originalidad de su obra. Una originalidad que le costó muy cara: su teatro apenas fue representado (habrá que
esperar a la década de 1960 para ver sus obras sobre el escenario) y todavía hoy choca contra la maquinaria del
teatro comercial.

Desde el principio, el autor intentó romper con el teatro realista de su época, al que consideraba falto de ideas,
y buscó nuevas formas dramáticas. Empezó experimentando con los mitos y las farsas y siguió caminos en varias
direcciones que confluyen todos en el esperpento como forma definitiva. En su trayectoria dramática se señalan
diferentes ciclos: el ciclo mítico, el de la farsa y el del esperpento.

En sus primeras obras (ciclo mítico) es patente la influencia del teatro “modernista”. Un teatro cargado de
simbolismo, donde la puesta en escena (la luz, la música, los decorados) parece más importante que el
argumento. Desde el punto de vista técnico, ya encontramos aquí los rasgos más destacados de su teatro: la
representación de los grandes temas y preocupaciones humanas; la narración fragmentaria a partir de cuadros o
estampas independientes; la importancia de las acotaciones, que adquieren carácter poético; la búsqueda de
registros del lenguaje alejados del tono moderado que predominaba en el teatro de su época. Las Comedias
bárbaras (Águila de Blasón (1907), Romance de Lobos (1908) y Cara de Plata (1922)) y Divinas palabras
(1920) son sus manifestaciones más sobresalientes.

Su incursión en el género de la farsa (ciclo de la farsa) transcurre paralelamente al ciclo anterior, durante la
segunda década del siglo XX. Las farsas están escritas en verso y en ellas se crea un mundo artificioso, muy
literario, en el que se une lo grotesco a lo refinado y poético, todo ello para criticar la realidad exagerando los
hechos que se representan. La cabeza del dragón (1909), La marquesa Rosalinda (1912) o La enamorada del rey
(1920) son ejemplos de este ciclo.

A partir de 1915, coincidiendo con la Primera Guerra Mundial (a la que Valle es enviado como corresponsal) su
teatro cobra una dimensión nueva: la preocupación por la Historia Contemporánea. Como ocurriera con otros
escritores de este momento (etiquetados bajo el nombre de “Generación del 98”), que denuncian las dolencias
de una sociedad enferma (corrupción política, ineficacia administrativa, desprecio por la cultura, abusos de
poder…), en el caso de Valle-Inclán, la denuncia va a dar lugar a un género revolucionario en la escena española:
el esperpento, que se puede considerar pionero del teatro vanguardista europeo.

El término esperpento lo emplea por primera vez para calificar una obra de 1920, Luces de bohemia. Esta obra
supone un giro en la estética del escritor: ahora Valle adopta lo grotesco como forma de expresión, deformando
la realidad de forma sistemática con la finalidad de criticar ferozmente la realidad española del momento. Al
tiempo que renueva las formas literarias y el lenguaje.

En primer término, en el esperpento aparecen una serie de personajes innobles y fracasados y, como trasfondo,
una sociedad dominada por la miseria, la corrupción y el abuso de poder.

El argumento de esta obra se centra en la vida de ciertos artistas bohemios que rechazaban las formas burguesas
imperantes. La acción se sitúa en Madrid en el primer cuarto del siglo XX. Con el protagonista Max Estrella y su
compañero, don Latino de Híspalis, recorremos las calles de la ciudad, las tabernas, las librerías, los organismos
oficiales, hasta verlo morir en el quicio oscuro de su propia casa. La obra nos habla de la imposibilidad de vivir en
una España injusta, en la que no caben ni la honestidad, ni el arte, ni el genio, ni el trabajo. Valle pone de
manifiesto la decadencia de España.

Los principales rasgos del esperpento podrían resumirse en unas pinceladas: La degradación de los personajes
(descritos como animales o como peleles) El contraste entre lo doloroso y lo grotesco, que se mezclan, produce
TEATRO DEL SIGLO XX

que escenas aparentemente trágicas adquieran un tono ridículo o vulgar. Destaca el humor negro (en la tradición
de Quevedo o Goya). En cuanto al lenguaje, domina la variedad de registros: desde las jergas a los registros
literarios o pretendidamente cultos sirven para caracterizar a los personajes, pero sobre todo tienen uso
paródico. Los diálogos suelen ser rápidos y brillantes, con un gran sentido de la brevedad y oportunidad de las
réplicas. Respecto a las acotaciones, son mucho más que indicaciones sobre la puesta en escena, pues tienen un
carácter literario. Sus descripciones pictóricas pretenden crear ambientes, más que escenografías.

Otro de los esperpentos es Martes de carnaval (1930), trilogía en la que se satiriza la sociedad militar española.
En Los cuernos de don Friolera (un militar ridículo pretende vengar la supuesta infidelidad de su mujer con un
barbero), en Las galas del difunto (se desmitifica la leyenda de don Juan) y La hija del capitán (crítica grotesca del
ejército y la dictadura de Primo de Rivera).

En definitiva, la figura y obra de Valle-Inclán son cruciales para la historia del teatro español de las
primeras décadas del siglo XX. Sus obras fueron incomprendidas durante mucho tiempo y se vieron obligadas a
vivir en los libros y no en la escena. Lo que sucedió es que Valle fue mucho más allá de lo que le permitían las
convenciones estéticas de su tiempo: no desistió ante los prejuicios estéticos y sociales de público y empresarios,
sino que desafió las limitaciones de todo tipo y creó un teatro en libertad.

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