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LEWELLEN, Ted C.

2009: 57-59 (L125) --- M941/1


2009 Introducción a la Antropología Política, 3ª edición. Barcelona: Bellaterra.
SSPP – Política - Jefaturas – Hawai – Endogamia Incesto
«LAS JEFATURAS
Por lo que respecta a la integración social, el nivel de jefatura va más allá del nivel tribal de dos
maneras fundamentales:
1) tiene una densidad de población más alta, gracias a una productividad más eficiente; y
2) es más compleja, con alguna forma de autoridad centralizada.
A diferencia de los sistemas segmentaríos en los que las unidades políticas se alían y se disuelven de
acuerdo con la situación, las jefaturas tienen órganos centrales de gobierno relativamente
permanentes, basados típicamente en la acumulación y la redistribución de un excedente económico
(que incluye a menudo una mano de obra excedentaria). El cargo de jefe. a diferencia del cabecilla
de una banda o linaje, es un cargo con al menos un mínimo de poder; es decir, el jefe tiene acceso a
cierto grado de coerción. El jefe puede ser la última instancia en la distribución de tierras y puede
reclutar un ejército. Económicamente, es el centro y coordinador del sistema de redistribución:
puede recaudar impuestos en forma de alimentos o bienes, de los cuales algunos serán devueltos a la
población, creándose un nuevo nivel de solidaridad de grupo en el que las partes especializadas
dependen del buen funcionamiento del conjunto. Aunque el cargo de jefe no sea directamente
hereditario, sólo es accesible a ciertas familias o linajes, Si bien no existe una verdadent
estratificación de clase, cada individuo -según pertenezca a un grupo de filiación o a otro- posee un
determinado rango; los más próximos al linaje del jefe estarán más altos en la escala social y
recibirán la deferencia de todos los que estén en posiciones inferiores. En efecto, según Service
(1971, p. 145) «la característica más distintiva de las jefaturas, en comparación con las tribus y las
bandas es ... la desigualdad dominante de personas y grupos en la sociedad». El jefe, sin embargo,
no posee un poder absoluto. El ethos aristocrático no lleva consigo ningún aparato formal o legal de
represión violenta, y la obediencia con la que el jefe puede contar proviene menos del miedo a las
sanciones físicas que del control directo que ejerce sobre el sistema económico redistributivo. El
linaje del jefe puede llegar a adquirir una riqueza excepcional, pero la lealtad en última instancia se
obtiene a través de constantes concesiones de bienes y beneficios. Aunque pueda existir algo muy
parecido a una burocracia [:57] los cargos por debajo del jefe no están claramente diferenciados,
pero cuando las presiones se acumulan, estos burócratas menores pueden separarse del cuerpo
parental y establecer un gobierno de oposición. Así pues, un jefe camina por la cuerda floja entre
grupos de intereses en conflicto y mantiene su posición a través de una precaria acción de equilibrio.
Si las definiciones de «tribu» a menudo han sido tachadas de generales por carecer de significado, la
descripción anterior del nivel de integración política de la «jefatura,) -que procede ampliamente de
Elman Service (1971) -ha sido acusada de ser demasiado específica. Según Herbert Lewis (1968),
Service dedujo lógicamente este modelo según lo que tendría que existir entre los niveles tribales y
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estatales, amalgamándolo luego con un modelo concreto de estructura política: el polinésico, y


proponiendo este híbrido como un tipo evolutivo general. Lewis señala que muchos grupos
aparentemente sometidos ajefaturas no son en absoluto estables sino que -en la medida en que los
grandes líderes cambian- oscilan entre el igualitarismo y el liderazgo centralizado. Esta flexibilidad
en las categorías debería aceptarse sin más descargos.

EL HAWAI PRECOLONIAL
Las ocho islas del Hawai aborigen estuvieron bajo el dominio de varias jefaturas hereditarias y
rígidamente estratificadas. Se creía que los jefes supremos descendían de los dioses y que estaban
tan cargados de mana -poder sobrenatural- que incluso el suelo que pisaban no podía ser tocado por
simples mortales. Su figura, pues, estaba rodeada de un elaborado conjunto de tabúes, cuya
violación podía significar la pena de muerte. Estos jefes eran líderes económicos, militares y rituales
supremos, aunque la mayor parte de sus funciones eran delegadas a un grupo de administradores
nobles y líderes guerreros que constituían los estratos más elevados de la sociedad. Por debajo de
estos administradores existían otros dos niveles: la baja nobleza y los plebeyos. Cada persona
pertenecía a uno de estos estratos, estando la nobleza también jerarquizada por orden de nacimiento
y proximidad al jefe supremo. A la alta nobleza (o jefes menores) se le concedía una gran
deferencia; por ejemplo, los plebeyos tenían que [:58] postrarse cuando aquéllos pasaban. Para
mantener pura la línea de regencia, los herederos al puesto de jefe supremo eran supuestamente el
hijo primogénito del jefe y su hermana primogénita (una forma de endogamia incestuosa que
también se encuentra en el antiguo Egipto y en el Perú incaico). Los jefes menores controlaban el
reparto de la tierra y del agua -esta última sumamente importante dado que gran parte de la tierra
productiva era de regadío-. También controlaban de hecho el trabajo comunitario de los plebeyos. El
jefe supremo cobraba tributo a la alta nobleza, la cual lo cobraba a su vez a la baja nobleza, y así
sucesivamente hasta llegar a la plebe. Este trihuto -o parte de él- se invertía en obras públicas,
principalmente en canales de riego y en empresas hélicas. De las arcas, la nobleza subvencionaba
también a un grupo de artesanos profesionales. Lo que impidió que estos sistemas de gobierno
alcanzaran el estatus de “estados” fue en parte la indiferenciación de su esfera política; eran
teocracias hereditarias en las cuales la autoridad no estaba todavía suficientemente diferenciada de
la religión y del parentesco. Además, aunque un jefe tuviera el poder sobre la vida y la muerte de
sus súbditos, la unidad central de gobierno no ejercía el monopolio de este poder (distribuido
también entre varios jefes menores), ni existía una estructura legal que administrara esta fuerza. Por
último, estos gobiernos distaban mucho de ser estables. La guerra era constante y las jefaturas se
derrocaban periódicamente, en cuyo caso la nobleza entera era reemplazada por el grupo victorioso
(Davenport, 1967; Seaton, 1978; Service, 1975).» [:59]

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