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5. La Escritura Azteca 1

HANNS J. PREM

INTRODUCCIÓN

El sistema de escritura utilizado en los últimos tiempos del


Postclásico en la Cuenca de México y su área circundante estaba
bastante estandarizado. Aunque tal sistema ha sido utilizado en
varias entidades políticas y por varios grupos étnicos, aquí, por
razones de conveniencia, lo llamaremos "azteca".

LA ESCRITURA AZTECA
De todos los sistemas escriturarios del oeste de Mesoamérica,
tan sólo la escritura azteca puede considerase bien conocida.
Ello se debe a su relativamente larga supervivencia en época
colonial y su utilización intensiva en documentos preparados por
la administración colonial. A muchos de los documentos coloniales
se les han añadido glosas en caracteres europeos, así que
contamos con una transcripción más o menos auténtica.
Esta situación facilitó mucho los estudios modernos del sistema

1 PREM, Hanns J., 1992: "Aztec writing". Suplement to the Handbook vol. V.

Epigraphy (:53-69), Austin. Traducción (no revisada) de Carlos Santamarina. He


señalado cada cambio de página del original entre corchetes. Las figuras se
entiende que están en la misma página del original que el texto que las sigue, y
en caso contrario se especifica (n.t.).

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escriturario, que comenzaron a mediados del siglo XIX (Aubin
1885). Pueden encontrarse gran número de descripciones minucio-
sas, aunque superficiales, de la escritura azteca en una amplia
serie de publicaciones modernas sobre la civilización del Centro
de México. Sin embargo, esto no quiere decir que no existan dudas
de ninguna clase sobre la lectura de las inscripciones y
manuscritos aztecas. Al menos en la mayoría de los casos, las
persistentes ambigüedades no resultan de un conocimiento insufi-
ciente del sistema, sino de las peculiaridades del sistema en sí
mismo, que no permite mayor precisión. En consecuencia, si bien
las líneas generales del sistema escriturario han sido correcta-
mente expuestas en un volumen anterior del Handbook (Dible 1971),
la discusión presente se centrará generalmente en sus limitacio-
nes funcionales, y deberá aclarar mejor sus muchas peculiaridades
(Prem 1970; 1979).
La escritura, que puede considerarse como la representación
gráfica de mensajes, era en la antigua Mesoamérica, y especial-
mente en esta mitad oeste, una combinación de dos subsistemas que
trabajaban de forma independiente pero que estaban relacionados y
en cooperación uno con otro. Los llamaré entonces "pictografía
narrativa" y "escritura jeroglífica". Cada uno de ellos estaba
especializado en un tipo de información que no podría ser regis-
trado satisfactoriamente por el otro. [:53]

Pictografía narrativa
La pictografía narrativa ha recibido varios nombres (Dibble
1971:324). En principio, este tipo de representación gráfica
registra cierta información no mediante la reseña de la forma
verbal del mensaje, sino interpretando y representando [depic-
ting], su contenido. Lo que aquí hemos denominado "representa-
ción" [depiction] se distingue de la imagen fotográfica en dos
aspectos: enfatiza de forma característica detalles que ayudan a
identificar el objeto representado con mayor precisión; e ignora

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otros que en el contexto dado son menos relevantes.
"Representación" en este sentido hace referencia también a un
cierto tipo de codificación que significa la utilización de
formas estandarizadas y preestablecidas de representación
gráfica.
La pictografía no debería considerase un método imperfecto
debido a sus innegables ventajas, la más importante de las cuales
es que el registro pictográfico no está limitado a un lenguaje
particular, sino que semeja en muchos aspectos un lenguaje en sí
mismo. Cada historia expresada en pictografía narrativa puede
volverse a contar de forma verbal en virtualmente cualquier
lenguaje hablado, lo cual es ciertamente, un rasgo muy útil en el
multilíngüe México antiguo. Incluso un lector moderno puede al
menos vagamente captar las complejas escenas de rituales
desconocidos, tal y como están representadas en el Códice Borgia,
a pesar de que el lenguaje de sus pintores siga siendo desconoci-
do. La segunda ventaja ha sido menos advertida hasta ahora: la
pictografía narrativa permite al lector variar la longitud de sus
ejecuciones verbales. Esto es una diferencia respecto a la
escritura textual, donde la lectura de una historia coherente no
puede ser modificada ni por frases ni en su totalidad.
Por otro lado, dichas características propias de la pictografía
narrativa afectan adversamente a la calidad de la transmisión, ya
que el registro queda muy restringido al contenido visible de un
posible mensaje verbal: todos los detalles que escapan a la
representación directa se pierden. Esto se refiere, entre otras
cosas, a atributos de ciertos objetos, a relaciones temporales, a
causalidades, a aspectos tan simples como negaciones, y, sobre
todo, a ideas abstractas. Para algunas de ellas se han desarro-
llado soluciones perifrásticas por convención. La base de tales
formas es predominantemente metafórica: la conocida representa-
ción del agua y campos quemados corresponde a la corriente
metáfora verbal atl tlachinolli (literalmente, "agua [y] tierra

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quemada"), que se refiere a la guerra. Algunas son simbólicas en
el sentido de que la relación se estableció culturalmente entre
una acción o situación convenida por representación y el signifi-
cado abstracto que había de ser recordado. Sin conocimiento de
este código, la comprensión es imposible, como ocurre con los
capítulos ritualísticos de manuscritos tales como el Códice
Borbónico (véase la interpretación esquemática de tales manuscri-
tos en Nowotny 1961).

CÓDIGO DE REPRESENTACIÓN GRÁFICA. Tal y como se ha establecido, en la


pictografía narrativa no se pretende, ni habría sido útil,una
representación de tipo fotográfico. Se aplicaba una fórmula
convencionalizada de modo que permitiese dibujar de forma
relativamente rápida y de fácil comprensión. Los mismos princi-
pios se usaron también en la escritura jeroglífica.
Abreviaturas. La representación gráfica se redujo a su trazado
esencial, en muchos casos a costa de la ejecución realista. Se
omitieron los detalles que no eran necesarios para una identifi-
cación precisa y se enfatizaron los rasgos característicos,
incluso exagerándolos. Se aplicó a menudo el principio de pars
pro toto, según el cual identificamos un objeto a partir de una
parte prominente del mismo: la cabeza de un animal por la bestia
en sí, por ejemplo.
Estandarización. Para mejorar la precisión y realizar una
representación lo más distintiva posible, es necesario reducir la
extensión de la variación gráfica de cada unidad de represen-
tación. En muchos casos se desarrolló una forma gráfica simple
pero ambigua en perjuicio de una relación fácilmente reconocible
entre forma y referente. Este es el caso de la simple forma
gráfica de la voluta, que tiene tres significados estandarizados.
En posición horizontal, tal y como está frente a la boca de un
mandatario de Tenochtitlan (Fig. 5-1 a), indica "habla" (muy
probablemente representando la en realidad invisible aspiración)

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y quizá también se refiere al cargo de tlatoani, "orador".
Colocada verticalmente, [:54] la misma voluta representa "humo"
(Códice Boturini), mientras que una voluta muy similar, colocada
hacia abajo, es una representación bastante naturalista de
"excremento" (Fig. 5-1 b).

Figura 5-1. Signos estandarizados: Voluta como


"discurso, orador" en a, gobernante (tlatoani) de
Tenochtitlan (Códice Mendoza, fol. 5v y passim); y
como "excremento" en b, el topónimo Cuitlahuac
(Códice Mendoza, fols. 2v, 6, 20v, 39).

Saturación de rasgos. Algunos elementos significativos eran


representados aunque no hubieran sido visibles desde un ángulo
simple, lo que implica que se admitía un cierto grado de
distorsión. De este modo, a los hombres se les mostraba de perfil
con sólo la parte entre cuello y caderas vuelta en posición
frontal. Otro ejemplo típico es la representación codificada como
"casa", que combina una vista frontal parcial con una sección de
un edificio con una azotea.
Representación imaginativa. En muchas ocasiones se representa-
ban algunos elementos del objeto que son invisibles en circuns-
tancias normales, pero que se consideraron parte esencial del
objeto. Ejemplos bien conocidos son las representaciones de las
raíces de un árbol y las bases de una montaña, que aparecen
asociadas invariablemente a la representación de las partes
visibles.
Podía incluirse también en el registro pictográfico cierta
información adicional que escapa normalmente a las representacio-
nes naturalistas. Me refiero, entre otras cosas, a las cualidades
de los objetos: la escabrosa superficie de una piedra o de una
montaña se expresaba mediante una especial combinación de tres
volutas sobre su borde externo, e incluso podían indicarse cuando
fuera necesario mediante minúsculas diferencias en el tipo de
aceite.

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DISPOSICIÓN ESPACIAL. La pictografía narrativa se usaba para
reproducir historias complejas, coherentes y a menudo largas,
como la de la migración azteca en el Códice Boturini. Las
narraciones de este tipo tendían a ser dispuestas cronológicamen-
te, frecuentemente junto a bandas de signos de años. Pero la
pictografía narrativa no necesita ser unidimensional como el
habla, donde la secuencia de los detalles narrativos, una vez
expuesta, no puede ser cambiada. La pictografía narrativa es
perfectamente capaz de un registro bidimensional, de modo que el
lector tiene que decidir el camino a seguir en la narración. Esto
es especialmente obvio en los documentos histórico-cartográficos
(de acuerdo con la clasificación del volumen 14 del Handbook
[Glass 1975]), por ejemplo, en el Códice Xolotl.
La pictografía en una forma no coherente se halla predominante-
mente en monumentos líticos, pero también se da en manuscritos,
como en el Códice en Cruz, donde se representan eventos aislados
mediante una simple y corta escena gráfica. En muchos casos, esta
escena podría describirse en náhuatl mediante una simple palabra.
La más corta y menos compleja era una representación gráfica, la
más grande, su eslabón con la versión hablada y la más cercana a
la escritura jeroglífica.

Escritura jeroglífica
La pictografía narrativa no puede reproducir los términos
exactos de un mensaje a causa de lo parcialmente restringido de
sus posibilidades, lo que es especialmente importante cuando han
de expresarse detalles tales como nombres. En la escritura
azteca, los mensajes verbales (es decir, mensajes en su forma
lingüística) se transmitían mediante escritura jeroglífica.
En la epigrafía mesoamericana, un jeroglífico se considera un
signo, que puede ser a su vez una combinación de signos, formando
una unidad de escritura empleada para registrar de forma precisa

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una unidad lingüística, normalmente una palabra, en un mensaje
verbal. El término "escritura jeroglífica" no se refiere para
nada a la técnica específica utilizada ni a las formas gráficas
empleadas. Un signo será considerado una unidad gráfica represen-
tativa [:55] con un significado obvio (directamente inteligible)
o establecido por convención.
En la escritura azteca, el subsistema jeroglífico está más
ligado al habla que el pictográfico. En efecto, un número
considerable de los signos no pueden ser entendidos sin un
conocimiento cabal del lenguaje. Tal condición previa (que impide
su versión a jeroglíficos en otros lenguajes mesoamericanos) es
favorable en el caso del náhuatl a causa de la atención que le
prestaron las instituciones coloniales. El hecho de contar con
datos bilíngües facilita una comprensión completa del sistema
jeroglífico. Tales datos provienen principalmente de los
documentos administrativos del siglo XVI, cuando los datos
jeroglíficos fueron transcritos y glosados en escritura europea.
En el presente capítulo, la mayoría de los ejemplos provienen de
este tipo de documentos, sobre todo de la Matrícula de tributos
(elaborada poco después de la Conquista) y del Códice Mendoza,
que procede de ella.

TIPOS DE ESCRITURA JEROGLÍFICA. La escritura jeroglífica azteca no


constituye un sistema homogéneo, sino que combina diferentes
modalidades que suelen agruparse en dos categorías principales:
escritura ideográfica y fonética. Ambos tipos de escritura
emplean el mismo código de representación gráfica y sólo pueden
distinguirse según el método de codificación empleado. Dado que
la escritura jeroglífica se usa principalmente para mensajes
verbales, la distinción depende del grado en que el lenguaje se
considere como un sistema de codificación. No podemos determinar
cuál de los dos tipos es el empleado en un jeroglífico dado,
hasta que el jeroglífico haya sido leído con propiedad.

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En escritura ideográfica, el código lingüístico de un mensaje
es abandonado y reemplazado por un código de representación
gráfica que refiere el significado del mensaje. Éste es así
codificado en un solo nivel. Por ello y por muchos detalles más,
la escritura ideográfica está muy cercana a la pictografía
narrativa.
La escritura fonética utiliza el código lingüístico de un
mensaje y convierte las unidades fonéticas en gráficas, indepen-
dientemente del significado. El código de representación gráfica
se aplica al código verbal, lo que significa que el mensaje está
doblemente codificado.
Aunque la distinción parece meridiana a primera vista, no
siempre es fácil distinguir entre ambos tipos. La diferencia de
tipos de escritura en cada caso, sin embargo, es indispensable
para una lectura precisa. Ya en los primeros tiempos del periodo
colonial, algunos buenos conocedores de la tradición escrituraria
autóctona tropezaron con estos problemas y cometieron errores de
lectura. Ello se pone especialmente de manifiesto al estudiar
aquellas instancias en las cuales lectores indígenas obtuvieron
lecturas diferentes del mismo jeroglífico. Muchos de ellos pueden
deducirse de las discrepancias entre las fuentes jeroglíficas y
las textuales, que a su vez provienen de manuscritos pictóricos.

Escritura ideográfica
En escritura ideográfica un mensaje se registra representando
gráficamente su significado y desatendiendo su expresión verbal.
El método se basa en la idea de que el lector verbalizará el
contenido ideográficamente expresado de un mensaje aproximadamen-
te en la misma forma que pretende el escritor. Obviamente, este
sistema puede funcionar solamente para palabras aisladas, y sólo
cuando el lector esté familiarizado con ellas, pero, incluso en
ese caso, no puede evitarse un amplio margen de ambigüedad.

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ESCRITURA LOGOGRÁFICA. La ambigüedad podrá evitarse tan sólo cuando
un significado representado ideográficamente pueda ser expresado
exclusivamente por una palabra. En este caso, donde se ha
establecido una correspondencia directa entre una palabra y su
expresión gráfica, ésta puede ser considerada un logograma. De
este modo, la palabra ozomatli 2 se escribirá exclusivamente
mediante la representación gráfica de un mono, que no se usará
para ninguna otra palabra. Esta correspondencia única puede ser
automática cuando no hay otra palabra con el mismo o similar
significado, pero también puede crearse convencionalmente cuando
el signo no se usa para otra posible palabra y vice versa. Un
ejemplo casi perfecto de un logograma convencional es la
representación de una tinaja, que corresponde en [:56] casi todos
los casos a comitl, en algunas pocas ocasiones a xoctli (Matrícu-
la de Huexotzinco), y que sin embargo en un ejemplo desconocido
se lee como chachapatli, aunque las tres palabras significan
"tinaja (de barro)".
Los logogramas tienden a mostrar una representación gráfica más
estandarizada que otros jeroglíficos. Entre los signos más
estandarizados están los de chalchihuitl ("piedra preciosa
verde", en el nombre Chalco [fig. 5-2a]), xihuitl ("turquesa",
"hierba", en el nombre Xiuhhuacan [fig. 5-2b]), oztotl ("cueva",
el rostro de un monstruo de la tierra [fig 5-2c-d], en ambos
casos para el nombre Oztoman), y tenamitl ("muro", mostrando una
parte de muro con almenas, en el nombre Tenanco [fig. 5-2e]). Los
signos aztecas de los días son los logogramas más usados. Los
logogramas son lo más apropiado para emplearlos en escritura
fonética en función de la homonimia (ver infra).
RESTRICCIONES DE LA ESCRITURA IDEOGRÁFICA. Los logogramas, especial-

2 En la transcripción náhuatl no están indicados los golpes de voz (glottal


stops) ni la longitud de las vocales, de acuerdo con la escritura convencional del
náhuatl fuera de los textos actuales. En muchos casos, este rasgo no puede
reconstruirse con certeza, y en cualquier caso, el sistema escrito es limitado en
ese aspecto. [En el original es la nota final n1 1 (:69) (n.t.)]

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mente los logogramas convencionales, no son muy frecuentes en la
escritura azteca. La mayoría de los ideogramas no están libres de
ambigüedad.
FIGURA 5-2. Escritura logográfica: a, el signo de
"jade" en el topónimo Chalco (Códice Mendoza, fol.
3v y passim, y Matrícula de Tributos, fol. 11); b,
el signo de "turquesa" en el topónimo Xiuhhuacan
(Códice Mendoza, fols. 13, 38); c-d, los signos de
"cueva" en el topónimo Oztoman (Códice Mendoza,
fols. 18 y 10v); e, el signo de "muro" en el
topónimo Tenanco (Códice Mendoza, fol. 7v).

Designación de sinónimos. La razón más común para las ambigüe-


dades en la escritura ideográfica es que más de una palabra
corresponda a un significado expresado gráficamente (sinonimia).
Es por eso que en náhuatl, dado que un perro puede llamarse
chichi lo mismo que izcuintli, el dibujo de un perro (en la forma
que sea) puede leerse con cualquiera de esas dos palabras.
Sin embargo, los sinónimos auténticos no son muy frecuentes.
Normalmente sus significados no son completamente idénticos, sino
que difieren en ciertos detalles o aspectos. La representación de
los correspondientes y distintivos pequeños detalles -si ello es
posible en alguna medida- suele entrar en conflicto con el código
de representación gráfica. Pero incluso si un dibujo meticuloso
pudiera expresar las pequeñas diferencias de significado, no
habría manera de hacer saber al lector que el detalle en cuestión
no es un embellecimiento superfluo, sino un rasgo distintivo.
Inversamente, el lector sería incapaz de decidir si cierto
detalle virtualmente distintivo era omitido intencionadamente o
por descuido. Este dilema puede verse en la representación
gráfica de objetos diferentes pero similares (por ejemplo,
diferentes especies de animales y plantas). El dibujo de una
mazorca de maíz corresponde a las palabras elotl "espiga de maíz
joven y fresca", centli "espiga seca de maíz", o incluso olotl
"mazorca de maíz desgranada" o xilotl "espiga tierna de maíz
verde". Normalmente no hay manera de distinguir entre estas

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ligeras diferencias de significado en el reducido espacio
destinado a un simple jeroglífico. El lector que se encuentre con
el dibujo de una espiga de maíz no puede saber a qué palabra se
refiere y ha de [:57] decidir partiendo de la base de una
información adicional.
Términos genéricos. La representación gráfica está claramente
confinada a objetos definidos y no puede reproducir generaliza-
ciones. El dibujo de un adulto humano mostrará el peinado y
vestido característicos de un hombre (oquichtli, telpochtli) o de
una mujer (cihuatl, ichpochtli). Si dejáramos aparte los
elementos distintivos del género, el dibujo resultaría incompren-
sible. De este modo, no hay modo de aclarar cuándo tlacatl ha de
entenderse como "ser humano". El mismo problema se plantea con la
palabra tototl, "pájaro", ya que es virtualmente imposible
mostrar un pájaro que no exhiba elementos característicos de una
especie en particular (como cuauhtli "águila", tzopilotl
"zopilote", chichtli "búho", o chicuatli y huitlalotl "búho de
granero").
En los Anales de Tlatelolco se menciona la ciudad de Tototepec
como una de las conquistas de Motecuzoma. Robert Barlow (1946:
212) identificó el lugar con el Huilotepec (huilotl "paloma") del
Códice Mendoza (fig. 5-3b). En el dibujo podemos reconocer una
paloma porque realmente parece tal pájaro, sin embargo, como
discutimos supra, ¿cómo habría podido el pintor escribir
Tototepec dibujando un pájaro en general sin referirse a uno
específicamente?

Figura 5-3. Términos genéricos: representación de


"pájaro" (tototl)frente a ciertas especies tales
como "paloma" (huilotl): a, el topónimo Tototepec
(Códice Mendoza, fol. 13); b, el topónimo Huilo-
tepec (Códice Mendoza, fol. 15v).

Palabras que designan acciones. Hasta aquí, sólo hemos mencionado


nombres a la hora de referirnos a los referentes hablados de los
jeroglíficos. Los verbos que describen acciones o procesos (v.g.,

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patlani "volar") como mejor pueden representarse es mediante un
individuo o animal que realiza la acción, v.g. "volando" con un
pájaro con las alas desplegadas. Del mismo modo, otros verbos
pueden designarse mediante la representación de su resultado, por
ejemplo, poztequi "roto", con un objeto roto, xima "rasurar" con
una cabeza afeitada, paina "andar" o pano "atravesar un río"
mediante huellas de pisadas. La ambigüedad está presente desde el
momento en que la misma representación gráfica puede, al menos
potencialmente, usarse para designar el objeto mismo. Podemos
ilustrar este problema una vez más mediante datos discrepantes de
las fuentes autóctonas, esta vez en la lista de las conquistas de
Tízoc y Ahuitzotl. Una de ellas es la ciudad de Tlapan, en
ocasiones también llamada Tlauhpan, sin asimilación. La represen-
tación gráfica muestra un campo circular pintado de rojo
(tlahuitl, "pintura roja") con una huella inscrita, que no es
sino el resultado de la acción de "andar" (paina) (fig. 5-4). El
autor de los Anales de Tlatelolco (1939:93) equivocó por dos
veces el dibujo en su fuente con la representación del pie mismo
y leyó Tlatlauquiicxic (tlatlauhqui, "rojo", icxitl, "pierna").

Figura 5-4. Representación gráfica de verbos: la


acción de "andar" en el topónimo Tlapan (Matrícula
de Tributos, fol. 10, y Códice Mendoza, fols. 12,
39). A veces malinterpretado como "pie" (Anales de
Tlatelolco 1939:93).

Por el contrario tenemos el caso de la ciudad de Tototepec, que


se menciona en el Códice Mendoza (fig. 5-3a) como conquistada por
Ahuitzotl. El glifo muestra un pájaro (tototl) sobre un cerro
(tepetl). En la sección correspondiente de la lista de conquistas
en los Anales de Tlatelolco, hallamos un topónimo, Patlanalan
(identificado por Peter Tschohl 1964:58, 63), que puede verse
como una lectura diferente del mismo jeroglífico. [:58] Esta
lectura sería más apropiada para el dibujo porque el pájaro tiene
sus alas desplegadas y por ello ha de considerarse como una
representación de su acción característica: "volar" (patlani).

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Tototepec y Patlanalan están ambos bien documentados como
topónimos.
Representación del tamaño. En determinados casos, los objetos
sólo pueden diferenciarse por su tamaño. Sin embargo, puesto que
la representación jeroglífica implica siempre una reducción de la
escala, el tamaño no puede reflejar las proporciones reales (pero
véase infra). Una figura humana del mismo tamaño puede significar
tlacatl, "hombre", o tzapatl, "enano". Tal dificultad llevó
incluso a error a lectores indígenas: el Códice Mendoza, en su
lista de las conquistas de Motecuzoma II, folio 16, muestra una
abeja sobre un cerro (fig. 5-5); la glosa es "Pipiyoltepec", que
corresponde a los elementos glíficos pipiyolin, "abeja silvestre"
y tepetl, "cerro". Los Anales de Cuauhtitlan (1938:318) refieren
la misma conquista como Xicotepec. Hemos de suponer que el autor
indígena interpretó las partes distintivas de un jeroglífico
idéntico en su fuente pictórica como xicotli, "abeja grande", y,
consecuentemente, leyó Xicotepec (Barlow 1946:210). Por otro
lado, la diferencia de tamaño de los jeroglíficos sirve para
indicar el adjetivo huei, "grande", que está documentado en
numerosos glifos toponímicos (Whittaker 1980:66).
Figura 5-5. Escala de representación gráfica: una
"abeja silvestre" (en el topónimo Pipiyoltepec
(Códice Mendoza, fol. 16) que también ha sido
erróneamente interpretada como una "abeja grande"
(Xicotepec").

Nombres étnicos. No todas las palabras tienen un significado


que pueda ser representado fácilmente, por ejemplo, los nombres
de grupos étnicos como los tlaxcalteca, huexotzinca y huaxteca.
Algunos de ellos pueden distinguirse por ciertas características
del atavío, por ejemplo, el peinado de los tlaxcalteca (fig. 5-
6a) y el bezote3 de los huexotzinca (Códice Mendoza, fol. 42). De
cualquier forma, todos estos elementos característicos del atavío

3 Traduzco lip-plug (lit. "taco de labio") como "bezote" por indicación de

13
tienen sus propios nombres, que pueden tener un significado
comprensible, como en tenzacatl (Matrícula de Huexotzinco), un
cierto tipo de bezote, y yacametztli, un cierto tipo de
nariguera 4. Lo mismo ocurre con respecto a la palabra yopi, que
designa un grupo étnico. El ornamento característico que se
utiliza para escribir el nombre de Yopico, un asentamiento del
Valle de México (fig. 5-6b), sirve también para indicar el mes de
Tlacaxipehualiztli (Códice Mendoza, fol. 47), cuyas ceremonias
estaban íntimamente relacionadas con el dios Xipe Totec, que
lleva la prenda yopi.

Figura 5-6. Representación de nombres étnicos


mediante elementos característicos del atavío: a,
el nombre étnico de Tlaxcaltecatl (Códice Mendoza,
fol. 42); b, el topónimo Yopico (Códice Mendoza,
fol. 20).

LOGOGRAMAS DERIVADOS. Las palabras que no se refieren a objetos


concretos no pueden ser registradas directamente en escritura
ideográfica, sino solamente utilizando una cadena de asociacio-
nes. Un nexo asociativo empleado con frecuencia es escribir una
palabra para una cualidad (en inglés suele ser un adjetivo)
refiriéndose a un objeto que posee tal cualidad de forma
característica. Una vez representada gráficamente, la referencia
a una cierta cualidad no puede diferenciarse del propio objeto
representado. Por ejemplo, el significado derivado se emplea en
el caso de [:59] yancuic, "nuevo". Esta palabra se ha expresado
mediante la representación de una manta (nueva) (Yancuitlan [fig.
5-7a-b]). El autor de los Anales de Tlatelolco (1939:93), que sin
duda no estaba muy familiarizado con los topónimos de lugares
distantes, llama erróneamente "Tilmatlan" (tilmatli, "manta,
vestido de hombre") a la población de Yancuitlan, tomando el
significado directo del objeto representado al traducir la lista
pictórica de las conquistas de Tízoc a su versión textual.

Juanjo (n.t.).
4 Del mismo modo traduzco nose-plug (lit. "taco de nariz") por "nariguera"

(n.t.).

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Figura 5-7. Logogramas derivados: la cualidad
"nuevo" (yancuic) representada mediante un objeto
(una manta) que parece nuevo: a el topónimo Yan-
cuitlan (Códice Mendoza, fol. 43, y Matrícula de
Tributos, fol. 12r); b, el topónimo ancuitoch
(Códice Xolotl, fol. 2 fragmento; dibujo en parte
posterior McGowan y Van Nice 1979:104).

OTRAS FUENTES DE ERROR. Un número desconocido, pero presumiblemente


elevado, de errores de lectura de las fuentes escritas proviene
de un error no considerado hasta ahora. Un lector nativo que no
esté familiarizado con cierto nombre no puede traducir la
representación gráfica, pero sin embargo, será forzado a hacerlo.
Tales pseudo-nombres descriptivos pueden reconocerse a veces por
su estructura verbal, incluso si no está documentado el jeroglí-
fico en cuestión. De este modo, Chimal-pahin (séptima relación,
Zimmerman 1963:62) cita Itzomitenxayacatzin, "rostro cuyos labios
están afilados como un hueso" como un nombre alternativo para una
persona llamada Ecaxayacatzin, cuya forma jeroglífica debió
consistir en un rostro, xayacatl, con los labios protuberantes
característicos de Eecatl, el dios del viento. Otro caso similar,
también en Chimal-pahin (séptima relación, Zimmerman 1963:63), lo
tenemos con los nombres Tlacochimalpopocatzin, "él humea como
lanza y escudo", y Toyaotzin "enemigo nuestro", usados para la
misma persona. El primer nombre proviene de una lectura más
descriptiva, pero probablemente menos apropiada de un jeroglífico
que debe haber consistido en unas armas y humo, una convención
normal para el concepto de "enemigo", no expresable directamente.
Una malinterpretación similar la cometió Ixtlilxochitl (1977:10),
al llamar "Tlapalhuitz" a una persona cuyo jeroglífico debía
consistir en una espina roja (tlapalli, "color rojo", huitztli,
"espina"). Una lectura diferente que nos proporciona el propio
Ixtlilxochitl en una versión paralela (1975:397) es "Tlapalmet-
zo(l)tzin", a la cual llega el historiador al interpretar la
espina como metzolli, "meollo de maguey" (Whittaker, comunica-
ción personal). Hay también discrepancias de este tipo particular

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en otros nombres. Una lectura más disparatada incluso la tenemos
en los Anales de Tlatelolco (1939:93), donde el nombre Occente-
petl (literalmente, "una montaña más") aparece dos veces en la
lista de conquistas de Tízoc, indicando que el autor reconoció
sólo el determinativo de lugar, un cerro, pero era incapaz de
leer el signo.

Escritura fonética
La escritura fonética es un método sintético. Los elementos del
habla (palabras, morfemas, sílabas, sonidos) se expresan gráfica-
mente. En la escritura jeroglífica azteca, la forma fonética de
los signos se establece tanto por convención como por el empleo
de homónimos.
Si un jeroglífico consiste tan sólo en la representación de una
simple unidad (v.g., la de un único objeto, acción o similar),
será necesariamente por homofonía, ya sea escritura ideográfica o
fonética (exceptuando la posibilidad de una escritura incomple-
ta). El hecho de que la palabra a escribir sea simple o compuesta
no comporta ninguna diferencia. Un signo bien conocido, el de la
cabeza de un águila, únicamente corresponde a la palabra (y
nombre) cuauhtli. [:60] Y otro signo simple (en la mayoría de los
casos) corresponde a la palabra compuesta cozcacuauhtli, "buitre
real".
Los jeroglíficos compuestos que consisten en más de una unidad
representacional y que denotan una sola palabra no compuesta
siempre contienen al menos un componente fonético. Lo que ocurre
con los jeroglíficos compuestos referidos a palabras compuestas
es, contra lo que se suele pensar, lo mismo que suele ocurrir con
la imprecisa distinción entre escritura ideográfica y fonética.
La clasificación depende de cuán ajustadamente refleje la
representación gráfica la construcción etimológica de la palabra,
lo que, especialmente en el caso de los nombres propios, que
constituyen la mayoría de los ejemplos jeroglíficos, no siempre

16
está claro. En efecto, para escribir la palabra tototetl,
"huevo", se han usado dos métodos (Matrícula de Huexotzinco,
fols. 677r, 781v). El primero consiste en la representación de un
nido de pájaro con unos pocos huevos y un pájaro, y designa la
composición como un todo y hemos de considerarlo como escritura
ideográfica. La cuestión está en el segundo método, en si debemos
considerar un escrito por composición de los signos de tototl,
"pájaro" y tetl, "piedra o cualquier elemento discreto sólido"
(Karttunen 1983:235), como compuesto de representaciones de
sonidos (escritura fonética) o de significados (ideográfica).

ESCRITURA MEDIANTE HOMÓNIMOS. El método más simple de escritura


fonética es el empleo de homónimos. Así, las palabras cuauhtli,
"águila" y cuahuitl, "árbol", son intercambiables: los topónimos
Quauhtitlan y Quauhtlan, que significan probablemente ambos
"junto al bosque", se expresan mediante representaciones de un
árbol y un águila, respectivamente (fig. 5-8).

Figura 5-8. Uso de homónimos: a, el topónimo


Quauhtitlan (Códice Mendoza, fol. 5v); b, el
topónimo Quauhtlan (Códice Mendoza, fols. 24v,
y Matrícula de Tributos, fol. 4).

El antropónimo Coatl, muy común (208 menciones en la Matrícula


de Huexotzinco), se expresa exclusivamente mediante un dibujo de
una serpiente (coatl). Sin embargo, es por lo menos igualmente
posible que el antropónimo no esté conectado con su significado,
sino con el homónimo "gemelo, compañero" o posiblemente con otro
de significado desconocido (Bierhorst 1985:89). En estos últimos
casos se trataría de escritura fonética por homonimia.
En realidad, las homonimias plenas no son frecuentes en

17
náhuatl, sino que suelen usarse cuasihomónimos. En Huexotzinco,
el antropónimo más frecuente, Yaotl, "enemigo" (505 menciones en
la Matrícula de Huexotzinco), se expresa exclusivamente mediante
el significado del caparazón de una tortuga (ayotl). Este
particular logograma es desconocido en documentos de otros
lugares, donde el mismo nombre se expresa con un escudo y una
macana.

ESCRITURA POR COMPOSICIÓN FONÉTICA.

Podemos distinguir dos tipos de esta escritura. En el primero, la


palabra se escribe exclusivamente mediante signos que no tienen
nada que ver con el significado de la palabra, el nombre o
similar.
No está demasiado claro que este método se utilizase en la
época preconquista. De todas formas, hay indicios de su uso, por
ejemplo, en el jeroglífico toponímico de Tzompanco, "en la hilera
de cráneos". La hilera de cráneos se representa en una ocasión
como topónimo (fig. 5-9a), pero en otra (fig. 5-9b), el nombre se
registra fonéticamente por medio de signos glíficos para pelo
(tzontli) y bandera (panitl).

18
Figura 5-9. Composición fonética: a, escritura
ideográfica en el topónimo Tzompanco (Códice
Mendoza, fol. 17v); b, escritura fonética de
Tzompanco (Códice Mendoza, fol. 24v; cf. Matrícula
de Tributos, fol. 4). [:62]

En el segundo tipo de composición fonética, el elemento


fonético sirve de soporte [:61] a una lectura específica de un
ideograma o de un logograma homonímico. Los ejemplos más famosos
son los topónimos Acolhuacan (fig. 5-10a) y Acolman (fig. 10b),
formados con el signo de atl, "agua" y el de acolli, "brazo". La
longitud vocal de los topónimos (las primeras dos vocales son
largas) y la ausencia de saltillo [glottal stop] indican que no
deriva su significado de acolli (ambas vocales son cortas con
golpe de voz después de la primera). El dibujo del hombro sirve
exclusivamente para dar el sonido, no el significado de los
topónimos. El signo atl corrobora también la lectura fonética
marcando la vocal a (larga en esta palabra). Los nombres se
diferencian apenas del resto por la posición del signo de "agua"
en relación con el signo de "brazo". No puede saberse, en
definitiva, si ello es suficiente para distinguir la lectura.

Figura 5-10. Escritura fonética a base de escri-


tura ideográfica representada por el signo de atl,
"agua": a, el topónimo Acolhuacan (Códice Mendoza,
fols 3v, 5v, 21v, y Matrícula de Tributos [erró-
neamente leído como Acolman]); b, el topónimo
Acolman (Códice Mendoza, fol. 3v).

En algunos casos la parte distintiva del nombre se escribe dos


veces. El jeroglífico del topónimo Cuahuacan (fig. 5-11a)
consiste en el dibujo de un águila (cuauhtli) y un árbol
(cuahuitl). Lo más probable es que el primer signo corrobore al
segundo fonéticamente; el segundo corresponde al significado del
topónimo y es, por tanto, ideográfico. Más frecuentemente la
parte fonética afecta sólo a una parte de la lectura ideográfica.

19
Es el caso del topónimo Ahuehuepan (fig. 5-11b), en el cual el
signo empleado ideográficamente para "ciprés" (ahuehuetl) casi se
reduplica mediante el signo utilizado fonéticamente de "tambor"
(huehuetl).

Figura 5-11. Repetición fonética de una expresión


ideográfica: a, el topónimo Cuahuacan (Códice
Mendoza, fol. 5v; cf. Códice Mendoza, fol. 32, y
Matrícula de Tributos, fol. 6v); b, el topónimo
Ahuehuepan (Códice Mendoza, fol. 24v y Matrícula
de Tributos, fol. 4).

LOS SUFIJOS. En la mayoría de los casos, en la escritura jeroglí-


fica no se registran los sufijos locativos específicos de topóni-
mos. Hay algunas excepciones con ciertos sufijos. El sufijo -tlan
suele indicarse fonéticamente mediante el dibujo de dos dientes
(tlantli), como en Petlatlan, Huehuetlan o Iztatlan (fig. 5-12a-
c). El último jeroglífico comparte el signo dominante con Iztapan
(fig. 5-12d), la diferencia reside en el uso del sufijo indicado
por una huella de pie (paina, "andar"). En otros documentos
pictóricos (por ejemplo, el Códice Xolotl), el sufijo se
representa mediante una bandera (panitl). Otros sufijos toponími-
cos usados normalmente son -tzinco, expresado [:62] mediante el
homónimo -tzintli, "parte baja del cuerpo", -yacac mediante
yacatl, "nariz", -nahuac con el homónimo nahuatl, "sonido claro".

Figura 5-12. Escritura fonética de sufijos: el


sufijo -tlan en a, el topónimo Petlatlan (Códice
Mendoza, fol. 38v y Matrícula de Tributos, fol.
9v); b, el topónimo Huehuetlan (Códice Mendoza,
fol. 13v); c, el topónimo Iztatlan (Códice
Mendoza, fol. 13v.); el sufijo -pan en d, el
topónimo Iztapan (Códice Mendoza, fol. 38, y
Matrícula de Tributos, fol. 9v).

ESCRITURA ECONÓMICA. Escribir mediante los jeroglíficos aztecas


era una actividad que requería dedicación por varias razones. La
ausencia de signos abreviados y estandarizados hizo inevitable el
uso de unos dibujos elaborados. Por ejemplo, escribir todos los
elementos de un topónimo complejo requería también un espacio

20
considerable. En consecuencia, hay una fuerte tendencia hacia la
representación de sólo los elementos más cruciales del nombre.
Ello no siempre implica una gran ambigüedad si el lector está
familiarizado con la mayoría de los posibles nombres. Los
lectores indígenas no esperaban que los signos reprodujeran en su
totalidad el nombre designado, sino que estaban preparados para
añadir datos adicionales, incluso siendo éstos innecesarios o
incorrectos.
El Códice Mendoza (fig. 5-13) tiene un jeroglífico idéntico
representando un espejo (tezcatl) sobre lo alto de un cerro en
dos provincias tributarias, Axocopan y Hueypochtlan. En ambas
provincias existieron o todavía existen poblaciones con el nombre
de Tezcatepec. Sin embargo, el glosista del Códice Mendoza, sin
una razón glífica o empírica, denomina a uno de ellos como Tezca-
tepetonco, que ha de entenderse como Tezcatepec "Chico".

Figura 5-13. Omisión de elementos distintivos:


idénticos jeroglíficos expresan los
topónimosTezcatepec y Tezcatepetonco (Códice
Mendoza, fols. 27, 29; cf. Matrícula de Tributos,
fol. 5).

TIPOS DE CONCATENACIÓN. En escritura fonética, las palabras estaban


divididas en segmentos adecuados de diversa longitud (vocal,
consonante + vocal, consonante + vocal + consonante, y a veces,
incluso más). En la mayoría de los casos, estos segmentos se
colocaban en orden secuencial sin dejar entre medias sonidos sin
expresar. En ocasiones, sin embargo, los segmentos parecen
haberse utilizado de forma casual e incompleta.
Son raros los casos de metátesis, cuando una de las palabras
expresadas fonéticamente corresponde en parte al principio y en
parte al final del nombre, mientras otra parte más corresponde a
la parte media. H. B. Nicholson (1973:17) cita a Karl A. Nowotny
para un ejemplo de tal caso: el topónimo extranjero nahuatlizado
de Tamapachco (fig. 5-14a; ver infra). Otros ejemplos puramente
náhuatl no reconocidos por Nowotny (1959): Axocopan (fig. 5-14b),

21
[:63] que se expresa mediante apantli, "canal", y xocotl,
"ciruelo", y Acocozpan (fig. 5-14c), también compuesto de
apantli, "canal" y coztic, "amarillo".

Figura 5-14. Expresión fonética con metátesis de


elementos: a, el topónimo Tamapachco (Códice
Mendoza, fol. 12); b, el topónimo Axocopan (Códice
Mendoza, fol. 8); c, el topónimo Acocozpan (Códice
Mendoza, fol. 39, y Matrícula de Tributos, fol.
10).

Como norma, no hay manera de indicar cómo, de qué forma y en


qué grado, un jeroglífico expresaba una palabra fonéticamente. En
cualquier caso, quedaba para el lector el detectar cómo debía
reordenarse la forma originaria para leerla.

ORDEN DE LECTURA. Un orden fijo de lectura es pre-requisito


indispensable para una lectura no ambigua de jeroglíficos
complejos con más de un elemento. La escritura azteca no tuvo tal
orden de lectura, quizá debido a que se trataba de una asociación
muy libre de jeroglíficos individuales. Ello puede verse en los
topónimos Acuitlapan (fig. 5-15a) y Cuitlahuac (fig. 5-15b),
ambos consistentes en una misma disposición espacial de idénticas
unidades representacionales, que son los signos convencionaliza-
dos de cuitlatl, "excremento" y uno que en el Códice Mendoza se
usó para atl, "agua" o apantli, "canal".

Figura 5-15. Orden de lectura contradictorio (es


decir, disposición idéntica de elementos jeroglí-
ficos para diferentes nombres): a, el topónimo
Acuitlapan (Códice Mendoza, fol. 39, y Matrícula
de Tributos, fol. 10); b, el topónimo Cuitlahuac
(Códice Mendoza, fols. 2v, 6, 20).

En muchos casos se ha mantenido una secuencia de arriba a


abajo, por ejemplo, en Itzteyocan (fig. 5-16a), donde los signos

22
de itzli, "obsidiana", tetl, "piedra" y otli, "camino", están
dispuestos en ese orden. Sin embargo, otro jeroglífico para el
mismo nombre (fig. 5-16b) omite el último signo. En otros
ejemplos no se sigue el orden de arriba a abajo; por ejemplo, el
topónimo Itzmiquilpan (fig. 5-16c) se escribe de arriba a abajo
con los signos itztli, "obsidiana", quilitl, "verdura", y milli,
"campo".

Figura 5-16. Orden de lectura descendente: a, el


topónimo Izteyocan (Códice Mendoza, fol. 48, y
Matrícula de Tributos, fol. 13v.); b, el topónimo
Izteyocan (Códice Mendoza, fol. 17v); c, el topó-
nimo Itzmiquilpan (Códice Mendoza, fol. 27). [:65]

Incluso autores indígenas, conocedores de la tradición escritu-


raria autóctona, difieren en cuanto al orden correcto de los
elementos. Por ejemplo, el topónimo de la población de
Quauhnacaztlan, conquistada por Ahuitzotl, se escribe en el
Códice Mendoza (fig. 5-17) mediante los dibujos
convencionalizados de un árbol (quahuitl) y una oreja humana
(nacaztli). Aunque éste parece ser el nombre correcto (véase
Karttunen 1983:156: -nacaztlan, "junto a"), el nombre puede
encontrarse en los Anales de Tlatelolco con el orden de elementos
inverso: Nacazquauhtla (para identificarlo, véase Tschohl
1964:58, 66).

Figura 5-17. Error causado por un orden equivocado


de lectura: el topónimo Quauhnacaztlan (también
leído a veces Nacazquauhtla [Códice Mendoza, fol.
13v]). [:65]

23
TIPOS DE DISPOSICIÓN GRÁFICA. La forma más común de disposición
gráfica es una secuencia más menos lineal de signos sin mayor
nexo (véase supra el ejemplo de Itzteyocan).
El tipo de lectura más importante es el de incorporación. No
consiste en que un signo se añada a otro, sino en la modificación
de la forma o diseño de otro signo, colocado como un todo dentro
de un espacio vacío o uniforme dentro de otro, o bien pegado al
contorno de otro. La modificación de la forma puede cambiar
completamente la apariencia del signo. En el jeroglífico de
Tepemaxalco (fig. 5-18a), el cerro (tepetl) aparece [:64] hendido
(maxalli, "bifurcado"); en Tepexic (fig. 5-18b), el cerro está
partido (xini, "derrumbamiento como el de una montaña"); en
Tepetlhuiacan (fig. 5-18c), el cerro está agrandado (huei,
"grande"); en Tizatepec (fig. 5-18d), está lleno de puntos que
indican polvo o arena (tizatl, "tiza";, cf. Tizayocan [fig. 5-
18e]). La incorporación también incluye la adición gráfica de
términos tales como el color o la textura (véase Acocozpan
supra). Por supuesto, la incorporación de elementos no se atiene
a un orden lineal de lectura.
DETERMINATIVOS. Los determinativos son signos que no contribuyen
directamente a la lectura de un jeroglífico dado, sino que trans-
miten [:65] una información adicional indirectamente, la mayoría
de los casos señalando la categoría a la cual pertenece la
palabra escrita, como los topónimos o los antropónimos. Esta
aplicación del término "determinativo" difiere de la de Charles
E. Dibble (1971:328).

Figura 5-18. Disposición espacial de elementos


gráficos. Incorporación (modificación de la forma)

24
en a, el topónimo Tepemaxalco (Códice Mendoza,
fol. 33, y Matrícula de Tributos, fol. 7); b, el
topónimo Tepexic (Códice Mendoza, fol. 42v, y
Matrícula de Tributos, fol. 11v); y c, el topónimo
Tepetlhuiacan (Códice Mendoza, fol. 33, y
Matrícula de Tributos, fol. 7). Modificación de
textura en d, el topónimo Tizatepec (Códice
Mendoza, fol. 21v, y Matrícula de Tributos, fol. 3
[parcialmente restaurado]), y e, el topónimo
Tizayocan (Códice Mendoza, fol. 22, y Matrícula de
Tributos, fol. 7). [:65]

Algunos de los determinativos son fácilmente comprensibles: una


cabeza de hombre indica el nombre de un varón, una cabeza con el
peinado característico femenino, el nombre de una mujer. Si el
rostro tiene arrugas, la persona pertenece a la categoría de
"viejo", y si los ojos están cerrados, la persona está muerta.
El significado de otros determinativos es menos obvio. En la
mayoría de las fuentes pictóricas, un cerro indica que el nombre
es un topónimo. No hay modo de determinar en qué casos el lugar
en cuestión está deshabitado, es decir, si es una ciudad o pueblo
(por ejemplo, en listas tributarias), o bien una montaña (en
documentos cartográficos, indicando puntos fronterizos). Se ha
dicho con frecuencia que el determinativo "cerro" corresponde al
término azteca de "ciudad", altepetl. Aunque tal interpretación
no puede descartarse completamente, el uso de este determinativo
toponímico para lugares que no habrían sido denominados altepetl
en náhuatl contradice tal punto de vista.
La parte histórica del Códice Mendoza muestra constantemente un
determinativo para "ciudad conquistada" que consiste en una casa
ardiendo y derrumbándose. Los estudiosos modernos suelen
entenderlo como la representación de un templo cuya quema indica
la conquista de una ciudad.
Hay otro tipo de determinativo que no ha sido reconocido como
tal hasta ahora: los signos que indican la región étnica o

25
lingüística a la que pertenece una ciudad. En el Códice Mendoza,
un cierto número de jeroglíficos de ciudades de la Huaxteca
incluye una cabeza masculina con la nariz agujereada y, a veces,
con el pelo erizado. La amplia serie de nombres correspondientes
-que son Tamuoc, Tenexticpac, Miquetlan (actualmente llamado
Miquiyetlan [fig. 5-19a]), Xochitlan (fig. 20a)- evidencia que
este signo no tiene un valor fonético. Además, idéntico signo se
usó también para expresar ideográficamente el antropónimo
Tohueyo, "extranjero, especialmente habitante de la Huaxteca"
(fig. 5-20b). Asociado a la nariz perforada, la cabeza muestra
los elementos característicos del atavío huaxteco (tatuajes y
peinado [Seler 1961:157-158]). El mismo signo (con el añadido de
la representación de lágrimas) se interpreta tradicionalmente
como el topónimo Cuextecatl ichocayan, "Donde un huaxteco
acostumbra a lamentarse" (Códice Boturini), aunque tal lectura no
debe ser tanto el nombre real como, simplemente, una descripción
del jeroglífico.
La representación convencional de un río no puede considerarse
un determinativo, ya que los nombres de los cursos de agua no
suelen registrarse en documentos náhuatl.

EL SIGNIFICADO DEL CONTEXTO. En sistemas de escritura defectivos y


ambiguos el contexto es de crucial importancia. La información
adicional provendrá del conocimiento del lector, del tipo y
contenido del documento, y de otros datos transmitidos indepen-
dientemente.

Figura 5-19. Uso de determinativo para diferenciar


nombres de grupos étnicos: a, el topónimo
Miquiyetlan (en la región huaxteca [Códice
Mendoza, fol. 10v]); b, el topónimo Mictlan (en
Oaxaca [Códice Mendoza, fol. 43v]). [:67]

26
Los datos adicionales serán considerados aquí sólo si están
expresados mediante información gráfica. Por ejemplo, el nombre
de la ciudad de Miquetlan en la provincia de Tochpan ha de
diferenciarse fonéticamente de otro de una ciudad llamada Mictlan
(véase Whittaker 1980:77-80). La diferenciación del topónimo
Mictlan (momia, bulto y calavera expresando micqui, "persona
muerta" [fig. 5-19b]) se ha logrado mediante la expresión
fonética que distingue el sonido completo introduciendo el dibujo
de un frijol (etl; Códice Mendoza, fol. 52). En otro caso se hizo
simplemente usando un determinativo para suplir el dato adicional
de que la ciudad estaba situada en la región huaxteca (fig. 5-
19a). Es interesante hacer notar que, en el caso de Miquetlan, el
glosista del Códice Mendoza pasó por alto el signo fonético
adicional que indica e y leyó erróneamente Mictlan.

Figura 5-20. Determinativo de grupo étnico


(huaxteco): a, el topónimo Xochitlan (Códice
Mendoza, fol. 13); b, el antropónimo Tohueyo
(Códice Kingsborough, fol. 210v). [:67]

27
NÚMEROS. Es bien conocido que se usaban una serie de signos
ideográficos para las unidades vigesimales, es decir, un punto o
una corta línea vertical para "1", una bandera (panitl) para
"20", un elemento erizado (tzontli, "pelo erizado, cabellera")
para "400", y una bolsa de (incienso) copal (xiquipilli) para
"8.000". Los múltiplos de esas unidades se expresaban [:66]
repitiendo los signos que se necesitasen. En Huexotzinco, se
usaban también las unidades de "10" y "15" reflejando las
respectivas unidades del habla, pero sin multiplicación. Un
sistema similar se usó en documentos catastrales coloniales para
dar medidas de longitud y superficie de parcelas de terreno
(Williams 1984). Puede afirmarse que también existieron signos
especializados en otros tipos de registros.

Invención de signos
Ya he dicho que una gran proporción de signos estandarizados
evolucionó hasta llegar a ser logogramas, pero muchos retuvieron
un margen de diseño bastante apreciable. Buen ejemplo es la
representación convencionalizada de "tierra" (puede verse muy
bien en Tlalcozauhtitlan [fig. 5-21a]). El diseño, no la forma,
es esencial. Se lee como tlalli, "tierra", ixtlahuatl, "sabana"
(Coaixtlahuacan [fig. 5-21b]); milli, "campo" (Amiltzinco [fig.
5-21c]; Xochimilco [fig. 5-21d]; Tecmilco [fig. 5-21e]; y, de
forma menos obvia, chia(n) o bien chie(n), "planta y semilla de
chía" (Chiapan [fig. 5-21f]; Chietlan [fig. 5-21g]) (véase
Whittaker 1980:81).

Figura 5-21. Signos con algunas referencias: milli, "campo"


y objetos relativos: a, el topónimo Tlalcozauhtitlan (Códice
Mendoza, fol. 41v); b, el topónimo Coaixtlahuacan (Códice
Mendoza, fol. 7v, y Matrícula de Tributos, fol. 12); c, el
topónimo Amiltzinco (Códice Mendoza, fol. 25); d, el
topónimo Xochimilco (Códice Mendoza, fols. 2v, 6; cf.
Xochimilcatzinco en el Códice Mendoza, fol. 24v y en la
Matrícula de Tributos, fol. 4); e, el topónimo Tecmilco
(Códice Mendoza, fol. 41, y Matrícula de Tributos, fol. 11);
f, el topónimo Chiapan (Códice Mendoza, fol. 13); g, el
topónimo Chietlan (Códice Mendoza, fol. 42, y Matrícula de

28
Tributos, fol. 11v). [:68]

Desarrollo colonial de la escritura azteca


La escritura azteca mostró su versatilidad en la época colonial
temprana, al ser utilizado para nombres españoles. Se emplearon
los dos métodos preexistentes de escritura, el ideográfico y el
fonético, aunque prevaleció este último, como en la escritura
precolonial de nombres indios no náhuatl (Nicholson 1973:18). La
escritura ideográfica sólo fue usada, en escasas ocasiones, para
nombres cristianos, empleando símbolos cristianos (es decir, las
llaves de Pedro por Pedro y la cruz de San Andrés por Andrés), o
bien componiendo, sólo aproximadamente, el sonido (es decir,
Antonio por atl, "agua" y tototl, "pájaro", o Luis por olotl,
"mazorca de maíz" e ixtli, "ojo"). Para ampliar este aspecto,
véase Joaquín Galarza (1966; 1967) y Dibble (1960).
La expresión jeroglífica de nombres españoles hubo de ser
necesariamente o bien más defectiva o bien más compleja. Los
jeroglíficos elegidos para Zorita (zolin, "codorniz") y Zaragoza
(zacatl, "hierba"), documentados ambos en el Códice Osuna (fig.
5-22a-b), y Vaca (cactli, "sandalia") proporcionan tan sólo una
representación defectiva de los valores fonéticos necesitados
(algunos de los cuales, por ejemplo [r] y [g], eran desconocidos
para los hablantes de náhuatl). Más completa es la representación
de Miguel (Díaz), que se compuso de mitl, "flecha", micqui,
"persona muerta", y etl, "frijol" (los [:67] dos últimos ejemplos
proceden del Códice Kingsborough [fig. 5-22c-d]).

Figura 5-22. Representaciones jeroglíficas de


palabras españolas: a, el antropónimo español
Zorita (Códice Osuna, fol. 22v); b, el antropónimo
español Zaragoza (Códice Osuna, fol. 27); c, el
antropónimo español Vaca (Códice Kingsborough,
fol. 253); d, el antropónimo español Miguel (Códi-
ce Kingsborough, 218); e, la palabra española
factor (Códice Vaticano, 3738, fol. 89); f, la

29
palabra española factor (Códice Kingsborough, fol.
239); g, la palabra española visorrey (Códice
Osuna, fol. 21).

Este tipo de escritura no estaba restringida a los nombres


propios. El cargo conocido en español como factor se expresaba, o
bien mediante un cuasi-homónimo náhuatl, patolli, "cierto juego
hecho con frijoles" (fig. 5-22e), o bien mediante la misma
palabra con el añadido de panitl, "bandera" y tolin, "junco"
(fig. 5-22f). Del mismo modo, la palabra española visorrey se
expresó en el Códice Osuna mediante ixtli, "ojo" y etl, "frijol",
con un tercer elemento que no comprendemos bien (fig. 5-22g). En
efecto, no conseguimos entender bien muchos de los jeroglíficos
utilizados para nombres españoles (Seler 1961:162-163).

CONCLUSIONES

En principio, la escritura ha de verse como un sistema


codificado independiente. Por tanto, utilizar la composición
jeroglífica como una indicación de la etimología correcta de un
nombre es un error de interpretación y una confusión de niveles
de codificación. Ello se evidencia en el número, quizá aprecia-
ble, de topónimos que son obviamente adaptaciones al náhuatl de
nombres en otras lenguas indias. De este modo, el topónimo
tarasco Taximaroa 5 fue, con toda probabilidad, modificado
fonéticamente y nahuatlizado superficialmente como Tlaximaloyan.
Aunque su lengua original se desconoce, el nombre Teotihuacan
parece [:68] pertenecer a la misma categoría (la clase de
locativo no corresponde a una voz no activa). La incorrecta,
aunque popular interpretación "lugar donde uno se hace dios" no
se ajusta a una escritura jeroglífica precisa. La documentación

5No parece aplicable una etimología no tarasca (Robelo 1962:180, 187). (En
el original es la 20 nota final [:69] [n.t.]).

30
con la que contamos del glifo en cuestión muestra una cara del
sol, que es el conocido logograma de teotl, "dios". Nicholson
(1973:14-18) plantea otros ejemplos de jeroglíficos toponímicos
de origen no náhuatl: entre otros, Coyocac, escrito con los
signos de coyotl, "coyote" y cactli, "zapato", o Tamapachco,
expresado mediante tapachtli, "caparazón rojo" y maitl, "mano"
(para un caso excepcional en el que un topónimo náhuatl parece
derivar de la traducción española de un nombre zapoteca, véase
también Whittaker 1980:10; 1982:56).
A pesar de su capacidad de expresar palabras incluso de
lenguajes extranjeros, la escritura azteca ha de ser considerada
como un sistema ampliamente defectivo, inferior a la escritura
europea en casi todos los aspectos. Ésta fue también la impresión
de los indios de la época, quienes, a despecho de todos los
esfuerzos de los misioneros españoles en emplear la pictografía,
y, en menor grado, la escritura jeroglífica, adoptaron rápidamen-
te el sistema europeo, haciendo un amplio uso de sus ventajas.
[:69]

31

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