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DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio 1988: 127-132 [L5619] --- M1251/1

1988 Los judeoconversos en España y América. Madrid: Ediciones Istmo.


*HAEM – Judíos – Conversos – Colón – Reyes Católicos – Carlos V – Inquisición
– Santángel - Gonzalo Fernández de Oviedo – Predrias Dávila – Falsificación –
Soborno - Marranos
«[…] es bien sabido que Colón halló apoyo entre personajes de probable o seguro
abolengo converso, como fran Diego de Deza y el marqués de Moya; y, sobre todo,
entre los ministros aragoneses de Fernando el Católico: Luis de Santángel y su primo el
tesorero Gabriel Sánchez. Fueron los préstamos facilitados por Santángel los que
costearon el primer viaje de Colón.* En la financiación del segundo se utilizaron parte de
los bienes confiscados a judíos expulsos.
Reina también bastante inseguridad en cuanto a la proporción de conversos que
figuraron en la tripulación del primer viaje. Es comprensible que los hubiera en aquellos
momentos en que muchos millares de personas sólo pensaban en escapar a las
investigaciones de la Inquisición. Según Alice B. Gould1 esto sólo consta con certeza de
uno de ellos, Luis de Torres; con mucha probabilidad lo eran también Rodrigo Sánchez
de Segovia, Alfonso de la Calle, Marco, el médico de la expedición, y un tal Bernal que
fue penitenciado en 1490. Otra media docena parecer haber participado en el segundo
viaje colombino; participación muy minoritaria, ya que la tripulación de aquel segundo
viaje era bastante numerosa.
Otra influencia más remota de los hebreos hispánicos puede relacionarse con la gesta
descubridora: el apoyo que ésta halló en el pensamiento y las obras de judíos eminentes,
como el astrónomo y cosmógrafo Abraham Zacut y los cartógrafos mallorquines. [:127]
Si, como hemos visto, conversos aragoneses facilitaron la realización material del
primr viaje descubridor, los ministros conversos de la última etapa fernandina tuvieron
una intervención destacada en la administración colonial, y lo hicieron con una falta de
escrúpulos cuyas consecuencias recayeron de la forma más dura sobre los indígenas,
como ha hecho notar Giménez Fernández. No cuidando mucho de seleccionar las
autoridades, menos se preocuparían de los simples emigrantes. Al ajustarse en 1509 la
ya mencionada composición de Sevilla, se autorizaba, entre otras cosas, a los conversos
penitenciados para viajar y comerciar en Indias.
La llegada de Carlos V al poder señaló en este aspecto una nueva etapa, basada en la
idea de constituir en Indias una sociedad ideal, de la que debían estar excluidos los
elementos que, según las ideas de la época, se consideraban negativos. En 24 de
septiembre de 1518 se ordenó a la Casa de Contratación que no permitiese embarcar a
los penitenciados; reclamaron éstos, alegando que aquel privilegio lo habían obtenido
mediante el pago de las cantidades estipuladas y parece que, de momento, obtuvieron
satisfacción. Pero pronto se impusieron criterios más radicales, y en 15 de septiembre de
1522 se prohibió pasar a Indias no sólo a los penitenciados por la Inquisición, sino “a
ningún nuevamente convertido a nuestra fe católica, de moro o judío, ni sus hijos” …sin
expresa licencia del monarca. Disposiciones posteriores ratificaron y ampliaron la
prohibición, extendiéndola a los nietos de los conversos, y se ordenó a las autoridades
civiles y eclesiásticas que expulsaran de aquellos territorios a los que no reuniesen las
cualidades exigidas.7 [:128]
La eficacia de estas disposiciones debió [de] ser escasa. Quienes tuvieron voluntad
decidida de emigrar a Indias solían conseguirlo por varios medios: falsificando las
pruebas e informaciones, sobornando a los ministros de la Casa o comprando permisos
falsificados de embarque, que en Sevilla llegaron a venderse a precios módicos. Los que
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carecían de bienes de fortuna podían utilizar otros procedimientos, muy conocidos


entonces y denunciados por las autoridades, que, sin embargo, se declaraban impotentes
para atajarlos. Podían, por ejemplo, enrolarse como marineros o soldados en una armada
y, una vez llegados a América, desertar y perderse en el inmenso continente. Podían
buscar en Sevilla o Cádiz algún señor que tuviese que pasar allá y quisiese tomarlos
como pajes o criados. Cuando se realizó la unión de las coronas de Castilla y Portugal y
comenzó el gran éxodo de los marranos portugueses, hallaron en Brasil una base para
atravesar fronteras que eran, por su desmesurada extensión, imposibles de vigilar con
eficacia.
Entre los nombres célebres de la conquista no hay ninguno de quien pueda pensarse
con fundamento que fuera converso. Sí los hubo entre las figuras de segunda clase; muy
probablemente lo fue el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo […]. Puede afirmarse
que lo fue […] Pedrarias Dávila,8 nieto de Diego Arias, el contador de Enrique IV, que
dejó siniestra memoria por sus tropelías como gobernador de Castilla del Oro (Panamá)
que culminaron en el asesinato legal de Vasco Núñez de Balboa, descubridor del Mar
del Sur. Tal vez fue descendiente suyo Diego Peñalosa Briceño, gobernador de Nuevo
México en el siglo XVII, penitenciado [:129] por la Inquisición mejicana, y que,
después de muchas aventuras, murió en Francia.
Luis de Carvajal, portugués de Mogadouro, llegó a Nueva España en 1567; doce años
después había adquirido crédito y riquezas suficientes para que Felipe II le autorizase a
conquistar y poblar las regiones insumisas del norte del virreinato, que tomarían el
nombre de Nuevo León. Una de las cláusulas del contrato eximía a los pobladores que
llevase de España de la obligación de probar que eran cristianos viejos, lo que parece
indicar que la estirpe judaica del futuro gobernador no era desconocida en la Corte, y
también que no se le dioi demasiada importancia a este hecho. En efecto, entre las cien
familias que llevó Carvajal había algunas emparentadas con él.
Ni el gobernador ni los colonos demostraron las cualidades necesarias para poner en
valor el territorio, dedicándose mas bien a una explotación destructiva de las riquezas y
de los indígenas. Algunos de los colonos practicaban tan abiertamente los ritos judaicos
que la Inquisición los procesó, y también al gobernador por tolerarlo. Luis Carvajal salió
del paso con una condena a seis años de destierro, pero su sobrino Luis Rodríguez de
Carvajal, el Mozo, natural de Benavente, fue relajado al brazo secular en el autor de 8 de
diciembre de 1596 con tres hermanas.9 Otro sobrino, Gabriel, de la Orden de
Predicadores, fue también procesado, pero no llegó a establecerse claramente por su
culpa, y se limitaron a darle su convento por cárcel.
La Inquisición no se estableció en las Indias españolas hasta fechas relativamente
tardías: 1570 para el tribunal de Lima y 1571 para el de México. En 1610, del inmenso
territorio que abardaba el tribunal de Lima (toda la América del Sur) se segregó la parte
norte, constituyéndose otro en Cartagena de Indias. Por supuesto, los delitos cometidos
antes de dichas fechas contra la ortodoxia católica no habían quedado exentos de
castigo; para ello habían sido investidos los obispos de la autoridad necesaria, aunque
parece que pocas veces [:130] hicieron uso de ella. Su inactividad no se explica por falta
de colonos con antecedentes sospechosos; mas bien debieron abundar éstos, porque
América fue el escape, el refugio de los que en España, por unos u otros motivos, no
eran bien considerados.10 En determinadas circunstancias se acentuaría este éxodo; está
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comprobado para la época del vencimiento y represión de los comuneros. 11 La


procedencia de los colonos, con muy escasa representación de gallegos, asturianos,
leoneses, etc. y participación mayoritaria de andaluces, extremeños y toledanos, zonas
de gran densidad conversa, tenía que influir en la proporción de colonos de dicha estirpe.
El hecho tenía que ser conocido de las autoridades, y así nos explicamos la curiosa
respuesta de un gobernador de la Isla Española al recibir una real cédula de Fernando el
Católico en que se autorizaba el paso a Ultramar de esclavas blancas; el gobernador
objetaba que habiendo ya en aquellas tierras muchas españoles conversas, los españoles
preferirían las esclavas.12 Esta respuesta ilustra a la vez la presencia temprana de dicho
elemento y la tenaz antipatía que suscitaba.
Sin embargo, el problema no comenzó a adquirir gravedad hasta que llegaron a Indias
en gran cantidad marranos portugueses. ¿Es que los obispos, reclamados por otras
muchas atenciones, no prestaron mucha atención al problema del criptojudaísmo? En
parte, esa puede ser la respuesta, pero sólo en [:131] parte; pues el examen de los
procesos inquisitoriales demuestra que en su inmensa mayoría los procesados eran de
origen portugués, de lo que hay que deducir que los conversos españoles fueron
prontamente asimilados; no formaban un grupo coherente, no tenían un idioma común y,
sobre todo (esto es lo esencial), eran conversos auténticos que no tenían más aspiración
que hacer olvidar su origen y distinguirse por su piedad y sus fundaciones religiosas. En
América, como en la Península, la distinción entre ambos grupos de conversos es
esencial.
La Inquisición no se estableció en Indias en las misas circunstancias que en España, ni
desplegó el bárbaro rigor de la española en sus primeros tiempos. En toda América,
durante dos siglos y medio, no se dictaron mas que un centenar de condenas a muerte.
La selección de procesos que Lea, Toribio Medina y otros autores ofrecen, puede inducir
a error al lector, pues si los más espectaculares, los que conducían a sentencias más
duras, concernían a las causas por judaísmo, sólo constituían un débil porcentaje del
total. Predominaban los procesos por bigamia, hechicería, supersticiones varias y
también hubo una gran proporción de causas contra clérigos solicitantes, pues una de las
finalidades que pretendió alcanzar la Corona al instituir la Inquisición fue corregir las
muy relajadas costumbres del clero de Indias. Siendo pocas las condenas que daban
lugar a confiscación de bienes, la vida económica de las inquisiciones americanas fue
casi siempre precaria, hasta el punto de que en e1627 Felipe IV representó al papa que
su sostenimiento le costaba 32.000 ducados anuales.13» [:132]

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