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Este documento resume la presencia de judíos conversos en los viajes de Colón y la colonización de América. Menciona que conversos como Luis de Santángel ayudaron a financiar el primer viaje de Colón y que probablemente algunos miembros de la tripulación como Luis de Torres también eran conversos. Explica que los conversos desempeñaron papeles importantes en la administración colonial española en América pero a menudo con falta de escrúpulos, y que aunque se prohibió la emigración de conversos a América
Este documento resume la presencia de judíos conversos en los viajes de Colón y la colonización de América. Menciona que conversos como Luis de Santángel ayudaron a financiar el primer viaje de Colón y que probablemente algunos miembros de la tripulación como Luis de Torres también eran conversos. Explica que los conversos desempeñaron papeles importantes en la administración colonial española en América pero a menudo con falta de escrúpulos, y que aunque se prohibió la emigración de conversos a América
Este documento resume la presencia de judíos conversos en los viajes de Colón y la colonización de América. Menciona que conversos como Luis de Santángel ayudaron a financiar el primer viaje de Colón y que probablemente algunos miembros de la tripulación como Luis de Torres también eran conversos. Explica que los conversos desempeñaron papeles importantes en la administración colonial española en América pero a menudo con falta de escrúpulos, y que aunque se prohibió la emigración de conversos a América
DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio 1988: 127-132 [L5619] --- M1251/1
1988 Los judeoconversos en España y América. Madrid: Ediciones Istmo.
*HAEM – Judíos – Conversos – Colón – Reyes Católicos – Carlos V – Inquisición – Santángel - Gonzalo Fernández de Oviedo – Predrias Dávila – Falsificación – Soborno - Marranos «[…] es bien sabido que Colón halló apoyo entre personajes de probable o seguro abolengo converso, como fran Diego de Deza y el marqués de Moya; y, sobre todo, entre los ministros aragoneses de Fernando el Católico: Luis de Santángel y su primo el tesorero Gabriel Sánchez. Fueron los préstamos facilitados por Santángel los que costearon el primer viaje de Colón.* En la financiación del segundo se utilizaron parte de los bienes confiscados a judíos expulsos. Reina también bastante inseguridad en cuanto a la proporción de conversos que figuraron en la tripulación del primer viaje. Es comprensible que los hubiera en aquellos momentos en que muchos millares de personas sólo pensaban en escapar a las investigaciones de la Inquisición. Según Alice B. Gould1 esto sólo consta con certeza de uno de ellos, Luis de Torres; con mucha probabilidad lo eran también Rodrigo Sánchez de Segovia, Alfonso de la Calle, Marco, el médico de la expedición, y un tal Bernal que fue penitenciado en 1490. Otra media docena parecer haber participado en el segundo viaje colombino; participación muy minoritaria, ya que la tripulación de aquel segundo viaje era bastante numerosa. Otra influencia más remota de los hebreos hispánicos puede relacionarse con la gesta descubridora: el apoyo que ésta halló en el pensamiento y las obras de judíos eminentes, como el astrónomo y cosmógrafo Abraham Zacut y los cartógrafos mallorquines. [:127] Si, como hemos visto, conversos aragoneses facilitaron la realización material del primr viaje descubridor, los ministros conversos de la última etapa fernandina tuvieron una intervención destacada en la administración colonial, y lo hicieron con una falta de escrúpulos cuyas consecuencias recayeron de la forma más dura sobre los indígenas, como ha hecho notar Giménez Fernández. No cuidando mucho de seleccionar las autoridades, menos se preocuparían de los simples emigrantes. Al ajustarse en 1509 la ya mencionada composición de Sevilla, se autorizaba, entre otras cosas, a los conversos penitenciados para viajar y comerciar en Indias. La llegada de Carlos V al poder señaló en este aspecto una nueva etapa, basada en la idea de constituir en Indias una sociedad ideal, de la que debían estar excluidos los elementos que, según las ideas de la época, se consideraban negativos. En 24 de septiembre de 1518 se ordenó a la Casa de Contratación que no permitiese embarcar a los penitenciados; reclamaron éstos, alegando que aquel privilegio lo habían obtenido mediante el pago de las cantidades estipuladas y parece que, de momento, obtuvieron satisfacción. Pero pronto se impusieron criterios más radicales, y en 15 de septiembre de 1522 se prohibió pasar a Indias no sólo a los penitenciados por la Inquisición, sino “a ningún nuevamente convertido a nuestra fe católica, de moro o judío, ni sus hijos” …sin expresa licencia del monarca. Disposiciones posteriores ratificaron y ampliaron la prohibición, extendiéndola a los nietos de los conversos, y se ordenó a las autoridades civiles y eclesiásticas que expulsaran de aquellos territorios a los que no reuniesen las cualidades exigidas.7 [:128] La eficacia de estas disposiciones debió [de] ser escasa. Quienes tuvieron voluntad decidida de emigrar a Indias solían conseguirlo por varios medios: falsificando las pruebas e informaciones, sobornando a los ministros de la Casa o comprando permisos falsificados de embarque, que en Sevilla llegaron a venderse a precios módicos. Los que DOMÍNGUEZ ORTIZ: Judíos y conversos en HAEM M1251 / pág. 2
carecían de bienes de fortuna podían utilizar otros procedimientos, muy conocidos
entonces y denunciados por las autoridades, que, sin embargo, se declaraban impotentes para atajarlos. Podían, por ejemplo, enrolarse como marineros o soldados en una armada y, una vez llegados a América, desertar y perderse en el inmenso continente. Podían buscar en Sevilla o Cádiz algún señor que tuviese que pasar allá y quisiese tomarlos como pajes o criados. Cuando se realizó la unión de las coronas de Castilla y Portugal y comenzó el gran éxodo de los marranos portugueses, hallaron en Brasil una base para atravesar fronteras que eran, por su desmesurada extensión, imposibles de vigilar con eficacia. Entre los nombres célebres de la conquista no hay ninguno de quien pueda pensarse con fundamento que fuera converso. Sí los hubo entre las figuras de segunda clase; muy probablemente lo fue el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo […]. Puede afirmarse que lo fue […] Pedrarias Dávila,8 nieto de Diego Arias, el contador de Enrique IV, que dejó siniestra memoria por sus tropelías como gobernador de Castilla del Oro (Panamá) que culminaron en el asesinato legal de Vasco Núñez de Balboa, descubridor del Mar del Sur. Tal vez fue descendiente suyo Diego Peñalosa Briceño, gobernador de Nuevo México en el siglo XVII, penitenciado [:129] por la Inquisición mejicana, y que, después de muchas aventuras, murió en Francia. Luis de Carvajal, portugués de Mogadouro, llegó a Nueva España en 1567; doce años después había adquirido crédito y riquezas suficientes para que Felipe II le autorizase a conquistar y poblar las regiones insumisas del norte del virreinato, que tomarían el nombre de Nuevo León. Una de las cláusulas del contrato eximía a los pobladores que llevase de España de la obligación de probar que eran cristianos viejos, lo que parece indicar que la estirpe judaica del futuro gobernador no era desconocida en la Corte, y también que no se le dioi demasiada importancia a este hecho. En efecto, entre las cien familias que llevó Carvajal había algunas emparentadas con él. Ni el gobernador ni los colonos demostraron las cualidades necesarias para poner en valor el territorio, dedicándose mas bien a una explotación destructiva de las riquezas y de los indígenas. Algunos de los colonos practicaban tan abiertamente los ritos judaicos que la Inquisición los procesó, y también al gobernador por tolerarlo. Luis Carvajal salió del paso con una condena a seis años de destierro, pero su sobrino Luis Rodríguez de Carvajal, el Mozo, natural de Benavente, fue relajado al brazo secular en el autor de 8 de diciembre de 1596 con tres hermanas.9 Otro sobrino, Gabriel, de la Orden de Predicadores, fue también procesado, pero no llegó a establecerse claramente por su culpa, y se limitaron a darle su convento por cárcel. La Inquisición no se estableció en las Indias españolas hasta fechas relativamente tardías: 1570 para el tribunal de Lima y 1571 para el de México. En 1610, del inmenso territorio que abardaba el tribunal de Lima (toda la América del Sur) se segregó la parte norte, constituyéndose otro en Cartagena de Indias. Por supuesto, los delitos cometidos antes de dichas fechas contra la ortodoxia católica no habían quedado exentos de castigo; para ello habían sido investidos los obispos de la autoridad necesaria, aunque parece que pocas veces [:130] hicieron uso de ella. Su inactividad no se explica por falta de colonos con antecedentes sospechosos; mas bien debieron abundar éstos, porque América fue el escape, el refugio de los que en España, por unos u otros motivos, no eran bien considerados.10 En determinadas circunstancias se acentuaría este éxodo; está DOMÍNGUEZ ORTIZ: Judíos y conversos en HAEM M1251 / pág. 3
comprobado para la época del vencimiento y represión de los comuneros. 11 La
procedencia de los colonos, con muy escasa representación de gallegos, asturianos, leoneses, etc. y participación mayoritaria de andaluces, extremeños y toledanos, zonas de gran densidad conversa, tenía que influir en la proporción de colonos de dicha estirpe. El hecho tenía que ser conocido de las autoridades, y así nos explicamos la curiosa respuesta de un gobernador de la Isla Española al recibir una real cédula de Fernando el Católico en que se autorizaba el paso a Ultramar de esclavas blancas; el gobernador objetaba que habiendo ya en aquellas tierras muchas españoles conversas, los españoles preferirían las esclavas.12 Esta respuesta ilustra a la vez la presencia temprana de dicho elemento y la tenaz antipatía que suscitaba. Sin embargo, el problema no comenzó a adquirir gravedad hasta que llegaron a Indias en gran cantidad marranos portugueses. ¿Es que los obispos, reclamados por otras muchas atenciones, no prestaron mucha atención al problema del criptojudaísmo? En parte, esa puede ser la respuesta, pero sólo en [:131] parte; pues el examen de los procesos inquisitoriales demuestra que en su inmensa mayoría los procesados eran de origen portugués, de lo que hay que deducir que los conversos españoles fueron prontamente asimilados; no formaban un grupo coherente, no tenían un idioma común y, sobre todo (esto es lo esencial), eran conversos auténticos que no tenían más aspiración que hacer olvidar su origen y distinguirse por su piedad y sus fundaciones religiosas. En América, como en la Península, la distinción entre ambos grupos de conversos es esencial. La Inquisición no se estableció en Indias en las misas circunstancias que en España, ni desplegó el bárbaro rigor de la española en sus primeros tiempos. En toda América, durante dos siglos y medio, no se dictaron mas que un centenar de condenas a muerte. La selección de procesos que Lea, Toribio Medina y otros autores ofrecen, puede inducir a error al lector, pues si los más espectaculares, los que conducían a sentencias más duras, concernían a las causas por judaísmo, sólo constituían un débil porcentaje del total. Predominaban los procesos por bigamia, hechicería, supersticiones varias y también hubo una gran proporción de causas contra clérigos solicitantes, pues una de las finalidades que pretendió alcanzar la Corona al instituir la Inquisición fue corregir las muy relajadas costumbres del clero de Indias. Siendo pocas las condenas que daban lugar a confiscación de bienes, la vida económica de las inquisiciones americanas fue casi siempre precaria, hasta el punto de que en e1627 Felipe IV representó al papa que su sostenimiento le costaba 32.000 ducados anuales.13» [:132]