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En el este, los sármatas estaban ocupando la región que iba a ser conocida
como Sarmacia. Comprendía las estepas situadas al norte del Mar Negro hasta el
Báltico. Los escitas conservaron los territorios meridionales, pero paulatinamente
fueron siendo desplazados o absorbidos por los sármatas.
Los ricos se han vuelto tan antisociales que preferirían tirar al mar todos sus
bienes antes que ceder una parte a los pobres, los cuales, por su parte, tienen
más odio a la riqueza ajena que compasión por sus propias estrecheces.
Se dice que había un club aristocrático cuyos miembros se comprometían por
juramento a obrar contra la comunidad. Los banqueros fomentaron el comercio,
el cual hizo crecer a una burguesía sedienta de oro. Ante esta situación surgieron
algunas reacciones individuales. Una de las más famosas fue la
de Diógenes. Había nacido en Sinope, una ciudad de Asia Menor. Su padre había
sido banquero, pero fue desterrado por falsificar moneda. Diógenes se hizo
discípulo de Antístenes y llevó más allá sus ideas. Según él, la virtud es el bien
soberano. La ciencia, los honores y las riquezas son falsos bienes que hay que
desterrar. El sabio debe liberarse de los deseos y reducir al mínimo sus
necesidades. Platón lo llamaba "Sócrates delirante", porque caminaba descalzo,
dormía en los pórticos de los templos y tenía por única habitación un tonel.
Cuentan que un día vio a un niño beber agua con las manos en una fuente.
Diógenes dijo: "Este muchacho me ha enseñado que todavía tengo cosas
superfluas", y acto seguido tiró su escudilla. Profesaba un gran desprecio por la
humanidad. En una ocasión apareció en pleno día por las calles de Atenas
llevando una linterna encendida y diciendo: "Busco un hombre". Los atenienses
se burlaban de él, pero al mismo tiempo le respetaban y le temían. No cabe duda
de que Diógenes disfrutaba escandalizando a sus conciudadanos. Sostenía que el
hombre era un animal y que debía vivir como tal, en armonía con la naturaleza.
Hacía sus necesidades en las calles. Una vez alguien le recriminó por masturbarse
en la calle y el respondió "Ojalá pudiera calmar el hambre frotándome el
estómago". Tal vez por esto, Antístenes, Diógenes y sus seguidores fueron
llamados Cínicos, que en griego significa algo así como "perrunos". Otra teoría
es que Antístenes vivía en una calle llamada "Perro blanco", y él se llamaba a sí
mismo "el verdadero perro".
En 347 murió Platón. Había pasado sus últimos años absorbido por su Academia.
Cuentan que un alumno le invitó a ser su padrino de boda, él aceptó y participó
en el banquete, luego se retiró a descansar y a la mañana siguiente lo encontraron
sin vida. Toda Atenas lo acompañó al cementerio.
Uno de los alumnos que más lloró la muerte del maestro fue Aristóteles, que le
erigió un monumento. Por aquel entonces estaba cerca de los cuarenta años.
Había nacido en Estagira, una ciudad de Macedonia, y su
padre, Nicómaco, había sido en Pella el médico personal de Amintas III, el padre
de Filipo II. Nicómaco le inició en el estudio de la medicina y la anatomía, y
luego lo envió a Atenas, a la edad de 17 años, donde pasó unos veinte años con
Platón. Parece ser que destacó como el más inteligente y el más diligente de sus
alumnos. Trató de convertirse en el sucesor de Platón al frente de la Academia,
pero al final la sucesión recayó en Espeusipo, sobrino del maestro. Indignado,
emigró a la ciudad de Atarmea, en Asia Menor, donde gobernaba su
amigo Hermias, que había pasado un tiempo en la Academia años atrás. Allí se
casó con Pitia, la hija de Hermias y escribió el diálogo Sobre la Filosofía, en el
que expone ideas que le distancian de las posiciones de Platón. Al mismo tiempo
se dedicó a compendiar la obra de los principales filósofos griegos.
Entre tanto Sicilia estaba sumida en el caos. Cada ciudad tenía su propio tirano y
todas combatían entre sí. A menudo unas ciudades pedían ayuda a Cartago en
contra de otras. Finalmente Cartago puso sitio a Siracusa, la cual pidió a Corinto
en 343 que le enviara un general capaz de unificar a los griegos contra los tiranos
y contra los cartagineses. Era mucho pedir, pero casualmente existía el hombre
idóneo. Se llamaba Timoleón, y era a la vez un gran luchador y un gran idealista.
Sus convicciones democráticas eran tan hondas que cuando su hermano se erigió
en tirano de Corinto, unos veinte años atrás, él mismo aprobó su ejecución. Su
familia, indignada, lo envió al exilio. Ahora tenía ya casi sesenta años, pero
aceptó la invitación de Siracusa y embarcó a mil hombres en diez naves, con las
que navegó hacia Reggio, una ciudad griega del sur de Italia. Allí se encontró
con una flota cartaginesa que le exigió que volviera a Grecia. Timoleón pidió
discutir la cuestión en el concejo ciudadano de Reggio. Allí retrasó la discusión
mientras sus barcos se hicieron a la mar en secreto. Él mismo se escabulló en el
último momento y, cuando los cartagineses se dieron cuenta del engaño, ya era
demasiado tarde. Trataron de perseguirle, pero Timoleón llegó a Siracusa. Allí
aceptó la rendición de Dionisio, que se retiró a Corinto.
Aristóteles vio frustrado su intento de fundar una academia en Atarnea, pues tuvo
que huir cuando el sátrapa Mentor tomó prisionero a Hermias, lo hizo ejecutar y
se apoderó de la ciudad. Aristóteles se dirigió a Lesbos, donde pasó un tiempo en
las propiedades de otro antiguo compañero de la academia, llamado Tírtamo,
aunque es más conocido con el nombre que le dio Aristóteles, Teofrasto (el
divino hablador). Allí murió Pitia, tras dar a luz a una hija. Poco después Filipo II
lo llamó a Pella para que se encargara de la educación de su hijo Alejandro, que a
la sazón tenía trece años de edad. Junto a Aristóteles, mandó llamar
a Lisímaco para que le enseñara literatura y al príncipe moloso Leónidas para
que le adiestrara como soldado.
Poco antes había estallado una especie de guerra civil en Italia entre los samnitas
del Samnio propiamente dicho y los que habían ocupado la Campania tras la
retirada de los etruscos. Los samnitas de la Campania pidieron ayuda a Roma,
que se había convertido en una de las grandes potencias de la región. Roma firmó
una alianza con la ciudad de Capua y declaró la guerra a los samnitas. Se iniciaba
así la Primera Guerra Samnita. Tras dos años de combates, en 341 ambas partes
acordaron la paz sin una victoria definitiva. Probablemente Roma optó por la paz
al darse cuenta de que las ciudades del Lacio no estaban participando en la guerra
como se esperaba, y temió que terminaran rebelándose contra la supremacía
romana.
Ese mismo año Filipo II fundó la ciudad de Filipópolis a unos 160 kilómetros al
norte del Egeo. Ningún ejército civilizado había llegado tan al norte desde los
tiempos en que Darío I conquistara Tracia. Ese mismo año Demóstenes consiguió
finalmente que las ciudades griegas de la Propóntide se levantaran contra Filipo
II. Entre ellas estaba Bizancio, y gracias a su Tercera Filípica Demóstenes logró
que recibiera el apoyo de Atenas, lo cual puso de nuevo en guerra a Atenas y a
Macedonia. Por primera vez Filipo II sufrió un revés. Tras un largo asedio, se vio
obligado a abandonar Bizancio. Esto aumentó el prestigio de Demóstenes.
Ese mismo año las ciudades del Lacio se rebelaron contra Roma. Se inició así
la Guerra Latina. Se confirmó la habilidad de Roma para hacer las paces a
tiempo con el Samnio. Sus ejércitos ya habían regresado del sur y estaban listos
para enfrentarse a los latinos. En dos batallas campales derrotaron al grueso de
las fuerzas rebeldes. Se cuenta que en una de ellas, el cónsul Publio Decio
Mus (el ratón) se hizo matar deliberadamente para que sus hombres contaran con
el favor de los dioses. Es probable que los romanos combatieran más
animosamente sabiendo que Marte estaba con ellos, así como que los enemigos
se sintieran desalentados. Tras las batallas, Roma se dedicó a ajustar cuentas con
las ciudades del Lacio una por una.
En 339 Cartago se vio en condiciones de hacer frente a Timoleón en Sicilia.
Envió una gran fuerza a la isla, y Timoleón tuvo que hacerle frente con un
número de hombres mucho menor. Marchó rápidamente hacia el oeste y pudo
llegar al borde del valle del río Crimiso, a unos 65 kilómetros al este de Lilibeo.
Se desató una espesa niebla, de modo que los cartagineses no vieron a los griegos
sobre ellos mientras empezaron a cruzar el río. Cuando la niebla se disipó, sólo
una parte de su ejército había cruzado. La caballería y las tropas de elite estaban
en el lado griego, pero el grueso del ejército no. Timoleón atacó inmediatamente
y destruyó a la parte más valiosa, pero inferior en número del ejército enemigo.
Cuando el resto del ejército logró atravesar el río se desencadenó una tormenta, y
el viento soplaba de forma que la lluvia daba en la cara a los cartagineses. Éstos
se vieron obligados a retroceder hacia el río desbordado y, cuando sus filas se
rompieron, muchos murieron ahogados. Timoleón obtuvo una victoria completa.
Tras comprobar que Sicilia estaba libre de peligro, renunció a todo su poder y se
retiró de la vida pública. Murió al año siguiente.
Ese año murió también el rey espartano Arquidamo III. Al igual que su padre,
terminó sus días como mercenario, esta vez al servicio de los tarentinos, que
habían solicitado su ayuda contra las tribus nativas italianas. Fue sucedido por su
hijo Agis III.
Filipo II ocupó Tebas y la trató con dureza. En cambio, a Atenas la dejó intacta.
Tal vez decidió que era lo más conveniente, pues, ciertamente, con ello logró que
los atenienses promacedónicos se impusieran en la ciudad. A continuación fueron
las ciudades del Peloponeso las que aceptaron la dominación macedonia. Todas
menos Esparta, que, pese a que carecía de todo poder real, se aferró a su orgullo y
declaró que no se sometería. Filipo II envió un mensaje que decía: "Si entro en
Laconia, arrasaré Esparta."
Se cuenta que el rey Agis III respondió: "Sí". Es el laconismo más famoso de la
historia.
Por algún motivo, Filipo II decidió dejar en paz a Esparta. Tal vez le admiró su
respuesta, o simplemente pensó que destruir una Esparta inerme podría generarle
animadversiones en Grecia. Por primera vez, toda la Grecia continental (salvo
Esparta, nominalmente) estaba gobernada por un solo hombre.
Por aquel entonces Roma ya había pacificado por completo el Lacio a base de
severos castigos. Desde entonces Roma ya no aparentó ser la cabeza de una
coalición. El Lacio pasó a ser considerado territorio romano y sus ciudades
perdieron toda forma de autogobierno. Fueron gobernadas por las leyes de Roma
y cualquier litigio que surgiera tenía que ser resuelto en Roma. Por otra parte,
cualquier latino podía obtener la ciudadanía romana y todos los derechos que ella
comportaba si se trasladaba a Roma.
Entre tanto murió asesinado Artajerjes III y fue sucedido por su hijo Arses, pero,
a diferencia de sus predecesores, no supo hacer frente a los desórdenes que
seguían indefectiblemente a la muerte del rey, y el Imperio cayó en la anarquía.
Este mismo año murió Isócrates, y también el duque Xiao de Qin, en China.