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FILIPO II DE MACEDONIA

En la segunda mitad del siglo IV los estados chinos seguían enzarzados en


combates entre ellos mismos y contra los bárbaros. La amenaza bárbara hizo
surgir, especialmente en los reinos fronterizos, un gran sentimiento patriótico. Se
construyeron grandes murallas de adobe para marcar fronteras entre los distintos
reinos y, sobre todo, frente a las estepas del norte.

El estado de Qin seguía progresando con el duque Xiao y su consejero Shang


Yang, el cual en 350 dividió el territorio en 31 comandancias, presididas por un
director nombrado por el gobierno central. A través de este sistema centralista se
potenció una agricultura eficiente y un ejército fuerte. Por el contrario, la
artesanía y el comercio fueron descuidados. Los señores feudales perdieron todo
su poder. Se suprimió el vasallaje y se modificó el código penal, de tal modo que
toda la población tenía los mismos derechos. Las relaciones de vasallaje fueron
sustituidas por un sistema de responsabilidad colectiva que resultó ser muy
eficiente. Su principal rival era el estado de Chu, al este, que había absorbido a
varios reinos pequeños.

En el este, los sármatas estaban ocupando la región que iba a ser conocida
como Sarmacia. Comprendía las estepas situadas al norte del Mar Negro hasta el
Báltico. Los escitas conservaron los territorios meridionales, pero paulatinamente
fueron siendo desplazados o absorbidos por los sármatas.

Atenas decaía. Paulatinamente se había extendido un sentimiento de desencanto


que había culminado con la disolución de la confederación ateniense cinco años
atrás. Durante las numerosas guerras y desastres por las que había pasado, sólo
una cosa se mantuvo intacta: el valor de la dracma. La moneda ateniense
conservó siempre el mismo valor equivalente en plata. Esto convirtió a los
banqueros de Atenas en los más poderosos de Grecia. La población se había
trasladado a las ciudades y los campos eran cultivados por esclavos que el
gobierno alquilaba a unos pocos terratenientes. También fueron usados en las
minas de plata. Las desigualdades sociales aumentaron. Platón decía que había
dos Atenas: la de los ricos y la de los pobres, una en guerra contra la otra.
Isócrates añadía:

Los ricos se han vuelto tan antisociales que preferirían tirar al mar todos sus
bienes antes que ceder una parte a los pobres, los cuales, por su parte, tienen
más odio a la riqueza ajena que compasión por sus propias estrecheces.
Se dice que había un club aristocrático cuyos miembros se comprometían por
juramento a obrar contra la comunidad. Los banqueros fomentaron el comercio,
el cual hizo crecer a una burguesía sedienta de oro. Ante esta situación surgieron
algunas reacciones individuales. Una de las más famosas fue la
de Diógenes. Había nacido en Sinope, una ciudad de Asia Menor. Su padre había
sido banquero, pero fue desterrado por falsificar moneda. Diógenes se hizo
discípulo de Antístenes y llevó más allá sus ideas. Según él, la virtud es el bien
soberano. La ciencia, los honores y las riquezas son falsos bienes que hay que
desterrar. El sabio debe liberarse de los deseos y reducir al mínimo sus
necesidades. Platón lo llamaba "Sócrates delirante", porque caminaba descalzo,
dormía en los pórticos de los templos y tenía por única habitación un tonel.
Cuentan que un día vio a un niño beber agua con las manos en una fuente.
Diógenes dijo: "Este muchacho me ha enseñado que todavía tengo cosas
superfluas", y acto seguido tiró su escudilla. Profesaba un gran desprecio por la
humanidad. En una ocasión apareció en pleno día por las calles de Atenas
llevando una linterna encendida y diciendo: "Busco un hombre". Los atenienses
se burlaban de él, pero al mismo tiempo le respetaban y le temían. No cabe duda
de que Diógenes disfrutaba escandalizando a sus conciudadanos. Sostenía que el
hombre era un animal y que debía vivir como tal, en armonía con la naturaleza.
Hacía sus necesidades en las calles. Una vez alguien le recriminó por masturbarse
en la calle y el respondió "Ojalá pudiera calmar el hambre frotándome el
estómago". Tal vez por esto, Antístenes, Diógenes y sus seguidores fueron
llamados Cínicos, que en griego significa algo así como "perrunos". Otra teoría
es que Antístenes vivía en una calle llamada "Perro blanco", y él se llamaba a sí
mismo "el verdadero perro".

Por esta época vivió Teodoro de Cirene, llamado el Ateo, porque en su


libro Sobre los dioses negaba la existencia de cualquier divinidad.

Filipo II de Macedonia había puesto su mirada en Olinto, cuyo territorio


constituía la única parte de la Calcídica que todavía no estaba bajo el poder
macedonio. Olinto pidió ayuda a Atenas y Demóstenes pronunció tres discursos
en favor de que su petición fuera atendida, pero Atenas se limitó a enviar a Cares
al frente de unos pocos mercenarios. Filipo II venció sin dificultad y en 348 se
apoderó de Olinto. Atenas envió diez embajadores para pedir la paz. Entre ellos
estaban Demóstenes y Esquines. El rey dilató las negociaciones con diversas
excusas hasta que tuvo asegurado su dominio sobre toda Tracia. Finalmente
firmó un tratado con Atenas en el que le cedía el Quersoneso tracio. En esta fecha
Roma y Cartago renovaron un antiguo acuerdo comercial firmado en los
primeros años de la república.

En 347 murió Platón. Había pasado sus últimos años absorbido por su Academia.
Cuentan que un alumno le invitó a ser su padrino de boda, él aceptó y participó
en el banquete, luego se retiró a descansar y a la mañana siguiente lo encontraron
sin vida. Toda Atenas lo acompañó al cementerio.

Uno de los alumnos que más lloró la muerte del maestro fue Aristóteles, que le
erigió un monumento. Por aquel entonces estaba cerca de los cuarenta años.
Había nacido en Estagira, una ciudad de Macedonia, y su
padre, Nicómaco, había sido en Pella el médico personal de Amintas III, el padre
de Filipo II. Nicómaco le inició en el estudio de la medicina y la anatomía, y
luego lo envió a Atenas, a la edad de 17 años, donde pasó unos veinte años con
Platón. Parece ser que destacó como el más inteligente y el más diligente de sus
alumnos. Trató de convertirse en el sucesor de Platón al frente de la Academia,
pero al final la sucesión recayó en Espeusipo, sobrino del maestro. Indignado,
emigró a la ciudad de Atarmea, en Asia Menor, donde gobernaba su
amigo Hermias, que había pasado un tiempo en la Academia años atrás. Allí se
casó con Pitia, la hija de Hermias y escribió el diálogo Sobre la Filosofía, en el
que expone ideas que le distancian de las posiciones de Platón. Al mismo tiempo
se dedicó a compendiar la obra de los principales filósofos griegos.

Otros famosos discípulos de Platón fueron Eudoxo y Heráclides. Eudoxo había


nacido en Cnido unos sesenta años atrás. Realizó muchas contribuciones a la
geometría y a la astronomía. Fue el primer griego que demostró que el año no
tiene exactamente 365 días, sino 6 horas más. Se dio cuenta de que las
observaciones de los planetas contradecían la teoría platónica de que éstos giran
alrededor de la Tierra en órbitas circulares. Platón creía que las estrellas y los
planetas estaban fijados a unas esferas en constante rotación. Eudoxo refinó la
teoría suponiendo un total de 26 esferas, cada una de las cuales gira
uniformemente sobre un eje fijado a la esfera siguiente, de modo que los
movimientos combinados de todas ellas se ajustaban a las observaciones. No
obstante, el ajuste de Eudoxo no era perfecto y, un poco más tarde, un discípulo
suyo, Calipo de Cízico, tuvo que aumentar el número de esferas hasta un total de
34.

Por otra parte, Heráclides, nacido en Heraclea Póntica (en la costa de Asia


Menor en el mar Negro), que tendría unos 43 años por aquel entonces, había
señalado que no era necesario suponer que la Tierra permanece inmóvil en el
centro del universo mientras todos los astros giran a su alrededor, sino que el
mismo efecto se produciría si fuera la Tierra la que girara sobre sí misma. Es el
primer hombre conocido que conjeturó la rotación de la Tierra. Heráclides
también observó que los movimientos de Mercurio y Venus podían explicarse
mejor si se suponía que en lugar de girar alrededor de la Tierra lo hacían
alrededor del Sol.
En 346 Filipo II puso fin a la Tercera Guerra Sacra aliándose con Tebas y
expulsando de Delos a los focenses. Ese año presidió los juegos Píticos,
establecidos dos siglos antes con motivo de la Primera Guerra Sacra. Demóstenes
siguió intentando que Atenas declarara la guerra a Macedonia, pero los
partidarios de Filipo II se iban imponiendo en la ciudad. En 344 pronunció
su Segunda Filípica.

Entre tanto Sicilia estaba sumida en el caos. Cada ciudad tenía su propio tirano y
todas combatían entre sí. A menudo unas ciudades pedían ayuda a Cartago en
contra de otras. Finalmente Cartago puso sitio a Siracusa, la cual pidió a Corinto
en 343 que le enviara un general capaz de unificar a los griegos contra los tiranos
y contra los cartagineses. Era mucho pedir, pero casualmente existía el hombre
idóneo. Se llamaba Timoleón, y era a la vez un gran luchador y un gran idealista.
Sus convicciones democráticas eran tan hondas que cuando su hermano se erigió
en tirano de Corinto, unos veinte años atrás, él mismo aprobó su ejecución. Su
familia, indignada, lo envió al exilio. Ahora tenía ya casi sesenta años, pero
aceptó la invitación de Siracusa y embarcó a mil hombres en diez naves, con las
que navegó hacia Reggio, una ciudad griega del sur de Italia. Allí se encontró
con una flota cartaginesa que le exigió que volviera a Grecia. Timoleón pidió
discutir la cuestión en el concejo ciudadano de Reggio. Allí retrasó la discusión
mientras sus barcos se hicieron a la mar en secreto. Él mismo se escabulló en el
último momento y, cuando los cartagineses se dieron cuenta del engaño, ya era
demasiado tarde. Trataron de perseguirle, pero Timoleón llegó a Siracusa. Allí
aceptó la rendición de Dionisio, que se retiró a Corinto.

Timoleón logró convertirse en el centro del patriotismo griego en Sicilia, hasta el


punto de que los cartagineses decidieron levantar el sitio a Siracusa por el temor
de que los griegos que tenían de su parte cambiaran de bando. Paulatinamente se
fue haciendo con el dominio de toda la isla, y en cada ciudad afirmó en el poder a
la facción anticartaginesa.

Aristóteles vio frustrado su intento de fundar una academia en Atarnea, pues tuvo
que huir cuando el sátrapa Mentor tomó prisionero a Hermias, lo hizo ejecutar y
se apoderó de la ciudad. Aristóteles se dirigió a Lesbos, donde pasó un tiempo en
las propiedades de otro antiguo compañero de la academia, llamado Tírtamo,
aunque es más conocido con el nombre que le dio Aristóteles, Teofrasto (el
divino hablador). Allí murió Pitia, tras dar a luz a una hija. Poco después Filipo II
lo llamó a Pella para que se encargara de la educación de su hijo Alejandro, que a
la sazón tenía trece años de edad. Junto a Aristóteles, mandó llamar
a Lisímaco para que le enseñara literatura y al príncipe moloso Leónidas para
que le adiestrara como soldado.
Poco antes había estallado una especie de guerra civil en Italia entre los samnitas
del Samnio propiamente dicho y los que habían ocupado la Campania tras la
retirada de los etruscos. Los samnitas de la Campania pidieron ayuda a Roma,
que se había convertido en una de las grandes potencias de la región. Roma firmó
una alianza con la ciudad de Capua y declaró la guerra a los samnitas. Se iniciaba
así la Primera Guerra Samnita. Tras dos años de combates, en 341 ambas partes
acordaron la paz sin una victoria definitiva. Probablemente Roma optó por la paz
al darse cuenta de que las ciudades del Lacio no estaban participando en la guerra
como se esperaba, y temió que terminaran rebelándose contra la supremacía
romana.

Ese mismo año Filipo II fundó la ciudad de Filipópolis a unos 160 kilómetros al
norte del Egeo. Ningún ejército civilizado había llegado tan al norte desde los
tiempos en que Darío I conquistara Tracia. Ese mismo año Demóstenes consiguió
finalmente que las ciudades griegas de la Propóntide se levantaran contra Filipo
II. Entre ellas estaba Bizancio, y gracias a su Tercera Filípica Demóstenes logró
que recibiera el apoyo de Atenas, lo cual puso de nuevo en guerra a Atenas y a
Macedonia. Por primera vez Filipo II sufrió un revés. Tras un largo asedio, se vio
obligado a abandonar Bizancio. Esto aumentó el prestigio de Demóstenes.

Por esta época se celebró el segundo concilio budista, en la ciudad de Vaisali. En


él se condenó la relajación de la regla de los monjes de Vajji, y se acordó que
cada monje pudiera almacenar un cuerno de sal, beber leche cuajada después de
la comida y comer durante la tarde.

En 340 Artajerjes III marchó de nuevo contra Egipto. Se produjo un


enfrentamiento cerca de la ciudad de Pelusio, en el Delta. En realidad fue en gran
medida una batalla de griegos contra griegos, pues buena parte de ambos
ejércitos estaba formada por mercenarios. El bando persa venció y el rey
Nectanebo II tuvo que huir a Nubia. Fue el último rey nativo que tuvo Egipto.

Ese mismo año las ciudades del Lacio se rebelaron contra Roma. Se inició así
la Guerra Latina. Se confirmó la habilidad de Roma para hacer las paces a
tiempo con el Samnio. Sus ejércitos ya habían regresado del sur y estaban listos
para enfrentarse a los latinos. En dos batallas campales derrotaron al grueso de
las fuerzas rebeldes. Se cuenta que en una de ellas, el cónsul Publio Decio
Mus (el ratón) se hizo matar deliberadamente para que sus hombres contaran con
el favor de los dioses. Es probable que los romanos combatieran más
animosamente sabiendo que Marte estaba con ellos, así como que los enemigos
se sintieran desalentados. Tras las batallas, Roma se dedicó a ajustar cuentas con
las ciudades del Lacio una por una.
En 339 Cartago se vio en condiciones de hacer frente a Timoleón en Sicilia.
Envió una gran fuerza a la isla, y Timoleón tuvo que hacerle frente con un
número de hombres mucho menor. Marchó rápidamente hacia el oeste y pudo
llegar al borde del valle del río Crimiso, a unos 65 kilómetros al este de Lilibeo.
Se desató una espesa niebla, de modo que los cartagineses no vieron a los griegos
sobre ellos mientras empezaron a cruzar el río. Cuando la niebla se disipó, sólo
una parte de su ejército había cruzado. La caballería y las tropas de elite estaban
en el lado griego, pero el grueso del ejército no. Timoleón atacó inmediatamente
y destruyó a la parte más valiosa, pero inferior en número del ejército enemigo.
Cuando el resto del ejército logró atravesar el río se desencadenó una tormenta, y
el viento soplaba de forma que la lluvia daba en la cara a los cartagineses. Éstos
se vieron obligados a retroceder hacia el río desbordado y, cuando sus filas se
rompieron, muchos murieron ahogados. Timoleón obtuvo una victoria completa.
Tras comprobar que Sicilia estaba libre de peligro, renunció a todo su poder y se
retiró de la vida pública. Murió al año siguiente.

Mientras tanto sucedió que Anfisa, una ciudad focense, estaba cultivando unos


campos que habían sido declarados malditos tras la Primera Guerra Sacra. Los
sacerdotes de Delfos denunciaron el hecho y se inició una Cuarta Guerra
Sacra. Filipo II fue llamado una vez más y su ejército acampó en las costas del
golfo de Corinto. Demóstenes logró entonces su mayor victoria diplomática.
Logró que Tebas se aliara con Atenas en contra de Filipo II. El enfrentamiento se
produjo junto a la ciudad beocia de Queronea, en 338. Las tropas atenienses se
dispersaron y huyeron deshonrosamente. Entre ellas estaba el propio
Demóstenes. Cuando le reprocharon su huida, se cuenta que respondió con una
frase que se ha hecho célebre: "Quien combate y huye, vive para combatir otra
vez." La actuación tebana fue más honorable. La Hueste Sagrada no había sido
derrotada desde que la formara Epaminondas, pero para todo hay una primera
vez. La falange macedónica pudo con ella, aunque los tebanos murieron todos de
cara al enemigo.

Ese año murió también el rey espartano Arquidamo III. Al igual que su padre,
terminó sus días como mercenario, esta vez al servicio de los tarentinos, que
habían solicitado su ayuda contra las tribus nativas italianas. Fue sucedido por su
hijo Agis III.

Filipo II ocupó Tebas y la trató con dureza. En cambio, a Atenas la dejó intacta.
Tal vez decidió que era lo más conveniente, pues, ciertamente, con ello logró que
los atenienses promacedónicos se impusieran en la ciudad. A continuación fueron
las ciudades del Peloponeso las que aceptaron la dominación macedonia. Todas
menos Esparta, que, pese a que carecía de todo poder real, se aferró a su orgullo y
declaró que no se sometería. Filipo II envió un mensaje que decía: "Si entro en
Laconia, arrasaré Esparta."
Se cuenta que el rey Agis III respondió: "Sí". Es el laconismo más famoso de la
historia.

Por algún motivo, Filipo II decidió dejar en paz a Esparta. Tal vez le admiró su
respuesta, o simplemente pensó que destruir una Esparta inerme podría generarle
animadversiones en Grecia. Por primera vez, toda la Grecia continental (salvo
Esparta, nominalmente) estaba gobernada por un solo hombre.

Por aquel entonces Roma ya había pacificado por completo el Lacio a base de
severos castigos. Desde entonces Roma ya no aparentó ser la cabeza de una
coalición. El Lacio pasó a ser considerado territorio romano y sus ciudades
perdieron toda forma de autogobierno. Fueron gobernadas por las leyes de Roma
y cualquier litigio que surgiera tenía que ser resuelto en Roma. Por otra parte,
cualquier latino podía obtener la ciudadanía romana y todos los derechos que ella
comportaba si se trasladaba a Roma.

Entre tanto murió asesinado Artajerjes III y fue sucedido por su hijo Arses, pero,
a diferencia de sus predecesores, no supo hacer frente a los desórdenes que
seguían indefectiblemente a la muerte del rey, y el Imperio cayó en la anarquía.
Este mismo año murió Isócrates, y también el duque Xiao de Qin, en China.

En 337 Filipo II convocó una asamblea de ciudades griegas, que se reunió en


Corinto. Se votó la guerra contra Persia y Filipo II fue elegido comandante en
jefe del ejército griego. Se envió a Persia una avanzadilla de tropas macedónicas
para preparar el ataque.

El ascenso de Macedonia Índice

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