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Los criterios y modelos en psicopatología son herramientas conceptuales. Un criterio es una norma o propiedad
que guía el conocimiento y delimita el objeto. Para ello hay que identificar los datos que poseen valor
explicativo y ordenarlos.
Criterio de anormalidad. Conjunto de normas que designan las propiedades sobre cuya base se
puede categorizar a una persona como psicopatológica.
Un modo de concebir la psicopatología como ciencia diferenciada, incluyendo la definición del objeto y
los procederes técnicos y metodológicos adecuados. Por ello se habla de “escuelas de la
psicopatología” y encontramos en los modelos influencias de varias escuelas de pensamiento. Se hace
énfasis en determinadas ideas, áreas de trabajo y métodos de análisis.
Analogías sonde se toman conceptos de otros campos y se aplican a la psicopatología. Por ejemplo
modelos animales, modelos de condicionamiento o modelos de provocación experimental de
experiencias anormales (alucinaciones, delirios...). Los modelos constituyen un modo de representación
de la realidad que se quiere conocer, que ayudan a seleccionar los hechos relevantes y reproducir
algunas de sus propiedades, por lo que son parciales y selectivos.
Un paradigma o paradigmas, que cubren contenidos idénticos a los que se incluyen en el modelo, como
por ejemplo “modelo o paradigma de aprendizaje”, “modelo o paradigma social”, “modelo o paradigma
cognitivo”, etc. El término paradigma posee varias acepciones:
o Metáfora de la realidad, ya que contiene supuestos no susceptibles de verificación empírica.
o Ejemplar metodológico, es decir, un consenso científico acerca de los problemas relevantes que
hay que resolver.
o Un asiento institucional de la comunidad científica, es decir, hábitos y reglas tácitas de su
actuación.
¿Por qué conviven actualmente en psicopatología tantos modelos distintos? Pues en parte por la
indeterminación conceptual de la misma psicopatología, debido a una ausencia de criterios ampliamente
compartidos y a la relatividad de los mismos, además del grado tan alto de complejidad del objeto, que hace
inviable abordarlo desde un solo criterio.
La pervivencia de distintos modelos ha ocurrido por las diversas opciones de las diferentes escuelas y porque
esas opciones representan intentos de solucionar problemas nuevos que hasta entonces no se habían
planteado. Por otro lado también ha influido la relatividad sociocultural de su objeto de conocimiento, porque
las sociedades valoran como deseables y saludables unos modos de comportamiento, y cualquier contradicción
manifiesta de tales modos puede considerarse enfermiza, disfuncional o anómala. Por ello lo “psicopatológico” a
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Psicopatología. Cap 2. Vol I UNED Dolores Latorre
veces no responde a criterios científicos, sino éticos. Estas ideas son imágenes impactan y cristalizan sobre los
modelos y criterios en psicopatología.
Cuanto más extraña o desviada resulte una persona, una experiencia mental, un modo de comportarse, un
sentimiento, etc, más necesidad tendrá la sociedad de hacer explícitos sus conceptos sobre lo que es normal. Y
la alternancia en los modos de concebir la naturaleza humana ha sido una de las constantes en la historia de las
ideas sobre la psicopatología y la normalidad.
Cabe destacar que las creencias sobre la naturaleza humana no se aplican por igual a todos los miembros de la
sociedad, ya que hay unos grupos dominantes (intelectuales, políticos...) que asignan a sus contrarios una
“naturaleza” diferente a la suya. Por ello vemos tantas diferencias en psicopatología, a veces sutiles, lo que
repercute en el pronóstico y el tratamiento.
No existe una “verdad objetiva” que sea objeto de la psicopatología. Las escuelas y modelos se pueden concebir
como el puente que une las creencias implícitas de la sociedad; surgen por la necesidad de implementar un
sistema de creencias. Cuando el sistema cambia, cambian los criterios y las instituciones.
A. El criterio estadístico
Se pueden medir hechos psicológicos complejos (personalidad, valores, normas, motivos, creencias). El
postulado central del criterio estadístico es el de que las variables que definen psicológicamente a una persona
poseen una distribución normal en la población general. Psicopatológico sería todo lo que se desvía de la
normalidad y es poco frecuente, fuera de la distribución normal de la población de referencia. Por ejemplo,
“hiperactividad” o “hipoactividad”, como comportamiento motor alterado.
Aunque infrecuente no significa psicopatológico. Por ello se requiere adoptar un supuesto adicional al de
frecuencia para la definición de las psicopatologías: el de la continuidad y dimensionalidad, según el cual los
elementos constitutivos de las psicopatologías también están presentes en la normalidad, si bien constituyen
una exacerbación por exceso o defecto. Las diferencias entre lo normal y lo patológico son de naturaleza
cuantitativa, de grado.
Cuando la psicopatología se rige por un criterio estadístico emplea el término anormalidad como análogo al de
psicopatología, que significa que la conducta, rasgo o característica es muy poco frecuente y poco
representativa del grupo social normativo, y cuantitativamente distinta de la normalidad. Por ello se emplea el
criterio estadístico como explicativo o justificativo.
Criterio estadístico. Determina la anormalidad en base a una desviación de la norma estadística (distribución
normal).
H. S. Sullivan llamó criterio social consensual para señalar la definición de las psicopatologías como una cuestión
de normativa social. Lo que en un contexto cultural es normal, se torna patológico en otros. Por ello se ha
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Psicopatología. Cap 2. Vol I UNED Dolores Latorre
afirmado que diagnosticar implica poner una etiqueta a lo que simplemente era un problema o modo de vivir,
añadiendo un problema más al sufrimiento del destinatario. Se suma el estigma social a la etiqueta de “enfermo
mental”. Por ello la OMS lucha contra el estigma asociado a las enfermedades mentales.
No nos queda más que admitir que las normas sobre las que catalogamos a una persona como anormal, existen
en nuestras mentes. Pero no por ello hemos de negar su existencia, sino que hay que profundizar en estas
normas y supuestos para evitar que la actividad clínica se deje llevar por prejuicios y falsa moral, de manera que
se ayude a la persona con una psicopatología a incorporarse al contexto social al que tiene derecho a
pertenecer. Muchas veces la adecuación a un rol social y personal deseable constituye el marco referencial
imprescindible para la catalogación de normalidad. Conseguir restaurar la capacidad de adaptación social suele
ser objetivo fundamental de muchas estrategias de tratamiento psicológico.
¿En qué consiste la adaptación social? No siempre es fácil determinarlo. Suponer que adaptación es sinónimo de
salud mental puede llevar a graves errores. Difícilmente podemos admitir que en todos los casos la adaptación
social, entendida como el cumplimiento acrítico de las leyes y normas, constituya un criterio de salud mental. Así
que la definición de qué significa adaptación social presenta tantos problemas como la de psicopatología y no
es el criterio por excelencia para delimitar las psicopatologías.
El criterio alguedónico, propuesto por Schneider (1959) hace referencia al sufrimiento personal como elemento
definitorio de la presencia de una psicopatología.
o La conciencia de enfermedad. Fluctúa desde su ausencia hasta un grado máximo. Es crucial para
establecer un diagnóstico y su gravedad. Si el paciente no expresa su malestar, difícilmente se
detectarán consecuencias observables del trastorno.
o La egodistonía. Consiste en la disonancia que se produce entre la autoimagen y los síntomas, su
significado, o la interferencia que provocan. Cuanto más egodistónico es un trastorno, mayor sería la
consciencia de este. La baja consciencia del trastorno repercute en el diagnóstico y el tratamiento, así
como en la respuesta al mismo.
Los elementos subjetivos son un elemento central a través del que se hace evidente una psicopatología. Los
pacientes no siempre son conscientes de sus problemas e incapacidades, por ejemplo, en fases de un trastorno
psicótico, en estados disociativos, trastornos de la conducta alimentaria o trastornos de la personalidad. En
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cuanto a la egodistonía, no siempre los síntomas y consecuencias resultan disonantes para la persona (p. ej.,
anorexia nerviosa, trastorno de la personalidad obsesivo compulsivo).
Pero no todo el que manifiesta infelicidad, angustia, problemas sociales, presenta una psicopatología. Por lo que
estos criterios son insuficientes. Así que tanto si se da el auto-reconocimiento del problema como si no, la
información proporcionada por la persona sobre su estado es una fuente de datos irrenunciable e
imprescindible.
El modelo bio-psico-social reconoce la complementariedad necesaria e inevitable de esos tres aspectos, para la
explicación de la naturaleza humana, sus alteraciones y enfermedades. En la misma línea, la biología de sistemas
asume los modelos de redes, ya que los síntomas de una enfermedad están conectados entre sí de forma
causal, a través de una amplia variedad de mecanismos biológicos, psicológicos y sociales. Si esas relaciones
causales no son potentes y estables, los síntomas pueden provocar un alto grado de retroalimentación que los
hace autónomos.
Uno de los objetivos de nuestra disciplina es delimitar el peso relativo de cada criterio para clasificar, explicar
y/o predecir. Optar por un solo criterio significa elegir un modelo en detrimento de otros.
Los postulados en los que nos podemos basar para catalogar un modo de pensar, actuar o sentir como anormal
son:
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6. Una psicopatología no conlleva necesariamente a ausencia de salud mental. Hay anomalías corrientes
en la vida que también son objeto de estudio en psicopatología, lo que sirve de ayuda para entender el
funcionamiento de otros procesos y actividades anómalos (p. ej., pérdidas de memoria, fenómenos
hipnagógicos, experiencias alucinatorias, etc).
7. La salud no es sólo ausencia de enfermedad, sino presencia de bienestar. Es “un estado que permite el
desarrollo óptimo físico, intelectual y afectivo del sujeto en la medida en que no perturbe el desarrollo
de sus semejantes”.
El estado de bienestar se define como la capacidad que permite a las personas reconocer sus habilidades y
capacidades para hacer frente a los estresores normales de la vida, trabajar de forma productiva y contribuir a su
comunidad. Por lo que la salud mental también se refiere a mejorar la competencia de los individuos y
comunidades para alcanzar sus objetivos.
No hay grupo o colectividad inmune a los trastornos mentales, pero ciertos grupos tienen mayor riesgo
(pobreza, desempleo, baja escolarización, violencia, migrantes, refugiados, indígenas, ancianos abandonados).
Los ámbitos mental, físico y social están íntimamente imbricados, en mutua interdependencia.
La proliferación de modelos refleja una realidad más ficticia que real, ya que algunos se limitan a destacar
algunos aspectos de los fenómenos psicopatológicos, más que a constituir un sistema original y propio sobre
las psicopatologías. Por ejemplo, los modelos humanistas y existenciales se limitan a criticar a otros modelos
(biomédico, conductual...) o a enfatizar ciertos aspectos que no se contemplan en tales modelos, como los
conceptos. Así se han argumentado problemas relativos a la eficacia de las técnicas terapéuticas derivadas de
ellos. Pero es importante el valor de denunciar los aspectos críticos de los modelos dominantes, como factores
psicosociales, el estigma asociado a las enfermedades mentales, etc.
Las tres grandes orientaciones teóricas actuales son la biomédica, la conductual y la cognitiva.
A. El modelo biomédico
También llamado biológico, fisiológico o neurofisiológico, asume que el trastorno mental es una enfermedad de
igual naturaleza que cualquier enfermedad física. Las psicopatologías se producen por anormalidades biológicas
subyacentes (genéticas, bioquímicas, neurológicas...).
El inicio de la psicopatología se vincula al desarrollo de la medicina y los saberes científicos asociados, como
biología, bioquímica, genética, etc. La influencia del modelo médico en psicopatología se asocia al desarrollo de
drogas psicotrópicas que mostraron eficacia para tratar trastornos mentales: ansiolíticos, antidepresivos,
antipsicóticos y otros; cambiaron la imagen del tratamiento de la enfermedad mental, no siempre a mejor.
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Psicopatología. Cap 2. Vol I UNED Dolores Latorre
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Psicopatología. Cap 2. Vol I UNED Dolores Latorre
Se presume que una alteración estructural o funcional del cerebro es la causa primaria de las psicopatologías,
anatómicas o bioquímicas, adquiridas o innatas, vinculadas a la genética, metabolismo, infecciones, alergias,
tumores, trastornos cardiovasculares, traumas físicos, estrés, etc.
Buss (1962) nos dice que se distinguen 3 tipos de enfermedad según sus mecanismos causales primarios:
infecciosas (ej. pulmonía, hepatitis), sistémicas (ej. diabetes) y traumáticas (ej. fractura, ingestión de tóxicos).
El interés por la concepción sistémica se intensificó en los años 50 y se reforzó por el descubrimiento de
neurotransmisores (noradrenalina, serotonina...) y de fármacos psicoactivos. Las psicopatologías se concebían
como resultado de problemas neuro-bio-químicos (teorías del desequilibrio bioquímico). Actualmente existe
gran evidencia de que muchas sustancias bioquímicas intervienen en muchos trastornos mentales y del
comportamiento, sin bien no son los únicos factores causantes ni los más importantes en muchos casos. Por
ejemplo, la actividad insuficiente del ácido gamma aminobutírico (GABA) en el caso de los trastornos de
ansiedad, o el exceso de actividad dopaminérgica en la esquizofrenia, o los déficits en la actividad de
catecolaminas y serotonina en la depresión, también los desequilibrios del sistema serotoninérgico en el
trastorno obsesivo-compulsivo. La corea de Huntington es un trastorno degenerativo con profundas crisis
emocionales, delirios, ideas de suicidio y movimientos motores involuntarios, cuyo factor responsable es la
pérdida de neuronas en los ganglios basales. Asimismo, las causas biológicas como factor causal son evidentes
en las “amnesias puras” (afasias) o las enfermedades adquiridas por ingestión de tóxicos, los traumatismos
craneoencefálicos, etcétera.
Los trastornos mentales orgánicos son aquellos donde las causas físicas son evidentes y se diferencian de los
trastornos mentales funcionales, en los que no hay evidencia de alteraciones orgánicas o los datos no son
relevantes para una explicación biológica.
Algunos trastornos ocurren con relativa mayor frecuencia en una familia en comparación con
la población general, por lo que se considera que hay una “predisposición genética”. Se habla
de las bases genéticas de la esquizofrenia, la depresión, la manía, el Alzheimer, intentando
averiguar si se trata de genes dominantes o recesivos. También se ha enfatizado sobre los
“grupos de riesgo”, observando casos de parientes biológicos de un paciente con una patología específica, por
si presentasen el mismo trastorno o similar por la sintomatología.
El Proyecto sobre el Genoma Humano (International Human Genome Sequencing Consortium, 2001) permitirá
identificar las influencias que determinados genes y secuencias genéticas tienen sobre el desarrollo de ciertas
patologías. Aunque es un trabajo largo y lento por la inmensa cantidad de genes y posibles fenotipos y
manifestaciones psicopatológicas. Los efectos aislados de los genes son escasos y no se conocen las mutuas
influencias entre ambiente y estructura genética. Por lo que en el futuro se investigará sobre “genómica
funcional”, analizando trayectorias y conexiones entre los genes y el comportamiento “de arriba a abajo”
(genómica conductual) y “de abajo a arriba” (nivel molecular biológico celular, de lo general a lo particular).
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2. Síntoma. Indicador subjetivo de un proceso orgánico y/o funcional (ej. sensación de tener fiebre). Es la
unidad mínima descriptible en psicopatología. Hay primarios (rectores, nucleares o patognomónicos)
que orientan hacia un diagnóstico determinado, y secundarios, que no cumplen los criterios etiológicos
o descriptivos de la entidad nosológica en la que se han identificado.
3. Síndrome. Conjunto de signos y síntomas en forma de cuadro clínico (recurrente).
4. Enfermedad mental (entidad nosológica). Estructura totalizante en la que adquieren sentido los
fenómenos particulares, que dota de recursos explicativos al médico para comprender los factores
etiológicos del trastorno hasta la validez del pronóstico, aumentando la eficacia del tratamiento. No
agota en ningún caso el nivel explicativo de los trastornos mentales.
5. Discontinuidad entre lo normal y lo anormal. El trastorno mental se clasifica y diagnostica sobre la
base de criterios categoriales. Cada enfermedad mental constituye una entidad clínica (nosológica)
discreta con características clínicas (sintomatología), etiología, curso, pronóstico y tratamiento
específicos. Cada categoría clínica se diferencia cualitativamente de las demás enfermedades mentales y
de lo “no clínico”. Son reflejo de esta orientación médica los sistemas de clasificación categorial de la
APA y la OMS.
Cabe destacar que la concepción dimensional de la psicopatología posee un punto de vista más
enraizado en la tradición psicológica, donde la diferencia entre lo normal y lo patológico es una
cuestión de grado y no de discontinuidad.
El modelo biomédico:
o Nos recuerda que los problemas psicológicos pueden tener causas o concomitantes biológicos.
o Ha desarrollado sofisticadas técnicas, gracias a las cuales la investigación sobre aspectos
neurofisiológicos de las psicopatologías progresa con rapidez, aportando valiosa información en corto
tiempo.
o Sus tratamientos (farmacología) han proporcionado aportaciones significativas para la terapia, ya sea
por ineficacia de las estrategias de intervención o como complementos a esas estrategias.
Las teorías del modelo biológico a menudo son incompletas y poco concluyentes. Por ejemplo, al realizar
estudios con animales, a menudo es difícil generalizar la validez de las conclusiones al comportamiento humano
y sus alteraciones. Así mismo, los estudios genealógicos y genéticos están abiertos a sucesivas interpretaciones
y reinterpretaciones, según avancen las neurociencias.
1. Tiende a considerar al individuo como pasivo, al no ser agente responsable del inicio del trastorno y de
su curación. Se convierte en un intermediario entre el médico y la enfermedad. Mientras que el papel
del médico es activo. Este planteamiento tiene efectos nocivos, porque limita la capacidad de decidir
asumir un rol activo al paciente en el proceso de recuperación.
2. El trastorno mental tiene una etiología (causa) orgánica. Pero muchos trastornos psicológicos no
obedecen a causas orgánicas sino que se produce un intercambio constante de causas biológicas,
psicológicas y sociales.
3. El diagnóstico se establece sobre los síntomas (criterios de diagnóstico). Pero es problemático reducir el
diagnóstico a un mero etiquetado. Actualmente se tiende a evitar la implicación de asunciones teóricas,
empleándose preferentemente criterios descriptivos (sintomáticos).
El fracaso del modelo en ofrecer causas biológicas inequívocas. En el DSM-5 hay falta de marcadores
como criterios diagnósticos. También se refiere a la ausencia de innovaciones importantes en
farmacoterapia por ausencia de biomarcadores y la escasa validez de las categorías diagnósticas.
Se refiere también a la popularidad de teorías estrictamente biologicistas que no se sustentan en datos
lo suficientemente importantes y definitorios, ni los psicofármacos han demostrado una eficacia sólida.
El modelo es incapaz de reducir el estigma asociado a las enfermedades mentales. Reducirlo a
anormalidades bio-genéticas puede aumentar los deseos de distanciarse socialmente de los enfermos, a
la vez que refuerza las dudas y preocupaciones sobre la naturaleza crónica e “intratable” de las
enfermedades mentales y/o sobre la peligrosidad y lo impredecible del comportamiento de los
enfermos. Alude también a la falta de innovación en farmacoterapia (asociada con una escasa
rentabilidad coste-beneficio) y los pobres resultados asociados con la medicación (en especial
antipsicóticos atípicos, estabilizadores de ánimo e inhibidores de la recaptación de serotonina o ISRS).
Menciona la tasa imparablemente ascendente de personas con trastornos mentales y la tendencia a la
cronificación de los problemas, debido a la prevalencia e ineficacia de los tratamientos psiquiátricos que
se basan en un enfoque exclusivamente biologicista.
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Cada nivel superior se divide en dimensiones más concretas, basadas en subconjuntos de trastornos que
ocurren con mayor frecuencia (nivel más bajo en la jerarquía). La evidencia de estas dimensiones jerárquicas
puede tener importantes implicaciones para comprender, clasificar, tratar y prevenir los trastornos mentales, lo
que constituye la base de los enfoques transdiagnósticos.
B. El modelo conductual
1. Objetividad. Se centra en fenómenos objetivos, buscando las relaciones causales entre ambiente y
conducta.
2. Principios del aprendizaje como base teórica. El criterio es la conducta anormal, hábitos
desadaptativos condicionados, que suponen síntomas clínicos, según las leyes y principios del
aprendizaje. La terapia consiste en aplicar estos principios para la modificación de conducta.
3. Rechazo del concepto de enfermedad. El concepto médico de enfermedad no es aplicable a los
trastornos del comportamiento. Por ejemplo, la enuresis funcional supone para el modelo médico un
síntoma producido por otros problemas; para el conductismo la enuresis en sí es el problema, por un
condicionamiento deficiente.
4. Aproximación dimensional. Rechaza la existencia de “personas enfermas mentalmente”, por lo que no
cabe establecer categorías. Se propone el “diagnóstico o análisis funcional de la conducta”. La conducta
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Las evidencias genéticas debilitaban el enfoque conductual. Además, están presentes las variables intermedias,
es decir el análisis del pensamiento y la experiencia subjetiva. El ser humano no es un simple conjunto de
reflejos condicionados (estímulo-respuesta). Aunque los cambios conductuales provoquen cambios cognitivos,
también se pueden inducir esos cambios conductuales a través de procesos cognitivos.
También había discrepancias teóricas en el propio conductismo y se aludía a criterios fuera del modelo (como la
ansiedad) que le quitaban validez. Según Breger y McGaugh, la teoría E-R aportaba una base irreal para la
terapia de conducta, ya que los terapeutas tenían que recurrir constantemente a la imaginación, el pensamiento
y la memoria. Proponían una “teoría de estrategia central”, afirmando que en la neurosis se aprenden una serie
de estrategias centrales que guían la adaptación del individuo al medio.
En la práctica del conductismo había que incluir variables mediacionales o encubiertas de forma irremediable,
por lo que se hacía necesario incluir procesos cognitivos como elementos esenciales del modelo, pese al
rechazo del factor cognitivo como componente central del modelo conductual. Todo a pesar de que muchos
trastornos consisten, en sí mismos, en problemas cognitivos (obsesiones, trastornos de la percepción...).
A lo largo de los años ha habido mejoras y actualizaciones en el modelo conductual. La tendencia actual en la
perspectiva conductual es a dar relevancia a los procesos cognitivos. Se ha visto que el condicionamiento puede
ocurrir, incluso, cuando los estímulos están separados en el espacio y en el tiempo. Además, el
condicionamiento se da, tanto con estímulos discretos, como con relaciones abstractas de 2 ó más de ellos,
acercándose cada vez más a la psicología cognitiva.
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Sandín (2015) ha desarrollado un modelo cognitivo trifactorial sobre el trastorno de pánico, según el cual los
constructos cognitivos de sensibilidad a la ansiedad, autoeficacia hacia el pánico e interpretaciones catastrofistas
de las sensaciones corporales, desempeñan un papel clave en la gravedad del trastorno.
C. El modelo cognitivo
El cerebro humano es un sistema de capacidad limitada que requiere “esfuerzo” para funcionar. Algunos
investigadores lo achacan a una consecuencia de nuestras dificultades para coordinar o ejecutar a la vez
procesos cognitivos diferentes, ya que al concentrarnos en una tarea, las diferentes estimulaciones actuarían
como distractores. Cuando existe una limitación para el procesamiento de la información, el origen podría ser
diverso, como alteraciones neurológicas, conflictos emocionales, etc.
2. Procesamiento selectivo
Los estímulos pueden competir unos con otros. Por ello empleamos la atención selectiva. Aunque existe un tipo
de procesamiento no consciente de la información, que actúa paralelo al procesamiento consciente, de manera
que registramos y elaboramos más información de la que cabría esperar.
3. Etapas de procesamiento
Desde el PI se han propuesto distintos modelos que comparten algunas características. Todos intentan
identificar los subprocesos simples en los que se descompone el proceso complejo. Luego se elaboran hipótesis
plausibles sobre cómo se organizan los subprocesos y aparecen las diferencias entre modelos. Los más sencillos
postulan que estos subprocesos son etapas independientes del procesamiento, lineales y secuenciales, donde
cada etapa recibe la información de la anterior, realizando transformaciones y dando lugar al output que
recogerá la siguiente etapa, y así sucesivamente.
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En los años 70 se intentó identificar las etapas del procesamiento, con lo que
surgieron 2 modelos complementarios: los que postulaban una metodología
auditiva y los que utilizaban una basada en la sustracción. Más tarde,
Sternberg (1977) incluyó, además de la metodología sustractiva, mediciones
sobre las diferencias individuales. Pero fue criticado por simplista, ya que el
ser humano no es un mero procesador.
4. Procesamiento en paralelo
No todos los procesos mentales son seriales (contar, cálculos matemáticos...). Muchas veces la solución a un
problema se alcanza de modo globalizado, de manera que se procesan varios aspectos en paralelo (a la vez).
Para entender el procesamiento en paralelo hay que tener en cuenta:
El éxito de las últimas fases del procesamiento depende del éxito de las primeras: son contingentes unas con
otras. Aunque se cuestiona si la realización completa de una fase es condición necesaria para que se inicie la
otra. Se propone que los resultados (output) de un proceso son continuamente accesibles para los demás.
Significaría que cada etapa comenzaría antes de la finalización de la anterior. Todas las etapas estarían
funcionando simultáneamente, bajo una influencia cualitativa (no sólo cuantitativa) de los resultados de cada
etapa.
La actividad cognitiva no es una respuesta pasiva al input. Parece más oportuno pensar que se producirá un
efecto de retroalimentación (feedback) entre las etapas últimas y las primeras, un retorno de la información,
hasta alcanzar las metas. Este feedback es modificador, e incluso reorganizador, de las etapas anteriores. Así que
la mente funciona con bucles y circuitos, gracias a los que la información sigue un flujo continuo entre todas las
etapas y en ambas direcciones. Los modelos que se refieren al flujo de información desde los niveles inferiores a
los superiores se denominan “abajo-arriba” (de lo particular a lo general) o bottom-up, mientras que los que
analizan el flujo desde los niveles superiores hacia los inferiores son los modelos “arriba-abajo” o top-down.
Los modelos top-down se ven obligados a postular la existencia de representaciones mentales de orden
superior (“esquemas”, según Bartlett, 1932), es decir, representaciones estereotipadas, típicas de las situaciones
o actividades. Esta información es válida para una situación específica y se modifica con los nuevos inputs.
Probablemente el proceso comienza con un botton-up para identificar el módulo más apropiado para alojar la
información y luego ocurriría el top-down, que decidirá cómo se organiza e interpreta esa información. Según
esto, la comprensión e integración final del input estaría predeterminada por estructuras de conocimiento ya
existentes que suplirían la información adicional para realizar inferencias.
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El modo en que una situación va a ser interpretada y/o recordada depende en gran medida del abanico de
esquemas prototípicos que se encuentren almacenados en la memoria a largo plazo, ya que son los que
facilitarán la incorporación de los detalles. Estas representaciones se adquieren a través del aprendizaje vicario,
por lo que habrá grandes diferencias individuales. Una parte importante de las investigaciones sobre la
organización de los contenidos de la memoria en personas deprimidas y en ansiosas muestra la utilidad de
estos planteamientos, porque parece que la tendencia de estas personas es a interpretar la información de un
modo amenazador (ansioso) o negativo (depresivo). Son personas con gran accesibilidad a estos esquemas, lo
que intensificaría el estado de ánimo perjudicial.
6. Jerarquías de control
Parece entonces que los distintos tipos de actividad cognitiva están continuamente interactuando
unos con otros. Por lo que hay una hipótesis que recurre a estructuras de control, que supone
que las actividades cognitivas están organizadas jerárquicamente, y en el vértice estaría la
estructura que controla todo el proceso de organización; las estructuras superiores controlarían a
las inferiores. Pero ¿cuál sería la estructura superior? Podría ser la conciencia, según muchos autores.
Una misma terea o actividad cognitiva puede realizarse de un modo cualitativamente distinto por diferentes
personas, o por una misma persona en diferentes situaciones. Estas diferencias inter- e intra- individuales dan
como consecuencia el que nuestro sistema cognitivo es extremadamente flexible (o estratégicamente flexible).
Surge, por tanto, la distinción entre procesos automáticos o rígidos y procesos controlados o flexibles.
o Los procesos automáticos implican secuencias de operaciones mentales como respuesta a una
configuración concreta de inputs, que no requiere atención (esfuerzo no consciente) y, una vez
activados, funcionan independientes a los procesos controlados. Pueden ser producto de un
entrenamiento intensivo o estar genéticamente determinados. Se ha planteado la existencia de déficits
de procesamiento automático en los trastornos afectivos y de ansiedad.
o Los procesos controlados son secuencias temporales de operaciones cognitivas que la persona activa
intencionalmente. Consumen recursos conscientes, por lo que están limitados por la propia capacidad
atencional. Es difícil que concurran 2 procesos controlados a la vez. Son extremadamente flexibles para
adaptarse a situaciones nuevas.
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La actividad humana y las experiencias subjetivas se mediatizan por la información a la que se tiene acceso y por
la capacidad de elaboración. Están moduladas por la naturaleza y eficacia de las etapas en el procesamiento. Los
esquemas ejercen un control arriba-abajo sobre la percepción, comprensión, memoria, etc. La organización de
las estructuras de control y las metas u objetivos son más o menos idiosincráticas, en la medida en que algunas
secuencias se vuelvan automáticas.
En psicopatología interesa saber no sólo cómo funciona la mente, sino cuáles son los contenidos sobre los que
trabaja y la relación entre el cómo y el qué.
Contenidos psicológicos diversos como las atribuciones, las metas, los valores, las creencias, las predicciones, las
emociones, los sentimientos, etc., son centrales para la psicología cognitiva y obligados para la psicopatología.
Aquí nos alejamos de la metáfora hombre-computadora y dibujamos un ser humano menos racional y más
realista. El ser humano describe, predice, juzga y decide mediante reglas de inferencia intuitivas, a través del
razonamiento inductivo, guiado por intuiciones más o menos racionales, sometido a sesgos de interpretación,
provocando errores y disfunciones de comprensión y explicación.
Podría afirmarse que el objetivo básico de la psicopatología cognitiva es el análisis de las estructuras y procesos
que controlan la aparición de los comportamientos y experiencias anómalos, y no tanto las conductas anormales
en sí mismas. El énfasis se coloca en el concepto de experiencia anómala, equivalente a disfunción o
psicopatología, más que conducta anormal. Esta perspectiva es crítica con las concepciones reflejas, automáticas
y predeterminadas de otros modelos (conductista, biomédico, psicodinámico).
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Psicopatología. Cap 2. Vol I UNED Dolores Latorre
Hasta los reflejos incondicionados más sencillos implican cognición. Por ejemplo, la RO
(respuesta de orientación) es la consecuencia de una reacción al cambio (novedad), que
desencadena la activación de procesos de juicio y comparación, no siempre conscientes,
que conducen a la toma de decisiones y se traducen en una conducta.
A nivel metodológico, la psicopatología se configura como un área de investigación, que estudia cómo
funcionan los procesos cognitivos anómalos y cuáles son los contenidos de esos procesos, con técnicas y modos
propios de la psicología cognitiva. Su objetivo no es la aplicación práctica de sus resultados, sino buscar las
mejores respuestas a los problemas, teniendo como marco de referencia la investigación rigurosa, sistemática y
ética. La aplicación práctica de modelos y técnicas servirá para replantear, ajustar, modificar y explorar la
viabilidad y utilidad de las respuestas iniciales. La disociación entre investigación y aplicación estaría condenada
al fracaso.
1. El objeto de estudio en psicopatología son las experiencias, sentimientos y/o actividades mentales y
comportamentales inusuales o anómalas, disfuncionales y dañinas, inadaptadas y fuera de control, y que
provoquen interferencias o deterioro en el desarrollo personal, en el comportamiento y en las relaciones
sociales.
2. Lo psicopatológico se conceptúa en términos dimensionales: grado del fenómeno, estabilidad (o no),
variables que median en el incremento y atenuación, y grado en que difieren de la normalidad.
3. Las diferencias entre normalidad y psicopatología son cuantitativas (de grado). Las diferencias de grado
conllevan diferencias cualitativas en el procesamiento de la información y en la forma de experimentar
la realidad. Por ejemplo, ante estados de ansiedad se produce un procesamiento preferente de
estímulos amenazantes. Estas experiencias, sentimientos o actividades anómalos no son necesariamente
mórbidos.
4. El objetivo preferente de la investigación en psicopatología es el funcionamiento de los procesos
cognitivos anómalos.
5. La investigación se puede llevar a cabo en situaciones naturales o artificiales. En las condiciones
artificiales de laboratorio es necesaria la reproducción fiel de los contextos. Los datos útiles provienen
de la información subjetiva (como cuestionarios) y de lo directamente observable por el experimentador
(rendimiento de tarea, respuestas motoras...).
6. La salud mental se define sobre: la habilidad para adaptase a los cambios y demandas internos y
externos; los esfuerzos de auto-actuación (búsqueda de novedades y cambios que supongan retos); los
sentimientos de autonomía funcional y capacidad de autodeterminación.
Es equívoco hablar de un único modelo cognitivo de la psicopatología. Tenemos modelos sobre determinados
trastornos (depresión, ansiedad, esquizofrenia), sobre experiencias anómalas (alucinaciones, delirios) o sobre
anomalías en procesos de conocimiento (atención, percepción, memoria) o en sus contenidos (atribuciones,
categorías), y/o en las estructuras superiores de control (conciencia, sí-mismo). Pero se puede hablar con
razonable seguridad de una psicopatología cognitiva.
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Psicopatología. Cap 2. Vol I UNED Dolores Latorre
Cabe decir que ningún modelo particular de psicopatología captura todas las formas de psicopatología, es decir,
no abarca todos los aspectos de la “anormalidad”. Utilizar un solo modelo nos daría unos resultados
parcialmente correctos, pero no se podría ver “la realidad” en su conjunto. Por ello se hace necesaria una
aproximación multidisciplinar. Pero surge un problema si se trata de hacer una aproximación multidisciplinaria
epistemológica de sistemas teóricos irreconciliables, por lo que no sería aceptable decir que todos los modelos
son igualmente válidos.
Así como la revolución de Watson consistió en trasladar el objeto de la psicología de la mente a la conducta, la
revolución cognitiva hace lo contrario, volver a los contenidos de la mente como finalidad. Mientras que un
psicólogo mentalista tiende a inferir procesos mentales a partir de la conducta, un psicólogo conductual define
tales procesos en términos conductuales.
La evidencia actual se engloba en el modelo cognitivo, pero hay un gran solapamiento conceptual con el
modelo conductual, como la cognición y el condicionamiento, por lo que “cognitivo-conductual” tiene
información redundante (Zinbarg, 1993), ya que muchas teorías psicopatológicas cognitivas son igualmente
conductuales, al menos en los conceptos fundamentales. Por ejemplo, la evidencia nos muestra que la
exposición, uno de los principales procedimientos de la terapia de conducta (eficaz para eliminar la ansiedad),
induce cambios conductuales mediados por mecanismos del procesamiento de la información. Las cogniciones
afectan al condicionamiento tanto como el condicionamiento genera cogniciones, que a su vez afectan al
condicionamiento.
Cuando se han separado los procesos del condicionamiento y de lo cognitivo (consciente-no consciente,
automático-controlado, voluntario-involuntario), se ha mostrado su inutilidad y su falta de realismo. Cabe
interpretar que los términos de cognición y condicionamiento no están bien definidos y se trata de fenómenos
altamente solapados que incluyen procesos tanto automáticos como controlados. Tal dicotomía no ha resultado
ser científicamente válida. Por ejemplo, las fobias pueden aprenderse por aprendizaje vicario. En este caso, ¿es
condicionado o cognitivo?
Los términos cognitivo y condicionado han sido utilizados durante muchos años con un sentido político. Las
connotaciones políticas pueden tener un papel en algunas esferas, pero este no es el caso en la escena
científica. La investigación conductual tiene mucho que ofrecer al condicionamiento futuro de la
psicopatología. Si abandonamos las inclinaciones políticas (condicionamiento vs. cognición) y utilizamos
orientaciones (E-E) más contemporáneas, entonces ciertos fenómenos psicopatológicos pueden comenzar a
ser comprendidos desde la perspectiva del condicionamiento. (Rapee)
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Psicopatología Cap 3. Vol I UNED Dolores Latorre
Los taxones se describen en términos de conjuntos de objetos o como enfermedades orgánicas. Son elementos
significativos de la naturaleza que existen con independencia de que seamos capaces de identificarlos o no. Si se
tratase de una categoría arbitraria sería algo dimensional. En psicopatología es importante determinar cuándo
un fenómeno es de naturaleza taxónica y cuándo de naturaleza dimensional, lo cual se lleva a cabo mediante
taxometría.
Así que los 2 principales enfoques en psicopatología para llevar a cabo las clasificaciones son:
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Psicopatología Cap 3. Vol I UNED Dolores Latorre
La psicología de los años 50-60 se caracterizó por una actitud general antidiagnóstica,
considerando inadecuado etiquetar a los sujetos basándose en los principios de los sistemas
de clasificación. En el DSM-I (1952) se hizo una agrupación simplista de tres grandes grupos
de trastornos mentales globales: psicosis orgánicas, neurosis psicógenas y trastornos del
carácter. El DSM-II (1968) también aplicó descripciones globales de los trastornos mentales. No se consideraba
tan relevante la delimitación de los síntomas como la dinámica de los conflictos subyacentes. Mischel (1968)
denunció que los DSM-I y DSM-II adolecían de serias dificultades metodológicas en cuanto a validez y fiabilidad.
La oposición al modelo médico de enfermedad se debía a que éste asumía causas subyacentes a las categorías
sindrómicas. Por ejemplo, en el enfoque conductual se desarrolló el análisis funcional de la conducta y se
enfatizó en que el diagnóstico psiquiátrico no era útil porque no aportaba información sobre el sujeto individual
y no permitía llevar a cabo un análisis operativo de la conducta problema y sus elementos funcionales
(antecedentes y consecuentes).
Los sistemas de clasificación ayudan a ordenar y organizar los conocimientos de una disciplina, de manera que
podrán ser aplicados a la psicopatología, para construir un marco de referencia conceptual. Varios autores
destacan las ventajas de proporcionar una clasificación de la conducta anormal:
1. Posibilitar la comunicación entre profesionales, con un uso común del lenguaje para describir la
psicopatología, facilitando la replicación de trabajos, las acciones interdisciplinares, la homologación de
tratamientos, los estudios epidemiológicos y el análisis de la efectividad de las terapias.
2. Facilitar la recuperación de la información. La información fragmentada se recupera más fácilmente, y se
recuerda mejor la sintomatología del paciente al estar organizada y sistematizada. Esto agiliza el
diagnóstico.
3. Contribuir a la construcción de la teoría. La clasificación de un trastorno forma una representación del
constructo teórico que establece la base con la que se elabora y prueba la teoría.
4. Definir e impulsar la investigación.
5. Aportar ventajas específicas:
a. Acumular información y documentación.
b. Hacer predicciones de forma longitudinal.
c. Clarificar la etiología de los trastornos; la homogeneidad en individuos con el mismo trastorno
incrementa la eficacia de la investigación sobre factores etiopatogénicos.
6. Beneficiar a la psicología clínica:
a. Diagnósticos más precisos y fiables.
b. Determinar el tratamiento más adecuado.
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Psicopatología Cap 3. Vol I UNED Dolores Latorre
Se ha señalado que se maximizan los sistemas de clasificación y diagnóstico cuando se integran aspectos
categoriales y dimensionales. Es lo que hace el transdiagnóstico: enfoque que formaliza la psicopatología
desde un conjunto de procesos cognitivos y conductuales etiopatogénicos causales y/o de mantenimiento, los
cuales constituyen la base sobre la que se pueden organizar los trastornos mentales en grupos o espectros.
El transdiagnóstico supone una nueva forma de entender y de tratar los trastornos mentales. En lugar de centrarse en lo
específico y diferencial de cada uno de ellos, su atención se localiza en lo que tienen en común, en los procesos psicológicos
que subyacen a muchos de ellos.
1. Modelos jerárquicos.
2. Modelos categoriales.
3. Modelos dimensionales.
4. Modelos circumplejos: Parten del supuesto de que una dimensión adopta una ordenación circular,
donde la mitad del círculo es el opuesto a la otra mitad.
5. Modelos híbridos: Combinación de los modelos categorial y dimensional. Algunos autores lo han
llamado “radex”. Por ejemplo, combinar un trastorno (categoría) con el nivel de gravedad (dimensión).
No son excluyentes entre sí y algunos se relacionan, como los categoriales con los jerárquicos y los
dimensionales con los circumplejos.
Pero desde la psicopatología es difícil apoyar estos supuestos, en el sentido de que los estudios
epidemiológicos indican que hay altas tasas de comorbilidad entre diferentes trastornos, es decir, coexisten dos
o más categorías diagnósticas en una misma persona como regla y no como excepción. Además, hay evidente
heterogeneidad dentro de un mismo trastorno en cuanto a gravedad y sintomatología. Esto refleja las
limitaciones del modelo categorial. Por ejemplo, en el caso de la ansiedad y la depresión, es complejo
determinar dónde está el umbral para decidir si un paciente manifiesta el trastorno.
Un sistema dimensional clasifica los casos clínicos basándose en la cuantificación de atributos más que en la
asignación de categorías, centrándose en el grado en el que se puede clasificar a un individuo en función de la
gravedad de determinadas dimensiones, así que describe fenómenos distribuidos de forma continua y sin
límites definidos. Esto resulta más congruente con el enfoque de la psicopatología desde una perspectiva
psicológica.
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Psicopatología Cap 3. Vol I UNED Dolores Latorre
Los enfoques categoriales (cualitativos) dominan los principales sistemas de clasificación, pero no tienen que ser
necesariamente excluyentes con los dimensionales (cuantitativos), de forma que se pueden usar modelos
híbridos.
Desde la psicología conductual se han sugerido opciones alternativas de clasificación a los sistemas clásicos,
como en 1977 el PRCS (Psychological Response Classification System), donde se clasifican las conductas, no los
individuos, en base a 6 sistemas de respuesta: motor, perceptivo, biológico, cognitivo, emocional y social. Se
definen operativamente a través de categorías de respuesta, por lo que se basa en datos objetivos en lugar de
inferencias.
A partir de Freud y su teoría sobre la neurosis cambia la perspectiva, porque para él la neurosis no
tiene un origen orgánico sino psicológico (en contra de la visión de Cullen). Freud estableció que
existían 2 tipos de neurosis según la ansiedad experimentada:
1. Ansiedad sentida: incluyó aquí las neurosis fóbicas y las neurosis de ansiedad.
2. Ansiedad inferida: incluyó aquí las neurosis obsesivo-compulsivas y la histeria.
Cabe destacar que el enfoque categorial es práctico, intuitivo y fácil de aplicar. El enfoque dimensional es más
complejo, laborioso y menos familiar. Ambos enfoques parecen necesarios y complementarios, y se hace
incomprensible que un psicólogo defienda un enfoque puramente dimensional, desechando la evidencia. En
este sentido, la taxometría posibilita conocer la naturaleza de los trastornos para saber si es categorial,
dimensional o mixto, porque está dirigida a identificar la naturaleza de las entidades objeto de clasificación y así
detectar la existencia de taxones, para diferenciarlo de los fenómenos continuos (dimensiones).
Por ejemplo, se ha puesto de relieve la naturaleza taxónica de algunos dominios psicopatológicos: esquizotipia,
disociación, consumo de sustancias (alcohol, nicotina), autismo, ludopatía, riesgo de suicidio, paidofilia y
psicopatía. La esquizotipia se solapa con síntomas de la esquizofrenia y del trastorno de personalidad
esquizotípico (“deslizamiento cognitivo” con percepciones inusuales, creencias mágicas, pérdida de asociaciones
y pensamiento tangencial, y también anhedonia). También se ha demostrado un taxón de la disociación
(trastornos disociativos), que es una falta de integración de las funciones de la conciencia, la memoria, la
identidad y la percepción del medio. Para la psicopatía, la evidencia es menos consistente.
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Psicopatología Cap 3. Vol I UNED Dolores Latorre
En relación a otros trastornos (alimentarios, depresión, ansiedad, personalidad...) hay evidencia de su naturaleza
no taxónica. Aunque puede haber taxones relacionados con subtipos específicos de depresión, pero no hay
evidencia de que exista un taxón general para la depresión; y lo mismo ocurriría con otros trastornos (p. e. un
taxón de vulnerabilidad cognitiva al trastorno de pánico).
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Psicopatología Cap 3. Vol I UNED Dolores Latorre
A partir del siglo XX hubo una atmósfera de rechazo hacia la actividad clasificatoria en psiquiatría y psicología
clínica, básicamente por la influencia del psicoanálisis. Además, desde el conductismo se criticaba el diagnóstico
tradicional por su escasa consideración de la valoración individual. Los humanistas mostraban rechazo a ese
diagnóstico por su carácter “deshumanizador”, por los efectos negativos sociales de aplicar una “etiqueta” al
individuo y porque el desarrollo del tratamiento tenía poco valor. Además, los sistemas diagnósticos de la época
eran poco fiables.
Actualmente se han desarrollado procedimientos cognitivo-conductuales para trastornos específicos, así como
tratamientos psicofarmacológicos e instrumentos psicométricos.
Los sistemas de clasificación de la APA (American Psychiatric Association) y la OMS son paralelos, con categorías
diagnósticas equiparables, por lo que son compatibles. Aunque el DSM ha marcado las pautas de clasificación
de los trastornos mentales hasta la fecha.
Los estudios sobre la fiabilidad de los diagnósticos de estas versiones DSM en los años 50-70 dan un resultado
inferior a 0,50.
Este nuevo paradigma categorial basado en síntomas incrementó el número de trastornos pero no de conductas
tratadas en psiquiatría, ni supuso un incremento de la medicalización. Según Sandín (2013), el DSM-III significó
el triunfo de Kraepelin sobre Freud, es decir, cambiar del paradigma psicosocial (dimensional) al basado en
síntomas (categorial). Además, el DSM-III introdujo el sistema de diagnóstico multiaxial, que mediante 5 ejes
mejora la claridad conceptual en la descripción de los casos y facilita la organización de la información clínica:
Trastorno mental. Síndrome que se caracteriza por una perturbación clínica en la cognición, la regulación emocional o la
conducta, que refleja una disfunción en los procesos psicológicos, biológicos o del desarrollo, que subyacen al
funcionamiento mental.
El DSM-III también era ateórico (neutral en cuanto a causas o teorías etiológicas), por lo que facilitó su
utilización por cualquier clínico (psiquiatría, psicología, medicina, psicología forense...).
Ambos sistemas conviven desde hace años, llegando a tener carácter oficial a nivel internacional. Por eso el DSM
ha adoptado los códigos de diagnóstico de la CIE.
El DSM-IV tiene unos criterios diagnósticos más precisos, claros y descriptivos que el DSM-III. También incluye
de forma explícita y específica los criterios de significación clínica, para poder efectuar el diagnóstico.
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Psicopatología Cap 3. Vol I UNED Dolores Latorre
En 2013 se produjo la publicación del DSM-5. Incluyó aspectos como la incorporación de los avances
neurocientíficos en psicopatología y psiquiatría, la posibilidad de añadir criterios dimensionales a los trastornos
y la necesidad de delimitar los trastornos según el ciclo vital, el género y las características culturales. Se elaboró
desde 1999 con múltiples grupos de trabajo que revisaron la literatura validada empíricamente, los ensayos de
campo realizados, la información abierta a la opinión pública de profesionales y los criterios de diagnóstico.
Incluye 22 grupos generales de trastornos. Se pretendió inicialmente un cambio de paradigma basado en una
coherencia de conjuntos de síntomas hacia un sistema dimensional basado en circuitos cerebrales y evidencia
neuroquímica. Pero se ha optado por una opción intermedia, es decir, no renunciar al enfoque categorial de
base, pero introduciendo conceptos psicológicos dimensionales. Los principales cambios afectan a múltiples
aspectos de la clasificación de los trastornos mentales e incluyen:
La capacidad intelectual: trastorno del desarrollo intelectual; dimensiones conceptual, social y práctica.
El trastorno del espectro del autismo: dimensiones de comunicación social y conductas
restrictivas/repetitivas.
El espectro de la esquizofrenia y otros trastornos psicóticos: dimensiones de delirios, alucinaciones,
pensamiento/lenguaje desorganizado, conducta psicomotora anormal, y síntomas negativos.
Trastornos neurocognitivos: dimensiones de atención compleja, función ejecutiva, aprendizaje y
memoria, lenguajes, perceptivo-motora y cognición social.
1. Instrumentos dirigidos a efectuar evaluaciones diversas sobre síntomas transversales, para identificar
áreas adicionales de estudio que favorezcan el diagnóstico y tratamiento.
2. Instrumentos varios de evaluación de la gravedad del trastorno (medidas específicas).
www.psychiatry.org/dsm5
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Psicopatología Cap 3. Vol I UNED Dolores Latorre
También se describen trastornos según etapas del ciclo vital y se suprime el sistema multiaxial (a pesar de su
utilidad clínica). Establece “trastornos del neurodesarrollo” en lugar del grupo de la infancia y la adolescencia.
Los trastornos se ordenan según el ciclo vital (edad).
Se hace énfasis en el modelo biomédico. Se cambian los “trastornos cognoscitivos” del DSM-IV por “Trastornos
neurocognitivos”. Otros cambios son:
Destaca el trastorno de síntomas somáticos, el trastorno neurocognitivo leve, el trastorno de desregulación del
ánimo disruptivo, el trastorno de atracones y el trastorno de ansiedad hacia la enfermedad. Estos han sido
duramente criticados. Por ejemplo, un paciente con cáncer tendría el trastorno de síntomas somáticos por tener
elevada sintomatología somática. O los niños con cambios en el estado de ánimo no necesariamente tienen un
trastorno mental. También existe el declive cognitivo natural que no constituye un trastorno mental.
Los puntos más críticos han sido la expansión del sistema diagnóstico (nuevos trastornos) y la reducción de los
umbrales en algunas categorías diagnósticas, que podrían dar lugar a una inflación de diagnósticos, creando
falsas epidemias.
El NIMH (National Institute of Mental Health) ha manifestado que este sistema de diagnóstico no es válido
porque se basa en síntomas clínicos en lugar de hacerlo en la biología, como el resto de la medicina. Apuesta
por el sistema Research Domains Criteria (RDoC) que busca mejorar el diagnóstico psiquiátrico con una
“medicina de precisión”. La BPS (British Psychological Society) defiende dar menos importancia al diagnóstico y
más al análisis biopsicosocial. También se ha criticado la desaparición de la evaluación multiaxial.
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Psicopatología Cap 3. Vol I UNED Dolores Latorre
Desde la propia psiquiatría científica se ha alertado de que una psiquiatría como neurociencia aplicada
revaloriza el cerebro, pero la conduce a una disciplina sin mente, sin sociedad y sin cultura (Bracken, 2012).
Desde el contexto médico y psicológico se puede decir que el DSM-5 supone una evolución, pero no una
revolución.
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Psicopatología Cap 3. Vol I UNED Dolores Latorre
Se observan avances hacia una clasificación más válida de la psicopatología, acercando los modelos categorial y
dimensional, combinando síndromes clínicos con dimensiones psicopatológicas clínicamente relevantes.
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La 2ª edición de la CIE no se ha publicado, tan sólo borradores. No implica mejoras relevantes con respecto al
DSM-5. No parece viable el salto a un nuevo paradigma categorial. La CIE-11 clasifica los trastornos mentales en
el grupo de Trastornos mentales, del comportamiento y del neurodesarrollo . Se definen como síndromes con
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Psicopatología Cap 3. Vol I UNED Dolores Latorre
perturbaciones cognitivas, que reflejan una disfunción en los procesos psicológicos, biológicos o del desarrollo.
La CIE-11 clasifica 21 grupos generales de trastornos mentales.
Surge en el nuevo CIE la incongruencia de género (antiguamente trastorno de la identidad sexual, y en el DSM-5
disforia de género), en línea con las reivindicaciones de los grupos LGTB.
Resaltar que la adicción a los juegos es ahora considerada como trastorno mental (gaming disorder), cuando
son juegos digitales o videojuegos, y que es diferente del juego patológico (gambling disorder), el cual se
refiere a jugar dinero (apuestas, etc). La hipocondría se sitúa en el grupo de Trastorno obsesivo-compulsivo o
trastornos relacionados.
Aunque en el DSM-IV se reconoció el enfoque categorial como insuficiente, el enfoque dimensional se vio como
menos útil en clínica e investigación y con limitaciones, por ser las descripciones dimensionales numéricas
menos familiares y claras que los nombres de las categorías, y porque no hay acuerdo para elegir la dimensión
óptima para una clasificación. Recientemente se ha
intentado clasificar la conducta anormal con enfoques
dimensionales, basándose sobre todo en la psicología, como
el HiTOP (Hierarchical Taxonomy of Psychopathology).
También se está desarrollando desde la medicina el RDoC
(Research Domain).
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Psicopatología Cap 3. Vol I UNED Dolores Latorre
En contraste con los criterios politéticos que se refieren a los síntomas, este nuevo modelo se basa en el
deterioro moderado o grave de áreas de funcionamiento de la personalidad (identidad, autodirección, empatía
e intimidad) y en 5 rasgos de personalidad desadaptativos: afectividad negativa (frente a estabilidad emocional),
desapego (frente a extraversión), antagonismo (frente a afabilidad), desinhibición (frente a escrupulosidad) y
psicoticismo (frente a lucidez o apertura). Constituyen una extensión del modelo de los 5 factores. Comprenden
25 facetas de rasgos de personalidad. Por ejemplo la hostilidad (de la afectividad negativa) o la impulsividad (de
la desinhibición).
Uno de los modelos dimensionales basado en métodos cuantitativos para la infancia y la adolescencia habla de
síndromes interiorizados y síndromes exteriorizados (Achenbach, 1966), con dimensiones de:
“Banda ancha”.
o Banda interiorizada. Síndromes de “banda estrecha” (ansioso/depresivo, sintomatología
somática y retraimiento).
o Banda exteriorizada. Problemas de “banda estrecha”, conflictos sociales (conducta agresiva,
síndromes de problemas sociales, ruptura de reglas).
Ambos no son excluyentes. La comorbilidad entre las conductas de ambas dimensiones es elevada. Los
síndromes de problemas atencionales y de pensamiento no entran en estas 2 grandes dimensiones.
El modelo tripartito (afecto negativo y positivo, ansiedad y depresión) de Clark y Watson (1991) relacionó los
aspectos comunes y los específicos de la ansiedad y la depresión. Aunque sólo diferenciaron entre afectividad
(positiva y negativa) y activación fisiológica, se establecen unas bases para clasificar los trastornos emocionales.
Clasificaron 3 subtipos:
Brown (1998) amplió el modelo, enfatizando en que los trastornos de ansiedad y del estado de ánimo son
trastornos de la emoción (ansiedad, miedo y depresión). Sugirieron una correspondencia con el modelo
tripartito de Clark y Watson (1991):
Watson (2008) enfatizó en la jerarquía y la necesidad de establecer una susperclase de trastornos emocionales.
Partió de la elevada comorbilidad entre síntomas depresivos (tristeza, depresión) y síntomas de ansiedad y
miedo en t. de ansiedad y depresión. Esta superclase debería dividirse en 3 subclases:
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Psicopatología Cap 3. Vol I UNED Dolores Latorre
El t. obsesivo-compulsivo compartiría síndromes que se sitúan fuera de los t. de ansiedad y del estado del
ánimo, por lo que podría llamarse “síndromes del espectro obsesivo-compulsivo”.
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El Consorcio HiTOP (40 psicólogos coordinados por R. Kotov, 2017) introduce una nueva clasificación empírica y
jerárquica de los t. mentales, para solucionar algunos problemas tradicionales, como la discontinuidad en lo
normal y lo anormal, la heterogeneidad de cada trastorno, la comorbilidad entre trastornos y la baja estabilidad
de los trastornos. Así que se basan en la covariación empírica de los síntomas para reducir la heterogeneidad.
Reduce los problemas de la separación entre síndromes y la inestabilidad diagnóstica (Figura 3.1.).
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Psicopatología Cap 3. Vol I UNED Dolores Latorre
Los autores aportan pruebas sobre la evidencia de validez externa de los espectros y subespectros, incluyendo
criterios de validación, como vulnerabilidad genética compartida (p. e. estudios genéticos moleculares), factores
de riesgo ambientales comunes (p. e. estudios de gemelos), anormalidades neurobiológicas (p. e. diferenciando
entre los subfactores de distress y miedo), curso de la enfermedad (p. e. fenómenos de recuperación), deterioro
funcional (p. e. la dimensión de afecto negativo que explica el deterioro asociado a los síntomas de ansiedad y
depresión), la eficacia del tratamiento (p. e. terapia cognitivo-conductual transdiagnóstica que puede
implementarse para espectros o subfactores).
El HiTOP integra enfoques empíricos como los derivados del modelo tripartito, las propuestas sobre síndromes
interiorizados y exteriorizados y el enfoque de clasificación de las dimensiones y t. de la personalidad. También
hay una consistencia con clasificaciones tradicionales, como separar t. neuróticos, t. psicóticos y t. de conducta y
personalidad.
Los Research Domain Criteria (RDoC) buscan una base explícitamente biológica y con fines de investigación, a
través de medidas neuro-biológicas y conductuales (Figura 3.2.).
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Psicopatología Cap 3. Vol I UNED Dolores Latorre
modelo puramente médico, así como en asumir que los t. mentales son t. del cerebro. Los RDoC proporcionarán
una visión completa sobre el papel del cerebro en las dimensiones de la conducta humana, pero no tanto para
la clasificación y diagnóstico de la psicopatología.
De acuerdo con los conceptos y métodos de análisis taxométricos actuales, se observa que
ni todos los trastornos son dimensionales, ni muchos dejan de ser categoriales. Un
constructo psicopatológico puede compartir ambas características.
Su formalización se inició tras la publicación del trabajo de Fairburn et al. (2003). Partieron de que los pacientes
con trastornos alimentarios, con independencia del tipo de trastorno, suelen compartir síntomas nucleares
(sobrevaloración de la silueta y peso corporal, preocupación excesiva por las dietas, etc.) y también ciertos
procesos psicopatológicos genéricos (perfeccionismo, baja autoestima, intolerancia emocional y dificultades
interpersonales).
Barlow et al. (2004,2018) parten de la existencia de un espectro amplio basado en el neuroticismo (o afecto
negativo), propuesto como dimensión latente de vulnerabilidad hacia los trastornos emocionales. Este factor
general también podría ser aplicado a otros trastornos de afecto negativo (alimentarios, bipolares,
somatomorfos, disociativos). También se apoyan en el modelo tripartito sobre afecto, ansiedad y depresión,
enfatizando sobre la elevada comunalidad fenomenológica entre ansiedad y depresión. Subrayan 4 constructos
psicopatológicos transdiagnósticos nucleares para t. emocionales:
Los dos primeros procesos están implicados en las evaluaciones negativas antecedentes características de
pacientes con t. de ansiedad y/o depresión, como señales de peligro internas (sensaciones físicas) o externas,
expresadas en evaluaciones erróneas de sobre-estimación o catastrofismo. Esto lleva a la evitación emocional
(distracción, racionalización, rituales cognitivos, supresión emocional, preocupación/rumiación, búsqueda de
señales de seguridad).
Las conductas impulsadas por la emoción (CIE) son respuestas que reducen la intensidad de las sensaciones en
estados emocionales demasiado intensos. Pueden ser adaptativas (protección ante un peligro) o desadaptativas
(p. e. aislare ante la emoción de depresión elevada).
Harvey et al. (2004) categorizaron 5 dominios psicológicos: atención, memoria, razonamiento, pensamiento y
conducta. Asumen que algunos procesos podrían solaparse, p. e. la evitación atencional puede ser considerada
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Psicopatología Cap 3. Vol I UNED Dolores Latorre
también una conducta de seguridad (como una persona que evita la mirada porque se protege del rechazo
social).
Se han sugerido otros constructos transdiagnósticos, como estrategias de regulación emocional (reevaluación,
evitación emocional, resolución de problemas...), la sensibilidad a la ansiedad, la intolerancia a la incertidumbre y
el perfeccionismo.
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