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RESUMEN
No basta con brindar “pan, techo y abrigo”, no basta con la voluntad de los adultos
de atender a niños/as y adolescentes vulnerados en sus derechos con la expectativa
de que éstos “agradezcan” su noble labor. Se hace necesario que esta atención sea
consciente, especializada, centrada en las necesidades de los NNA, con un mundo
adulto flexible a comprender ese mundo, esas particularidades, desde una
perspectiva inclusiva en la búsqueda constante de abrir nuevos canales de
comunicación. Las familias de acogida externa, se enfrentan a una importante
vitrina, que las y nos obliga a una formación constante.
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La Convención sobre los Derechos del Niño, hito que ocurre en 1989, trae consigo
una cadena de consecuencias que, luego de su ratificación por los distintos países,
obligan a pensar la forma en que se atiende a la infancia y la manera en que se
producirán los ajustes de prácticas que venían dándose por décadas y que, por
mucho tiempo, fueron consideradas una norma incuestionable y estática. Todo lo
anterior, con la complicidad y determinación del mundo adulto que establecía “lo
que era mejor” para la atención de este importante grupo de la sociedad. En Chile,
tras la ratificación de la CDN en 1990 comienza un lento camino que busca que el
enfoque de derechos sea una realidad en el ejercicio ciudadano a todo nivel, pero
como señala Muñoz, G. y Abarca, V. (2016) “…la generación de condiciones
efectivas para que las personas puedan ejercer sus derechos, tanto individuales
como colectivos, sigue siendo una tarea pendiente”. Lo que ocurre en nuestro país
no es una realidad ajena y extraña, ocurre en diversos países y cada cual realiza
los acomodos de acuerdo a sus propias prioridades y urgencias. En Chile, en la
década previa a 1990, en donde los “hogares de menores” eran masivos,
considerados una primera respuesta a la “situación irregular” y además ni su ingreso
ni su permanencia eran controlados, la ratificación de la CDN más la instalación de
la democracia, abrían un camino a mirar la forma en que se atendía a los NNA en
contextos de vulneración de derechos desde una nueva perspectiva, asumiendo el
compromiso que implicaba dicha ratificación y los compromisos asociados a esa
acción.
A partir de dichas Directrices, los países cuentan con una importante posición de la
ONU sobre lo que debiera considerarse prioritario en el ámbito proteccional y cuál
debería ser la mejor respuesta frente a necesidades de última ratio cuando se
requiere una acción oportuna del Estado frente a las graves situaciones de
vulneraciones de derecho que afectan a niños, niñas y adolescentes. Es así como
la alternativa de entornos familiares toma cada vez más relevancia en nuestro país
y ya en 2018, se produce el Acuerdo Nacional por la Infancia (Ministerio de
desarrollo Social) en donde toma protagonismo el fortalecimiento de las Familias de
Acogida y todos los procesos asociados a lograr que dicho modelo se transforme
en una respuesta prioritaria y que vele por brindar una atención personalizada, en
un ambiente protector y reconocido de forma natural por los niños, niñas y
adolescentes. Ello en claro versus con los modelos institucionales imperantes que
están orientados a atender grupos de NNA no logrando dicha personalización con
entornos altamente expuestos al estrés y a la violencia.
respuesta, tanto desde los tribunales de familia, como del Servicio que brinda la
oferta en dicha atención hoy llamado Servicio Nacional de Protección a la Infancia
y Adolescencia (ex SENAME).
una vez que se hayan resuelto o hayan desaparecido las causas que
originaron la separación, debería responder al interés superior del niño,
ateniéndose a los resultados de la evaluación prevista en el párrafo 49 infra”.
Dichas necesidades deben contar con tipos de adultos que permitan satisfacerlas y
con disposición al trabajo colaborativo. Ello guía el proceso de evaluación de
idoneidad de estas familias y permite contar con indicadores de lo que dicha familia
necesitaría, en apoyo, para cumplir adecuadamente su rol. Dicha brecha, debe ser
asumida por los proyectos que intervienen, mediante un Plan de Capacitación, que
debe diseñarse en base a cada familia evaluada. Esta versión de las Orientaciones
Técnicas muestra un gran avance en relación a su antecesor de 2019 y muestra, en
la teoría, un mayor acercamiento hacia una intervención desde el enfoque de
derechos, tomando como norte, el que los adultos se adapten y den respuestas a
las necesidades de los NNA.
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA