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Una propuesta de modificación al artículo 3° constitucional

José Enrique González Ruiz


El 1 de julio del 2008 el régimen político dominante de México perdió en las urnas. Esto,
sin posibilidad de realizar un fraude electoral, como les es ya costumbre. Dado que más de
treinta millones de mexicanos habían votado por un cambio, representado por Andrés
Manuel López Obrador. Esto nos colocó en la posibilidad de realizar transformaciones de
fondo en el funcionamiento del aparato del poder. El candidato triunfador ofreció cosas
importantes, entre las que destacan las de poner fin a la corrupción y terminar con la
impunidad.

Es de conocimiento de todos que la corrupción se encontraba inmersa dentro del sistema


público y social. Y para lograr transformar a México en una nación justa y soberana, se
deben de analizar los golpes que esta ha recibido. Iniciando con la llegada del
neoliberalismo a México durante los años 80, con el documento La Revolución Educativa,
firmada por Jesús Reyes Heroles. Las grandes economías aprovecharon la situación
dependiente de los países recién incorporados a este modelo económico y les impusieron
reglas de organización y funcionamiento de la Economía, de la Política y de la Ideología
(que incluye a la Educación). Fue durante estos años que, como lo mencionaba Gabriel
Vargas en su texto La filosofía en la sociedad de México contemporáneo (2008), se buscó
minimizar a la filosofía dentro de los bachilleratos y de las instituciones de educación
superior. Lo anterior causó manifestaciones y movimientos sociales, entre los cuales se
destaca la Gran Huelga Rebelde de 1999-2000, que detuvo la intentona de imponer los
cambios ordenados por los organismos internacionales.

El tiempo pasó, y en 2010 el “gobierno que gobierna a los gobiernos” elaboró el documento
“Acuerdo de Cooperación México-OCDE para mejorar la calidad de la educación en las
escuelas mexicanas” en el que formularon 15 recomendaciones que se basaron en la idea
central de “diseñar una estrategia de largo plazo” para cumplir los objetivos que buscaban.
Entre ellas se destacan las siguientes:

I. Consolidar una profesión docente de calidad. Punto 5.- Abrir todas las plazas docentes a
concurso. Punto 8.- Evaluar todo el sistema para ayudar a mejorarlo.
II. Fomentar el liderazgo, la gestión y la participación social. Punto 10.- Profesionalizar la
formación y el nombramiento de directores. Punto 12: Incrementar la autonomía escolar
para que los directores puedan contratar o despedir docentes. Punto 14.- Fortalecer la
participación social creando consejos escolares con poder e influencia real “sobre aspectos
importantes”.

Este documento contiene los puntos esenciales de lo que después se llamaría reforma
educativa: la evaluación del quehacer de los docentes para decidir sobre su ingreso,
promoción y permanencia; el fortalecimiento del aparato evaluador (Instituto Nacional de
Evaluación de la Educación); y la desaparición de la estabilidad en el empleo, pues el
docente deja de ser trabajador (en lo sucesivo se le llamará Profesional Docente).

Al inicio de la segunda década del siglo XXI, la OCDE presionaba para que se efectuaran
más ajustes políticos en el aparato del Estado. No había tomado posesión Enrique Peña
Nieto, cuando vino Ángel Gurría Ordóñez a llamarle la atención. Obtuvo en 2012 una
declaración de intenciones de quien llegaría a la presidencia, en la que se comprometía a
realizar los cambios que le eran “sugeridos”. Dijo Gurría que México es “el país con menor
desarrollo relativo y mayores desigualdades de la OCDE”; y que aun cuando dedica un
porcentaje considerable del Producto Interno Bruto (PIB) a la educación, “tenemos el peor
desempeño”. Mencionó la necesidad de tres ejes para el cambio: a) reformas estructurales;
b) política social; y c) crecimiento verde. Concluyó arengando: “Llegó el momento de salir
de la mediocridad de la media tabla”.

Luego de esto, la OCDE emitió un documento llamado “Gatting it right” donde Gurría se
refirió a los 95 compromisos del Pacto por México (signado por el PRI, el PAN y el PRD)
como la base para los cambios. Confió en que sus reformas “llevarán a México a mejorar su
desempeño económico, reducir las desigualdades y avanzar hacia un nivel más elevado de
desarrollo para beneficio de todos los mexicanos”.

Ya sabemos que la redacción de los documentos oficiales tiene que ser traducida a la
realidad, en este caso, lo que se buscaba era a) quedar bien los banqueros globales que
prestan recursos a los Estados endeudados, diciendo que estaban haciendo esfuerzos para
lograr que los estudiantes de educación básica de México son capaces de aprobar las
evaluaciones estandarizadas que los primeros aplican. b) anticipar que la reforma educativa
se propone alcanzar todos los niveles educativos, incluyendo el universitario. Y c) quitar a
los sindicatos toda intervención en las decisiones educativas, partiendo de la idea de que el
SNTE (charro, del gobierno) tiene la rectoría de la Educación Básica. Lo anterior trajo
consigo resistencia y plantones por parte de los docentes mexicanos, ante la imposición de
nuevas reglas que aplastaban sus derechos laborales.

Dado a que el sector empresarial es un aliado del gobierno, los Claudio X. González
crearon la agrupación denominada “Mexicanos Primero”. Misma que propone incidir en el
tema de la reforma educativa de forma permanente y sostiene que “Los cuatro caminos
propuestos para lograr la transformación educativa son: recuperar la rectoría del Estado
Mexicano en educación, profesionalización docente, gasto transparente y eficiente, y
autonomía y participación de las escuelas”.

Por cuenta de Enrique Peña Nieto y Aurelio Nuño hubo miles de maestros despedidos y
encarcelados, así como personas privadas de la vida (en Nochixtlán, sobre todo). Emilio
Chuayffet, a la sazón secretario de Educación Pública, comenzó a aplicar las evaluaciones.
Sólo que se percató de los enormes yerros que contiene la llamada reforma educativa, así
como de los conflictos que origina, y las suspendió.

Tomando en cuenta que la política se ocupa de lo posible, aunque sin renunciar a lo


deseable, tenemos que volver a reformar la Constitución para echar atrás las reformas
estructurales. En materia educacional, hay que remendar el artículo 3o de la Carta de
Querétaro, para recuperar el carácter público, laico y gratuito de nuestra labor educativa.
No tenemos por qué renunciar a lo que nuestros antepasados construyeron a base de
esfuerzo y sacrificio. Mercantilizar la educación es desnaturalizarla; transformarla en una
suerte de engendro contrario a las necesidades del pueblo mexicano. El saber no es un bien
privado que se realice en el mercado, sino un derecho humano universal e irrenunciable.

Sintetizado por: Jorge Luis García Pérez

Conclusión

Si bien, la reforma educativa que se intentó implementar en México fue más que nada una
reforma laboral muy agresiva hacia el magisterio. Sin embargo, tenía puntos muy
importantes y vaya que rescatables, dignos a tomar en cuenta para futuras reformas que
busquen mejorar la calidad educativa que se da en el país. Entre estos puntos, se encuentra
la criticada y temida evaluación. Así como el fomento de la autonomía y participación de
los centros educativos. Estos puntos para nada mercantilizan la educación, ya que no están
privatizando los saberes ni apropiándose de ellos como si de capital se tratase. Si no que se
busca que el sistema educativo mexicano se vuelva competente junto al resto de economías
pertenecientes a la OCDE. Si nuestras deficiencias en la educación son claras en los
diversos estudios cuantitativos y cualitativos realizados por instituciones de evaluación
educativa, está claro que algo no está funcionando.

Así mismo, estos dos puntos que mencioné anteriormente están implícitos en el sistema
educativo de nuestro vecino al norte, Estados Unidos. Por ende, en las escuelas todos los
profesores tienen que estar en constante capacitación, como el resto de los profesionistas,
para seguir siendo competitivos en su práctica y vigentes en sus conocimientos. En cuanto
al otro punto que mencioné, con respecto a la autonomía de las escuelas. En nuestro país
vecino los directores de cada centro educativo son los responsables de que su escuela
alcance los resultados ideales de acuerdo con la posición en el que la misma se encuentra en
las estadísticas (pruebas estandarizadas). Por lo que este mismo siente una mayor
responsabilidad por lograr que esto pase, llevándolo a ejercer su papel como directivo del
centro educativo y diseñando una planificación de calidad para conseguirlo. Por esto, si un
docente deja de cumplir con las expectativas de dicha planificación, el directivo puede
despedirlo. Y este irá a otra escuela en donde su nivel de competencia sea más adecuado.

Suena cruel, pero ¿Cuántos docentes en México no realizan una práctica de enseñanza
eficiente y comprometida y se mantienen cobrando un sueldo garantizado, sin que nadie le
evalúe o revise si realmente está realizando su labor con calidad? Y aquí los afectados son
los alumnos. Y cuando un profesor de un centro educativo es problemático, y claramente no
muestra competencia para ejercer su profesión, ¿qué sucede? Se le reubica en otro centro
educativo esperando que por arte de magia se vuelva competente, afectando todavía aún a
más niños.

Y claro, no hay porque ser igual de rigurosos que nuestros vecinos en sus políticas
educativas. Hay que ser conscientes que ellos son los padres del capitalismo, por ende, sus
prácticas y políticas son congruentes con su ideología madre. Sin embargo, podemos
rescatar puntos interesantes sobre ellos y adecuarlos a nuestra realidad mexicana. Se tienen
que implementar medidas de evaluación para los profesores, que aseguren que estos sean
competentes y capaces. Así como medidas de capacitación amigables para quienes no
cumplan con las habilidades y conocimientos requeridos para la profesión; una evaluación
que retroalimente y no solo califique.

Referencia: Velasco Gutiérrez, E., Guillén Riebeling, R. S., & Galindo Galindo, C. (2018).
Situación y diagnóstico de la educación en México: perspectivas y posibilidades. Pp. 81-87

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