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Rousseau1
Introducción
1
Una versión casi identica de este trabajo fue presentado en 43 Congreso de Filósofos
Jóvenes que se realizó en Palma de Mallorca (España) del 26 al 28 de abril de 2006 con el
título “Una lectura de las sociedades contemporáneas desde el pensamiento de Rousseau” y
se encuentra publicado en versión electrónica en las actas de dicho congreso.
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nos separa, y si a esto le sumamos la rapidez de los cambios gracias al desarrollo
científico-tecnológico fundamentalmente del siglo XX, nos da como resultado una
separación casi abismal. Por otro lado, podrá objetarse que el sistema político
roussoniano apuntaba a la conformación de una república democrática basada en una
sociedad de campesinos autónomos, lo que dificulta aun más la comparación con las
sociedades actuales. Sin embargo, considero que la reflexión de Jean-Jaques
Rousseau sobre los avances de la ciencia y de las artes de su época puede sernos
útil, en la medida en que rescatemos algunos de sus conceptos claves y los
adaptemos a la actualidad superando al propio pensamiento.
La mayoría de los filósofos del siglo XVIII parten de la teoría del contrato
social de Locke cuyos ejes son, en primer lugar, la dicotomía entre Estado de
Naturaleza / sociedad civil, donde el estado de naturaleza se caracteriza por las
relaciones pacíficas y de ayuda mutua dado que los individuos son naturalmente
racionales y sociables y existe un derecho natural que ordena la vida de los hombres
incluso antes de cualquier ley positiva. En segundo lugar, el paso de un estado a otro
supone un pacto entre individuos libres basado en el consenso racional de los
hombres. De este modo se legitima la sociedad civil y el gobierno no como una ruptura
con la naturaleza sino como continuidad. Sin embargo, se consideraba al estado de
naturaleza como la condición pre-política y, por eso mismo, negativa –por ejemplo,
para Hobbes es la situación de guerra de todos contra todos y para John Locke es la
falta de jueces imparciales, lo que provoca que un primer estado de paz degenere en
guerra interminable– de este modo se justificaba la entrada de los individuos en la
sociedad civil; ésta se consideraba indistintamente como política y al mismo tiempo
como civilizada.
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Desigualdad entre los hombres, desigualdad entre las sociedades
2
Rousseau, Jean-Jacques: “Discurso sobre las ciencias y las artes” en Del Contrato Social,
Sobre las ciencias y las artes, Sobre el Origen y los fundamentos de la desigualdad entre los
hombres. Prólogo, traducción y notas de Mauro Armiño. Alianza Editorial. Madrid, 2002, Pág.
173.
3
Ibid. Pág. 172
3
problema reside en que el devenir del hombre civilizado implica un cambio moral que
supone el ahogo de los principios naturales del hombre que rigen al hombre salvaje y
que son la fuente de todo el derecho natural.
Los dos principios naturales –y por tanto, anteriores a la razón– que delinean
la conducta del hombre natural son el de la supervivencia y el de la piedad; el primero
conduce a los hombres a buscar satisfacer sus necesidades y el segundo impide que
esto se realice en desmedro de otros seres sensibles. El equilibrio entre estos
preceptos da lugar a lo que Rousseau llama el amor de sí, que representa una especie
de proto-moralidad, ya que la distinción entre la virtud y el vicio no aparece entre los
hombres sino hasta que las relaciones que establecen entre ellos son constantes.
4
Rousseau, Jean-Jacques: “Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad
entre los hombres” en op cit. Pág. 293
4
La situación antes descrita en el segundo Discurso se torna cada vez más
familiar, porque si bien reconocemos que el estado de naturaleza es una hipótesis de
análisis, no es difícil percatarse que en la actualidad uno de los mayores males es la
desigual distribución de bienes en el mundo, agravado al extremo por el fenómeno de
la globalización; éste impone los mismos criterios de vida deseable –y deseada– para
toda la humanidad para los que el único modo de alcanzarlo es la economía de
mercado.
¿No es, acaso, una situación de doble desigualdad la que se estableció en las
sociedades actuales? Por un lado, la que se establece entre miembros, ricos y pobres,
de una misma sociedad; pero por el otro, los cuerpos políticos, como sujetos públicos
también están sujetos a la desigualdad, sociedades ricas y sociedades pobres. Y esto
no expresa otra cosa que aquella sociedad civil corrupta de la que hace mención
Rousseau en el segundo Discurso, donde las relaciones se basan en una profunda
dependencia. Del mismo modo que el pensador ginebrino se pregunta: “¿qué es pues,
lo que puede haberlo depravado [al hombre natural] hasta ese punto sino los cambios
sobrevenidos en su constitución, los progresos que ha hecho y los conocimientos que
ha adquirido?”5 podría cuestionarse que es lo que lleva a las sociedades a
diferenciarse. Lo que nos conduce a reconocer que uno de los factores de desigualdad
son los desiguales niveles de desarrollo tanto industrial como tecnológico.
Las sociedades no son libres de establecer sus propias políticas sin que
afecte de modo directo o indirecto al resto de la humanidad, lo que significa una
dependencia mutua de las sociedades, y uno de los modos más férreos de establecer
los lazos desiguales es a través de la tecnología. Los desarrollos de la ciencia y la
técnica han ido encontrando –tarde o temprano– soluciones a los males que el mismo
hombre ha provocado; ésta es la esperanza de la humanidad. Sin embargo, los
descubrimientos e inventos no dejan de ser un producto en el mercado a los que sólo
unos cuantos tienen acceso. Las normas establecidas para regular las relaciones de
las sociedades son similares a aquellas que Rousseau denunciaba por institucionalizar
la desigualdad entre los miembros de la sociedad civil.
5
Ibíd. Pág. 339.
5
francesa y se coloca del lado de las clases más perjudicadas. Desde esta perspectiva
podemos suponer que Jean-Jaques pretende desenmascarar la función ideológica de
la ciencia, de las artes y de las letras, que están al servicio del poder y que no
contribuyen a liberar a los pueblos oprimidos, sino por el contrario a mantenerlos
encadenados. En la actualidad la ciencia y la tecnología siguen siendo instrumentos
del poder; así, las sociedades ricas subvencionan el desarrollo tecnológico y a la vez
lo protege a través de las leyes de patentes cuya función es la de asegurar el
monopolio mercantil de los productos.
La doctrina liberal entiende por libertad al menos dos cosas, por un lado, la
capacidad de elegir el curso de la propia vida sin estar sujeto a una voluntad superior
que la de uno mismo; por el otro, es la libertad económica, es decir, la capacidad de
disponer libremente de la propiedad. Ambos modos de entender la libertad se apoyan
en el individualismo egoísta que justifica la desigualdad real de bienes; para los
liberales la libertad –se entienda como se entienda– sólo es compatible con una
igualdad formal: todos los hombres están igualmente sujetos a la ley 6. Para Rousseau
la libertad también es el valor fundamental, y por eso la inscribe en la naturaleza del
hombre; lo que diferencia al hombre natural de los animales es que el primero es un
agente libre y las bestias responden sólo al instinto. De este modo, es lógico que para
Jean-Jaques la enajenación de la libertad signifique la renuncia a la condición de
hombre.
Rousseau comparte con los liberales los términos que se utilizan, pero la
diferencia está en lo que por ellos se entiende. El ginebrino rechaza la idea de que las
relaciones sociales deban ser de competencia recíproca entre intereses egoístas; se
opone al modo de relación capitalista que consolida la desigualdad a través de la
división del trabajo y de la relación salarial. Un sistema económico que no garantice la
igualdad real perpetúa la existencia de dos clases antagónicas y transforma a los
individuos en un valor de mercado. Para Rousseau el capitalismo entraña una
contradicción; si la libertad de los individuos implica una moral humanitaria de respeto
y tolerancia, es decir, una moral igualitaria, la libre competencia económica da lugar a
una moral de vicios, engaños y desigualdad.
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Los liberales llegan incluso a sostener que la desigualdad es natural dado el carácter egoísta
del hombre que lo lleva a defender sus intereses. La tesis del laissez- faire de Adam Smith,
ejemplifica el modo de justificar la desigualdad y la explotación por la creencia de que el
bienestar, a pesar de todo, es generalizado.
6
sistema que no contemple el acceso igualitario a los bienes de necesidad básica, es
no sólo un sistema desigual, sino que justifica la desigualdad. 7 Las relaciones
establecidas entre las sociedades avanzadas y las sociedades –llamadas
eufemísticamente– en vías de desarrollo, son de carácter capitalista, fundadas en la
división de trabajo y en la libertad de mercado. Al tener como punto de partida la
desigualdad real, el sistema no permite el desarrollo económico de los países más
pobres. No son ajenos a nuestro lenguaje los términos ‘mercado farmacéutico’,
‘mercado tecnológico’ ‘mercado alimenticio’, precisamente porque los bienes que
representan son propiedad privada de las empresas, aun cuando de ellos dependa el
bienestar de muchos.
Un problema ético
7
Un sistema puede ser desigual por dos motivos, o bien porque la desigualdad es un elemento
esencial que sirve de principio o fundamento, como es el caso del capitalismo liberal, o bien
porque es una consecuencia no deseada, producto de la contingencia histórica, que puede
transformarse en igualdad.
8
Rousseau, Jean-Jacques: Discurso sobre las ciencias y las artes, op cit. Pág. 196
9
Ibíd. Pág. 201.
7
ciencias en sí, sino la moral del capitalismo que, aplicada a las ciencias, da como
resultado la persecución de intereses privados alejada de todo humanismo.
Dentro de las opciones políticas que las sociedades han tenido desde la
modernidad, el triunfo del liberalismo –con mayor o menor cuota de democracia– es
evidente. Las consecuencias negativas de esta elección nos ponen ante la situación
de buscar otro camino si no queremos perecer en el intento de subsistir –nosotros o
las generaciones siguientes. La enorme desigualdad material a la que están sujetas
las sociedades actuales, la mercantilización de los avances tecnológicos, el uso
10
Rousseau, Jean-Jacques: “Contrato Social” , op cit. II, XI, Pág. 76
8
indiscriminado de recursos no renovables, el monopolio de bienes necesarios, estos
son algunos de los efectos de una política poco humanista. Por esto creo que la
doctrina roussoniana puede ser el punto de partida para pensar una solución.
Reavivar el concepto de una voluntad general que nos “obligue a ser libres” 11
parece ir en desmedro de la libertad de los individuos; sin embargo, podemos rescatar
la idea de un bien común sin que esto implique coartar la libertad de nadie. Quiero
decir, sin entendemos que la dignidad humana no es negociable y que cualquier
acción pública –aquella que excede el ámbito de lo personal porque involucra a otras
personas– debe tener como fin –y como límite– a esa dignidad, tenemos una idea de
bien común mundial. Todo el desarrollo científico y tecnológico entra en estos
parámetros.
Hasta ahora, el medio más eficaz para la persecución de ese bien común
sigue siendo la ley. Sin embargo, el funcionamiento de las normas positivas en la
actualidad nos recuerda a aquellas que Rousseau denunciaba por perseguir el bien
particular de los que detentan el poder en la sociedad civil corrupta. El establecimiento
de leyes más humanistas, que tengan como fin la persecución del bien común sigue
siendo el desafío.
11
Considero que esta expresión, no muy acertada de Rousseau, debe ser entendida a partir de
lo que su doctrina entiende que es la ley, es decir, la expresión de la Voluntad General en la
que participan todos los miembros de la comunidad política.
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también es cierto que fue una de las primeras en vislumbrar los problemas de los que
hoy tenemos que hacernos cargo. En ese sentido ¿por qué no renovar la crítica a la
desigualdad, la denuncia a la función ideológica de las ciencias y el carácter capitalista
del conocimiento, la afirmación de la libertad y la persecución de una sociedad más
igualitaria a través de una política más humanista?
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BIBLIOGRAFÍA
ROUSSEAU, J.J. (2002): Del Contrato Social. Sobre las Ciencias y las Artes. Sobre el
Origen y los Fundamentos de la Desigualdad entre los Hombres, prólogo
traducción y notas de Mauro Armiño, Alianza Editorial, Madrid.
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