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¿Es posible una Religión Civil hoy? Diálogo con Locke y Rousseau.

María Cintia Caram.


Universidad de Castilla-La Mancha
MCintia.Caram@alu.uclm.es

“Libertad absoluta, libertad justa y verdadera, libertad


igual e imparcial: es de lo que tenemos necesidad.”
Popple.
(1º Traductor al inglés de la Carta sobre la Tolerancia de Locke)

Me gusta el diálogo, apuesto por él. Soy una convencida de que el diálogo es lo
que nos humaniza porque ahí donde no es posible el diálogo, ahí donde no se lo
favorece, lo que queda es la violencia más brutal, aquel estado tan acertadamente
descrito por Hobbes como el Estado de Naturaleza del hombre. En ese estado
imaginario no falta la razón, pero no hay orden, solo la civilización (o el orden político
en palabras de Hobbes) nos trae la humanidad y con ella la posibilidad de los contratos
como antítesis de la fuerza bruta (¿y como se pacta si no es a través de un diálogo?)
Pero me distancio de Hobbes en sus consecuencias absolutistas en cuanto al orden
político, justamente porque lo que propone no es el diálogo, es la censura de toda voz
disidente mediante el poder absoluto del Leviatán. Como dice la creencia popular:
dialogando se entiende la gente, y puestos a dialogar pienso que los pensadores de la
modernidad son excelentes interlocutores dada la simplicidad de las palabras sin que eso
reste un ápice de profundidad a sus discursos. En esta época de híper comunicación, de
la saturación de los canales para comunicarse, es especialmente gratificante conversar
con los modernos.

En este caso el tema de mi debate es la posibilidad/necesidad de una Religión


Civil en la actualidad al modo en que la planteó Jean-Jacques Rousseau. Es cierto que el
ciudadano de Ginebra en muchas casos rechazó de plano ciertas concepciones de la
tradición liberal que comenzó a gestarse más o menos un siglo antes. Es por eso que
creo importante el aporte de la perspectiva de John Locke a este respecto. Y creo que en
ambos podemos ver que en algo sí coinciden: la defensa de la libertad del individuo
1
Con el apoyo del Programa Alβan, Programa de Becas de Alto Nivel de la Unión Europea para América
Latina, beca nº E05D052012AR.

1
aunque en el pensamiento del ginebrino esté planteado en el seno de la Voluntad
General del Estado Legítimo, cosa cuanto menos extraña para cualquier liberal. Sin
embargo, en la diferencia está la riqueza de este diálogo que, en último término, se
resume en los elementos que ambos pensadores nos aportan desde diferentes
perspectivas a la construcción de una ciudadanía democrática, plural y tolerante con el
conjunto de los miembros que la conforman. Evidentemente esto a primera vista nada
tiene que ver con la Religión Civil tal como la plantea Rousseau en el capítulo VIII del
último libro de su Contrato Social, sin embargo no creo que sea inútil el esbozo de este
debate.

Empecemos con lo que nos diría Locke a este respecto y estimo que la idea de
tolerancia religiosa en el filósofo inglés es de una importancia fundamental para el buen
desarrollo del Gobierno Democrático. Dicho de otro modo, para el pensador inglés si no
se garantiza la libre expresión, la libertad de creencia y la libertad de asociación,
difícilmente se puedan alcanzar otros derechos civiles y políticos más complejos (como
la justicia, la libertad de comercio, la defensa de la propiedad privada, el derecho a
participar de la vida política, etc.). La actitud tolerante en cuanto principio de la vida
política no tiene que ver con una acción positiva por parte del gobierno, sino más bien
lo contrario, las leyes del estado no pueden prohibir a un determinado grupo de
ciudadanos lo que no prohíbe a la totalidad; o lo que es lo mismo, las leyes rigen para
todos por igual, independientemente de las elecciones particulares en tanto materia de
religión. Según afirma Locke: “… ni las personas individuales, ni las Iglesias, ni los
Estados, tienen justos títulos para invadir los derechos civiles y las propiedades
mundanas de los demás bajo el pretexto de la religión.”2

El aporte fundamental en este sentido que hizo el pensador inglés es la claridad


con la que argumenta la separación de los dominios de las iglesias de los ámbitos de
acción del Estado y la encontramos en su Carta sobre la Tolerancia. Mientras que “El
Estado es, a mi parecer, una sociedad de hombres constituida solamente para procurar,
preservar y hacer avanzar sus propios intereses de índole civil” 3, una iglesia es “… una
sociedad voluntaria de hombres, unidos por acuerdo mutuo con el objeto de rendir culto
2
Locke, John: Carta sobre la Tolerancia. Edición a cargo de Pedro Bravo Gala. Editorial Tecnos.
Madrid, 1985, pág. 22
3
Ibíd. pág. 8.

2
públicamente a Dios de la manera que ellos juzgan aceptable a El y eficaz para la
salvación de sus almas”4.

La diferencia entre uno y otro ámbito no es otra cosa que la que separa la vida
pública y la vida privada de los ciudadanos, el buen gobierno se basa en la separación
de la Iglesia y el Estado o, dicho de otro modo, la acción de las leyes civiles no tiene
poder en la vida privada de los ciudadanos. La aceptación de una verdad religiosa
depende de la voluntad de cada uno a creer o no en esa verdad y cada uno debe ejercer
su libertad en cuanto al camino para conseguir la salvación de su propia alma. Y el
Estado solo interviene en el caso de que la libertad de cada uno en cuanto a los bienes
civiles se encuentre amenazada por la interferencia de otro —sea este un individuo o
una sociedad de ellos—. Hoy raras veces escuchamos hablar de la salvación de las
almas, sin embargo, lo que dice Locke es aplicable a las formas de vida buena o
felicidad, en las que el Estado no debiera interferir ya que no es la función de las leyes.
Y a la inversa, la autoridad de ninguna iglesia tiene competencias en el ámbito civil,
porque al ser su ley eclesiástica su límite de acción es la Iglesia misma, esto es, cada
iglesia dispone la capacidad de aceptar, rechazar o expulsar a sus miembros, así como
ordenar los ritos que crea conveniente, pero jamás puede extenderse su ley al ámbito
civil.

Puede que actualmente todo esto nos parezca una verdad de Perogrullo; sin
embargo, en la práctica esta diferencia no termina de ser del todo clara. La clave para
entender la dificultad de la separación entre lo que corresponde a la religión y lo que
corresponde a la política la encontramos en Rousseau que afirma que: “… jamás se
fundó Estado alguno al que la religión no sirviera de base”5. Claro está que hoy, en las
sociedades de democracias consolidadas, no es del todo correcto afirmar tal cosa—
aunque tenga su parte de verdad—. Si el debate surge una y otra vez respecto al lugar de
las religiones en la organización socio-política es porque tendemos —o deberíamos
tender— a aquello que Locke afirmaba como fundamental, las competencias del
Gobierno y las de las Iglesias son y deben ser distintas porque sus fines son
incomparables. Pero también podríamos afirmar que la tesis de Rousseau es relevante
en la actualidad si por ella entendemos, igual que lo hicieron Rousseau y Locke, que lo
importante de la fe es que funcione de base para la conducta de los ciudadanos. A este
4
Ibíd. pág. 13.
5
Rousseau, Jean-Jacques: “Del Contrato Social” en Del Contrato Social, Sobre las ciencias y las artes,
Sobre el Origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres. Traducción, prólogo y notas de
Mauro Armiño. Alianza Editorial, Madrid, 2002, pág. 159.

3
respecto nos dice Rousseau que en la religión se distinguen dos partes: “Esas dos partes
son el dogma y la moral. Divido los dogmas así mismo en dos partes, a saber: la que,
poniendo los principios de nuestros deberes, sirve de base a la moral y la que,
puramente de fe, no contiene más que dogmas especulativos.”6 En ese caso, aun cuando
las funciones de las iglesias y del Estado estén teóricamente delimitadas, el hombre en
tanto partícipe de ambas esferas, es el punto de reunión, y su conducta queda, por así
decirlo, bajo el dominio de ambas. A esto hace referencia Locke diciendo que: “Las
acciones morales pertenecen por tanto, a la jurisdicción de ambos tribunales, el exterior
y el interior, tanto al gobernador civil como al doméstico: en otras palabras, tanto al
magistrado como a la conciencia”. 7 Es justamente por esta dificultad a la hora de llevar
a la práctica la delimitación de las esferas de la vida del hombre que la tolerancia se
transforma en una cuestión fundamental.

II

Para ambos pensadores la tolerancia es imprescindible en un gobierno


democrático, porque es la muestra de un verdadero interés por lo público garantía del
desarrollo efectivo de la vida privada. Así las cosas, la tolerancia consta de dos partes
para que sea efectiva, por un lado tenemos los intereses particulares de cada uno de los
miembros de la sociedad que deben ser no solo respectados sino garantizados, pero, por
otro lado, es necesaria la adhesión de todos y cada uno a ciertos principios sobre los que
se funda esa sociedad independientemente de los intereses particulares. Pero mientras en
Locke solo encontramos la separación tajante entre vida particular y vida pública como
condición del buen funcionamiento de la Sociedad Política, Rousseau, en cambio,
intenta ir más allá y afirma: “Quiero averiguar si en el orden civil puede haber alguna
regla de administración legítima y segura, tomando a los hombres tal como son, y a las
leyes tal como pueden ser.”8 Veamos entonces que quiere decir Rousseau con esto.

Por un lado, tenemos la antropología roussoniana que, a diferencia de la de


Locke, posee la característica de evolucionar, es decir, el hombre natural, un salvaje
solitario que no conoce ni vicio ni virtud, deviene en un ser sujeto a las relaciones
sociales que son las que introducen la moralidad. Sin embargo, esa moralidad tiene
6
Cartas desde la montaña. Traducción, introducción y notas de Antonio Hermosa Andujar. Universidad
de Sevilla, Sevilla, 1989, I, pág. 40.
7
Locke, op. cit. pág. 49.
8
Rousseau, op. cit. pág. 25. (los subrayados son míos)

4
como último fundamento el amor de sí, pasión natural que nace de la autopreservación
atemperada por la piedad. Es por eso que la moralidad, al basarse en una pasión,
depende de una creencia, del asentimiento interior a lo que la razón muestra como
bueno, que Rousseau llama conciencia. Así, el sentimiento religioso cobra vital
importancia en la teoría del ginebrino.9 El hombre posee una dimensión de religiosidad
—independientemente de si la fe es de orden sobrenatural o pertenece al ámbito
secularizado— que condiciona su conducta en la esfera social y política. Por otro lado,
las leyes que garantizan la libertad de los individuos, son aquellas que expresan la
Voluntad General, articulación de los intereses particulares por lo que tienen de común,
que no es otra cosa que la conservación del medio social a través del que los individuos
consiguen satisfacer sus intereses particulares. Esta idea de que las leyes civiles
responden a una utilidad pública, también la podemos encontrar en el pensador inglés,
aunque prescinde de transformarla en una única voluntad corporativa, dice Locke: “el
bien público es la regla y medida de toda actividad legislativa. Si una cosa no es útil a la
comunidad, no puede ser establecida por la ley, por indiferente que sea”10

De la conjunción de los hombres tal como son, poseedores de una dimensión


religiosa y de las leyes tal como pueden ser, normas fundamentales que los hombres se
dan a sí mismos en conjunción con los demás para quedar tan libres como antes, surge
el sentimiento civil; una moral pública, también sujeta a una pasión, asentimiento
interior o creencia. Lo que en Locke es el producto de la razón lo que indica la utilidad
de la sociedad en Rousseau requiere, para su mantenimiento, algo más, es llevado al
plano de los sentimientos, una adhesión emocional que transforma al Estado en la Patria
a la que le debemos la garantía de la libertad individual y a los miembros del cuerpo
político en ciudadanos. El amor de sí, fundamento de la moral en los hombres tomados
individualmente cobra la forma en el cuerpo político de amor a la Patria.

Es por eso que, aunque ambos pensadores coincidan en que no importa al


magistrado —según Locke— o al soberano —según Rousseau— las creencias
personales de los ciudadanos en cuanto a la salvación de sus almas sino solo en la
medida en que se refieran a su conducta en la vida pública, ambos difieren en el modo
de expresarlo. Locke afirma sin cortapisa que “el poder del magistrado no se extiende al

9
Así, La Profesión de Fe del Vicario Saboyano expresa los artículos que de fe que dan las pautas de una
vida moral de acuerdo al orden de la naturaleza, en ese mismo sentido la religión civil se transforma en
las pautas de moral cívica de acuerdo al orden de las leyes que expresan la Voluntad General.
10
Locke: op. cit. pág. 35.

5
establecimiento de artículos de fe”11, mientras que el pensador de Ginebra sostiene que
“Hay por tanto una profesión de fe puramente civil cuyos artículos corresponde al
soberano fijar”.12 Para el primero la fe solo es ámbito de la religión privada, y no hay
ningún sustento emocional a las utilidades del Estado, Rousseau inunda las distintas
parcelas de la vida del hombre de creencia. La religión civil, no es un dogma sino un
sentimiento de sociabilidad, es la fe que da apoyo a los motivos — ¿racionales?— que
llevan a los hombres a pactar.

Evidentemente en Locke no encontramos ningún tipo de identidad generada


por la sociedad política y seguramente entendería la propuesta de Rousseau como una
difuminación de los límites entre vida privada y vida pública, una invasión del soberano
en las libertades de los miembros de la sociedad civil. Rousseau, en cambio, pondría en
duda la obligación que cada ciudadano asume para con las leyes si estas no son sentidas
como parte de la libertad. Y creo que en el modo de entender la libertad de los
miembros es donde podemos ver las diferencias.

III

Si bien es cierto que la Carta sobre la Tolerancia de Locke se refiere


fundamentalmente a la cuestión de la tolerancia religiosa, no podemos desconocer que
es igualmente aplicable a otras esferas de discriminación. Ninguna diferencia entre los
miembros de una sociedad debe ser tenida en cuenta por las leyes civiles que son
iguales para todos. Creo que cobran mucha actualidad las palabras de Locke:
“Supongamos que este asunto de la religión se dejara de lado y que se hiciera alguna
otra distinción entre los hombres a causa de su diferente color, aspecto o facciones y que
aquellos que tienen el cabello negro (por ejemplo) u ojos grises no debieran disfrutar los
mismos privilegios que otros ciudadanos”13; así las cosas cualquier criterio serviría para
discriminar, el nivel educativo, el origen étnico, la orientación sexual, la pertenencia a
una clase social, etc. La tolerancia así planeada, es el fundamento de la libertad de los
hombres, libertad en su acepción “negativa” es decir como ámbito de acción que no
puede ser obstaculizado por otros.

Esto es necesario pero no suficiente según la perspectiva de Rousseau, a la


libertad individual habría que añadirle la libertad en el sentido “positivo”, en el sentido
11
Locke: op. cit. pág. 11.
12
Contrato Social, op cit pág. 163.
13
Locke: op. cit. pág. 60.

6
de autodominio. La única forma legítima de Estado, para el ginebrino, es la República o
sometimiento de todos los individuos a las leyes, pero para que éstas no sean arbitrarias
deben surgir de la Voluntad General que no es otra cosa que el corazón de la comunidad
reunida en asamblea soberana que se autodetermina así misma. Los individuos acuden a
la asamblea porque encuentran el motivo en la libertad en tanto autodominio, y porque
los hombres creen en esa libertad participan. La participación entonces se transforma en
una cuestión de fe. De este modo, la teoría de la soberanía popular bajo la forma de
pacto recíproco entre voluntades libres tiene su expresión religiosa en la Religión Civil.

Para Locke el problema mas grave “No es la diversidad de opiniones (que no


puede evitarse), sino la negativa a tolerar a aquellos que son de opinión diferente
(negativa innecesaria) la que ha producido todos los conflictos y guerras que ha habido
en el mundo cristiano a causa de la religión” 14 pero para Rousseau no es planteando una
vida pública ajena a todo sentimiento religioso como se soluciona el problema, sino
poner la dimensión emocional religiosa al servicio del cuerpo político. El peligro de que
la preciada libertad del individuo —libertad en sentido negativo— quede disuelta en los
intereses del Estado y fijada por el amor a la patria se evita porque es esa misma
comunidad en la que se participa el medio de garantizar los intereses particulares.

Es decir, una religión civil es posible de acuerdo a la orientación que se le de a


la dimensión religiosa de los hombres, y es deseable en la medida que construye una
identidad y da orden a una sociedad heterogénea como son las sociedades plurales y
democráticas actuales. Plantear una libertad “positiva” junto al respecto absoluto a la
libertad de los individuos en el sentido “negativo” —libertad entendida como el ámbito
en el que se puede actuar sin la interferencia de los otros— no es contradictorio siempre
y cuando se distingan bien las esferas de aplicabilidad de cada una de las libertades.

14
Locke: op. cit. pág. 65.

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