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Capítulo III

Ética y animales no humanos.


Conceptos básicos

Oscar Horta*

La consideración de los animales en los planos moral,


socioeconómico y jurídico
Introducción
El actual trato de los animales no humanos tiene su reflejo en toda
una serie de ámbitos. Entre estos podemos distinguir tres: el jurídi-
co, el socioeconómico y el moral. Esta partición no es exhaustiva, pues
deja de lado otros campos muy importantes, como el político. Pero nos
puede dar una idea útil de la situación general en la que se encuentran
los animales y de la consideración que reciben.
El siguiente cuadro expone un examen muy simplificado del modo
en el que tiene lugar la consideración de los animales no humanos en
los tres ámbitos mencionados, y de las interrelaciones entre estos.
Nivel Estatus Consecuencias Razones para
de la posesión la posesión
de tal estatus de tal estatus
Legal Cosas Carencia de protección Consideración limitada
(susceptibles de legal robusta (carencia de sus intereses.
ser objetos de de personalidad Utilización para fines
propiedad) jurídica y derechos humanos y ausencia
legales) de acciones a su favor

* Filósofo (USC). Profesor en el Departamento de Filosofía y Antropología de la Uni-


versidad de Santiago de Compostela (USC). Es conocido por su trabajo en ética ani-
mal, especialmente en torno a la cuestión del sufrimiento de los animales salvajes.
Autor de varios libros y artículos referentes a la temática animal.

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Socioeconómico Seres susceptibles Utilización para fines Consideración limitada


de ser utilizados humanos, ausencia de de sus intereses
(recursos), no acciones a su favor
beneficiarios de
recursos

Moral Seres no Consideración Actitudes y conductas


plenamente limitada de sus especistas (incluyendo
considerables intereses su utilización para
moralmente fines humanos y la
ausencia de acciones a
su favor)

En cada uno de los niveles, los animales no humanos son consi-


derados de un determinado modo (como entes no moralmente con-
siderables, simples recursos o cosas), lo que tiene, también en cada
ámbito, consecuencias graves para ellos. Pero el estatus que se les
asigna en cada campo no es fortuito, sino que se encuentra ligado al
que reciben en los demás. Ello se debe a que los ámbitos señalados se
encuentran relacionados: lo que ocurre en el derecho es dependien-
te de la realidad económica y los usos dados en la sociedad en la que
surge, todo lo cual, a su vez, depende de las actitudes, de la moralidad
presente en tal sociedad. Podemos ver esto con claridad atendiendo a
las causas de la consideración de los animales en cada nivel.
Si comenzamos por el superior de los niveles arriba descrito, el
jurídico, encontramos que este viene condicionado por la realidad so-
cial en la que se encuentra, así como por los valores presentes en esta.
De tal modo, la consideración de los animales como meros objetos de
propiedad, que implica su privación de derechos, es una consecuencia
del modo en el que son considerados y tratados. A su vez, el tipo de
trato que los animales reciben en el nivel socioeconómico muestra el
valor que dan a sus intereses los sujetos que definen tal ámbito (una
cuestión de carácter moral).
Ahora bien, a pesar de estar conectados entre sí, estos tres ámbi-
tos son diferentes, y su comprensión adecuada requiere un examen
separado en cada caso. Vamos a ver esto en detalle a continuación ex-
plorando las distintas posiciones que son susceptibles de ser manteni-
das en cada uno de estos campos.
En primer lugar, se considerará lo que sucede en el plano mo-
ral, presentando los conceptos de especismo y antropocentrismo, y

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clasificando las principales defensas de este último. A continuación, se


expondrán los argumentos principales en contra de la idea de que el
antropocentrismo se encuentra justificado. Se indicarán entonces al-
gunas formas posibles de actitudes especistas. Visto esto, se examinará
qué cabe decir acerca del antropocentrismo desde el punto de vista de
diferentes teorías éticas. Posteriormente, se pasará ya a exponer la for-
ma en la que los animales son tratados en el plano socioeconómico. Pri-
mero veremos las diferentes posiciones acerca de su uso como recursos,
y a continuación lo que ocurre en el caso de los animales que pese a no
ser utilizados como recursos se encuentran en situación de necesidad.
Posteriormente se explicará la diferente consideración que reciben los
seres humanos y los animales de otras especies en el ámbito jurídico.
Por último, se apuntarán algunas razones por las que esta diferente
consideración puede ser cuestionada. Se indicará que la reivindicación
de personalidad jurídica y de derechos legales para los animales no hu-
manos puede llevarse a cabo desde diferentes posiciones éticas, sin im-
plicar un compromiso con alguna teoría en particular.

El ámbito moral: antropocentrismo y especismo


La idea de que los intereses de los seres humanos deben contar
más que los de otros animales sintientes ha sido conocida con el tér-
mino “antropocentrismo”. Conforme a esta posición, cuando hay un
conflicto entre la satisfacción de un interés humano y un interés de
otro animal, se ha de dar prioridad a la del primero, independiente-
mente de cuál sea el peso de cada uno. El antropocentrismo puede ser
también definido, por lo tanto, como la posición consistente en consi-
derar desfavorablemente a todos aquellos seres que no son humanos.1
Esto es compatible con dar alguna consideración a los intereses de los

1. Es importante tener en cuenta que el significado del término “antropocentrismo”


presentado aquí es el empleado en el ámbito de la ética animal (el campo de estudio
relativo a la consideración moral de los animales no humanos). En otros campos dife-
rentes, este término se ha empleado con un significado distinto. En ética ambiental,
por ejemplo, se ha utilizado para nombrar las posiciones que afirman que solo los se-
res humanos, o sus intereses, tienen valor, o que solo tiene valor lo que ellos aprecian.
A veces se emplea también para nombrar a otro tipo de posturas, de carácter epistémi-
co u ontológico. Tales posiciones son diferentes de la que estamos viendo aquí.

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animales no humanos, siempre que esta sea menor que la dada a los
intereses humanos.
Las defensas del antropocentrismo se basan en dos premisas:
(1) Los intereses de quienes cumplan un cierto criterio (lla-
mémosle “C”) deben contar más que los de quienes no cum-
plen tal criterio C.
(2) Los seres humanos cumplen el criterio C, mientras que los
animales no humanos no cumplen C.
Hay distintas formas de defender el antropocentrismo. Estas
pueden ser clasificadas en los siguientes tipos:
(1) Defensas definicionales del antropocentrismo. Estas son aque-
llas que defienden que los intereses humanos cuentan más
porque sí, sin aportar ninguna otra razón para defender tal
postura. Para estas posiciones, el criterio C consiste simple-
mente en pertenecer a la especie humana.2 Estas defensas del
antropocentrismo no proporcionan una justificación válida de
este, debido a que dan por supuesto aquello que defienden.
(2) Defensas argumentadas (no definicionales) del antropocen-
trismo. Estas son aquellas que sí aportan otras razones para
defender tal postura. Así, sostienen que el criterio C consiste
en algo distinto de la simple pertenencia a la especie humana.
Entre ellas pueden distinguirse las siguientes:
(2.1) Posiciones que sostienen que el criterio C es algún atri-
buto cuyo cumplimiento no es comprobable, como, por ejem-
plo, la posesión de un alma inmortal, de un lugar especial en
el universo, etcétera.3 Como en el caso de las defensas defi-
nicionales del antropocentrismo, estas posiciones tampoco
aportan ninguna justificación válida de aquel, dado que no
hay forma de comprobar lo que sostienen. Ni se puede com-

2. Diamond, Cora, “The Importance of Being Human”, en Cockburn, David (ed.), Human
Beings, en Royal Institute of Philosophy Supplement, Vol. 29, Cambridge, Royal Institute
of Philosophy, 1991, pp. 35-62; Lynch, Tony y Wells, David, “Non-Anthropocentrism?
A Killing Objection”, Environmental Values, N° 7, 1998, pp. 151-163; Gaita, Raimond, The
Philosopher’s Dog: Friendships with Animals, Londres, Routledge, 2003.
3. Reichmann, James B., Evolution, Animal “Rights” and the Environment, Washington,
The Catholic University of America Press, 2000; Machan, Tibor, Putting Humans First:
Why We Are Nature’s Favorite, Oxford, Rowman and Littlefield, 2004; véase también el
Libro I de la Política de Aristóteles (en concreto 1256b 20-22).

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probar si los criterios a los que apelan distinguen entre huma-


nos y otros animales, ni si tales criterios son relevantes para la
cuestión. De hecho, no se puede comprobar siquiera si estos
criterios se refieren a algo que de verdad exista.
(2.2) Posiciones que sostienen que el criterio C es alguna ca-
racterística individual cuya posesión sí puede ser comproba-
da, como, por ejemplo, la inteligencia, el uso de un lenguaje o
la capacidad de reconocer obligaciones, entre otras.4
(2.3) Posiciones que sostienen que el criterio C es alguna re-
lación cuya existencia sí puede ser comprobada, como, por
ejemplo, un vínculo de simpatía o solidaridad, las relaciones
de poder o las posibilidades de interacción.5
Quienes cuestionan el antropocentrismo han defendido que nin-
guna de las defensas del antropocentrismo funciona, incluyendo tam-
bién aquellas que apelan a criterios comprobables.6 Por ese motivo, han
sostenido que el antropocentrismo constituye una forma de especismo.
Con el término “especismo” se nombra la discriminación de quienes no
pertenecen a una determinada especie.7 O, para decirlo de una forma
más afinada, la consideración desfavorable injustificada de quienes no
pertenecen (o no son clasificados como pertenecientes) a una cierta es-
pecie o especies. Para comprobar si efectivamente el antropocentrismo
es un tipo de especismo es preciso, por lo tanto, examinar si alguna de
sus defensas tiene éxito.

Los argumentos de la imparcialidad y de la relevancia


Aunque podemos descartar las defensas definicionales y las que
apelan a criterios no comprobables, quizás alguna de las que apelan a

4. McCloskey, Henry J., “Moral Rights and Animals”, en Inquiry, N° 22, 1979, pp. 23-54;
Frey, R. G., Interests and Rights: The Case against Animals, Oxford, Oxford University
Press, 1980; Leahy, Michael P. T., Against Liberation: Putting Animals in Perspective, Lon-
dres, Routledge, 1991.
5. Midgley, Mary, Animals and Why They Matter, Atenas, University of Georgia Press,
1983; Narveson, Jan, “On a Case for Animal Rights”, The Monist, N° 70, 1987, pp. 31-49;
Wenz, Peter S., Environmental Justice, Nueva York, SUNY, 1998.
6. Horta, Oscar, Un paso adelante en defensa de los animales, Madrid, Plaza y Valdés, 2017.
7. Ryder, Richard D., “Speciesism again: The Original Leaflet”, Critical Society, N° 2,
2010 (1970), pp. 1-2.

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criterios comprobables sí funcione. Para que ello sea así, debe haber al-
gún caso en el que sean correctas las dos premisas en las que se basan. La
primera, que aquello que justifica que se dé pleno respeto a alguien es que
posea los criterios arriba indicados. La segunda, que quienes cumplen
tales criterios son los seres humanos, y no los demás animales. Veremos
a continuación si la primera de estas dos premisas puede ser aceptable.
Hay un argumento relativamente sencillo que niega que esto sea
así. Puede ser presentado de distintas maneras. Por ejemplo, median-
te un experimento mental como el siguiente. Supongamos que supié-
semos que en un momento determinado (por ejemplo, cuando todavía
nos quede por delante la mitad de nuestra vida) va a ocurrir algo que
hará que dejemos de cumplir los criterios mencionados. Pues bien,
imaginemos que en tal escenario pudiésemos elegir entre dos posibles
situaciones. En una de ellas se daría una consideración desfavorable
a quienes no cumplen esos criterios. En la otra, ello no ocurriría, sino
que se respetaría por igual a todo el mundo.
En un caso así, nos resultaría mucho más perjudicial que se diese
una situación como la primera, dado que en ella podríamos sufrir una
suerte como la que hoy padecen los animales no humanos. Por ello, si
respondiésemos honestamente, la gran mayoría preferiríamos que se
respetase a todo el mundo. Ello nos muestra que, si pensamos de forma
imparcial, rechazaremos que los criterios indicados sean aceptables a
la hora de considerar moralmente a alguien. Por este motivo, este argu-
mento constituye un ejemplo de lo que podemos llamar un argumento
de la imparcialidad. Y puede haber otros tipos de argumentos de la im-
parcialidad semejantes, en la medida en que presenten situaciones en
las que, cuando reflexionamos de forma imparcial, llegamos a la con-
clusión de que una cierta forma de desconsideración es injustificada.
Otro argumento diferente que lleva también a rechazar la prime-
ra premisa de las defensas del antropocentrismo es el argumento de
la relevancia. Este se basa en la idea, muy intuitiva, de que nuestras
decisiones deben darse conforme a criterios relevantes para aquello
de lo que tratan. Entendemos, por ejemplo, que para que alguien re-
ciba un título universitario lo que debe contar es que haya estudiado
esa titulación, no que tenga una cierta enfermedad, mientras que lo
que ha de contar para obtener un determinado fármaco sí puede ser,
en cambio, sufrir esa enfermedad, y no haber estudiado una carrera

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universitaria. Pues bien, consideremos lo que ocurre cuando decidi-


mos a quién hemos de dar plena consideración moral (esto es, a quién
no vamos a desconsiderar frente a otros individuos). De lo que tratan
tales decisiones es de quién va a ser tenido o tenida en cuenta si exis-
te la posibilidad de que reciba algún daño o algún beneficio. Siendo
esto así, continúa el argumento, podemos sostener que lo relevante
en tales decisiones es que alguien pueda recibir daños y beneficios. Y
el requisito necesario para ello no es la posesión de un cierto nivel de
inteligencia, ni un lenguaje, ni la capacidad de reconocer obligaciones
hacia otros individuos. Ni tampoco el hecho de tener ciertas relacio-
nes de simpatía, poder, o ciertas posibilidades de interacción. Todas
estas circunstancias hacen posible que se nos pueda dañar o beneficiar
en ciertos modos. Pero no son lo que posibilita como tal que podamos
recibir daños o beneficios en sentido general. Por el contrario, parece
que la posición más plausible consiste en considerar que lo que hace
eso posible es la capacidad de tener experiencias positivas o negativas.
O, dicho de otra forma, la sintiencia o consciencia. Esta es, de hecho, la
razón por la cual también el argumento de la imparcialidad funciona:
en una situación imparcial querríamos ser respetados o respetadas,
aunque no tuviésemos un cierto nivel de inteligencia o unas determi-
nadas relaciones, porque continuaríamos teniendo experiencias posi-
tivas y negativas. Y las evidencias disponibles indican que un inmenso
número de animales de otras especies, tanto vertebrados como inver-
tebrados, tienen también esta capacidad. Siendo esto así, podemos re-
chazar la primera premisa en defensa del antropocentrismo.

El argumento de la superposición de especies


Podemos pasar ahora a examinar la premisa segunda. Esta sería co-
rrecta si efectivamente todos y cada uno de los seres humanos, y ningún
animal de otra especie, cumpliesen los criterios indicados. Pero también
esto, como en el caso de la premisa anterior, ha sido cuestionado.
Es habitual pensar que algo que caracteriza a los miembros de una
cierta especie es la posesión de ciertas capacidades y otros atributos. Sin
embargo, los miembros de una misma especie pueden poseer atributos
diferentes. Eso sucede tanto en el caso de sus capacidades como en el de
las relaciones que mantienen. Así, hay seres humanos que no cumplen

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los requisitos planteados por las defensas del antropocentrismo. Mu-


chas veces se ha indicado que esto sucede en el caso de capacidades
como la inteligencia, el uso de un lenguaje o la capacidad de reconocer
obligaciones, así como en el de todas las demás usadas para sostener
que los intereses humanos tienen prioridad sobre los intereses de los
demás animales. Los bebés y los seres humanos con diversidad funcio-
nal significativa no cumplen tales criterios.8 Pero lo mismo puede ser
indicado también en el caso de las relaciones. También hay seres huma-
nos en situación de debilidad, que no disfrutan de ninguna solidaridad
y con capacidades limitadas de interacción con otros individuos.
De esto se sigue que las defensas del antropocentrismo que ape-
lan a criterios comprobables y no definicionales tampoco pueden tener
éxito, pues no se cumple la segunda premisa en la que están basadas.9
La posición que tendríamos que concluir si aceptásemos que solamente
quienes cumplen los criterios expuestos en la primera premisa (las capa-
cidades o relaciones apeladas en defensa del antropocentrismo) no sería
que debemos dar prioridad a los intereses humanos. Sería que debemos
dar prioridad a los intereses de muchos seres humanos por encima de
los demás seres humanos y de los animales de otras especies.
Esto nos resulta inaceptable a la mayoría, pues entendemos que
todos los seres humanos deberían ser moralmente considerables en un
sentido pleno. Rechazamos que los intereses de un ser humano que ten-
ga un cierto nivel de inteligencia y relaciones de solidaridad y simpatía
con otros seres humanos deban contar más que los de una niña huérfa-
na sola en el mundo, o que los de un ser humano con diversidad funcio-
nal intelectual significativa. Pero si esto es así, hemos de rechazar que
las capacidades y relaciones arriba indicadas puedan ser moralmente
relevantes. De este modo, tendremos razones para rechazar no solo la
segunda premisa del argumento en defensa del antropocentrismo, sino
también la primera. No consideraremos aceptable, pues, que el hecho de
que los animales no tengan ciertas capacidades o relaciones sea algo que
justifique que sus intereses reciban menos atención.

8. Dombrowski, Daniel A., Babies and Beasts: The Argument from Marginal Cases, Chicago,
University of Illinois, 1997; Pluhar, Evelyn, B., Beyond Prejudice: The Moral Significance of
Human and Nonhuman Animals, Durham, Duke University Press, 1995.
9. Horta, Oscar, “The Scope of the Argument from Species Overlap”, en Journal of
Applied Philosophy, Vol. 31, N° 2, mayo de 2014, pp. 142-154.

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Este argumento ha sido conocido como “argumento de la superpo-


sición de especies”, pues indica que los grupos constituidos por quienes
cumplen y por quienes no cumplen criterios como los apuntados arriba
no coinciden con la pertenencia a una cierta especie. Individuos de dis-
tintas especies, incluida la humana, pueden estar en un grupo u otro.
En muchos casos se ha empleado también para llamar a este argumento
con el nombre de “argumento de los casos marginales”. Tal término es,
sin embargo, inadecuado, debido a que resulta ampliamente cuestiona-
ble que los seres humanos que no cumplen un cierto criterio como los
indicados arriba puedan ser considerados “marginales”.10
Se ha defendido en ocasiones que podemos responder al argumento
decidiendo dar una consideración moral honorífica a los seres humanos
que no poseen las capacidades o relaciones apuntadas arriba. Pero esa
respuesta no puede funcionar. Para poder hacer eso en el caso de esos
seres humanos y no en el de los demás animales tendríamos que demos-
trar que está justificado dar mayor peso a los intereses humanos que a
los de los demás animales. Y precisamente eso es lo que intentan demos-
trar las defensas del antropocentrismo. No puede ser porque sí, como ya
hemos visto, sino que han de darse razones para ello. Y tampoco puede
ser, como acabamos de ver, porque los seres humanos cumplamos algún
criterio especial que los demás animales no cumplen. De ese modo, nos
encontramos con que los argumentos a favor del antropocentrismo han
de ser rechazados. Ello implica que no se puede establecer una diferencia
entre los intereses humanos y los de los demás animales, como se preten-
de hacer al dar una consideración honorífica solamente a los primeros.

Formas de especismo
Si los argumentos que acabamos de ver son correctos, ello supon-
drá que el antropocentrismo no se encuentra justificado. La implica-
ción que se viene a seguir de ello es que el antropocentrismo es una
posición especista.

10. Ídem. Véase también Ehnert, Jesse, The Argument from Species Overlap, tesis de
maestría, Blacksburg Virginia Polytechnic Institute and State University, 2002;
Dombrowski, Daniel A., “Is the Argument from Marginal Cases Obtuse?”, en Journal of
Applied Philosophy, Vol. 23, N° 2, mayo de 2006, p. 232.

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De hecho, parece que el antropocentrismo es la posición espe-


cista sostenida de manera más común. No obstante, no es la única.
Hay otras formas en las que comúnmente se considera de maneras
desfavorables e injustificadas a ciertos animales frente a otros. Hay
distintos ejemplos de ello. Uno muy claro es la consideración compara-
tivamente peor que se da a aquellos animales que son típicamente ex-
plotados para su uso cotidiano en formas que suponen su muerte (como
vacas, pollos o peces) frente a otros animales que no son utilizados de
esa manera (como perros o gatos). Otro, el que padecen los animales
pequeños frente a los de mayor tamaño. O el que se da en el caso de los
animales no considerados estéticamente del gusto de los seres humanos
frente a los que sí lo son. La oposición al especismo implicaría adoptar
una posición contraria a todas estas formas de consideración diferente.

Diferentes teorías éticas


La discusión que hemos visto en el apartado anterior acerca de
si las posiciones antropocéntricas son o no especistas constituye un
ejemplo de lo que es un debate de carácter ético. La ética es el cam-
po que se encarga de estudiar y examinar críticamente las posiciones
morales. Esto es, la reflexión sobre la moral. En ética se defienden
distintas concepciones generales acerca de cómo deberíamos actuar.
O de manera más concreta, de qué es lo que deberíamos procurar al
actuar. Algunos ejemplos de tales concepciones son los que sostienen,
por ejemplo, lo siguiente: que hemos de proceder en cada momento
de manera que el sufrimiento esperable sea minimizado, como hace
el utilitarismo negativo,11 o que hemos de minimizar el sufrimiento
y maximizar el placer, como defiende el utilitarismo estándar.12 Que

11. Gloor, Lukas y Mannino, Adriano, “The Case for Suffering-Focused Ethics”,
Foundational Research Institute, 2016. Disponible en: http://foundational-research.
org/the-case-for-suffering-focused-ethics; Mayerfeld, Jamie, Suffering and Moral
Responsibility, Oxford, Oxford University Press, 2002.
12. Singer, Peter, Ética práctica, Cambridge, Cambridge University Press, 1979; Matheny,
Gaverick, “Utilitarianism and Animals”, en Singer, Peter, In Defense of Animals: The
Second Wave, Blackwell, Malden, 2006, pp. 13-25. Un libro que en ocasiones se presenta
como utilitarista, a saber, la obra también de Singer Liberación Animal, Madrid, Taurus,
2011 (1975), lo es solamente de forma parcial. Sus presupuestos últimos son utilitaristas

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además de actuar así hemos de intentar reducir al máximo la desigual-


dad, o dar prioridad a quienes están peor, como sostienen respectiva-
mente el igualitarismo y el prioritarismo.13 Que hay ciertos tipos de
acciones (como matar, mentir o causar sufrimiento evitable) que no
debemos hacer nunca, al margen de lo que ocurra, como sostienen
las posiciones deontologistas.14 Que hay que actuar en cada momento
bajo la guía de ciertos rasgos del carácter de tipo virtuoso, como de-
fienden las éticas de la virtud.15 Que hay que actuar de manera guiada
por una actitud de atención y cuidado por las necesidades de quienes
nos rodean, como mantienen las éticas del cuidado,16 etcétera.
Hay ciertas formas de acción, por lo tanto, que serían susceptibles
de ser prescritas por ciertas teorías y no por otras. Pero también puede
haber posiciones susceptibles de ser sostenidas de forma transversal a
las diferentes teorías. Esto es, que puedan ser aceptadas desde distin-
tas teorías éticas. El rechazo del antropocentrismo sería un ejemplo de
posición transversal de este tipo. Ello se debe a que podemos defender
tal posición independientemente de la teoría ética que asumamos. En
definitiva, esto es algo que ha puesto ya de manifiesto el hecho de que
las posiciones especistas hayan sido criticadas desde múltiples teorías

(como se comprueba cuando menciona de pasada casos de conflictos de agregación de


intereses). Pero en general el libro evita compromisos con teorías éticas.
13. Holtug, Nils, “Equality for Animals”, en Ryberg, Jesper; Petersen, Thomas S. y Wolf,
Clark (eds.), New Waves in Applied Ethics, Basingstoke, Palgrave Macmillan, 2007, pp. 1-24;
Horta, Oscar, “Igualitarismo, igualación a la baja, antropocentrismo y valor de la vida”,
Revista de Filosofía, N° 35, 2010, pp. 133-152; Faria, Catia, “Igualdad, prioridad y animales
no humanos”, en Ávila Gaitán, Iván Darío (comp.), La cuestión animal(ista), Bogotá, Desde
Abajo Ediciones, 2016 (2014), pp. 327-340.
14. Regan, Tom, En defensa de los derechos de los animales, Ciudad de México, Fondo de
Cultura Económica, 2013 (1983); Franklin, Julian H., Animal Rights and Moral Philosophy,
Nueva York, Columbia University Press, 2005; Korsgaard, Christine “Fellow Creatures:
Kantian Ethics and Our Duties to Animals”, The Tanner Lectures on Human Values,
N° 25/26, 2005, pp. 77-110.
15. Nobis, Nathan, “Vegetarianism and Virtue: Does Consequentialism Demand
Too Little?”, Social Theory and Practice, N° 28, 2002, pp. 135-156; Clark, Stephen R. L.,
“Vegetarianism and the Ethics of Virtue”, en Sapontzis, Steve F. (ed.), Food for Thought:
The Debate over Eating Meat, Amherst, Prometheus, 2004, pp. 138-151.
16. Donovan, Josephine y Adams, Carol J., Beyond Animal Rights: A Feminist Caring Ethic
for the Treatment of Animal, Nueva York, Continuum, 1996; The Feminist Care Tradition in
Animal Ethics: A Reader, Nueva York, Columbia University Press, 2007.

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éticas, incluyendo todas las citadas arriba. Ello supone que el rechazo
del especismo no nos compromete con una teoría ética concreta.17

El ámbito socioeconómico: dos tipos de desconsideración


En el plano socioeconómico es donde nos encontramos con las
prácticas socialmente institucionalizadas que afectan a los animales
no humanos. Pueden distinguirse dos maneras fundamentales en
las que lo hacen: por acción u omisión. En primer lugar, los animales
son empleados de forma masiva como recursos para diferentes usos
humanos. Varios billones de animales mueren anualmente por este
motivo, sobre todo por su matanza para la obtención de productos
culinario-alimenticios.18
En segundo lugar, los animales no humanos no son únicamente
empleados como recursos. También sucede que, de manera general,
ningún recurso es empleado para promover aquello que va en sus intere-
ses. Las prácticas sociales y las actividades institucionalizadas no inclu-
yen entre sus fines beneficiar a los seres humanos. Incluso cuando son
llevadas a cabo con motivaciones altruistas, para ayudar a quienes lo ne-
cesitan, se entiende por lo común que ese “quienes” incluye solamente
a los seres humanos, dejando a los demás animales a un lado. Estos no
disfrutan siquiera de servicios que consideraríamos imperativos si fue-
sen humanos. Sin duda hay algunas excepciones a esto, como sucede en
el caso de los servicios prestados para atender las necesidades de unos
pocos animales en los que existe alguna clase de interés conservacionis-
ta, o las de otros pocos animales llamados “de compañía” (aquellos de
estos que forman parte de la minoría que no son matados o abandona-

17. Horta, Oscar, “El cuestionamiento del antropocentrismo: distintos enfoques nor-
mativos”, Revista de Bioética y Derecho, N° 16, 2009, pp. 36-39.
18. Ética Animal, Explotación animal, 2016. Disponible en: http://www.animal-ethics.
org/explotacion-animal-introduccion; Organización de las Naciones Unidas para la
alimentación y la agricultura – FAO, “Ganadería primaria”, FAOSTAT - Datos sobre ali-
mentación y agricultura Statistical Database, 2018. Disponible en: http://www.fao.org/
faostat/es/#data/QL; Mood, Alison y Brooke, Phil, “Estimating the Number of Farmed
Fish Killed in Global Aquaculture Each Year”, Fishcount.org.uk, 2012. Disponible en:
http://fishcount.org.uk/published/std/fishcountstudy2.pdf; Mood, Alison y Brooke,
Phil, “Estimating the Number of Fish Caught in Global Fishing Each Year”, Fishcount.
org.uk, 2010. Disponible en: http://fishcount.org.uk/published/std/fishcountstudy.pdf

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ética y animales no humanos...

dos). Pero, de manera general, los intereses de los animales son dejados
totalmente a un lado también en este ámbito.
En los siguientes dos apartados veremos de manera separada estas
dos maneras en las que los intereses de los animales se ven frustrados.

El uso de los animales como recursos


El empleo de los animales no humanos como recursos al servicio de
los seres humanos les causa unos daños extremadamente graves (sien-
do los beneficios humanos obtenidos mucho menos considerables). Por
ello, el rechazo del especismo en el plano moral supone también el de tal
uso. Sin embargo, esta implicación no se da necesariamente en sentido
inverso. Hay mucha gente que acepta el especismo, considerando que
los intereses humanos cuentan más que los de los demás animales y que,
no obstante, piensa que no está justificado que dañemos a estos anima-
les para satisfacer nuestro interés en utilizarlos.19
Otra posición que puede ser sostenida consiste en aceptar
cualquier uso de los animales no humanos como aceptable, inde-
pendientemente del daño que se les inflija. Con esto se asume que
cualquier interés humano, por mínimo que sea, va a contar más
que cualquier interés de algún animal, por importante que sea.20 Esta
posición viene a suponer en la práctica lo mismo que la idea de que los
intereses de los animales no humanos no cuentan en absoluto (aun
cuando no coincida exactamente con ella).
Con todo, hay mucha gente que, siendo especista, no acepta una
posición como la que acabamos de ver. Se considera a menudo que hay
ciertos daños que no se debería infligir a los animales incluso cuando
estén siendo utilizados como recursos de formas que les causan daños
notables de otros tipos. Una de las posturas más representativas entre
estas es la que busca reducir (o, en su versión más avanzada, minimizar)
los daños sufridos por los animales utilizados que no resulten inherentes
a tal uso.21 Esta posición aceptaría el uso de animales siempre y cuando

19. Zamir, Tzachi, Ethics and the Beast: An Argument for Speciesist Liberationism, Princeton,
Princeton University Press, 2007.
20. Carruthers, Peter, La cuestión de los animales: teoría moral aplicada, Cambridge,
Cambridge University Press, 1995 (1992).
21. Según esta versión más avanzada, ningún uso de los animales estaría justificado a
no ser que los daños no inherentes a este hubiesen sido eliminados al máximo posible.

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los daños sufridos por los animales fuesen reducidos suficientemente.


Así, por ejemplo, si el uso en cuestión es su consumo como comida, esta
posición buscaría disminuir los daños sufridos por los animales no con-
sistentes en la pérdida de su vida. Ello implicaría, en este caso, aminorar
el sufrimiento que padecen los animales, pero sin cuestionar su muerte
(al ser esta parte inherente de su uso como comida).
Esta postura ha sido identificada desde hace ya décadas emplean-
do la expresión “bienestar animal”.22 Lo que se quiere indicar con ello es
que al reducirse los daños sufridos por los animales se conseguiría una
situación de bienestar. En línea con esto, se ha usado también el término
“bienestarismo” para nombrar la posición que aceptaría el uso de anima-
les siempre y cuando se reduzcan los daños infligidos a estos en tal uso.
El empleo de la terminología del “bienestar” con este sentido es muy
confuso y problemático. El bienestar de alguien es aquello que es bueno
para ese individuo (o malo en el caso de que sea bienestar negativo, o
malestar). Una preocupación por el bienestar de alguien es una pre-
ocupación por todo aquello que pueda causarle un beneficio o un daño.
Cuando decimos que promovemos el bienestar de alguien estamos di-
ciendo que promovemos aquello que es positivo para él o ella. Esto es así
tanto en el lenguaje coloquial como en la literatura política, económica
o filosófica. En filosofía, en el campo de la teoría del valor, se define de
hecho bienestar como aquello que es bueno para alguien.23 Siendo esto

Otras posiciones podrían considerar que la explotación animal podría estar justifi-
cada si esos daños hubiesen sido reducidos al menos hasta un cierto nivel, incluso
aunque no fuese el máximo.
22. Francione, Gary L., Animals, Property, and the Law, Philadelphia, Temple University
Press, 1995; Haynes, Richard P., Animal Welfare: Competing Conceptions and Their Ethical
Implications, Springer, Dordrecht, 2008.
23. En filosofía existe una posición (con un sentido valorativo y otro normativo) que se
conoce con el nombre “bienestarismo”, y no tiene nada que ver con aquello de lo que
estamos hablando aquí. En teoría del valor, las posiciones bienestaristas son aquellas
que sostienen que las únicas cosas valiosas o disvaliosas que hay son aquellas que son
buenas o malas para quienes las reciben, de manera que no existen valores puramen-
te impersonales (esto es, cosas que puedan ser buenas o malas por sí mismas sin serlo
para nadie). Y en teoría normativa son bienestaristas las posiciones que sostienen que
aquello que es bueno o malo para quienes lo reciben (esto es, tanto los demás seres como
nosotros o nosotras) es lo único que debería darnos razones morales (de manera que no
tenemos la obligación de promover algo que no va a ser de ninguna forma bueno para
nadie, ni la de evitar algo que no va a ser de ninguna forma malo para nadie). Véase por
ejemplo Holtug, Nils, “Welfarism - the Very Idea”, Utilitas, N° 15, 2003, pp. 151-174; Moore,

54
ética y animales no humanos...

así, se entiende que sea insólito el empleo de los términos “bienestar


animal” o “bienestarismo” para nombrar una posición que acepta que se
ocasione daños gravísimos a los animales, incompatibles con su bienes-
tar. Es cierto que algunos de los daños que causa el uso de los animales
sí pueden ser reducidos. Pero otros son esenciales al uso en cuestión. No
se puede matar a un buey para obtener su carne y su piel, por ejemplo,
sin causarle la muerte, y privarle así de cualquier posibilidad de expe-
riencias positivas futuras. No se puede hacer que una elefanta actúe en
un circo si no está aterrorizada ante quienes la han entrenado. Siendo
esto así, no se entiende fácilmente que el término “bienestar animal”
haya llegado a tener la aceptación que ha conseguido para nombrar po-
siciones que aceptan prácticas tan dañinas para los animales.
Puede considerarse que la posición a la que se da el nombre de
“bienestarismo” sí promueve mejorar el bienestar de los animales hasta
un cierto punto. Pero lo hace de forma tan exigua, si consideramos los
daños que sí autoriza, que no parece suficiente para que el término re-
sulte procedente. Por otra parte, esta posición no es consistente con las
mejoras que busca para los animales. Ello se debe a que puede aceptar o
no un mismo daño infligido a los animales en función del caso. Depen-
diendo del uso de los animales en cuestión, el daño aceptado podrá ser o
no inherente a su explotación. Ello también muestra que esta posición
es especista, ya que subordina la protección de cualquier interés de los
animales no humanos (por importante que este sea) a la satisfacción de
los intereses de los seres humanos en utilizarlos (aun cuando estos resul-
tan ciertamente triviales). Parece, por lo tanto, que habría tenido mucho
más sentido mantener el término “bienestar animal” para nombrar otro
tipo de punto de vista distinto de este, cuyos posicionamientos no fuesen
determinados a partir de los intereses humanos en el uso de animales.
Junto con esto, hay algunas otras confusiones en lo que respecta
a la posición referida con el término “bienestarismo”. En primer lu-
gar, cabe apuntar que a menudo se piensa que lo que vendría a bus-
car esta posición sería la reducción del sufrimiento padecido por los
animales usados como recursos. Pero esto no es realmente correcto.
Hay también otros daños que intentaría reducir, como por ejemplo la
privación de la integridad física. Asimismo, hay usos de los animales

Andrew y Crisp, Roger, “Welfarism in Moral Theory”, Australasian Journal of Philosophy,


N° 74, 2006, pp. 598-613.

55
manual de derecho animal

en los que la muerte de estos no es requerida, como sucede cuando


son empleados en espectáculos en acuarios, por ejemplo. En casos así,
esta posición defenderá la vida de los animales. En cambio, aceptará
su sufrimiento cuando este sea imprescindible para la realización de
los espectáculos en cuestión.
Por último, otra confusión que se da a menudo en este punto tiene
que ver con una falta de distinción frecuente entre los fines que se bus-
can al actuar de un cierto modo y las estrategias y tácticas para conse-
guir tales fines. Esto pasa en concreto con una de vía de acción puesta
en práctica para conseguir la reducción de los daños sufridos por los
animales empleados como recursos. Esta consiste en la búsqueda de
regulaciones en el modo en el que tiene lugar tal uso, por lo que pode-
mos llamarla “regulacionismo”. Por ser tal vía de acción característica
de la posición que estamos viendo, muchas veces se ha empleado el
término “bienestarismo” para nombrarla. Pero esto no es adecuado.
En primer lugar, los modos o estrategias con los que se persiguen unos
ciertos objetivos son algo distinto de tales objetivos. En segundo lugar,
sucede de hecho que en este caso no hay ninguna relación de necesi-
dad entre el objetivo buscado y el medio empleado para ello.
El regulacionismo no es la única vía de acción que se puede se-
guir para conseguir los fines del mal llamado “bienestarismo”. Tales
fines pueden buscarse de otros modos. Por ejemplo, mediante la edu-
cación acerca de la importancia de dar más atención a los intereses
de los animales. Además, el regulacionismo ha sido seguido también
con objetivos diferentes de la reducción de los daños no esenciales
que tienen lugar en la explotación animal. Ha sido empleado también
por quienes se oponen a tal explotación. En ciertos casos, se ha utili-
zado con el fin de dificultar la actividad de las industrias de explota-
ción animal y conseguir así que menos animales sean explotados. En
otros, como una excusa para poder transmitir a la opinión pública un
determinado mensaje a favor de la consideración moral de los anima-
les, cuando las campañas regulacionistas consiguen atención mediá-
tica. Al margen de la postura que se mantenga acerca de si estas vías
de acción son eficientes o ineficientes para sus fines, el hecho es que
esos fines son distintos de la reducción de los daños no inherentes a
la explotación animal.

56
ética y animales no humanos...

Los animales necesitados de ayuda en el mundo salvaje


Podemos considerar ahora qué sucede en el caso de los anima-
les que no son explotados a manos humanas. Existe una visión idíli-
ca según la cual estos tienen vidas felices.24 La realidad, sin embargo,
desmiente tal visión idealizada. Además de ser dañados mediante su
utilización por los seres humanos, los animales no humanos también
sufren daños enormes por otras causas. Así, la abrumadora mayoría de
los animales no explotados, así vivan en entornos urbanos o semiurba-
nos, industriales, agrícolas o en el mundo salvaje, se enfrenta a diario
a múltiples riesgos: condiciones climáticas hostiles, enfermedades,
parasitismo, sed, hambre y malnutrición, accidentes y ataques, estrés
psicológico, desastres naturales, etcétera. Todas estas circunstancias,
además de acabar a menudo con su vida, son una causa continua de
sufrimiento para un enorme número de ellos.25 Para hacernos una
idea de la magnitud en la que esto sucede, hemos de tener en cuenta
que la inmensa mayoría de los animales en la naturaleza se reproduce
trayendo al mundo a un número enorme de crías (los roedores pueden
tener más de cien hijas e hijos a lo largo de su vida, mientras que ani-
males como las ranas pueden poner miles de huevos, y muchos peces
e invertebrados, millones). De media, para situaciones en las que no
hay fluctuaciones poblacionales enormes, solamente sobrevive una
cría por cada madre o padre. Todos los demás mueren, a menudo poco
después de nacer o de salir de su huevo, poco después de comenzar a
ser sintientes.26 Las muertes de estos animales (debidas a causas como

24. Horta, Oscar, “Refutando la visión idílica de la naturaleza”, en Navarro, Alexandra


y González, Anahí G. (eds.), Es tiempo de coexistir: perspectivas, debates y otras provocaciones
en torno a los animales no humanos, La Plata, Editorial Latinoamericana Especializada en
Estudios Críticos Animales, 2017 (2010), pp. 159-177.
25. Tomasik, Brian “La importancia del sufrimiento de los animales salvajes”,
Foundational Research Institute, 2009. Disponible en: https://foundational-research.
org/files/suffering-nature-Spanish.pdf; Faria, Catia y Paez, Eze, “Animals in Need:
The Problem of Wild Animal Suffering and Intervention in Nature”, Relations: Beyond
Anthropocentrism, N° 3, 2015, pp. 7-13. Disponible en: http://www.ledonline.it/index.
php/Relations/article/view/816/660; Dorado, Daniel, “Una aproximación bibliográfica
a la cuestión de la intervención en la naturaleza”, Los retos de la Filosofía en el siglo
XXI: Actas del I Congreso internacional de la Red Española de Filosofía, vol. 17, Valencia,
Universitat de València, 2015, pp. 37-42.
26. Cappuccino, Naomi y Price, Peter W. (eds.), Population Dynamics: New Approaches
and Synthesis, San Diego, Academic Press, 1995; Ng, Yew-Kwang, “Towards Welfare

57
manual de derecho animal

las listadas arriba, tal vez de hambre, de frío o comidos vivos) son a
menudo muy dolorosas y lentas. Y por ser tan jóvenes al morir, estos
animales tienen pocas posibilidades de experimentar algún disfrute.
Por ello, hay un grandísimo número de animales para quienes la vida
contiene más sufrimiento que disfrute.
Si en vez de animales de otras especies se tratase de seres huma-
nos, existiría un clamor social a favor de que se les proporcionase asis-
tencia. Sin embargo, las actitudes especistas llevan a que en el caso de
los animales no humanos su situación de necesidad sea dejada de lado.
Ello a pesar de que existen ya múltiples iniciativas en ayuda de estos
animales (como rescates, centros de atención médica y orfanatos para
animales en situación de necesidad en el mundo salvaje, programas de
alimentación y vacunación, etc.).27
Junto al especismo, otro motivo que lleva a no considerar a estos
animales consiste en que los planteamientos ecologistas a menudo
promueven la visión idílica de los animales en la naturaleza, que ya
hemos visto que es errónea. Asimismo, estos planteamientos también
pueden entrar en conflicto con la idea de que debemos actuar a fa-
vor de los animales en el mundo salvaje. El motivo es que pueden pro-
mover la idea de que lo correcto es dejar en todo momento que siga
el curso natural de las cosas. Pero esta posición es cuestionable. No
la mantenemos en el caso de los seres humanos, en el cual luchamos
contra la enfermedad, las adversidades climatológicas, el hambre y
las demás causas naturales de los daños que padecemos. Tampoco es
en realidad asumida desde las posiciones ecologistas, que defienden
frecuentemente la intervención en los ecosistemas con fines conser-
vacionistas (muchas veces, dañando a un gran número de animales,

Biology: Evolutionary Economics of Animal Consciousness and Suffering”, Biology and


Philosophy, N° 10, 1995, pp. 255-285.
27. Cunha, Luciano C. y Garmendia, Gabriel, “Por que os danos naturais deveriam ser
considerados como de igual importância moral?”, Synesis, N° 5, 2013, pp. 32-53; Torres
Aldave, Mikel, “El fracaso de los argumentos contra la intervención en la naturaleza”,
Los retos de la Filosofía en el siglo XXI: Actas del I Congreso internacional de la Red Española de
Filosofía, vol. 18, Valencia, Universitat de València, 2015, pp. 39-53; Ética Animal, “Ayu-
dando a los animales en la naturaleza”, Animales en el mundo salvaje, 2016. Disponible
en: http://www.animal-ethics.org/es/

58
ética y animales no humanos...

como cuando se llevan a cabo matanzas de aquellos cuyas poblaciones


se considera que han crecido demasiado).28
En cualquier caso, esto ilustra las diferencias morales entre los
planteamientos ecologistas y los propios de la defensa de los animales.
Mientras que aquellos buscan la conservación de entidades no sintien-
tes más o menos abstractas como los ecosistemas, los paisajes o las es-
pecies, la defensa de los animales se centra en los intereses de los seres
sintientes.29 En la medida en que consideremos que lo que importa en
nuestras vidas es lo que experimentamos en ella, y no el mero hecho
de realizar ciertas funciones biológicas, de tener una cierta función en
nuestro entorno o de formar parte de un determinado grupo, acepta-
remos la relevancia de la sintiencia. Si suscribimos esto y también el
argumento de la relevancia presentado arriba, concluiremos que las
entidades moralmente considerables serán los animales sintientes.
Ello implicará oponernos a la idea de que no debemos actuar a su favor
cuando lo necesitan. Esto será así tanto en el caso de aquellos que son
explotados como en el de los que se encuentran en el mundo salvaje.
Esta conclusión tiene consecuencias importantes en el plano so-
cioeconómico. No implicará ya solamente la oposición al uso de los
animales no humanos como simples recursos, sino que también de-
fenderá el empleo de recursos a favor de los animales.

El ámbito jurídico
Llegado este punto, podemos pasar a ver qué es lo que sucede en los
ordenamientos jurídicos. En estos se distingue actualmente de manera
común entre personas y cosas. Las personas son aquellas entidades a

28. Shelton, Jo-Ann, “Killing Animals that Don’t Fit In: Moral Dimensions of Habitat
Restoration”, Between the Species, N° 13/4, 2004, pp. 1-21. Disponible en: http://digitalcom
mons.calpoly.edu/bts/vol13/iss4/3; Mosquera, Julia, “The Harm They Inflict when Values
Conflict: Why Diversity Does Not Matter”, Relations: Beyond Anthropocentrism, N° 3, 2015,
pp. 65-77. Disponible en: http://ledonline.it/index.php/Relations/article/view/822/664
29. Sagoff, Mark, “Animal Liberation and Environmental Ethics: Bad Marriage, Quick
Divorce”, Osgoode Hall Law Journal, N° 22, 1984, pp. 297-307; Hargrove, Eugene C. (ed.),
The Animal Rights/Environmental Ethics Debate: The Environmental Perspective, Albany,
State University of New York, 1992, pp. 37-64; Dorado, Daniel, El conflicto entre la éti-
ca animal y la ética ambiental: bibliografía analítica, tesis doctoral, Madrid, Universidad
Carlos III, 2015.

59
manual de derecho animal

quienes les es posible (o en cuyo nombre es posible) ejercer acciones le-


gales. Son propiamente las que pueden disfrutar, en rigor, de derechos
legales. Esto no sucede así en el caso de las demás entidades, esto es, las
cosas. Estas últimas pueden ser objetos de propiedad y no son suscepti-
bles de poseer, en un sentido estricto, derechos legales. De aquí no se si-
gue que no puedan ser objeto de protección legal. Las obras de arte, por
ejemplo, se encuentran a veces protegidas, siendo ilegal su destrucción.
Pero ello no supone que tengan derechos. De hecho, son protegidas no
porque se busque, al hacerlo, salvaguardar un interés de las propias
obras de arte. Por el contrario, el bien jurídico que busca salvaguardar
con su protección es el interés humano en su conservación.
Al día de hoy, se reconoce personalidad legal a los seres huma-
nos. Sin embargo, los animales no humanos son considerados cosas.30
En algunos países se han llevado a cabo cambios constitucionales que
aparentemente han transformado tal estatus (como en Suiza, Alema-
nia, Colombia o Ciudad de México). Pero ni siquiera en tales casos se
pueden considerar que disfruten propiamente de personalidad jurí-
dica, y la protección legal que han recibido no ha sido robusta (así, ha
continuado siendo perfectamente legal en estos países explotar a los
animales de modo como ocurre en otras partes).31 En estos casos, al
igual que en otros, pueden ser defendidos por normas semejantes a
derechos, en función de la existencia de un interés social en que se les
dé tal protección. Pero estos no son propiamente derechos como los

30. Bryant, Taimie L., “Sacrificing the Sacrifice of Animals: Legal Personhood for Animals,
the Status of Animals as Property, and the Presumed Primacy of Humans”, Rutgers Law
Journal, N° 39, 2008, pp. 247-330; Wise, Steven M., Rattling the Cage: Toward Legal Rights
for Animals, Londres, Profile, 2000; Francione, Gary L., Animals as Persons: Essays on the
Abolition of Animal Exploitation, Nueva York, Columbia University Press, 2008.
31. Podría pensarse que quizás una solución posible para dar una protección robusta a
los animales no humanos pasaría por desarrollar un estatus intermedio para estos que
no implicase personalidad en la línea en la que se ha realizado en estos países. Esto, sin
embargo, es problemático, pues parece continuar implicando un planteamiento espe-
cista (esto se argumenta en Horta, Oscar, “La cuestión de la personalidad legal más allá
de la especie humana”, Isonomía, N° 34, 2011, pp. 55-86). El hecho de que estos cambios
constitucionales no tengan un impacto muy notable se constata al comprobar que en
estos países la protección legal que en la práctica tienen los animales no humanos no es
mayor que la que reciben en otros lugares (desarrollar esta cuestión excede el propósito
de este capítulo, pero en general puede afirmarse, por ejemplo, que al día de hoy, en Ale-
mania, tal protección es menor que en Suecia, y en Colombia menor que en Costa Rica).

60
ética y animales no humanos...

que sí tienen los seres humanos, porque no están basados en la necesi-


dad jurídica de proteger sus intereses en tanto que personas.
Esta distinción en la consideración legal dada a humanos y a otros
animales en virtud de su especie constituye una de las manifestacio-
nes del especismo. Y se debe a lo ya indicado al inicio en el cuadro pre-
sentado en el primer apartado: las actitudes especistas en los ámbitos
moral y socioeconómico llevan a que los ordenamientos jurídicos sean
asimismo especistas.

La reivindicación de personalidad jurídica para los animales no


humanos es defendible desde diferentes teorías éticas
Si el antropocentrismo no está justificado, en línea con lo que
hemos visto anteriormente, no habrá motivo para que solo los seres
humanos disfruten de personalidad legal. Cambiar esto vendría a sig-
nificar que los animales no humanos podrían ser legalmente protegidos
de una forma verdaderamente robusta, de manera que sus intereses
fuesen tomados en serio, como lo son al día de hoy los de los seres hu-
manos. Su disfrute de derechos negativos implicaría la presencia de se-
rios obstáculos legales a las acciones que les causasen daños. Supondría,
en particular, la necesidad de terminar con su utilización en el plano
socioeconómico como recursos. Y su posesión de derechos positivos lle-
varía a la necesidad de implementar acciones y programas destinados a
garantizar que sus intereses no se viesen frustrados por otros motivos,
tal y como sucede en el caso de los seres humanos. Ello supondría tam-
bién la introducción de medidas de asistencia a quienes se encuentran
en situación de necesidad por causas naturales (en la medida en que ello
fuese posible sin frustrar intereses de mayor importancia).
Una clarificación puede ser útil en este punto. Anteriormente vimos
que, entre las distintas teorías éticas que existen, algunas se centran en
la idea de los derechos morales. Estas afirman que los individuos deben
disfrutar de ciertas salvaguardas que hacen que tengamos la obligación
moral de no actuar de ciertas maneras que les pueden causar un perjui-
cio, y de actuar de ciertas maneras que les pueden causar un beneficio.32

32. Gran parte de las teorías éticas que emplean el concepto de derecho moral son
deontologistas, pero también puede haber posiciones de otro tipo que lo empleen,
como por ejemplo teorías consecuencialistas que sostengan que lo que debemos hacer

61
manual de derecho animal

Hay muchas otras teorías que, sin embargo, rechazan esto. Por ejemplo,
aquellas que indican que lo que hay que hacer es seguir ciertas normas
no formuladas en términos de derechos, o que hay que actuar de forma
virtuosa o cuidadosa hacia el resto, o que hay que reducir la desigual-
dad en la satisfacción de intereses, o reducir al máximo el sufrimiento, o
maximizar la suma de disfrute menos sufrimiento, etcétera.
Ahora bien, esto no quiere decir que solo quienes mantengan teo-
rías centradas en derechos morales han de defender la posesión de
derechos legales por parte de quienes deban recibir protección legal.
Debido a que en los ordenamientos jurídicos actuales el disfrute de una
protección legal robusta se obtiene mediante la posesión de derechos
legales, quienes rechacen la idea de los derechos morales pueden igual-
mente reivindicar personalidad jurídica y derechos legales para quienes
consideren que son moralmente considerables. Por ese motivo, quienes
se opongan al especismo pueden hacer esto en el caso de los animales
no humanos independientemente de la teoría ética que sostengan. Los
derechos legales son instrumentos jurídicos cuya reivindicación no im-
plica un compromiso con una teoría ética determinada.
Por otra parte, es también posible, por supuesto, rechazar en
conjunto la idea de la personalidad jurídica. Podemos considerar que
nuestros ordenamientos jurídicos no son válidos no solamente por ser
especistas, sino además porque los conceptos básicos de personalidad,
derecho y otros en los que se basan son deficientes. Esto, no obstante,
puede ser defendido de forma compatible con la idea de que, en la me-
dida en que tales ordenamientos jurídicos continúen existiendo, no
deberían ser especistas, de forma que no deberían limitar la posesión
de personalidad y derechos a los seres humanos.
La propuesta de reconocimiento de personalidad jurídica a los
animales no humanos todavía resulta a veces chocante. Pero ello se
debe mayormente a que gran parte de la gente aún comparte un plan-
teamiento antropocentrista. Este lleva a pensar a menudo que hay al-
guna clase de impedimento lógico para que seres no humanos sean
personas legales. Se presume que hay alguna clase de identificación
entre la pertenencia a la especie humana y la personalidad jurídica. Se
es maximizar la cantidad de derechos morales respetados, o consecuencialistas igua-
litaristas, que defiendan que debería reducirse la desigualdad en el modo en que los
derechos de distintos individuos son promovidos y respetados.

62
ética y animales no humanos...

piensa esto, en particular, creyendo que la palabra “persona” significa


lo mismo en el ámbito jurídico y en el del lenguaje coloquial (en el cual
se emplea de forma habitual como sinónimo de “ser humano”). Pero,
a la luz de lo que ya hemos visto, podemos entender que una persona
jurídica es algo distinto de un ser humano. De hecho, la palabra “per-
sona” también significa cosas diferentes en el ámbito filosófico, donde
se usa para nombrar a los individuos con ciertas capacidades (en oca-
siones, la autoconciencia, en otros casos, la posibilidad de reflexionar
sobre las propias acciones, o también a veces la conciencia, entre otros
atributos). De este modo, una persona jurídica es algo diferente tanto
de un ser humano como de una persona en un sentido filosófico. Así,
se entiende que, tanto a lo largo de la historia como en la actualidad,
podamos encontrar claros ejemplos que desmienten la idea de la iden-
tificación entre seres humanos y personas legales. En distintos lugares
y momentos, muchos seres humanos, como las mujeres o aquellos de
ascendencia no europea han carecido de personalidad jurídica. Y hoy
en día hay toda una serie de entidades no humanas que sí la poseen,
como las empresas, fundaciones y entidades públicas, entre otras.
No parece haber, pues, impedimentos lógicos para que los animales
no humanos puedan también tener personalidad jurídica.33 Si los argu-
mentos críticos con el antropocentrismo son correctos, entonces parece
que habrá razones de peso para efectivamente dar ese paso. El cambio en
ese sentido en el plano del derecho se encontrará vinculado a los cambios
que se den en el campo moral de las actitudes y en el socioeconómico.

33. En realidad, a partir de lo que hemos visto, lo que tendría sentido no sería reivindi-
car la personalidad legal para los animales, sino propiamente para los seres sintientes.
Ello supondría que animales como los poríferos (las esponjas) no tendrían por qué
disfrutar de tal personalidad, dado que, careciendo de cualquier forma de sistema
nervioso, no pueden ser sintientes. Y supondría que también deberían disfrutar de
personalidad jurídica, en el momento en que existiesen, otras formas de entidades
sintientes artificiales (esta es una cuestión que se ha debatido desde hace ya décadas,
véase por ejemplo Solum, Lawrence B. “Legal Personhood for Artificial Intelligences”,
North Carolina Law Review, N° 70, 1991, pp. 1231-1287; Muzyka, Kamil, “The Outline of
Personhood Law regarding Artificial Intelligences and Emulated Human Entities”, en
Journal of Artificial General Intelligence, N° 4, 2013, pp. 164-169).

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