Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
El tema de la tolerancia aparece en su teoría como uno de los elementos claves tanto en
sus consideraciones éticas como en las relaciones que hacen posible esa articulación entre el
Estado y los individuos. En la época la tolerancia comienza a ser entendida como la
consecuencia del reconocimiento de la libertad a ciertos sectores de la sociedad –comprendiendo
por sectores no solo a grupos formados e identificados sino también simplemente a individuos
aislados– que disentían en alguna medida con la opinión de la mayoría o con la del gobernante.
La concesión de esa libertad puede referirse a un número virtualmente infinito de aspectos de la
vida humana, pero como dice E. Bello: “Ciertamente, la religión no es la única dimensión de la
existencia humana en la que está en juego la tolerancia o la intolerancia; pero en el Siglo de las
Luces fue, quizá, el síntoma más expresivo del problema”.1 Rousseau no es ajeno a la actitud
general de la Ilustración y en varios pasajes de su obra se mostró como un gran defensor de la
tolerancia religiosa. Sin embargo, en algo sí difería respecto al resto de los philosophes, otrora
1
BELLO, Eduardo: “Tolerancia, verdad y libertad de conciencia en el siglo XVIII” en Isegoría. Nº 30, 2004, p. 128.
amigos, Rousseau se mostraba no solo tolerante con la religión sino como un pensador religioso.
Es por eso que en primer lugar voy a establecer la postura del ginebrino respecto de la religión,
es decir, voy a dar cuenta de lo que se dio en llamar religión natural. Y dado que el sentimiento
religioso no puede escindirse de la condición humana, este debe ser tenida en cuenta en la
formación de la sociedad política –a esto me referiré cuando hable sobre la religión civil–. Por
último, voy a abordar el tema de la tolerancia entendida no ya desde el punto de vista de la moral
sino desde la política, tanto en lo que se refiere a las relaciones de los ciudadanos entre sí, como
a la relación que se establece entre el Soberano y los súbditos.
3
ROUSSEAU, Jean- Jacques: “Carta al Sr. Franquières”, 15 de enero 1769 en Cartas Morales y otra
correspondencia filosófica. Edición Roberto R. Aramayo. Plaza y Valdez Editores.2006, Madrid, p. 312.
4
ROUSSEAU, Jean-Jacques: Carta a D’Alembert sobre los espectáculos. Estudio preliminar de José Rubio
Carracedo y traducción y notas de Quintín Calle Carabias. Tecnos, 1994, Madrid, pp. 13-14.
5
ROUSSEAU, Jean-Jacques: Ensoñaciones de un paseante solitario. Prólogo traducción y notas de Mauro Armiño.
Alianza Editorial. 1984, Madrid, pp. 47-48.
que es la que expresa las verdades naturales; de ahí que Rousseau sostenga, en contra de los
filósofos, que “la filosofía, al no tener sobre estas materias ni fondo ni ribera, al faltarle ideas
primigenias y principios elementales, no es más que un mar de incertidumbres y dudas de las que
el metafísico no se libra jamás. Así pues, abandoné la razón y consulté a la naturaleza, es decir,
al sentimiento interior que dirige mi creencia independiente de mi razón”.6
La religión natural tal y como puede leerse en la Profesión de fe del vicario saboyano es
un teísmo del sentimiento, pues la fuente de la verdad es la luz interior o conciencia. Sin
embargo, su propuesta no excluye del todo a la razón que es capaz de iluminar la verdad aunque
la última palabra la tiene el sentimiento que asiente o ama lo verdadero. Y los artículos de fe de
esa religión son pautas para una vida moral de acuerdo al orden de la naturaleza. Es decir, la
moral en Rousseau depende de una creencia, y, por tanto, el hombre posee una dimensión de
religiosidad –independientemente de si la fe es de orden natural o pertenece al ámbito
secularizado– que condiciona su conducta en la esfera social y política.
6
ROUSSEAU, Jean-Jacques: “Carta al pastor Jacob Vernes” 18 de febrero de 1758, en Cartas Morales y otra
correspondencia filosófica. Ed. cit., p. 169.
7
ROUSSEAU, Jean-Jacques: “El contrato social o ensayo sobre la forma de la República (primera versión o
Manuscrito de Ginebra” en Escritos Políticos. Edición traducción y notas de José Rubio Carracedo. Trotta, 2006,
Madrid, p.189.
pero es la devoción cívica la que da el verdadero sustento a la vida social.
El carácter sagrado del pacto y el respeto absoluto de las leyes son la piedra angular de
toda una liturgia secular que hay que ir conformando para la buena vida de la República. Ésta es,
para Rousseau, no un simple agregado de individuos, sino que se apoya en una mínima
homogeneidad entre los pactantes, representada por la noción de Interés General. Pero este bien
común que se persigue está más del lado del sentimiento que del mero cálculo de costes y
beneficios y tiene que ver con la realización de la verdadera libertad –y en este sentido me
atrevería a hablar de salvación de los individuos– que solo se consigue a través del Estado. Este
último se transforma en Iglesia secular, con ritos, símbolos sagrados, liturgia, etc.; el Estado se
transforma en Patria y los miembros del cuerpo en ciudadanos.
Del pacto legítimo que da lugar al cuerpo político o persona pública, se derivan una serie
de relaciones entre los miembros de ese cuerpo que varían de acuerdo a la perspectiva que se
8
Ibid. p. 173.
9
Ibid. p. 164.
adopte. Así, el cuerpo puede ser visto por los miembros como Soberano o como Estado,
dependiendo de si está en activo o en pasivo, y los miembros son vistos como ciudadanos, en
tanto que miembros del Soberano, o como súbditos en tanto que sujetos a las leyes del Estado. A
esto agrega Rousseau: “Por esta fórmula se ve que el acto de asociación entraña un compromiso
recíproco de lo público con los particulares, y que cada individuo, contratante por así decirlo
consigo mismo, se halla comprometido en un doble aspecto; a saber, como miembro del
Soberano respecto de los particulares, y como miembro del Estado respecto del Soberano”. 10 De
este doble compromiso se extrae la doble relación a la que los individuos se hallan sometidos en
el cuerpo político. Por un lado, en cuanto contratantes y miembros del Soberano, la relación que
se establece entre ellos es horizontal y está fundada en una igualdad de derechos y de valor de la
palabra en la asamblea soberana. Aquí ni los rangos ni las clases cuentan solo el hecho de haber
pactado. Por otro lado, en cuanto los individuos son súbditos, es decir, están sometidos a las
leyes del Estado, existe una relación vertical, en la que uno ordena, el Soberano, y el otro –o los
otros, pero tomados como particulares y no como colectivo– deben acatar.
Esta moral a la que apela el concepto de tolerancia es lo que dimos en llamar relaciones
horizontales se encuentra explicada y desarrollada en toda su extensión en el Emilio. Al igual que
10
Op. cit. p. 40.
11
Op. cit. p. 76.
sucede con el salvaje solitario –aunque esta vez se refiere a la historia de un individuo y no la de
la especie– antes de la relaciones sociales no hay en el hombre ni vicio, ni virtud, “…no hay nada
moral en sus acciones; –dice Rousseau– sólo cuando empieza a salir fuera de él, capta primero
los sentimientos, luego las nociones del bien y del mal, que le constituyen verdaderamente
hombre y parte integrante de su especie”.12 Para Rousseau solo somos completamente humanos
cuando nacemos a la vida social y de la educación depende si las pasiones son beneficiosas o
perniciosas. Es por eso que la educación es tan importante, puesto que forma al hombre natural
–para distinguirlo del hombre del hombre u hombre corrompido por las relaciones sociales–
como miembro de la República legítima puesto que “… al pretender formar al hombre de la
naturaleza, no se trata por ello de hacerle un salvaje y relegarlo al fondo de los bosques, sino que,
encerrado en el torbellino social, basta con que no dejemos que lo arrastren ni las pasiones ni las
opiniones de los hombres; basta con que vea por sus propios ojos, que sienta por su corazón, con
que ninguna autoridad lo gobierne, salvo la de su propia razón.”. 13 Que esta moral se corresponde
con un tipo de religión queda confirmado en el tratado pedagógico por la presencia de la
Profesión de fe, como parte de la formación moral de Emilio. Y una muestra de que la religión
de Rousseau es, en principio, tolerante con todas las religiones y sectas, incluso con los ateos, la
encontramos en la pequeña comunidad de Clarens. Allí el ejercicio religioso de la virtud, hace
que hasta los ateos tengan lugar, como muestra de la benevolencia y el respeto por la dignidad de
los hombres en tanto que hombres. Monsieur Wolmar, no solo es ateo, sino que es el esposo de
Julie en la novela epistolar Julia o la Nueva Eloísa. Refiriéndose a ello dice Rousseau que el
objeto de un personaje ateo es “… acercar a los partidos opuestos mediante una estima recíproca,
enseñar a los filósofos que se puede creer en Dios sin ser hipócrita y a los creyentes que se puede
ser incrédulo sin ser tunante. Se haría mucho en aras de la paz civil si se pudiera sustraer al
espíritu de partido el desprecio y el odio que provienen más bien de la suficiencia y del orgullo
que del amor a la verdad”.14
12
ROUSSEAU, Jean-Jacques: Emilio o de la Educación. Traducción, prólogo y notas de Mauro Armiño, Alianza
editorial. 1980, Madrid, p. 293.
13
Ibíd. pp. 342-343.
14
ROUSSEAU, Jean-Jacques: “Carta al pastor Jacob Vernes” del 24 de junio de 1761, en Cartas Morales y otra
correspondencia filosófica, ed. cit., p. 188.
conjuga con la libertad en el plano político. Que los hombres obtengan el mismo derecho que los
demás, que la ley no haga preferencias y que el Estado tenga como objeto mantener la dignidad y
la justicia entre los miembros no puede significar algo negativo a menos que, en nombre de la
igualdad, se coaccione a los individuos y se les prive de ciertas cuotas de libertad o se les
imponga externamente una homogeneidad opresiva. La igualdad, en la conformación del cuerpo
político, debe ser el telón de fondo donde la libertad se desarrolle, pues esta es el verdadero
fundamento y el motivo por el cual los individuos pactan, puesto que, “… uniéndose cada uno o
todos, no obedezca, sin embargo, más que a sí mismo y quede tan libre como antes”. 15
Es por
eso que la tolerancia deja de ser pensada como respeto, es decir, como virtud moral ya que esta
no implica por parte del sujeto “tolerado” ningún derecho al que pueda apelar en caso de no ser
reconocido como igual. El logro de la Modernidad es haber elevado la tolerancia al terreno
político haciendo de ella un derecho, que no es otro que la libertad.
16
ROUSSEAU, Jean-Jacques: “Carta a Voltaire sobre el terremoto de Lisboa” en Cartas morales y otra
correspondencia filosófica. Ed, cit. p. 102.
Estado. Esa homogeneidad –también llamada voluntad general– implica que los hombres, si
quieren vivir en sociedad, deben compartir unos principios básicos y reconocer en ellos, como en
el pacto social, algo del orden sagrado, esto es la religión civil. Según Rousseau esta es
establecida por el poder soberano “… no como dogmas de religión, sino como sentimientos de
sociabilidad, sin los cuales es imposible ser buen ciudadano ni súbdito fiel”.17