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Esa voluntariedad, alude a la existencia de los elementos internos del acto (ya
mencionados: discernimiento, intención, libertad), y no a la voluntad de quienes los
actúan de producir efectos jurídicos.
Los efectos jurídicos que hacen que un hecho voluntario pueda ser calificado como
hecho jurídico son determinados por la ley y no por la voluntad de las partes.
Los hechos involuntarios también son hechos jurídicos: porque los efectos que ellos
producen, son atribuidos directamente por la ley, a pesar de la falta de voluntad de
quien los ha obrado.
Son involuntarios por falta de discernimiento los actos de quien, al momento de realizarlo,
está privado de la razón; los actos ilícitos de la persona menor de edad que no ha cumplido
diez años; los actos lícitos de la persona menor de edad que no ha cumplido trece años.
En cambio el acto jurídico (art. 259) los efectos jurídicos son directamente queridos
por las partes.
La libertad
La libertad es la posibilidad de elegir entre ejecutar o no el acto, sin coacción exterior.
La libertad es afectada por el vicio de violencia (fuerza e intimidación), nos referimos a
fuerza injusta e irresistible para la víctima.
"Nadie está obligado a vender, excepto que se encuentre sometido a la necesidad
jurídica de hacerlo". Por lo tanto, se obra sin libertad cuando la coacción externa no es
legítima, esto es no está fundada en la ley o en el contrato.
El silencio solo puede adquirir valor en conexión con otros hechos o actos, es decir,
formando parte de una conducta expresiva compleja.
Art 263: El silencio opuesto a actos o a una interrogación no es considerado como una
manifestación de la voluntad conforme al acto o la interrogación, excepto en los casos
en que haya un deber de expedirse que puede resultar de la ley, de la voluntad de las
partes, de los usos y practicas o de una relación entre el silencio actual y las
declaraciones procedentes.
Actos jurídicos
Los actos jurídicos bilaterales y patrimoniales, esto es los contratos, cuanto los
negocios jurídicos familiares, los testamentos, los negocios jurídicos que tienen un
objeto no patrimonial (actos de disposición sobre el propio cuerpo, p. ej.), y los
negocios patrimoniales unilaterales (la constitución en mora, la resolución de propia
autoridad por 451 ejercicio de la condición resolutoria tácita), y cualquier otro acto
voluntario lícito que tenga una finalidad jurídica inmediata, quedarán subordinados a
estas normas genéricas.
Los actos ilícitos no son actos jurídicos, puesto que si bien establecen relaciones
jurídicas —de ellos nace el deber de reparar el daño causado—, el efecto jurídico no se
produce por ser querido por el autor, sino como una sanción del ordenamiento para
quien ha violado el principio non alterum laedere (no dañar a otro).
Es un efecto jurídico, que puede consistir en dar nacimiento a una relación jurídica,
extinguirla, modificarla o transmitirla, su finalidad corresponde al acto (hacerse
dueño en la compraventa, establecer una relación de filiación en la adopción,
establecer una relación conyugal en el matrimonio). Y estos efectos se producen
porque son queridos, perseguido por el hombre; y la ley ampara y tutela, esa
voluntad, asignándole el efecto buscado.
Concepto de parte
Es aquel cuyos derechos u obligaciones nacen, se modifican, se transmiten o se
extinguen como consecuencia del negocio jurídico
La parte es quien otorga el acto, en el sentido de que es quien lo concluye por
sí mismo, prestando su consentimiento, pero los negocios jurídicos pueden
también otorgarse por representación. En este caso el representante actúa
como mero otorgante y no como parte.
Representante
El objeto del acto jurídico no debe ser un hecho imposible o prohibido por la
ley, contrario a la moral, a las buenas costumbres, al orden público o lesivo de
los derechos ajenos o de la dignidad humana. Tampoco puede ser un bien que
por un motivo especial se haya prohibido que lo sea.
El objeto de los actos jurídicos puede ser elegido libremente por las partes.
Causa final: constituye un elemento de todos los negocios jurídicos, incluidos los actos
jurídicos patrimoniales unilaterales.
La causa final puede ser definida como la razón de ser jurídica del negocio poseyendo
una doble significación, objetiva y subjetiva.
Como causa final objetiva, identifica a la pretensión que tiene cada una de las partes
de un negocio jurídico de obtener de la otra el cumplimiento de las prestaciones
prometidas.
Causa final subjetiva En este segundo sentido, la causa final se refiere a los móviles
perseguidos por algún contratante en particular. Para que esos móviles sean causa del
negocio y por ello tengan relevancia jurídica, han de haber sido "causalizados". Para
ello es necesario que sean esenciales, exteriorizados y, si es un contrato bilateral o
unilateral oneroso, han de ser comunes a ambas partes.
-La causa final así entendida tiene relevancia en la etapa genética del contrato y
también en la etapa funcional o de cumplimiento, hasta el mismo momento de su
extinción.
Causa y autonomía de la voluntad
Para que la voluntad privada tenga tal fuerza, y autorice a constreñir a la otra parte a
cumplir aun forzadamente aquello a que se ha comprometido, es necesario que ese
negocio jurídico tenga una causa que merezca ser amparada por el ordenamiento
jurídico. Es decir, que ese negocio jurídico tienda a realizar — persiga, busque, tenga
como finalidad — un interés que el ordenamiento considere merecedor de tutela y
protección. Por ello, esa finalidad deberá ser lícita y acorde con la moral y las buenas
costumbres.
Aplicaciones prácticas
Causa subjetiva en la etapa genética del contrato
Según algunos criterios, la causa errónea y la causa simulada (supuestos de falsa
causa), fundamentan la anulación de los actos jurídicos por error en la causa y por
simulación.
Causa objetiva en la etapa genética
La causa objetiva en esta etapa sirve fundamentalmente para tipificar el contrato de
que se trate.
Causa objetiva en la etapa funcional del negocio
En su noción objetiva la causa final fundamenta:
— el pacto comisorio expreso y tácito (art. 1083)
— la excepción de incumplimiento (art. 1031)
— la imposibilidad de pago (art. 955)
— la teoría de la imprevisión (art. 1091).
Nosotros agregamos que también en las garantías por vicios redhibitorios y de evicción
encuentra su lugar la idea de causa final.
Resulta claro que el negocio jurídico debe contar, como uno de sus elementos
esenciales, con una causa final —comprendida en sus sentidos objetivo y subjetivo. De
modo que si en el negocio falta la causa, o ella es falsa, ilícita o se frustra, se
producirán determinados efectos jurídicos.
Falsa causa
El negocio que expresa una causa no real es válido si se funda en otra causa verdadera (art.
282) y lícita. Produciéndose una inversión de la carga de la prueba pues quien pretenda la
subsistencia del acto debe probar que tiene causa y que ella es lícita.
Causa ilícita
b) ambas partes lo han concluido por un motivo ilícito o inmoral común. Si solo una de ellas ha
obrado por un motivo ilícito o inmoral, no tiene derecho a invocar el contrato frente a la otra,
pero esta puede reclamar lo que ha dado, sin obligación de cumplir lo que ha ofrecido".
Para que la causa ilícita provoque la nulidad del negocio, es preciso que ella sea común a
ambas partes. No es necesario que exista un proyecto común a ambos contratantes, pero sí
se requiere, en toda hipótesis, que el móvil ilícito que ha motivado a una de las partes haya
sido conocido por la otra, de modo que haya entrado en el "campo contractual", con lo que
se evita que un contratante de buena fe deba soportar una nulidad por una causa ilícita que
ha ignorado.