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Índice
1. Epidemiología
2. Fenomenología
3. Circuitos cerebrales
- Corteza
- Sistema límbico y estructuras subcorticales
4. Neurotransmisores
5. Neuropéptidos
6. Afectaciones neurocognitivas y neuropsicológicas
7. Laboratorio
8. Genética
1. Epidemiología
Según reportes de la OMS, se han reportado 1.43 millones de muertes por violencia
autoinfligida e interpersonal. Adicionalmente, hay aún más reportes de personas que tienen
lesiones no fatales debidas a violencia. Entre los trastornos más comunes, se encuentra el
desorden intermitente explosivo, que con un 7.3% de prevalencia, permite identificar que
las personas tienen principalmente reportes de violencia explosiva. Según los estudios ¼
de los hombres, han reportado casos de violencia, frente a ½ de mujeres, antes de los 18
años.
2. Fenomenología
Se dice que la susceptibilidad a la agresión parte del contexto psicopatológico en que se
crece. Al asociar la susceptibilidad con deterioro cognitivo coexistente o la
desorganización con el deterioro de la evaluación de la realidad, se pueden manifestar
comportamientos agresivos mediante comportamientos psicóticos o altamente desviados
(ej. asesinato).
Como es típico del PTSD, se puede identificar una tendencia a conductas agresivas en
momentos en los que pacientes se exponen a traumas que evocan recuerdos de situaciones
traumáticas antes vividas, ya que el momento funciona como desencadenante.
En síntesis, es posible decir que diferentes condiciones psiquiátricas (ej. TAB, demencia,
desorden de abuso de sustancias), pueden llegar a funcionar como situaciones asociadas a
comportamientos agresivos
La agresión impulsiva es considerada como el umbral más bajo, que permite la activación
de respuestas motoras agresivas frente a estímulos externos, sin que la persona tenga
algún tipo de reflexión sobre las consecuencias de sus acciones. Por este motivo, es posible
asociar comportamientos agresivos con alteraciones en la función de la corteza prefrontal
orbital y la corteza cingulada anterior, encargadas de la modulación del comportamiento,
las señales sociales, predicción de expectativas (recompensa y castigo), modulación o
supresión del comportamiento agresivos e impulsos (relacionados con regiones límbicas)
3. Circuitos cerebrales
3.1. Corteza:
Neuroimágenes
Mediante neuroimágenes se ha podido detectar una alteración en individuos con trastorno
de personalidad antisocial. En estos pacientes se observa reducción de la materia en la
corteza prefrontal y también asimetrías en la corteza temporal medial y el hipocampo. Se
cree que esto se debe a un neurodesarrollo anormal y se cree que estas alteraciones
también están relacionadas con déficits autonómicos. Los pacientes con trastorno límite de
la personalidad también tienen alteraciones estructurales como reducción del volumen de
la corteza orbitofrontal izquierda y la corteza cingulada anterior derecha (principalmente en
el área 24 de Brodmann).
Se puede identificar una hiperactivación del sistema límbico, en este tipo de pacientes,
teniendo una particular activación en momentos donde se enfrentan a estímulos
provocadores. La amígdala y la ínsula hiperreactivas, también están relacionadas con una
disminución de la actividad de los sistemas de regulación orbitofrontal y de la corteza
cingulada anterior, cuando las personas con impulsos agresivos se exponen ante
estímulos. Anatómicamente, se ha visto que personas con trastorno límite de la
personalidad, tienen una amígdala de menor volumen.
4. Neurotransmisores
Serotonina:
Se ha visto una relación entre la liberación de serotonina y la acción de modulación
mediada por las corteza cingulada anterior y la corteza orbitofrontal. La acción de los
receptores de serotonina 5-HT2, permite que se cumplan estas funciones. Si se manifiesta
una alteración de los receptores de serotonina, disminuyendo su liberación, se presentan
conductas agresivas, que no pueden ser reprimidas ante la provocación.
La teoría se ha podido comprobar debido a estudios que se basan en inhibidores selectivos
de la recaptación de serotonina (ISRS), disminuyendo la agresión impulsiva en pacientes.
Asimismo, se ha identificado que si se disminuyen las concentraciones de ácido
5-hidroxi-indolacético (5-HIAA) y reducción de la respuesta neuroendocrina a sondas
serotoninérgicas, disminuyen intentos de suicido violentos en personas con trastornos de
personalidad agresivos.
Por último, se ha evidenciado en monos y macacos, que una conducta agresiva, se asocia
con una menor actividad serotoninérgica. Debido a estos estudios se ha podido determinar
también una relación con la disminución de la capacidad de aprendizaje, de cooperación y
percepción confianza.
Al realizar estudios farmacológicos, se estudió el efecto que tenían sobre los receptores
5-HT2A y 5-HT2C. De los primeros, se evidenció que antagonistas de los receptores
5-HT2A y neurolépticos que funcionan como antagonistas de los mismos, tienen efectos
antiagresivos. Por otra parte, los agonistas de los receptores 5-HT2C, tienen efectos
antiimpulsivos. Como conclusión de esto, se determinó que los subtipos tienen funciones
complementarias
Entre los factores que influencian las conductas agresivas, se encuentran hormonas como la
prolactina. Está modulada por agentes liberadores de serotonina que al disminuir la
concentración de prolactina, llevan a intentos de suicidio en pacientes con trastornos de
la personalidad y depresión; y agresión impulsiva en pacientes con trastornos de la
personalidad como TLP.
Adicionalmente, los transportadores de serotonina se ven reducidos en imagenología con
PET, sobre todo en las zonas de la corteza cingulada anterior y la corteza orbitofrontal.
Catecolaminas:
La dopamina y la norepinefrina se ha visto que se asocian con la agresión dirigida. En
pacientes con trastornos de la personalidad que derivan en agresión, se ha evidenciado la
disminución de los niveles de serotonina asociada a un aumento de la actividad
noradrenérgica (en algunos pacientes se encuentra en niveles normales). Aunque no se ha
identificado una asociación directa con la agresión, altos niveles de hormona de
crecimiento tienen un agonismo de los receptores alfa adrenérgicos (ej. clonidina),
presentando en estas personas un aumento de la irritabilidad. Aunque no se vea
inmediatamente la agresión, causas ambientales son más propensas a generar respuestas
de ese tipo.
La dopamina, se asocia con el inicio de conductas agresivas y se presenta una menor
cantidad de receptores D1 en pacientes deprimidos con ataques de ira
Acetilcolina:
Aumento de la actividad colinérgica provoca aumentos en la actividad de las regiones
límbicas subcorticales, disforia e irritabilidad que provocan agresión. Asimismo, en
pacientes con TLP, aumentos en la acetilcolinesterasa, tiende a llevar a las personas a
episodios depresivos, mientras que en personas sanas, no se tiene esta propensión
5. Neuropéptidos:
Vasopresina
Se ha descubierto que la vasopresina está involucrada en el comportamiento y la agresión.
Hay una relación directamente proporcional entre la concentración de vasopresina en el
LCR y las tendencias a tener conductas agresivas y trastornos de la personalidad en
pacientes (a mayor concentración de vasopresina, más tendencia a agresión). Para activar
sus efectos, este neuropéptido debe unirse con su receptor 1b de vasopresina. La actividad
serotoninérgica en el cerebro puede reducir las concentraciones de vasopresina, esta
reducción no modifica las conductas mencionadas. Estudios en animales han demostrado
que una mayor densidad de neuronas hipotalámicas anteriores (que contienen vasopresina)
se asocian con mayor conducta de agresión selectiva. También se ha observado que en
ratones en los que se bloquea la expresión del receptor de vasopresina 1b hay una
disminución de comportamientos agresivos.
Oxitocina
La oxitocina participa en procesos relacionados con la afiliación y la confianza. Es capaz de
reducir la actividad de la amígdala causante de la respuesta emocional de miedo. Por lo
tanto, tiene una relación inversamente proporcional con el riesgo de conductas agresivas.
Concentraciones cerebrales reducidas de oxitocina pueden llevar a un aumento de la
actividad de la amígdala y por lo tanto un aumento de los sentimientos de miedo y
desconfianza y comportamiento hostil. En ratones en los que se bloquea la expresión de
oxitocina se observa un aumento de la hostilidad.
Opiáceos
Los opiáceos están relacionados con la autoagresión. Puntualmente, se ha observado que
las concentraciones elevadas de met-encefalina se vincula a autolesiones. Sin embargo,
en pacientes con trastornos de personalidad límite, una concentración reducida de
opiáceos endógenos en el LCR causa un aumento de conductas autolesivas. Se teoriza
que esta podría ser la causa de que estos pacientes sean propensos a abusar de sustancias
opiáceas, ya que su incremento reduce los impulsos de autolesión y de esta forma “alivian”
a los pacientes. Se considera que la reducción en las concentraciones de opiáceos pueden
llevar a mayor angustia de separación y de abandono (estas podrían causar
indirectamente conductas agresivas). Así mismo, el uso de antagonistas de opiáceos se
relaciona con una reducción en las conductas autolesivas.
Neuroesteroides
Se sospecha por los resultados de muchos estudios que las concentraciones elevadas de
ciertas hormonas esteroideas, principalmente la testosterona, se relacionan con las
conductas agresivas. Se encontró que las poblaciones con mayor cantidad de agresión
(criminales violentos, alcohólicos con conductas violentas, parejas culpables de abuso físico,
etc…) tienen mayor concentración plasmática de testosterona (aún así, en pacientes con
trastorno explosivo intermitente, un trastorno mental que causa episodios de ira y
agresividad, no se encontraron alteraciones en la concentración de testosterona en el LCR).
Es probable que las hormonas esteroideas aumenten la respuesta de los circuitos
neuronales asociados a la agresividad al recibir estímulos sociales. Sin embargo, estos
resultados no siempre se logran replicar.
Eje hipotálamo-hipófisis-adrenal
Este eje es el responsable de la liberación de cortisol, y se ha encontrado que en
poblaciones con conductas agresivas (criminales con conducta antisocial, perpetradores de
violencia doméstica, adolescentes con problemas de conducta, etc…) hay menores
concentraciones de cortisol. También se ha descubierto una relación entre el
comportamiento agresivo y la presencia de anticuerpos anti-factor liberador de
corticotropina (anticuerpos que evitan la liberación de cortisol).
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7. Laboratorio
Existen ciertos exámenes de laboratorio que permiten identificar fenotipos para los
comportamientos agresivos. Pueden medir componentes y mecanismos comportamentales
específicos de la agresión. Uno de estos exámenes es el Point Subtraction Aggression
Paradigm (PSAP), que consiste en provocar comportamiento agresivo en pacientes que
tengan tendencia a la violencia para medir la “sensibilidad” o propensión del paciente ante
estímulos externos. Esta medición es objetiva y no cambia con las variables del entorno.
Este examen se hace mediante un videojuego en el que otro jugador (simulado) le roba
puntos al paciente. A este se le da la opción de robar puntos al otro jugador o de no
hacerlo. Los pacientes con problemas de inhibición de la agresión tienen predisposición a
robarlos.
Otros exámenes que miden la impulsividad son: Continuous Performance Task e Immediate
Memory Task. También se pueden usar encuestas como Buss-Perry Aggression
Questionnaire, Barratt Impulsivity Scale, y Life History of Aggression.
8. Genética
Aunque no se tiene total certeza, existen genes que podrían estar involucrados en el
comportamiento agresivo e impulsivo y los trastornos relacionados con la violencia. Estos
genes son los relacionados con los neuromoduladores, como la serotonina o la
catecolamina. Un gen que participa en la aparición de la agresión con inicio en la infancia es
el alelo 5-HT2ATYR452.
También se ha encontrado que los genes que inducen a una menor actividad de la enzima
MAO-A están más presentes en personas que también tienen reducciones en el volumen
de las amígdalas, la corteza cingulada anterior y la corteza cingulada subgenual. Estas
personas son más propensas a la agresividad y muchos de ellos sufren de límite de la
personalidad.
Otros genes relacionados con personalidad agresiva son:
- Polimorfismos del gen transportador de la serotonina (5-HTT).
- Polimorfismo rs165599 en el gen de la catecolamin-o-metiltransferasa: Presente en
pacientes con propensión a la violencia física.
- Alelo de la triptófano-hidroxilasa-1 (TPH-1).
- Alelo del gen TPH-2: Responsable de la síntesis de serotonina en el cerebro.
Presente en pacientes con trastornos de la personalidad y relacionado con
inestabilidad emocional.
- Variantes de los genes DRD2 y DRD4: Su presencia predice trastornos de la
conducta y comportamiento antisocial en adolescentes.
Hay que tener en cuenta que los factores genéticos interactúan con los ambientales, por lo
que la presentación de los trastornos de agresión dependerá del entorno. Por ejemplo, no
se comportará igual un adolescente con factores genéticos que haya tenido una infancia
saludable y buena relación con su familia que uno que haya crecido en un ambiente
disfuncional.
Modulador de la amígdala: núcleo del lecho de la estría terminal. Si está dañado se tiene
una respuesta agresiva no modulada, generando una respuesta mas rapida del estímulo
agresivo
Se puede tener modulaciones de los estímulos, que podemos ser conscientes de nuestro
comportamiento y aprender de él, teniendo en cuenta también que es moral y que no. Se
puede modificar la forma de actuar de ese circuito
Referencias
1. Siever LJ. Neurobiology of Aggression and Violence. AJP 2008;165:429–42.
https://doi.org/10.1176/appi.ajp.2008.07111774.
2. Loeber R, Pardini D. Neurobiology and the development of violence: common
assumptions and controversies. Phil Trans R Soc B 2008;363:2491–503.
https://doi.org/10.1098/rstb.2008.0032.
3. Ortega-Escobar J, Alcázar-Córcoles MÁ. Neurobiología de la agresión y la violencia.
Anuario de Psicología Jurídica 2016;26:60–9.
https://doi.org/10.1016/j.apj.2016.03.001.
4. Charney DS, Nestler EJ, Sklar P, Buxbaum JD, editors. Charney & Nestler’s
Neurobiology of Mental Illness. 5th ed. New York, NY: Oxford University Press;
2018. 1089-1099