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caso paradigmático
Ahora bien, ese objetivo solo podía alcanzarse con la participación de todos los
miembros de la comunidad doméstica. Entre estos ocupaba una posición especialmente
relevante su esposa, que no solo entregaba una cantidad de bienes en concepto de dote
para contribuir a las cargas familiares del matrimonio, sino que además se incorporaba,
a la comunidad familiar de su marido a partir de la celebración de la unión matrimonial.
Plutarchus, Comp. Thes et Rom. 6.3: αἰδοῦς δὲ καὶ φιλίας καὶ βεβαιότητος, ἣν
εἰργάσατο περὶ τοὺς γάμους, ὁ χρόνος ἐστὶ μάρτυς. ἐν γὰρ ἔτεσι τριάκοντα καὶ
διακοσίοις οὔτ' ἀνὴρ ἐτόλμησε γυναικὸς οὔτε γυνὴ κοινωνίαν ἀνδρὸς ἐγκαταλιπεῖν,
ἀλλ' ὥσπερ ἐν Ἕλλησιν οἱ σφόδρα περιττοὶ τὸν πρῶτον ἔχουσιν εἰπεῖν πατροκτόνον ἢ
μητροφόνον, οὕτω Ῥωμαῖοι πάντες ἴσασιν, ὅτι Καρβίλιος Σπόριος ἀπεπέμψατο
γυναῖκα πρῶτος, ἀπαιδίαν αἰτιασάμενος[7].
Aunque este episodio histórico ha sido tratado con detenimiento por la doctrina[8], aún
suscita muchas incertidumbres en relación con aspectos como su datación
histórica, la importancia que diversos autores de la época clásica confieren a este caso
de divorcio y, sobre todo, las transformaciones que habría propiciado en el plano jurídico
romano. El presente estudio tiene como finalidad principal intentar arrojar algo de luz
acerca de todas estas cuestiones tan controvertidas.
El primer punto de disensión entre los diferentes pasajes que se han conservado en
relación con la ruptura matrimonial protagonizada por Espurio Carvilio Ruga atañe a la
propia datación de este episodio histórico. A este respecto, cabe destacar que todos los
testimonios proceden de autores que vivieron desde el siglo I a.C. al siglo III d.C., que,
si bien rememoran un relato de los hechos acontecidos prácticamente idéntico,
empleando incluso expresiones muy similares, sin embargo, difieren a la hora de situar
este primer caso de divorcio en fechas completamente distintas.
Con el propósito de presentar una exposición más ordenada, se puede realizar una
distinción entre un primer grupo de textos que se remontan a la época monárquica y
otros fragmentos que localizan este episodio a finales del siglo III a.C.
Dentro del primer grupo cabe destacar que Valerio Máximo habría afirmado que durante
los primeros ciento cincuenta años desde la fundación de Roma no se habría producido
ningún caso de repudio en Roma[9], lo que implícitamente supondría localizar el caso
de Espurio Carvilio Ruga en el año 604 a.C., fecha muy próxima al año 600 a.C. que
contemplaba Tertuliano[10], y que no se aleja mucho de la datación del año 524 a.C.
(230 ab urbe condita) que aparecía reflejada en el fragmento de Plutarco al que hemos
hecho referencia en el apartado anterior[11].
Desde una perspectiva diametralmente opuesta, en el resto de textos conservados se
retrasa la datación de esta efeméride al último tramo del siglo III a.C. Concretamente,
Dionisio de Halicarnaso afirma que este suceso habría tenido lugar en el año 234 a.C.
(520 ab urbe condita)[12], durante el consulado de Marco Pomponio y Gayo Papirio,
mientras que Aulo Gelio, que conocía bien la obra de dotibus de Servio Sulpicio Rufo,
sitúa el divorcio de Espurio Carvilio Ruga en el año 231 a.C. (523 ab urbe condita)[13],
aseverando, con sorprendente precisión, que los cónsules Marco Atilio y Publio Valerio
ocupaban la máxima magistratura en ese momento.
Todo parece indicar que la datación que se remonta a la época monárquica habría sido
ideada por Valerio Máximo como resultado de la asociación de dos noticias procedentes
de distintos canales de información: por un lado, habría tenido constancia de que hasta
pasados ciento cincuenta años desde la fundación de Roma no se habría producido
ninguna disolución matrimonial, dato que habría relacionado con el episodio
protagonizado por Espurio Carvilio Ruga, que en su época ya habría sido reconocido
como el primer casoto de divorcio acaecido en Roma. Por su parte, Tertuliano se habría
limitado a adaptar esta versión al nuevo calendario romano.
Como hemos señalado nada más comenzar este trabajo, en un primer momento el
matrimonio romano se habría concebido como una unión de carácter sacramental que
daría lugar a una comunidad de vida orientada a la procreación de unos hijos legítimos.
Dado que los cónyuges se comprometían, por tanto, a asegurar la continuidad familiar
en el tiempo, se entendía que el sagrado vínculo matrimonial que habían contraído era
naturalmente indisoluble. Ahora bien, esto no quiere decir que desde tiempos remotos
no se hubieran contemplado medidas para aquellos casos en que resultase insostenible
mantener la vigencia de la comunidad matrimonial.
Entre estos supuestos se contarían las actuaciones que Dionisio de Halicarnaso recodaba
que habrían facultado a los maridos para dar muerte a sus mujeres, sin sufrir ninguna
reprensión jurídica[21], pues tanto los actos de adulterio como la ingesta de vino
representaban un atentado contra las obligaciones esenciales de la unión matrimonial y,
en consecuencia, contra los pilares de la sociedad romana.
Dado que con toda probabilidad esta antigua práctica habría generado tensiones entre
los grupos familiares originarios de ambos cónyuges, todo parece indicar que con el
paso del tiempo se habría terminado sustituyendo por la posibilidad de expulsar a la
mujer que cometía esas actuaciones de la comunidad marital[22]. A partir de ese
momento se habría contemplado la posibilidad de disolver los matrimonios a través del
repudio, que como su propio origen etimológico indica[23], se refiere a un movimiento
de rechazo o repulsa propiciado por motivos vergonzantes.
Plutarchus, Rom. 22.3: Ἔθηκε δὲ καὶ νόμους τινάς, ὧν σφοδρὸς μέν ἐστιν ὁ γυναικὶ μὴ
διδοὺς ἀπολείπειν ἄνδρα, γυναῖκα δὲ διδοὺς ἐκβάλλειν ἐπὶ φαρμακείᾳ τέκνων ἢ
κλειδῶν ὑποβολῇ καὶ μοιχευθεῖσαν· εἰ δ’ ἄλλως τις ἀποπέμψαιτο, τῆς οὐσίας αὐτοῦ τὸ
μὲν τῆς γυναικὸς εἶναι, τὸ δὲ τῆς Δήμητρος ἱερὸν κελεύων· τὸν δ’ ἀποδόμενον
γυναῖκα θύεσθαι χθονίοις θεοῖς[25].
Como se puede observar, este fragmento recoge las tres principales causas que,
siguiendo la clasificación de Dionisio de Halicarnaso, estarían encaminadas a proteger la
principal finalidad del matrimonio, esto es, la procreación de descendientes legítimos.
Desde ese punto de vista, la comisión de un acto de adulterio constituía la infracción
más grave que podía realizarse contra la moral familiar[26], pues cuando una mujer
casada mantenía relaciones extraconyugales con otro hombre no solo ensuciaba el buen
nombre de su marido[27], sino que, sobre todo, ponía en riesgo la legitimidad de la
descendencia al contaminar ese linaje con sangre ajena al propio grupo familiar.
El propio origen etimológico del verbo latino “adulterare” alude precisamente a esa
acción de corromper, contaminar o alterar el linaje familiar, pues desde el momento en
que se constataba un supuesto de adulterio se consideraba que se habría producido una
contaminación de la estirpe familiar que la mujer, en cuanto que debía encargarse de
custodiar la pureza de la sangre familiar[28], para transmitírsela a los descendientes
que estarían llamados a dar continuidad a ese linaje familiar.
Esta diferenciación en el trato hacia los casos de infidelidad conyugal, aún vigente en
tiempos de Catón[30], radicaba en que los casos de adulterio cometidos por la mujer
ponían en riesgo la propia continuidad de la estirpe familiar.
En esa misma línea de pensamiento deben interpretarse las otras dos causas
justificativas de repudio a las que alude expresamente Plutarco.
El testimonio de Plutarco pone de manifiesto que desde una época muy remota se
habría contemplado la posibilidad de que el marido pudiera disolver el matrimonio.
Ahora bien, parece que esta decisión debía venir propiciada por alguna de las causas
reconocidas por el ordenamiento jurídico romano y que, en última instancia, achacaban
a una mala conducta de la mujer la responsabilidad de la ruptura del vínculo conyugal,
lo que explica que, consecuentemente, esta fuera expulsada de la familia de su marido,
perdiendo así cualquier derecho con respecto a las personas o bienes patrimoniales que
conformaban esa comunidad doméstica.
Con la finalidad de aclarar los motivos que habrían llevado a ese fatal desenlace, desde
una época muy temprana se habría impuesto la obligación de que todo marido que
desease repudiar a su esposa, debía consultar previamente esta decisión tan
relevante con su consilium domesticum. Bajo esa denominación se habría designado al
conjunto de familiares, amigos y conocidos más próximos al marido[36], ante los que
este debía exponer los motivos que le habrían llevado a tomar esa decisión.
La existencia de esta regulación jurídica en los casos de repudio y, sobre todo, que
se hayan conservado fuentes que atestigüen su aplicación desde el año 307 a.C., pone
de manifiesto que, en ningún caso, puede aceptarse que el repudio de la mujer de
Espurio Carvilio Ruga constituyese el primer supuesto de disolución matrimonial desde
la fundación de Roma. Ahora bien, no cabe duda de que, habida cuenta de la relevancia
que las fuentes romanas atribuyen a este episodio histórico, se habría tratado de un
caso ciertamente novedoso a efectos de la ordenación matrimonial romana.
Una vez descartado que el repudio protagonizado por Espurio Carvilio Ruga
pudiera ser considerado como el primer caso de divorcio acaecido en la antigua Roma,
no cabe sino llevar a cabo un análisis del contenido de las fuentes que hacen referencia
a este episodio histórico con el objetivo de identificar aquellos elementos sobresalientes
o especialmente novedosos que habrían propiciado que esta ruptura matrimonial
quedase grabada durante siglos en la memoria de los romanos.
Dionysius Halicarnassus, Ant. Rom. 2.25.7: μάρτυς δὲ τοῦ καλῶς ἔχειν τὸν περὶ τῶν
γυναικῶν νόμον ὁ πολὺς χρόνος. ὁμολογεῖται γὰρ ἐντὸς ἐτῶν εἴκοσι καὶ πεντακοσίων
μηδεὶς ἐν Ῥώμῃ λυθῆναι γάμος· κατὰ δὲ τὴν ἑβδόμην ἐπὶ ταῖς τριάκοντα καὶ ἑκατὸν
ὀλυμπιάσιν ὑπατευόντων Μάρκου Πομπωνίου καὶ Γαΐου Παπιρίου πρῶτος ἀπολῦσαι
λέγεται τὴν ἑαυτοῦ γυναῖκα Σπόριος Καρουΐλιος ἀνὴρ οὐκ ἀφανής, ἀναγκαζόμενος
ὑπὸ τῶν τιμητῶν ὀμόσαι τέκνων ἕνεκα γυναικὶ συνοικεῖν (ἦν δ᾿ αὐτῷ στείρα ἡ γυνή),
ὃς ἐπὶ τῷ ἔργῳ τούτῳ καίτοι δι᾿ ἀνάγκην γενομένῳ μισούμενος ὑπὸ τοῦ δήμου
διετέλεσεν[42].
Valerius Maximus, Fact. et dict. 2.1.4: Repudium inter uxorem et uirum a condita urbe
usque ad centesimum et quinquagesimum annum nullum intercessit. Primus autem
Sp. Caruilius uxorem sterilitatis causa dimisit. Qui, quamquam tolerabili ratione motus
uidebatur, reprehensione tamen non caruit, quia ne cupiditatem quidem liberorum
coniugali fidei praeponi debuisse arbitrabantur. Sed quo matronale decus uerecundiae
munimento tutius esset, in ius uocanti matronam corpus eius adtingere non
permiserunt, ut inuiolata manus alienae tactu stola relinqueretur.
Como se puede observar, después de hacer referencia a los ciento cincuenta años que,
según Valerio Máximo, habrían transcurrido sin que se produjera ningún supuesto de
repudio entre mujer y marido, se afirma que Espurio Carvilio habría sido el primero en
divorciarse de su mujer en la antigua Roma. Y añade, además, que lo habría hecho a
causa de su esterilidad, señalando que a pesar de que este motivo se habría
considerado como justificativo para promover un repudio; no obstante, Espurio Carvilio
habría sido duramente reprobado entre sus contemporáneos porque no se consideraba
decoroso anteponer el deseo de tener hijos a la fidelidad conyugal.
La insistencia con que ambos autores inciden en que este caso de repudio se habría
fundamentado en la esterilidad de la mujer de Espurio Carvilio ha llevado a que la
mayor parte de la doctrina romanística considere que, en realidad, se habría tratado del
primer caso de divorcio en que el marido alegaba esta causa para intentar promover el
repudio de su mujer[47]. De acuerdo con esta interpretación, el rasgo distintivo de este
episodio histórico no radicaría en que se hubiera producido una disolución matrimonial,
sino que este caso se habría caracterizado por ser la primera ruptura matrimonial que
se fundamentaba en un motivo ajeno a las causas que tradicionalmente se
consideraban válidas para la aceptación de un repudio en la antigua Roma.
Aunque esta interpretación ofrece una explicación plausible para entender las razones
que habrían motivado a varios autores clásicos a reconocer este acontecimiento como el
primer caso de divorcio acaecido en Roma, sin embargo, resulta ciertamente
insostenible que la ordenación jurídica del divorcio fundamentada en las tres causas
justificativas de repudio señaladas por Plutarco[48], que se remonta nada menos que a
los tiempos de Rómulo, se hubiera mantenido inalterada hasta finales del siglo III a.C.
[49]. Por el contrario, resulta mucho más razonable suponer que habría existido una
cierta flexibilidad a la hora de reconocer nuevos motivos de repudio en los que, no
obstante, el marido siempre tendría la obligación de demostrar que su decisión venía
justificada por un motivo ajeno a su mera voluntad personal.
El caso de Espurio Carvilio Ruga se ajustaría perfectamente a esa configuración, pues
independientemente de que su mujer se hubiera comportado de forma adecuada,
nuestro protagonista habría alegado que su enlace matrimonial estaba teleológicamente
encaminado a la procreación, pero que, sin embargo, nunca podría alcanzar ese
objetivo debido a la esterilidad de su mujer. Puesto que se había comprometido a tener
hijos[50], no le habría quedado más remedio que poner fin a su relación matrimonial.
Ante la necesidad de resolver este caso de repudio conforme a ese esquema dual de
responsabilidad conyugal, los censores romanos se habrían decantado por considerar
que la esterilidad de una mujer casada constituía una causa justificativa de divorcio y,
por consiguiente, la responsabilidad de esa disolución matrimonial debía recaer sobre la
esposa de Espurio Carvilio Ruga[51]. Sin embargo, no es de extrañar que este veredicto
hubiera suscitado una gran indignación pública entre la ciudadanía romana, pues
aunque se tratase de una solución técnicamente correcta, no se habría considerado
equitativo que una mujer que había respetado sus obligaciones conyugales durante su
matrimonio, tuviera que cargar con las consecuencias personales y patrimoniales que
conllevaba la expulsión de la comunidad marital. A estos efectos, el caso de Espurio
Carvilio Ruga habría servido para dejar entrever que la ordenación matrimonial romana
adolecía de graves limitaciones con respecto a los supuestos de disolución matrimonial.
Si bien es cierto que existen indicios que apuntan a que originariamente la dote se
habría usado como un mecanismo de compensación de las expectativas sucesorias a las
que renunciaba la mujer que se incorporaba a la familia de su marido a través de la
conventio in manum[53], parece que la finalidad primordial de la dote habría consistido
en una contribución por parte del entorno de la mujer para sufragar las cargas
económicas que debía afrontar el marido al frente de la comunidad matrimonial[54].
En un primer momento esa habría sido la única posibilidad de recuperar la dote, pues
dado que antiguamente el matrimonio ostentaba cierta vocación de indisolubilidad, se
entendía que la entrega de esos bienes dotales se realizaba de manera inexorable
y, por lo tanto, en Roma ni siquiera se habría planteado la posibilidad de que se
regulase una eventual restitución de la dote. En caso de que se produjera un caso de
repudio que se ajustase a alguna de las causas consideradas justificativas, se imponía
que la mujer perdía todos sus derechos sobre los bienes entregados en dote.
De esta forma, todo parece indicar que el caso de Espurio Carvilio Ruga habría supuesto
un punto de inflexión en la evolución del ordenamiento matrimonial romano. Las
características propias de este caso habrían supuesto una enorme convulsión social,
hasta el punto de propiciar el que se plantease jurídicamente la necesidad de promover
una regulación sobre la restitución de la dote. En este sentido, resultan muy ilustrativos
unos fragmentos de Aulo Gelio en los que, tras señalar que desde la fundación de Roma
no se habría producido ningún tipo de disolución matrimonial en casi quinientos
años[56], recuerda que el jurista Servio Sulpicio Rufo alegaba en su "de dotibus" que
solo a partir del episodio de Espurio Carvilio se habría sentido la necesidad de
establecer garantías para que la mujer pudiera recuperar sus bienes en caso de
divorcio.
Gellius, Noct. Att. 4.3.2: Servius quoque Sulpicius in libro quem composuit de dotibus
tum primum cautiones rei uxoriae necessarias esse visas scripsit, cum Spurius Carvilius,
cui Ruga cognomentum fuit, vir nobilis, divortium cum uxore fecit, quia liberi ex ea
corporis vitio non gignerentur, anno urbis conditae quingentesimo vicesimo tertio M.
Atilio P. Valerio consulibus. Atque is Carvilius traditur uxorem, quam dimisit, egregie
dilexisse carissimamque morum eius gratia habuisse, set iurisiurandi religionem animo
atque amori praevertisse, quod iurare a censoribus coactus erat uxorem se liberum
quaerundum gratia habiturum.
A tenor de estas palabras parece deducirse, como ya veníamos apuntando antes, que el
caso de Espurio Carvilio no habría constituido propiamente el primer supuesto de
divorcio en Roma, sino que, más bien, esa afirmación debería interpretarse en el
sentido de que se trataría del primer caso en el que se habría alegado una causa de
repudio que, considerándose aceptable, no se podía imputar a una conducta
reprochable de la mujer. Así pues, este episodio habría puesto de manifiesto las
insuficiencias de las que adolecía la antigua ordenación matrimonial romana en relación
con la imposibilidad de restituir la dote a la mujer en este tipo de supuestos[57].
Una vez se hubo admitido que existían ciertas causas de justificación del repudio que,
como sucedía con la esterilidad, no estaban fundamentadas en una violación de las
obligaciones conyugales de la mujer, cabe suponer que desde finales del siglo III a.C.,
se habría extendido mucho la constitución de la denominada stipulatio de reddenda
dote por parte del marido, que a partir de esa estipulación se comprometía a restituir la
dote en caso de que la mujer falleciese o se disolviera el matrimonio.
En estos supuestos surgía entonces una actio ex stipulatu, en virtud de la cual se podía
constreñir al marido para que restituyese los bienes dotales o, alternativamente,
entregase una estimación de los mismos. Frente a esa acción procesal, el marido
estaría facultado para reclamar determinadas cantidades de ese patrimonio dotal por el
valor de las posibles sustracciones domésticas (actio rerum amotarum) o como
consecuencia de los deficientes comportamientos (actio de moribus) que hubiera podido
llevar a cabo su mujer durante el tiempo en que estuvo vigente ese matrimonio[58].
Ante la progresiva demanda social, propiciada por el paulatino incremento del número
de divorcios acaecidos durante los dos últimos siglos del período republicano, se
habría terminado articulando una nueva acción, la denominada actio rei uxoriae, que
facultaba tanto a la mujer que había sido repudiada como a su propio pater familias[61]
para que pudieran reclamar la restitución de la dote en caso de divorcio sin necesidad
de que hubiera mediado una promesa restitutoria por parte del marido.
Aunque determinar el momento exacto en que se habría introducido esta acción excede
con mucho las pretensiones de este trabajo, en todo caso, lo más probable es que la
aparición de la actio rei uxoriae se debería situar en la primera mitad del siglo II a.C., es
decir, poco tiempo después de que se hubiera producido el caso de Espurio Carvilio. La
constatación de esta relativa cercanía temporal nos lleva a reforzar la posibilidad, que
veníamos apuntando anteriormente, de que estos dos acontecimientos mantuvieran una
cierta relación consecutiva en el tiempo.
A partir de la expansión territorial que Roma lleva a cabo sobre la Magna Grecia a lo
largo del siglo III a.C. se observa una paulatina incorporación de muchos de los
elementos culturales procedentes del mundo helenístico[66]. Si bien es cierto que ya
con anterioridad se había podido constatar cierta influencia por parte de las colonias
griegas en la península itálica, en ese momento se habría desencadenado un intenso
proceso de asimilación cultural que transformaría por completo la forma de vida en
Roma.
A través de esta acción se facultaba a la mujer repudiada o a su pater familias, que tan
solo podía intervenir con el consentimiento o la aquiescencia de su hija[69], para
dirigirse contra el antiguo marido o sus herederos[70] en el marco de un juicio privado
dirigido por un órgano judicial que ostentaba amplísimas competencias jurisdiccionales
para determinar, con un elevado grado de discrecionalidad, la cuantía exacta de la dote
que debía ser restituida a la mujer o a su pater familias.
En este sentido, cabe destacar que la fórmula de la actio rei uxoriae contemplaba la
expresión “quod eius melius aequius erit”[71], con la que se daba a entender que el
juez debía condenar al marido a restituir aquella cantidad de la dote que se considerase
justa y, por tanto, acomodar su sentencia a esa valoración equitativa, como si, en cierto
modo, se tratase de un verdadero juicio de buena fe[72].
Esta ordenación posibilitaba que el marido que había promovido esa disolución
matrimonial no siempre se viera privado del caudal dotal por completo, sino que frente
a la reclamación principal interpuesta por la mujer, el marido gozaba del denominado
beneficio de competencia[73] y, además, tenía derecho a solicitar una serie de
retentiones que, a modo de excepciones procesales, posibilitaban que pudiera conservar
en su poder una proporción del patrimonio dotal en función de parámetros como el
número de hijos, los gastos útiles realizados sobre la dote, los regalos donados por el
marido a su esposa, las sustracciones realizadas y las conductas que atentasen contra
las buenas costumbres en que hubiera podido incurrir la mujer durante el
matrimonio[74].
El régimen jurídico de la actio rei uxoriae aúna, por tanto, una evidente finalidad
asistencial con el interés por lograr una solución equitativa en la restitución de la dote.
Si bien es cierto que finalidad principal radicaba en proteger a las mujeres de la posible
despatrimonialización que podían sufrir al ser expulsadas de la comunidad marital como
consecuencia de un repudio, por otra parte, no se puede ignorar que la constitución de
la dote se habría llevado a cabo para contribuir a las cargas del matrimonio y, en
consecuencia, se reconoce cierto derecho del marido a retener una cuantía proporcional
al coste que le hubiera supuesto mantener a la mujer durante el matrimonio.
6. – A modo de conclusión
De acuerdo con los testimonios procedentes de las obras de los autores latinos,
sabemos que el repudio protagonizado por Espurio Carvilio Ruga habría generado una
gran conmoción entre la ciudadanía romana porque se habría tratado del “primer caso”
de disolución matrimonial que se producía desde la fundación de Roma. Sin embargo,
esos mismos autores no se muestran nada coincidentes a la hora de situar la
localización temporal de este importante episodio histórico.
A estos efectos, hemos comenzado descartando que hubiera podido tener lugar durante
el período monárquico, pues una disolución matrimonial de estas características solo
habría podido producirse mucho más tarde. La mayor parte de la doctrina se
inclina a pensar, otorgando mayor verosimilitud a los testimonios de Dionisio de
Halicarnaso[75] y Aulo Gelio[76], que este episodio habría acontecido en torno al año
230 a.C. durante el consulado de Marco Pomponio y Gayo Papirio.
Esta datación supondría que, en ningún caso, podría considerarse como el primer
divorcio acaecido en Roma en términos absolutos. Desde los primeros compases de la
historia jurídica romana se tiene constancia de varias causa justificativas de repudio.
Independientemente de que estas causas originarias se hubieran ampliado con el
tiempo, esta ordenación jurídica demuestra que si bien el matrimonio concebía como
una unión con vocación de indisolubilidad, desde el primer momento se habría
contemplado que el marido pudiera poner fin a un matrimonio en ciertos casos.
A esas mismas coordenadas parece haberse ajustado el caso de Espurio Carvilio, pues
de acuerdo con las fuentes conservadas, habría alegado que repudiaba a su
esposa sobre la base de una causa considerada justificativa y, según Aulo Gelio, habría
tomado esa decisión después de consultar con su consilium amicorum.
Gellius, Noct. Att. 17.21.44: Anno deinde post Romam conditam quingentesimo
undevicesimo Sp. Carvilius Ruga primus Romae de amicorum sententia divortium cum
uxore fecit, quod sterila esset iurassetque apud censores uxorem se liberum
quaerundorum causa habere.
Pese a que en este fragmento se vuelve a incidir, en consonancia con otros textos de
Aulo Gelio a los que hemos hecho alusión anteriormente[77], en que Espurio Carvilio
habría sido el primer ciudadano romano en divorciarse de su mujer, lo cierto es que
esta afirmación solo puede entenderse en relación con el hecho de que en este caso se
habría alegado por primera vez la supuesta esterilidad de la mujer para fundamentar el
repudio. Aunque no se trataba de un motivo imputable a una conducta reprobable de la
esposa, parece que los censores habrían estimado que debía aceptarse como causa de
repudio, pues a fin de cuentas, como habría argumentado el propio Espurio Carvilio, la
finalidad del matrimonio romano estaba encaminada a la procreación.
Sin embargo, pese a que esta resolución pudiera estar bien fundamentada desde un
punto de vista jurídico, a ojos de la ciudadanía romana de la época habría resultado una
verdadera injusticia que una mujer que se había comportado de manera decorosa a lo
largo de todo su matrimonio, se viese finalmente expulsada de su comunidad marital y,
en consecuencia, quedase en una situación de desamparo al perder todos sus derechos
en relación con esa comunidad doméstica, incluyendo, por tanto, su derecho a recuperar
los bienes que habían sido entregados para constituir su dote.
Con el fin de superar las limitaciones que entrañaba este sistema de cautiones, en la
primera mitad del siglo II a.C. la jurisprudencia republicana habría introducido la
denominada actio rei uxoriae. Si bien es cierto que este nuevo recurso procesal ofrecía
la posibilidad de recuperar los bienes dotales sin necesidad de que hubiera mediado una
promesa restitutoria, conjugaba esa defensa con la inclusión de una serie de
retentiones, parte de las cuales se sustentaban en la regulación precedente[78], en
favor del marido, asegurando así un cierto equilibrio entre esa nueva funcionalidad de
proteger a la mujer y el respeto a la originaria funcionalidad de la dote.
De esta forma, puede concluirse que si bien el caso de Espurio Carvilio Ruga no puede
considerarse el primer divorcio acaecido en Roma, sí que habría constituido un punto de
inflexión en la evolución de la ordenación matrimonial romana. A pesar de que presenta
aspectos novedosos, se habría resuelto conforme a los parámetros tradicionales,
poniendo de manifiesto las iniquidades de la antigua regulación matrimonial romana en
relación con los derechos de las mujeres repudiadas. Como resultado de esa convicción,
este caso habría propiciado una profunda transformación jurídica sobre la necesidad de
articular una regulación sobre la restitución de la dote.
7. – Resumen
Diversas fuentes confirman que el repudio protagonizado por Espurio Carvilio Ruga
habría generado una enorme conmoción en la antigua sociedad romana, pues parece
que se habría tratado del primer caso de divorcio acaecido en Roma. Sin
embargo, no parece que esa afirmación concuerde con la datación de este episodio
histórico. Por ese motivo, el presente trabajo tiene como finalidad principal tratar de
arrojar algo de luz acerca de los motivos que habrían propiciado que este caso
constituyera un punto de inflexión en la evolución de la ordenación matrimonial
romana.
[Per la pubblicazione degli articoli della sezione “Tradizione Romana” si è applicato, in maniera rigorosa, il
procedimento di peer review. Ogni articolo è stato valutato positivamente da due referees, che hanno operato con il sistema
del double-blind]
[1] En este sentido, R. ASTOLFI, Il Matrimonio nel Diritto Romano preclassico, Padua 2002, 1 ss.,
recuerda que se tiene constancia de una serie de leges regiae que, en virtud del ius sacrum, sancionaban
las relaciones poligámicas, prohibían cualquier matrimonio entre parientes en línea recta hasta el tercer
grado y en línea colateral hasta el sexto grado, y que imponían a la viuda la obligación de respetar el
tempus lugendi, es decir, impedían que pudiera volver a contraer nuevo matrimonio hasta que hubieran
transcurrido al menos diez meses lunares desde la muerte de su marido.
[2] La mayor parte de la doctrina sostiene que la ceremonia de la confarreatio no solo daba lugar
a la unión matrimonial entre ambos cónyuges, sino que, como se reconoce en Gaius, Inst. 1.112,
también llevaría aparejado el sometimiento de la mujer a la manus de su marido. A este respecto, B.
ALBANESE, Le persone nel diritto privato romano, Palermo 1979, 295, afirma que la confarreatio «era un
solenne ed arcaico rito religioso, mediante il quale si realizzava, nell’ambito di un matrimonio già
sussistente o da costituire, la conventio in manum della sposa».
[3] Cfr. D. 50.16.195.2 (Ulpianus 46 ad edictum).
[4] Aunque R. FIORI, Materfamilias, en Bullettino dell'Istituto di Diritto Romano "Vittorio Scialoja"
96, 1993-1994, 455 s., ha puesto de manifiesto que aparece con diversos significados en las fuentes,
parece que originariamente el término mater familias se habría utilizado para hacer referencia a aquellas
mujeres casadas cum manu que, desde que ingresaban en la familia del marido, se hacían cargo de la
casa y el cuidado de los hijos. Sobre la evolución de este término, vid. M. SALAZAR REVUELTA, Posición
jurídica y papel social de la materfamilias a través del análisis de las diferentes acepciones del término en
las fuentes romanas, en Revista General de Derecho Romano 20, 2013.
[5] Se trata de una equiparación contemplada en las instituciones de Gayo, donde se afirma que
la mujer “usu in manum conveniebat, quae anno continuo nupta perseverabat; quia enim velut annua
possessione usucapiebatur, in familiam viri transibat filiaeque locum optinebat” (Gaius, Inst. 1.111).
Sobre esta afirmación, analizada en profundidad por la doctrina romanística, vid. C. FAYER, La familia
romana. Parte seconda, Roma 2005, 199 ss.
[6] Cfr. Dionysius Halicarnassus, Antiquitates Romanae 2.25.1-2.
[7] Traducción a cargo de A. RANZ ROMANILLOS, Vidas paralelas, I, Madrid, 2013, 92: «Pues de
la reverencia, amor y consistencia que imprimió a los matrimonios, el tiempo mismo es testigo; porque
en cerca de doscientos treinta años no hubo hombre que se resolviese a apartarse de la compañía de su
mujer, ni mujer de la de su marido; y así como los más eruditos de los Griegos llevan la cuenta de quién
fue el primer parricida y el primer matricida, de la misma manera no hay Romano que no sepa que fue
Carbilio Espurio el primero que repudió a su mujer por causa de esterilidad».
[8] Entre las aportaciones más relevantes sobre esta materia cabe destacar, entre otros, a A.
WATSON, The Divorce of Carvilius Ruga, en Tijdschrift voor Rechtsgeschiedenis 33, 1965, 38 ss.; G.
BRINI, Matrimonio e divorzio nel diritto romano. Parte seconda, Bolonia 1975, 1 ss.; O. ROBLEDA, Il
divorcio in Roma prima di Costantino, en Aufstieg und Niedergang der römischen Welt 2.14, 1982, 347
ss.; R. FIORI, Homo sacer. Dinamica politico-costituzionale di una sanzione giuridico-religiosa, Nápoles
1996, 190 ss.; C. FAYER, La familia romana. Parte terza, Roma 2005, 70 ss.
[9] Vid. infra Valerius Maximus, Facta et dicta memorabilia 2.1.4.
[10] Tertullianus, de monog. 9.11: Adeo autem repudium a primordio non fuit, ut apud Romanos
post annum sexcentesimum urbis conditae id genus duritiae commissum denotetur. Sed illi etiam non
repudiantes adulteria commiscent; nobis, et si repudiemus, ne nubere quidem licebit.
[11] Vid. supra Plutarchus, Comp. Thes et Rom. 6.3; Comp. Lyc. et Numa 3.7.
[12] Vid. infra Dionysius Halicarnassus, Ant. Rom. 2.25.7.
[13] Vid. infra Gellius, Noctes Atticae 4.3.2.
[14] Tradicionalmente se ha venido aceptando la datación del año 230 a.C., que fue recogida por
primera vez en la obra de M. VOIGT y G. F. HAENEL, Die Lex Maenia de Dote: vom Jahr 568 der Stadt,
Weimar 1866 (reimp. 2012), 36 ss., quienes afirmaban que, de acuerdo con el calendario fijado por
Varrón, los cónsules Marco Pomponio y Gayo Papirio accedieron ese año a la máxima magistratura.
[15] En este sentido, cabe recordar que Dionisio de Halicarnaso habría nacido en la ciudad de
Halicarnaso, situada en la provincia de Asia Menor y que, conforme a su propio relato (Dionysius
Halicarnassus, Ant. Rom.1.7.2-3), entre los años 30-29 a.C. se habría desplazado hasta Roma para
aprender la lengua y cultura romana hasta su muerte, que se produjo en torno al año 7 a.C., vid. D.
PLÁCIDO, Historia antigua de Roma. Libros I-III, Madrid 1984, 5 ss. Se trata, por tanto, de un personaje
posterior en el tiempo a Servio Sulpicio Rufo, que como hemos señalado, habría sido la principal fuente
de referencia empleada por Aulo Gelio para determinar la fecha del caso de Espurio Carvilio Ruga. Sobre
la vida de este jurista, F. P. BREMEN, Iurisprudentiae Antehadrianae Quae Supersunt, I, Leipzig 1896,
139 ss.; P. MELONI, Servio Sulpicio Rufo e i suoi tempi, Cagliari 1946, 5 ss.; W. KUNKEL, Herkunft und soziale
Stellung der römischen Juristen, Böhlau 1967, 25 ss.; F. WIEACKER, Römische Rechtsgeschichte, Múnich
1989, 602 ss.
[16] El hecho de que en estas dos obras se citen los nombres de dos cónsules distintos parece
responder a que mientras que Dionisio de Halicarnaso habría recabado esta información de otras fuentes
más antiguas, es posible que, como apuntaba G. BRINI, Matrimonio e divorzio nel diritto romano, cit.,
18, Aulo Gelio hubiera decidido añadir, por iniciativa propia, los nombres de los dos cónsules que
menciona tras consultar algún calendario oficial de su época.
[17] Dionysius Halicarnassus, Ant. Rom. 2.25.2.
[18] Dionysius Halicarnassus, Ant. Rom. 2.25.6: ταῦτα δὲ οἱ συγγενεῖς μετὰ τοῦ ἀνδρὸς ἐδίκαζον·
ἐν οἷς ἦν φθορὰ σώματος καί, ὁ πάντων ἐλάχιστον ἁμαρτημάτων Ἕλλησι δόξειεν ἂν ὑπάρχειν, εἴ τις
οἶνον εὑρεθείη πιοῦσα γυνή. ἀμφότερα γὰρ ταῦτα θανάτῳ ζημιοῦν συνεχώρησεν ὁ Ῥωμύλος, ὡς
ἁμαρτημάτων γυναικείων αἴσχιστα, φθορὰν μὲν ἀπονοίας ἀρχὴν νομίσας, μέθην δὲ φθορᾶς (trad. a
cargo de Elvira Jiménez y Ester Sánchez, Madrid 1984: Pero en los siguientes casos la juzgaban los
parientes del marido: cuando había adulterio y, lo que parecería a los griegos una falta mínima, si se
descubría que una mujer había bebido vino. Rómulo permitió castigar estas dos faltas con la muerte, como
los más graves de los delitos femeninos, por considerar el adulterio principio de locura temeraria, y a la
borrachera de adulterio).
[19] El antiguo ordenamiento jurídico romano estaba compuesto por una serie de preceptos
sacramentales, atribuidos a los sucesivos reyes romanos, en los que se recogían disposiciones en torno a
diversas controversias que tradicionalmente se resolvían en el ámbito estrictamente doméstico. La mayor
parte de estos preceptos se limitaban a prohibir la realización de determinadas conductas, asociando las
pertinentes sanciones de carácter sacral en caso de incumplimiento. A este respecto, J. A. GONZÁLEZ
ROMANILLOS, La represión penal en época arcaica, en e-Legal History Review 25, 2017, ha señalado que
mientras que las infracciones de menor relevancia únicamente implicaban la obligación de realizar una
ofrenda expiatoria (piaculum), que en la mayor parte de las ocasiones habría consistido en el sacrificio de
algún animal o la entrega de una cierta cantidad pecuniaria a la divinidad ofendida, las fuentes recogen
sanciones más rigurosas para sancionar los comportamientos criminales más graves. En estos casos no
se admitían ofrendas expiatorias, sino que el infractor respondía con sus bienes y, ante todo, con su
propia persona (consecratio). Sobre la consecratio en la época arcaica, vid. R. FIORI, Homo sacer, cit.,
25 ss.
[20] P. VOCI, Diritto sacro romano in età arcaica, en Studia et documenta historiae et iuris 19,
1953, 149 ss.
[21] A este respecto, varios autores latinos recuerdan el caso de Egnatius Metellus o Mecenius,
que habría castigado a su mujer con la pena de fustigamiento hasta matarla y, sin embargo, no habría
sido reprendido por ese comportamiento, pues como muy bien recuerda Valerio Máximo “uno quoque
existimante optimo illam exemplo violatae sobrietati poenas pependisse” (Valerius Maximus, Fact. et
dict. mem. 6.3.9). El caso también aparece mencionado en las obras de Plinius maior, Naturalis Historia
14.14.89; Tertullianus, apol. 6.4; Servius, Aeneis 1.737.
[22] R. ASTOLFI, Aspetti di diritto matrimoniale in età arcaica, en Studia et documenta historiae
et iuris 58, 1992, 258 ss., afirma que, a tenor de las fuentes conservadas en relación con la sanción del
adulterio en la antigua Roma, se puede vislumbrar una paulatina evolución desde un régimen
matrimonial más antiguo, que sancionaba las infidelidades cometidas por la mujer casada con la muerte,
a un sistema más moderno en el que se admite la posibilidad de disolver el vínculo matrimonial y que, en
consecuencia, habría posibilitado que se pudiera acudir al repudio en lugar de dar muerte a la mujer en
los supuestos de infidelidad conyugal.
[23] A. ERNOUT y A. MEILLET, Dictionnaire étymologique de la langue latine, París 1951, s.v.
repudium, 571: «C’est à pudet que les anciens rattachent repudium, cfr. Festus 350.3: -m Verrius ait
dictum quod fit ob rem pudendam».
[24] Reconociendo la antigüedad de esta legislación, pero con una mayor prudencia en su
datación histórica, Cicerón habría afirmado que en la ley de las XII Tablas ya se habría contemplado una
ordenación jurídica que hacía referencia a la posibilidad de divorciarse (Cicero, Philippicae 2.69).
[25] Traducción a cargo de A. RANZ ROMANILLOS, Vidas paralelas, cit., 92: «Promulgó también
algunas leyes, de las cuales muy dura es la que no permite a la mujer repudiar al marido, concediendo a
éste despedir la mujer por envenenar los hijos, por falsear las llaves y por cometer adulterio; si por otra
causa alguna la despedía, ordenábase que la mitad de su hacienda fuese para la mujer, y la otra mitad
para el templo de Ceres; y que el que así la repudiase hubiera de aplacar a los dioses infernales”.
[26] L. MINIERI, Vini usus feminis ignotus, en Labeo 28, 1982, 155 ss.
[27] A estos efectos resultan especialmente ilustrativas las palabras con que Plinio se refiere a la
deshonra que habría supuesto para un tribuno militar que se presentaba a las elecciones para ser un
cargo público que su mujer fuese acusada por haber cometido adulterio (Plinius minor, epistulae 6.31.4).
[28] P. NOAILLES, Fas et Ius. Études de Droit Romain, París 1948, 19 ss.
[29] Sobre esta cuestión, C. FAYER, La familia romana. Parte terza, cit., 193, afirma con rotundidad
que «l’uomo sposato poteva tranquillamente avere relazioni con le schiave entro le stesse pareti
domestiche, oppure con donne manomesse o anche di nascita libera, che esercitavano la prostituzione o
un mestiere infamante, come le donne di teatro, ad esempio, e le sue relazioni con questi tipi di donne
non costituivano adulterio, anzi erano guardate con occhio molto indulgente, come lamenta Girolamo
epist. 77,3 (P.L. 22,691)».
[30] En este sentido, Aulo Gelio recuerda que Catón afirmaba que en su época estaba
completamente admitido que el marido pudiera dar muerte a su mujer de manera inmediata, es decir,
sin necesidad de celebrar un juicio previo, en el caso de que esta hubiera sido descubierta cometiendo
adulterio, Gellius, Noct. Att. 10.23.5: De iure autem occidendi ita scriptum: "In adulterio uxorem tuam si
prehendisses, sine iudicio inpune necares; illa te, si adulterares sive tu adulterarere, digito non auderet
contingere, neque ius est".
[31] E. NARDI, Procurato aborto nel mondo greco romano, Milán 1971, 16 ss.; ID., Aborto e
homicidio nella civiltà classica, en Aufstieg und Niedergang der römischen Welt, II.13, 1980, 366 ss.; E.
CANTARELLA, Passato prossimo, Milán 1996, 84 ss.; R. ASTOLFI, Il matrimonio nel diritto romano
preclassico, cit., 134 ss.
[32] P. NOAILLES, Fas et Ius, cit., 6 ss.
[33] Esta es la conclusión que parece alcanzarse a la vista de un testimonio de Plinio en el que
afirma que: Non licebat id feminis Romae bibere. invenimus inter exempla Egnati Maetenni uxorem, quod
vinum bibisset e dolio, interfectam fusti a marito, eumque caedis a Romulo absolutum. Fabius Pictor in
annalibus suis scripsit matronam, quod loculos in quibus erant claves cellae vinariae resignavisset, a suis
inedia mori coactam (Plinius maior, Nat. hist. 14.14.89).
[34] Vid. supra Plutarchus, Rom. 22.3.
[35] A pesar de que, como bien ha destacado M. MARCOS CELESTINO, La arcaica Ceres romana y
su devenir histórico”, en Estudios Humanísticos. Filología 22, 2000, 137 ss., la concepción romana sobre
la diosa Ceres sufrió importantes transformaciones con el paso del tiempo, el culto a esta divinidad se
habría asociado antiguamente con la agricultura, las cosechas y la fecundidad de las mujeres. Por ese
motivo, B.
S. SPAETH, The Roman Goddes Ceres, Austin, 1990, 44 ss. recuerda que las más arcaicas ceremonias
nupciales se habrían celebrado a través de una “confarreatio”, que habría consistido en una ceremonia en
la que ambos cónyuges compartían una torta de panis farreus, que era un tipo de grano especialmente
asociado con la diosa Ceres. En relación con los aspectos formales de esta ceremonia matrimonial y su
relación con distintas divinidades romanas, vid. R. ASTOLFI, Il matrimonio nel diritto romano preclassico,
cit., 191 ss. y C. FAYER, La familia romana. Parte seconda, cit., 223 ss.
[36] A pesar de que apenas se han conservado testimonios en los que se alude a la intervención
del consilium domesticum, Tácito rememora que este “priscum institutum” estaba formado por los
propinqui del pater familias (Tacitus, annales 13.32.2), término que parece concordar con los “συγγενεῖς”
a los que Dionisio de Halicarnaso alude en varios textos (Dionysius Halicarnassus, Ant. Rom. 2.25.6;
4.66.1-3) y también con los “necessari” mencionados en la obra de Valerio Maximo en relación con el
episodio de Lucrecia (Valerius Maximus, Fact. et dict. mem. 6.1.1). Ahora bien, todo parece indicar que,
al menos en los casos de repudio, la composición del consilium domesticum también se extendía a los
amigos del pater familias, pues tanto en un texto de Aulo Gelio (vid. infra Gellius, Noct. Att. 17.21.44)
como en la obra de Valerio Maximo (vid. infra Valerius Maximus, Fact. et dict. 2.9.2.) se hace referencia
expresa a la intervención de un denominado consilium amicorum cuando ambos autores aluden a
episodios de repudio marital.
[37] Acerca de esta posibilidad, R. ASTOLFI, Il matrimonio nel diritto romano preclassico, cit., 143,
afirma que «ma non si può escludere che il marito senta anche i suoi parenti in linea femminile e persino
i membri della famiglia di origine della moglie e primo fra tutti il suocero (…) Si el suocero partecipa al
giudizio del marito, la famiglia del marito non subirà la vendetta della famiglia del suocero».
[38] Valerius Maximus, Fact. et dict. 2.9.2: Horum seueritatem M. Valerius Maximus et C. Iunius
Brutus Bubulcus censores consimili genere animaduersionis imitati sunt: L. enim Annium senatu
mouerunt, quod quam uirginem in matrimonium duxerat repudiasset nullo amicorum [in] consilio
adhibito. At hoc crimen nescio an superiore maius: illo nam<que> coniugalia sacra spreta tantum, hoc
etiam iniuriose tractata sunt. Optimo ergo iudicio censores indignum eum aditu curiae existimauerunt.
[39] Dionynius Halicarnassus, Ant. Rom. 2.25.1-2.
[40] Dionynius Halicarnassus, Ant. Rom. 2.25.3-4.
[41] Dionynius Halicarnassus, Ant. Rom. 2.25.6.
[42] Traducción a cargo de Elvira Jiménez y Ester Sánchez, cit., 189: «Y el largo tiempo es
testigo de que esta ley sobre las mujeres era acertada, pues se reconoce que durante quinientos veinte
años ningún matrimonio se disolvió en Roma; sin embargo, en la CXXXVII Olimpiada, bajo el consulado
de Marco Pomponio y de Cayo Papirio, se dice que Espurio Carvilio, hombre ilustre, el primero en
divorciarse de su esposa, fue obligado por los censores a jurar que se había casado con su mujer para
tener hijos (su mujer era estéril), y por este hecho, que se produjo por necesidad, vivió hasta el final
odiado por el pueblo».
[43] Vid. supra segundo apartado del presente trabajo.
[44] Valerius Maximus, Fact. et dict. 2.1.1.
[45] Valerius Maximus, Fact. et dict. 2.1.2.
[46] Valerius Maximus, Fact. et dict. 2.1.3.
[47] Se trataría de una interpretación propuesta por O. KARLOWA, Römische Rechtsgeschichte,
II, Leipzig 1901, 188 ss., que posteriormente ha sido acogida por una parte de la doctrina romanística,
en la que caben destacar especialmente las aportaciones realizadas por A. WATSON, The Divorce of
Carvilius Ruga, cit., 38 ss.
[48] Vid. supra Plutarchus, Rom. 22.3.
[49] G. BRINI, Matrimonio e divorzio nel diritto romano, cit., 74.
[50] Con respecto al juramento pronunciado por Espurio Carvilio en el momento de contraer
matrimonio, la mayor parte de la doctrina considera que podría haber adoptado la fórmula «Ut tu ex
animi tui sententia uxorem habes» referida tanto en la obra de Cicerón (Cicero, de orat. 2.260), como de
Aulo Gelio (Gellius, Noct. Att. 4.20.3). A este respecto, vid. C. FAYER, La familia romana. Parte seconda,
cit., 374 ss.
[51] A este respecto, F. LANFRANCHI, Il diritto nei retori romani: contributo alla storia dello
sviluppo del diritto romano, Roma 1938, 233 ss., afirmaba que en diversas obras retóricas se hace
alusión a un cierto período de cinco años como una especia de criterio de prueba de la esterilidad de la
mujer casada.
[52] Aun en la actualidad se sigue discutiendo acerca de si esta obligación habría sido introducida
merced a la lex Iulia de maritandis ordinibus, en virtud de una constitución imperial emitida por los
emperadores Septimio Severo y Caracalla o, como defiende la mayor parte de la doctrina, se trataría de
una innovación del Derecho Justinianeo. Sobre este punto, vid. C. FAYER, La familia romana. Parte
seconda, cit., 717 ss.