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CARNET: 0506-22-14434
SECCION: “B”
Segundo Semestre.
Santa Elena, Flores, Peten
La familia romana.
Terminológicamente y en sentido estricto familia deriva de famulus, siervo, criado
doméstico, de donde familia equivaldría al número de siervos de una casa. Pero
con familia también se indica el caudal y bienes de la misma, la ascendencia,
descendencia y parentela, y por supuesto, el conjunto de personas que viven en
una casa bajo la potestad del dueño de ella. En este último sentido según Ulpiano,
llamamos familia en sentido propio (familia propio iure) a un grupo de personas
vinculadas entre ellas por el hecho de estar sometidas a la voluntad de uno solo,
el paterfamilias. Con un significado más amplio (familia communi iure) familia
indica el conjunto de todas aquellas personas que habrían estado sometidas a la
misma autoridad si el común paterfamilias no hubiese muerto.
Debe entenderse más bien que como un consorcio para toda la vida (que apunta a
la indisolubilidad del matrimonio, no reconocida por el Derecho romano), como un
consorcio en todas las cosas de la vida. En efecto, consortium se forma a partir
de cum, que normalmente designa una relación de unión y compañía,
y sorte (suerte), de donde consortium omnis vitae significa participación de una
misma suerte en todas las cosas de la vida. Y consortes, como se denomina a los
cónyuges, son aquéllos que, al convivir unidos en matrimonio, comparten la misma
suerte que el destino les depare, adversa o propicia.
La ley Plaetoria del año 190 a.C., aproximadamente concede al púber menor de
veinticinco años, y huérfano de padre, derecho a solicitar del magistrado un
curador, cuando para ello le asistan razones especiales. La excepción acaba
convirtiéndose en regla, eximiéndose al solicitante de alegar razones. El púber,
aunque menor de edad, sigue siendo plenamente capaz de obrar, aun cuando se
le nombre un curador; pero su patrimonio queda sujeto a la administración de éste,
el cual, desde Diocleciano, lo regenta de modo exclusivo, sin darle a aquél
intervención. Los actos adquisitivos del menor son siempre válidos, más los que
impliquen algún gravamen o enajenación, o le impongan obligaciones, no pueden
hacerse efectivos sobre su patrimonio, si el curador no los aprueba antes, después
o en el momento mismo de su celebración.
- Tutela mulierum.
Todavía en Derecho clásico, la mujer adulta que no se halle bajo la patria potestad
ni la manus de su marido, está sujeta a la guardaduría de un tutor, sin
cuya auctoritas interpositio no puede entablar un proceso legis actio o iudicium
legitimum, contraer válidamente una obligación ni celebrar acto alguno civil por
ejemplo, una mancipatio in iure cessio, un testamento. La mujer administra por sí
su patrimonio pues ya hemos dicho que a su tutor no se le confiere poder
de gestio; más, para todos aquellos actos.
(5), necesita de la aprobación del tutor, otorgada in praesenti. Sin embargo, ya en
Derecho clásico esta restricción era poco más que una mera forma. La mujer
puede constreñir al tutor a prestar su consentimiento, si éste se resiste; salvo
tratándose de tutor legítimo, que es el único que dispone de un poder real. Pero
esta legítima tutela, que fue el punto de arranque de toda la institución, es,
precisamente, la primera que queda prácticamente desvirtuada por una ley del
emperador Claudio lex Claudia aboliendo la tutela agnaticia.
(6). En la época postclásica desaparece por entero la tutela mulierum.
- Cura furiosi.
La cura prodigi se hace remontar también a las XII Tablas, y recae sobre los
pródigos sujetos a interdicción, es decir, incapacitados. El magistrado destituye de
la dirección de su patrimonio bona y despoja del commercium a quien dilapida los
bienes heredados de sus padres bona paterna avitaque. Estos bienes que le son
"vedados" al pródigo bonis interdicitur, comprenden, según las prescripciones del
pretor, la res mancipi y las nec mancipi. El commercium es como sabemos la
capacidad civil necesaria para celebrar negocios jurídicos inter vivos. La
interdicción, por tanto, despoja al pródigo de su derecho a realizar actos de tráfico
civil y de adquirir mediante mancipación. Sus bienes se confían en legítima
curatela a su heredero agnaticio o gentilicio más próximo. Sin embargo, el curator
prodigi no llega a adquirir nunca plenos poderes sobre el patrimonio del incapaz, y
la razón de ello está en que la curatela del pródigo es visiblemente posterior a
la cura furiosi: su misión se reduce, desde un principio, a la simple gestión de los
intereses del incapacitado y sus descendientes. La situación del pródigo cambia,
naturalmente y se mejora, al cobrar importancia práctica cada día mayor
los negotia iuris gentium. El Derecho clásico distingue, respecto al pródigo, dos
clases de actos jurídicos: los de adquisición, que puede libremente realizar, y los
que implicasen enajenaciones, menoscabos u obligaciones, que le quedan
vedados por virtud de la interdicción.
- Otros casos de curatela
(4) Sin embargo, el hecho de que el tutor, en un principio, sólo respondiese por
dolo demuestra que la idea de deber en la gestio se desarrolló e impuso muy
lentamente.
(5) Por tanto, bajo el antiguo Derecho civil, que sólo reconoce negotia iuris civilis,
la mujer por sí sola no podía celebrar ningún negocio jurídico. Necesitaba siempre
de la asistencia auctoritas de su tutor, para poder disponer de su patrimonio o, al
menos, de los bienes integrantes de su "familia" de las res mancipi. Ni siquiera le
era dable usucapir las res mancipi sin la auctoritas tutoris (Gayo, II, 47).
SUCESIONES Y DONACIONES.
Ahora bien, ¿cómo debemos configurar desde el punto de vista jurídico la herencia
yacente? La naturaleza jurídica de esta figura evoluciona en Derecho romano
pasando por diversas etapas:
c) Se llega finalmente a admitir que es la misma herencia yacente la que hace las
veces de titular, y son varios los textos donde se la considera como dueña (D. 41,
1, 61 pr.). Incluso en Derecho justinianeo parece configurarse como una persona
jurídica (D. 40, 1, 22).
- La hereditas iacens no era para el Derecho romano una persona jurídica
Sin embargo, creemos que el Derecho romano, en ningún caso llegó a considerar
la hereditas iacens como una auténtica y verdadera persona jurídica. Es tan sólo
un expediente más, junto a los ya mentados, para dotar a la herencia yacente de
una cierta capacidad jurídica, superando así la antigua noción, según la cual era
considerada como una cosa sin dueño (res sine domino).
(1) La propiedad de cada uno de los objetos se divide entre los coherederos,
resultando así copropietarios. Tal ocurre también respecto a los demás derechos
reales divisibles (usufructo, enfiteusis, superficie); en cuanto a los derechos reales
indivisibles (uso, servidumbres prediales) y al derecho de prenda, los coherederos
se convierten en titulares in solidum.
Ahora bien, para reclamar las mismas cosas corporales y exigir los mismos
créditos, el heredero (sea civil o pretorio) tiene algunas acciones que el difunto no
tenía y que se basan, precisamente, en su cualidad de heredero. El Derecho
civil protege al heredero mediante la hereditatis petitio, y el Pretor concede
al bonorum possessor el interdictum bonorum.
- Hereditatis petitio o petición de herencia.
El actor debe ser el heredero civil, que por ello, debe probar ante todo su cualidad
como tal. Demandado debe ser, no sólo el que posee las cosas hereditarias con la
pretensión de poseerlas como heredero (pro herede), sino también el poseedor
que posee las cosas hereditarias sin más título que la posesión (pro possessore).
En todo caso, el demandado es el que se opone de hecho al derecho hereditario
del actor.
- Interdictum quorum bonorum, interdicto del Pretor.