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Sin embargo, en los más de treinta siglos de los que tenemos evidencia de una
existencia institucionalizada del matrimonio2, el matrimonio fue la base de la
sociedad y gozó de privilegio jurídico y social.
4 Sobre esto, ver las citas pertinentes del número anterior, especialmente los
trabajos de WESTRUP.
5“Le mariage constitute dans l’ancien droit le fondement sur lequel repose le vieil
édifice de la famille patriarcale dont le centre est le foyer domestique… La fin de
Ya desde el derecho romano el matrimonio producía efectos jurídicos
diferenciados cuando tiene una naturaleza formal, institucional y perdurable tales
como los de privilegiar a los hijos nacidos de esas uniones por sobre los nacidos de
otros tipos de uniones heterosexuales. Las mujeres, tenían (y tuvieron por largo
tiempo y en alguna medida aún hoy) más derechos económicos, personales y
sucesorios si se unen en matrimonio que si meramente convivían. La modalidad en
que el matrimonio era contraído o celebrado era un preanuncio de su contenido:
los matrimonios no sólo se diversificaban por los modos por los que se contraían,
sino que de acuerdo al grado de compromiso y sacralidad que implicaban se
generaban distintos beneficios y obligaciones en consecuencia6. Y no sólo se
diversificaban en función de su especificidad, sino que el derecho romano conoció
también una diversificación de nombre según quiénes lo contrajeran, puesto que
ello podía implicar una regulación necesariamente diversa (como el matrimonio
entre extranjeros)7.
todo jurista lo recuerda: La primera era una forma sagrada formal de contraerlo y
la palabra significa el sacrificio que debe ofrecerse a Júpiter en la ocasión. La
segunda seguía la visión ancestral del matrimonio-contrato como una venta de la
mujer al hombre por el cuál este simbólicamente adquiría a su mujer. En realidad
en el derecho romano aún esta forma tenía un sentido sacro y también aquí se
ofrecían sacrificios, aunque el espíritu transaccional predomina. El matrimonio por
usus era aquel en el cuál se adquiría el estatuto matrimonial por usucapión (Dice
Gaius I, III: “Usu in manum conveniebat, quae anno continuo nupta perserverabat,;
quia enim velut annua possesione usucapiebatur, in familiam viri transibat
filiaeque locum optinebat”. También existía la forma “sine manu”, en la cuál la
mujer seguía bajo la potestad de su padre, mantenía la propiedad separada y no
eran necesarios los obsequios entre esposos. Lo que lo distingue del concubinato
es la maritalis affectio, tienen que verse unos a otros como esposos y no como
concubinos. Y tiene que haber una domum deductio, es decir una entrega o
emplazamiento de la mujer en el domicilio del marido. Como si fuera poco, el
derecho romano adscribía consecuencias a varios tipos de unión en las que el
hombre y la mujer se conducían y se contemplaban a sí mismos como matrimonio,
pero carecían de algunos de los elementos de las justas nupcia. Así el caso de los
matrimonios iuris Gentium (que podrían traducirse, matrimonios entre
extranjeros). Sobre todo esto, ver CORBETT, Pery Ellwood, The Roman Law of
Marriage, Oxford, Clarendon Press, 1930 p. 69 y ss.
7 De acuerdo a las personas que los contrajeran, el matrimonio llevaba incluso un
nombre distinto. Así el caso del contraído por los ciudadanos romanos, por
extranjeros o por esclavos.
En el derecho romano8, al reconocimiento jurídico se une el reconocimiento
social9. La mater familiae tiene un reconocimiento diverso al de la mujer de
cualquier otro tipo de unión.
En síntesis, este doble privilegio social y jurídico del matrimonio, es, como dijimos,
una experiencia jurídica y social diversificada e impregnada con frecuencia de una
dimensión sacral. En la práctica convivía también con rupturas, nuevas uniones,
casos en los cuales las mujeres daban a sus esclavas para concebir al marido (no
sólo en la Biblia…10) y convivencias de diverso tipo, sobre la base de la semejanza
del matrimonio. Siempre en términos de heterosexualidad, y siempre sobre la
base, en Occidente, de la monogamia sincrónica11 (no diacrónica, pues se admitía la
ruptura matrimonial). Especialmente el derecho romano conoce una gran
flexibilidad en las opciones para contraer uniones de tipo conyugal. Y reconoce
efectos jurídicos diferenciados según la modalidad conyugal a la que ingresa la
persona.
8 Algunas de las obras generales consultadas: JUDITH EVANS, LAW AND FAMILY IN LATE
ANTIQUITY: THE EMPEROR CONSTANTINE’S MARRIAGE LEGISLATION (1995); THE ROMAN
FAMILY IN THE EMPIRE. ROME, ITALY, AND BEYOND (Michele George, ed., 2005). Sobre el
derecho romano como fuente del derecho contemporáneo puede verse REINHARD
ZIMMERMAN, ROMAN LAW, CONTEMPORARY LAW, EUROPEAN LAW: THE CIVILIAN TRADITION
TODAY (2001). Especialmente sobre el derecho romano de familia: BRUCE W. FRIER &
THOMAS A. MCGINN, A CASEBOOK ON ROMAN FAMILY LAW (2004); JANE F. GARDNER, FAMILY
AND FAMILIA IN ROMAN LAW AND LIFE (1998)
9 Sobre esto ver Yan, À Rome, …, cit.
10 En la Biblia, el caso más notable es el de Abraham y Sara, quién, siendo estéril, le
da su esclava para que conciba con ella (hay dos relatos paralelos y la actitud de
Abraham difiere en ellos, v. Gen. 16 y 21). La enseñanza bíblica es que de allí sólo
se derivan males, pero Dios no abandona ni a la esclava ni al niño concebido. Les
envía su ángel, aún cuando ese niño luego será objeto de rebeliones contra su
pueblo elegido. Es una bella historia que presenta la monogamia como modelo
preferido, pero al mismo tiempo el hálito suave de la misericordia y la empatía,
aún con aquel que luego será rebelde. Sin embargo dichas prácticas se documentan
también en el derecho mesopotámico (Código de Hammurabi) y en el derecho
romano. En todos los casos mesopotámicos (el hebreo y el del Código de
Hammurabi), la esclava es algo de la mujer (en términos de un ser humano que
pertenece a otro) y la mujer puede despedirla por insolencia. (COOK, Stanley E.,
The Laws of Moses and the Code of Hammurabi, 1903, p. 96). En el caso romano, la
mujer se divorcia de su marido, para que el marido conciba un hijo legítimo con
otra en nuevas nupcias, para después divorciarla y volver a contraer nupcias con la
primera mujer. La arquitectura jurídica es bastante más compleja, a fin de dar
descendencia legítima al marido. El caso romano lo documenta San Agustín de
Hipona, 40 PATROLOGIA LATINA 0385, ch. 15, De bono coniugali.
11 Las tradiciones veterotestamentarias documentan casos de poligamia. El Código
Derecho de Familia Indiano, Santiago, 2003, Ed. Instituto de Historia del Derecho
Juan de Solórzano y Pereyra, p. 27 y ss. También: RIPODAS ARDANAZ, Daisy El
matrimonio en Indias: realidad social y regulación jurídica, Bs. As., 1977, Fund. para
la Educación, la Historia y la Cultura.
Concilio de Trento15. La Iglesia Católica nunca ha negado el origen natural de la
institución y el carácter adveniente de su sacramentalidad.
Los países católicos introdujeron tal vez a partir del pensamiento de Robert Joseph
Pothier16, crecientemente la idea de que el matrimonio es un contrato civil y debe
quedar bajo la égida de la ley civil, porque, según vimos, en el derecho romano lo
sacral y lo civil coexistían en la experiencia jurídica del matrimonio. Prevalece así
la noción contractual al modo ancestral de los viejos contratos de compraventa
matrimoniales al modo de la ficción de la coemptio romana, pero, a) en la esfera
civil, y vaciada del contenido religioso que tenía en el derecho romano b) bajo la
potestad del Estado, a diferencia del derecho romano, en el que el matrimonio era
un asunto social, no estatal. Para Pothier, el contrato matrimonial era la materia
del sacramento. Esta posición se profundizó con la doctrina ulterior17, que de más
même que tous les autres contrats à l’ordre polituqe, et qu’en conséquence il soit
soumis à la puissance séculiere; néanmoins comme, en tant qu’il est élevé à la
dignité du Sacrement, il renferme aussi quelque chose de spirituel; nos Rois ont
bien voulu permettre et attribuer aux Juges d’Eglise la connoissance des causes qui
concernent les mariages à la charge, par eux de se confoermer aux Ordonnances”.
(Traité du Contrat de Mariage, 1771, T. II, p. 94). Según Allemande (ver cita más
abajo, p. 43) es un edicto de septiembre de 1787 el primero en separar el contrato
civil del sacramento. En este párrafo aparece significada toda la panoplia de
tensiones que existen entre el matrimonio civil y su dimensión sacramental en el
orden político e histórico de la época del gran jurista francés. Louis ALLEMANDE
se queja de que las palabras de Jean-Étienne-Marie Portalis en su Exposé des motifs
du tître du mariage, sobre la necesidad de la religión para sostener los avatares de
la vida común no se hayan visto reflejados en el texto legal: “Mais les innovations
vont toujours trop loin; et en 1792, à une époque, il est vrai, où l’esprit de l’homme,
dans sa vaine confiance, se plaisait à détruire tout ce qu’avait consacré la sagesse
des siècles, sans aucun respect pour le sacrement, on a substitué à ses saintes
cérémonies les formalités froides et positives d’un contrat ordinaire qui, dnas
l’intérêt des époux et des familles, ont été déclarées suffisantes… Et cependant ces
paroles éloquents (n. B. las de Portalis) furent stériles. La loi resta muette”.
17 En el Discurso preliminar, Jean-Étienne-Marie PORTALIS afirma: “Ce n’est que
dans ces derniers temps que l’on a eu des idées précises su rle mariage. Le mélange
des institutions civiles et des institutions religieuses avait obscurci les premières
notions…Toutes ces incertitudes se sont évanouies, tous ces embarras se sont
dissipés, à mesure qu l’on est remonté à la véritable origine du mariage, dont la
date est celle même de la création. Nous nous sommes convaincus que le mariage,
qui existait avant l’établissement du christianisme, qui a précdedé toute loi
poisitive, et qui dérive de la constitution même de notre être, n’est ni un acte civil,
en más entendió que el matrimonio pertenecía propiamente a la égida del derecho
civil18, dividiendo las aguas entre el fenómeno religioso y el jurídico-civil. El
matrimonio queda despojado de ese carácter indiviso entre religión y juridicidad,
que está sin embargo unido en la experiencia humana en muchos casos. El derecho
dogmático opera como un bisturí, una escisión decisiva.
Portalis definió al matrimonio como “la sociedad del hombre y de la mujer que se
unen para perpetuar su especie, para ayudarse y para darse ayuda mutua para
soportar el peso de la vida y para compartir un destino común”19.
Los siglos siguientes acentuaron aún más esta tónica. El matrimonio se fortaleció
social- y jurídicamente a través de al menos: a) efectos filiatorios diferenciados (la
filiación matrimonial se privilegia netamente sobre la extramatrimonial), b)
presunciones iure et de iure que favorecen la paternidad matrimonial (la
paternidad matrimonial no puede ser contestada), c) protecciones económicas
dentro del matrimonio y para el caso de la ruptura para la mujer casada (ninguna
protección para la mujer en las uniones de hecho); d) restricciones o prohibición
sacrament pour les catholiques, un acte consacré dans toutes les religions; mais la
loi commune de l’Ètat ne l’a pas réglé sous ce rapport; elle ne l’a considéré et
ordonné que comme contrat civil, dans ces rapports avec l’intérêt général, et dans
ses effets privés pour l’intérêt des individus (…) La loi civile, qui ne commande pas
le sacrement, peut jeter, dans de faux esprits, la funeste pensé qu’il est sans mérite,
et affaiblir l’opinion d’un engagement sacré.”, Traité du mariage, París, Bavoux,
Néve, 1825, p. 44.
19 “la société de l’homme et de la femme, qui s’unissent pour perpétuer leur espèce,
pour s’aider par des secours mutuels à porter le poids de la vie, et pour partager leur
commune destinée”.
de ruptura del matrimonio (prohibición del divorcio o necesidad de invocar la
culpa y probarla, a cambio de la total facilidad y libertad de ruptura de las uniones
de hecho); y, e) la vocación sucesoria exclusiva para la mujer casada.
legislaciones anteriores: “Le mariage, ce contrat dans lequel la société civile est
toujours partie, qui constitue les familles et intéresse un si grand nombre de tiers,
était abandonné aux caprices des contratants. Il pouvait se dissoudre par le mutuel
consentement des époux, ou même par la volonté d’un seul… On eût dit que le
divorce n’était pas introduit pour le mariage, mais le mariage poru le divorce; et
cependant la loi veillait à la stabilité des autres contrats, et à l’exécution des
obligations avec un zèle attentif et minutieux…” Discours, Rapports et Travaux
Inédits sur le Code Civil, Paris, Joubert, 1844, p. XXI
22 Ibid. P. 5.
23 “Mëme les auteurs qui, il y a cent ou deux cent ans, ont analysé le mariage
comme uncontrat n’ont pas émis un seul doute sur le fait que, non pas la
conclusion même du contrat de mariage, mais ses effets étaient en grande partie
soustraits à la volonté des époux”. FRANK, Rainer, “Mariage et concubinage.
Réflexions sur la couple et la famille”, en Des concubinages, Droit Interne. Droit
deberes, y si la existiera no tendría reflejo jurídico. Y esta nota comprueba la
disminución de importancia del matrimonio; a saber: ·la desaparición del
automatismo de sus efectos”24.
Los plazos de espera para la ruptura se acortan o desaparecen, y los deberes del
matrimonio se espiritualizan25 y pierden sus sanciones26. Los delitos penales por
incumplimiento de los deberes matrimoniales se retiran27 y así sucede con el
interés del Estado en la vida privada matrimonial, que antes gozaba de interés
público, porque se consideraba beneficiosa para los niños y para la sociedad. La
idea de que no puede forzarse un matrimonio que no esté presidido por el afecto,
torna al afecto en la idea central, la clave de bóveda del matrimonio. Mientras dure
el afecto, dura el matrimonio, y cuando éste desaparece, desaparece; debe haber
libertad de ruptura. Un derecho al divorcio es enunciado en paralelo y como
contrapartida del derecho a casarse.
Por otra parte, la falta de diferenciación nítida del matrimonio en relación a otras
uniones hace difícil pensar porqué valdría la pena contraerlo. Las limitaciones
económicas que surgen del matrimonio, no se ven compensadas con ventajas
personales de estabilidad o perdurabilidad, ni siquiera muchas veces se reflejan en
políticas estatales de fortalecimiento o beneficio distributivo a favor de quienes
sanción del deber, sino la retirada general del interés en la efectividad de dichos
deberes. Según Rainer FRANK, el matrimonio devendrá entonces, en virtud de la
desjurdización, una suerte de contrato tipo, que servirá apenas de guía a los
esposos (FRANK, “Mariage et concubinage…”, cit., p. 6).
27 GARRIGUE, Les devoirs… cit, p. 286 y ss.
asumen un compromiso mayor de solidaridad en la vida social. Asumir las cargas
del matrimonio sin el halo de estabilidad que era su contrapartida en la regulación
legal, torna esas cargas insoportables y no da garantías a las grandes inversiones
que hacen los esposos en la vida conyugal. Es preferible una unión de hecho, que
permita libertad.
E) QUÉ ES CONYUGALIDAD ?
Este nuevo contexto de “indiscriminación”, de “indiferenciación” constitucional o
convencional de la conyugalidad, apoya a su vez otra dimensión novedosa de la
conyugalidad: su evanescencia. Habíamos dicho que el principio determinante de
la conyugalidad es crecientemente el afecto, y en ese sentido el Estado tiene como
deber fundamental garantizar el libre ejercicio del afecto en la esfera de la
conyugalidad. Esto significa: a) permitir una libertad de ruptura del vínculo; b)
Así pues, también los requisitos para contraer el matrimonio que interesaban al
Estado tienden a diluirse. Los impedimentos matrimoniales, según algunos
estudios recientes, comienzan a perder justificación32. Por qué razón el Estado
controlaría demasiado cercanamente prohibiciones como las de contraer
matrimonio con el nuero con la suegra, o entre primos. O entre otros parientes
anteriormente prohibidos. El denominado incesto simbólico se desvanece del
derecho y algunos pudores se pierden definitivamente. El Estado se retira no sólo
de la disolución del matrimonio, sino también de los requisitos para contraerlo.
Finalmente, si el Estado les prohibiera contraer nupcias, nada impediría que
vivieran en una unión de hecho. Todo se analiza bajo el prisma de la no
discriminación el derecho al reconocimiento estatal del afecto y de las uniones
privadas. De aquí, a la conyugalidad poligámica, hay sólo un paso. El marco teórico
está provisto.
32 Ver por ejemplo el estudi de HARDING, Maeb, “To affinity and beyond: A critical
analysis of the La won Marriage Within Prohibited Degrees of Relationship”, in
BOELE-WOELKI, Katharina, SVERDRUP, Tone, European Challenges in Family Law,
Antwerp, 2008, Intersentia, pp. 159 y ss.
33 Ver especialmente los trabajos de GARRIGUE y la contribución de FRANK.
diferenciados, el derecho contemporáneo permite diversas modalidades de opción,
pero éstas son cada vez más homogéneas e indiferenciadas en su regulación. La
cuestión se ha planteado con nitidez cada vez que se ha debatido el derecho de
personas del mismo sexo a contraer matrimonio: “los mismos derechos con el
mismo nombre se dijo”. ¿Porqué quienes han hecho campaña por el orgullo de ser
diferentes ahora anhelan la mímesis jurídica con la unión heterosexual y quedar
comprendidos bajo una institución históricamente heterosexual? Pues porque
pretenden el mismo reconocimiento social que los matrimonios heterosexuales
conquistaron a lo largo de los siglos. El “ábrete sésamo” (la palabra mágica) de
“matrimonio” debería dar acceso a la legitimación social de estas uniones, aunque
luego estadísticamente, la cantidad de interesados en contraerlo no sea
significativa. Se trata del carácter simbólico de la institución.
La tercera paradoja tiene que ver con el matrimonio. Uno de los argumentos para
admitir el divorcio consistió en que iba a permitir más matrimonios y matrimonios
más felices, que estuvieran fundados en el amor recíproco de los contrayentes y no
en una convivencia forzada. Lamentablemente, la predicción no se cumplió. No
importa cuánto se flexibilicen los deberes matrimoniales, cuánto se facilite la
ruptura, cuánto se reduzcan los tiempos de espera para divorciarse, el derecho no
logra revertir la tendencia de la baja en la tasa de matrimonialidad. Evidentemente,
el derecho de familia de la libertad y del afecto, aún no encontró el camino de la
felicidad y la perdurabilidad de las uniones. Más bien al contrario. No que sea
función del derecho mantener unidos a los cónyuges, pero al menos el derecho no
encuentra caminos para acompañar esa expectativa. En este sentido, las promesas
35“Il est aujourd’hui notable que le mariage s’est peu à peu vidé de son sens”,
FRANK, Rainer, “Mariage et concubinage. Réflexions sur la couple et la famille”, en
Des concubinages, Droit Interne. Droit Internatinal. Droit Comparé. Études offertes à
Jacquelline Rubellin-Devichi, Paris, Litec, 2002, p. 3 y ss, p. 4.
no se han cumplido. El egoísmo jurídico no garantiza la felicidad. Más bien es
posible que aumente soledades y tristezas.
Tal vez podrían encontrarse soluciones creativas, pero, tal como en la gran novela de
Orwell, Rebelión en la granja, tal vez estemos tan asustados de la diferencia, que no
podamos verla a los ojos sin ser acusados por los rebeldes de turno.
Y sin embargo, tal vez el derecho, a pesar de todo pueda encontrar nuevos y creativos
caminos de libertad recreando la conyugalidad a partir del anhelo que hay en cada hombre
de formar una familia sólida y duradera y acoger allí el futuro de la humanidad.