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IJUE Temas 1-10

1º Derecho Internacional Público (Instituciones Jurídicas de la Unión


Europea)

Grado en Derecho

Facultad de Derecho
Universidad de Sevilla

Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su
totalidad.
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Ana Moreno Ceballos Profa. Eulalia W. Petit de Gabriel

Apuntes IJUE realizados según la Prof. Eulalia W. Petit de Gabriel y completado con
manual

Curso de Derecho de Unión Europea. 3ª Edición. Joaquín Alcaide Fernández

TEMA 9. EL MERCADO INTERIOR.


1. INTRODUCCIÓN: DEL MERCADO COMÚN AL MERCADO INTERIOR.
A lo largo de la historia, ha sido costumbre que los Estados traten de proteger sus productos
frente a los que provienen del exterior (proteccionismo), más en épocas de crisis económica,
mientras que sólo en épocas de bonanza económica se muestras más abiertos a cooperar entre

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sí, e incluso a hacer más permeables sus fronteras a los intercambios comerciales (liberalismo
comercial).

La principal tesis de los defensores del liberalismo comercial consiste en que la apertura de las
economías a la competencia internacional hace posible la consecución de mayores cotas de
eficiencia del sistema económico y contribuye a la mejora de las condiciones de vida de la
población.

No obstante, en la historia económica de los últimos tres siglos, y hasta el final de la Segunda
Guerra Mundial, ha prevalecido el enfoque proteccionista, caracterizado por el afán de limitar
el comercio internacional por razones económicas, políticas y sociales.

El cambio de perspectiva se inicia con el proceso de integración europea en los años 50 del siglo
XX, más evidente desde los Tratados de Roma de 1957 en los que se establece la Comunidad
Económica Europea. La CEE tenía como misión “promover, mediante el establecimiento de un
mercado común y la progresiva aproximación de las políticas económicas de los Estados
miembros, un desarrollo armonioso de las actividades económicas en el conjunto de la
Comunidad, una expansión equilibrada, una estabilidad creciente, una evaluación acelerada del
nivel de vida y relaciones más estrechas entre los Estados que la integran”.

Este objetivo de conseguir el establecimiento de un mercado común marcó la mayor parte de la


evolución de la CEE e incluso durante mucho tiempo las referencias a la CEE se hacían como si
sólo se tratase del mercado común.

Desde la perspectiva de la Teoría Económica, este mercado común, que el Tratado de la


Comunidad Económica Europea (TCEE) definía como “supresión de fronteras entre los Estados
y establecimiento de una frontera exterior”, no es más que una etapa en el proceso de
integración económica. En este proceso se pueden identificar teóricamente distintas etapas o
formas y niveles de asociación económica regional; conviene hacer, no obstante, dos
precisiones:

- Por un lado, que estos niveles de asociación económica tienen carácter dinámico, entre
otras razones porque la creciente apertura e interdependencia política y económica de
los Estados miembros favorece la profundización en la integración.

- Por otro, que esos niveles no son fáciles de identificar en la práctica, pues es bastante
frecuente que éstos no se presenten en estado puro, especialmente en los tramos

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intermedios, y que los ejemplos de integración real manifiesten algunos rasgos que son
propios de otros niveles de integración, generalmente más avanzados.

Así, podemos establecer que las etapas de integración económica son:

1. Zona de Libre Cambio.


2. Unión Aduanera.
3. Mercado Común.
4. Unión Económica y Monetaria.
5. Integración económica supranacional-federal.

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El estadio más elemental es la zona de libre comercio, que supone la libre circulación de
mercancías sólo originarias de la zona con la eliminación de las trabas aduaneras y comerciales
intrazona.

Lograda ésta, cabe el establecimiento de una unión aduanera, a través del establecimiento de
una tarife exterior común o arancel único respecto a las importaciones de productos de terceros
países y de la aplicación de una política comercial común.

Cuando no sólo pueden circular libremente las mercancías sino todos los factores productivos
(mercancías, trabajadores, servicios y capital), estamos ante el establecimiento de un mercado
común.

El buen funcionamiento del mercado común nos avocará a establecer una unión económica y
monetaria que implica una cierta armonización y coordinación entre las políticas económicas y
monetarias de los Estados miembros, que llevará al establecimiento de una moneda única
común.

Y, una vez logrados todos los pasos anteriores, se produce la integración económica de los
Estados miembros, exigiendo la existencia de una autoridad supranacional que obligue con sus
decisiones a dichos Estados.

En el caso de las Comunidades Europeas (CCEE) (luego UE) estas etapas también se han cubierto
progresivamente y no se han dado siempre en estado puro, sino que con frecuencia en etapas
inferiores ya se han manifestado elementos de la etapa siguiente del proceso de integración
económica.

El objetivo originario de los Tratados constitutivos de las CCEE fue, a partir de una unión
aduanera, el establecimiento de un mercado común, para lo que se emplearon diversos
instrumentos cuya finalidad fue suprimir las fronteras entre los Estados miembros: las cuatro
libertades fundamentales (libre circulación de mercancías, libre circulación de trabajadores,
derecho de establecimiento y libre prestación de servicios y libre circulación de capitales). Estas
suponen una integración negativa al establecer la libre circulación o desplazamiento de los
factores productivos en el interior del territorio comprendido en dicho mercado.

Lo primero que había que lograr era una unión aduanera entre los Estados miembros y, para
eso, no incrementar los derechos de aduanas existentes y disminuirlos progresivamente (lo que
se denominó la “cláusula de stand-still”), y aumentar progresivamente hasta su desaparición los
contingentes de importación.

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Al mismo ritmo que se desmontaban las aduanas interiores era necesario establecer
progresivamente una tarifa o arancel exterior común (concebido como un recurso propio de la
Organización, y no del Estado miembro que la recauda), para que los productos que entrasen
del exterior abonasen los mismos derechos de aduana independientemente del Estado
miembro en cuyo territorio entrasen.

En 1969, incluso antes de finalizar el periodo transitorio para el establecimiento del mercado
común, se había conseguido la unión aduanera. Pero no quiere decir que ya existiera un
mercado común.

Mientras la libre circulación de mercancías no planteó excesivos problemas, la liberalización no


funcionó tan rápido con las otras libertades concebidas también con un contenido y una
finalidad eminentemente económicos: ni con los trabajadores por cuenta ajena ni con los
servicios, profesionales autónomos o empresas, ni con los capitales.

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Cuando el ritmo de la integración estaba disminuyendo a principios de la década de 1980, los
Jefes de Estado y de Gobierno encargaron a la Comisión que presentara un programa concreto
para la realización de un mercado interior completamente integrado; en 1985 la Comisión
presentó el denominado “Libro blanco del mercado interior” en el que se define un programa
completo y se previó un calendario concreto.

En dicho Libro blanco se hizo una revisión de todas las barreras que tenían que desaparecer para
lograr el mercado interior y se expuso que era necesario que los Estados miembros adaptaran
su legislación interna a lo dispuesto en aproximadamente 300 normas comunitarias para evitar
la discriminación nacional.

El Acta Única Europea (AUE), de 1986, sustituyó el objetivo del establecimiento de un mercado
común por el de un mercado interior, cuyo horizonte de consecución fue fijado para 1992. En
realidad, el objetivo no era diferente al previsto en 1957, pues lo que se pretendió fue crear un
espacio en el que las personas y los bienes gocen de la misma libertad de movimientos que en
un mercado nacional; pero los medios debían reforzarse y, por ello, fue indispensable reformar
el TCEE con la adopción del AUE, que definió el objetivo: “El mercado interior implicará un
espacio sin fronteras interiores, en el que la libre circulación de mercancías, personas, servicios
y capitales estará garantizada de acuerdo con las disposiciones de los Tratados”.

Para lograr ese mercado interior se encargó a la Comisión que elaborara las propuestas
necesarias para que el Consejo adoptase las normas necesarias y los Estados miembros
armonizaran sus legislaciones nacionales.

Con tal finalidad se establecieron tres fases en las que acometer los trabajos. De este modo,
desde principios de 1993 disfrutamos en el espacio integrado de los Estados miembros del
denominado mercado interior o mercado único.

Cuando casi todo estaba en funcionamiento, la CEE y sus Estados miembros comenzaron a
plantearse la siguiente etapa, que hiciese más real el objetivo inicial del mercado común: el logro
de una unión económica y monetaria.

Perfeccionando el mercado interior, y con base en el germen que de la misma ya había


instaurado el AUE, el TUE fijó tres fases para el establecimiento de tal unión económica y
monetaria. No es suficiente un mercado único con economías nacionales no convergentes, con
monedas diferentes, con fiscalidades dispares. Esta diversidad distorsionarían sin duda el
mercado y, para evitarlo, a lo largo de esas tres fases se trató de establecer la unión económica

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y monetaria, primero con la entrada en vigor del conjunto de medidas para el establecimiento
del mercado interior, y después con la adopción de nuevas medidas, durante el periodo de 1999-
2002.

Desde enero de 2002, aquellos Estados miembros que aceptaron participar y cumplían los
criterios o condiciones de la convergencia tienen una moneda única común en la “zona euro”,
lo que facilita y refuerza el mercado interior ante la competencia en un mercado global.
Posteriormente, otros nuevos Estados miembros, a medida que cumplían las condiciones, han
ido entrando a formar parte de la zona euro y hoy es un objetivo de la Unión “establecer una
unión económica y monetaria cuya moneda es el euro”.

Pero la actualidad demuestra que, aunque tengamos una política monetaria integrada en la zona
euro, estamos lejos de su correcto funcionamiento y aplicación y al no disponer de competencias
análogas en el ámbito de la política económica; de ahí, la necesidad de medidas para reforzar la

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política monetaria y la integración de las políticas económicas de los Estados miembros.

En este mismo sentido, ante la conciencia de no haber alcanzado la capacidad máxima del
mercado único, incluso empeorándose las posibilidades con la crisis económica, en 2010 se
presentó un informe con más de 200 iniciativas que permitan fijar la nueva estrategia global que
refuerce y consolide el mercado único como fundamente esencial de la Unión Económica y
Monetaria (UEM) ante los riesgos de nacionalismos económicos.

A partir de estas iniciativas se diseñaron las estrategias de la Comisión y en las prioridades de la


Comisión 14/20 aparece como una de las mismas el buen funcionamiento del mercado único.

Concretando en el objetivo del mercado interior, hoy en día los fundamentos sobre los que se
basa el mercado interior establecido en la Unión se recogen en la tercera parte del TFUE:

a) La libre circulación de mercancías (arts. 28 a 37 TFUE).


b) La libre circulación de trabajadores (arts. 45 a 48 TFUE).
c) La libre prestación de servicios y derecho de establecimiento (arts. 49 a 62 TFUE).
d) La libre circulación de capitales (arts. 63 a 66 TFUE).

2. LIBRE CIRCULACIÓN DE MERCANCÍAS.


La puesta en práctica de la libre circulación de mercancías (arts. 28 a 37 TFUE) supone que la
compra y venta de productos entre los operadores de distintos Estados miembros pueda
realizarse en condiciones análogas a las de un mercado nacional, es decir, en las mismas
condiciones para todos los nacionales de esos Estados.

La consecución de esta libertad es el presupuesto básico para la existencia del mercado interior
y uno de los objetivos que más rápida y directamente tienen una repercusión para el ciudadano,
al acceder a un mercado más amplio y competitivo.

Junto a la libre circulación de mercancías, los Tratados constitutivos previeron un paso más allá
con vistas al establecimiento del mercado común: la unión aduanera. Esta unión aduanera
abarca, como prescribe el art. 28. 1 TFUE, todos los intercambios de mercancías. Pero la unión
aduanera en general tiene una doble dimensión, una zona de libre comercio y como unión
aduanera en sí:

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- Hacia afuera, como unión aduanera, supone el establecimiento de un arancel aduanero


exterior común en sus relaciones con terceros países.

- Hacia el interior, como zona de libre comercio, también implica la eliminación de todo
obstáculo a los intercambios de mercancías.

El art. 28. 1 TFUE señala expresamente que implicará la prohibición de “los derechos de aduana
de importación y exportación y de cualesquiera exacciones de efecto equivalente”, pero el
Tribunal, en una constante jurisprudencia, ha venido considerando prohibido todo obstáculo,
aduanero o no, que pueda entorpecer actual o potencialmente el comercio entre los Estados
miembros.

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2.1. ÁMBITO DE APLICACIÓN MATERIAL DE LA LIBRE CIRCULACIÓN DE MERCANCÍAS.

De la libre circulación se benefician todas las mercancías que puedan ser objeto de intercambio,
pero, como los Tratados constitutivos no definen en ningún momento el concepto de mercancía,
éste ha sido definido por la jurisprudencia del Tribunal: es mercancía todo bien estimable en
dinero y susceptible de transacción comercial.

No implica que sean bienes materiales, pues también bienes inmateriales pueden estimarse en
dinero, y no son mercancías aquellos bienes o productos cuya comercialización esté prohibida.

Lo que si hacen los Tratados constitutivos es excluir expresamente de la libre circulación a


algunas mercancías, como las armas, municiones y material de guerra destinados a fines
específicamente militares o establecer un régimen especial para otros, como los productos
agrícolas, para los que las reglas generales se aplican supletoriamente.

Además, establecen que la libre circulación se predica de los productos originarios de los Estados
miembros y de los productos procedentes de terceros países que se encuentran en “libre
práctica” en los Estados miembros.

Por producto originario hay que entender el totalmente producido en la Comunidad (la Unión)
o los productos cuya transformación sustancial se haya operado en la misma. Por
transformación sustancial no se admite el envasado, etiquetado, molido, lavado, etc., pues la
última transformación debe conducir a un producto nuevo y original.

La definición de los productos en libre práctica sí se recoge en los Tratados constitutivos y, para
ser considerado como tal, basta que respecto del producto procedente de un país tercero se
hayan cumplido las formalidades de importación y percibido los derechos de aduana en
cualquier Estado miembro. Una vez importado, dicho producto queda asimilado a los productos
originarios en cuanto a su circulación, pero habrá tenido que respetar los interés públicos y
consideraciones sociales que se respetan en la UE. Ésta es una vía de “exportación” del modelo
social europeo.

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2.2. ÁMBITO DE APLICACIÓN TERRITORIAL DE LA LIBRE CIRCULACIÓN DE MERCANCÍAS.

En principio, las mercancías circulan libremente por el territorio en que es de aplicación el DUE.
En este sentido, el “territorio aduanero de la Unión” no coincide con las fronteras políticas de
los Estados miembros, al queda fuera parte del territorio de algunos de esos Estados
(Groenlandia, Islas Feroe, Ceuta, Melilla) y, sin embargo, incluye el territorio de terceros países
europeos cuyas relaciones exteriores asume un Estado miembro (Mónaco o San Marino).

Pero otros territorios europeos cuyas relaciones exteriores asume un Estado miembro donde se
aplican los Tratados están excluidos particularmente de la unión aduanera (por ejemplo,
Gibraltar).

El territorio aduanero se ha ido ampliando con cada nueva adhesión a la UE y es cuestión de los
Estado miembros acordar la aplicación o no del régimen aduanero del nuevo territorio.

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2.3. CONTENIDO DE LA LIBRE CIRCULACIÓN DE MERCANCÍAS.

El objetivo es lograr el libre comercio entre los Estados miembros, lo que exige la eliminación de
todos los obstáculos de origen público (derechos de aduana y reglamentaciones comerciales),
regulados por los Tratados constitutivos en dos capítulos diferentes, el capítulo 1, unión
aduanera (arts. 30 a 32 TFUE), y el capítulo 3, prohibición de las restricciones cuantitativas (arts.
34 a 37 TFUE).

Se prohíben expresamente todos los derechos de aduana y las exacciones de efecto


equivalente entre los Estados miembros (art. 30 a 32 TFUE).

- De un lado, los derechos de aduana son toda carga pecuniaria que grava de forma
unilateral y exclusiva un producto a su paso por frontera; son gravámenes que se fijan
en proporción al valor del bien o la mercancía al que se aplica, calculado básicamente
sobre el valor de la transacción, y su identificación y eliminación progresiva fue
relativamente fácil entre los Estados fundadores.

- De otro, las exacciones de efecto equivalente a los derechos de aduana han sido
definidas por la jurisprudencia del Tribunal como “toda carga pecuniaria que no
constituye un derecho de aduana, pero que se impone unilateralmente y sólo al
producto importado con el objetivo de alterar el precio de reventa”. El período
transitorio para su eliminación fue de doce años, pero su identificación en la práctica ha
sido mucho más complicada, pues es la única vía que le queda a los Estados miembros
para proteger sus productos nacionales.

El incumplimiento de tales prohibiciones han dado lugar a una abundante jurisprudencia en la


que el Tribunal ha dejado claro que sólo se permite el cobro de alguna exacción o gravamen
cuando efectivamente se presta un servicio por la importación o exportación del bien o
mercancía, pero el gravamen debe ser en función del servicio prestado y no del valor del bien.

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También quedan prohibidas las restricciones cuantitativas a la importación y exportación, así


como todas las medidas que tengan un efecto equivalente (arts. 34 a 37 TFUE), pero los
Tratados constitutivos no aclaran nada más sobre su contenido, por lo que la definición de
ambos conceptos se basa más en una elaboración jurisprudencial y doctrinal.

- Las restricciones cuantitativas, también llamadas contingentes, son toda disposición de


un Estado miembro que prohíbe o limita cuantitativamente, actual o potencialmente, el
volumen de transacciones comerciales con otros Estados miembros.

- Conforme a la jurisprudencia, las medidas de efecto equivalente no son cargas


económicas, sino normas internas de índole comercial o reglamentaciones comerciales
susceptibles de obstaculizar directa o indirectamente, real o potencialmente, el

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comercio entre Estados miembros o cuya finalidad es restringir dicho comercio. Incluso
las reglamentaciones comerciales que se aplican indistintamente a los productos
nacionales e importados, pero cuyo resultado es la restricción del comercio entre los
Estados miembros, son consideradas también medidas de efecto equivalente a las
restricciones cuantitativas.

Para evitar en lo posible estas medidas de efecto equivalente a las restricciones cuantitativas
prohibidas, y la discriminación en razón de nacionalidad, el Tribunal interpretó la prohibición del
siguiente modo: en tanto no exista una norma de la Unión que regule la comercialización de un
determinado producto, la regla de oro es el principio de “reconocimiento mutuo”, es decir, que
debe admitirse la comercialización en los demás Estados miembros de cualquier producto que
se comercialice legalmente en el territorio de cualquier Estado miembro.

Es lo que se conoce como “jurisprudencia Cassis de Dijon” del Tribunal de Justicia de las
Comunidades Europeas (TJCE).

2.4. EXCEPCIONES A LA LIBRE CIRCULACIÓN DE MERCANCÍAS.

Los propios Tratados constitutivos permiten excepciones a la aplicación de las reglas generales
sobre la libre circulación de mercancías, y por tanto el resultado de un trato discriminatorio
entre los productos nacionales y los procedentes de los otros Estados miembros. Básicamente,
cabe clasificar las excepciones en torno a tres grandes grupos:

a) Objetivos de interés nacional como se definen en el art. 36 TFUE.

b) Las llamadas “exigencias imperativas”, que el Tribunal ha utilizado como forma de


aceptar otras excepciones distintas.

c) Excepciones a las medidas de armonización (art. 114. 4 a 9 TFUE), que siempre son
excepciones temporales aprobadas por la Comisión, tras comprobar ésta que no se trata
de un medio de discriminación arbitraria o una restricción encubierta al comercio entre
Estados miembros o un obstáculo para el funcionamiento del mercado interior.

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3. LIBRE CIRCULACIÓN DE TRABAJADORES ASALARIADOS.


La libre circulación de trabajadores asalariados o por cuenta ajena (arts. 45 a 48 TFUE) fue una
de las primeras realizaciones del objetivo de la libre circulación de personas.

La libre circulación de trabajadores consiste en la libre circulación de los nacionales de los


Estados miembros que se desplazan a trabajar por cuenta ajena en otro Estado miembro, y
supone que no pueden ser discriminados por razón de nacionalidad respecto al empleo, la
retribución y las demás condiciones de trabajo (art. 45. 2 TFUE).

3.1. ÁMBITO DE APLICACIÓN PERSONAL DE LA LIBRE CIRCULACIÓN DE TRABAJADORES.

Esta libertad se confiere a nacionales de los Estados miembros. No obstante, deben hacerse tres

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precisiones:

- En primer lugar, que el DUE no determina quiénes ostentan la nacionalidad de los


Estados miembros, pues los criterios de atribución de nacionalidad siguen siendo
competencia exclusiva de cada Estado miembro.

- En segundo lugar, que en algunas Actas de adhesión de nuevos Estados miembros se


han establecido unos períodos transitorios, más o menos prolongados, durante los que
los nacionales de esos Estado no han podido beneficiarse de la libre circulación como
trabajadores, aunque sí del derecho a circular y residir libremente en tanto que
ciudadanos de la Unión.

- En tercer lugar, que también son beneficiaros de la libre circulación de trabajadores


nacionales de determinados terceros países con los que la UE tienen acuerdos de
asociación o cooperación, en especial los participantes en el Espacio Económico
Europeo (EEE).

Por otra parte, los Tratados constitutivos no han definido el concepto de “trabajador” y ha sido
la Jurisprudencia del TJUE quien lo ha hecho teniendo en cuenta que este concepto debe ser
definido por el DUE. Así, establece que la característica esencial del trabajador es realizar labores
bajo la dirección de otra persona (empleador) y por las que percibe una remuneración.

Las personas que se benefician de esta libertad son los trabajadores asalariados “migrantes”, es
decir, personas que se desplazan efectivamente a otro Estado miembro en el que no son
nacionales y que se desplazan por motivos laborales, bien para atender a una oferta de trabajo,
bien para buscar trabajo.

Los que se desplazan dentro del mismo Estado miembro del que son nacionales no se benefician
de esta libre circulación de trabajadores, sino que únicamente estarían amparados por los
derechos de circulación y residencia propios de la ciudadanía de la Unión.

Poco a poco, a través de la jurisprudencia del Tribunal y el Derecho derivado, fue ampliándose
el ámbito de las personas que tenían derecho a disfrutar de la libertad de circulación y
residencia, haciendo más difuso el límite entre la libre circulación de trabajadores y la libre
circulación de personas.

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Según la jurisprudencia del Tribunal, la libertad de circular y residir libremente en el territorio


de los Estados miembros se consideró como la base de derechos fundamentales de los que
podían beneficiarse también la familia del nacional desplazado, independientemente de la
nacionalidad de estos familiares.

Se considera familiares a estos efectos:

- El cónyuge, hoy también pareja con la que se haya celebrado una unión registrada, lo
que generó el “reconocimiento mutuo” de los regímenes matrimoniales de la regulación
de los Estados.

- Los descendientes menores de veintiún años.

- Los mayores a cargo del trabajador (o su pareja).

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- Los ascendientes a su cargo.

Posteriormente, con la Directiva 2004/38, de 29 de abril de 2004, relativa al derecho de


residencia de los estudiantes, entre otros, se distinguió entre el derecho de circulación y
residencia de hasta tres meses, el derecho de residencia superior a tres meses y el derecho de
residencia permanente.

3.2. ÁMBITO DE APLICACIÓN MATERIAL DE LA LIBRE CIRCULACIÓN DE TRAJABADORES.

La libre circulación de trabajadores sobre cualquier actividad susceptible de realizarse por


cuenta ajena, sin exclusión de ningún sector y, este sentido, el Tribunal ha dejado claro que se
puede considerar cualquier actividad que se efectúe efectivamente, con un valor económico,
independientemente de la relación pública o privada y del montaje de la remuneración.

Quedaron fuera del ámbito de aplicación material de la libre circulación de trabajadores los
“empleados de la Administración pública” (art. 45. 4 TFUE). El Tribunal interpretó esta
excepción, estableciendo que sólo quedan fuera los empleos que traen consigo el desempeño
de funciones estrechamente relacionados con el ejercicio de la soberanía, es decir, que suponen
una participación directa o indirecta en el ejercicio del poder público.

3.3. CONTENIDO DE LA LIBRE CIRCULACIÓN DE TRABAJADORES.

Los derechos de libre circulación de trabajadores tienen su base en el principio de no


discriminación debido a la nacionalidad entre los trabajadores de los Estados miembros, con
respecto al empleo, la retribución y las demás condiciones de trabajo.

En particular, teniendo en cuenta el art. 45. 3 TFUE y la Directiva 2004/38, no se pueden admitir
restricciones por razón de nacionalidad en los derechos a:

- Entrar en el territorio de un Estado miembro para responder a ofertas efectivas de


trabajo, así como a permanecer una vez que consiguen empleo.

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- Desplazarse al territorio de un Estado miembro para responder a tales ofertas de


empleo. De acuerdo con la Directiva 2004/38, se puede permanecer por un plazo
mínimo de tres meses, lo que descarta incluso los desplazamientos para buscar empleo,
y el Estado miembro en el que se entra sólo pues exigir “formalidades administrativas”.

- Residir en uno de los Estados miembros para ejercer en él un empleo. Mientras que el
Estado miembro sólo puede exigir “formalidades administrativas” al trabajador, a sus
familiares no ciudadanos de la Unión puede exigirles la tramitación de tarjetas de
residencia de familiar de ciudadano de la Unión.

- Quedan prohibidas las cuotas nacionales de empleo. Como ejemplo, se encuentra la


Sentencia Bosman, relativa a los contratos de jugadores comunitarios en el fútbol.

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- El ejercicio de estos derechos exige ciertas medidas complementarias de cooperación
interestatal en las oficinas de empleo y los sistemas de prestaciones de la seguridad
social que siguen siendo nacionales.

Esta materia se gestiona a través de EURES, el portal europeo de la movilidad profesional.

3.4. EXCEPCIONES A LA LIBRE CIRCULACIÓN DE TRABAJADORES.

Los Tratados permiten establecer excepciones a la aplicación de estos derechos por motivos de
orden público, seguridad y salud públicas (art. 45. 3 TFUE).

Sólo cabe aplicarlas por el comportamiento individual del trabajador o sus familiares, pero en
ningún caso pueden utilizarse tales excepciones para prohibir en un Estado miembro a los
trabajadores migrantes nacionales de otros Estados miembros actividades que sí se permiten a
sus nacionales.

Si se aplican estas medidas quedan suspendidos los derechos de libre circulación, pero siempre
respetando las garantías exigidas (por ejemplo, no se le puede dar una plazo de salida inferior a
30 días).

4. DERECHO DE ESTABLECIMIENTO Y LIBRE PRESTACIÓN DE SERVICIOS.


Estas dos libertades, reguladas en los arts. 49 a 62 TFUE tienen algunos rasgos comunes.

En primer lugar, los beneficiarios son:

- Las personas físicas (trabajadores por cuenta propia o profesionales autónomos)


nacionales de los Estados miembros o de terceros países en base a los acuerdos
internacionales.

- Las empresas y sociedades constituidas conforme a la legislación de cada Estado


miembro y con sede dentro de la Unión, excepto las que no tienen ánimo de lucro.

- Quedan excluidos los servicios que impliquen ejercicio de poder público.

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Se entiende por sociedades las “sociedades de Derecho civil o mercantil, incluso las sociedades
cooperativas, y las demás personas jurídicas de Derecho público o privado, con excepción de las
que no persigan un fin lucrativo”.

En segundo lugar, esencialmente trata de evitar la discriminación entre nacionales de los


Estados miembros, o empresas o sociedades constituidas y con sede en un Estado miembro, sea
para establecerse y ejercer en otro Estado miembro actividades económicas no asalariadas.

En tercer lugar, las bases jurídicas han sido desarrolladas fundamentalmente por directivas de
armonización; por tanto, en estos temas, que representan una parte importante del mercado
interior, ya que los servicios suponen al menos el 70 por 100 de la actividad económica, hay un
importante margen de decisión para los Estados miembros.

En cuarto lugar, de modo análogo a la exclusión de empleos de la Administración pública de la

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libre circulación de trabajadores, quedan excluidos del derecho de establecimiento y de la libre
prestación de servicios las actividades en las que se ejerce poder público, pues se excluyen de
sus ámbitos de aplicación las “actividades que estén relacionadas, aunque sólo sea de manera
ocasional, con el ejercicio del poder público”

Por el contrario, la principal diferencia entre el derecho de establecimiento y la libre prestación


de servicios es la mayor o menor vocación de permanencia:

- El derecho de establecimiento tiene vocación de permanencia.


- La libre prestación de servicios se realiza de forma esporádica.

Dado que los Tratados constitutivos establecen que han de desarrollarse a través de directivas,
la realización del derecho de establecimiento y de la libre prestación de servicios está siendo
mucho más lenta que la de la libertad de circulación de mercancías o de trabajadores, a pesar
de que el Tribunal declarase el efecto directo de las disposiciones de los Tratados constitutivos
por las que se prohíbe toda discriminación por razón de nacionalidad.

En la práctica, el objetivo general del reconocimiento de títulos extranjeros, pero obtenidos en


otro Estado miembro en el que dan acceso al ejercicio profesional, ha tenido escaso
cumplimiento. Para alcanzar la efectiva liberalización de servicios determinados, se ha tratado
de aproximar las legislaciones relativas al reconocimiento mutuo de las condiciones de acceso a
determinadas profesiones. Esto se ha llevado a cabo mediante la Directiva 2005/36, por la que
todo el sistema de reconocimiento automático de títulos que permiten el acceso al mercado
profesional es el principal propósito del Espacio Europeo de Enseñanza Superior, en el que
cualquier titulación tenga reconocimiento inmediato en todo el territorio de la UE.

También es necesario armonizar el mercado de libre prestación de servicios. Para ello, en el año
2010, en el marco de la “Estrategia de Lisboa”, se aprobó la Directiva de servicios 2006/123
(Directiva Bolkenstein), cuyo plazo de transposición terminó con un “irregular” grado de
cumplimiento.

En dicha Directiva se establecen cuatro objetivos principales:

- Facilitar la libertad de establecimiento y la libre prestación de servicios en la UE.


- Reforzar los derechos de los destinatarios en su calidad de usuarios.
- Fomentar la calidad de los servicios.
- Establecer una cooperación administrativa entre los Estados miembros.

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Ana Moreno Ceballos Profa. Eulalia W. Petit de Gabriel

La directiva se aplica al conjunto del mercado de servicios, si bien recoge importantes


excepciones (servicios de interés general, servicios financieros, comunicaciones electrónicas,
transportes, etc.). Los principios siguen siendo el de la no discriminación y el del trato nacional;
pero, para facilitar la libre prestación temporal de servicios transfronterizos, establece que los
requisitos exigibles son los requeridos por la legislación del país de origen del servicio, lo que en
ausencia de la armonización de dichos requisitos pueden conllevar alguna discriminación debido
a la nacionalidad, y distorsión de la competencia.

4.1. EL DERECHO DE ESTABLECIMIENTO.

El derecho de establecimiento (arts. 49 a 55 TFUE) es el derecho de todo trabajador por cuenta


propia o profesional autónomo nacional de un Estado miembro y toda empresa o sociedad

Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
constituida y con sede en un Estado miembro al establecerse en el territorio de otro Estado
miembro para realizar actividades lucrativas no asalariadas en las mismas condiciones que el
Estado receptor exige para sus nacionales o las empresas y sociedades constituidas y con sede
en su territorio, incluyendo el derecho de abrir agencias, filiales o sucursales sin discriminación
en razón de nacionalidad (art. 49 TFUE).

El concepto de “establecimiento” lo define la jurisprudencia del Tribunal como “el ejercicio


efectivo de una actividad económica, por medio de una instalación permanente, en un Estado
diferente al de origen”. Este establecimiento podrá ser principal o secundario, pero, en cualquier
caso, el Tribunal exige que debe tener carácter permanente.

El contenido básico de esta libertad es la prohibición de restricciones y de discriminaciones por


razón de nacionalidad, basándose por tanto en el principio de igualdad de trato con el nacional,
incluido el trato de nacional en lo que respecta a la participación financiera de los nacionales de
los demás Estados miembros en el capital de las sociedades.

Pero, el derecho de establecimiento exige esencialmente que el establecimiento debe


pretenderse nacional o en el que la empresa o sociedad ha sido constituida y tiene su sede
principal.

4.2. LA LIBRE PRESTACIÓN DE SERVICIOS.

Esta libertad (art. 56 a 62 TFUE) se traduce en el ejercicio por los nacionales de los Estados
miembros establecidos en uno de ellos, de actividades profesionales (por cuenta propia y fines
lucrativos) en el territorio de otro Estado, sin que éste pueda exigirles requisitos diferentes que
a sus propios nacionales.

La libre prestación de servicios se caracteriza por tres rasgos:

- El prestador del servicio está ya establecido en el territorio de la UE.

- Se trata de una prestación temporal, a diferencia del derecho de establecimiento que


tiene vocación de permanencia.

- La prestación implica siempre el ejercicio de la actividad de manera transnacional, si


bien esto no prejuzga que sea el prestador quien se desplaza, también puede ser el
beneficiario o el servicio.

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Ana Moreno Ceballos Profa. Eulalia W. Petit de Gabriel

De acuerdo con el Tratado, se considera “servicio” la “prestación realizada a cambio de una


remuneración”, normalmente de carácter industrial, mercantil, artesanal o las propias de las
profesiones liberales.

4.3. EXCEPCIONES AL DERECHO DE ESTABLECIMIENTO Y A LA LIBRE PRESTACIÓN DE


SERVICIOS.

Es posible que, por razones de orden público, seguridad y salud públicas existan medidas legales,
reglamentarias y administrativas nacionales que establezcan un trato diferenciado para los
extranjeros (nacionales de otros Estados miembros y de terceros países), que serán
excepcionalmente conformes al DUE.

Por otra parte, respecto del derecho de establecimiento y la libre prestación de servicios, el

Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
Tribunal ha ido reconociendo progresivamente también que son conformes con el DUE aquellas
medidas nacionales adoptadas por “razones imperiosas de interés general”.

A pesar de estas excepciones, la regla general de la aplicación del principio de no discriminación


por razón de nacionalidad, establece que cualquier nacional de un Estado miembro establecido
en un Estado miembro preste servicios en el territorio de otro Estado miembro sin más
requisitos que los exigidos a los nacionales de éste.

5. LIBRE CIRCULACIÓN DE CAPITALES.


Desde el principio, la libre circulación de capitales (arts. 63 a 66 TFUE) ha suscitado un doble
interés:

- Por una parte, es sustrato fundamental de otras libertades, ya que cada


contraprestación (pago del precio de los bienes o servicios) a la transacción principal
(compraventa en la exportación o importación o prestación de un servicio) debe quedar
liberalizada al tiempo que ésta.

- Por otra, el capital es también un factor en sí que puede circular libremente en el


mercado interior, lo que presumiblemente acrecienta la eficacia de los sistemas
económicos.

Esta primera distinción entre movimientos de capitales y pagos corrientes genera un doble
ámbito de actuación de la libre circulación de capitales, como se contempla en los apartados 1
y 2 del art. 63 TFUE. Ha sido la jurisprudencia del Tribunal la que ha definido los conceptos:

- Los “pagos corrientes” son las “transferencias de divisas que constituyen una
contraprestación en el marco de una transacción subyacente”.

- Los “movimientos de capital” son las “operaciones financieras que pretenden


esencialmente la colocación o inversión del montante en cuestión y no la remuneración
de una prestación”, por lo que el objeto material del negocio jurídico es el dinero en sí.

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Ana Moreno Ceballos Profa. Eulalia W. Petit de Gabriel

5.1. LA LIBERALIZACIÓN DE LOS MOVIMIENTOS DE CAPITALES.

La liberalización del capital como contraprestación o medio de pago sigue el régimen de la


libertad aplicable a mercancías, servicios y trabajadores.

La liberalización del capital como producto, es decir, como inversiones financieras permite:

- La libre circulación (incluso a y desde terceros Estados no miembros de la UE).

- La pervivencia de controles nacionales para:


o Evitar evasión fiscal.

o Evitar blanqueo de capitales.

Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
o Asegurar el correcto funcionamiento del sistema financiero, a través de la
supervisión bancaria.

5.2. EXCEPCIONES A LA LIBRE CIRCULACION DE CAPITALES.

Ninguna de las disposiciones relativas a la liberalización del movimiento de capitales impide a


cualquier Estado miembro aplicar disposiciones de su Derecho fiscal que distinga en función del
lugar de residencia del contribuyente, ni medidas necesarias para impedir las infracciones de su
legislación nacional, en particular en materia fiscal o de supervisión prudencial de entidades
financieras, establecer procedimientos de declaración de movimientos de capitales a efectos de
información administrativa o estadística o tomar medidas o restricciones a la libre circulación
de capitales por razones de orden público o de seguridad pública, normalmente para evitar el
blanqueo de capitales.

Además, en el marco de la Unión Económica y Monetaria (UEM), se establece que en


circunstancias excepcionales los movimientos de capital con países terceros causen o puedan
causar dificultades graves para el funcionamiento de la UEM, el Consejo, a propuesta de la
Comisión y tras consulta al BCE, puede adoptar las medidas de salvaguardia estrictamente
necesarias.

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