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HISTORIA DE ESPAÑA

TEMA 1: PREHISTORIA Y EDAD ANTIGUA.


1.LA PREHISTORIA.
La Prehistoria es el periodo que comprende desde la aparición del género Homo en África, hace unos 7 millones de
años, hasta el hallazgo de los primeros documentos escritos, alrededor del 3.500 a.C.
Por su gran extensión cronológica se ha dividido en tres grandes etapas: Paleolítico, Neolítico y Edad de los Metales.
1.1EL PALEOLÍTICO:
Durante este periodo, los sucesivos pobladores del género Homo que se encuentran en la Península van a ser
depredadores, es decir, no producían alimentos y su supervivencia se basaba en la caza, la pesca y la recolección de
frutos. Practicaban el nomadismo y se desplazaban siguiendo los rebaños de animales según las condiciones
climáticas. Presentaban una organización social colectiva y vivían en pequeños grupos en los que no había una clara
división del trabajo o jerarquización social.
Este periodo se divide en tres etapas: Paleolítico Inferior, Paleolítico Medio y Paleolítico Superior y Epipaleolítico.
1.1.1 Paleolítico Inferior: (800.000 – 90.000 a.C.)

Los restos más antiguos del género Homo que hemos encontrado en la Península se han hallado en el yacimiento de
la Gran Dolina, en la Sierra de Atapuerca (Burgos). En este yacimiento se han encontrado 86 fósiles perteneciente a 6
individuos, con una antigüedad de unos 800.000 años. Tras su estudio los arqueólogos han llegado a la conclusión de
que se trataba de una nueva especie de origen africano a la que llamaron Homo Antecessor (Explorador), siendo un
antepasado común tanto del Homo Sapiens como del homo Neanderthalensis.
El Homo Antecessor era ya muy parecido físicamente al Homo Sapiens, presentando una capacidad craneal que
podía superar los 1000 cm3. Habitaban en abrigos rocosos y campamentos al aire libre. Se han encontrado en los
yacimientos de este periodo diferentes útiles realizados con cantos rodados, tallados mediante golpes para obtener
herramientas de un solo filo o de doble filo llamados bifaces.
Los yacimientos más importantes del Paleolítico Inferior en la Península son los de: Bolomor (Valencia), y los de
Torralba y Ambrona (Soria), donde se han encontrado abundantes restos de animales cazados como elefantes,
rinocerontes, caballos, ciervos. etc.
1.1.2 Paleolítico Medio: (90.000 – 35.000 a.C.)

En este periodo se produce la última glaciación que afectó especialmente al hemisferio norte de la Tierra. Es por esto
que aparece una nueva especie de Homo, el Homo Sapiens Neanderthalensis, especialmente adaptado a las duras
condiciones medioambientales.
Los Neanderthales tenían un aspecto mucho más robusto (cejas prominentes, frente huidiza, grandes mandíbulas y
anchas fosas nasales), presentaba una capacidad craneal de 1500 cm3. Conocía el fuego, vivía en cuevas y utilizaban
instrumentos de sílex, mucho más elaborados y especializados como raederas, raspadores, puntas, cuchillos, etc.
También se han encontrado evidencias de prácticas de rituales funerarios en los yacimientos de este periodo, como
los hallados en la cueva de Morín en Cantabria. Los yacimientos encontrados en la Península se dan en zonas
montañosas como los de El Castillo (Cantabria), Lezetxiki (Guipuzcua), Peña Miel (La Rioja) o L`Arbreda (Gerona).
1.1.3 Paleolítico Superior y Epipaleolítico: (35.000 – 5.000 a.C.)

En este periodo se extenderá definitivamente el Homo Sapiens Sapiens, antepasado directo de la especie humana
actual. Vivian en cuevas y en campamentos al aire libre. Perfeccionaron la industria lítica disminuyendo el tamaño de
los útiles y utilizando otros materiales además del sílex, como el hueso y el asta. Durante este periodo aparece el
arte rupestre y mobiliar.
La Península Ibérica posee gran número de cuevas y abrigos que conservan pinturas y grabados paleolíticos. La
mayoría se concentra en la zona cantábrica (Asturias, Cantabria y el País Vasco) y destaca, sobre todo, la cueva de
Altamira, que constituye una de las mejores muestras mundiales de arte rupestre.

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Se trata de un arte figurativo destacando las figuras de animales realizadas con un gran sentido de la observación y
naturalismo. Las figuras se superponen y no forman escenas, aunque presentan efectos de volumen y movimiento
que derivan del uso del color y del aprovechamiento de los salientes de las rocas. Los colores predominantes son el
negro y una amplia gama de ocres.
Entre el 10.000 y el 5.000 a.C. en el periodo conocido como Epipaleolítico, se va a producir un lento avance hacia una
sociedad más compleja, con grupos más numerosos y estructurados donde comienzan a aparecer una cierta
jerarquización. Esto se refleja en el cambio que se produce en las representaciones que encontramos, sobre todo, en
la zona levantina, sobresaliendo las halladas en Ulldecona (Tarragona), Albarracín (Teruel), y la Valltorta (Castellón).
En Andalucía sobresalen las manifestaciones rupestres halladas en la cueva de Nerja y en las cuevas de la Pileta y del
Gato (Serranía de Ronda).
Estas representaciones ya no están en el interior de las cuevas sino en abrigos rocosos, y en ellas se representan
escenas de carácter narrativo (cacerías, danzas rituales, recolección de miel, primeros enfrentamientos bélicos)
donde la figura humana cobra protagonismo. Utilizan colores planos (rojo y negro) y todas se caracterizan por una
gran tendencia a la estilización que llevará a la esquematización.
Además de las pinturas se han encontrado esculturas, grabados sobre piedra hueso o asta, es lo que llamamos arte
mobiliar. Sobresalen las representaciones de animales, pero también encontramos figuras humanas y símbolos
abstractos.
El arte rupestre se relaciona con prácticas y creencias mágicas y podrían formar parte de ritos o ceremonias
propiciatorios de la caza o relacionados con la fecundidad.
1.2 EL NEOLÍTICO Y LA EDAD DE LOS METALES:
Hacia el 5.000 a.C. surgieron en la Península Ibérica las primeras comunidades neolíticas debido a la difusión por las
costas mediterráneas de corrientes culturales procedentes del Oriente Próximo. Estas comunidades iniciaron la
producción de alimentos (agricultura y ganadería) y la elaboración de cerámicas y tejidos. La práctica de la
agricultura con la necesidad de atender la evolución de los cultivos propició el sedentarismo y las primeras
comunidades estables, poblados.
Dentro del Neolítico podemos distinguir dos etapas:
1.2.1. Neolítico Inicial:
La primera fase del Neolítico Inicial se desarrolló fundamentalmente alrededor del Mediterráneo y sobre todo en la
costa valenciana (Cova Sarsa, Cova L`Or), aunque también son relevantes las cuevas de Font Major (Tarragona) y la
de Nerja (Málaga).
Los asentamientos son fundamentalmente en cuevas y se identifican por la presencia de cerámica cardial, llamada
así por su decoración con conchas de molusco (cardium edule) y por la aparición de los primeros utensilios
relacionados con los trabajos agrícolas (hachas, azadas de piedra pulida, hoces, molinos de mano, etc.). Existen
evidencias de que cultivaban trigo, cebada y leguminosas, y de que domesticaban animales, especialmente cabras y
ovejas.
1.2.2. Neolítico Pleno:
Entre el final del quinto y el tercer milenio a. C. se desarrolló una segunda fase de estas comunidades agrícolas. En
esta etapa los yacimientos no se sitúan en zonas montañosas, sino que ocupan las tierras fértiles y bien regadas de
los llanos en los que se construyeron poblados estables. En este periodo el Neolítico también se extendió por el
interior de la península, con asentamientos en las dos Mesetas, en el valle del Ebro y en la zona del País Vasco.
En Andalucía destacan los poblados de la Carigüela (Granada) y la llamada Cultura de Almería. Se caracteriza por la
construcción de poblados en colinas y cerros, con viviendas circulares, y por la proliferación de sepulturas
organizadas por primera vez en necrópolis. En los yacimientos se han encontrado hachas y una gran cantidad de
útiles de sílex y piedra pulimentada, cerámica lisa de formas variadas, ídolos y numerosos enterramientos dotados
de ajuares.
Paralelamente, las estructuras sociales se hicieron más complejas, como resultado de una organización del trabajo
más diversificada, y el surgimiento de una élite guerrera protectora de los poblados. El hallazgo de objetos de
prestigio en algunas de las tumbas indica la existencia de una jerarquización social. Entre estos objetos aparece la

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variscita, una piedra de color verde con la que se elaboraban ornamentos. Este mineral muestra la existencia de
actividades mineras y de su comercio a larga distancia.

1.2.3. La Edad de los Metales:


Durante el tercer milenio a.C. se produce la introducción de un nuevo avance tecnológico, la metalurgia del cobre.
Sus inicios se relacionan con el desarrollo del megalitísmo (tumbas colectivas elaboradas con grandes piedras).
Andalucía es especialmente rica por el número y la grandiosidad de sus megalitos, destacando los de Menga, Viera,
El Romeral y La Pastora.
A partir de este periodo se comenzó a utilizar el sistema de riego, el abono de los campos y la introducción del arado,
innovaciones que reforzaron el papel de la agricultura en la alimentación humana y con ello la sedentarización. En
Andalucía se desarrolló la cultura de los Millares (Almería), iniciada hacia el 2.400 a.C., y caracterizada por poblados
amurallados en zonas elevadas. En el exterior se situaban las necrópolis, con abundancia de enterramientos
megalíticos colectivos que muestran una acusada diferenciación social.
Hacia el 1.700 a.C. se desarrolló la cultura del bronce, que en Andalucía se difundió a través de la cultura de El Argar
(Almería), cuyos poblados ocupaban una amplia zona del sudeste peninsular que se extendía por las actuales
provincias de Murcia, Almería, Alicante, Granada, Jaén y Albacete. Estos poblados rodeados de murallas y torres
defensivas, presentaban un incipiente urbanismo con estrechas calles y viviendas rectangulares. También muestran
una sociedad estratificada, con un grupo privilegiado, aproximadamente un 10% de la población, y que se distinguen
por el rico ajuar de sus tumbas donde sobresalen las alabardas y espadas (armas de carácter ofensivo).
De este mismo periodo data la cultura Talayótica de las Islas Baleares, con la construcción de murallas ciclópeas en
los poblados y la aparición de megalitos de formas muy peculiares, como los Talayots (Torres de los recintos
amurallados), las Taulas (forma de mesa de piedra) y las navetas (con forma de nave invertida de función funeraria).
2. TARTESSOS Y LOS PUEBLOS COLONIZADORES:
2.1 EL REINO DE TARTESSOS:
Los historiadores griegos y romanos dejaron constancia escrita de la existencia de un pueblo del sur de la Península
que se conoce con el nombre de Tartessos. Según Avieno y Estrabón, su capital estaba próxima a las columnas de
Hércules (Estrecho de Gibraltar) en la desembocadura del río Beitis (Guadalquivir), en la región más occidental de la
tierra conocida hasta entonces.
La civilización tartésica tuvo su expansión entre al año 1000 a.C. y el 500 a.C., y su influencia se extendió por la actual
Andalucía, sur de Extremadura y Portugal, aunque su eje principal se situó en el triángulo Huelva-Sevilla-Cádiz. Los
restos más importantes que se han estudiado son las necrópolis de La Joya, San Pedro y Cerro Salomón (Huelva) y los
ajuares funerarios de Carmona y El Carambolo (Sevilla), Ébora (Cádiz) y la Aliseda (Cáceres).
Aunque la base de la subsistencia debía ser la agricultura, la ganadería y la pesca, su actividad más significativa fue la
minería (oro, plata, hierro y cobre) y la metalurgia, con la existencia de talleres dedicados a la fundición y la
fabricación de objetos. Su ubicación entre las rutas del Mediterráneo y del Atlántico, le otorgó un papel clave en las
vías que abastecían de estaño, plata y plomo a los pueblos del Mediterráneo Oriental. Los tartesios también
desarrollaron un intenso comercio con los asentamientos griegos y fenicios de la Península, basado en el
intercambio de minerales y productos agropecuarios por bienes de lujo, como perfumes, joyas, ámbar y cerámica.
La sociedad tartésica estaba dominada por una aristocracia que controlaba los accesos a los recursos del territorio y
la circulación de los bienes de lujo. Estas élites utilizarían estos bienes de prestigio en las sepulturas para marcar la
diferencia con el resto de la población y consolidar su estatus. En la cúspide social esta constatada la existencia de
reyes, entre los que destaca el legendario rey Argantonio (siglos VII-VI a.C).
La religión tartésica parece estar muy influenciada por la cultura fenicia, como demuestra el culto a la diosa Astarté.
Se conoce la existencia de varios santuarios, como el de Cástulo. Por influencia fenicia también conocieron la
escritura, la zona del Argarve portugués es especialmente rica en yacimientos epigráficos tartésicos.
En el siglo VI a.C. Tartessos desapareció por causas desconocidas, quizás por el agotamiento de sus minas o por la
dominación cartaginesa. Sin embargo, como herederos de su cultura surgió la Turdetania, una región dominada por
el pueblo íbero de los turdetanos.

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2.2 LOS PUEBLOS COLONIZADORES: El final del segundo milenio a.C. fue una época de grandes cambios en la
Península Ibérica derivados de la llegada de los pueblos indoeuropeos y de los navegantes fenicios, griegos y
cartagineses. La situación geográfica de Andalucía la convirtió en escenario privilegiado de las culturas procedentes
del Mediterráneo Oriental.

2.2.1 LOS PUEBLOS INDOEUROPEOS:

Desde finales del siglo XI a.C. hasta aproximadamente el final del siglo VI a.C., grupos de pueblos indoeuropeos
entraron en la Península a través de los Pirineos. Eran gentes procedentes de Centro Europa con un mismo sustrato
lingüístico: el indoeuropeo. Se establecieron sobre todo en el Nordeste y en la Meseta, desde donde se expandieron
hacia el Norte y el Oeste. Estos pueblos conocían la metalurgia del hierro, aunque la base de su economía era
agrícola y ganadera. Se le conoce también como la civilización de los Campos de Urnas, por su ritual funerario
consistente en incinerar los cadáveres y depositar las cenizas en urnas que posteriormente se enterraban.

2.2.2 FENICIOS, GRIEGOS Y CARTAGINESES:

El territorio de la actual Andalucía, rico en plata, oro y otros metales, y estratégicamente situado en la ruta del
estaño que a través del Atlántico llegaba hasta las Islas Británicas, fue el lugar escogido por los pueblos del
Mediterráneo Oriental (fenicios, griegos y cartagineses) para fundar asentamientos y establecimientos comerciales.
Los fenicios fundaron en la costa mediterránea, a finales del segundo milenio a.C., sus primeras colonias, entre las
que destaca Gadir (Cádiz), fundada por navegantes de Tiro en el siglo VIII a.C. Otros asentamientos fueron Malaka
(Málaga), Sexi (Almuñécar) y Abdera (Adra).
Los griegos llegaron a la Península entre el siglo VIII y el siglo VI a.C., a diferencia de los fenicios sus asentamientos
no eran solo enclaves comerciales sino colonias permanentes. Las fundaciones griegas más relevantes fueron Rhode
y Emporión (Gerona), Hemeroskopeion (Denia) y Alonis (Alicante). Desde estas ciudades establecieron contactos
comerciales y culturales con los pueblos indígenas estimulando su desarrollo cultural.
La llegada de los cartagineses fue algo posterior, entre los siglos VI Y V a.C. Este pueblo de origen fenicio procedente
de la ciudad de Cartago, en el Norte de África, invadió la Península dentro de su estrategia en su confrontación con la
emergente Roma. Además de conquistar las ciudades y colonias fenicias y griegas de la costa Mediterránea,
fundaron asentamientos nuevos como Abusus (Ibiza), Villaricos (Almería) y Cartago Nova, capital cartaginesa en la
Península y el exponente más claro del poder cartaginés.
Los pueblos colonizadores aportaron a los pueblos indígenas peninsulares importantes innovaciones:
-En agricultura: la difusión del arado y la introducción de nuevos cultivos como la vid, el olivo, el esparto, etc.
-En la artesanía: la difusión del torno de alfarero.
-En la minería e industria: nuevas técnicas de minería, la metalurgia del hierro, el aprovechamiento de las salinas y la
salazón del pescado.
-En el comercio: nuevos contactos comerciales a través del Mediterráneo, difusión de la moneda, nuevas técnicas de
navegación.
-En lo cultural: La escritura alfabética (griega y fenicia), nuevos conceptos urbanísticos, nuevas formas artísticas,
nuevos conceptos religiosos y nuevas deidades.
4. LOS PUEBLOS PRERROMANOS DE LA PENÍNSULA.
Durante el primer milenio a.C. se fueron conformando en la Península tres culturas diferentes: Íberos, celtas y
celtiberos.

4.1 LOS ÍBEROS:


Los pueblos íberos se situaban en las costas mediterráneas y en el sur de la Península. Habitaban en poblados
amurallados que se encontraban en zonas de fácil defensa y próximos a las rutas comerciales. La distribución de
estos poblados seguía un plan urbanístico regular con viviendas de forma rectangular.
Su economía era básicamente agrícola basada en los cereales, la vid y el olivo, pero también cultivaban plantas de
uso textil como el lino y el esparto. Los pueblos del sur peninsular explotaron de forma intensiva las minas y
desarrollaron una importante metalurgia, en la que destacaba la fabricación de armas (falcatas) y la orfebrería.

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También desarrollaron la cerámica y el tejido. El comercio con los pueblos colonizadores era muy importante y
propició la acuñación de moneda propia y el desarrollo de la escritura.
La organización social se basaba en la tribu. Existía una jerarquización relacionada con el poder económico y militar,
que daba origen a una aristocracia guerrera y a formas de poder unipersonal (caudillos y reyes). Las tribus hablaban
lenguas emparentadas entre sí, de las que se han conservado numerosas inscripciones. Sus creencias religiosas se
basaban en un amplio panteón de dioses adorados en santuarios, en muchas ocasiones enclaves naturales. En las
necrópolis se han constatado rituales funerarios con esculturas y objetos votivos.
Estos pueblos desarrollaron un importante estilo artístico que refleja la influencia oriental de los pueblos
colonizadores. En escultura las representaciones más frecuentes son de tema religioso, aunque no las hay de
divinidades. Abundan las pequeñas estatuillas de bronce utilizadas como ofrendas o exvotos, y estatuas de piedra de
mayor tamaño con finalidad funeraria o religiosa. Entre estas destacan “la Dama de Baza” (Granada), hallada en la
cámara funeraria de un guerrero; “La Dama de Elche” que representa posiblemente una sacerdotisa ricamente
ornamentada; y “La Dama Oferente”. También son frecuentes las representaciones de animales, algunos de ellos
antropocéfalos, como “La Bicha de Balazote”.
También la cerámica tuvo un gran desarrollo con la introducción del torno de alfarero. También aquí se deja ver la
influencia oriental, sobre todo la griega, desarrollándose una rica decoración pintada, las más antiguas con motivos
geométricos y las más recientes con motivos figurativos (guerreros, escenas agrarias, etc.).
De entre los pueblos íberos más importantes podemos citar a los Oretanos, Carpetanos, Turdetanos, Bastetanos,
Edetanos, Ilergetes, etc.
4.2 LOS PUEBLOS CELTAS:
Estos pueblos habitaban en el centro, oeste y norte peninsular y presentaban rasgos culturales indoeuropeos.
Desarrollaron una economía agropecuaria con cultivos como la cebada, legumbres y hortalizas, y criaban caballos,
vacas, corderos, cerdos y cabras. Trabajaban la cerámica y eran grandes forjadores de armas de hierro y bronce.
Hablaban un idioma indoeuropeo y no conocían ni la moneda ni la escritura.
Los grupos que se dedicaban a la agricultura eran sedentarios y vivían en poblados llamados “castros”, mientras que
las comunidades ganaderas practicaban el nomadismo. Los castros se situaban en montículos, solían estar
defendidos por fosos y sólidas murallas. Sus viviendas eran circulares y construidas con muros de piedra, y no
presentaban ninguna planificación urbanística. Algunos de los castros mejor conservados son los de Santa Tecla
(Pontevedra) y el de Mohías (Asturias).
La explotación minera fue una actividad muy importante para los pueblos del norte. Las tierras gallegas eran ricas en
estaño y oro. Esta riqueza minera favoreció el comercio con fenicios y cartagineses, y con otros pueblos celtas de las
costas atlánticas de Francia e Inglaterra.
La sociedad celta se organizaba en clanes unidos por lazos familiares y varios clanes formaban una tribu. En las tribus
existía una jerarquización social dominada por las castas guerreras.
Pueblos celtas eran los Vacceos, los Galaicos, los Astures, los Cántabros, Vascones, Vetones y Lusitanos.
4.3 LOS CELTÍBEROS:
Se originan por el contacto entre celtas e íberos y ocupaban el este de la Meseta y el Sistema Ibérico. Los pueblos
celtíberos practicaron una economía basada en la agricultura cerealista y la ganadería, aunque también era
importante la producción de hierro. Bajo la influencia íbera las comunidades celtíberas desarrollaron el torno de
alfarero, la rueda, la moneda y la escritura. Habitaban frecuentemente en castros de origen celta y la sociedad
estaba jerarquizada con la existencia de una casta guerrera.
Pueblos celtíberos eran los Arévacos, Lusones y Belos.
4. ROMA:
La llegada de los romanos a la Península se produjo dentro del escenario general de la Segunda Guerra Púnica, que
en el Mediterráneo enfrentaba a Roma y Cartago.
El general cartaginés Almircar Barca comprendió que para vencer a los romanos había que poseer un poderoso
ejército. El control de la Península Ibérica bien situada, rica en metales, en guerreros, y donde Cartago ya poseía
numerosas colonias, se convirtió en un objetivo fundamental a controlar.

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Así, en el año 258 a.C., los cartagineses desembarcaron en Gadir (Cádiz) y en pocos años consiguieron dominar a los
pueblos del sur y sudeste peninsular, donde fundaron Cartago Nova como capital del nuevo territorio.
En el 220 a.C., Aníbal Barca fue elegido como jefe del ejército púnico (cartaginés) e ideo la conquista de Roma desde
la Península Ibérica, atravesando los Pirineos y los Alpes. En su avance atacó la ciudad de Sagunto, aliada de Roma,
cuyos habitantes fueron casi exterminados. Como represalia de la actuación cartaginesa en Sagunto y con el fin de
impedir el paso de Aníbal hacia Italia, los romanos enviaron a la Península dos legiones (ejércitos) que
desembarcaron en Ampurias en el 218 a.C. Este fue el inicio de la conquista romana de la Península Ibérica.
Sin embargo, la sumisión de los pueblos íberos, celtíberos y celtas que vivían en la Península duró aproximadamente
200 años. Este largo proceso de conquista se realizó en diversas etapas:
4.1 PRIMERA FASE DE LA CONQUISTA: EL TRATADO DEL EBRO (218-197 a.C.).
Tras el desembarco en Ampurias, los romanos lucharon con los cartagineses durante 12 años. Tras consolidar el
noreste peninsular, el general romano Publio Cornelio Escipión “el africano”, descendió por la costa mediterránea y
conquistó la Capital cartaginesa, Cartago Nova en el 209 a.C., posteriormente se adentró en Andalucía derrotando a
los cartagineses en Bailén, Jaén y Alcalá del Río. Con la ocupación de Gades en el 206 a.C. los romanos consiguieron
dominar la costa mediterránea y expulsar a sus enemigos de la Península.
4.2 SEGUNDA FASE DE LA CONQUISTA: EL SÍTIO DE NUMANCIA (193-133 a.C.)
La segunda etapa comprendió la conquista de la Meseta y de las Islas Baleares (123 a.C.) y se caracterizó por la feroz
resistencia de los pueblos indígenas. La rebelión de los lusitanos y el asedio de Numancia fueron dos episodios
relevantes de la resistencia a la ocupación romana.
Un caudillo lusitano llamado Viriato, se reveló contra el poder de Roma e inició una guerra de guerrillas para
desgastar al enemigo. En el año 139 a.C. fue asesinado por dos de sus propios oficiales a quienes los romanos habían
sobornado, ante la imposibilidad de ganarle en el campo de batalla.
Por su parte Numancia no pudo ser tomada militarmente, tras años de asedio los romanos rodearon la ciudad con
siete campamentos para aislarla totalmente de recibir suministros y tras 8 meses de total bloqueo, los numantinos
supervivientes se suicidaron antes de rendir su ciudad, entrando los romanos en una ciudad arrasada.
4.3 ÚLTIMA FASE: LAS GUERRAS CÁNTABRAS (29-19 a.C.)
Para completar la dominación de la Península, el emperador Augusto llevó a cabo las Guerras Cántabras por las que
fueron sometidos cántabros y astures. Finalizada la conquista de toda la Península, sus habitantes quedaron
integrados durante cinco siglos al poderoso Imperio Romano. Los romanos impusieron en Hispania su estructura
económica y sus formas de organización administrativa, político, social y cultural.

4.4 HISPANIA COMO PROVINCIA ROMANA: ORGANIZACIÓN TERRITORIAL.


Hacia el año 197 a.C. los romanos organizaron sus dominios en dos provincias: Hispania Citerior e Hispania Ulterior
(con capital en Córdoba). En tiempos de Augusto, primer emperador (14 a.C.), el número de provincias aumentó a
tres: La Tarraconensis, la Lusitania y la Baetica, que comprendía la mayor parte de la actual Andalucía.
El emperador Dioclesiano, en el 297 d.C., añadió a estas provincias la Carthaginensis y la Gallaecia. Por último, en el
siglo IV d.C. se creó la Balearica.
En cuanto a la administración, existían dos tipos de provincias: las senatoriales, controladas directamente por el
Senado de Roma, caso de la Baetica; y las imperiales que dependían directamente del emperador, como la
Tarraconensis.
Cada provincia era gobernada por un pretor, un procónsul o un cónsul, dependiendo de su importancia; y por un
Consejo encargado de las cuestiones administrativas, jurídicas, militares y fiscales. A su vez, las provincias se dividían
en conventus o circunscripciones de carácter jurídico, con sede en las principales ciudades.
4.5 LA PAX ROMANA: ECONOMÍA Y ROMANIZACIÓN.
a) La Economía:
Roma impuso en Hispania sus estructuras económicas: la formación de latifundios agrícolas, la propiedad privada de
la tierra, la utilización de mano de obra esclava, la ciudad como centro de producción y el uso generalizado de la

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moneda. Bajo la administración romana la economía creció de forma considerable gracias a la racionalización y a las
mejoras técnicas en los sistemas de explotación agrícolas, ganaderos y mineros.
Las tierras conquistadas, en general, pertenecían al pueblo romano, era el ager publicus, cuya propiedad detentaba
el Estado. Aun así, parte de estas tierras era devuelta a sus antiguos propietarios o eran repartidas entre los colonos,
soldados licenciados o indígenas sin tierras. El resto quedaba en manos del Estado, que las concedía en arriendo. Con
el tiempo, muchas de las tierras arrendadas se convirtieron en la práctica en propiedad privada. De esta manera la
clase senatorial se hizo con grandes extensiones de tierras (latifundios) que se organizaron en villas como se
denominaba a las grandes explotaciones agropecuarias trabajadas por esclavos.
Las principales aportaciones económicas de la Hispania romana fueron:
-La actividad agrícola y ganadera. Fue la base económica de los habitantes de Hispania. Los cultivos esenciales
fueron, en secano, los cereales, la vid y el olivo; en regadío, los frutales y las hortalizas. El vino y el aceite fueron los
dos productos de exportación más importantes. La civilización romana introdujo nuevas técnicas en la agricultura
como el barbecho, el regadío, y la utilización de animales de tiro, que aumentaron considerablemente la
productividad. Con respecto a la ganadería, la especie más importante en la Península fue la oveja, sobre todo en las
tierras de la Meseta, aunque la cabaña de ganado era variada con caballos, cerdos, cabras, etc.
-La actividad pesquera. Fue muy importante en todo el litoral, especialmente en la zona del Estrecho de Gibraltar
donde surgieron importantes ciudades como Baelo Claudia, dedicada a la pesca y elaboración de salazones y salsas
de pescado como el garum. La actividad pesquera desarrollo paralelamente sectores como la producción de sal y la
salazón del pescado.
-La producción artesanal y comercial. A pesar del desarrollo agrícola, la economía del imperio era fundamentalmente
urbana. La artesanía tuvo un gran impulso en las ciudades, y parte de su producción se exportaba a Roma. La ciudad
acogía numerosos talleres en los que trabajaban esclavos y personas libres que se dedicaban a la artesanía y que se
agrupaban en corporaciones de oficios (collegia). La ciudad también era el principal centro comercial que articulaba
tanto el comercio local como el comercio a larga distancia, que se realizaba a través de las calzadas y, sobre todo,
por vía marítima, Tarraco, Carthago Nova, Gades.
-La actividad minera. Los romanos también explotaron las minas mejorando los sistemas de extracción y
aumentando la producción. El Estado monopolizó la explotación minera, si bien, con el tiempo, permitió el arriendo
a particulares. El trabajo de las minas lo realizaban en su mayor parte los esclavos.
b) La Romanización:
La presencia romana introdujo en Hispania los elementos culturales (lengua, derecho, religión, ideología) y la
estructura social y económica de la civilización romana. Ello dio lugar a un proceso que se conoce como
romanización, es decir, la adscripción del territorio hispano al marco cultural romano.
La lengua latina se difundió por todo el Imperio, tanto como lengua culta como lenguaje hablado, y se impuso a la
mayoría de las lenguas autóctonas. El latín pervivió tras la caída del Imperio y fue la base sobre la que se formaron
las posteriores lenguas romances peninsulares como el castellano, el gallego, el catalán y el portugués.
También se extendió el uso del Derecho Romano, que regulaba tanto las relaciones privadas como las instituciones
políticas y su funcionamiento. El sistema jurídico que nos legó Roma mantiene parte de su vigencia y constituye el
núcleo fundamental de todo el Derecho de Occidente.
En la cultura, Hispania fue la cuna de grandes intelectuales como Quintiliano (pedagogo y maestro de retórica),
Marcial y Lucano (Poetas), Seneca (filósofo), Columela (agronomía) y de los emperadores Trajano, Adriano, y
Teodosio. Así mismo las edificaciones y obras de ingeniería como templos, anfiteatros, foros, murallas, acueductos,
puentes, calzadas, etc., dejan constancia del inmenso patrimonio artístico heredado de Roma.
También la religión romana se extendió por todo el imperio, mezclándose con las creencias locales. El culto a los
dioses romanos, encabezados por la triada capitolina, Júpiter, Juno y Minerva, fue practicado en todo el territorio
conquistado por Roma, al igual que el culto imperial, que se convirtió en un elemento fundamental para dar
cohesión a las diferentes provincias romanas. A partir del siglo III el cristianismo se difundió por Hispania y sus
seguidores fueron perseguidos hasta la proclamación del Edicto de Milán por el emperador Constantino (313), que
declaró la libertad religiosa.
4.6 LA CAIDA DEL IMPERIO ROMANO Y LAS INVASIONES GERMÁNICAS.

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El fin de las grandes conquistas y la concesión de la ciudadanía a los habitantes libres de todo el imperio produjeron
una reducción considerable de los ingresos fiscales del Estado y un encarecimiento progresivo de la mano de obra
esclava que resultaba esencial para el sistema económico romano.
Como consecuencia el sistema de producción esclavista dejó de ser rentable. Paralelamente, el comercio y la
artesanía experimentaron un importante freno, las ciudades empezaron a despoblarse y el imperio se mostró sin
recursos para gobernar un territorio tan extenso. Para hacer frente a la situación de crisis, los emperadores
gobernaron de forma absoluta y dictatorial, provocando, en ocasiones, revueltas en las provincias, donde las
autoridades locales acabaron siendo el único poder.
Paralelamente las fronteras del Imperio comenzaron a verse presionadas por pueblos bárbaros (extranjeros) y los
frecuentes enfrentamientos (guerras con los germánicos, los sármatas, los persas, etc.) provocaron el colapso del
comercio romano y el aislamiento de las provincias. A partir del año 260 Hispania sufrió la devastadora invasión de la
Península por francos y alamanes, y los saqueos y las revueltas campesinas hundieron definitivamente la economía y
la vida urbana. A partir de ese momento Hispania ya no se recuperó y, en el marco de una economía empobrecida y
ruralizada, volvió a un régimen de autosuficiencia y a la práctica del trueque con la práctica desaparición de la
economía monetaria.
En el siglo V el último emperador, Rómulo Augustulo, fue depuesto por el caudillo ostrogodo Odoacro, que ocupó
Roma en el 476. El Imperio romano y toda su estructura se hundió definitivamente. La desaparición del Imperio, de
la administración y del ejército romanos impusieron un clima de inseguridad en occidente.
5. EL REINO VISIGODO.
En el 409, diversos pueblos bárbaros, suevos, vándalos y alanos, atravesaron las fronteras del Imperio y penetraron
en Hispania sin encontrar apenas resistencia. A su paso asolaron las tierras y las propiedades de los
hispanorromanos.
Para frenar este avance, el debilitado imperio romano pactó un acuerdo con otro pueblo bárbaro ya romanizado, los
visigodos, para asentarse en el sur de la Galia y controlar los territorios de Hispania. Así, entre el 415 y el 476, los
visigodos acabaron con la presencia de los alanos, expulsaron hacia el sur a los vándalos que pasaron al norte de
África. Reprimieron las revueltas internas y controlaron a las bandas de saqueadores, y en la época del rey Teodorico
II (453-466) confinaron a los suevos en Galicia.
Eurico (466-484) prosiguió las campañas en Hispania y estableció su autoridad sobre la Tarraconensis. Al desaparecer
el Imperio en el año 476, el reino visigodo de Tolosa, que se extendía desde el río Loira hasta el Tajo, alcanzó su
independencia. En los años siguientes, los visigodos siguieron consolidando su poder en Hispania y numerosas
familias de colonos se instalaron en los valles del Duero y del Tajo.
En el año 507, tras la derrota en la batalla de Vouillé contra los francos, los visigodos fueron desplazados de la Galia y
establecieron definitivamente en Hispania un reino independiente con capital en Toledo.
a) La monarquía visigoda:
La monarquía visigoda construyó su dominio sobre las tierras peninsulares a partir de un proceso de unificación
territorial, político, religioso y jurídico. Los monarcas Leovigildo (572-586) y su hijo Recaredo (586-601) consiguieron
dominar a cántabros, vascones y astures, expulsar a los suevos establecidos en el noroeste (585) y conquistar
numerosos territorios a los bizantinos asentados en el sur de la Península, así como contener a los francos en el
norte.
Dominado el territorio peninsular, los visigodos estructuraron una monarquía que, a pesar de su primitivo carácter
electivo, se transformó en hereditaria. El monarca se apoyaba en una serie de instituciones de gobierno, entre las
que destacaba el Aula Regia (órgano asesor formado por altos funcionarios, aristócratas y clérigos) y los Concilios de
Toledo (asambleas con carácter religioso y civil).
Los visigodos consiguieron también la unificación religiosa y jurídica de la sociedad. Leovigildo promovió la igualdad
jurídica entre ambos pueblos (los hispanorromanos y los visigodos) y derogó la ley que prohibía los matrimonios
mixtos. Posteriormente su hijo Recaredo, junto a un importante grupo de nobles visigodos, abandonó el arrianismo y
se convirtió al catolicismo (589), religión mayoritaria entre los hispanorromanos. Este hecho le valió el apoyo de la
Iglesia, cada vez más poderosa. Finalmente, Recesvinto (653-672) promovió una única ley para ambos pueblos, el
Liber Iudiciorum o Fuero Juzgo.

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Las disputas entre los nobles visigodos por el control del trono fueron frecuentes. Así, las rivalidades entre los
partidarios del noble Witiza y el último monarca visigodo Rodrigo, facilitaron la invasión de la Península por un
ejército de bereberes procedentes del norte de África (711). Los seguidores de Witiza pactaron con estos pueblos de
religión musulmana para que acudieran a la Península en su ayuda. Las tropas leales a Rodrigo fueron incapaces de
resistir el empuje del nuevo pueblo invasor y fueron derrotadas en la batalla de Guadalete.

b) La ruralización de Hispania.
La economía de la Hispania visigoda se basaba en la agricultura y la ganadería. Los invasores germánicos se
repartieron la mayor parte de las tierras peninsulares, trabajadas por campesinos libres, colonos y esclavos. Pero
estos últimos resultaban cada vez más costosos de mantener en las explotaciones agrarias, por lo que fueron
equiparándose a los colonos y ambos grupos dieron origen a un nuevo campesino dependientes de los grandes
propietarios agrícolas, los siervos.
Las grandes ciudades hispanorromanas aceleraron su decadencia, y con ellas las actividades artesanales y el
comercio, que generalmente estaban controlados por comerciantes extranjeros (sirios o judíos). Las vías de
comunicación cayeron en desuso, los intercambios fueron cada vez menos frecuentes y la economía profundizo el
proceso de ruralización iniciado al final del dominio romano.
La sociedad presentaba notables desigualdades. Todo el poder y la riqueza lo ostentaba la nobleza visigoda o
hispanorromana, que controlaban a los otros grupos sociales. La tendencia de pagar los cargos administrativos y
militares con tierras públicas, que se explotaban en usufructo, dio lugar a un nuevo grupo de notables que
gobernaban sus tierras como auténticos señores sin someterse a los monarcas. La incapacidad de la monarquía para
cobrar los tributos y mantener su autoridad sobre el conjunto del Estado comportó la formación de grupos
nobiliarios rivales y favoreció las disputas por el trono. En consecuencia, a partir de mediados del siglo VII, se
extendió un clima de crisis generalizada que explica el hundimiento de la monarquía visigoda ante la invasión
musulmana.
c) La cultura y el arte visigodo.
La cultura visigoda estuvo marcada por la influencia romana y cristiana. El latín se mantuvo como la lengua culta y de
producción literaria, que se desarrolló en las sedes episcopales y en los monasterios cristianos. Destacó la figura del
Obispo Isidoro de Sevilla, que difundió la cultura clásica.
Los visigodos destacaron en la arquitectura y construyeron iglesias como las de San Juan de Baños (Palencia), San
Pedro de la Nave (Zamora), Santa Comba de Bande (Orense), etc. En estas construcciones se utiliza el arco de
herradura, que se transmitirá a la arquitectura de Al-Ándalus. También fueron excelentes orfebres y nos han legado
magnificas coronas votivas, cruces, etc.

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