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Bloque 1. UD01.

La Península ibérica desde los primeros humanos hasta la desaparición de la


monarquía visigoda
Índice
1. Prehistoria
‣ Paleolítico
• Paleolítico Inferior (desde hace 1,200.000 años hasta 200,000 años)
• Paleolítico Medio (200.000 - 30.000)
• Paleolítico Superior (30.000-10.000)
‣ Epipaleolítico (10.000-5.000 a.C.)
‣ Neolítico (5.000 a.C.-3.500 a.C.)
• Cambios
• Origen
• Hábitat y modo de vida
‣ Edad de los Metales
• Calcolítico (Edad del Cobre) (desde finales del IV milenio al III milenio a.C.)
• Edad del Bronce (desde aprox. el 1.700 a.C.)
• Edad del Hierro (desde aprox el s.VI a.C.)

2. Edad Antigua: conquista romana


3. Tardoantigüedad: ocaso del poder romano y llegada de los visigodos
‣ Origen de la crisis del Imperio
‣ Hispania visigoda

1. PREHISTORIA
Para el estudio correcto de la Prehistoria debemos tener claro, dentro de sus diferentes etapas:
cronología, evolución de los homínidos, hábitat, cultura material y yacimientos importantes.
Paleolítico: los especialistas en Prehistoria diferencian distintas fases dentro de un periodo
cronológico tan extenso: Paleolítico inferior (desde hace 1,200.000 años hasta 200,000 años);
Paleolítico Medio (200.000 - 30.000); Paleolítico Superior (30.000-10.000).

• Paleolítico Inferior (desde hace 1,200.000 años hasta 200,000 años)


Hasta hace tres décadas, la identificación de restos del género homo en el Paleolítico inferior
peninsular se reducía a los muy discutidos depósitos de Venta Micena (Orce, Granada) y la Cueva de la
Victoria (Cartagena, Murcia). Bien distinta es la situación de los trabajos realizados desde 1991 en
Atapuerca (Arsuaga, Bermúdez y Carbonell). Se demostró con sus descubrimientos de en la Gran
Dolina (Homo Antecessor, datado con una antigüedad de 800.000 años) y las más reciente de 2007 en
la Sima del Elefante (datación de hasta 1,2 m.a. de antigüedad) que Europa fue poblada muy temprano,
al igual que Asia, en el Pleistoceno inferior (entre 2 y 0,7 m.a.). La llegada de estos primeros homínidos
parece que pudo producirse desde Asia por los Pirineos, aunque hay otras teorías que apuntan al paso
de homínidos desde el estrecho de Gibraltar (Hombre de Orce).
El hábitat y modo de vida de estos primeros pobladores se caracteriza por ser depredadores,
nómadas y normalmente se asentaban en campamentos estacionales al aire libre junto a terrazas
fluviales y lagos; con una organización social colectiva, agrupados en pequeños grupos o bandas y sin
jerarquía social.
La cultura material asociada a estos restos antrópicos son industrias líticas, es decir,
producción de útiles de piedra, muy simples como cantos rodados golpeados para obtener un filo y
bifaces. Ejemplo de este tipo de cultura material es el Achelense. De este último podría destacarse el
yacimiento en Andalucía de Solana del Zamborino en Granada (Bifaz Achelense tallado en sílex del
Museo Arqueológico y Etnográfico de Granada).

• Paleolítico Medio (200.000 - 30.000)


Estuvo dominado por una nueva especie, el Homo neanderthalensis, especie que sólo
encontramos en Eurasia. Fisiológicamente tenía un aspecto más robusto: estatura media, brazos fuertes
y alargados, frente huidiza y grandes mandíbulas). A pesar de su aspecto, su cerebro tenía unas
dimensiones similares a las de nuestra especie, de ahí su gran capacidad cognitiva. De hecho, se
constata la aparición de rituales funerarios (Cueva del Morín, en Cantabria), lo que nos permite hablar
de creencias en la otra vida, e incluso, recientemente, se le ha relacionado con las primeras muestras de
arte (Cueva de Nerja, según estudios de 2012).
El hábitat y modo de vida neanderthal cambió con respecto al Paleolítico Inferior debido, en
gran medida, a que coincidió con un periodo de glaciaciones.. Los asentamientos eran ocupados
durante períodos más largos, en cuevas, buscando abrigo. Vivían principalmente de la caza, que
practicaban en grupo, lo que nos remite a una mayor organización social. Su extinción se sitúa hace
unos 25.000 años por razones que aún no podemos explicar con seguridad. Los últimos neandertales de
Europa vivieron en Gibraltar.
La cultura material asociada al neandertal es el musteriense, de mayor complejidad técnica y
con mayor variedad de útiles. El trabajo del sílex permitió cierta especialización de herramientas:
raederas, denticulados, cuchillos...
En la Península se conservan multitud de yacimientos con vestigios neanderthalensis, sobre
todo en las zonas montañosas del norte peninsular (El Castillo, en Cantabria; L’Arbreda, en Girona;
Cueva del Morín en Cantabria).
• Paleolítico Superior (30.000-10.000)
Se inicia con un retroceso temporal de los hielos de las últimas glaciaciones. Se produce la
desaparición paulatina de los Neanderthales, que son sustituidos por una nueva especie, el Homo
sapiens, una innovación desde el punto de vista físico y cultural. La llegada de nuestra especie a la
Península Ibérica tiene lugar desde África hace unos 40.000 años según muestran los estudios
realizados en yacimientos como el de Cova Gran de Santa Linya (Lérida). Esta especie no parece tener
relación directa con los neandertales, aunque coexistieron durante varios milenios. Entre sus
características físicas podemos destacar su estatura, que alcanza la media de 1,65 m y supera el 1,80 m.
en algunos esqueletos de Cro-Magnon. El cráneo es alto, con amplio desarrollo en relación con la cara
y una capacidad craneana media de 1400 c.c., con un notable índice de encefalización.
Aunque también se han atestiguado campamentos al aire libre, en posibles chozas, como
demuestra algún yacimiento en el Valle del Manzanares y en Cerro del Berrueco (Salamanca). Sin
embargo, la mayoría de los conjuntos instrumentales, así como de las manifestaciones artísticas, se han
descubierto en las cuevas o abrigos, principalmente en las áreas cantábrica y mediterránea, además de
en la zona portuguesa al norte y al sur del Tajo.
En cuanto a su cultura material, la industria lítica asociada al Paleolítico Superior, presenta
gran variedad de instrumentos y herramientas. Según el predominio de unos u otros útiles, suelen
distinguirse diversos periodos: Chatelperroniense, Auriñaciense, Gravetiense, Solutrense y, por último
el Magdaleniense. Durante esta última fase, se desarrolló el arte rupestre, cuya importancia radica en
la capacidad de expresión simbólica del Homo Sapiens con respecto al resto de los homínidos
precedentes. Las muestras de arte paleolítico más sobresalientes se encuentran en la cornisa cantábrica,
destacando las pinturas de Altamira (Cantabria). Las características de estas pinturas son:
representación de animales de gran tamaño, generalmente en posición estática y sin componer grupos o
escenas; naturalismo fruto de la observación; policromía mediante diferentes técnicas (tamponado,
silueteado y coloreado); y aprovechamiento de los relieves en la roca para dar volumen a las figuras. En
Andalucía también encontramos ejemplos destacados como en la Cueva de la Pileta (Málaga).

Epipaleolítico (10.000-5.000 a.C.)


Con el fin de la última glaciación y la consiguiente suavización climática, los grupos humanos
paleolíticos debieron adaptarse a las nuevas condiciones. A este periodo de adaptación se le denomina
Epipaleolítico y se desarrolla aproximadamente entre el 10.000 y el 5.000 a. C. Parece ser que las
comunidades epipaleolíticas mantuvieron un modo de vida de cazadores-recolectores, aunque es
entonces cuando se empezó a experimentar la domesticación de plantas y animales, cuyo desarrollo
llevará al Neolítico.
Neolítico (5.000 a.C.-3.500 a.C.)
• Cambios: aunque etimológicamente Neolítico significa “piedra nueva”, sin embargo el
verdadero avance de este nuevo periodo es que la sociedad se convierte en productora, con la
consiguiente importancia del desarrollo de la agricultura y la ganadería. Asimismo, los avances se
apreciarán en las técnicas de la industria lítica (pulimentada), ósea (mayor variedad), cerámica (hecha a
mano y cocida con formas diversas). En la vida espiritual también se apreciarán avances con una
variedad mayor de enterramientos, ajuares u ornamentos.
• Origen: existen diferentes teorías que explican el origen del Neolítico en la Península: se
habla de un neolítico importado posiblemente del Mediterráneo central vinculado a la presencia de la
cerámica cardial (decoración con la concha de cardium edude) común en toda la zona; de un neolítico
autóctono relacionado con la cerámica a la almagra (cerámica tratada con engobe de almagre y cocida
que le da un color rojo brillante); o, incluso, de la conexión entre el Neolítico peninsular y el del Norte
de África.
• Hábitat y modo de vida: se cree que llega primero al Levante y Sur peninsular (en torno al
5.500 a. C.) y después a la Meseta. El principal centro de neolitización fue la llamada Cultura de
Almería. Las comunidades se sedentarizan, formando poblados. Pese a ello, siguen manteniendo un
sistema de vida de gran movilidad donde primaba el pastoreo. Se movían en unidades familiares,
presentando una mayor complejidad social. Los hombres del Neolítico mantuvieron prácticas
anteriores. Cazaban y criaban animales, recolectaban y cultivaban. Aparece la cerámica, que permite el
almacenamiento de líquidos, y la fabricación de tejidos. Desde el Neolítico, la cerámica se convierte en
el fósil guía que permite datar los yacimientos y las culturas vinculadas a ellos.
Desde el punto de vista artístico encontramos el arte rupestre levantino realizado
habitualmente sobre abrigos rocosos (Cogull, Alpera...) y un arte esquemático especialmente
representado en el Sureste (Cádiz, Sierra Morena y ciertas zonas de la Meseta como Las Batuecas de
Salamanca). Al final de este periodo empiezan a aparecer los primeros monumentos megalíticos,
destacando los dólmenes, enterramientos colectivos.

Edad de los Metales


Si los milenios VI, V y IV se caracterizan por la introducción del pastoreo y la agricultura, el III
milenio supone para la Península la entrada de los metales.
• Calcolítico (Edad del Cobre) (desde finales del IV milenio al III milenio a.C.)
Con el término Calcolítico aludimos no sólo a la difusión del cobre, sino al contexto cultural
que le acompaña. Se trata de un proceso que ocurre después del Neolítico y antes del Bronce y que
conlleva los primeros asentamientos en forma urbana, una generalización mayor de la agricultura y la
proliferación de construcciones megalíticas.
La fabricación del metal se relaciona con la especialización paulatina del trabajo, una progresiva
jerarquización social, evidenciada en los ajuares que acompañan a los muertos, y el crecimiento de los
asentamientos humanos que se amurallan. Durante este periodo se llegará a transformar incluso las
creencias religiosas y las formas de enterramiento. El hombre, que desde el Neolítico ha empezado a
actuar sobre la naturaleza, a domesticarla, a modificarla en función de sus necesidades, irá sustituyendo
las creencias en la Madre Tierra, por otras con dioses que tenderán a humanizarse; aparecerán los
característicos ídolos de los que tenemos multitud de piezas en Andalucía y sur de Extremadura; se
desarrollará el megalitismo (tumbas colectivas elaboradas con grandes piedras). Andalucía es
especialmente rica por el número y la grandiosidad de sus megalitos, destacando los de Menga, Viera,
Los Millares, El Romeral y La Pastora.
La Cultura de Almería se desarrolla, en una segunda fase, la cultura de Los Millares (Almería,
desde el 3500 a.C. hasta el 2200 a.C.) y que es la más característica de este periodo. Durante este
periodo se difunde la construcción de monumentos megalíticos en Galicia, cornisa cantábrica, Pirineos
y sur peninsular (Extremadura y Andalucía).
Al final del Calcolítico se desarrolló y extendió por la península y por Europa la Cultura del
vaso campaniforme (2.300-1.700 a.C.) y cuyo éxito parece relacionarse en su carácter lujoso que
propiciaba una gran demanda, alcanzando una gran extensión desde la desembocadura del Tajo hasta
Europa.

• Edad del Bronce (desde aprox. el 1.700 a.C.)


Momento crucial en la historia de la Península Ibérica debido a que nos encontramos en el
camino hacia la llamada Protohistoria. Se inicia hacia el 1700 a.C. en el que se desarrolló la metalurgia
del bronce, que en Andalucía se difundió a través de la cultura de El Algar (Almería), cuyos poblados
ocupaban una amplia zona del sudeste peninsular, extendida por las actuales provincias de Murcia,
Almería, Alicante, Granada, Jaén y Albacete. Estos poblados, rodeados de murallas y torres defensivas,
presentan un incipiente urbanismo con estrechas calles y viviendas rectangulares medianeras. También
muestran una sociedad estratificada, con un grupo privilegiado que se distinguen además por tener unas
tumbas con los ajuares más ricos.
De cronología imprecisa, posterior al 1.500 a.C., se caracteriza por la originalidad de sus
monumentos megalíticos (talayots, navetas y taulas) la cultura talayótica de las Baleares que se
encuentra relacionada con otras culturas mediterráneas.
Más limitada es la influencia en el resto de la Península de la cultura de los castros, en Galicia.
Con poblados en altura fortificados (hacia el 500 a.C.).
Con todo, a finales del II milenio, mientras en zonas del norte peninsular penetraban pueblos
indoeuropeos, al sur y al este están llegando pueblos orientales con un alto grado de desarrollo: fenicios
y griegos. Tradicionalmente se decía que con ellos empezaba nuestra Historia.
- Pueblos colonizadores: fenicios, griegos y cartagineses.
Los fenicios, pueblo comerciante procedente del actual Líbano, fueron los primeros en
colonizar la Península. Hacia el siglo IX aC fundaron la ciudad de Gadir (Cádiz) desde donde se
expandieron por las costas andaluzas y del sur de Portugal. Los fenicios vinieron atraídos por la
abundancia de metales en la zona y su estratégica localización (entre el Mediterráneo y el Atlántico, y a
un paso de África), que facilitaba mucho las relaciones comerciales.
Más tarde, hacia el siglo VIII aC, llegaron los griegos. Fundaron algunos enclaves
relativamente importantes en la parte norte de la costa mediterránea: Emporion (Ampurias), Rhode
(Rosas), etc. Desde allí se establecieron en algunos puntos costeros como Mainake (cerca de Málaga).
Su principal objetivo fue el de establecer relaciones comerciales para obtener metales, esparto, aceite de
oliva y sal.
Ya en el siglo VI aC, los cartagineses comenzaron a controlar el sur peninsular, continuando el
dominio que habían ejercido los fenicios en esta zona y ampliándolo hacia el Este y el Norte. A partir
del siglo III aC, su presencia adquirió los rasgos de una conquista militar. Fundaron colonias como
Ebusus (Ibiza), Cartago Nova (Cartagena), etc.
La llegada de estos pueblos ayudó a la difusión de la metalurgia del hierro y de la escritura.
Asimismo, supuso la introducción del torno de alfarero, el uso de la moneda, la utilización de esclavos
como mano de obra, el cultivo del olivo o el esparto, etc.

- Pueblos peninsulares: la mítica Tartessos


En esta época destaca también la cultura tartésica, que alcanzó su máximo apogeo entre los
siglos VIII y VI a.C., y tuvo su centro geográfico en Andalucía occidental, aunque también se extendió
por la Meseta Sur y la Baja Extremadura.
Es una cultura que se desarrolla en estrecho contacto con los colonizadores fenicios. Entre sus
características se citan una sociedad jerarquizada en clases y la monarquía como forma de gobierno,
siendo Argantonio (siglos VII-VI) su rey más conocido y mítico. A pesar de las leyendas y el
misticismo que envuelve Tartessos, parece probable que no se tratara de un Estado unificado, sino de
un conjunto de ciudades gobernadas por diferentes monarcas o reyezuelos. Su economía se sustentaba
en la minería (extracción de plata, cobre y oro), en la ganadería y en las actividades metalúrgicas del
bronce. A partir del siglo VI a.C., Tartessos desapareció por causas desconocidas. Probablemente una
combinación de elementos externos (como el creciente poder de Cartago o la sustitución del bronce por
el hierro), e internos (como el agotamiento de las minas) provocaron la decadencia de esta cultura. Sin
embargo, como heredera de su cultura surgió la Turdetania, una región poblada por turdetanos, un
pueblo ibero.
• Edad del Hierro (desde aprox el s.VI a.C.)
A partir del s.VI a. C. se empieza a generalizar el uso del hierro. Conforman la Península una
crisol de culturas, que podríamos agrupar fundamentalmente en tres culturas diferentes, aunque
interrelacionadas: iberos, celtas y celtíberos.

- Iberos: se situaban en las costas este y sur, y estaban influenciados por las colonizaciones
púnica y griega. Presentan un mayor desarrollo político, económico y cultural. A nivel económico, la
agricultura y la ganadería fueron sus principales actividades, aunque también desarrollaron relaciones
comerciales con griegos, fenicios y cartagineses; a nivel social, presentan una sociedad muy
jerarquizada, con fuertes vínculos tribales; en cuanto a su organización política, se basaba en el modelo
de ciudad-Estado. Cada Estado podía comprender varias ciudades con sus territorios circundantes. El
modelo político más frecuente era la monarquía. Nunca se estableció ninguna forma de unidad política
entre ellos.
Tenían un desarrollo urbanístico importante con núcleos urbanos localizados en puntos de fácil
defensa (oppida). Los principales elementos culturales son: la escritura, expresión de una lengua
común, pero que se escribía con diversos alfabetos y la religión, con influencia griegas y púnicas que
mezclaron con sus creencias ancestrales.
En esta área destacamos la Turdetania, ubicada en el valle medio y bajo del Guadalquivir. Se
trata de una zona de antigua colonización fenicia, heredera de la antigua civilización tartésica, y en
contacto con las culturas atlánticas indoeuropeas. Su modelo político era el de ciudades-estado que
usaban los ríos y los esteros en torno al lacus Ligustinus, golfo marino que penetraba hasta la actual
Sevilla, como principales vías de comunicación. La ciudad-estado más importante de toda el área
turdetana era Carmo (Carmona), con un puerto fluvial, que controlaba un territorio cercano a 1000
km2.

- Celtas y Celtíberos: habitaban el centro, el oeste y el norte de la Península. Presentaban


rasgos culturales indoeuropeos. El contacto entre celtas e iberos originó la aparición de los celtiberos,
que ocupaban el este de la Meseta y el Sistema Ibérico.
Su actividad económica se basó en la ganadería principalmente. Es generalmente aceptado que
su sociedad se organizaba en tribus, hablaban lenguas indoeuropeas y no conocían la escritura, salvo en
el caso de los celtíberos que habían adoptado la íbera. Poseían un gran desarrollo en la tecnología del
hierro.
Por otra parte, en el norte peninsular, desde la costa atlántica hasta el Pirineo aragonés vivían
otros pueblos de influencia celta desigual y con un menor desarrollo (galaicos, astures, cántabros,
vascones, ...). Se trataba de pueblos ganaderos que habitaban en castros, poblados fortificados con
viviendas circulares.
2. EDAD ANTIGUA: CONQUISTA ROMANA
La penetración en la Península de la influencia romana se realizó mediante un proceso de
aculturación denominado romanización que se caracterizaría por la progresiva adopción de las
estructuras políticas, sociales, económicas y culturales romanas.
A finales del siglo III a. C., en el contexto de la Segunda Guerra Púnica, que enfrentó a Roma y
Cartago por el control político y económico del Mediterráneo Occidental, cambió el devenir histórico
de la Península. Fruto de la victoria romana, se inicia la conquista de la Península por el Imperio
Romano. Publio Cornelio Escipión, el Africano, entró en Cartago Nova, y expulsó definitivamente a los
cartagineses en el 206 a.C. Este mismo general venció al general cartaginés en Zama (Cartago) en el
202 a.C. dando por finalizada la guerra. Derrotado el imperio cartaginés y ante la posibilidad de
dominar el Mediterráneo, el Senado, decidió continuar la expansión por el territorio peninsular. La
penetración en la Península se realizó del este al noroeste y desde la costa hacia el interior, en diversas
etapas. Si bien la primera etapa (218-197 aC.) y la tercera (29-19 aC.) pueden considerarse fases de
conquista militar activa, en la segunda fase (197-133 aC) primó más la romanización como asimilación
de la influencia de la civilización romana. Esta segunda fase se caracterizó también por la resistencia de
los pueblos indígenas como la rebelión de los lusitanos y el asedio de Numancia.
Por lo tanto, no todos los territorios fueron igualmente romanizados. Las zonas sur y levantina
fueron más permeables y aceptaron de manera más profunda los cambios. Las zonas montañosas del
norte (sobre todo la zona del País Vasco y Navarra) resistieron y allí se conservó en mayor medida el
sustrato cultural indígena. De todos modos, el legado romano en Hispania es incontable.
La romanización se realizó por medio de instrumentos tan diversos como:
- Ejército: el servicio militar posibilitaba el acceso a la ciudadanía romana. Además, las
legiones fueron la avanzadilla de la llegada de población proveniente de Roma u otras partes del
Imperio que usaban el latín como medio de comunicación e introdujeron los modos y costumbres
romanos.
- Latín: se convierte en la lengua vehicular, principal herramienta de funcionarios y militares.
- Comercio: La comercialización de productos como el aceite enriqueció a las elites locales que
consiguieron, de este modo, el acceso a la ciudadanía llegando a ocupar puestos en el Senado romano.
Desde finales del siglo I veremos, incluso, a varios emperadores de origen hispano.
- Urbanismo: La construcción de una red de ciudades, siguiendo el modelo de Roma,
conectadas por calzadas. Las ciudades fueron el vehículo fundamental de romanización, en las zonas
rurales ésta fue lenta y menor.
- Sistema administrativo: Organizado en función del derecho romano, fue evolucionando con
el tiempo. En el siglo II a. C. se dividió Hispania en dos provincias (Ulterior y Citerior) que pasaron a
ser tres en el siglo I a. C. con Augusto (Tarraconense, con capital en Tarraco, Bética, con capital en
Corduba, y Lusitania, regida desde Emerita Augusta). En el siglo IV, para mejorar el control sobre el
territorio, Hispania se articuló en siete provincias: Gallaecia, Tarraconense, Lusitania, Cartaginense,
Ballearica, Bética y Mauritania Tingitana.
- Religión: Los romanos practicaban una religión politeísta muy tolerante con otras creencias.
Sin embargo, para consolidar la cohesión de todos los pueblos sometidos, imponen el culto a la Tríada
Capitolina y al emperador. Desde el siglo II encontramos noticias de las primeras comunidades
cristianas en la Península. Al principio el cristianismo fue perseguido, pero, tras la publicación del
Edicto de Milán (313) y, sobre todo, del Edicto de Tesalónica, por el que se convertía en la religión
oficial del Imperio, pasó a ser la religión mayoritaria y principal vehículo de romanización. Sólo en el
campo persisten los cultos paganos.

3. TARDOANTIGÜEDAD: OCASO DEL PODER ROMANO Y LLEGADA DE LOS


VISIGODOS
La caída del Imperio va más allá de los conflictos y enfrentamientos que comenzaron a
presionar el limes debido a los movimientos migratorios de los pueblos germanos. El Imperio, se
encontraba en una profunda crisis económica y social que ocasionó un debilitamiento de sus estructuras
fundamentales.

‣ Origen de la crisis del Imperio:


La enorme extensión del Imperio romano dificultaba su defensa. Cuando las conquistas se
detuvieron, finalmente, los ingresos que sostenían las fronteras empezaron a disminuir, y cada vez era
más complicado pagar a los soldados que protegían dichas fronteras. Todo ello llevó a una crisis de las
estructuras romanas que posibilitó la entrada y establecimiento de pueblos procedentes del centro y este
de Europa (pueblos germanos).
A partir del año 260 Hispania sufrió la devastadora invasión de la Península y las revueltas
campesinas hundieron definitivamente la economía y la vida urbana. A partir de ese momento,
Hispania ya no se recuperó y, en el marco de una economía empobrecida y ruralizada, volvió a un
régimen de autosuficiencia, a la práctica del trueque y a la casi desaparición de la economía monetaria.
A lo largo del siglo IV estos pueblos ganaron fortaleza estableciendo reinos, a lo que debemos añadir
que, la desaparición del Imperio, de la administración y del ejército romanos impusieron un clima de
inseguridad en Occidente.
En el 409 los visigodos entraron en Hispania con la autorización del Imperio romano para
expulsar a otros pueblos (vándalos, suevos y alanos). En el siglo V, el último emperador fue depuesto
por los pueblos bárbaros (extranjeros) que ocuparon Roma (476). Sin embargo, fue en el 507, tras ser
derrotados por los francos en el sur de la Galia (Francia), cuando los visigodos establecieron un reino
independiente en Hispania con capital en Toledo.
‣ Hispania visigoda: los visigodos desarrollan una importante tarea de homogeneización del territorio:
unidad religiosa abrazando el cristianismo, primero el arrianismo hasta la conversión de Recaredo (587
d.C) al 1 catolicismo; unidad política con la expulsión de los vándalos, suevos y bizantinos; unidad
jurídica con la publicación del Fuero Juzgo por el rey Recesvinto, dando una misma ley a
hispanorromanos y visigodos.
Sin embargo, durante este periodo se acentuó la ruralización de la sociedad. Las ciudades se
hallaban en plena decadencia y la crisis del comercio había fomentado la autosuficiencia. Los esclavos
fueron cada vez más escasos, por lo que se sustituyeron por campesinos libres-colonos. Ambos se
fusionaron en un nuevo grupo social de campesinos dependientes: los siervos.
La debilidad del reino visigodo hizo que sus funciones fueran sustituidas por las relaciones
personales. Por eso muchos pequeños propietarios buscaron la protección que les ofrecían los nobles,
capaces de disponer de tropas propias. A cambio debían ceder sus propiedades o trabajar para ellos. Al
mismo tiempo, la monarquía solía pagar con tierras los servicios prestados por la nobleza. Con todo
ello la nobleza fue ganando poder. Se estaba gestando el modelo feudal.
Por otra parte, es importante señalar que en aquella época se fijaron las bases de la
interdependencia entre el poder político y religioso. Los reyes presidían los concilios y se rodeaban de
consejeros provenientes de la alta jerarquía eclesiástica. La Iglesia, además, coronaba a los reyes y
justificaba su poder. Uno de los primeros que fijó la teoría del origen divino del poder regio fue el
obispo San Isidoro de Sevilla, que afirmaba que “Dios concedió la preeminencia a los príncipes para el
gobierno de los pueblos”.
En el mundo visigodo funcionaron dos instituciones de suma importancia: el Aula Regia y los
Concilios. El Aula Regia era un consejo integrado por los más próximos al rey y por la alta nobleza,
laica y religiosa, pero con funciones consultivas. Los Concilios, como ya hemos señalado, eran
presididos por el rey y en ellos se adoptaron numerosos acuerdos sobre cuestiones políticas.
En el siglo VII el reino visigodo entra en una fuerte crisis política, motivada por el carácter
electivo de su monarquía, que se manifiesta en continuos enfrentamientos por el trono entre facciones
nobiliarias rivales. Este contexto de inestabilidad es aprovechado por un nuevo poder para hacerse con
el control de la Península, el Islam.

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