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HISTORIA DE ESPAÑA

Bloque 1. La Península Ibérica desde los primeros humanos hasta la desaparición de la monarquía visigoda (711).

TEMA 1. PREHISTORIA Y PRIMERAS CULTURAS. HISPANIA


ROMANA Y VISIGODA.

Cacería de ciervos (3.500-2000 a.C. ). Cabeza de guerrero. Porcuna,


Valtorta (Castellón). Arte rupestre (Jaén). Escultura ibérica. Primera Acueducto de Segovia. Siglo II d.C. Corona votiva de
levantino. mitad del siglo V. a.C. Recesvinto.Tesoro de Guarrazar
(Toledo). Sglo VII.

I. PREHISTORIA Y PRIMERAS CULTURAS.

1. EL SUSTRATO PREHISTÓRICO.
1.1. El Paleolítico peninsular.
La península ibérica fue asiento de comunidades humanas desde fechas remotas que pueden fijarse
cronológicamente con cierta precisión. La etapa más prolongada en la prehistoria fue el Paleolítico, marcado
por la sucesión de glaciaciones y períodos interglaciares.
El Paleolítico en la península ibérica (1.200.000-*5.000 a.C.)
Las sociedades paleolíticas vivían de la caza, la pesca y la recolección. Eran grupos nómadas que se
desplazaban de forma estacional siguiendo el alimento. Se trataba de una economía depredadora. Los indi-
viduos se reunían en pequeños grupos, con una organización muy elemental. Habitaban en cobijas provisionales
y solo a partir del Paleolítico medio, cuando dominaron el fuego, ocuparon cuevas de forma permanente.
Los estudios arqueológicos diferencian, dentro del Paleolítico, tres etapas en función de los tipos
humanos existentes y de las técnicas que estos usaban. 33
• Paleolítico Inferior (1.200.000-100.000 a.C.)
Los importantísimos descubrimientos de restos humanos fósiles realizados en el yacimiento de
Atapuerca (Burgos) han aportado muchas evidencias de la presencia en la zona de homínidos de hace algo más
de un millón de años pertenecientes a una especie posiblemente relacionada con Homo antecessor.
La sierra de Atapuerca también ha aportado un importante conjunto de restos óseos pertenecientes
al Homo heidelbergensis, antepasado del neandertal, con una antigüedad de entre 300.000 y 500.000
años.
En esta etapa las herramientas eran muy toscas: lascas, choppers, bifaces, etc. Las producían golpeando
unas piedras contra otras para darles forma o conseguir que tuvieran filo.
Además del de Atapuerca, otros yacimientos relevantes son los de Torralba y Ambrona (en Soria).
• Paleolítico Medio (100.000-35.000 a.C.)
El primer tipo humano de este periodo es el Homo neandertalensis, que habitó la Península entre los
años 200.000 y 35.000 a.C. Destacaba por su robustez, su baja estatura y su elevada capacidad craneal. Vivía en
grupos, con cierta organización social. Conoció el fuego y practicó ritos funerarios.
En Gibraltar aparecieron los primeros restos de neandertales en 1848. Más recientemente se han
hallado abundantes restos fósiles, entre ellos, los de Cova Negra (en Valencia), Banyoles (en Gerona), El Sidrón
(en Asturias), Cueva del Boquete de Zafarraya (Málaga), etc.
En estos yacimientos se han encontrado útiles que demuestran un mayor dominio de la técnica en el
trabajo de la piedra: puntas de flecha, raederas, cuchillos, etc.
Su baja demografía, asociada probablemente a la llegada a su territorio de la nueva especie Homo
sapiens, propició su extinción hace unos 25.000 años.
• Paleolítico Superior (40.000-8.000 a.C.)
En esta etapa hace su aparición el Homo sapiens (la especie humana actual). Llegó a la Península hace
unos 40.000 años. Sus integrantes no tenían relación directa con los neandertales, pero convivieron con
ellos durante varios milenios. Esta nueva especie, Homo sapiens, presentaba rasgos físicos similares al
ser humano actual y una capacidad y estructura cerebral semejante. Los hallazgos de Homo sapiens del
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Paleolítico Superior son abundantes en la Península: Nerja, La Pileta (Málaga); Parpalló, Barranc Blanc
(Valencia); El Castillo, La Pasiega, El Pendo y Tito Bustillo, en el área cantábrica.
En el Paleolítico Superior, el Homo sapiens dio un salto cualitativo, tanto técnico como
sociocultural. Pasó por varias etapas de evolución tecnológica que le permitieron adaptarse a las situaciones
cambiantes del clima. Pero lo más sobresaliente fue su capacidad de expresión simbólica, el arte,
inalcanzable para sus predecesores. Las más sobresalientes son las pinturas de la cueva de Altamira.

El Mesolítico
Con el fin de la última glaciación y la consiguiente suavización climática, los grupos humanos
paleolíticos debieron adaptarse a las nuevas condiciones, en especial a la disminución de algunas grandes
piezas de caza.
Este período se conoce como Mesolítico (8000-5000) y supuso un cambio en la alimentación y, por
tanto, en el utillaje, que se hizo más pequeño y preciso, los microlitos, acorde con la mayor diversidad de
piezas de tamaño variado que constituyó la nueva alimentación.
En lo cultural apareció un nuevo estilo en el arte, el arte rupestre levantino, que respondía a la
nueva realidad social del Mesolítico.
EL ARTE RUPESTRE
Arte rupestre cantábrico.
Las primeras manifestaciones artísticas en la península ibérica tuvieron lugar en
el Paleolítico Superior (entre los años 40.000 y 10.000 a.C.) y se localizan en la zona
de la cornisa cantábrica, por eso se conocen como arte rupestre cantábrico.
Destacan especialmente las halladas en las cuevas de Altamira y El Castillo
(en Cantabria) y Tito Bustillo (en Asturias).
Estas pinturas, realizadas principalmente en cuevas profundas y oscuras, se han
vinculado a motivaciones mágicas (favorecer la caza) o religiosas (cuevas-
santuarios). Bisonte. Cueva de Altamira (Cantabria)
Los rasgos de estas pinturas son:
▪ En cuanto al tema, predominan las figuras aisladas de animales, representadas con un acusado naturalismo,
aunque, también aparecen signos abstractos y estampaciones de manos.
▪ En cuanto a la técnica, se utilizan combinaciones de colores, es decir, la policromía.
Arte rupestre levantino.
Más tarde, entre el Mesolítico y los inicios del Neolítico (entre los años
7000 y 4000 a.C.), en la vertiente mediterránea se desarrolló el llamado arte
rupestre levantino, con características propias.
Destacan las pinturas de las cuevas de Valltorta (en Castellón) y de El
Cogul (en Lérida).
Estas pinturas, que se localizan en abrigos rocosos, presentan
características muy diferentes a la zona cantábrica, por ejemplo:
▪ En cuanto al tema, las figuras humanas asumen el protagonismo y se
las representa formando escenas muy variadas: enfrentamientos
armados, cacerías, recolección de miel, etc., con un claro sentido Escena de la cueva de El Cogul (Lérida)
narrativo.
▪ En cuanto a la técnica, las figuras tienen formas muy estilizadas, casi esquemáticas, y son prácticamente
monocromas o combinan pocos colores, apenas el ocre y el negro.

1.2. La revolución neolítica.


El Neolítico, literalmente «piedra nueva», fue una auténtica revolución para las colectividades
humanas. Por primera vez aparecieron la agricultura y la domesticación de los animales, así como la
cerámica. Se había pasado, en definitiva, de una economía depredadora a otra de carácter productivo. Sus
consecuencias fueron importantísimas. Aumentaron las disponibilidades de alimentos, lo que a su vez
posibilitó el crecimiento de la población. Surgen los primeros poblados estables. Pero, sobre todo, se
iniciaba la división del trabajo y aparecía en la historia de la humanidad la propiedad privada y la
diferenciación social. Estos elementos, a su vez, incidirían en la génesis de las ciudades y del poder
político propiamente dicho.
En tierras ibéricas, el Neolítico se desarrolló, aproximadamente, entre los años 5000 y 3000 a.C.,
con retraso respecto a Oriente Próximo y los Balcanes. Las primeras culturas neolíticas de la Península
aparecieron en las costas mediterráneas, lo que confirma la influencia exterior. El principal centro de
neolitización fue la llamada cultura de Almería. Todo parece indicar que llegó antes a tierras hispanas la
ganadería (con el cerdo, el buey, la oveja, la cabra y quizá el caballo) que la agricultura. Los cultivos más
antiguos conocidos en la península ibérica fueron la cebada y el trigo.
La industria se diversificó, se desarrollaron últiles agrícola (azadas, hoces, molinos de mano). En
cuanto a la cerámica neolítica, encontramos una gran variedad, tanto en formas como de técnicas
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decorativas, destacando la cerámica cardial, conseguida aplicando el borde de conchas de moluscos


sobre el barro húmedo. Apareció también el tejido. El Neolítico afectó, en primer lugar, a las tierras
andaluzas y levantinas. Continúa en esta etapa el arte rupestre levantino.

1.3. La irrupción de la metalurgia.


▪ Edad del Cobre
A partir, aproximadamente, del año 3000 a.C., la península ibérica y las Baleares conocieron
importantes cambios, ligados al inicio de la utilización de los metales, de los cuales el primero conocido fue
el cobre. Por eso se habla de una Edad del Cobre o Calcolítico.
Paralelamente, la agricultura experimentaba grandes avances y
aparecían los primeros núcleos de carácter preurbano. Uno de los
poblados más espectaculares de la Edad del Cobre peninsular es el de
Los Millares (Almería).
Al mismo tiempo se difundía la costumbre de los enterramientos
colectivos, visible en los monumentos megalíticos, son dólmenes1 y
menhires2. Por otra parte, en tiempos calcolíticos alcanzó una gran
difusión el vaso campaniforme, pieza cerámica en forma de campana
Dolmen de Menga (Antequera)
invertida.

• La Edad del Bronce


Hacia el segundo milenio a.C. se produjo una auténtica revolución urbana, con la aparición de la
cultura del bronce, que tiene en el sureste de la Península y en las islas Baleares dos focos relevantes. El
desarrollo de estas sociedades no se puede comprender sin tener en cuenta la presencia de intercambios
comerciales a gran escala, una gran especialización y división del trabajo y una organización sociopolítica,
que permite hablar del nacimiento del Estado. El yacimiento más conocido de la Edad del Bronce
peninsular es el de El Argar, situado en el sureste (Almería), que alcanzó su apogeo entre los años 1700 y
1300 a.C. Sus poblados, construidos en zonas elevadas y amurallados, pueden considerarse el primer
ejemplo urbano peninsular, lo que implica la existencia de un comercio intenso y una organización
sociopolítica compleja.

2. LOS PUEBLOS PRERROMANOS. LAS COLONIZACIONES HISTÓRICAS:


FENICIOS, GRIEGOS Y CARTAGINESES.
Vamos a estudiar una etapa que abarca aproximadamente el I milenio a.C. hasta el momento en que los
romanos llegan a la Península. Por razones obvias, suele ser denominada Edad del Hierro, pero lo más
relevante es que durante este periodo los pueblos peninsulares dejan la
Prehistoria y entran en la llamada Protohistoria, fase que aquí inaugura la
Edad Antigua porque las poblaciones autóctonas contactan ahora con
civilizaciones mediterráneas orientales que ya conocen la escritura.
Durante la Edad del Hierro, pues, y hasta la llegada de los romanos (218
a.C.) se configuraron en la Península varias culturas indígenas con distinto
grado de desarrollo y de relación con los pueblos orientales que colonizaron
sobre todo las regiones mediterráneas. Son conocidos en conjunto como
“pueblos prerromanos”.

2.1. Pueblos prerromanos.


El planteamiento tradicional sostiene que la Península Ibérica estaría habitada en este momento por tres
tipos de pueblos:
− Los pueblos iberos en el sur y el este de la Península.
− Los pueblos celtas (indoeuropeos) que atravesarían los Pirineos por sus extremos y se distribuyeron por
el interior, el oeste y el norte peninsulares.
- Las tribus llamadas celtíberas en el valle del Ebro y en las tierras orientales de la Meseta, zona de
contacto entre iberos y celtas que explicaría el origen del nombre.
Distribución por áreas:
a) Sur y este de la Península: asentamiento de los pueblos más avanzados.

1 Dolmen: monumento megalítico formado por una losa grande horizontal que se apoya sobre grandes piedras verticales.
2 Menhir: monumento megalítico que está formado por una gran piedra alargada clavada en el suelo en posición vertical.
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Al sur, en el valle del Guadalquivir y en las costas meridionales, encontramos las comunidades más
desarrolladas. Se crea el “primer estado”: TARTESSOS, del que existen referencias en la Biblia y en los autores
griegos. Se mezcla mito e historia. El esplendor de Tartessos se extiende entre
los siglos VIII y VI a. C. y su apogeo coincidiría con la época del rey
Argantonio, personaje nebuloso que quizá encarna no a un hombre concreto
sino a toda una dinastía.
Tartessos era un gran centro comercial sobre todo de metales entre
los que destaca la plata con frecuentes intercambios con los fenicios y griegos.
También comerciaban con los pueblos del interior. Se dedican a la minería, a
la agricultura, ganadería y pesca. Vivían en ciudades; su forma de gobierno era
la monarquía. Su riqueza, de la que son buena muestra los restos
arqueológicos (bronces, marfiles y joyas, como es el caso del tesoro de Tesoro de El Carambolo (Sevilla)
Carambolo en Sevilla), nos habla de una división social clara.
Caído este imperio (rivalidad con los cartagineses: segunda mitad del VI a.C.), los
distintos pueblos de la zona que ahora se configuran (turdetanos, bastetanos, etc.) no
forman ya una unidad política, integrándose como todas las poblaciones del este y del sur
peninsulares en el amplio conjunto de los llamados IBEROS, pueblos que tenían el común
denominador de estar profundamente influidos por griegos, fenicios y cartagineses. Los
iberos tenían una cultura común, fruto de la mezcla de elementos autóctonos y
mediterráneo-orientales, y florecieron entre el siglo V y el siglo III a.C. en todas las regiones
costeras desde Cataluña hasta Andalucía. Vivían en ciudades-estado y tenían una división
social avanzada, con grupos de artesanos, mercaderes y grandes propietarios agrarios;
Dama de Elche. existía división entre hombres libres y esclavos.
Siglo V o IV a.C. Arte ibero. b) Centro, oeste y norte peninsulares.
El origen de estas poblaciones está en las invasiones de pueblos indoeuropeos -CELTAS- que penetran
por el Pirineo en sucesivas oleadas, sobre todo durante el s. VIII a.C. Traen el hierro y una cultura de raíces
centroeuropeas. Se extienden directamente o influyen en todas las poblaciones del noroeste, del oeste y del
centro. En la Meseta destacan grupos como los vacceos, los vetones o los lusitanos. De entre ellos, los
situados en la zona más oriental recibirán la influencia de los pueblos más desarrollados de las regiones
mediterráneas: son los llamados CELTÍBEROS, que vivían a caballo entre el valle del Ebro y la Meseta. Se
dedicaban casi en exclusiva a la agricultura y la ganadería.
En las regiones más al norte se situaban los galaicos, los astures y los cántabros, con un nivel de
vida todavía menos desarrollado.
Por su parte, los vascos tienen un origen desconocido, pero no es cierto que fueran impermeables a
influencias exteriores. Hay huellas significativas de influencia celta.

2.2. Pueblos colonizadores.


A partir de principios del primer milenio a.C. (primera mitad), la Península recibe la visita de fenicios,
griegos y cartagineses, pueblos procedentes del Mediterráneo oriental. El motivo de estos viajes fue
fundamentalmente económico, en busca de materias primas y, sobre todo, de metales: oro, plata, cobre, estaño.
FENICIOS
Establecieron colonias en la costa andaluza, la primera de las cuales parece ser Gádir o Gades (Cádiz)
fundada en la discutida fecha de 1.100 a. C. (más probablemente, hacia el año 800 a.C.). Esta ciudad sería la
cabeza del comercio fenicio con el territorio de Tartessos. Otras colonias fundadas por los fenicios fueron Malaka
(Málaga), Sexi (Almuñécar) y Abdera (Adra). Estas colonias eran factorías para comerciar con el interior.
GRIEGOS
Se encuentran restos griegos desde comienzos del siglo VI a.C. en la costa de Alicante y en la de Gerona.
Fundaron Emporion (Ampurias), Rhodes (Rosas), Hemeroscopeion (¿Denia?),
Akra Leuke (probablemente Alicante). El centro principal será Ampurias (600
a.C.).
CARTAGINESES
Los cartagineses, herederos directos de los fenicios, irrumpieron en
las costas hispanas después del siglo VI a.C. Sus primeros pasos tuvieron lugar
en la isla de Ibiza, convertida entre los siglos V y III a.C. en un gran centro
comercial. También hay huellas de la presencia púnica o cartaginesa en las
restantes islas Baleares, así como en diversos lugares de la costa levantina,
como Cartago Nova (Cartagena), y de la andaluza.
▪ El legado de las colonizaciones
El legado de los pueblos colonizadores fue de primera magnitud. Pero hay que hacer constar que apenas
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traspasó el ámbito de la costa mediterránea y del valle del Guadalquivir. En el terreno económico se les ha
atribuido la introducción de nuevos cultivos, entre los cuales podrían figurar el lino, el olivo y el esparto.
También se cuenta en el haber de estos pueblos la penetración en tierras hispanas de un instrumento de trabajo
tan importante el torno de alfarero. Asimismo, con ellos llegaron novedades de gran interés para la extracción
minera y la elaboración de los metales. El comercio se intensificó y alcanzó una nueva dimensión con el uso de
la moneda.
Todo lo indicado fue acompañado de un notable impulso a la vida urbana. En cuanto a la articulación
de la sociedad, los pueblos colonizadores introdujeron en la península ibérica una gran novedad, la utilización de
esclavos como mano de obra.
En el campo de la cultura, la aportación más decisiva de estos pueblos fue el alfabeto, tanto el fenicio
como el griego.

II. LA ROMANIZACIÓN.
1. HISPANIA ROMANA: CONQUISTA Y ROMANIZACIÓN
DE LA PENÍNSULA. EL LEGADO CULTURAL ROMANO.
La intervención de Roma en la Península fue una consecuencia de la
rivalidad de romanos y cartagineses por la hegemonía del Mediterráneo
occidental. La conquista de la península tuvo su origen en la Segunda Guerra
Púnica.
La presencia inicial de Roma en tierras hispanas se debió, por tanto, a su
deseo de contrarrestar a los cartagineses.
Ahora bien, al comprobar las importantes riquezas que había en la Puente romano de Alcántara
península, los romanos decidieron dar un paso más, procediendo a su (Cáceres).104-106 d.C.
asentamiento en suelo hispano.
1.1. Fases de la conquista.
Durante el amplio periodo (218-19 a.C.) que duró la conquista la guerra no fue continua. Hubo
tres períodos de mayor actividad bélica:
- El primer periodo de la conquista se inicia con el desembarco de dos ejércitos romanos en
Ampurias en el 218 a.C.; los romanos lucharon en España contra los cartagineses, a los que
finalmente expulsaron, pudiendo dominar así todas las regiones mediterráneas.
- El segundo periodo (154-133 a.C.) tuvo como finalidad la conquista del interior enfrentándose
con dureza con los lusitanos y celtíberos. Los dos episodios más significativos son la muerte del
caudillo lusitano Viriato (139 a.C.) a manos de sus propios generales pagados por Roma y el sitio
de Numancia (133 a C.) contra los arévacos (celtíberos) en el que murieron la mayoría de sus
habitantes. Se pacificó todo el interior y se penetró en las regiones occidentales y en Galicia.
- La tercera fase fue la conquista del territorio de las tribus cántabras y astures del norte de
España que se realizó por el emperador Augusto (29-19 a.C.). Con ello se dio por terminada la
conquista de la Península.

1.2. Fundamentos económicos y sociales de la Hispania romana.


Las actividades económicas.
Los territorios hispanos interesaban a Roma ante todo por sus posibilidades económicas. Hispania
destacaba, en el ámbito de la agricultura, por el cultivo del trigo, de la vid y del olivo (trilogía
mediterránea), y en el de la ganadería, por la cabaña ovina y equina.
Muy importante era, asimismo, la actividad pesquera, en relación con la cual destacaba la industria
de la salazón en la costa andaluza.
Roma fomentó la explotación minera en tierras hispanas. Los principales metales que se obtenían
de las minas, en donde se utilizaba mano de obra esclava, eran el oro, la plata, el cobre, el plomo, el estaño y
el cinabrio.
En el campo de la producción artesanal, los apartados más significativos de la Hispania romana los
ocupaban la producción de objetos cerámicos, la orfebrería, el trabajo del vidrio y los mosaicos.
La economía hispana se vio integrada en el mercado universal que controlaba Roma. Desde las tierras
hispanas se exportaban vinos, metales y sobre todo, aceite, importándose a cambio objetos manufacturados y
productos de lujo.
Por otra parte, un rasgo muy significativo de la economía de esta época fue el aumento de la circulación
monetaria. Para el desarrollo de sus actividades mercantiles, aunque también con fines militares, Roma impulsó
el desarrollo de una extensa red viaria (calzadas). Recordemos, entre otras, la Vía Augusta o la Vía de la
Plata.
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La sociedad hispanorromana.
La presencia romana en Hispania se tradujo, en el orden social, en un gran desarrollo de la
esclavitud.
En el sector de las personas libres, había notables diferencias entre las que gozaban del derecho
de ciudadanía romana y las que no lo tenían, aun cuando al final del imperio romano dicho derecho se
generalizase al conjunto de la población.
Ahora bien, al margen de las diferencias jurídicas, la sociedad de la Hispania romana se polarizó
en torno a dos grandes sectores, en función sobre todo de su poderío económico. Por una parte, se
hallaban los grandes propietarios de tierras, los hombres de negocios y las oligarquías urbanas; por otra,
los modestos campesinos y los artesanos de las ciudades.

La crisis del siglo III y sus consecuencias.


El mundo romano fue testigo de una profunda crisis que tuvo lugar a partir del siglo III d. C. El
imperio entró en una inestabilidad prolongada que lo llevaría a su destrucción: las ciudades se fueron
despoblando, y experimentaron un declive imparable; la moneda comenzó a escasear y crecía la inflación;
el comercio se colapsó y la producción artesanal se redujo drásticamente. Las incursiones de pueblos
extranjeros en el Imperio, los llamados «bárbaros», provocaron el amurallado de las poblaciones.

1.3. El proceso de romanización.


Las bases de la romanización
Roma introdujo en tierras hispanas todos los elementos propios de su organización social, política
y cultural. Esos elementos entraron en contacto con las sociedades indígenas. Pero, finalmente, los
elementos propios del mundo romano terminaron por imponerse. A ese fenómeno se le conoce como
romanización, término con el que designa la integración plena de la sociedad hispana en el conjunto del
mundo romano
En efecto, la dominación romana origina un proceso de adaptación y asimilación por parte de los
pueblos hispanos a nuevas formas de vida, bien voluntariamente o bien por la fuerza. Esta asimilación se
produce en todos los ámbitos: economía, sociedad, política, religión, lengua…, y supone, allí donde se implantó
plenamente, la desaparición de las estructuras indígenas y su sustitución por las de Roma.
• Principales instrumentos de romanización
Los vehículos o factores que propiciaron la romanización fueron diversos: la administración con
la que se controlaba el territorio, la construcción de nuevas ciudades y de la red de calzadas, la imposición
del latín como lengua oficial, la extensión del derecho de ciudadanía, el sincretismo religioso -asimilación
de los dioses indígenas al panteón romano-, el comercio y la presencia del ejército romano en la Península.
A los pueblos que ofrecieron resistencia se les sometió a la esclavitud o se les trasladó lejos de su territorio,
obligándoles a asumir la nueva situación.
No obstante, no todas las áreas o regiones tuvieron una romanización similar. El este y el sur, más
desarrollados culturalmente y urbanizados, se adaptaron sin dificultad a la nueva civilización; sin
embargo, en los territorios del norte, habitados por cántabros astures y vascones, ese proceso no fue tan
intenso, por lo tardío de su conquista y por la menor penetración de la cultura de Roma.

La articulación provincial de Hispania


Hispania fue el nombre con el que los romanos
designaron al conjunto de la península ibérica e islas
Baleares. Ahora bien, en un primer momento (siglo II a.C),
Hispania fue dividida en dos provincias: la Citerior y la
Ulterior. En tiempos de Augusto (siglo I a.C.), fue
dividida en tres provincias: Tarraconense, con capital en
Tarraco (Tarragona); Bética, cuyo centro era Córduba
(Córdoba), y Lusitania, regida desde Emérita Augusta
(Mérida). Posteriormente, la zona noroccidental de la
Tarraconense se desgajó, al constituirse la nueva provincia
de Gallaecia. Más tarde se articuló en seis provincias:
Gallaecia, Tarraconense, Bética, Lusitania, Cartaginense y Mauritania Tingitana -esta última
sobrepasaba la península ibérica, pues comprendía determinadas comarcas del norte de África-. Por
último, en el siglo IV se añadió una nueva provincia, la Baleárica, que comprendía las islas Baleares.
El régimen municipal
La ciudad era un elemento esencial de la vida romana. Es verdad que en Hispania, antes de ser
conquistada por los romanos, ya había ciudades, algunas de las cuales, como Gades, se integraron fácilmente en
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las estructuras de los vencedores. Pero, además, Roma fundó numerosas ciudades nuevas o colonias, entre las
cuales podemos recordar Emérita Augusta (Mérida), Hispalis (Sevilla), Caesaraugusta (Zaragoza), Tarraco
(Tarragona) o Barcino (Barcelona). Todas ellas respondían al modelo urbanístico oficial vigente en Roma, pues
contaban con un foro o plaza central en el que se cruzaban las vías principales.
Los municipios romanos constaban para su gobierno de una curia o consejo y de unos magistrados.
La cultura hispanorromana
Hispania se incorporó plenamente a la cultura romana, en particular en regiones como la Bética y la
Tarraconense. La romanización fue menor en la cornisa cantábrica y en las zonas montañosas del norte.
• El latín en la cultura hispánica
El latín se impuso como lengua, tanto oficialmente como en lo que se refiere al uso privado. Del pasado
prerromano, la única lengua que subsistió fue el euskera (el vasco). El latín, por su parte, ha dado origen a las
principales lenguas de la España actual, como el castellano, el catalán y el gallego.
No podemos olvidar, por otra parte, la extraordinaria influencia ejercida en Hispania por el derecho
romano, patente aún en nuestros días.
• La cultura hispánica en el Imperio
En la plena integración de Hispania en el mundo romano tuvo mucho que ver el hecho de que diversos
emperadores procedieran de la Península, casos, por ejemplo, de Trajano y de Adriano. Asimismo, numerosos
hispanos sumaron su nombre al elenco de las grandes figuras de la cultura romana. Basta con que recordemos al
cordobés Lucio Anneo Séneca, destacado filósofo estoico; a los escritores Quintiliano y Marcial; al
historiador y poeta Lucano, al geógrafo Pomponio Mela y al agrónomo Columela.
• El legado artístico de Roma
En el terreno de las artes, es indudable que el principal legado de Roma tiene que ver con las obras
públicas. Nos referimos a las construcciones urbanas destinadas a satisfacer las necesidades de los
habitantes de las ciudades: acueductos, puentes, murallas. Entre ellas, también las culturales -teatros,
anfiteatros o templos-, sin olvidar las que tenían como fin llevar a cabo una exaltación política -arcos
conmemorativos-.
Tampoco hay que olvidar la escultura de época romana, que nos ha legado importantes estatuas de
divinidades o de emperadores. Ni los espléndidos mosaicos, que a veces ofrecen escenas admirables.
La religión romana y la difusión del cristianismo.
En cuanto a la religión, los romanos respetaron los cultos locales siempre que no amenazaran la
lealtad a Roma y al emperador. Los romanos fusionaron sus divinidades con las locales, aunque sólo los
pueblos más avanzados absorbieron por completo las creencias romanas, mientras que los menos
latinizados situados en el norte mantuvieron sus dioses y ritos propios.
Cuando Roma inicie su decadencia dará a la Península un elemento más, el cristianismo. Aunque
su difusión fue lenta, debido a la persistencia de cultos paganos y a la hostilidad de las autoridades, su
arraigo fue indiscutible desde principios del siglo III, convirtiéndose, en el siglo IV, en la creencia
mayoritaria. Así, a finales del siglo IV, la mayor parte de la población hispana era cristiana.

III. LA APORTACIÓN GERMÁNICA. LA ESPAÑA VISIGODA.


1. LOS GERMANOS EN HISPANIA
• Las invasiones y el origen del Reino Visigodo
A lo largo de todo el siglo IV d.C., e incluso desde antes, el Imperio romano había ido recibiendo
emigrantes bárbaros, pero al comienzo del siglo V fueron pueblos enteros los que penetraron
violentamente en el Imperio. Venían huyendo, empujados por tribus de las estepas del Asia central (los
hunos). Algunos de estos grupos, tras pasar los Pirineos, llegaron a Hispania en el año 409: los suevos se
asentaron en el noroeste de la Península (Gallaecia), los alanos se dispersaron especialmente por la
provincia Cartaginense y los más brutales de todos ellos, los vándalos, después de establecerse
principalmente en Andalucía (Baetica), pasaron el estrecho de Gibraltar
hacia el norte de África.
En el 415 llegaron los visigodos -pueblo germánico que había
mantenido un estrecho contacto con el mundo romano, federado de Roma-,
con el objetivo de proteger el territorio de Hispania y expulsar a los
bárbaros asentados en él. Desaparecido el poder imperial en la propia
Roma (476 d.C.) y expulsados del sur de Francia, donde habían instalado su
capital, por los francos (otro pueblo bárbaro), los visigodos pasaron en
masa a la Península Ibérica, fijando la capital de su reino en Toledo.
• Suevos, visigodos y bizantinos en la península ibérica
En el noroeste de Hispania, en la antigua provincia romana de
Gallaecia, se creó el reino de los suevos. En el resto de la península
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ibérica se estableció el año 510 el reino visigodo, cuyo centro político era la ciudad de Toledo. El
panorama se complicó con la presencia en tierras hispanas, a mediados del siglo VI, de los bizantinos,
cuya pretensión era restaurar el imperio romano. Los bizantinos llegaron a ocupar una parte del litoral
mediterráneo de Hispania.

2. LOS VISIGODOS: UNIDAD RELIGIOSA, POLÍTICA Y JURÍDICA


DE HISPANIA
Entre mediados del siglo VI y finales del VII, los visigodos llevaron a cabo una importante tarea de
homogeneización del territorio hispano y de sus habitantes.
• Una religión común. Los hispanorromanos eran católicos, mientras que los visigodos se habían
adherido al arrianismo, una versión herética del cristianismo. Sin embargo, el rey visigodo Recaredo decidió
convertirse al catolicismo, lo que llevó a cabo en el III Concilio de Toledo (589). Así, se produjo la unificación
religiosa entre visigodos e hispanorromanos.
• Un reino unitario. La unificación política de Hispania se realizó en varias etapas. Leovigildo (568-
586) acabó con el reino suevo. En la tercera década del siglo VII, Suintila conquistó las últimas posesiones que
conservaba el imperio bizantino en la Península.
• Una ley para todos. El último paso en el camino de la homogeneización fue la unificación jurídica
entre la población hispanorromana y la visigoda cuando Recesvinto promulgó el Liber Iudiciorum o Fuero
Juzgo (654).
3. ORGANIZACIÓN SOCIAL Y POLÍTICA: EL PREFEUDALISMO
• Un mundo ruralizado
En la Hispania visigoda predominaba el mundo rural. En el campo destacaban las villas o grandes
explotaciones, que eran propiedad de la aristocracia y de la Iglesia, y cuyo trabajo corría fundamentalmente a
cargo de colonos (campesinos libres pero con estrechos vínculos con los grandes propietarios de tierras). Las
ciudades estaban en declive, la explotación minera casi desapareció, apenas circulaba la moneda y el comercio
era muy precario.
• La sociedad visigoda
La aristocracia visigoda terminó por integrarse en los cuadros de la nobleza hispanorromana. E n
aquella sociedad fueron surgiendo los elementos característicos de lo que más tarde se denominaría
feudalismo. Por una parte, alcanzaron gran fuerza las relaciones de carácter personal. Los monarcas
se apoyaban ante todo en los nobles que consideraban más adictos a su causa.
Los miembros de la nobleza tenían asimismo sus encomendados, a los que concedían tierras a
cambio de recibir de ellos un apoyo militar. Por otra parte, en el medio rural se estaban poniendo los
cimientos del régimen señorial, al acaparar los grandes propietarios de la tierra funciones públicas, entre
ellas la administración de justicia o la recaudación de impuestos, que ejercían sobre sus colonos.
• Carácter y organización de la monarquía visigoda
La monarquía, forma de gobierno de la Hispania visigoda, era muy débil; en primer lugar, porque
los reyes accedían al trono por elección. Los reyes estaban supeditados tanto al poder de la aris tocracia
como al de los obispos, siendo muy frecuentes los destronamientos de los monarcas.
Es importante señalar que en aquella época se fijaron las bases de la interdependencia entre el
poder político y el religioso. El rey gobernaba con el auxilio de personas de su confianza, que formaban el
Oficio Palatino.
En el mundo visigodo funcionaron dos instituciones de suma importancia: el Aula Regia y los
concilios. El Aula Regia estaba integrada por los principales colaboradores del rey, así como por la alta
nobleza del reino. Sus funciones, no obstante, eran meramente consultivas. Los concilios eran, en principio,
reuniones eclesiásticas; pero en ellos desempeñaba un papel muy importante el rey, que los presidía. Por lo
demás, en los concilios visigodos, que se reunieron en la ciudad de Toledo, se adoptaron numerosos acuerdos
sobre cuestiones de carácter político.
4. LA CULTURA Y EL ARTE VISIGODOS
Los visigodos estaban muy influenciados por la cultura romana, aunque conservaran algunos matices
propios de su tradición. Los rasgos principales de la cultura visigoda fueron su orientación religiosa, al servicio
lógicamente del cristianismo, y el protagonismo de los eclesiásticos. Destacaban, sobre todo, las escuelas
episcopales. La figura más relevante de la cultura visigoda fue Isidoro de Sevilla (560-636). Su obra más
notable es la denominada Etimologías, de carácter enciclopédico y pedagógico, cuya pretensión era salvar el
legado del mundo clásico.
En el campo de las artes, lo más singular de la época visigoda es la arquitectura. También sobresale la
orfebrería, que ha dejado piezas como las que constituyen el famoso tesoro de Guarrazar.
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