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HISTORIA DE ESPAÑA

TEMA 2: LA EDAD MEDIA


LA ALTA EDAD MEDIA.
1. EL DOMINIO MUSULMÁN DE LA PENÍNSULA.
La invasión musulmana, iniciada en el año 711, dividió la Península en dos zonas, con modelos de sociedad
diferentes: por un lado, el Estado musulmán de Al-Ándalus, que se consolidó en casi toda la Península; y por otro una
serie de condados y de reinos cristianos en el norte que, hasta el siglo XI, lucharon por resistir el empuje musulmán.
1.1.AL-ÁNDALUS SIGLOS VIII AL X: EL EMIRATO.
En el año 711, Muza, emir musulmán del norte de África, envió a la Península un ejército al mando de Tariq, formado
básicamente por bereberes. Este ejército cruzó el Estrecho de Gibraltar, llamado por los enemigos del último rey
visigodo, Don Rodrigo, al que venció en la batalla de Guadalete. Tras esta victoria y ante la debilidad del reino
visigodo, los musulmanes decidieron iniciar la conquista de la Península.
En año 718 los musulmanes habían conquistado prácticamente toda la Península. Habían ocupado la capital visigoda,
Toledo, el valle del Ebro y habían alcanzado las estribaciones de la cordillera Cantábrica. La conquista fue tan rápida
porque la mayoría de la nobleza visigoda pactó la sumisión y el pago de unos impuestos a cambio del mantenimiento
de sus propiedades.
Sin embargo, Los musulmanes fracasaron en su intento de extender la conquista más allá de los Pirineos al ser
derrotados en la batalla de Poitiers en el 732 por los francos liderados por Carlos Martel. Entre los años 714 y 756,
Al-Ándalus fue un Emirato dependiente de Damasco, gobernado por un Valí (gobernador) y sumido en un clima de
constantes revueltas y tensiones entre los musulmanes.
En el año 756 se inició una época de estabilidad que comenzó con la llegada a la Península del príncipe Abd Al-
Rahman I, de la familia Omeya, que había escapado de la muerte violenta de su familia a manos de los Abbasies. Abd
Al- Rahman convirtió Al Ándalus en un Emirato independiente (756-929) consolidando el nuevo Estado andalusí. Las
medidas que tomo para esta pacificación y consolidación fueron: el aumento de la recaudación de impuestos con los
que organizó un ejército mercenario de bereberes y eslavos, se rodeó de un sólido núcleo de fieles que ocuparon los
cargos públicos, y propició una rápida islamización.
1.2 EL CALIFATO SIGLOS X Y XI.
A principios del siglo X, Abd Al-Rhman III rompió los vínculos de dependencia con el resto del Islam y declaró su
independencia religiosa al proclamarse califa, es decir, asumió también la máxima autoridad religiosa. El Califato de
Córdoba (929-1031) constituyó el periodo de máximo esplendor andalusí.
Fue una época de apogeo económico, político y cultural, con grandes dirigentes como Abd Al-Rahman III, Al Hakam
II, o el visir Al Mansur) que intervinieron en el norte de África y dominaron la ruta del oro de Sudan. También
amenazaron la existencia de los pequeños reinos cristianos del norte llevando a cabo los saqueos de Santiago de
Compostela, León, Pamplona y Barcelona.
a) El poder político y administrativo
El poder que ejerció el califa fue absoluto: podía legislar, nombrar y deponer funcionarios, era juez supremo y
general de los ejércitos. A su muerte podían estallar verdaderas matanzas en palacio para imponer un sucesor, que
no siempre era el hijo mayor.
Al Ándalus organizó, sobre todo en la época del califato, una poderosa administración que controlaba todo el
territorio. La corte de Córdoba, o la de la ciudad palacio Medina Azahara, centralizó la administración, en la que
figuraban un primer ministro (hachib), y grandes funcionarios de la cancillería y el tesoro. Al Ándalus estaba dividida
en Coras o provincias a cuyo frente figuraba un gobernador, normalmente miembro de la nobleza árabe local.
Las ciudades eran parte esencial de la organización política, económica y social. Constituían el núcleo de una
economía basada en el comercio, siendo, además, el centro del poder religioso y político. Distintos funcionarios
supervisaban y atendían las actividades económicas como el cuidado del mercado (almotacén), el orden público
(zalmedina) y el ejercicio de la justicia (cadí).
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El cobro de impuestos permitía mantener el aparato estatal. El Corán establecía para los musulmanes tan solo un
tipo de impuesto, el diezmo o limosna, mientras que para la población cristiana se imponían dos, un impuesto
territorial (jarach) y un impuesto personal (chizya).
El mantenimiento de un poderoso ejército, tanto en Córdoba como en las provincias fronterizas, le garantizaba la
seguridad y la defensa. Este ejército estaba formado principalmente por bereberes y eslavos. Durante el gobierno de
Al Mansur el ejército musulmán se convirtió en una perfecta y poderosa máquina de guerra.
b) La sociedad de Al Ándalus:
La sociedad de Al Ándalus presentó una gran variedad de grupos étnicos y religiosos. Entre la población invasora
musulmana se encontraba una minoría dirigente de origen árabe que se instala en el valle del Guadalquivir y que es
dueña de grandes latifundios. Los bereberes que formaban el grupo mayoritario de las tropas invasoras, se
asentaron en principio en las tierras de la Meseta, a las que se adaptaron mal y donde practicaron una ganadería
itinerante. Estos grupos terminaron abandonando estas tierras lo que facilitó el avance del reino asturleonés.
Los hispanovisigodos formaban la mayoría de la población y tomaron dos posiciones frente a la invasión musulmana:
Una de integración religiosa, cultural y económica, formando el grupo llamado muladí; otra manteniendo las formas
religiosas y culturales hispanovisigodas (aunque muy islamizadas), representaba un grupo minoritario llamado
mozárabe. Muladíes y mozárabes mantuvieron en general buenas relaciones con los musulmanes.
Existían otros grupos de población como los judíos, que vivían en las ciudades y se dedicaban al comercio, la
artesanía o la usura; o los eslavos y otros grupos minoritarios procedentes de Europa central y oriental, que
ocupaban cargos en el ejército y en la administración.
c) La economía:
La base de la economía de Al Ándalus fue la agricultura. La aportación musulmana en este sector fue determinante
ya que introdujeron el regadío, una enorme variedad de árboles frutales y de verduras, así como la agricultura
intensiva, que generó excedentes sobre todo orientados al mercado urbano. En este sentido tuvo un gran desarrollo
la agricultura basada en la gran propiedad, que era trabajada mayoritariamente en régimen de arrendamiento por el
pequeño campesinado. Los musulmanes impulsaron el cultivo de trigo y olivos, y aportaron especies como los
cítricos (naranjas, limones, limas, etc.) y frutas y verduras como la espinaca, la berenjena, la zanahoria, la sandía, el
albaricoque, el plátano y el membrillo. Lo más determinante fueron los sistemas de regadío con la introducción de
norias y acequias para conducir el agua a través de numerosos ramales. Así mismo fueron numerosos los tratados
agrícolas que instruían en las formas más adecuadas para cultivar y cuidar las tierras y los cultivos.
Otro pilar de la economía de Al Ándalus fue la artesanía y el comercio. Las actividades artesanales se realizaban en
pequeños talleres cuyos artesanos se agrupaban en una especie de gremios, aunque también existían grandes
talleres que pertenecían al Estado. La producción abastecía al mercado local y comarcal, pero una gran parte de esa
producción se destinaba al comercio exterior. Al Ándalus estaba integrada en un gran circuito comercial que
integraba a todo el Mediterráneo, se adentraba en África, hasta las minas de oro del Sudán y llegaba hasta Oriente
(India, China, etc.) y por el Norte hasta la zona del Báltico. La existencia de una moneda fuerte y estable (el dinar de
oro y el dirhan de plata), permitieron al mundo musulmán controlar, hasta el siglo XIII, gran parte del comercio de
esa zona sin competencia de los reinos cristianos europeos.
d) El desarrollo urbano y la cultura en Al Ándalus:
La población en Al Ándalus tendió a concentrarse en las ciudades. Córdoba, sobre todo en la época del califato, llegó
a ser la ciudad más importante de Europa Occidental, solo comparable con Bagdad o Constantinopla en Oriente.
También otras poblaciones como Granada, Málaga, Almería y Sevilla, crecieron y gozaron de una gran prosperidad.
Las ciudades se desarrollaban alrededor de un gran núcleo amurallado, la medina, que era el centro de la vida
pública administrativa y religiosa, y donde se ubicaba la mezquita aljama (mezquita mayor), y el zoco (mercado).
Sobre una colina se situaba la Alcazaba o fortaleza donde vivía el gobernador y donde estaba el retén militar. Las
puertas de acceso a la medina eran el origen de los principales ejes urbanos, con sus comercios, almacenes o
alhóndigas, talleres, mercados y baños públicos.
Las aportaciones culturales que dejó la presencia musulmana en la Península son innumerables y forman parte de
nuestro patrimonio cultural. El idioma castellano tiene más de 4.000 palabras de origen árabe, entre ellas muchas de
la toponimia hispánica (Guadalquivir, Guadalmedina, Benalmádena, etc.).
Así mismo, elementos de la vida cotidiana como la gastronomía (la introducción de nuevos productos de huerta y
frutas, el cultivo de la caña de azúcar, los turrones y dulces, etc.), el uso del botón, El ajedrez, las bibliotecas, los
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baños públicos, la iluminación de las calles, etc. provienen de la herencia musulmana. También parte de nuestra
música y nuestro folklore tienen sus raíces en esta cultura: el pandero, la pandereta, diversos tipos de flauta, el
rabel, el timbal, etc.
1.3 EL RETROCESO MUSULMÁN: LOS REINOS DE TAIFAS:
El Califato de Córdoba entró en crisis hacia principios del siglo XI. La aristocracia andalusí (funcionarios y propietarios
de tierras), el ejército y las ciudades enriquecidas con el comercio empezaron a funcionar como fuerzas
disgregadoras y a reclamar más poder frente al califa. Además, los bereberes, contrarios al monopolio de poder
ejercido por la aristocracia árabe, combatieron contra ellos con la ayuda de Castilla, a cambio de la sesión de
fortalezas en las fronteras. Por último, los eslavos buscaron la colaboración de los condes catalanes a cambio de
pagos en moneda, para imponer su poder.
De esta forma se inició la intervención cristiana en los conflictos internos de Al Ándalus y la desintegración del
Califato. En menos de 30 años se sucedieron 30 califas y Al Ándalus se fragmentó en más de 25 reinos
independientes, que adoptaron el nombre de Taifas. En el año 1031 se formalizó la desaparición del Califato de
Córdoba.
La fragmentación de Al Ándalus fue aprovechada por los reinos cristianos que atacaron las tierras andalusíes de
forma sistemática. Los reyes musulmanes intentaron frenar el avance entregando anualmente oro y objetos
preciosos, las llamadas “parias”. Con estos ingresos los reinos del norte pudieron construir nuevos castillos, disponer
de un mayor número de guerreros y de mejor armamento.
2. EL ORIGEN DE LOS REINOS CRISTIANOS EN LA PENÍNSULA.
Frente al avance musulmán y la derrota del ejército visigodo hubo muy poca resistencia. Solo en la zona norte de la
Península, protegidos por las montañas, algunos núcleos de resistencia se opusieron a la invasión.
2.1 EL NUCLEO ASTURLEONÉS:
Los musulmanes no llegaron nunca a dominar la zona de la Cordillera Cantábrica, habitada por vascones, cántabros y
astures. En esta región se refugiaron la población cristiano-visigoda y algunos nobles hispanovisigodos. Uno de estos
nobles, Don Pelayo, derrotó a los musulmanes en Covadonga (722), creándose el reino de Oviedo. Los sucesores de
Pelayo, Alfonso I (739-757) y Alfonso II (791-842) aumentaron el territorio hacia el oeste y crearon el reino de
Asturias, que manifestó su independencia del Emirato negándose a pagar los tributos, y reivindicándose como
legítimos sucesores de la monarquía visigoda.
En la segunda mitad del siglo IX, Alfonso III (866-910), aprovechó la debilidad de los emires cordobeses y ocupó la
zona entre la Cordillera Cantábrica y el valle del Duero, una zona despoblada y abandonada por las guarniciones
militares cordobesas. Para controlar mejor las nuevas tierras, Ordoño II (914-924) trasladó la capital del reino a León,
con lo cual el reino pasó a denominarse reino de León, y repobló el territorio con gallegos, cántabros y vascos, y
también con mozárabes huidos de Al Ándalus.
El asentamiento de la población en el valle del Duero se vio frenada durante el siglo X. Los andalusíes llevaron a cabo
expediciones militares, como las realizadas por Al Mansur a finales del siglo X, que hicieron que los reyes leoneses
tuvieran que pagar tributos y reconocer la superioridad política y militar de los califas.
Para defender la frontera este del reino leones se creó el condado de Castilla, ampliamente fortificado y gobernado
por condes nombrados por el rey de León. Uno de ellos, Fernán González, aprovechando la falta de autoridad de los
sucesores de Ramiro II, se proclamó independiente en el año 927. A su muerte (970) dejo el título de conde
vinculado a su familia, hasta que, como consecuencia de una serie de matrimonios, el condado de Castilla pasó a
manos de Sancho III de Pamplona.
2.2 LOS CONDADOS PIRENAICOS:
Carlomagno, emperador franco, quiso establecer una frontera fuerte en el sur frente a los musulmanes, y tras
diversas incursiones en la Península, algunas con derrotas como la de Roncesvalles, estableció una franja
fuertemente fortificada al sur de los pirineos denominada la Marca Hispánica. Este territorio fue dividido en
condados gobernados por condes dependientes del emperador. A principios del siglo IX, navarros y aragoneses se
independizaron simultáneamente de los francos. Hacia el 817, los hispanos de Jaca crearon el condado de Aragón.
Hacia el 830 se expulsó a los gobernadores francos de las tierras navarras y se creó el reino de Pamplona, núcleo
originario del futuro reino de Navarra. Los reyes navarros tendieron a buscar alianzas con el reino asturleonés que
deseaba defender su frontera oriental. Sancho Garcés I, entre los años 905 y 925, inició la expansión hacia La Rioja

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(San Millán de la Cogolla) y Aragón, mientras su hijo, García Sánchez I se anexionaba por matrimonio el condado de
Aragón.
El dominio carolingio en tierras catalanas fue más duradero. Hacia el año 897, el conde Wifredo el Velloso convirtió
sus cargos en hereditarios, y en el año 987 el conde Borrell II se negó a renovar el juramento de fidelidad al rey
franco. De este modo nacieron los Condados Catalanes, entre los cuales el de Barcelona fue convirtiéndose en el más
extenso y poderoso.
En el siglo IX, el reino de Pamplona, bajo el reinado de Sancho III el Mayor (1004-10035), tuvo la hegemonía sobre los
reinos cristianos, al anexionarse los condados de Sobrarbe y Ribagorza y Aragón, así como el de Castilla, y hacer
vasallos suyos a los reyes de León y a los Condes de Barcelona. Sin embargo, a su muerte en 1035, el reino se dividió
entre sus hijos: Ramiro I se proclamó rey de Aragón, Fernando I, rey de Castilla, y García Sánchez III rey de Navarra.
2.3 EL AVANCE CRISTIANO Y LAS INVASIONES ALMORÁVIDES Y ALMOHADES. SIGLOS XI-XII:
A lo largo de los siglos XI y XII, los reinos cristianos iniciaron la conquista de los valles del Tajo y del Ebro y avanzaron
hacia el sur: El reino de Castilla conquistó Toledo (1085), el de Portugal alcanzó Lisboa (1147), Aragón ocupó
Zaragoza (1118), y el conde de Barcelona se anexionó Tortosa (1148) y Lérida (1149).
Los reyes de las Taifas de Granada, Sevilla y Badajoz, temerosos de la expansión cristiana, pidieron ayuda a los
almorávides, musulmanes bereberes del norte de África, que irrumpieron en la Península hacia el 1086 con un fuerte
ejército y recuperaron gran parte del territorio. Pero la reacción del rey de Portugal, Alfonso Enríquez y el de Castilla,
Alfonso VII, acabó con el dominio almorávide hacia el año 1145, y los cristianos continuaron su avance hacia el sur.
Tras la derrota de los almorávides los reyes de Taifas volvieron a pedir ayuda a un nuevo imperio del norte de áfrica,
los almohades, que llegaron a la Península en 1157 para intentar recomponer el Estado andalusí. Consiguieron
infligir algunas derrotas a los cristianos, como la de Alfonso VIII en Alarcos (1195). Se asentaron en el territorio
construyendo fortalezas en muchos lugares y trasladaron la capital andalusí de Córdoba a Sevilla.
La presencia de los almohades llevó a una coalición de todos los reinos cristianos de la Península (Castilla, Aragón,
Navarra y Portugal) que presentaron un frente unido en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), en la que, con la
ayuda de otros ejércitos cristianos de Europa y el apoyo del Papado, derrotaron a los almohades, abriéndose el
acceso al valle del Guadalquivir.
2.4 LA CONSOLIDACIÓN DE LOS REINOS CRISTIANOS Y LA GRAN EXPANSIÓN DEL SIGLO XIII.
- El reino de Castilla: Fernando I fue el primer rey de Castilla y León al unir en su persona las dos coronas, aunque los
dos reinos se volvieron a separar a su muerte en 1065. El reino se unió y se separó varias veces hasta su unión
definitiva en 1230, bajo el nombre de Corona de Castilla, Pero quedando reducido su territorio tras la independencia
de Portugal. Tras la batalla de las Navas de Tolosa, Fernando III el Santo emprendió la conquista de las tierras
andalusíes del valle del Guadalquivir, conquistando las grandes ciudades de Córdoba (1236), Jaén (1246) y Sevilla
(1248)
- El reino de Pamplona: anexionado temporalmente al reino de Aragón (1163-1134), recuperó su independencia en
el reinado de Sancho IV el Sabio (1150-1194), cambiando el nombre de reino de Pamplona a reino de Navarra. El
nuevo reino perdió parte de La Rioja, Guipuzcua y Álava en beneficio de Castilla, pero recuperó Tudela y otras
ciudades junto al Ebro, y a principios del siglo XIII finalizó su expansión hacia el sur.
- El reino de Aragón: Tras la muerte de Alfonso I, los nobles aragoneses proclamaron rey a su hermano Ramiro, quien
acordó el matrimonio de su hija Petronila (de apenas un año de edad), con Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona
(1137). Esta unión fue el nacimiento de la corona de Aragón. Alfonso II fue el primer rey de la nueva Corona, al
heredar el reino de Aragón de su madre y el condado catalán de su padre. Esta unión aumentó su fuerza militar y
propició nuevas conquistas territoriales hacia el sur frente al Estado Andalusí.
A partir de la victoria de las Navas de Tolosa, Jaime I el Conquistador rey de Aragón, conquistó Mallorca (1231), el
reino de Valencia (1235-1245) y el de Murcia, que fue finalmente entregado a su yerno Alfonso X el Sabio de Castilla.
También se prosiguió con la expansión por el Mediterráneo de la Corona de Aragón, que se vio completada por
Pedro el Grande con la conquista de Sicilia (1282), y por Jaime II que tomó la isla de Cerdeña (1323-1325).
Posteriormente se ocuparon temporalmente los ducados de Atenas y Neopatria, y ya en el siglo XV se llevó a cabo la
conquista del reino de Nápoles (1442)
- El reino de Portugal completó su avance hacia el sur con la conquista del Algarve (1226-1239).
A finales del siglo XIII tan solo el reino Nazarí de Granada quedaba como testimonio de la presencia musulmana en la
Península. Perduraría hasta su conquista por los Reyes Católicos en 1492.
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2.5 LA REPOBLACIÓN CRISTIANA.
La expansión de los reinos cristianos se produjo sobre el territorio de Al Ándalus en una combinación de conquista
militar y ocupación del territorio por población cristiana. Las diferentes formas y fases de la repoblación influyeron
en la posterior estructura de la propiedad de la tierra y en el desarrollo social de los reinos peninsulares. A grandes
rasgos se dieron tres modelos:
a) Repoblación libre, correspondiente a los siglos X y XI, que afectó a las primeras tierras ocupadas en el Valle del
Duero y en las zonas al sur de los Pirineos, áreas escasamente pobladas. Los monarcas encargaron a la nobleza y a
los monasterios la repoblación de esos territorios y animaron a emigrar hacia esas zonas a campesinos llegados del
norte o a la población mozárabe que huía de Al Ándalus, otorgándoles la propiedad de las tierras. Este tipo de
repoblación, llamada también presura, dio como resultado comunidades (aldeas o pequeñas villas) de campesinos
libres y propietarios de parcelas de tierra (alodios).
b) La repoblación concejil, que se dio entre los siglos XI y XII, fundamentalmente en los valles del Tajo y del Ebro. Esta
repoblación se organizó de forma colectiva a través de Concejos o Municipios que gozaban de libertades y a los que
los reyes otorgaban privilegios (Fueros o Cartas de Poblamiento). Esta repoblación surgió para repoblar importantes
ciudades que habían quedado semidesiertas y que controlaban amplias zonas rurales (alfoz). En la corona de Aragón
se permitió que la población musulmana permaneciera en sus tierras (moriscos).
c) A partir del siglo XIII, la mayor parte del territorio que se fue conquistando se repartió en forma de grandes
latifundios que se otorgaban a los nobles o a la Iglesia (clérigos y órdenes militares) que habían ayudado a su
conquista. Estos repartimientos se generalizaron tras las conquistas de Extremadura y Andalucía, cuando mucha
población musulmana huyó hacia Granada o al norte de África, entonces la mayor parte del territorio fue repartido
en forma de grandes latifundios. Los monarcas también concedieron Fueros a las ciudades bajo su control (Sevilla,
Jaén, Murcia, etc.) para que fuesen repobladas y sirvieran de contrapeso a la nobleza.
En las zonas conquistadas por la corona de Aragón (Valencia, Baleares y Murcia) se empleó un sistema similar, pero a
diferencia con Castilla, se permitió permanecer en el territorio a los musulmanes (mudéjares)que pudieron
conservar su religión y sus leyes.
5. ECONOMÍA Y SOCIEDAD EN LOS REINOS CRISTIANOS.
5.1 LA ECONOMÍA:
Entre los siglos IX y XI la economía de los reinos y condados cristianos se caracterizaba por una escasa circulación de
moneda y se basaba fundamentalmente en la agricultura y la ganadería, que, del mismo modo que la escasa
producción artesanal local, se orientaba hacia el autoconsumo.
A partir del siglo XII la situación cambió. En la Corona de Aragón la conquista de las tierras de Lérida y Tolosa a los
musulmanes reactivó la agricultura y permitió la conexión con las rutas comerciales del Mediterráneo. Muy pronto
las ciudades costeras se especializaron en el comercio de reexportación de productos del norte (Francia y Flandes) y
locales (pieles, armas y aceite) hacia otros lugares del Mediterráneo.
También en León, Castilla y Navarra, el avance de la frontera hasta el Tajo hizo posible el crecimiento demográfico y
el desarrollo de la agricultura, la artesanía y el comercio. Aparecieron nuevas ferias y mercados y la consolidación del
Camino de Santiago activó el comercio a larga distancia.
A partir del siglo XIII, tras las grandes conquistas de Castilla, adquirió gran importancia la ganadería de la oveja
merina que proporcionaba lana de gran calidad. Por esto se creó el Honrado Consejo de la Mesta (1273), que
agrupaba a los ganaderos y organizaba la trashumancia (cañadas, privilegios de paso, etc.). La invasión de las tierras
de cultivo por los rebaños provocó numerosos conflictos con los agricultores en los que la monarquía, propietaria de
grandes rebaños, siempre favorecía a la Mesta.
La mayor parte de la lana se exportaba a Inglaterra o los Países Bajos. Su comercio se concentraba en Burgos y desde
allí se trasportaba a los puertos del Cantábrico. Todo ello reactivo la vida comercial de Castilla, donde se crearon
importantes mercados y ferias como la de Medina del Campo. Los beneficios de la exportación de la lana se
concentraban en manos de la nobleza y del alto clero, lo que dificultó el desarrollo de las manufacturas locales
(Cuenca, Béjar, Zamora, Ávila y Segovia) que tenían que soportar la competencia de las telas importadas de los
Países Bajos. Esta situación impidió la aparición de una burguesía que pudiese servir de contrapeso a la nobleza.
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En la corona de Aragón, los reinos de Valencia y Aragón desarrollaron una economía agrícola y ganadera, mientras
que, en Cataluña, desde el siglo XII, se consolidó un gran comercio exterior hacia el Mediterráneo que se vio
favorecido por su expansión marítima del reino de Aragón. La ciudad de Barcelona se convirtió en un importante
puerto comercial y en esta ciudad creció una importante artesanía textil, metalúrgica y de construcción naval. Esta
prosperidad favoreció el desarrollo de una floreciente burguesía comercial que fue haciéndose con el control de las
Instituciones.
5.2 LA SOCIEDAD:
La sociedad en los reinos hispánicos, como en el resto de la Europa cristiana, se articulaba en estamentos,
determinados por nacimiento o la función social. Existían dos estamentos: La nobleza y el clero constituían el
estamento privilegiado, y el resto de la población (campesinos, burgueses, etc.) formaban el estamento no
privilegiado.
a) El estamento privilegiado:
Lo formaban la nobleza y el clero que basaban su poder en la posesión de las tierras y estaban exentos del pago de
impuestos y sometidos a leyes especiales.
La nobleza, especialmente la alta nobleza, con la conquista y las repoblaciones se convirtió en propietaria de grandes
extensiones de tierras. La vinculación de la tierra a los linajes nobiliarios se consolidó en el siglo XIV con la
constitución del mayorazgo, que obligaba que los bienes pasaran al heredero, de forma que el grueso de los bienes
de una familia no se dividía. La pequeña nobleza (hidalgos, infanzones, caballeros, etc.), al finalizar el proceso de
conquista, fue empobreciéndose paulatinamente.
El clero también poseía grandes señoríos, cuyos ingresos se completaba con el obligado pago del diezmo a la Iglesia.
b) El estamento no privilegiado:
Estaba formado por el resto de la población. La guerra contra los musulmanes, intermitente pero constante, y las
formas de repoblación del territorio condicionaron la categoría social y jurídica del estamento no privilegiado o
estado llano. De este modo, el feudalismo se implantó muy pronto en la zona de la Marca Hispánica de influencia
franca. Hacia el siglo IX, la necesidad de proteger el territorio llevó a los nobles a prescindir de la autoridad de los
condes y a convertir sus cargos en hereditarios. Así mismo, sometieron a muchos campesinos libres y propietarios de
sus tierras y los convirtieron en siervos.
En otros territorios peninsulares, el hecho de que las repoblaciones otorgasen tierras al campesinado, conformó una
sociedad con mayor presencia de hombres libres y propietarios de tierras. Pero la necesidad de protección hizo que
muchos de ellos evolucionasen, también, hacia un régimen de dependencia. De este modo, a finales del siglo XIII, la
Península Ibérica estaba regida por una red de relaciones señoriales según la cual la nobleza y el clero obtenían
rentas de sus propiedades y ejercían derechos jurisdiccionales, mientras que el campesinado, aunque disponía del
dominio útil de la tierra, se encontraba sometida a los señores.
La burguesía conoció una notable expansión a partir del siglo XIII con el crecimiento de las ciudades, sobre todo en la
Corona de Aragón, donde el desarrollo de actividades manufactureras y comerciales enriqueció a este grupo social,
que fue ganando influencia. La burguesía se fue convirtiendo en la gran financiera de las monarquías a través de su
representación en las Cortes y en los Consejos Municipales.
Existían, también, dos importantes minorías, la judía y la mudéjar, así como algunos grupos formados por
mercaderes de otros reinos (genoveses, francos, etc.). Los judíos vivían en barrios especiales llamados juderías, y se
dedicaban preferentemente al comercio, la artesanía y el préstamo. Las relaciones con los judíos fueron buenas
hasta el siglo XIII, cuando empezaron a ser frecuentes las persecuciones y los asaltas a las juderías. Por su parte, los
mudéjares o musulmanes que no habían huido después de la conquista cristiana, se dedicaban fundamentalmente a
la agricultura. Aunque vivían marginados, no fueron perseguidos debido a su situación de pobreza.
6. LAS INSTITUCIONES POLÍTICAS EN LOS REINOS CRISTIANOS:
6.1 La monarquía:
En la Edad Madia los monarcas se creían elegidos por Dios para gobernar sus reinos, a los que consideraban un
patrimonio personal que podían dividir o unir según sus intereses. De este modo era frecuente que un rey repartiese
el reino entre sus herederos o que, a raíz de un matrimonio, se agrupasen reinos separados. Así mismo, los reyes
ejercían el poder supremo, aunque a su alrededor organizaron una corte de consejeros que acabó convirtiéndose en
el Consejo Real. También existía una Curia (Tribunal de justicia), Una Cancillería (administración) y una Tesorería
(finanzas).
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- En Castilla, la monarquía tuvo un carácter más autoritario que en la corona de Aragón. El rey disponía de poderes
más amplios como el poder declarar la guerra, dictar leyes e impartir justicia. La unificación de Castilla y León (1230)
llevó a un proceso de centralización administrativa y de la creación de un derecho general monárquico, el Código de
las Siete Partidas (Alfonso X), que estableció una cierta uniformidad en el reino y quedó definitivamente asentado en
el Ordenamiento de Alcalá, realizado por Alfonso XI en 1348.
Este proceso centralizador contó con la oposición de la nobleza y los Concejos, pues reforzaba el poder real. Solo las
tierras vascas incorporadas a Castilla siguieron rigiéndose por sus normas y sus fueros particulares.
- En la Corona de Aragón, el arraigo de las estructuras feudales y el poder nobiliario impulsaron el pactismo, por el
cual el monarca veía limitadas sus atribuciones. De este modo, el ejercicio del poder se basaba en un equilibrio y el
monarca estaba sometido al control de la nobleza a través de las Cortes. El pactismo quedó definitivamente
consolidado a finales del siglo XIII, cuando Pedro III dotó a las Cortes de la función legislativa. Las leyes debían
aprobarse de común acuerdo entre los estamentos, y el rey se comprometía a respetar el derecho y las costumbres
del territorio fijados en un código que, en Cataluña recibía el nombre de Usatges; en Aragón los Fueros (1247) y en
Valencia los Furs (1261).
6.2 Las Cortes:
Eran la reunión de los tres brazos o estamentos (nobiliario, eclesiástico y ciudadano) con el rey. Surgieron a raíz del
crecimiento de las ciudades y del auge de una rica burguesía que el monarca deseaba incorporar a los órganos de
gobierno. El rey solía convocar Cortes para pedir recursos económicos para sus campañas militares (subsidios). De
ahí que le interesara contar con la burguesía ya que la nobleza y el clero estaban exentos de pagar impuestos.
- En la Corona de Castilla: Las primeras Cortes que se crearon en la Península fueron las del reino de León en el año
1188, y más adelante las del reino de Castilla en 1217. Con la unión de los reinos de Castilla y León, las Cortes
comenzaron a convocarse juntas, aunque también se reunieron por separado hasta el siglo XV. Las Cortes castellanas
mantuvieron siempre un carácter consultivo y de aprobación de los subsidios.
- En la Corona de Aragón: cada reino tenía sus propias Cortes (Aragón, Cataluña y Valencia), gozaban de función
legislativa y votaban los impuestos. A partir del siglo XIV se creó en Cataluña una delegación permanente de las
Cortes, que recibió el nombre de Generalitat, y cuya misión era recaudar los impuestos y vigilar el cumplimiento de
las leyes.
- En el reino de Navarra, las Cortes se reunieron por primera vez en 1253, y el monarca tenía que respetar los Fueros,
derechos y tradiciones del reino.
6.3 El gobierno de las ciudades:
Los municipios gozaban de una cierta autonomía y jurisdicción propias. En principio, estaban regidos por unos
cabildos abiertos, pero la expansión urbana impulsó la institucionalización del régimen municipal.
- En Castilla, los cabildos fueron sustituidos por unos Concejos electivos, que acabaron dominados por la nobleza.
Más adelante surgió la figura del Corregidor, representante del poder real en las ciudades y cuya función era
asegurar que no se tomaran decisiones contrarias a los intereses de la monarquía.
- En la Corona de Aragón, Jaime I estableció la organización de los municipios, sobre todo el de Barcelona, que quedo
en manos del llamado Consell de Cent, una asamblea formada por cien ciudadanos elegidos. Sin embargo, sus cargos
fueron pronto acaparados por la burguesía rica, hecho que llevó al descontento de otros grupos sociales que,
marginados del poder, se enfrentaron a esta nueva oligarquía urbana.
LA BAJA EDAD MEDIA.
1. LA CRISIS DE LA BAJA EDAD MEDIA.
Los siglos XII y XIII habían sido un periodo de expansión económica. Sin embargo, la llegada en 1348 de una terrible
epidemia conocida como la Peste Negra, inauguró una etapa de catástrofes demográficas, crisis agrícolas y
enfrentamientos sociales.
En la Península, ya entre 1310 y 1346, una sucesión de malas cosechas provocó la desnutrición de la población, sobre
todo entre las clases más desfavorecidas. De esta manera, la llegada de la peste sobre una población mal alimentada
y baja de defensas ocasionó una gran mortalidad. Esta alta mortalidad provocó la disminución del campesinado que
llevó al abandono de muchas explotaciones agrícolas y una bajada de la producción. Como consecuencia se
redujeron las rentas señoriales y la nobleza impuso nuevos impuestos. El descontento de los campesinos por el

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aumento de los impuestos y el endurecimiento de la servidumbre provocó numerosos levantamientos contra la
nobleza.
En las ciudades, la escasez de productos y la subida de los precios agrarios dificulto el abastecimiento, sobre todo de
las clases populares, lo que provocó revueltas urbanas.
Por último, en el ámbito político, se abrió un periodo de luchas y conflictos entre la monarquía, que quería imponer
su autoridad, y las clases privilegiadas que se negaban a ver reducida su influencia y sus privilegios.

2. LA ECONOMÍA.
2.1 LA CORONA DE CASTILLA:
En Castilla la agricultura fue la gran perjudicada de la crisis porque la escasez de mano de obra originó un retroceso
de los cultivos y empujó a los grandes propietarios a dedicar sus tierras al pastoreo. En consecuencia, la ganadería
lanar, ya muy importante, tuvo un auge sin precedentes, impulsada, además, por la coyuntura internacional
derivada de la Guerra de los Cien Años, que supuso el fin del abastecimiento inglés de lana a la industria textil de
Flandes y convirtió a Castilla en su principal suministradora.
El estímulo del comercio de exportación de lana fue aprovechado por los grandes propietarios de rebaños de ovejas
merinas (la alta nobleza, los establecimientos eclesiásticos y las órdenes militares) que aumentaron la cabaña y
acumularon enormes riquezas. La Corona favoreció este proceso aumentando los privilegios de la Mesta en
detrimento de los intereses de los agricultores, ya que obtenían grandes ingresos de la trashumancia del ganado
lanar.
2.2 LA CORONA DE ARAGÓN:
En la Corona de Aragón, especialmente en Cataluña, a las catástrofes demográficas y la crisis agrícola se unió el
colapso del comercio marítimo producido en buena medida por el avance de los turcos por el Mediterráneo. La
disminución del comercio llevó a la disminución en la demanda de productos artesanales y manufacturados, y las
actividades urbanas fueron menguando.
La monarquía y los municipios vieron disminuir sus recursos como consecuencia de la disminución de los impuestos
que recaudaban de las actividades artesanales y comerciales. Entonces se produjo un aumento de la presión fiscal
sobre las ciudades que tuvieron que recurrir a la emisión de créditos privados y de deuda pública. Todo ello
favoreció la transformación de muchos nobles y burgueses en rentistas, que abandonaron la inversión productiva del
comercio y se convirtieron en prestamistas. En consecuencia, las actividades productivas de cayeron y agravaron la
decadencia económica de Cataluña. La crisis, que se mantuvo durante los dos siglos siguientes, llevó al declive de la
actividad artesanal y comercial en las ciudades de Cataluña y su empuje económico decayó. Mientras Valencia se
recuperó con mayor rapidez y se convirtió en el principal puerto comercial y centro económico de la Corona de
Aragón a lo largo del siglo XV.
2.3 CONFLICTOS SOCIALES Y GUERRAS CIVILES:
El malestar social provocado por la crisis llevó a numerosos levantamientos campesinos contra la nobleza y el
endurecimiento del régimen señorial.
- En Cataluña, los remensas, campesinos adscritos a la tierra, exigieron la anulación del régimen señorial y el fin de
los malos usos, que eran un conjunto de normas que los señores habían impuesto a sus siervos como la arsia o
indemnización que había que pagar al señor en caso de incendio del manso; la firma de spolii, por la que el señor
recibía una cantidad para autorizar una dote; y la remensa, por la que el campesino no podía abandonar el manso si
no pagaba una redención.
- En la Corona de Castilla, en Galicia, tuvo lugar la rebelión campesina de los irmandiños, con demandas similares a
los remensas catalanes. Pero aquí no solo era el campesinado, sino que también participó el pueblo llano de las
ciudades, parte de los artesanos y los hidalgos. Crearon la Santa Hermandade y protagonizaron una guerra contra la
alta nobleza, destruyendo castillos y exigiendo la devolución de las tierras confiscadas por la nobleza. Pero la unión
de los nobles acabó con la revuelta.
El malestar social también llego a las ciudades, donde el descontento a menudo se expresó en forma de acciones
contra las minorías, en especial la población judía, a la que se hacía responsable de todos los males. Los ataques a las
juderías, llamados pogromos, se produjeron por todas las ciudades importantes, Sevilla, Barcelona, etc.

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Por otra parte, la situación de crisis afectó a la estabilidad de los reinos que se vieron sumidos en constantes
enfrentamientos.
- En Castilla, los nobles quisieron afianzar su predominio social e imponer su voluntad a los monarcas. Se opusieron a
Pedro I de Castilla (1350-1369) porque quiso someterlos, y apoyaron a su hermanastro Enrique de Trastámara. Tras
largos años de guerra civil, el bando nobiliario consiguió vencer y proclamar rey a Enrique II en 1369. Con ese
monarca se inició la dinastía Trastámara en Castilla, que se vio obligada a conceder enormes privilegios a la nobleza.
- En la Corona de Aragón también se introdujo la dinastía Trastámara cuando, tras la muerte sin descendencia de
Martín I el Humano, mediante el Compromiso de Caspe, se nombró rey a Fernando de Antequera (1412). A
mediados del siglo XV, durante el reinado de Juan II (1398-1479), Cataluña se vio sacudida por una guerra civil que
enfrentó a la monarquía con la nobleza y la oligarquía dirigente. Los payeses de remensa participaron en el conflicto
apoyando al bando real, así como las clases populares urbanas de Barcelona (llamadas la Busca), que se enfrentaron
al patriciado (Biga) por el poder municipal. Tras diez años de guerra (1462-1472), el bando real consiguió imponerse,
pero la pacificación del campo no se consiguió hasta 1486, con la Sentencia Arbitral de Guadalupe, dictada por el
nuevo rey Fernando el Católico, que abolió definitivamente la remensa y los malos usos, pero confirmó el régimen
señorial.
- El reino de Navarra, que estuvo casi un siglo gobernado por dinastías francesas (1328-1425), también conoció
disensiones políticas que derivaron en una guerra civil desde 1447. Esta fue consecuencia del enfrentamiento entre
Juan II (rey de Aragón), casado con Blanca de Navarra, y su hijo Carlos de Viana. Los navarros se dividieron en dos
bandos: los beaumonteteses que apoyaban a Carlos, y los agramonteses, que apoyaban a Juan. Muerto el príncipe
de Viana en extrañas circunstancias, el conflicto se prolongó hasta la intervención en 1512 de Fernando el Católico
(hijo también de Juan II de Aragón), que incorporó Navarra a Castilla en 1515.

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