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Tema 24. La península ibérica hasta la dominación romana.

Introducción:
A lo largo de este tema analizaremos la evolución histórica de la península
ibérica desde el origen de la presencia del ser humano, en el Paleolítico inferior,
hasta la dominación romana iniciada a finales del siglo III a. C. Existen varios
problemas a la hora de investigar este periodo: datos fragmentados y sujetos a
una constante revisión para la Prehistoria; las fuentes escritas no son directas
(extra-peninsulares), son de fechas muy posteriores, y no siempre concuerdan
con los datos arqueológicos. Teniendo en cuenta todo esto, nuestro análisis será
aproximado en cuanto a fechas, subdivisiones cronológicas y horizontes
culturales.
El desarrollo de este tema seguirá el siguiente esquema:
1. Paleolítico, Epipaleolítico y Neolítico en la península ibérica
1.1. Paleolítico
1.2. Epipaleolítico y Neolítico
2. La Edad de los Metales
2.1. Calcolítico y Bronce antiguo
2.2. Bronce medio
2.3. Bronce final e inicios de la metalurgia del hierro
3. La Edad del Hierro. Los pueblos prerromanos
3.1. Tartessos
3.2. Los íberos
3.3. Los indoeuropeos
4. Los pueblos colonizadores
4.1. Fenicios
4.2. Griegos
4.3. Cartagineses
5. La dominación romana
6. Conclusión
7. Bibliografía

De acuerdo con el Decreto 83/2013, de 4 de julio, que establece el currículo en


la Educación Secundaria Obligatoria y en el Bachillerato en la Comunidad
Autónoma de Canarias, este tema contribuye al desarrollo de las asignaturas de
Geografía e Historia en 2º de ESO, y en Historia de España en 2º de Bachillerato.

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1. Paleolítico, Epipaleolítico y Neolítico en la península ibérica
1.1. Paleolítico
Atendiendo a I. Barandirán en Prehistoria de la Península Ibérica (2012), las
fechas de la primera presencia humana en la Península están en continua
revisión, la primera fase, el Paleolítico Inferior es la más larga y peor conocida,
extendiéndose desde hace 1,5 millones de años (Ma: mega annum) antes del
presente (AP) hasta el 125.000 Ma AP. Los restos fósiles son muy fragmentarios
y la mayoría corresponden al Homo Erectus excepto los encontrados en dos
yacimientos:
- Orce (Granada): se trata de los restos más antiguos encontrados, fragmento
parietal y diente de Homo sin identificar asignada con una cronología de 1,8
– 1,2 Ma AP.
- Atapuerca (Burgos): restos de Homo sin identificar encontrados en la Cueva
Fantasma (2016); 6 individuos de Homo antecesor (900.000 AP) encontrados
en Gran Dolina (2008); 28 individuos de Homo heidelbergensis (300.000 AP)
encontrados en la Sima de los Huesos.
Asociados a estos restos humanos, han aparecido industrias líticas
abbevillienses y achelenses, también presentes en otras regiones peninsulares.
La mayor parte de los asentamientos base se realizaban al aire libre, en zonas
próximas a fuentes de agua dulce y afloraciones de sílex.
El Paleolítico Medio (125.000 años AP – 30.000 años AP) está
caracterizado por el complejo industrial musteriense, que se corresponde con el
Homo neanderthalensis. En la mayoría de los yacimientos se han documentado
campamentos de cazadores y talleres líticos al aire libre e interiores de cuevas.
existe una buena cantidad de fósiles de neandertal en Gibraltar, Cueva Morin
(Santander), Bañolas (Gerona), etc.
El Paleolítico superior (30.000 – 9.000 años AP) se corresponde con el
Homo sapiens, quien introduce el uso frecuente de la industria ósea y trabaja
los núcleos (láminas y laminillas). En el registro fósil peninsular aparecen
documentadas todas sus culturas: auriñaciense, gravetiense, solutrense y
magdaleniense. En esta última destaca la eclosión del arte rupestre franco-
cántabro en yacimientos como El Castillo, Tito Bustillo y Altamira.
1.2. Epipaleolítico y Neolítico
Con el paso del Pleistoceno al Holoceno se da en la Península un periodo de
transición, el Epipaleolítico, en el que mantienen las formas de vida cazadoras-

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recolectoras, pero empiezan a darse elementos neolíticos. En la Península las
culturas van a ser periféricas. Distinguimos tres áreas:
- Zona del Cantábrico: se desarrolla el Aziliense que da paso a al Asturiense,
caracterizado por la decadencia del arte rupestre.
- Litoral atlántico: concheros con hábitats al aire libre que presentan
manifestaciones de ritos funerarios.
- Litoral mediterráneo: se desarrolla el Epigravetiense, la industria geométrica
y el arte rupestre levantino.
La teoría más aceptada es que el Neolítico se desarrolló en la Península
mediante procesos de aculturación desde el Mediterráneo. Los recién llegados
se mezclaron con las comunidades de economía cazadora-recolectora desde el
VI al IV milenio a. C., dando lugar a una serie de culturas:
- Cultura cardial: nace en el V mileno a.C., se caracteriza por su cerámica que
imprime sobre barro una concha de cardium. Los yacimientos más
importantes son la Cueva de la Carigüela de Piñar (Granada) y la cueva de
l'Or (Valencia).
- Cultura de los sepulcros de fosa: nace a finales del VI mileno a.C., destaca el
desarrollo de los cultivos en llanura y su modelo de enterramiento en fosas
que forman necrópolis cercanas al poblado. El yacimiento más conocido es el
de Gavá (Barcelona).
- Cultura de Almería: nace en el IV milenio a.C., se caracteriza por sus
asentamientos formando poblados de cabañas circulares y sus
enterramientos en tumbas circulares.
2. La Edad de los Metales
2.1. Calcolítico y Bronce antiguo
Atendiendo a G. Vega en La Prehistoria (2003), la metalurgia del cobre se fue
introduciendo en la península ibérica a lo largo del III milenio a. C., seguida de la
del bronce. El Calcolítico peninsular presenta una gran diversidad cultural donde
destacan tres culturas:
- Cultura megalítica (IV-III milenio a.C.): se remonta al Neolítico, aunque su
máxima expansión se produjo durante el Calcolítico y la Edad de Bronce. Se
caracteriza por sus enterramientos monumentales realizados en piedra
(megalitos), los cuales pueden adoptar forma de dólmenes o de galerías.
Fueron muy abundantes en el sur peninsular y en la región cántabro-
pirenaica.

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- Cultura de los Millares (III milenio-2.200 a.C.): procede de la evolución de la
cultura de Almería, a la que se le incorpora el metal. Se define por un hábitat
semiurbano de poblados amurallados con casas de construcción oval o
circular y unos enterramientos en necrópolis con tumbas de cámara tipo
tholos. Son reseñables, en sus yacimientos, la llamada cerámica de Los
Millares y los ídolos almerienses.
- Cultura del vaso campaniforme (2900-2500 a.C.): destaca su cerámica,
vasijas con forma de campana invertida y profusamente decoradas que se
han encontrado, generalmente, en contextos funerarios, en buena parte de
Europa occidental. Sus yacimientos, como el de Ciempozuelos (Madrid),
indican una economía de base ganadera trashumante y hábitats en zonas
montañosas sin poblado fijo.
2.2. Bronce medio
A lo largo del II milenio a.C., el bronce empezó a estar relacionado con las
actividades cotidianas y no solo como factor de exhibición social, lo que condujo
a una importante demanda de estaño y cobre. Las principales culturas de este
periodo mantuvieron intensos contactos entre sí:
- Cultura del Argar: sustituyó a la cultura de Los Millares y desapareció en
torno a 1500 a.C. Se caracteriza por sus poblados en altura rodeados de
murallas, por lo que se deduce su carácter belicoso. Sus enterramientos se
vuelven individuales y se realizan dentro del poblado, en el subsuelo de las
viviendas. Se extendió por el sureste peninsular.
- Cultura de las Motillas: se caracteriza por sus poblados en llano (motillas) o
poblados elevados (castillejos y morras). Se extendió por La Mancha.
- Bronce Valenciano: se caracteriza por la profusión de poblados amurallados,
por sus enterramientos en cuevas y por su menor uso del bronce.
2.3. Bronce final e inicios de la metalurgia del hierro
El Bronce final (1200 a. C.-750 a. C.) se produjo por las invasiones
indoeuropeas, que propiciaron grandes cambios en la cultura material. Se
distinguen las siguientes culturas:
- Cultura de los campos de urnas: en Cataluña se distinguen dos etapas, la
antigua (1.200-900 a.C.) y la moderna (900-700 a.C.) ya en la Edad del Hierro.
Los grupos familiares indoeuropeos atravesaron pacíficamente los Pirineos
en busca de pastos y se mezclaron con la población autóctona,
introduciendo avances como la agricultura cerealística apoyada en el arado.

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Esta cultura se caracteriza por unas necrópolis donde las cenizas se
depositaban en urnas de cerámica bicónicas y de cuello cilíndrico.
- Bronce Atlántico: se extendió desde el valle del Loira hasta la cornisa
cantábrica. Zonas ricas en estaño, lo que explica el apogeo de una cultura
guerrera caracterizada por las espadas de cobre o bronce y los adornos
como gargantillas y torques. Surge en el Bronce Antiguo y entre el 700-500 a.
C., ejerció una gran influencia en las culturas del hierro en Cogotas y Soto de
Medinilla, en la Meseta.
- Cultura talayótica: surge en las Islas Baleares, sobre el 1.500 a.C., se
mantiene durante la Edad del Hierro. Se caracteriza por la originalidad de sus
monumentos megalíticos (talayots, navetas y taulas).
3. La Edad del Hierro. Los pueblos prerromanos
3.1. Tartessos
Tartessos ha sido uno de los temas más recurrentes de la investigación histórica
española. El auge de la cuestión tartésica se debe a Adolph Schulten, quien,
publica Tartessos (1924) imaginando la civilización más antigua de Occidente,
equiparable a las del Antiguo Oriente. Se inspira en la Atlántida de Platón y en
los relatos de Heródoto sobre el viaje de Coleo de Samos y de los focenses hasta
Tartessos.
Atendiendo a J. Campos en Tartessos. El emporio del metal (2013) y a los
yacimientos arqueológicos de Huelva capital, Almuñécar (Granada), Toscanos
(Málaga), Carmona (Sevilla), etc., todo parece indicar que Tartessos fue un
territorio, en el suroeste peninsular, articulado en ciudades-estado
independientes gobernadas por reyes; asociadas a las explotaciones
metalúrgicas y al comercio con fenicios y griegos, lo cual provocó un proceso
orientalizante (inicia en el 700 a.C.) que desarrolló una sociedad urbana,
fuertemente jerarquizada, con un alfabeto propio, que usaba el torno alfarero, y
había descubierto el hierro. Sobre el 500 a.C. se patenta la desaparición de esta
cultura. Entre las causas se baraja el enfrentamiento bélico con Cartago (tesis
muy discutida) y la crisis económica por el agotamiento de las minas.
3.2. Los íberos
Se trata de un conjunto de pueblos y etnias autóctonas que, a pesar de no
presentar una unidad política ni social, se distinguen del resto de pueblos
peninsulares por un conjunto de rasgos culturales comunes. Estos rasgos son el
producto de un proceso orientalizante: fenicios, griegos y tartésicos introducen
elementos como el torno alfarero, el alfabeto y el hierro; lo que genera un

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proceso de iberización (entre los siglos VI y V a.C.) que engloba tres áreas: la
andaluza, la levantina y la catalana-aragonesa.
Atendiendo a las fuentes clásicas (Plinio, Ptolomeo, Estrabón, etc.), en
términos generales, los íberos constituirán ciudades-estado amuralladas
(oppidum) que tendrán influencia sobre un territorio bastante amplio. Estas
ciudades eran gobernadas por una aristocracia guerrera terrateniente (régulos).
Aunque, en los pueblos de influencia tartésica (turdetanos y oretanos) se
constituyen auténticas monarquías (basileus).
Se trata de una sociedad tribal, muy jerarquizada, en la que encontramos
un fuerte clientelismo con instituciones como la devotio ibérica, en la que un
guerrero consagraba su vida a un jefe mediante un juramento a la divinidad; o el
hospitium, que permitía la integración de un individuo extranjero en una tribu.
La base económica se sustentaba en una desarrollada agricultura
(animales de tiro y regadío), sin olvidar la ganadería, minería y la industria textil
de esparto y curtido. Destacaban en la talla de piedras policromadas como
demuestran las esculturas de la Dama de Elche y la Dama de Baza;
interpretadas como divinidad relacionada con la fertilidad y el mundo de
ultratumba.
3.3. Los indoeuropeos
Atendiendo a G. Bravo en Nueva historia de la España antigua (2017), las tesis
invasionista de los años 70 (pueblos celtas que sustituyen a la población
preexistente), no han sido corroboradas con evidencias arqueológicas. Hoy en
días se habla de un largo proceso de asimilación cultural en el que las culturas
autóctonas del Bronce Final, del interior y norte peninsular, son influenciadas
por elementos indoeuropeos. Un rasgo importante de estos pueblos es que se
amoldaron a las realidades étnicas impuestas por los romanos.
Así, varios grupos étnicos como son los arévacos, lusones, titos, belos,
etc., son englobados dentro de una nueva identidad, los celtiberos, y estos se
cohesionan bajo el termino exógeno impuesto. Los celtíberos, son el pueblo
indoeuropeo mejor documentado, ocuparon la Meseta oriental y el Valle del
Ebro, se piensa que la singularidad del término hace referencia a la fuerte
influencia del mundo ibérico en la cultura de los celtas (bárbaros) que poblaban
el valle del Ebro, manifestándose en la adopción de la escritura, el torno
alfarero y un posible alto grado de desarrollo urbano.
Nunca constituyeron una unidad política; y, a pesar de llegar a fundar
auténticas ciudades-estado (Numantia, Varia, etc.), dirigidas por un consejo
aristocrático, la base de la organización social era tribal, detectándose la

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presencia del clientelismo (practicaban la devotio y el hospitium). Las necrópolis
se caracterizan por el rito de la cremación en urna y ricos ajuares con piezas de
bronce y hierro que muestran una gran jerarquización social y un enorme
desarrollo de la metalurgia. Además, como otros pueblos indoeuropeos,
algunas de estas etnias eran seminómadas, lo que demuestra la importancia
económica de la ganadería.
Otro pueblo del que tenemos documentación son los vacceos, en la
cuenca del Duero, de los que las fuentes destacan su colectivismo de la tierra,
aunque sus necrópolis demuestran una jerarquización similar a la de los
celtiberos. En la Meseta occidental, se encuentra los vetones, de los que
destaca sus esculturas en granito de toros y cerdos (cultura de los verracos),
entroncándose con la anterior cultura de Cogotas II.
En la fachada atlántica se localizan los lusitanos, nombre genérico de una
etnia que incluía otras muchas como consecuencia del proceso de resistencia a
Roma. Las inscripciones lusitanas muestran que la organización tribal indígena
continuaba vigente todavía en los siglos II y III d. C., en forma de gentilitates o
clanes; además, practicaban el hospitium.
Al norte de la Península, los galaicos ocupaban la actual Galicia, y los
astures y los cántabros, el resto de la fachada cantábrica. Se organizaban en
comunidades tribales de régimen gentilicio que habitaban en castros; poblados
fortificados de muralla triple, situados en lugares de fácil defensa, con casas de
piedra de planta circular y techumbre cónica de ramajes.
Menos información nos ha llegado de los vascones, que ocupaban parte
del territorio navarro. Su origen es incierto y objeto de múltiples teorías; en
cualquier caso, su lengua no es indoeuropea. Algunos autores consideran que
eran los verdaderos habitantes de la Península que no habían padecido
influencias extranjeras.
4. Los pueblos colonizadores
4.1. Fenicios
Entre los siglos XII y VIII a.C., las ciudades-estado de la costa del actual Líbano
(Ugarit, Tiro, Sidón y Biblos) emprendieron una expansión marítima mediante
cabotaje por todo el Mediterráneo. Según los restos arqueológicos, desde el
siglo VIII a.C., estos fenicios, colonizaron las costas peninsulares, desde Huelva
hasta Alicante. Sus asentamientos articulaban el territorio formando: colonias,
espacio urbano y agrícola; factorías, enclaves de producción especializada; y
puertos de comercio, lugares de embarque y almacenaje. Las colonias más

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importantes fueron Gadir (Cádiz), Malaca (Málaga), Sexi (Granada), Abdera
(Almería).
Los fenicios desarrollaron una febril actividad minera; además de la
pesca, las industrias de salazones y del colorante púrpura. Difundieron las
técnicas de navegación y de explotación minera y agrícola; además trajeron el
hierro, el torno alfarero, el urbanismo, el alfabeto, etc., influenciando
enormemente a las poblaciones autóctonas con las cuales ejercieron una
hibridación cultural.
4.2. Griegos
Cerámicas de procedencia egea (micénica) permiten incluir a la Península
Ibérica en una red de intercambios comerciales que ya en el II milenio a.C.
contactaba ambos extremos del Mediterráneo. Pero serán los colonos focesos
(jónicos) de Massalia (Marsella), quienes establezcan las primeras colonias
(Rhode y Emporion) en la noreste peninsular en el S. VI a.C.
Estas colonias, progresivamente extenderán su influencia comercial con el
sureste peninsular llegando a fundar enclaves secundarios como
Hemeroskopeion (Alicante) y Mainake (Málaga/Granada). Los griegos
influenciaron enormemente a las poblaciones iberas, como demuestran el arte y
la escritura de estas; introdujeron la producción de vino y aceite, la metalistería
fina, el arado y la moneda.
4.3. Cartagineses
En el año 573 a.C., Tiro cae ante Nabucodonosor II de Babilonia,
independizándose una de sus principales colonias, Cartago (Túnez). Esta
emprende su expansión comercial por el Mediterráneo: tras la batalla de Alalia
(535 a.C.), contra los foceos, interrumpe el comercio de estos con Tartessos; y,
tras el II tratado comercial con Roma (348 a.C.), se asegura su hegemonía
comercial en la costa peninsular.
Para ello, tomará el control de los enclaves fenicios y fundará nuevas
colonias como Baria (Almería) y Qart Hadasht (Cartagena). A partir del S. III a.C.
su presencia adquirió el carácter de una conquista militar del territorio
ocasionado por la pérdida de las redes comerciales tras la I guerra púnica (264-
241 a.C.) contra Roma.
5. La dominación romana
Según J. M. Roldán en Historia antigua de España (2013), en la segunda guerra
púnica (218-201 a. C.) los cartagineses asaltaron Sagunto (aliados de Roma) lo
que fue considerado por Roma casus belli y sirvió para iniciar las hostilidades

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directas. En el 209 a.C., Escipión el Africano conquista Qart Hadasht (epicentro
del poder cartaginés en la Península) y en el 202 a.C. derrota al general
cartaginés Aníbal Barca en la batalla de Zama (N. África) quedando derrotado el
imperio de Cartago.
Ante la posibilidad de dominar el Mediterráneo, el Senado romano
decidió continuar la expansión por el territorio peninsular. La penetración en la
Península se realizó del este al noroeste, y desde la costa hacia el interior, estas
fueron sus etapas:
 Primera etapa (209 a.C.-195 a.C.): Roma intenta consolidar el territorio
conquistado pactando con la población indígenas, pero el incumplimiento de
los pactos y la mala administración generó una fuerte resistencia. La parte
conquistada se dividió en dos provincias, la Hispania Citerior y la Hispania
Ulterior.
 Segunda etapa (195 a.C.-133 a.C.): el cónsul Marco Catón es enviado para
reprimir las revueltas, produciéndose dos grandes enfrentamientos: contra
los celtiberos en la Citerior, derrotados por el cónsul Escipión Emiliano (133
a.C. destruye Numantia); y contra los lusitanos en la Ulterior, derrotados en
el 139 a.C., tras ser asesinado el caudillo Viriato.
 Tercera etapa (133 a.C.-29 a.C.): las conquistas alcanzaron la cordillera
cantábrica; sin embargo, el ritmo de conquista disminuyó a causa de las
guerras civiles (entre populares y optimates) que se libraron en Roma.
 Cuarta etapa (29 a. C.-19 a. C.): acabado el periodo republicano, el primer
emperador romano, Octavio Augusto, derrota a astures y cántabros, y divide
la Península en tres provincias: Tarraconense (antes la Citerior), Baetica, y
Lusitania (antes la Ulterior).
Durante y tras la conquista de la Península por parte de Roma tuvo lugar la
romanización de Hispania; se trata de un proceso de aculturación en el que los
pueblos autóctonos se adaptaron a las formas de vida romanas: adoptaron su
organización política, territorial y social, su estructura económica y asimilaron la
cultura romana, desde la lengua hasta la religión, pasando por las costumbres y
el derecho romano.
Los principales agentes del proceso fueron: el ejército, que expandió el
latín por toda la Península hasta la unificación lingüística; la creación de grandes
urbes como Tarraco, Augusta Emerita, Itálica, Cartago Nova, etc.; y elementos
culturales como la difusión del derecho romano, la creación de infraestructuras
como puentes, acueductos, red viaria, etc.; y el cristianismo, que acabaría con
los últimos reductos no romanizados del norte.

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6. Conclusión
En la historia tradicional de España, se comenzaba con un personaje mítico,
Túbal (nieto de Noé), que aparecía como el primer habitante de la Península
Ibérica, y, a continuación, se hablaba de dos pueblos: los íberos y los celtas. Hoy,
gracias al estudio de las fuentes literaria, y a la arqueología, conocemos la
existencia de un conjunto muy amplio de pueblos (denominados prerromanos),
cuyo origen se sitúa en los pueblos metalúrgicos, que a su vez procedían de las
primeras culturas neolíticas. Estos pueblos prerromanos padecieron una fuerte
influencia a partir del siglo VIII a.C. de los pueblos colonizadores. El triunfo
militar de Roma, en la segunda guerra púnica sobre Cartago, posibilitó la
dominación romana de la Península y la romanización de esta pasando a formar
parte de un imperio al que legaría importantes figuras como Lucano, Séneca y
Marcial, y, hasta tres emperadores, Trajano, Adriano y Teodosio.
7. Bibliografía
 Barandiarán, et al. (2012). Prehistoria de la Península Ibérica. Madrid: Ariel.
 Bravo, G. (2017). Nueva historia de la España antigua: una revisión crítica.
Madrid: Alianza.
 Campos, J. (2013). Tarteso. El emporio del metal. Córdoba: Almuzara.
 Roldán, H. J. M. (2013). Historia antigua de España: I. Madrid: UNED.
 Vega, G., et al. (2003). La Prehistoria. Madrid, España: Síntesis.

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