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Bloque I.

La Península Ibérica desde los primeros

humanos hasta la desaparición de la monarquía

visigoda (711)

1.1. Sociedad y economía en el Paleolítico y Neolítico. La pintura


rupestre.

La Prehistoria es la primera fase de la Historia. Es el periodo que tiene lugar desde la


aparición de los primeros seres humanos hasta la invención de la escritura, fenómenos que, en
cualquier caso, no se han producido a la misma vez en el tiempo ni en el espacio en el
planeta.
La Prehistoria se subdivide a su vez en Paleolítico, Neolítico y Edad de los Metales,
compartimentación temporal que se basa la evolución tecnológica del ser humano y en las
consecuencias sociales y económicas que ello conlleva. De este modo vamos a ver que el
Paleolítico se corresponde con un momento de máximo frío (glaciaciones) en el que los
grupos humanos son depredadores, es decir, viven de la caza y la recolección y, por ello,
tienen un modo de vida nómada. Las duras condiciones medioambientales (glaciaciones)
suponen la existencia de animales herbívoros de gran porte adaptados a un clima frío y más
lluvioso (uros, bisontes, caballos o ciervos).
El cambio que tendrá lugar en el Neolítico significa la adopción de un modo de vida
productor, en el que la economía se basa en la domesticación de animales (ganadería) y de
plantas. Este permitirá a los grupos humanos la sedentarización de su modo de vida y tendrá
como consecuencia una creciente complejidad social.

PALEOLÍTICO (1.200.000 - 7.000 a. C.)


El Paleolítico comienza hace más de 5 millones de años en el continente africano. El
australopiteco es el primer punto de enlace entre los simios y el género Homo,
protagonizando avances como el bipedismo o el aumento de la capacidad craneana.
El Homo habilis es el primer paso dentro de nuestra línea evolutiva, el que dará
lugar al Homo ergaster (primer ser humano que consigue salir de dicho continente).

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La ocupación de Europa llega por la zona de Próximo Oriente. Tiene lugar en torno
a 1´2 millones de años y se ve reducida a la zona meridional del continente por la existencia
de hielos permamentes hasta la línea de París. El yacimiento burgalés de la Gran Dolina (en
la sierra de Atapuerca) ha aportado restos de Homo antecessor de esa datación, lo que
supondría el comienzo de la habitación de nuestro continente. La mandíbula humana
encontrada y los cantos rodados asociados a ella indican que en esta zona ya habría recursos
suficientes para permitir la supervivencia, la cual se basaría en la recolección de frutos y el
carroñeo ocasional (también se han encontrado evidencias de fracturas intencionadas de
huesos para obtener el tuétano y conseguir aportes energéticos que resultarían vitales a largo
plazo). Las “bandas”, son el modo de organización social característico de las comunidades
cazadoras-recolectoras-carroñeras: número pequeño de individuos (entre 30 y 150 miembros)
organizados en familias nucleares con costumbres nómadas a lo largo de territorios más o
menos amplios.
El siguiente paso en la evolución humana sería el Homo heidelbergensis. Datado en
algo más de 300.000 años, también habitó la sierra de Atapuerca. El yacimiento más
importante es, sin lugar a dudas, la Sima de los Huesos, en la que arqueólogos como Juan
Luis Arsuaga o Ignacio Martínez han visto la posible primera evidencia de enterramiento
humano intencionado. La Sima albergaba más de 30 cadáveres humanos completos, lo que
permitió la reconstrucción total de este homo, con muestras tan fascinantes como el famoso
cráneo 5 conocido como “Miguelón”. La deformidad de la mandíbula de este individuo le
produciría tales carencias que necesitaría de otros para conseguir su supervivencia (lo que
indica que el Homo heidelbergensis era una especie con rasgos plenamente humanos). En
este yacimiento de la Sima de los Huesos también se encontró un bifaz asociado a industria
achelense (Excalibur), lo que ha sido interpretado como una especie de ofrenda a los muertos
que eran depositados al fondo de la galería.
El Homo neandertalensis es el siguiente paso en la evolución humana. De él
sabemos que era un ser musculoso y achaparrado, adaptado perfectamente al frío intenso,
experto en el control del fuego y en la caza de animales de gran porte. Se asocia con la
industria musteriense, datada en la Península en no más de 100.000 años y caracterizada por
su complejidad tecnológica. Su hábitat más común son zonas montañosas de origen kárstico
de la zona mediterránea en las que existen cuevas habitables como Cova Negra (Valencia).
La forma de vida se basaba en una movilidad continua por grandes espacios buscando
alimento, lo que obligaba a que los grupos fueran pequeños y a la colaboración entre sus
miembros (esto hace presuponer que no habría diferencias sociales).

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El origen del Homo sapiens tiene lugar en el norte de África, llegando a la Península
hace aproximadamente 40.000 años (donde conviviría con el neandertal varios miles de años,
parece que sin llegar a cruzarse genéticamente). Los yacimientos se generalizan por
prácticamente toda la Península, presentando una industria en piedra, hueso o marfil cada vez
más especializada. Aunque previamente los yacimientos de Homo neandertalensis ya
presentan muestras de arte, va a ser el sapiens el que las desarrolle plenamente. La
complejidad de estos grupos se hace patente también en las técnicas de enterramiento,
destacando en este sentido el yacimiento de Cueva Morín (en la que encontramos un varón de
mediana edad decapitado y acompañado de ofrendas florales, armas y un cervatillo).

NEOLÍTICO (7.000 a. C. - 3.000 a.C.)


El cambio climático que supone el final de la glaciación del Würm va a suponer una
revolución en la forma de vida de los grupos humanos con repercusiones globales. La
reducción de las precipitaciones y el calentamiento del planeta conlleva la retirada de los
hielos hacia el norte, el cambio de las líneas de costa y la modificiación de la fauna y la flora
de zonas como la Península Ibérica.
Tras un periodo de transición denominado Mesolítico, la presión demográfica en
varios puntos de la Tierra lleva a la progresiva domesticación de plantas y animales, es decir,
al tránsito de una economía depredadora a otra de carácter productivo. El aumento de los
recursos permitirá el crecimiento demográfico y supondrá la sedentarización de la población,
lo que tendrá también como consecuencia importantes cambios sociales derivados de
desigualdades económicas crecientes.
A nivel tecnológico se produce el paso de un utillaje lítico tallado a otro pulido,
desarrollándose herramientas especializadas en las nuevas tareas agrícolas (azadas, hoces o
molinos de mano). También se hace necesario el almacenaje y el procesado de los alimentos,
lo que lleva a la creación de la cerámica. De manera más o menos paralela comienzan a
utilizarse fibras textiles de origen animal o vegetal que se trabajan en telares.
En la Península Ibérica hay que mencionar dos grupos neolíticos: la Cultura de la
Cerámica cardial (ubicada en la zona de Levante y llamada así por la decoración de los vasos
con la concha de un molusco llamado cardium edule) y la Cultura de los sepulcros de fosas
en Cataluña (caracterizada por las tumbas individuales cubiertas con grandes losas). En el
resto de la Península la menor presión social hace que la llegada del Neolítico sea más tardía.

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PINTURA RUPESTRE
La pintura rupestre es el arte pictórico que se lleva a cabo sobre la piedra. Los
primeros ejemplos de arte rupestre aparecen hace más de 35.000 años, aunque la mayoría de
ellos los tenemos en el interior de cuevas paleolíticas cántabras o del suroeste francés datadas
entre 20.000 y 10.000 años de antigüedad. En ellas aparecen grandes herbívoros y signos
abstractos de difícil interpretación con unas características técnicas y formales homogéneas:
o Naturalismo acrecentado por el aprovechamiento de los entrantes y salientes de la
pared para dotar de volumen a las figuras representadas.
o Policromía: uso preferente del rojo y del negro.
o Figuras aisladas unas de otras, carentes de cualquier tipo de interés compositivo.
o Superposiciones por estar realizadas en momentos diferentes.
El mejor ejemplo de pintura rupestre en la Península Ibérica es la cueva de Altamira,
marcada por la presencia de bisontes y datada en unos 15.000 años.

Las pinturas levantinas son muy posteriores. Desde el Mesolítico y a lo largo del
Neolítico se desarrolla en toda la zona este peninsular un arte rupestre al aire libre en abrigos
rocosos o acantilados con características completamente diferentes. Ahora los temas más
recurrentes son escenas de caza o de guerra en los que sí que aparece la figura humana,
rituales mágicos, etc. con un esquematismo muy marcado y una tendencia a la monocromía
muy característica. Se nota que ya no son lugares de habitación como eran las cuevas
anteriores, sino zonas de paso en las que se quiere expresar una idea de manera rápida pero
muy significativa.
Los ejemplos más importantes son las pinturas de Cogull en Lleida y Valltorta en
Castellón.

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