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MONICIÓN INICIAL

En la alborada de nuestra labor misionera, queremos presentar ante Jesús nuestras vidas y todo
nuestro entusiasmo. A él, que se encuentra presente vivo y real en el Santísimo Sacramento del
Altar, acudimos para que sacie nuestros corazones sedientos de su amor misericordioso y así
podamos impregnar a los demás de él. Que, siguiendo su ejemplo, seamos capaces de donar
nuestras vidas sin guardarnos nada para que otros puedan conocerlo y amar. Llénanos, Jesús,
de amor y comprensión a todos los hombres y que seamos capaces de no buscar nuestra
comodidad, sino de comprometer nuestra vida hasta el máximo, cuando se trate de su propio
bien.

MONICIÓN INTRODUCTORIA
El Maestro lleva varios meses recorriendo los caminos de Galilea y predicando el Reino de Dios.
Numerosos judíos le han seguido en alguna parte de este camino. Ahora elige a los 72 para
enviarlos a predicar. Podríamos decir que es la primera misión de evangelización de los
discípulos. Y no olvidemos que todo cristiano, por su misma vocación, está llamado a ser
misionero, misionero en su familia, en su trabajo, en el ambiente que le rodea. El Maestro les
deja tres consignas claves para su labor: 1. Ser transmisores de paz 2. Ser médicos para el
enfermo 3. Ser evangelizadores.

1. Transmisor de paz
El cristiano, el evangelizador, es ante todo un transmisor de paz. Jesucristo dice a estos
primeros misioneros: cuando encuentren a alguien, díganle: paz. Al entrar en una casa, saluden
deseando la paz. Este don de Cristo resucitado es una gracia muy ansiada en nuestra sociedad.
El hombre, hoy más que nunca, desea la paz. «La tranquilidad del orden», así definían los
clásicos la paz. ¿Qué significa esto? Que transmitiremos la paz cuando vivamos en orden,
cuando nuestra jerarquía de valores tenga el orden adecuado: primero Dios, sus intereses, su
Reino; después, los demás, la caridad, la generosidad, las necesidades de quien nos rodea.
 ¿Qué puedo hacer para fomentar la paz en el lugar donde voy a misionar?

2. Médico para el enfermo


La segunda consigna que el Maestro dio a los 72 es la de curar a los enfermos, ser médico para
aquellos a quienes nos acercamos. No está hablando solo de curar físicamente las enfermedades
de nuestro prójimo, aunque también podemos ofrecer este necesario servicio. Se refiere
principalmente a curar sus almas: cuántas veces una palabra de aliento, un saber escuchar y
comprender sana más a un enfermo que la medicina más avanzada y revolucionaria. En nuestra
misión evangelizadora, y no olvidemos que evangelizamos cada día, con nuestra vida cristiana,
estamos llamados a llevar la salud a quien nos rodea. La medicina progresa más; enfermedades
incurables hace unas décadas ahora se pueden controlar y superar. Sin embargo, la enfermedad
de la soledad, del sufrimiento, de la angustia, sigue igual de presente que hace 2 mil años. Y
esas son unas de las enfermedades que podemos y debemos curar con nuestra vida cristiana.
 ¿Cómo puedo hacer para que mis palabras y testimonio sean saludables a los
demás?
3. Evangelizador
Hasta aquí podría parecer una misión humana, filantrópica: hacer el bien a los demás, llevarles
alegría, ilusión, consuelo, comprensión. Pero Jesús añade una consigna más, el principal
mensaje que deben transmitir: «El Reino de Dios está cerca». Se trata, pues, de una misión
totalmente evangelizadora, sobrenatural. Hablar del Reino de Dios se refiere a algo que nos
supera, que no es de este mundo, aunque se realice aquí abajo. Aquí radica la diferencia entre el
simple voluntariado y la caridad cristiana. Los dos pueden realizar obras semejantes, pero uno lo
hace por amor al hombre, mientras el otro lo hace por amor a Dios en el hombre.
 ¿Cuáles son los valores del Reino de Dios que debo vivir y llevar a la misión?

PLEGARIA
Dirijamos nuestra oración a Jesús que es nuestro Maestro y pidámosle que nos enseñe en su
escuela para que aprendamos a imitarle. Digámosle: ENSÉÑANOS, SEÑOR.

 Señor, enséñanos a estar a disposición de los otros en vez de quererlos dominar.


 Señor, enséñanos a descubrir las aspiraciones y deseos del prójimo.
 Señor, enséñanos a ofrecer voluntariamente nuestra ayuda a aquellos que la necesitan.
Señor, enséñanos a aceptar lo ingrato y asumir lo desagradable.
 Señor, enséñanos a servir con amor y generosidad a los pobres.
 Señor, enséñanos a realizar toda obra con espíritu de caridad y entrega.
 Señor, enséñanos a compartir nuestra vida de fe con los hermanos.
 Señor, enséñanos a profundizar en el misterio eucarístico.
 Señor, enséñanos a vivir entregados a la misión de la Iglesia.
 Señor, enséñanos a imitar a María, Madre de la Iglesia, en su sí a la voluntad del Padre.

Padre nuestro y Tantum ergo

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