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EL MIEDO EN OCCIDENTE, JEAN DELUMEAU

UN ENIGMA HISTÓRICO. LA GRAN REPRESIÓN DE LAS BRUJAS


El miedo a la mujer culminó en Occidente, entre los teólogos y los jueces, en el inicio de los Tiempos
modernos: no es de extrañar que la caza de brujas tuviera entonces una violencia sorprendente.
Ya los emperadores cristianos de siglo iv, y algunos más tardíos, habían amenazado con castigos
severos a quienes se entregaran a las prácticas mágicas. No obstante, la Iglesia de la alta Edad Media había
defendido la clemencia y la prudencia respecto a los culpables. A estos más valía dejarles la vida para que
hicieran penitencia (según León VII), y había que evitar la persecución de mujeres inocentes.
Desde finales de siglo xii, la actitud pragmática de la Iglesia se modificó en virtud de dos causas: la
afirmación de la herejía con los valdenses y los albigenses, y una voluntad creciente de cristianización que
expresaron y actualizaron los predicadores de las órdenes mendicantes.
Poco a poco se fue definiendo creencias acerca de diabólicas asambleas en la que se adoraba a
Lucifer, sus fieles se entregaban a desenfrenos sexuales y se recibía el cuerpo del Salvador para escupirlo
sobre excrementos. Tipología, que se denominará Sabbat, planteada frente al cristianismo como una anti
religión amenazadora.
En este ámbito de inquietud, y debido a las habladurías acerca de las prácticas mágicas, Juan XXII,
redactó la bula Super illius specula (1326). Así, se asimilaba la brujería a una herejía, por lo que los
inquisidores tenían la potestad de perseguirla, ya que al adorar al diablo y firmar un pacto con él o tener a su
servicio demonios era volver las espaldas a la fe. Los cristianos tenían ocho días para renunciar a Satán,
abandonar las prácticas mágicas y quemar los libros acerca de estas.
A partir de siglo XIV, la actividad de la Inquisición contra la brujería se iba precisando en los planos
teórico y práctico. Así, en los procesos abiertos contra las brujas tolosanas en el transcurso de mediados de
este siglo aparece por primera vez la palabra Sabbat.
Hay herejía desde el momento en que los demonios están imbricados, al igual que invocar los poderes
del infierno.
Así, todo quedaba preparado para la gran caza de brujas y brujos a partir de este momento, junto a
valdenses y cátaros. Las autorizaciones estaban dadas, el procedimiento preparado y los crímenes estaban
catalogados. La confusión entre herejía y brujería hace que los presuntos culpables puedan ser perseguidos
indiferentemente por los tribunales eclesiásticos o laicos.
A finales del siglo xiv y durante el siglo XV se incrementaron los procesos contra brujería y los
tratados que lo condenaban. Las obras teóricas impulsaban las persecuciones. Así se contabilizan en Europa
12 procesos de la Inquisición entre 1320 y 1420. Los culpables son calificados de herejes o valdenses.
Destacan a finales de siglo XV, dos acciones jurídicas sensacionales en Francia: En Evreux, donde se acusa a
Guillaume Adeline de haber concluido un pacto con el diablo. El otro es el proceso de valdenses de Arras. En
Alemania, a finales de siglo, es escenario de una caza de brujas activa, así como secuaces de Satán.
Destaca el tratado FORMICARIUS, de Jean Nider (1435-37), que expone las persecuciones que había
dirigido en Suiza de Berne y las conclusiones que se llega: Brujos y brujas lanzan maleficios, provocan
tempestades, destruyen cultivos, adoran a Lucifer y van al Sabbat por los aires. Las mujeres magas se
especializan en la fabricación de los filtros de amor, de los raptos de niños, y la antropofagia. Todos y
todas forman parte de una secta demoníaca en la que se reniega a Dios. Se trata de la primera obra
demonológica que insiste en el papel de las mujeres en la brujería, tema que el MALLEUS, desarrollará hasta
la obsesión.
El MALLEUS, precedido por la bula de Inocencio VIII, Summis desiderantes affectibus (1484), por la
que el papa incitaba a los prelados alemanes a reforzar la represión contra la brujería. Texto que es eco de los
fantasmas de los inquisidores germánicos que veían por todas partes maleficios y reniegos de bautismo, así
como demonios. Contribuyó más que otro libro a identificar la magia popular como una forma de herejía
uniendo de este modo un crimen civil a un crimen religioso. Hasta entonces, no se había dicho con tanta
claridad que la secta diabólica está constituida esencialmente por mujeres. Además, el carácter sistemático del
libro y su metodología investigadora, hicieron de este una herramienta de trabajo de primer orden. Se
convirtió en la obra por excelencia de referencia de los jueces en su materia, de ahí su éxito.
Durante todo el siglo xvi, y la primera mitad del xvii, los procesos y ejecuciones de brujos y brujas se
multiplicaron en diferentes rincones de Europa Occidental y central. Alcanzando su cénit en la locura
perseguidora entre 1560 – 1630.
Durante la primera mitad del siglo XVI, se había mantenido limitada golpeando a las regiones alpinas
y pirenaicas. Más tarde fue intensa especialmente en Suiza, en Alemania, Franco – Condado, Lorena,
Luxemburgo y los P. Bajos. En Inglaterra la caza de brujas fue violenta, especialmente bajo el reinado de
Isabel. Al igual fue dura en Escocia. En el otro extremo de Europa, la onda represiva llegó a finales del siglo
xvi a Dinamarca y Transilvania. Cayó sobre Suecia, Polonia cuando ya se estaba extinguiendo en Occidente,
es decir, segunda mitad siglo XVII y XVIII.
La obsesión de la brujería se extendió por su acompañamiento a fenómenos histéricos denominados
posesiones diabólicas. Los procesos de Salem en el siglo XVIII, fueron los últimos con ocasión en que toda
una comunidad vio amenazada su existencia.

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