UN ENIGMA HISTÓRICO. LA GRAN REPRESIÓN DE LAS BRUJAS
El miedo a la mujer culminó en Occidente, entre los teólogos y los jueces, en el inicio de los Tiempos modernos: no es de extrañar que la caza de brujas tuviera entonces una violencia sorprendente. Ya los emperadores cristianos de siglo iv, y algunos más tardíos, habían amenazado con castigos severos a quienes se entregaran a las prácticas mágicas. No obstante, la Iglesia de la alta Edad Media había defendido la clemencia y la prudencia respecto a los culpables. A estos más valía dejarles la vida para que hicieran penitencia (según León VII), y había que evitar la persecución de mujeres inocentes. Desde finales de siglo xii, la actitud pragmática de la Iglesia se modificó en virtud de dos causas: la afirmación de la herejía con los valdenses y los albigenses, y una voluntad creciente de cristianización que expresaron y actualizaron los predicadores de las órdenes mendicantes. Poco a poco se fue definiendo creencias acerca de diabólicas asambleas en la que se adoraba a Lucifer, sus fieles se entregaban a desenfrenos sexuales y se recibía el cuerpo del Salvador para escupirlo sobre excrementos. Tipología, que se denominará Sabbat, planteada frente al cristianismo como una anti religión amenazadora. En este ámbito de inquietud, y debido a las habladurías acerca de las prácticas mágicas, Juan XXII, redactó la bula Super illius specula (1326). Así, se asimilaba la brujería a una herejía, por lo que los inquisidores tenían la potestad de perseguirla, ya que al adorar al diablo y firmar un pacto con él o tener a su servicio demonios era volver las espaldas a la fe. Los cristianos tenían ocho días para renunciar a Satán, abandonar las prácticas mágicas y quemar los libros acerca de estas. A partir de siglo XIV, la actividad de la Inquisición contra la brujería se iba precisando en los planos teórico y práctico. Así, en los procesos abiertos contra las brujas tolosanas en el transcurso de mediados de este siglo aparece por primera vez la palabra Sabbat. Hay herejía desde el momento en que los demonios están imbricados, al igual que invocar los poderes del infierno. Así, todo quedaba preparado para la gran caza de brujas y brujos a partir de este momento, junto a valdenses y cátaros. Las autorizaciones estaban dadas, el procedimiento preparado y los crímenes estaban catalogados. La confusión entre herejía y brujería hace que los presuntos culpables puedan ser perseguidos indiferentemente por los tribunales eclesiásticos o laicos. A finales del siglo xiv y durante el siglo XV se incrementaron los procesos contra brujería y los tratados que lo condenaban. Las obras teóricas impulsaban las persecuciones. Así se contabilizan en Europa 12 procesos de la Inquisición entre 1320 y 1420. Los culpables son calificados de herejes o valdenses. Destacan a finales de siglo XV, dos acciones jurídicas sensacionales en Francia: En Evreux, donde se acusa a Guillaume Adeline de haber concluido un pacto con el diablo. El otro es el proceso de valdenses de Arras. En Alemania, a finales de siglo, es escenario de una caza de brujas activa, así como secuaces de Satán. Destaca el tratado FORMICARIUS, de Jean Nider (1435-37), que expone las persecuciones que había dirigido en Suiza de Berne y las conclusiones que se llega: Brujos y brujas lanzan maleficios, provocan tempestades, destruyen cultivos, adoran a Lucifer y van al Sabbat por los aires. Las mujeres magas se especializan en la fabricación de los filtros de amor, de los raptos de niños, y la antropofagia. Todos y todas forman parte de una secta demoníaca en la que se reniega a Dios. Se trata de la primera obra demonológica que insiste en el papel de las mujeres en la brujería, tema que el MALLEUS, desarrollará hasta la obsesión. El MALLEUS, precedido por la bula de Inocencio VIII, Summis desiderantes affectibus (1484), por la que el papa incitaba a los prelados alemanes a reforzar la represión contra la brujería. Texto que es eco de los fantasmas de los inquisidores germánicos que veían por todas partes maleficios y reniegos de bautismo, así como demonios. Contribuyó más que otro libro a identificar la magia popular como una forma de herejía uniendo de este modo un crimen civil a un crimen religioso. Hasta entonces, no se había dicho con tanta claridad que la secta diabólica está constituida esencialmente por mujeres. Además, el carácter sistemático del libro y su metodología investigadora, hicieron de este una herramienta de trabajo de primer orden. Se convirtió en la obra por excelencia de referencia de los jueces en su materia, de ahí su éxito. Durante todo el siglo xvi, y la primera mitad del xvii, los procesos y ejecuciones de brujos y brujas se multiplicaron en diferentes rincones de Europa Occidental y central. Alcanzando su cénit en la locura perseguidora entre 1560 – 1630. Durante la primera mitad del siglo XVI, se había mantenido limitada golpeando a las regiones alpinas y pirenaicas. Más tarde fue intensa especialmente en Suiza, en Alemania, Franco – Condado, Lorena, Luxemburgo y los P. Bajos. En Inglaterra la caza de brujas fue violenta, especialmente bajo el reinado de Isabel. Al igual fue dura en Escocia. En el otro extremo de Europa, la onda represiva llegó a finales del siglo xvi a Dinamarca y Transilvania. Cayó sobre Suecia, Polonia cuando ya se estaba extinguiendo en Occidente, es decir, segunda mitad siglo XVII y XVIII. La obsesión de la brujería se extendió por su acompañamiento a fenómenos histéricos denominados posesiones diabólicas. Los procesos de Salem en el siglo XVIII, fueron los últimos con ocasión en que toda una comunidad vio amenazada su existencia.