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TESIS DE LICENCIATURA EN

PSICOLOGÍA

Título: La posición del sujeto en las


adicciones

Autora: Mazzini, Magdalena


DNI: 38322495

Tutora: Escalada, María de la Paz

2018

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Índice

Introducción…………………………………………………………….Página 2

Objetivos………………………………………………………………..Página 2

Metodología……………………………………………………………Página 3

Marco teórico………………………………………………………….Página 3

Estado del arte………………………………………………………..Página 6

Viñetas…………………………………………………………………Página 8

Desarrollo y articulación……………………………………………..Página 10

Nuevos síntomas……………………………………………………..Página 10

Capitalismo y adicción……………………………………………….Página 11

Tesis lacaniana……………………………………………………….Página 12

La toxicomanía… ¿es un síntoma?..............................................Página 13

Goce cínico (Toxicomanía y Super yo)…………………………….Página 15

Operación toxicómana y posición del adicto………………………Página 16

Nombrar……………………………………………………………….Página 19

Acción compulsiva y decir silencioso………………………………Página 20

Conclusión……………………………………………………………Página 22

Bibliografía……………………………………………………………Página 23

1
Introducción

La presente tesis de Licenciatura corresponde a la alumna Magdalena Mazzini


estudiante regular de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos
Aires. La tutora a cargo de dicho trabajo es la Lic. María de la Paz Escalada y la
temática de esta Tesis de Grado se sitúa dentro del área clínica. El tema
propuesto se relaciona con la problemática de adicciones y se trata de la posición
del adicto frente a su Otro. En un segundo nivel de análisis, se relacionará con
la incidencia de un super yo severo y luego con la posibilidad de análisis en esos
casos (qué condiciones se deben dar). Se articulará con tres viñetas clínicas
trabajadas en la Práctica Profesional: “Abordaje de las patologías del acto: la
clínica en los bordes” en la institución “CETRAD”. Los interrogantes que guían el
trabajo son: ¿Cuál es la posición del sujeto frente al Otro en las adicciones?
¿Podemos hablar de sujeto? ¿Frente a qué condiciones se puede pensar una
posibilidad de análisis? ¿Cuál es el rol del super yo en esta problemática?
¿Cuánto se han ocupado de estas temáticas S. Freud y J. Lacan?

La psicología cognitiva considera al sujeto como un sistema de procesamiento


de información y propone desde ese lugar un sujeto programado. Propone un
sujeto sin falta en tanto los datos que faltan pueden ser ingresados, es decir un
sujeto que es un individuo. Por el contrario, para la práctica analítica se trata de
un sujeto del inconsciente, castrado y barrado, orientado por la causa de su
deseo y responsable de su decir.

Objetivos:

Objetivos generales:

• Plantear la problemática de las adicciones desde la perspectiva


psicoanalítica desarrollando sus alcances y limitaciones

• Desarrollar el recorrido histórico de la problemática en autores clásicos


como S. Freud y J. Lacan

Objetivos específicos:

• Desarrollar la posición del adicto en relación a su Otro

• Destacar el aplastamiento subjetivo en el adicto

2
• Relacionar la posición del adicto con el mandato severo de un super-yo
que exige un goce total y absoluto

• Esbozar cuándo y bajo qué circunstancias podemos hablar de posibilidad


de análisis en un paciente con esta problemática

• Señalar el goce único característico de la temática

• Esbozar algunas coordenadas de la dirección de la cura

Metodología

En el presente trabajo se realizará un recorrido teórico desde una perspectiva


psicoanalítica respecto al tema propuesto, a partir de bibliografía pertinente que
justifique los planteos. Se trabajarán los conceptos de dimensión subjetiva, de
posición, de goce, de super yo, entre otros y se realizará una articulación teórico
clínica a partir del análisis de tres viñetas presentadas. La tesis de grado se
desarrollará como una articulación de carácter cualitativa.

El enfoque cualitativo tiene su origen en un pionero de las Ciencias Sociales:


Max Weber, quién propone que además de la descripción y medición de
variables sociales, debe estudiarse el contexto dónde se desarrollan los hechos
y los significados subjetivos. Se diferencia del enfoque cuantitativo ya que no se
fundamenta en la estadística sino en la extracción de significados a través de
datos. Se funda en un proceso inductivo de explorar y describir y luego generar
perspectivas teóricas. “El enfoque se basa en métodos de recolección de datos
no estandarizados. No se efectúa una medición numérica, por lo cual el análisis
no es estadístico”1 y no hay manipulación con respecto a la realidad.

Marco teórico

El presente trabajo se enmarca en la teoría del psicoanálisis de orientación


freudiana y lacaniana. Es decir, el marco teórico utilizado es el del psicoanálisis,
tomando autores clásicos como S. Freud y J. Lacan pero también autores

1
Hernández Samipieri, R; Fernandez Collado, C. y Baptista Lucio, P. (2006) Metodología de la
Investigación. México d.f.: Ed. McGraw Hill Interamericana. P.p 17

3
contemporáneos cómo Tarrab, Mauricio; Sillitti, Daniel; Laurent, Eric; Sinatra,
Ernesto; Naparstek, Fabián entre otros.

• Operación toxicómana: es aquella que se verifica en la experiencia clínica


y procede de un rechazo al Otro. No es un mensaje dirigido al Otro e
implica un goce no articulado con el partenaire ni con el otro sexo. Es una
operación que separa, que procura su goce por un camino no sexual. Se
relaciona con el rechazo del inconsciente y es una elección contra la
castración y contra la división. El goce de la intoxicación entra en ruptura
con toda ficción y frente a la encrucijada sexual la operación toxicómana
plantea una solución que si se logra liquida la cuestión del sexo y del
sujeto. Situar la operación toxicómana permite la descentralización de la
categoría social “toxicómano” ya que sitúa la relación particular del sujeto
con la droga. La función suele estar relacionada con aportarle al sujeto
una respuesta para hacer frente a lo imposible de soportar.

• Goce: el goce en los sujetos adictos es positivo, se habla de la “positividad


de goce” que es con la que se trata el vacío. Desde el punto de vista de
la ética el adicto hace una elección de goce que obtura la falta y suprime
la palabra, es un goce cínico. Esta experiencia de goce aplasta la
dimensión subjetiva ya que no está regulado, se encuentra por fuera de
la medida fálica y se inscribe dentro de la línea del autoerotismo.

• Análisis: la droga es exitosa y cuando cumple su función, es incurable.


Pero muchas veces fracasa y es en esos casos dónde algunos consultan
y tal vez se abra la posibilidad de que acepten el esfuerzo de subjetivación
que el psicoanálisis propone. La posibilidad de análisis en las adicciones
se da cuando la droga fracasa, cuando ya no le provee al sujeto aquello
requerido para tratar su vacío. Cuando el sujeto se presenta en una
terapia es porque algo ya no marcha, pues en caso contrario, no iría. Al
fracasar la droga arrastra al sujeto a una caída catastrófica y aquello que
producía calma, produce ahora más angustia. Ese es el momento preciso
dónde puede abrirse la posibilidad de que llegue a consultar. Tarrab
4
expone que “… cuando el tren de la angustia nos arrolla ya no se puede
dormir tranquilo”2. Explica que la experiencia subjetiva de la angustia no
deja duda; aunque el sujeto no sepa que le pasa puede identificar que
debe hacer algo con eso. La angustia es la única certeza en medio de
incertidumbres. Se habla de exceso de drogas pero en realidad se debe
hablar de exceso de goce. Éste no permite ubicar la falta en el sujeto y es
lo primero que debe trabajarse en una dirección de la cura. Se debe
intentar ir en contra de la identificación que se condensa en la afirmación
“soy toxicómano”. El lugar donde debe ubicarse el analista es en el de no
entender a qué se hace referencia con toxicómano y debe intentar
conducir al sujeto en la vía del deseo, única posibilidad de mantener al
goce a raya. Se trata de ir de la experiencia de la droga a la cuestión del
sujeto, la cual es anterior de la droga y para la cual la droga es una
respuesta.

• Super Yo: esta instancia tiene la posibilidad de enfermar y Lacan lo


destaca al explicar que el super yo tiene el carácter del imperativo de goce
y lo define como una figura feroz. El super yo exige un empuje al goce
imposible prescindiendo del paso por el cuerpo del Otro y así poder eludir
el enfrentarse con la castración.

Relación con la Subjetividad de la Época

La incidencia de la ciencia, con la producción de objetos capaces de producir y


unificar el goce, de homogeneizar las formas de gozar, indica la relación de la
civilización con el goce y un correlativo aplastamiento de la dimensión subjetiva.
La respuesta de la ciencia al malestar en un mundo regulado por el mercado y
el capitalismo tiene como consecuencia el aplastamiento del sujeto, quien,
caracterizado por su falta estructural, le demanda a la ciencia la producción de
objetos para llenar el vacío de su ser. La ciencia y el mercado se volvieron
capaces de captar goce y de poner en la rueda del consumo una manera de
gozar para todos. El toxicómano es el consumidor ideal ya que responde a la

2
Tarrab, Mauricio (s.f) “La certeza de la angustia” en “El blanco de la interpretación”. Ed. Gramma
incluido en “Aperiódico psicoanalítico número 14”. P.p 1

5
oferta de un goce no fracturado, no fragmentado, no regulado por el camino de
la sexualidad; es decir un goce uno ya sea el del tóxico o el de los objetos de la
ciencia. Lo que sucede es que la traducción del organismo al cuerpo deja una
falta que es irreabsorbible y el adicto busca a Otro absoluto.

Dirección de la cura

La dirección de la cura se relaciona con articular la cuestión del goce pero


igualmente buscar las relaciones significantes implicadas. No tomarlas en cuenta
impide capturar el sentido simbólico del goce. Son las determinaciones
significantes las que ubican el lugar que la droga ha venido a ocupar para ese
sujeto. Es la clínica del caso por caso, teniendo en cuenta lo singular y lo posible
para cada uno.

Estado del Arte

La toxicomanía desde el psicoanálisis se enmarca dentro de la clínica de los


bordes. Entendemos por bordes aquello que se concentra en los límites
abordables por el discurso, abordables por el psicoanálisis. En algún momento
se pensó que el psicoanálisis no podía tratar a las psicosis pero luego eso
cambió; haber atravesado esa frontera no quiere decir que las fronteras se
eliminaron sino que se construyeron nuevas. Frente a estos nuevos desafíos y
obstáculos el psicoanálisis no debe retroceder. Por lo tanto, bordes no hace
referencia a una categoría patológica sino a los obstáculos de la teoría
psicoanalítica.

Freud y Lacan no dedicaron escritos específicos a trabajar el tema de las


toxicomanías. En la época de Freud la toxicomanía era un síntoma aislado, entre
otros. Mientras que en la actualidad hay una tendencia a una respuesta única y
globalizada, a un goce unitario y para todos por igual que intentar borrar las
diferencias. En el tiempo del consumo generalizado se ubica como respuesta
única al malestar.

La época freudiana no se encontró exenta de consumo de drogas o de


adicciones, ya que había muchos adictos a la morfina pero es sólo en “El
malestar en la Cultura” dónde Freud da una definición del tóxico y la relaciona
con un instrumento que alivia lo problemático del encuentro con la imposibilidad

6
de la felicidad. Este instrumento, señala, al tener un efecto tan veloz sobre el
cuerpo asegura satisfacción y una ilusión de independencia del mundo exterior.
Es decir, Freud piensa la intoxicación como un modo de aliviar la carga de la vida
simultáneamente evitando el encuentro con lo displacentero y ganando el placer
producido por el tóxico.

Lacan también presenta pocas referencias al tema pero da una definición de las
drogas coherente con la de Freud: define a la droga como lo que permite romper
la relación del sujeto con el goce fálico. Esa ruptura permite obtener un goce que
al no estar regulado por el falo, excluye el pasaje de la relación al Otro.

En relación al tema de la presente tesina (la posición del sujeto) autores


contemporáneos hicieron referencia en sus escritos.

Mauricio Tarrab en “Una experiencia Vacía” explica que aquello que se ve en la


clínica es “La operación toxicómana” que procede de un rechazo del Otro,
manifiesta una ruptura con el campo del Otro y los define cómo solitarios
consumidores anónimos. Expone “…implica un goce no articulado, no articulado
al partenaire, ni al Otro sexo”3. El mismo autor en “El goce es tóxico” explica que
la relación del sujeto con la droga es el matrimonio perfecto, como lo llamaba
Freud, ya que promete resolver la incertidumbre. Es decir, la droga reemplaza
las complicaciones del deseo.

Daniel Sillitti en “La eficacia del nombre: los llamados adictos” propone en
relación a esto que el sujeto al definirse como “Soy Toxicómano” denota una
identificación bruta al significante y se muestra en posición de objeto. Esta
identificación obtura con eficacia la falta y recupera un goce por fuera de la
medida fálica. Este goce no participa de los efectos de la metáfora paterna pero
tampoco constituye una psicosis. Este autor en “la toxicomanía no es un síntoma”
explica que quién consulta suele presentarse bajo el significante “soy
drogadicto”, esa es su posición: se presenta desde su manera de gozar, este
modo lo define. La droga es presentada como la responsable de lo que le ocurre,
borrando la pregunta por la causa. El goce, en tanto la ruptura del matrimonio
con el cuerpo, prescinde del Otro y presenta un goce autoerótico.

3
Tarrab, Tarrab (2000) “Una experiencia vacía” en “Más allá de las drogas- Estudios
Psicoanalíticos”/Sujeto, goce y modernidad. Nueva serie. Ed. Plural. P.p 19

7
Eric Laurent en “Tres observaciones sobre la toxicomanía” explica que la
toxicomanía no es un síntoma ya que no es una formación de compromiso sino
una formación de ruptura. Señala la posición compulsiva de los toxicómanos
quiénes “no quieren otra cosa” ya que la ruptura con el goce fálico suprime las
particularidades.

Fabián Naparstek en “Introducción a la clínica con toxicomanías y alcoholismo”


refiere que la posición del adicto es la de un desenganche respecto del Otro, del
Otro social, del Otro del lenguaje, del Otro sexo. Utiliza el término muleta,
empleado por Freud, para mostrar que la droga es aquello que va al lugar de una
ausencia y que intenta suplirla. Su funcionamiento de suplencia queda alterado
y hay un punto en que toda muleta se vuelve siniestra ya que no la puede
manejar y lo deja por fuera de la relación con el Otro. El mismo autor en un
seminario llamado “Clínica de las adicciones” explica que cada sujeto hace un
uso distinto de la droga y que la droga cumple una función diferente para cada
uno. Resalta la importancia de buscar en el síntoma la singularidad y no por la
vía del fantasma.

Viñetas

Matías

Matías está casado y refiere que el padre era quién le conseguía la droga durante
su adolescencia y juventud al llevarlo hasta la villa con su hermano para que no
les pase nada ya que era policía. Matías cuenta que nunca lo sintió presente,
que nunca pudo contar con él ya que cuando era chico estaba preso. Hace unos
años intentó matarlo dos veces y la última derivó en una internación. Refiere
odiarlo y no poderlo ver. Actualmente Matías se encuentra en tratamiento y
tomando medicación, por lo que según él, no tiene deseo sexual ni consigue
poder tener relaciones con su esposa. Relata que tiene altibajos y que “siempre
le echa la culpa al consumo”.

Camila

Camila vive con su madre, tiene 40 años y tiene una hija de 5 a la que no puede
visitar ya que le sacaron la tenencia y le prohibieron el vínculo hasta que se
rehabilite. Comenta una relación muy conflictiva con su ex novio, con quién vive

8
su hija. En una oportunidad les pidió a miembros de la institución a la que asiste
si podían presentarse en una audiencia para contar que asiste al tratamiento y
relatar sus avances pero éstos no pudieron concurrir y “sintió que le hicieron un
vacío, que en el juzgado se sintió el vacío de que no vaya nadie de su parte,
siempre tiene ese vacío y esto lo empeoró”. Además aclaró que “si a la siguiente
audiencia no iban, iba a prender fuego la institución”. Ella se muestra siempre
muy agresiva y desmedida, todo lo que comenta tiene relación con pegar, matar,
insultar. Cuando un compañero cuenta una situación conflictiva le pide que la
llame si necesita arreglar algo, que ella pone los puntos con violencia para que
“sepan que no se jode”.

El día de la madre su abogado consiguió que vea 3 horas a su hija a la cual no


veía hace un año pero le pareció poco y ese día se peleó con las hermanas
porque ella quería quedarse con su hija más horas y éstas le dijeron que no, que
había que respetar la orden del juez y hacer todo como se debía, cuestión que
no lograba entender. Agradeció al terapeuta del grupo por la compañía y expuso
que ella “no va con amateurs, sino que va a lo grande ya que un novato no la
alcanza” remarca que ella va a los que tienen “muchísima experiencia”:

Juan

Juan tiene 30 años y vive con sus padres. Trabaja como portero y le cuesta
mucho controlar sus gastos y no “gastar todo el sueldo en ropa, en comida, no
tirar la plata”. Se encuentra en tratamiento hace 10 años y un día contó una
situación que había vivido esa mañana: muy temprano cuando iba en colectivo
hacia el trabajo, se desocupó un asiento que él considero que le correspondía y
otro hombre se sentó. Sintió irá, bronca y expresó no poder controlarse: se puso
muy nervioso y comenzó a “empujarlo sutilmente, pegarle con el codo,
molestarlo” reconociendo que esa era una conducta típica de cuando
consumía. Explicó que “el drama es que no puede cortarla”. En la misma semana
le chocaron el auto y le robaron el celular, reconoció nuevamente “no poder
parar”. Además “se le cruzó por la cabeza el consumo porque cuando tenía
bronca antes iba a consumir para tapar el hueco”.

Otro día Juan comentó en el grupo que está teniendo problemas de ira de los
cuales se arrepiente luego, “en esas situaciones no puede cortar, su problema

9
siempre fue el enojo”, por ejemplo cuando va a sacar plata del cajero y “entre
que sale el ticket y todo… es mucho tiempo”.

Desarrollo y Articulación

Nuevos síntomas

Freud vincula la pulsión con la civilización ya que ubica al super yo en el origen


del malestar. Al aumentar la renuncia pulsional, aumenta la severidad del super
yo ya que, alimentada la conciencia moral, exige nuevas renuncias. Lacan,
continuando la línea de pensamiento de Freud, postula una posición extrema de
la responsabilidad y afirma que de nuestra posición de sujeto somos siempre
responsables. A partir de esto cambia la conceptualización de la relación entre
civilización y satisfacción pulsional. El super yo moderno debe pensarse con
otros efectos: da origen a un empuje al goce; lo que Miller llamó “la caza del plus
de gozar”. Ya no se trata entonces del malestar que supone la culpabilidad sino
de un malestar en relación al sujeto liderado por el cinismo de su goce. El antiguo
malestar suponía culpabilidad y por lo tanto a un Otro, aunque éste muerto, el
nuevo malestar se desprende del Otro. Estos nuevos síntomas se presentan
como consecuencia de que la fuerza de las instituciones ha perdido poder,
generando incertidumbre al multiplicarse las opciones. El sujeto ahora debe
elegir. Uno de los llamados nuevos síntomas que aparece como consecuencia
es la drogadicción.

El sujeto moderno se encuentra ante el imperativo de elegir. Este “elige” se


puede leer como un “goza” representando al super yo contemporáneo. La
subjetividad de la modernidad tardía es la subjetividad del consumir consumido,
todos los individuos son objetos de consumo. A partir de esto la clínica cambia y
aparecen: la caída de la culpa; el ascenso de la angustia que irrumpe sin
ligadura, sin tratamiento psíquico, sin mediación; el empuje a la manía, como se
puede observar en las viñetas de Camila y Juan en quienes se figura de un modo
claro la acción compulsiva que da vueltas sin parar; la urgencia del no pienso,
donde el sujeto actúa aquello que debería tramitar por medio de la palabra; la
increencia en el síntoma. Se acentúa el rechazo al inconsciente en quienes
resisten a entrar en el discurso.

10
Massimo Recalcati en “Clínica del vacío: anorexias, dependencias, psicosis”
expone que el recurso del consumo de sustancias y de todo lo que el Otro del
mercado ofrece de forma ilimitada e indefinida, el uso destructivo del cuerpo y el
rechazo de lo simbólico son expresiones de una experiencia del vacío que
constituye un goce en sí misma.

Capitalismo y adicción

“En el estado actual del capitalismo, la soledad localiza el límite real a los
semblantes del progreso universal y afecta las condiciones de satisfacción de
cada uno. Estas consecuencias de rechazo de la castración que supone le
discurso capitalista, presentan el obstáculo para un trabajo analítico con el
toxicómano y también su alternativa para poder entrar en el mismo: que
experimente la vergüenza por su condición de goce”4. Sin vergüenza, sin culpa,
sin dimensión subjetiva operando no es posible llevar a cabo un análisis. Los
procesos de globalización, las nuevas tecnologías, el mundo cambiante
constantemente, produjeron modificaciones en el lazo social, en la relación de
las personas entre sí y con el Estado quién funcionaba como protector. Los
múltiples objetos tecnológicos no dejan lugar al silencio, al vacío. El proyecto de
vida de los jóvenes ha colapsado por la incredulidad en las instituciones y la
caída de los ideales. La soledad globalizada afecta a lo más singular de la
subjetividad que son las condiciones de satisfacción propias de cada uno. El
discurso capitalista propone que todo es posible, todo puede alcanzarse, todo es
cercano. Ofrece nuevos modos de gozar cercanos a la sexualidad virtual creada
a la medida de cada uno y los individuos son el nuevo objeto de consumo.

Lacan escribió el discurso capitalista a partir de una modificación del discurso


del amo donde presenta a un sujeto sin marcas, anónimo y quien todo lo puede.
A partir de allí se da el rechazo de la castración y en lugar de castración forcluida
hay privación en lo real; se dan cuerpos barridos, ya no sujetos barrados. La
barra cae sobre los cuerpos de los individuos. El analizante será aquel que tenga
la vergüenza necesaria para interrogar su relación con los significantes de su
goce. La lógica del no-todo del discurso del psicoanálisis produciría efectos

4
Sinatra, Ernesto (2008) “El toxicómano es un sin vergüenza”. Lugar de publicación: revista digital de la
EOL. http://www.eol.org.ar/virtualia. P.p 2

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subjetivos más interesantes que el discurso capitalista. El analizante es aquel
que respeta su propia singularidad.

Tesis lacaniana

La tesis lacaniana respecto de su formulación sobre la droga se relaciona con


que la droga es aquello que permitiría romper con el matrimonio del cuerpo con
el “hace pipí” (referencia al caso Juanito). Fabián Naparstek en el capítulo “La
tesis lacaniana sobre la droga” en su libro “Introducción a la Clínica con
toxicomanías y alcoholismo” sitúa en relación a esto el momento dónde tiene
lugar la inscripción del falo, dónde se produce una soldadura. En el Seminario
XXIII Lacan define al falo como la conjunción del pequeño cabo de cola en
cuestión, con la función de la palabra. Se trata de que el pene responda al
significante, para que el falo esté inscripto no alcanza con la mera posesión de
pene sino que se necesita que ese órgano responda a la palabra. La inscripción
del falo coincide, con esa relación entre un órgano y la palabra. Esto es lo que
luego llamó “hacer de un órgano un instrumento”; es decir, que éste pueda ser
utilizado como herramienta (para relacionarse con el otro sexo se puede pensar
en este caso). Por lo tanto, podemos hablar de inscripción del falo cuando el
órgano empieza a responder por la palabra. La diferencia entre este último y el
instrumento es que el órgano deviene instrumento en su conexión con el
significante. Todo sujeto cree, desde su yo, manejar a voluntad el falo y esta es
una cuestión narcisista anudada al registro imaginario. Esta cuestión se observa
en Matías quién no comprende y experimenta angustia al notar que el falo no le
responde y por ello no puede tener relaciones con su esposa. Para Matías el falo
no es un instrumento.

Los sujetos adictos suelen, en relación a esto, situarse desde la posición del
soltero: casados con su órgano y no con el Otro sexo. Existen dos caminos para
salir de esa posición: por la vía del significante en el campo fálico, opción que es
posibilitada en el trayecto de un análisis y en otros casos una vía que no implica
un significante. Aquí la droga toma su lugar en algunos casos, ya no permitiendo
el casamiento sino cuando el casamiento se hace insoportable y posibilita su
ruptura. En estos casos se rompe el casamiento con el falo y el sujeto, mediante
un pasaje al acto, sale del campo del Otro.

12
Lacan en el Seminario IV expone el concepto de goce real, el cual no se
encuentra anudado al falo y constituye una satisfacción fuera de la regulación
fálica que es aquello que Freud llamo “el puro autoerotismo”. La droga permite
romper con esta unión y se pierde toda medida. El exceso, la compulsión y la
desmedida de la toxicomanía muestra esa des regulación ya que la función del
mismo por excelencia es la de poner medida. La ruptura con él lleva a que se
pase a la manía por el tóxico, definiendo la manía como lo que ubica al sujeto
por fuera de un anclaje fálico que ordene y limite. Estas cuestiones pueden
observarse en la viñeta de Juan quién no puede controlarse con la plata y gasta
mucho y compulsivamente. Se puede ver claramente en él la falta de medida, de
regulación. También en Camila quién no quiere respetar el tiempo impuesto por
el Juez para ver a su hija y quiere quebrar ese (y todos) los límites.

La toxicomanía… ¿es un síntoma?

Cuando un paciente adicto se presenta en el consultorio lo hace mediante el


signo de la urgencia, la droga lo condujo hasta un punto crítico y en general, se
presentó un ultimátum desde el ámbito laboral, amoroso, familiar. Del analista se
espera que ponga orden, lo social solicita esta armonía. Esta demanda es
respondida por distintos centros de rehabilitación, reeducación, fundaciones,
comunidades. Pero no es la posición del analista.

El síntoma es aquello que descentra al sujeto, que lo mueve, que lo lleva a


preguntarse por su sentido y lo empuja a consultar. Se podría confundir el
consumo de drogas con un síntoma pero no lo es: no es el consumo aquello que
lleva a alguien a consultar sino el fracaso de lo que le proveía el consumo. Freud
define al síntoma como un acto nocivo o inútil que realiza el sujeto contra su
voluntad y experimentando sensaciones dolorosas. Si bien podemos afirmar que
el uso del tóxico se trata de un acto nocivo para el cuerpo no podemos afirmar
que sea contra la voluntad del sujeto y que le produzca dolor o sensaciones
displacenteras. El síntoma encierra un goce desconocido para el sujeto, se
presenta como algo enigmático que lo hace sufrir. En él, la satisfacción se realiza
de forma inconsciente y por eso puede ser interpretado; en cambio, en la
adicción el sujeto sabe que con eso goza. El modo de goce define al sujeto, quién
se presenta como “soy drogadicto”, la droga no constituye un problema para él,
ella es presentada como la causa borrando de este modo la pregunta por lo que
13
le ocurre. Esto puede observarse en la viñeta referente a Matías quién “siempre
le echa la culpa al consumo” borrando de esta forma el interrogante por la causa.
La adicción define al ser del sujeto como respuesta cerrada a la falta en ser (tapa
la falta, da respuestas). En relación al síntoma, en cambio, el sujeto no conoce
la causa de su descentramiento, no sabe a qué responde y el analista se ubica
en posición de orientar la construcción del síntoma analítico a través de la
transferencia. Del lado de la droga no es el sujeto quién nota que algo no marcha
sino que la enunciación suele venir de otro. Daniel Sillitti en “La droga: ¿objeto?”
explica “El llamado toxicómano es un síntoma, él mismo, es la presencia del
malestar, por su huella se entrevé el Malestar en la Cultura. Si podemos afirmar
que el toxicómano es un síntoma, no ocurre lo mismo con el consumo de
substancias, ya que no presenta para el que consume una pregunta sobre ello,
y no presenta una pregunta porque no hay allí enigma alguno. En cambio hay
certidumbre, certidumbre de un goce que lejos de ser desconocido se presenta
como lo más asegurado”5. Es decir, el consumo no es un síntoma porque no hay
una pregunta sobre ello pero el toxicómano sí es un síntoma: del malestar en la
Cultura. Matías no se pregunta qué le ocurre: ya sabe, es el consumo el
“culpable”.

Sólo frente al fracaso de la droga se abre la posibilidad de que aparezca la opción


de una consulta y que en el trayecto de un análisis surja un sujeto dispuesto a
renunciar a este goce mortífero que las substancias le procuraban fuera de la
premisa fálica y fuera del fantasma. Puede observarse en Camila en quién se
manifiesta la desmedida de forma constante: no le alcanza con ver a la hija 3
horas, en relación a la terapia “no va con amateurs, sino que va a lo grande ya
que un novato no la alcanza, va a los que tienen muchísima experiencia” y
amenaza con prender fuego la institución si no se presentan a una audiencia.

La droga al procurar goce obtura la posibilidad de que opere un analista desde


su lugar de objeto causa de deseo. Por lo tanto, de entrada en la clínica aparece
no un síntoma sino una modalidad de goce. Es un sujeto identificado al “soy
adicto” que obstaculiza la posibilidad de análisis. Se debe conmover esta
identificación bruta para que la relación del sujeto con la droga adquiera carácter

5
Sillitti, Daniel (2000) La droga: ¿objeto? en “Más allá de las drogas - Estudios Psicoanalíticos”/Sujeto,
goce y modernidad, nueva serie. Ed. Plural. P.p 116

14
de síntoma. Sin un sujeto que se haga cargo de su decir, no puede pensarse un
análisis.

Goce cínico (Toxicomanía y Super yo)

El super yo nace, explica Freud, como una instancia normativizadora, sujeta a la


prohibición del incesto y la represión de tendencias agresivas. Se presenta como
una instancia caprichosa y tirana que no necesita justificaciones e introduce al
sujeto en las normas sociales, instaura al sujeto en la cultura. Se relaciona con
el sentimiento de culpabilidad ya que la consciencia moral fue primero la
encarnación de la crítica paterna y por ello es el heredero del Complejo de Edipo.
Conserva el carácter de los padres y según la intensidad del Complejo de Edipo
y la represión que se efectuó sobre esas mociones, será la severidad de la
conciencia moral y el sentimiento de culpa. En “El malestar en la cultura” Freud
expone que no sólo representa una instancia que vigila el cumplimento de pautas
sino que además de exigirlas, se vuelve severo cuánto más éstas se cumplen.
Cuanto más obediente es el yo, más exigente se vuelve el super yo. Es decir,
para aplacarlo se lo debe desobedecer pero al acatar su orden es imposible
hacerlo. La función de la droga para Freud es aliviar la pesadez del encuentro
con la imposibilidad de ser feliz asegurando un efecto de satisfacción y una
ilusión de independencia del mundo exterior. El super yo prohíbe la satisfacción
pulsional pero a la vez se satisface de esta misma prohibición. Da el carácter de
imperativo de goce y es este empuje de goce imposible lo que caracteriza a esta
instancia. Es decir, es una vía de empuje al goce que prescinde del paso por el
cuerpo del Otro, evitando la castración. El sujeto, quién hace una elección de
goce desde el punto de vista de la ética, suprime la palabra y obtura la falta. Esto
se relaciona con la viñeta presenta de Juan quién comenta que en época de
consumo cuando estaba mal o tenía bronca consumía “para tapar el hueco”.
Únicamente acepta y cree que el goce posible es el procurado por el tóxico, por
eso hablamos de goce cínico. Este goce mortífero y localizado se presenta en
Matías quién refiere odiar al padre, no poder verlo y haber intentado matarlo dos
veces, pero por otro lado es quien lo llevaba y garantizaba su consumo con su
peso de “hombre de la ley”.

El goce en las adicciones se encuentra ligado al super yo porque allí se exige:


¡goza! En estado de demanda pura. Este goce exigido se observa en Juan quién
15
no puede esperar que el ticket salga del cajero, no tiene capacidad de espera.
El sujeto en ese lugar no deja lugar a que el inconsciente pueda operar por lo
tanto es el fracaso de la droga lo que abre la posibilidad de un análisis que
conduzca al sujeto en la vía del deseo por fuera de la culpa.

Operación toxicómana y posición del adicto

Aquello llamado “operación toxicómana” proviene de un rechazo del Otro y del


rechazo del inconsciente, no es un mensaje dirigido hacia el Otro y se muestra
en ruptura con el campo del Otro. Implica un goce no articulado al partenaire ni
al Otro sexo, es una operación que separada del Otro sexo ya que procura un
goce por un camino que no es sexual. El toxicómano se posiciona cómo un
solitario consumidor anónimo que rechaza el lazo con el Otro al rechazar lo que
se pierde con ese lazo; es una elección contra la castración y contra la división
subjetiva. Éste es leal a su goce, a su partenaire, pero este último no es el Otro
ni el semejante sino lo que colocó en ese lugar, lugar de “no hay relación sexual”.
A ese lugar no viene el falo, sino el tóxico que se caracteriza por la ruptura con
el falo. Esto puede pensarse en la viñeta de Juan quién comenta “que su drama
es que no la puede cortar”. Frente a la incertidumbre sexual, la operación
toxicómana ofrece una solución que líquida el problema del otro sexo y al sujeto
mismo. Esto que el tóxico procura y que excluye al sujeto, se realiza en la
experiencia de la intoxicación. Esta experiencia es una experiencia vacía: de
sujeto del inconsciente, del Otro, del otro con minúscula, de sexo ya que se trata
de un goce no sexual y de significación. Pero esta experiencia es positiva en
goce; a través de ella se obtiene una ganancia contra la castración. Con esta
positividad de goce se trata el vacío central del sujeto, eso incurable, que la droga
quiere colmar aún acosta del sujeto mismo. Para que exista la chance de una
intervención analítica la droga ya no debe aportar esa solución y la cuestión del
deseo debe infiltrarse en el vacío de la experiencia.

La toxicomanía no es un síntoma freudiano, no es un síntoma como verdad sino


como propone Lacan es la operación salvaje del síntoma, síntoma como modo
de goce. Cuando se encuentra en la clínica padecimiento producido por aquello
que lo alejaba, es que se abre la posibilidad de un análisis y el que rompía con
el Otro, ahora podrá consultar. No se trata de evaluar lo vivido en un flash ya que
allí no está en su lugar de sujeto, lo importante es situar lo que la experiencia del
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tóxico procura en relación a las modalidades de goce. La función del tóxico en
general se relaciona con evitar la prueba del deseo y sustraerse del problema
sexual.

Fuera de la palabra y posible dirección de la cura

La operación toxicómana deja por fuera toda significación, por lo que la


presentación de los pacientes toxicómanos es fuera de la palabra. La
satisfacción conseguida en la experiencia de intoxicación necesita del silencio
porque hablar restituye significación. Es decir, la intoxicación requiere no hablar
ya que quiere mantenerse por fuera del decir y la única chance clínica es hacerla
pasar por el decir. Por lo tanto lo que el tóxico procura es opuesto a la operación
analítica cuya única condición al sujeto es que diga, que pase del actuar al decir.
Obtener que el sujeto de sentido sexual a su experiencia no se reduce a darle
un sentido, sino a que lo construya y a que la significación sea efecto de una
operación significante y apostar a que en ese encuentro se abra otra suerte de
determinación más allá del no “no puedo dejar de hacerlo”. No basta con el decir
del analista, es lo que el analista transmitirá con una operación significante. Se
trata de orientar al sujeto en el camino de su deseo, de hacer existir el
inconsciente, de estar ahí para confrontar al sujeto a la encrucijada sexual que
evita. No se trata de interpretar la operación toxicómana, sino de obtener una
interpretación. Se busca que el trabajo de producción de goce del inconsciente
reemplace el uso del goce de la droga. La función del analista se relaciona con
poner el interrogante en la causa, producir una falta de saber en el lugar de la
causa; como en el caos de Matías quién considera que lo que le sucede es
“culpa” del consumo. También se puede observar en Camila quién pone la
“culpa” en el afuera, ya que sintió vacío porque “la institución no asistió a la
audiencia”. Se evidencia una oposición evidente entre la experiencia del tóxico y
la del psicoanálisis: una rechaza el inconsciente y la otra como operación de
castración espera producirlo.

Únicamente despejando las generalidades se podrá ubicar la particularidad que


busca la clínica psicoanalítica tomando cada caso como único. Al tratar las
cuestiones conflictivas alrededor de la toxicomanía debemos apartar la
perspectiva con que el discurso social las aborda.

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Lo extranjero del goce se presenta en las figuras de la toxicomanía y la
suposición que se hace de la práctica es que allí se goza. Esta afirmación supone
la curiosidad del Otro y la voluntad de hacer de eso un espectáculo. Lacan
explica que no hay otro goce que el de morir o sea que éste es tóxico; y tomando
a Freud y a su teoría de las pulsiones propone el concepto de goce. El sujeto en
su falta estructural demanda al científico la producción de un objeto que provea
goce y que cierre su castración y su división.

Podemos homologar la posición del Otro social y la posición del propio


toxicómano en relación a su práctica: se trata de suprimir el malestar. Esta
pretensión lleva a producir un impasse sobre el sujeto ya que se manifiesta en
un contragolpe que muestra la necesidad del Amo de alejar los signos de la
castración. Se produce un impasse sobre el sujeto porque la práctica con drogas
consiste en un impasse sobre la palabra, sobre la experiencia del lenguaje; es
una experiencia de goce que aplasta la dimensión subjetiva. El rechazo del
inconsciente se presenta como una abolición de la posición subjetiva.

La segunda homología entre el discurso social y los toxicómanos es situar a la


droga en el lugar de la causa borrando la pregunta por la causa. Es importante
que se desplace el lugar de la causa inmóvil para dar lugar a un cuestionamiento.
Para conseguir esa operación se debe partir de una suposición: hay un sujeto
implicado detrás del aplastamiento por el goce. Se trata de desplazar la
suposición de que allí se goza para agregar la dimensión dónde se puede revelar
el sujeto de la palabra. Se lo hace hablar para que aparezca el sujeto y a veces
éste responde.

Si bien se habla de exceso de drogas es preferible hablar de exceso de


sustancia, de la sustancia del goce. El problema radica en que tanta sustancia
no permite ubicar lo insustancial de la estructura y la falta de ser del sujeto. La
dirección de la cura ira, entonces, desde el exceso de sustancia a la carencia de
sustancia; del tóxico a la estructura. Por lo tanto, no se puede hablar de una
estructura de la toxicomanía.

¿Cómo hacer entrar la palabra?

La dirección de la cura se orienta en articular la cuestión del goce en relación al


lugar que la droga ocupa para ese sujeto teniendo en cuanta las relaciones

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significantes implicadas. No tomar en cuenta estas singularidades impide
capturar la función simbólica del goce ya que las determinaciones significantes
son las que ubican el lugar que la droga ha venido a ocupar para ese sujeto. La
eficacia de la droga hace frente a lo imposible de curar: la castración del Otro y
la propia carencia de ser del sujeto. Se sitúa como remedio de aquello que falta
y provee una consistencia cerrando la dimensión enigmática del deseo del Otro,
y ofrece una ganancia contra la incertidumbre. Ubicándose como respuesta a la
inexistencia de la relación sexual poniendo allí un goce peculiar: autístico y
cínico. Esto se podría pensar en relación con la viñeta de Juan quién reconoce
que cuando consumía lo hacía “para tapar el hueco”.

Mauricio Tarrab expone que “la droga tiene su éxito y cuando satisface, como
dice C. Soler de la Normalidad, es incurable. Pero también fracasa y de su
fracaso están hechos los testimonios de los sujetos que consultan y de aquellos
que pueden aceptar el esfuerzo de subjetivación que el psicoanálisis propone”6.

Nombrar

Nombrar es demandar y al nombrar a alguien por un apelativo esperamos que


nos responda desde ese lugar al que lo hemos convocado por medio de este
procedimiento del lenguaje. La tesis del inconsciente responde a este problema;
se responde al sentido que cada uno inventa al descifrar en el Otro los signos de
este llamado. Los toxicómanos constituyen grupo que posee un rasgo en común
y que a partir del producto que consumen se les supone un ser y se los llama de
ese modo; por lo tanto, con ese nombre responden. Situar la función toxicómana
permite no quedar fijado a la categoría social ya que aquella indicará la relación
particular del sujeto con la droga. El uso de la función advierte el peligro de
responder ciegamente a la categoría instaurada por el discurso de la época.

Lacan dice que una cosa no existe sino es a partir del momento en que es
nombrada por alguien y ello abre una dimensión con consecuencias.

La legislación actual en Argentina hace de la toxicomanía y del alcoholismo


figuras delictivas dentro de una categoría psicopatológica, por lo que adquiere

6
Tarrab, Mauricio (1995) “Mírenlos cómo gozan” en Sujeto, goce y modernidad. Ed. Atuel. Buenos Aires.
P.p 48

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un lugar dentro del discurso social. Ambas categorías no tuvieron en los autores
clásicos de la psicopatología un lugar; son síntomas modernos aunque alcohol y
tóxicos existieron siempre. Aceptar en la clínica el “soy toxicómano” es hacerse
socio de una degeneración catastrófica ya que esa afirmación es la respuesta
por la vía del significante, es una identificación bruta al significante. Una
respuesta que vuelve consistente al Otro, que pretende la recuperación de goce
y que denota al sujeto en lugar de objeto. El malestar no es circunstancial pero
la toxicomanía como categoría es un nombre actual de ese malestar. Por lo tanto,
el analista debe ubicarse en el lugar de no saber a qué se refiere con toxicómano
yendo en contra de esa identificación. En un segundo momento se suele
encontrar otra afirmación del estilo “me drogo porque…” y en este punto se debe
trabajar para la implicación del sujeto. Es crucial para la experiencia analítica un
sujeto que se responsabiliza por su decir. En la viñeta de Matías se observa esta
des responsabilización ya que “le echa la culpa al consumo de lo que le sucede”.

Las drogas son remedios contra lo inevitable: nada encaja del todo. Es lo que
Lacan llama que no hay relación sexual. Del lado sujeto se propondrán formas
de dar tratamiento a esto y como dijo John Lennon “todo encaja sólo cuando
estas drogado” (película “Imagine” fragmento tomando por Tarrab en “La droga:
un remedio contra el goce”). Cuando se trata de la angustia opera como un
reverso de la angustia y la droga, como la angustia no engaña. Esto quiere decir
que es predecible y que constituye una respuesta que estará allí siempre. Esta
respuesta alivia mientras aplasta al sujeto como se observa en Camila. Su
dimensión subjetiva se muestra arrasada por el goce cínico y mortífero.

Acción compulsiva y decir silencioso

Lacan en el seminario X, clase 9, diferencia pasaje al acto de acting out. Explica


que el pasaje al acto se caracteriza por un “dejarse caer”, por una salida del
sujeto de la escena en tanto aparece barrado al máximo. “El pasaje al acto está,
si así lo quieren, en el fantasma, del lado del sujeto, en tanto que aparece borrado
al máximo por la barra… desde ese lugar de la escena donde sólo puede
mantenerse en su estatuto de sujeto como sujeto fundamentalmente historizado,
cae esencialmente fuera de la escena: tal es la estructura misma del pasaje al

20
acto”7. El pasaje al acto no es una mostración hacia otro, no está dirigido a nadie.
En cambio, el acting out es algo en la conducta del sujeto que es mostrado y
tiene una orientación hacia el otro. El síntoma, a diferencia del acting, no necesita
de otro se basta en sí mismo. El acting out es la transferencia salvaje; es la
transferencia sin análisis y al presentarse durante el análisis le muestra al
analista que está mal ubicado. Si es un acting, se dirige a Otro.

La cuestión del acting puede relacionarse con las viñetas presentadas de Camila
y Juan. La primera comenta sentir un vacío y este vacío puede pensarse que es
frente al abismo que la precipita a puro acting. Todo tiene que ser “ya”, no se
construye en ella una capacidad de espera, una pausa; se observa una irrupción
constante a puro desborde. La desmesura en ella es clara, la acción sintomática
compulsiva se le dispara constantemente. También en Juan la acción
compulsiva puede pensarse en su relación con la plata: compra todo, “tira la
plata”. No puede introducir la espera y vive a pura inmediatez, como cuando va
al cajero y tarda mucho la transacción “entre que sale el ticket y todo”.

La escena que comenta Juan del colectivo puede pensar como un acting ya que
la des – ubicación, la falta de lugar le disparó un mecanismo compulsivo del que
le cuesta mucho parar. Comenzó a portarse agresivamente con el hombre para
mostrar su enojo, estaba dirigido hacia él. Las patologías del acto, acting y pasaje
al acto, dan cuenta justamente de la imposibilidad por el paso por la palabra;
ponen en acto aquello que deberían descargar por la palabra. No pueden
simbolizar, no pueden ponerlo en palabras y esto intentará el analista a lo largo
del tratamiento.

El analista deberá pasar de su función de des – identificación a la del analista


ciudadano; es decir un analista que participa y que es sensible a las formas de
segregación. Debe intervenir con su decir silencioso interviniendo de manera
activa, no es un analista borrado. Sabe participar con su decir silencioso, el cual
se diferencia del silencio.

7
Lacan, Jacques (1962 – 1963) “Seminario X” Editoral Paidos. P.p 128

21
Conclusión

La droga viene a responder al drama subjetivo y la dirección de la cura no se


relaciona con la abstinencia sino con interrogar la función inconsciente que
ocupa el consumo en cada sujeto. En cada caso esta función será distinta y es
la que saque al sujeto del anonimato ya que lo diferencia de los demás de los de
su grupo en el que es incluido bajo la etiqueta social. La dirección de la cura no
se trata de volver a un estado anterior y para llevarla a cabo se debe tener en
claro las diferencias entre la posición del analista y la posición del paciente
adicto. Éste último rechaza el inconsciente, la falta estructural, la castración;
mientras que el primero apuesta en cada encuentro al inconsciente, a que emerja
algo de lo que queda del sujeto en medio de su experiencia vacía. El analista le
ofrecerá al paciente un borde y la posibilidad de que algo distinto suceda al
horadar en los largos tiempos del análisis las identificaciones narcisistas.
Además el analista le prestará imagen para llevarlo a pensar algo distinto donde
se produzca el devenir sujeto y se pueda pasar del hacer al decir. Si el sujeto
puede simbolizar y hacer pasar por la palabra algo que inicialmente actuaria,
puede pensarse como una guía para la dirección de la cura.

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