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MI RESUMEN PARA CLINICA DE ADULTOS

UNIDAD 1: INTRODUCCION
En esta unidad se aborda la enseñanza de la clínica en la universidad; como primer plano tomando lo real
de la clínica desde el orden de la experiencia de la singularidad, ya que hay algo de cada clasificación que
no obedece a sus categorías.
El síntoma es lo que el sujeto dice que es su síntoma, colaborando con su definición es allí donde el saber
orienta a la escucha. De entrada, este síntoma plantea una singularidad que no entra en una categoría
clínica, la experiencia que tenemos en un caso no puede extrapolarse ni nos sirve para otro caso.  Por otro
lado, si no hay un síntoma planteado del sujeto, no hay clínica de entrada.
En el texto “El ruiseñor de Lacan” Miller expone, entre otras cosas, la cuestión de las clasificaciones
diagnósticas. A propósito de estas dirá que son artificiales y que no se fundamentan en la naturaleza.
Establece que, en el psicoanálisis, el uso de diagnósticos no está destinado a la clasificación, sino que el
uso es más para trabajar entre los profesionales y para la dirección de una cura posible con ese paciente.
Retomando la noción de Sujeto desde el psicoanálisis, Miller expone que el Sujeto nunca realiza ninguna
clase de forma exhaustiva y decimos Sujeto en tanto se aparta de la especie, aparta lo particular de lo
universal. Miller sostiene que es importante sostener la regla de un universal muy particular que es la
ausencia de una regla; un universal negativo, es la ausencia de una programación o lo que Lacan llamo “la
no relación sexual”. Este único universal es negativo e ilustra la ausencia de una regla y expone el modo
de relación de la especie humana como abierto a la variación. Miller señala que en psicoanálisis no puede
perderse de vista esta concepción de Sujeto y esto debe estar presente en la clínica cuando se utilizan
clasificaciones diagnósticas, no para descartarlas sino usarlas (para orientarnos en la clínica) sabiendo de
su carácter artificial, con el objetivo de no aplastar al Sujeto con ellas.
Es por esto que el autor plantea una “utopía del DSM” que apunta a llegar a un modelo, a un sistema de
clasificación, a una “máquina para diagnosticar” en donde todo pueda resumirse en la búsqueda de signos
que permitirán luego establecer clases universales y el cual es promovido por el discurso capitalista que
apunta al diagnóstico permanente sin tener en cuenta el caso particular. Pero si apuntamos al punto
sujeto, vamos a escuchar un caso, un síntoma, un sufrimiento siempre singular, siempre único y
conduciremos una cura a través del deseo singular de ese sujeto. El diagnóstico como arte de juzgar,
como expone Miller, está entonces en total oposición al diagnóstico automático del DSM ya que se trata de
atender a cada caso sin reglas y clases preestablecidas, así juzgar no será entonces aplicar una regla sino
decidir si la regla se aplica en el caso particular.
Hay diferentes posiciones frente al saber:
1. Discurso del amo: posición dominante ocupada por el significante amo.
2. Discurso universitario: posición dominante ocupada por el saber (hegemonía del saber). Los
sujetos se vuelven repetidores de saber.
3. Discurso del analista: excluye la dominación, no enseña nada y no tiene nada de universal.
En la clínica, en la práctica no se deduce de un saber, hay que oponerse a la idea de saber cómo algo
absoluto como si fuese lo único que importa. La interpretación como saber en el lugar de la verdad no
cierra, siempre la interpretación es una media verdad. Las verdades absolutas son fanatismos. No se
deduce del saber, interpretar incluye un enunciado una decisión. La enseñanza de la clínica difiere de la
práctica propiamente dicha (atiende a lo singular, al síntoma como algo único e irrepetible). Clínica es
entonces lo transmisible de una práctica, el ejercicio como tal. En la práctica se pone en juego un real que
es insustituible por cualquier saber.
Los universales tienen siempre en el discurso psicoanalítico un valor descompletado, es un saber si
quieren que no cierra nunca. No cierra nunca porque estructuralmente está armado alrededor de un
agujero (en la práctica no hay universales pero el sujeto está en una tensión permanente entre lo universal
y lo singular).
La singularidad de cada caso nos tiene que poner a nosotros en tanto psicólogos clínicos en un lugar en
donde, a ver, en un lugar que relativice el saber que relativice la experiencia, que relativice incluso la
formación en general que podemos tener.
Cuerpo
¿Qué es un cuerpo? No qué es un sujeto ni cómo entiendo al sujeto. No, lo vamos a tomar por el lado del
cuerpo ¿Qué cuerpo trata el psicoanálisis? Desde mi punto de vista me parece que se nos va a afinar un
poquito más la escucha en términos de que yo les diría que siempre el sufrimiento que trae un paciente a
la consulta es un sufrimiento del cuerpo, es un sufrimiento que se siente en el cuerpo, el síntoma es un
síntoma en el cuerpo, incluso sufrir del pensamiento es un sufrimiento que se siente en el cuerpo. Discutir
el cuerpo del psicoanálisis va a requerir considerar un cuerpo imaginario, un cuerpo simbólico y un cuerpo
real, que tampoco coinciden con lo que en este esquema se plantea como cuerpo y alma. Discutir que es
un cuerpo en psicoanálisis es discutir el cuerpo en los tres registros, y demostrarnos a nosotros mismos
que hay otro cuerpo. No se trata de negar el cuerpo que propone la ciencia.
Lo imaginario es un registro propio, independiente, autónomo del organismo, y constituye un aspecto
fundamental del cuerpo humano, lo simbólico es independiente del organismo y constituye un aspecto
fundamental del cuerpo en la formación de síntoma, etc., y lo real constituye un cuerpo en sí mismo,
independiente del organismo y a veces contra el organismo, el cuerpo de goce. Lo que tengo que agregar
es que no solo tengo estos tres registros del cuerpo, sino que tengo que tener también algún tipo de
anudamiento entre ellos, no importa que no podamos explicar cómo, pero es claro que, si arrancas por lo
simbólico pasas por lo imaginario y pasas por lo real, la separación que hice yo es artificial, pero luego
tenemos que hablar de un anudamiento de los tres registros en lo que nosotros llamamos tener un cuerpo.
Psicoanálisis y medicina (Lacan)
Lacan en “Psicoanálisis y medicina (1966)” señala que el lugar del PSA en la medicina es marginal y
extraterritorial. Hay dos puntos de referencias: la demanda del enfermo y el goce del cuerpo; ambos
confluyen en la dimensión ética, aquí interviene el PSA como praxis. Del lado de la demanda el médico se
interesa por la demanda del enfermo en relación con las especies mórbidas sin considerar al sujeto de la
enfermedad. Hoy la medicina entra en su fase científica: el médico es requerido en la función de científico
fisiólogo. En relación al cuerpo, todo progreso de la ciencia y la medicina cae en una falla epistemo
somática. Lo excluido de la relación epistemo somática es que el cuerpo no solo es algo extenso, sino que
un cuerpo es algo hecho para gozar de sí mismo.
La dimensión del goce está excluida. Ese lugar vacío lo pasa a ocupar el analista. El PSA introduce la
estructura de la falla que existe entre la demanda y el deseo.
Cuando cualquiera nos pide algo no es idéntico (a veces es lo opuesto) a lo que desea.
Solo la teoría lingüística puede dar cuenta de la diferencia que hay entre la demanda y el deseo. Hay
deseo porque hay inconsciente, lenguaje que escapa al sujeto en su estructura y sus efectos, al nivel del
leguaje hay siempre algo que está más allá de la conciencia, allí es donde puede situarse la función del
deseo.
Por eso es necesario hacer intervenir el lugar del Otro en todo lo concerniente al sujeto. Es el campo
donde se localizan esos excesos del lenguaje cuya marca lleva el sujeto. Es en ese campo donde se hace
la articulación con el polo del goce. En el interior de esta relación (SSS – Analizante) se halla la revelación
de esa dimensión: la relación con el goce del cuerpo.
El discurso del amo (Miller)
Comienza diciendo que el psicoanálisis es una invitación a hablar. Lacan lo designaría, en su primera
enseñanza, mediante el término epopeya (forma del verso poético), que cada sesión de análisis de lugar a
ese esfuerzo de poesía. La epopeya es un esfuerzo por dar un sentido a los que les cae encima y eso
demanda un esfuerzo para ir más allá.
El goce de esta operación no es el beneficio de quién escucha, él no goza, y esto esta materializado por el
hecho de que le pegan por los servicios prestados. Ese es el valor simbólico del pago. El goce está del
otro lado.
Del hecho de que el analizante goza del significante se deduce una definición del ser analizante que
incluye al significante y al goce. Esto es lo que la experiencia analítica pone de relieve a propósito del
significante: el sujeto puede usarlo a fines de goce. Esos fines de goce, son fines de vida, ya que, de lo
contrario, el significante es utilizado con fines de muerte.
El término “goce” expresa entonces perfectamente la satisfacción paradójica que el sujeto obtiene de su
síntoma o, en otras palabras, el sufrimiento que deriva de su propia satisfacción. La prohibición del goce
es inherente a la estructura simbólica del lenguaje, en virtud de la cual “el goce está prohibido para aquel
que habla, como tal”. La entrada del sujeto en lo simbólico está condicionada por cierta renuncia inicial al
goce en el complejo de castración, en el que ese sujeto renuncia a sus intentos de ser el falo imaginario
para la madre.
Lacan dirá que el inconsciente es el discurso del amo. En este discurso lo que ocupa lugar de agente es el
significante amo. Decir que el inconsciente también es un concepto es sacarlo del estatus de dato para
plantear que es una construcción. Lo que produce al sujeto es el significante. La inversión analítica es
plantear que el significante produce al sujeto, que el significante es la causa y que el análisis, a través de
la operación consistente en hacer hablar, la cuestión es aislar el significante como causa del sujeto. En el
análisis, se sigue, buscamos el discurso que precede al sujeto. Esta anterioridad del discurso es lo que
Lacan llama “el campo del Otro”.
El discurso del amo consiste en hacer que desaparezca el sujeto bajo el significante en el que se
convierte. El significante amo representa al sujeto y a la vez lo hace desaparecer. Por eso el psicoanálisis
es como el despertar de un muerto: despierta en el sujeto un status que él ha olvidado en la identificación,
ante todo porque el significante amo está vinculado con un significante esclavo. El análisis se opone a la
identificación, va en contra de la estabilidad que se espera de la identificación.
El inconsciente cosa bastante precisa
Según Lacan el inconsciente está estructurado como un lenguaje porque sólo lo captamos cuando
finalmente es explicado a partir de su articulación pasando a palabras. Lacan también dirá que “el
inconsciente es el discurso del Otro (o “el inconsciente es el discurso del amo”)” esto refiere a que hay que
ver en el inconsciente los efectos de la palabra sobre el sujeto. Más precisamente, el inconsciente es el
efecto del significante sobre el sujeto, en cuanto el significante es lo reprimido y lo que retorna en las
formaciones inconscientes (síntomas, chistes, sueños, etc.). Todas las referencias al lenguaje, la palabra,
el discurso y los significantes ubican claramente al inconsciente en el orden de lo simbólico. El
inconsciente no es interior, por el contrario, ya que la palabra y el lenguaje son fenómenos intersubjetivos
(el inconsciente es transindividual). Si el inconsciente parece interior, éste es un efecto de lo imaginario,
que bloquea la relación entre el sujeto y el Otro e invierte el mensaje del Otro. Lo inconsciente es un saber
desconocido.
El relato del caso
Tiene la función de hacer salir a la luz la envoltura formal del síntoma. El caso comienza cuando la
envoltura formal deja ver el lugar que el sujeto ha tomado en este partido. Se asimila al chiste ya que
ambos despiertan múltiples significaciones (se diferencia del discurso universitario).
UNIDAD 2: DISPOSITIVO ANALITICO
Iniciación del tratamiento
Freud rescata varios puntos a tener en cuenta para la iniciación del tratamiento:
1. Período de prueba
2. Estipular tiempo y dinero
3. El paciente puede interrumpir
4. Se aconseja el diván
5. Hay que hablarle de la regla fundamental
6. No se debe indicarle de qué hablar
7. Sólo cuando se establece la transferencia pueden hacerse intervenciones.
8. El motor de la terapia es el padecer del paciente que se nutre del deseo de sanarse.
Intervención sobre el placer y la regla fundamental
Hay que decirle a la persona que viene para pedirnos algo que la regla fundamental no es otra cosa que
hacerle observar que hay que sudar un poquito para hacer algo juntos, que la cosa no va andar sino de
algún modo no se llega hasta lo que displace. Lo único por lo que hay un acceso a lo real es la
singularidad. Lo singular es algo muy diferente de lo particular (se define por lo universal). El síntoma es la
particularidad, es lo que nos hace a cada uno con un signo diferente de la relación que tenemos, en tanto
seres hablantes, con lo real.
Proposición del 9 de octubre; “¿cómo se inician los análisis?”; y eficacia de la interpretación (transferencia
y SSS)
“¿Cómo se inician los análisis?” Miller
Lacan expone que el “cómo terminan los análisis” depende del “como comienzan”. Por cierto, los análisis
comienzan de muy diferentes maneras. Hay una variedad de comienzos del análisis. Desde la entrada
ningún análisis se parece a otro, pero al mismo tiempo no es falso decir que los análisis comienzan
siempre del mismo modo: los análisis comienzan siempre por la transferencia. Es nefasto comenzar a
interpretar antes que la transferencia se presente.
Algoritmo de la transferencia
Partiendo del algoritmo de la transferencia, formalización presentada por Lacan para describir el inicio de
todo análisis y las coordenadas simbólicas que en el intervienen, se expresa un movimiento o mutación
que trastocará el sufrimiento del paciente, haciendo simultáneamente aparecer al sujeto, entendido como
sujeto del inconsciente. Esto implica una búsqueda, un recorte, un aislar aquel acontecimiento que trae el
paciente, acontecimiento que desde esta lógica representa la caída de un significante al cual este ha
estado fijado, y el consecuente desencadenamiento que dicha caída produce.
Será una Interpretación Inaugural por parte del analista, la que, una vez aislado el acontecimiento, logrará,
si es eficaz, mutar esa queja y sufrimiento en una pregunta acerca de la causa. Una Intervención que será
fundamental, en tanto produce un pasaje que va de la queja a la pregunta, y con esto al lugar o implicación
del paciente frente a aquello que lo ha llevado al dispositivo.
Lacan llamo a este efecto el algoritmo de la trasferencia, con la cual explica que el significante y el
significado no concuerdan naturalmente, el efecto del significado para Lacan no se produce de inmediato,
sino que hay que esperar un cierto desarrollo de la materia para verlo producirlo en su retorno.
Esta intervención, cuando es certera, produce en el paciente la instauración de la creencia en el
inconsciente, esto es, la certeza de que hay un saber no sabido que se revela como causa y determinación
del síntoma. Un saber que le es propio, pero desconoce, un enunciado indecible que funda su eficacia
justamente en esa cualidad de “no sabido”. En este punto, la pregunta sobre la causa se erige dentro del
Algoritmo como Significante de la Transferencia (St), significante que va dirigido a otro Significante (Sq)
para producir Significación (S1, S2, S3…Sn).
Es entonces esta operación la que produce un sujeto, un sujeto del inconsciente, a través de la
instauración de la transferencia, lo cual implica instalar la creencia en dicho inconsciente en tanto saber no
sabido, un sujeto supuesto saber.
“La eficacia de la interpretación” Suárez
En 1984 Freud nos habló de una eficacia fundamental que es la eficacia del inconsciente. Análogamente,
el inconsciente muestra su eficacia en la determinación del síntoma.
Hay una eficacia de la palabra en el síntoma y hay una eficacia específica de la palabra en el dispositivo
analítico cuando, mediante su uso, se incide sobre aquel. Este uso particular del poder de la palabra se
denomina interpretación.
El analista usa la palabra, pero en tanto interpretante hace un uso de la palabra que no remite a ningún
sentido previamente señalado. La enseñanza de Lacan plantea un uso inédito de la palabra en análisis, lo
cual equivale a decir que el lazo social analítico es un lazo diferente a aquel que une el gobernante con el
súbdito (discurso del amo), el profesor con el alumno o el histérico con el amo. Así, la interpretación será
eficaz en tanto tal a condición de que no constituya: una orden, una información o una demanda. Podemos
decir que, si una palabra que esclarece, revela o descifra, es porque es portadora de un poder que solo se
ejerce si no se lo utiliza desde el lugar del amo.
La eficacia de la interpretación en la cura
Que la interpretación sea eficaz quiere decir que produce efectos, que tiene consecuencias. En el caso de
la clínica psicoanalítica hablamos de la eficacia de la interpretación en un contexto localizado por los
momentos en los que la cura se divide.
Tres momentos de la cura
La precipitación del síntoma y la instalación de la transferencia
En un primer momento encontramos una interpretación que funda la razón de la eficacia de todas las
interpretaciones posteriores, a saber, una interpretación que instala la transferencia. La interpretación
inaugural es aquella que hará que el paciente considere de otro modo sus síntomas. El resultado será
que el sujeto considere al síntoma como efecto de una causa que puede encontrar hablando.
Es una interpretación que lo hace pasar de la queja a la pregunta por su lugar en los enunciados
sufrientes. Si da en la tecla, por la vía de esa “parte” no sabida, el sujeto se conectará con la dimensión del
inconsciente.
El sujeto se va a relacionar con el síntoma como producto de un saber que no sabe, pero que supondrá
organizado y resultado de una causa. Dicho de otro modo, se introduce al sujeto en la creencia del
inconsciente. El síntoma se funda como interpretable y se instituye la suposición saber.

 La eficacia de la interpretación aquí es la instalación del sujeto supuesto saber


Habrá un cierto alivio de la angustia sin levantamiento del síntoma. El sujeto deja de estar en la
indeterminación. Es una interpretación que le otorga una posición nueva, la posición del analizante. Lacan
ubica este efecto con la escritura del algoritmo de la transferencia.
La asociación libre y la interpretación significante
Si el primer momento está constituido por institución de la creencia en el inconsciente, este segundo
momento está dado por el de la verificación de su existencia. En este momento debemos obtener la
revelación de las falsas respuestas que se ha dado a lo largo de su historia para resolverlo.

 La eficacia de la interpretación aquí consiste en revelar al sujeto cuál es el significante que lo


retiene en la vía de su deseo
Para esto es necesario que la interpretación dé en la tecla con el significado del significante reprimido. Que
pueda dar justo, en la ocasión que la sabemos calva y, en lo particular, dado que no hay interpretación
estándar.
Eso que se revela es un significante sin sentido que ha significado al sujeto, que le ha dado una posición
fija y lo ha hecho sufrir. Una pequeña lista de significantes para cada sujeto que la interpretación hará
cambiar de estatuto.
El efecto terapéutico en este nivel estará dado por el relanzamiento del deseo o lo que Freud llamaba la
disponibilidad libidinal.
Un significante se constituye en Ideal y da un significado al sujeto fijando su posición. Entonces lo que se
conoce como la caída de los ideales es una caída del lugar del significante en su capacidad de fijar al
sujeto, lo cual, como dijimos, va a producir un movimiento.
Este proceso va constituyendo una serie de S1, S2… Sn, que será el producto del trabajo analítico. Esa
pequeña serie aparece como resultado de sucesivas interpretaciones eficaces.
La infinitización del análisis es, precisamente, el límite de esta modalidad de interpretación. Esto nos
conduce a plantear otro momento de la cura que toma este límite como punto de partida.
La destitución del sujeto supuesto saber y lo indecible
Ahora se hace necesario otra eficacia de la interpretación. Una interpretación que no se dirige a dar justo
en el significante, sino que apunta a un intervalo muy particular. Es el momento en que la interpretación
“deberá desplegar su virtud alusiva dado que se dirige al horizonte deshabitado del ser”.
Ya no se trata de una interpretación que pueda dar justo sino de lado, de coté, de través, porque dar justo
era un término aplicable al significante, y ahora nos enfrentamos al problema del objeto del deseo que,
como tal, no tiene significante. La interpretación revela al significante, pero no puede revelar lo que es
indecible. Por el contrario, se vuelve peligroso interpretar al objeto como si fuera decible porque produce,
cuando no acting out, al menos fijaciones gozosas a falsos objetos. La interpretación aquí implica un rodeo
del objeto y la producción de un corte entre el significante y el objeto.

 La eficacia de la interpretación que separa al objeto es producir la caída del sujeto supuesto saber
Si tiene una operatividad la separación del objeto en ese lugar es, en última instancia, provocar la caída
del SSS, en consecuencia, el analista va a pasar de encarnar la suposición de saber a encarnar el objeto.
El sujeto se encontrará en este punto con el duelo de lo que ha sido para él la causa de su deseo. Un
duelo por lo que nunca tuvo. Al confrontar al sujeto con lo imposible de decir, se lo confronta con lo
imposible de tener, es en efecto un duelo por lo que nunca se tuvo.
Sujeto supuesto saber
El SSS no designa al analista mismo, sino una función que el analista puede llegar a encarnar en la cura.
Solo cuando el analista es percibido por el analizante como encarnando esta función puede decirse que se
ha establecido la transferencia, es SSS es el pivote donde se articula la transferencia ¿qué tipo de saber
se presupone al analista? Se supone que sabe aquello de lo cual nadie puede huir, la significación.
¿supuesto para quién? Es supuesto por el Significante que lo representa para otro significante. Se suele
suponer que el analista sabe el sentido oculto de las palabras del analizante, las significaciones que
desconoce la misma persona que habla. Es necesario destacar que este Supuesto Saber no engloba
específicamente a la persona del analista, el SSS no es real, el supuesto saber es un error subjetivo
inmanente para la entrada en análisis. El analista presta su persona para encarnar este SSS, pero no debe
identificarse a él, su posición debe ser de Docta ignorancia, un saber que consiste en conocer sus límites.
El fin de análisis llega cuando el analizante deja de suponerle saber al analista, de modo que éste cae de
la posición de SSS.
Intervención sobre la transferencia
En un psicoanálisis el sujeto se constituye por un discurso donde la mera presencia del psicoanalista
aporta, antes de toda intervención, la dimensión del diálogo. En una palabra, el psicoanálisis es una
experiencia dialéctica y esta noción debe prevalecer cuando se plantea la cuestión de la naturaleza de la
transferencia.
Del diagnóstico en psicoanálisis (Soler)
Lacan dice “el psicoanálisis no es una terapéutica como las demás” pero nosotros aceptamos tratar
demandas terapéuticas. En el PSA se curan los síntomas por la exploración del icc, esa es nuestra
diferencia. Es por eso que creo que no se puede disociar el PSA de su alcance terapéutico.
En tanto que seguimos la enseñanza de Lacan, no podemos prescindir del diagnóstico. La sintomatología
es lo que trata acerca de la conceptualización de los síntomas, o sea, el saber que se construye, la teoría
que se elabora acerca de los síntomas. Las teorías clínicas no son simplemente teorías causales, sino que
comienzan en el plano de la designación, de la identificación de los síntomas, con la cuestión de saber a
qué se llama síntoma. De entrada, es posible constatar que los psicoanalistas construyeron la clínica con
derivados de la clínica psiquiátrica y, en líneas generales, retomaron las categorías diagnósticas de
aquella: psicosis, neurosis, perversión. Retomaron esa nosografía e intentaron construir una teoría
psicoanalítica de esa nosografía.
Hoy en día se hace mucho hincapié en los nuevos síntomas: depresión, abulia, toxicomanía, pasaje al
acto. Pero toda esa serie designa trastornos de conducta que afectan directamente al deseo o a los goces
pulsionales. No son síntomas que se vinculen con el desciframiento. La corriente de la IPA intento inventar
categorías sintomáticas nuevas, a partir de la experiencia psicoanalítica.
En su ultima enseñanza Lacan introduce el “nudo borromeo”. Ahí introduce una nueva sintomatología. El
nudo borromeo es un grupo de tres anillos eslabonados de modo tal que si se corta uno los tres se
separan. En su seminario del ´74/75 Lacan emplea este nudo para ilustrar la interdependencia de los tres
órdenes RSI, cada anillo representa un orden de modo que ciertos elementos pueden ubicarse en las
intersecciones. En el ´76 Lacan describe a la psicosis como un nudo Borromeo desatado y postula que en
algunos casos esto se pude impedir añadiendo un cuarto anillo, el Sinthome que mantiene juntos a los
otros tres.
Algunas personas piensan que el diagnóstico es inútil en el discurso analítico, pero también están quienes
denuncian el uso del diagnóstico como un abuso, lo cual no es lo mismo. Diagnosticar es hacer entrar el
caso singular en una especie general. En psiquiatría el diagnóstico es un hetero-diagnóstico, un
diagnóstico que viene del Otro y ene l cual la palabra es el vehículo de los signos. En el PSA se acoge el
síntoma de una manera muy distinta; el síntoma que se puede tratar en el PSA está constituido de un
modo diferente, es un síntoma necesariamente auto diagnosticado (lo que el sujeto considera como
síntoma). Se plantea de entrada entonces la cuestión de la demanda, sólo es síntoma tratable aquel que
se presenta como un significante de la transferencia, es decir, que suponga un sujeto.
Nosotros estamos persuadidos de la necesidad del diagnóstico previo para saber si la persona que
recibimos puede o no beneficiarse con el proceso analítico y de qué modo. La necesidad del diagnóstico
es solidaria del racionalismo de la orientación lacaniana, es decir, del postulado según el cual la relación
analítica con su experiencia de palara y el instrumento del lenguaje, por un lado, y por el otro, el campo
que ella trata (los síntomas), ambos están regulados por leyes, mecanismos. El diagnóstico implica
siempre un juicio ético y un juicio ético no es un juicio de saber.
El ruiseñor de Lacan
La palabra seminario tiene diferentes concepciones. En la universidad es el lugar donde los alumnos
presentan sus trabajos y el profesor los orienta, corrige y conversa con ellos. En los de Lacan las
intervenciones de los alumnos tenían más bien una forma residual, es más, el maestro que habla. Estos
seminarios lacanianos fueron un lugar de formación de lo inconsciente y de su tratamiento por el
psicoanálisis. No tenía ni un procedimiento ni un método y comenzó siendo un seminario de lectura de
Freud. Luego tomó el seminario de lectura de Hegel, y luego leyó a Freud de forma creativa, desde el
campo del lenguaje, la función de la palabra, desde la lingüística estructural. Leyó a Freud desde
Saussure, revisado por Jakobson, según una fórmula de Lévi Strauss. Además, se trataba del discurso de
alguien que se agitaba alrededor del inconsciente, manifestando que el psicoanálisis era su práctica y su
dificultad mientras contaba su forma de actuar. Así transmitía el psicoanálisis y a su vez lo reinventaba.
El aspecto más remarcable de la singularidad del Seminario de Lacan era su proceder y lo que
demostraba con ello: Lacan muestra sus dificultades frente a la resistencia de un saber. Se nos presenta
en lucha con el objeto, ejemplificada a partir de sus propias dificultades en la práctica. En palabras de
Miller, Lacan “se embrolla y se desembrolla” frente a todos, para luego, a partir de la lectura de los textos
de Freud, referir su forma de actuar. Este intento nunca completo de dominar un saber, el cual se resiste y
obliga al cambio y la remodelación de los postulados por parte de Lacan, ejemplifica exactamente lo que
caracteriza aquello que se está transmitiendo en el Seminario.
En cuanto a las clasificaciones diagnósticas estas son artificiales, no se fundamentan en la naturaleza y
permiten la conversación entre los practicantes. En psicoanálisis, el uso de diagnósticos no está destinado
a la clasificación. El uso es más para trabajar entre profesionales y para la dirección de una cura posible
con ese paciente; es un saber que se usa para dirigir la cura. Un diagnóstico no es algo que se deduce
lógicamente siempre de manera clara y distinta, hacer un diagnóstico es hacer un juicio, sin regla ni clase
preestablecida. No es aplicar una teoría, si bien esta es necesaria, la práctica es redescubrir los principios
del caso en cada caso. Es decir, entender que hay algo que siempre se sale de la regla, de lo
conceptualizado. Juzgar es usar categorías universales en casos particulares. No aplicar una regla, y no
decidir si la regla se aplica.
Los efectos de verdad de estas clases son que, dado que las Clases/Clasificaciones se fundamentan en la
“Verdad” así entendida, los efectos de verdad que las mismas producen, están circunscriptos a
coordenadas espacio-temporales concretas. La verdad es un efecto sin fundamento en lo real: siempre
depende de un lugar, un tiempo y un proyecto particular.
Define al sujeto como… el animal justifica el platonismo porque realiza totalmente a la especie, y se
puede decir que lo hace manera exhaustiva, como ejemplar. Pero el ser hablante, el sujeto, el ser del
lenguaje nunca realiza ninguna clase de manera exhaustiva y sólo puede imaginarse confundido con la
especie humana cuando se piensa mortal. Llamamos sujeto al efecto que desplaza sin parar el individuo,
que aparta el individuo de la especie, que aparta lo particular de lo universal y el caso de la regla.
Las clasificaciones son históricas, relativas, artificiales, no están en la estructura ni en lo real. Para
clasificar se vuelve al individuo un ejemplar de una clase, en base a ciertos signos que corresponden a esa
clase y de allí se hace un diagnóstico. Pero el individuo real nunca va a coincidir del todo con el universal
de la clase. Si bien habrá síntomas típicos habrá que ver qué significantes particulares los sostienen y ahí
nos encontramos con el sujeto.
En este texto, Miller nos trae una noción de síntoma que aparece al final de la obra de Lacan y que se
acerca más a la noción de “Sinthome”. Y que por eso lo nombra como la respuesta que se da el sujeto
frente a la ausencia de regla, frente al universal negativo. Este Universal Negativo tiene que ver con la No
Relación Sexual, no hay proporción, no hay un modo de funcionamiento establecido respecto de lo sexual
para los seres hablantes. Hay un vacío respecto de eso. Cada sujeto debe inventarse su modo de relación
con el sexo, y a ese modo lo llama síntoma aquí.
Construcción
Cuando el paciente no logra recordar más aparece la construcción. Es del orden de lo mítico, una ficción
necesaria para dar cuenta de la causa última. Se apoya en una hipótesis de la analista fundamentada en
la teoría. Si tiene efectos de verdad es capaz de relanzar la cadena asociativa e incluso recupera
recuerdos que amplían y complementan a la construcción.
La construcción se apoya en una hipótesis del analista, fundamentada en la teoría. Aquella tiene efectos
de verdad, y es capaz de relanzar la cadena asociativa, e incluso recupera recuerdos.
El analizado debe ser movido a recordar algo vivenciado y reprimido por él, en analista debe deducir lo
olvidado desde los indicios que esto ha dejado tras sí, tiene que construirlo. Se construye mediante el
completamiento y ensambladura de los restos conservados. El analista hace una pieza de construcción y
la comunica al analizado para que ejerza un efecto sobre él. Freud nos dice que no produce daño
equivocarnos y presentar una construcción incorrecta, debemos estar atentos a los indicios de la reacción
del paciente a la comunicación de nuestras construcciones, no aceptar un pleno “no” o “si”, este último
adquiere valor cuando es seguido por corroboraciones indirectas: cuando se produce nuevos recuerdos
que complementar la construcción.
La interpretación, en cambio, se refiere a lo que uno emprende con un elemento singular del material:
ocurrencia, acto fallido, etc.
Leer un síntoma (Miller)
El psicoanálisis no es sólo cuestión de escucha sino también de lectura. Hay que oponer el ser y lo real.
Se trata de poner de relieve los límites de la ontología. El ser no da un fundamento inquebrantable a la
experiencia, precisamente porque hay una dialéctica del ser. Plantear el ser, es al mismo tiempo plantear
la nada, y plantear ser esto es al mismo tiempo plantear que no es eso. El ser parece singularmente es ser
y no por accidente sino de manera esencial. El ser del sujeto inconsciente es para Lacan una falta en ser.
El deseo hace la mediación entre el ser y la nada. Encontramos este deseo en el psicoanálisis a nivel del
deseo del analista. Eso reprimido que el analista apunta a desvelar es un ser virtual, que está en estado
posible, que aparecerá o no. El lenguaje es esta función que hacer ser lo que no existe. El lenguaje es
creador y en particular crea al ser. El ser es lo opuesto de la apariencia, pero el ser no es otra cosa que
una cierta modalidad de la apariencia al mismo tiempo.
Leer un síntoma consiste en privar al síntoma de sentido. La lectura, el saber leer, consiste en mantener a
distancia la palabra y el sentido que ella vehiculiza a partir de la escritura como fuera de sentido, como
letra, a partir de su materialidad. Mientras que la palabra es siempre espiritual y la interpretación que se
sostiene puramente a nivel de la palabra no hace mas que inflar el sentido, la disciplina de la lectura
apunta a la materialidad de la escritura, es decir, la letra en tanto que produce el acontecimiento de goce
que determina la formación de los síntomas. Esa es la raíz misma del síntoma. Por eso el síntoma es el
retorno del mismo acontecimiento. Podemos hacer muchas cosas con la reiteración de uno mismo.
“El hilo de la vida” Araceli Fuentes
1. Ubicar la definición de trauma y a partir de ella ubicar que es lo traumático para Minna
La definición de trauma, en sentido analítico, hay que diferenciarla de lo que comúnmente se nombra
como hecho real, como evento que puede recortarse como lo es por ejemplo un atentado. En
psicoanálisis, no es suficiente decir que hay traumatismo porque hubo (para situar el caso Minna) un
atentado. Para que se le otorgue el estatuto de trauma, debe haber una participación o implicación
subjetiva. Esto es, cuando un hecho (puede ser cualquiera) entra en oposición con una dicha
alcalescencia de la vida del paciente, cuando hay una contradicción entre el hecho y el dicho del paciente.
Esto explica porque ante un mismo hecho que cualquiera clasificaría como "traumático" hay personas
afectadas y otras no subjetivamente.
En el caso de Minna el traumatismo es la consecuencia de la discrepancia, de la incoherencia entre un
mundo que tiene una ley, la ley del padre todo amor, (que le enseño que siempre hay que poner la otra
mejilla) y la emergencia de lo real sin ley. Es eso lo que la traumatiza, que en este mundo así ordenado
ese hecho del atentado se vuelve totalmente incomprensible.
2. Ubicar cuál es lugar de la analista en este caso ¿Que maniobras puede situar? Y ¿Cuáles son sus
efectos?
La analista respecto de su posición, refiere a que ha sido de abstinencia, es decir, de tratar de que el
sentido no taponara la producción (inconsciente). Ya fuese el sentido por el lado religioso o el sentido por
el lado del odio. Su posición era sostener un lugar de vacío.
Las maniobras que realiza, son aguardar silencio acogiéndola, no desculpabilizarla, la culpa se desliza y
deja lugar al odio, un odio desconocido por ella. Su posición en esto es contraria a una idealizante.
Escucha decir ese odio y mantiene abierta la vía para que un día pudiera subjetivas algo de su ser. Sus
efectos son los de hacer desaparecer la sintomatología postraumática y que el sujeto ha vuelto a retomar
"los hilos de su vida". Pero el mayor efecto terapéutico obtenido por este sujeto ha sido el de ocuparse
de ese Otro real, del quiste del que se ha querido desentender (era anterior al atentado y ella lo "dejo
crecer") y que amenazaba su cuerpo y su vida. Como efectos puede situarse la instalación de la
transferencia que se puede inferir del sueño que trae de transferencia, que es el segundo sueño. Esto
habilita a la posterior apertura del inconsciente ya que la transferencia le permite detenerse.
3. Situar lo específico de cada sueño y porque se nombran como sueños resolutivos.
Primer sueño: lo específico es su carácter de pesadilla postraumática sobre el Cristo yaciente que el
recuerda que faltó a su deber. Desaparece al poco tiempo
Segundo sueño: el sueño de transferencia donde también está presente la mirada." Había mucha gente
que me miraba quiera". Luego una mujer le habla y la invita a quedarse.
Tercer sueño: En este sueño encuentra una salida. Es un sueño que viene a desmentir también las
palabras de su madre.
Cuarto sueño: "hilo de la vida". Este lo trae al finalizar casi una sesión. Sueña con un tornillo al que da
vueltas y hacía más que hacía deshacer. El significante tornillo es importante acá, en rumano es parecido
a serpiente esto la lleva a asociar con otros significantes.
Quinto sueño: sueño del cocodrilo. En este sueño ella tiene el falo y sabe qué hacer con él.
Sexto sueño: sueño de Carmina Ordóñez. Una mujer que acababa de fallecer en una muerte con aires de
suicidio. Lo específico es el interjuego de condensación en el significante Car-mina, es ella misma y es la
emergencia de su propia muerte lo que ese sueño pone en escena. Este sueño lo trae luego de revelar
que tenía un quiste.
Séptimo sueño: sueño del hombre sin cara. Este sueño la tranquilizaba, remite a la tranquilidad que le
generaba el ser despertada por un hombre sin cara que remite a la ausencia de la mirada y la boca.
Mirada y boca son tanto la muerte como el reproche.
Se nombran como resolutivos porque son soluciones propuestas por el inconsciente: encuentra la salida,
retoma el hilo de la vida, agarra al cocodrilo por la cola. En esta serie el último sueño pone el punto final:
“el hombre sin cara" que está a los pies de su cama restituye la tranquilidad. Siendo el propio inconsciente
el que pone el punto de capitán en esta cura. Esta es su particularidad. Por otro lado, respecto al primero,
la pesadilla del hombre Cristo yaciente, y en penúltimo, el de la muerte de Car-mina Ordóñez, tienen un
lugar a parte. En ambos lo real de la muerte está presente como amenaza que cambia de lugar, pasando
de la contingencia del acontecimiento real traumático que se impone al sujeto desde afuera, a la presencia
en el cuerpo de un quiste que durante meses había consentido en dejar crecer. Siendo la emergencia del
primer real la oportunidad para poder tratar el segundo real.
4. ¿Qué quiere decir la restitución de la trama de sentido y la inscripción del trauma en la
particularidad del inconsciente? ¿Por qué serían curativas?
Creo que refiere a que los significantes que ordenaban su mundo y la sostenían, dejaron de hacerlo frente
al evento traumático, abriéndose una hiancia en el sentido que queda ilegible con los códigos que
manejaba. Lo que se hirió en los atentados, como lo dice Miller, ha sido el padre todo amor que desnuda el
hilo de la vida que estaba recubierto por el fantasma del padre todo amor. Los sueños vienen a presentar
una solución a partir de inscribirlo en el inconsciente que permite hacer una serie de desplazamientos en
las cadenas de sentido permitiéndola retomar los "hilos de la vida" y restituir el sentido. Creo que en cierto
punto se trata de haber podido desidealizar un poco los ideales que se le imponían con un fuerte
imperativo superyoico.
5. ¿Cuáles son los efectos terapéuticos en el caso?
Los efectos terapéuticos en este caso se deben a una desidealizacion que se produce rápidamente y a la
puesta en marcha del inconsciente como un dispositivo que produce un sentido libidinal. Estos son la
desaparición de la sintomatología postraumática y el sujeto vuelto a reconducir los "hilos de su vida". El
mayor efecto es que haya podido ocuparse del segundo real, el primero habilitó eso, dio lugar a su
tratamiento.
UNIDAD 3: LA DIRECCION DE LA CURA Y LAS ESTRUCTURAS CLINICAS
Lacan, en este seminario, va a plantear que la neurosis está estructurada como una pregunta que se
plantea en el eje simbólico y que se responde en el eje imaginario. Pero el eje imaginario en realidad va a
velar o amordazar esa pregunta, y esto se debe a que lo imaginario engaña, crea una falsa ilusión.
HISTERIA
En el caso particular de la histeria, la pregunta en lo simbólico va a ser ¿Qué es ser una mujer? (que en
definitiva es una pregunta sobre la relación sexual), y es una pregunta cuya determinación es inconsciente
(por eso también está entramada en los síntomas). Y esto se debe a que en la histeria no se inscribe en lo
simbólico ese significante. En esta estructura clínica entonces el sujeto va a intentar responder a aquello
para lo cual en lo simbólico falta el significante. Luego, es en el eje imaginario donde esta pregunta se va a
responder, en este sentido se puede situar la identificación viril de Dora con el Sr. K.
Esto sucede porque con la apoyatura del Sr. K es que Dora puede aproximarse a ese misterio (por la
Gestalt fálica que refuerza a la mujer a tomar el rodeo de la identificación al hombre), a ese enigma, a esa
pregunta que encarna la Sra. K. El Sr. K le sirve como apoyatura o como soporte imaginario al yo de Dora
para, desde este hombre, poder acercarse a su pregunta de qué es esta mujer (la Sra. K.) para este
hombre
En otras palabras, es desde el Sr. K que Dora puede preguntarse qué desea ese hombre de esa mujer. Es
necesario hacer entonces todo este circuito o rodeo de apelar a un hombre a partir del cual acercarse al
enigma de la feminidad. Esto es así en la histeria, no en la feminidad normal (si Dora se pregunta qué es
ser una mujer es porque no puede serlo).
Discurso histérico
El discurso de la histérica tiene el mérito de mantener en la institución discursiva la pregunta por lo que
constituye la relación sexual, a saber, cómo un sujeto puede sostenerla o, por el contrario, no sostenerla.
En efecto, la respuesta a la pregunta por saber cómo puede sostenerla es: dándole la palabra al Otro y
precisamente como lugar del saber reprimido.
Lacan le da un mérito fundamental al discurso de la histeria por el hecho de que intenta mantener a nivel
del lazo social la pregunta por la relación sexual. A nivel del discurso, la histérica en el lugar de agente,
instituye la relación sexual como enigma e interpela al amo tratando de hacerlo trabajar en ello sin cesar.
Para esto, luego de llamar su atención, de causar su deseo, de seducirlo, le sustraerá el objeto que podría
procurarle satisfacción, para dejarle un vacío.
En el seminario del ‘55/56 desarrolla la idea de que la neurosis tiene estructura de pregunta y en la
histeria, el sujeto se pregunta por su posición sexual ¿qué es ser mujer?, esto vale para los histéricos de
ambos sexos. Su identificación viril es un medio para aproximarse a esa definición que se le escapa, el
pene le sirve de instrumento imaginario para aprehender lo que no logra simbolizar, ella se identifica en un
objeto en la medida en que se reconoce en éste, reconoce allí los índices de su deseo. La pregunta por la
procreación es el factor común en la posición femenina y masculina de la histeria, que se sitúa a nivel
simbólico.
El histérico es alguien que se apropia del deseo del otro identificándose con él, por ej. Dora se apropia del
deseo del Sr. K que es desear a la Sra. K. Sin embargo, la histeria solo sostiene el deseo del Otro con la
condición de no ser ella el objeto de ese deseo, la histérica no soporta ser objeto del deseo porque eso
haría revivir la herida de la privación. Cuando el Sr. K le dice a Dora “mi mujer no es nada para mi” en ese
momento se le ofrece el goce del Otro y ella no lo quiere, porque lo que ella quiere es el saber cómo medio
de goce, pero para que sirva a la verdad del Amo que ella encarna como Dora, y esta verdad es que el
Amo está castrado. Si el goce del falo domina al amo ¿cómo establecería el amo esa relación con el saber
cuyo beneficio es el reforzamiento del plus de goce? El amo solo puede dominarlo excluyendo este goce.
Para la histeria, el Otro es el Otro del deseo, está marcado por la falta y la impotencia para alcanzar el
goce. En la escena de su fantasía de seducción ella no está presente como sujeto sino como objeto,
aparece como una reivindicación al Otro a quien no debe nada, es el Otro quien le debe: “No fui yo, fue el
Otro”. Para la histérica, el Otro no tiene falo, si ella tampoco lo posee debe cumplir la función de ser el falo.
La histérica está siempre en la búsqueda de un Amo, pero no para someterse a él, sino para reinar,
apuntando a las fallas de su dominación. La histérica estimula el deseo del Otro y se hurta como objeto, es
lo que confiere a su deseo la marca de la insatisfacción.
Histeria Masculina (Tudanca; Caso Pedro)
La particularidad de la histeria masculina es el carácter problemático que adquiere la cuestión de la
identificación simbólica al Ideal. Los emblemas aquí quedan en el lugar de A y el sujeto no los puede
asumir. Un ejemplo de ello es el caso de Pedro, en quien su vida estaba empañada por el “no sé”,
mediante este significante revela la pura división subjetiva, junto con un sentimiento de exclusión del
mundo de los hombres. Esta exclusión está mediatizada por no poder hacer uso de los emblemas que lo
incluirían en dicha clase. La dimensión ¿qué es ser hombre? De la histeria masculina no pasa por la
metáfora correspondiente al tercer tiempo del Edipo donde la metáfora paterna deviene metáfora del
sujeto. Simbólicamente ser un hombre es poder asumir un emblema como metáfora de sí mismo. En el
mismo movimiento que su padre le intenta transmitir el significante “esfuerzo” como ideal, se devalúa por
no poderlo sostener sin un refuerzo que es el libro de moral, momento de vacilación paterna que dejará al
sujeto sin posibilidades de utilizar ese significante como metáfora de sí. Posición redoblada por el discurso
materno que lo coloca en el lugar de vago al que hay que ponerle las medias.
La dirección de la cura de la histeria masculina consiste en sacar al sujeto de aquello que lo representa en
su pura división subjetiva (no se) e introducirlo en el camino de la asunción de los emblemas que han
marcado su historia. Es necesario que asuma estos emblemas para poder agujerearlos.
La pregunta histérica (Lacan)
En la neurosis es el elemento determinante, el Otro de la palabra en tanto el sujeto se reconoce en él y en
él se hace reconocer. Se trata de una pregunta que se le plantea al sujeto en el plano del significante, en
el plano de su ser. Esta pregunta se sitúa a nivel del Otro en tanto que es una pregunta por la relación
sexual, ligada al reconocimiento del otro.
El sujeto encuentra su lugar en un aparato simbólico preformado que instaura la ley de la sexualidad. Esta
ley solo le permite al sujeto realizar su sexualidad en el plano simbólico. Lo que está en juego en la
pregunta histérica es: “¿qué soy?”, es una relación de ser, un significante fundamental. En la medida en
que esta pregunta en tanto simbólica fue despertada y no reactivada en tanto imaginaria, se desencadena
la descompensación de la neurosis y se organizan los síntomas. Todo lo dicho, lo expresado, lo
gestualizado, sólo cobra sentido en función de la respuesta que ha de formularse sobre esa relación
fundamentalmente simbólica: “¿soy hombre o mujer?”.
El neurótico hace su pregunta neurótica, su pregunta secreta y amordazada con su yo. La estructura de la
neurosis es esencialmente una pregunta. Esto se ilustra en el caso Dora. Dora es una mujer capturada en
un estado sintomático muy claro y Freud se pregunta qué desea Dora, antes de preguntarse quién desea
Dora. Freud termina percatándose que es la señora K la que interesa a Dora, en tanto que ella misma esta
identificada al señor K. La cuestión de saber cual es el yo de Dora está así resuelta: el yo de Dora es el
señor K. Mediante su neurosis la pregunta de Dora es la siguiente: “¿qué es ser una mujer?”.
Es la prevalencia de la Gestalt fálica la que refuerza a la mujer a tomar el rodeo de la identificación al
padre. Lo que está en juego es una disimetría en el significante. Donde no hay material simbólico, hay
obstáculo, defecto para la realización de la identificación esencial para la realización de la sexualidad del
sujeto. El sexo femenino tiene un carácter de ausencia, de vacío, de agujero.
En tanto la función del hombre y la mujer está simbolizada, en tanto es literalmente arrancada al dominio
de lo imaginario para ser situada en el dominio de lo simbólico, es que se realiza toda posición sexual
normal, acabada. La relación genital está sometida a la simbolización. En el entrecruzamiento entre lo
imaginario y lo simbólico yace la fuente de la función esencial que desempeña el yo en la estructuración de
la neurosis. Cuando Dora se pregunta “¿qué es ser una mujer?”, intenta simbolizar el órgano femenino en
cuanto tal. Su identificación al hombre portador del pene le es en esta ocasión un medio de aproximarse a
esa definición que le escapa. El pene le sirve literalmente de instrumento imaginario para aprehender lo
que no logra simbolizar. Volverse mujer y preguntarse qué es ser una mujer son dos cosas esencialmente
diferentes. Diría aún más, se pregunta porque no se llega a serlo y hasta cierto punto preguntarse es lo
contrario de serlo.
La estructura del deseo, como deseo del Otro, aparece en la histeria con más claridad que en cualquier
otra estructura clínica; el histérico es precisamente alguien que se apropia del deseo del Otro
identificándose con él. Por ejemplo, Dora se identifica con el señor K, toma como suyo propio el deseo que
percibe en él, el desear a la señora K. Sin embargo, según también lo demuestra el caso Dora, la histérica
sólo sostiene el deseo del Otro con la condición de no ser ella el objeto de ese deseo; la histérica no
soporta ser tomada como objeto del deseo porque eso haría revivir la herida de la privación. Es esta
relación privilegiada entre la estructura del deseo y la estructura de la histeria lo que explica que Lacan le
haya dedicado tanta atención a esta estructura clínica.
El discurso histérico (forma particular de lazo social)
La posición dominante es ocupada por el sujeto dividido, el síntoma. Este discurso es el que señala el
camino hacia el Saber. Aquí el Sujeto dividido a través de su síntoma le supone un saber al analista que
en este caso ocupa el lugar de Amo. Este sujeto oculta un plus de goce. El fin de la entrada en análisis en
el trabajo con la neurosis es pasar de este discurso a un discurso analítico.
El sujeto histérico arrincona al Amo (S1) para que produzca un saber (S2) a cerca de su goce que está en
la base del síntoma.
Lo femenino: una política para la histeria (Suárez)
La ausencia de relación sexual es uno de los axiomas centrales de la enseñanza de Lacan. En este
sentido, su tesis inicial, es que, a nivel del lazo social, la ausencia de relación se registra como tal gracias
a la intervención de la histeria. Lacan le otorga un mérito fundamental al discurso histérico por el hecho de
que intenta mantener a nivel del lazo social la pregunta por la relación sexual. Un mérito diferencial dado
que el discurso del amo, como lazo predominante, reduce esa relación a la del sujeto con el objeto, o,
dicho de otra manera, a la relación fantasmática. El discurso histérico, en cambio, dirá la verdad acerca de
esa relación: la relación sujeto-objeto no reporta otra cosa que insatisfacción en la medida en que el objeto
no puede identificarse a lo femenino.
A nivel del discurso, la histérica, en el lugar del agente, instituye la relación sexual como enigma e
interpela al amo tratando de hacerlo trabajar en ello sin cesar. Para esto, luego de llamar su atención de
causar su deseo, en otros términos, de seducirlo, le sustraerá el objeto que podría procurarle satisfacción,
para dejar en su lugar, un vacío. Es el paso que se conoce como la “huelga del cuerpo”. Aquel por el cual
el cuerpo es ubicado como objeto en un lugar inaccesible, el del lugar del misterio de la verdad.
Eso mismo que constituye el mérito del discurso deja a la histeria en un impasse; si retraducimos este
impasse de acuerdo a la enseñanza de Lacan diríamos que, por un lado, la histérica se opone al falo como
semblante bajo la forma tanto del ser como del tener, pero, por otro lado, se afirma en reclamarlo. La
decepción de Freud es por el hecho de que la histérica no se separa del falo durante el análisis. Según
Lacan, no es cualquier falo del que no se separa, sino del falo ideal, de aquel que prometería la relación
sexual. En su teatro fantasmático es aquel portado por el hombre de su identificación viril, y encarnado por
la mujer de su identificación histérica.
NEUROSIS OBSESIVA
En la neurosis obsesiva en el eje simbólico tenemos como pregunta velada, obturada, amordazada, la
pregunta por la existencia: ¿estoy vivo o estoy muerto? Pero del lado de la respuesta imaginaria, la que
lleva el sujeto a cabo con el yo, ayudado por un partenaire, tenemos: la hazaña o proeza a la que le va a
dar el estatuto de una pantomima.
Lacan va a decir que esa respuesta se concretiza en una conducta a la que llama pantomima. Esta tiene
distintas formas: en la neurosis obsesiva tiene forma de hazaña y en la histeria toma la forma de la
identificación viril (de pasar por el otro masculino para responderse a la pregunta por la feminidad). El
concepto de pantomima vale para las dos. La pantomima, sea obsesiva o histérica, es una respuesta, la
situamos en el eje imaginario, que es usada para desviar la pregunta, para amordazarla. Es del orden del
comportamiento, de una conducta efectiva, ejecutada con el yo con la ayuda de un semejante, un
compañero imaginario. Es entonces una respuesta imaginaria pero que hunde sus raíces en el eje
simbólico; tiene una determinación simbólica y por eso es descifrable.
Lacan toma a la neurosis obsesiva desde la dialéctica de la demanda y del deseo. En este marco va a
volver sobre la hazaña obsesiva. La demanda es una palabra dirigida a Otro simbólico (Otro con
mayúscula, que puede ser por ejemplo la madre) del cual se va a esperar una respuesta. El paradigma de
la demanda es la relación madre-hijo: el niño, al tener hambre, por ejemplo, reclama al otro materno la
satisfacción de una necesidad. En la medida en que se trata de una palabra, la demanda tiene una
articulación significante: es decir, el sujeto, para disponer de ese significante, tiene que pasar
necesariamente por el lugar del Otro. Es el Otro el que interpreta con sus significantes la necesidad del
niño. Al ver que el niño llora, dice, por ejemplo, “debe tener hambre”. La que convierte ese “grito” en
“llamado” es el ser hablante, que suele ser la madre. La demanda es impensable si no pasa por el Otro. El
sujeto entonces para constituirse depende del Otro tanto para disponer de esos significantes como para
obtener la satisfacción de la necesidad planteada. Además de solicitar la satisfacción de la necesidad, el
sujeto solicita el amor del Otro. La demanda entonces desdobla al Otro: le pide por un lado la satisfacción
de una necesidad, pero por el otro lado le pide que esté presente, que le dé su amor. En ese intervalo
entre la satisfacción de la necesidad y la demanda de amor que aparece algo del orden del deseo:
entonces la demanda precede a la formulación del deseo. El deseo, entonces, es siempre deseo del Otro,
algo del deseo del sujeto va a emerger a partir de la respuesta que el Otro le dé a la demanda, se
vehiculiza en la respuesta del Otro a la demanda.
El deseo, a diferencia de la demanda que es articulable con los significantes, desborda al significante: el
objeto (por ejemplo, el pecho de la madre) está perdido irremediablemente para siempre, y eso va dar
lugar a una búsqueda, e indefectiblemente lo que se va a encontrar en el lugar del objeto perdido y
añorado siempre va a ser otra cosa que no es la original. Esto hace a la indestructibilidad del deseo, o sea
que nunca hay un objeto que le convenga al deseo (por eso es metonímico, es decir, se va desplazando).
Ahora bien, en la neurosis obsesiva la demanda tiene un modo de presentación muy particular que es el
de una exigencia absoluta. Esto tiene un efecto desgastador del Otro, destructor del Otro, porque el
obsesivo no acepta del lado del Otro que éste le responda “no puedo” o “más tarde”. Ese carácter de
condición absoluta del obsesivo es correlativo a una anulación del deseo, se excluye el deseo mismo; es
decir, el obsesivo, al destruir al Otro con su demanda absoluta, destruye también una formulación posible
de su propio deseo. Dicho de otra manera, cuando el obsesivo destruye al Otro, destruye a su vez el
deseo del Otro. Y como el deseo siempre es deseo del otro, el obsesivo no se da cuenta que destruye su
propio deseo: el deseo del obsesivo se manifiesta anulado. Por eso el deseo es evanescente, se le
desvanece. Cada vez que el obsesivo intenta aproximarse a su objeto, a un supuesto objeto de deseo,
cada vez que lo logra, ese objeto no significa nada para él, se desvanece, se esfuma. Ahora bien, esto
pone al obsesivo en un problema, porque un deseo totalmente anulado hace imposible que sobreviva
como sujeto. Para sobrevivir como sujeto necesita restituir a ese Otro que ha destruido con su demanda, y
esto lo logra reduciendo el deseo a la demanda. Así, por ejemplo, está siempre pidiendo permiso, (esa es
una forma ya de la solución), o inventa un Otro bien consistente, un amo a quien obedecer, que le prohíba
o lo autorice.
Esto le permite redefinir la hazaña obsesiva. Nunca se lleva a cabo una hazaña sólo: tiene que haber por
lo menos dos (el a y el a’) en el registro de lo imaginario para que haya algo del orden de una
competencia, de un desafío, de un duelo con un semejante. El obsesivo se mete en una lucha a ver quién
tiene más prestigio, más poder. Pero también hace falta un tercero, alguien que registre esa escena: el
que cuenta en realidad es el que registra la hazaña, aquel que le levanta el pulgar o que se lo baja.
La pregunta que constituye la NO tiene que ver con la contingencia de la propia existencia, es la pregunta
sobre la muerte que se formula como ¿estoy vivo o estoy muerto? La respuesta del obsesivo es trabajar
para confirmar su existencia y realiza algunos rituales obsesivos porque piensa que de ese modo podrá
huir de la falta del Otro, de la castración del Otro. La pregunta por la existencia tiene también
consecuencias en su actitud respecto del tiempo: una perpetúa vacilación y posposición mientras aguarda
la muerte o considerarse inmortal porque ya está muerto.
Para el obsesivo, el Otro goza, al Otro no le falta nada, es un Otro completo y no desea. El Obsesivo anula
el deseo del Otro para mantenerlo completo, se instala en ese lugar del Otro marcando su deseo por la
imposibilidad. En la tentativa por dominar el goce del Otro para que éste no emerja, el obsesivo no solo
anula su propio deseo, sino que pretende llenar todas las lagunas con significantes para impedir ese goce:
no para de pensar, calcular, dudar, etc. La mecánica que tiene el obsesivo con el deseo es que a medida
que intenta acercase al objeto, su deseo se amortigua, hasta llegar a extinguirse, a desaparecer. El
obsesivo resuelve la cuestión de la evanescencia de su deseo produciendo un deseo prohibido, se lo hace
sostener al Otro precisamente mediante la prohibición del Otro, la prohibición está ahí precisamente para
sostener el deseo. Toda emergencia de su deseo es para él ocasión de proyección o temor de venganza
que inhibe sus manifestaciones.
Al situar al Otro como amo el obsesivo termina en una posición de esclavo tratando de engañar a su señor
demostrando las buenas intenciones de su trabajo. Al mismo tiempo se engaña al creer que su trabajo es
el que le dará el acceso al goce.
En el obsesivo ocupa un lugar fundamental el fantasma, cada vez que hablamos de fantasma marcamos
su aspecto de guion, de historia. Es algo que el sujeto articula en una escenificación en la que además se
pone en juego él mismo. El fantasma ocupa el primer plano en los obsesivos, lo confirma esto el lugar que
ocupan en ellos las fantasías sádicas. Dichos fantasmas tienen la característica de permanecer en el
estado de fantasmas, solo son realizados de forma excepcional y sus realizaciones son siempre
decepcionantes.
En los síntomas obsesivos, lo que se presenta de forma más transparente son las exigencias del Superyó.
El obsesivo siempre pide permiso y esto es ponerse en la más extrema dependencia respecto del Otro. Lo
que trata de obtener en la hazaña es el permiso del Otro: se infringen tareas duras, agotadoras y, por otra
parte, las consiguen. Hay en la hazaña algo que permanece siempre ficticio porque la muerte es aquello
en lo que se encuentra el verdadero peligro, no en el adversario a quien parece desafiar, sino en aquel
testigo invisible que es el Otro que está allí como espectador.
El obsesivo tiene dos modos de defensa principales: una cara de compulsión (tomar el instrumento fálico
con un valor lógico de Para todos) y una cara del Otro Completo (busca sostener al Otro en el plano de la
demanda). El fin de la defensa es reconstituir el Otro. Lo inquietante, de lo que hay que defenderse es de
la castración del Otro, de su deseo. La angustia del obsesivo se vincula al deseo del Otro, no soporta ese
deseo, tiene que anularlo para constituir Otro completo. Lo que ha renunciado de goce fálico y de todo
goce en la realización de sus escenas se realiza en la posibilidad de Otro total, un Otro que lo ama, que lo
reconoce, que le festeja sus proezas.
La insistencia de Lacan es que el obsesivo no está acá, nunca vamos a dar cuenta de su deseo
interpretándolo acá, sino que lo esencial de su defensa es que tiene un desdoblamiento, el obsesivo no
está nunca en la escena del deseo, está siempre en otra parte, viendo todo desde el Otro. Esto es lo que
Freud llamó aislamiento, se trata de irse del lugar, de aislarse de las escenas, el aislamiento es la
posición del obsesivo en su deseo. El aislamiento es estar en el palco. El obsesivo encuentra un modo de
goce escópico en el aislamiento.
El obsesivo arrastra a la jaula de su narcisismo a los objetos en los que su pregunta se repercute y
domesticando su voltereta, dirige su homenaje en vivo hacia el palco donde tiene él mismo su lugar, el de
Amo que no puede verse. El obsesivo lleva siempre a los objetos de deseo a un límite extremo que Lacan
llama “figuras mortales”.
La intriga del obsesivo es averiguar si él tiene un lugar en el Otro y que se garantice ese lugar.
La causa de toda la defensa obsesiva es la presencia del deseo (del goce dirá después Lacan), la
repentina aparición de ese significante Gran Phi, es un significante solo, que no hace cadena con los
demás, significante de goce y de repetición, de un tipo de goce: Uno fálico. El obsesivo cree tener la clave
de todo, todo es valor fálico y no puede haber nada fuera de ese valor fálico con lo que esté identificado.
La defensa del obsesivo es hacer de ese Uno Fálico, ese Uno todo, equivalente general. La defensa ante
el Gran Phi es armarse un Gran Phi degradado, sustituido en empleos, armas, manejo de dinero, poder,
etc. A los fines de conseguir una anulación para siempre, crear un todo donde no vuelva a aparecer nunca
más la sorpresa del Gran Phi, a eso entendemos como compulsión.
El obsesivo se caracteriza también por una posición Oblativa, en la cual resuelve su deseo convirtiéndolo
en un don, el pago de una deuda, etc. Que puede ir desde la extrema generosidad a la avaricia. El
obsesivo encuentra un goce en vivir para pagar y cumplir con lo que demanda el Otro. Si hoy el obsesivo
está un poco sacudido, es porque no sabe lo que demanda el Otro.
El rasgo típico del amor obsesivo se caracteriza por ser erotomaníaco, lo que lo diferencia de la psicosis
es que no pone demasiado empeño en llevarlo hasta el final, siempre algo queda en el orden de la
fantasía. Busca ser amado a nivel del Otro absoluto, de Dios, en su idealización del amor hay algo
claramente defensivo. Tiene dos estrategias en el amor: “te amo, aunque no lo quieras”, es un amor que
tiende a la completud del objeto; “te deseo, aunque no lo sepas”, “me deje en tu casa los anteojos” es la
certeza de ser algo en el deseo del Otro y lo que da esa certeza es la experiencia de un cierto goce.
El primer paso que debemos dar en el análisis con un obsesivo es constituir el síntoma en su forma
clásica, para que el síntoma salga del estado de enigma el sujeto debe percatarse de que éste tiene una
causa (objeto a), solo a partir de ello es posible que la implicación del sujeto en su conducta se quiebre.
Una de las estrategias utilizadas en la dirección de la cura es el “desdén” que puede ser aplicado mediante
el corte de la sesión, esto desorientará sus resistencias y su coartada hasta entonces inconsciente
empieza a descubrirse para él, va a buscar la razón de tantos esfuerzos.
La procrastinación típica del obsesivo puede entenderse bajo la lógica de “cuando muera el Amo todo
empezará”. El obsesivo se caracteriza por Ser Para La Muerte, está en suspenso y esto es lo que
debemos mostrarle.
Neurosis Obsesiva Femenina
Damiano toma el caso de Renee llevado adelante por Bouvet para ejemplificar la NO femenina. La
paciente se presenta con dos síntomas principales: Primero, cuando se proponía rezar se le ocurrían
frases injuriosas; segundo, en lugar de la hostia se le representaban órganos genitales masculinos.
El CDE muestra que tras un Edipo normal aparece luego invertido, ella se avergonzaba de su padre y
juzgaba superior a su madre por su inteligencia. Toda persona que se entrometiera en la relación con su
madre era objeto de deseo de muerte. Renee dirige toda su agresividad hacia el analista, reproduciendo
su actitud general hacia los hombres.
En este caso, Bouvet analiza el caso de la paciente interpretándolo como un deseo de posesión fálica,
como deseo de ser un hombre. Interpreta que ella quiere destruir su falo y castrarlo e interviene en el
sentido de “yo te lo doy” y orienta el análisis en dirección a lo que cree que la paciente ha querido: ser un
hombre. Esta introyección del falo imaginario motivara que Rene envía a análisis a su hijo como un acting
en que la paciente devuelve a su analista el falo que le dio y demuestra que hay otra cosa en su deseo
que debió haber sido considerada.
Desde la orientación lacaniana, el problema no es tanto el deseo de posesión fálica del sujeto, sino el
deseo del Otro, en este caso de la madre. Es tanto percibe el deseo de la madre que dirige su hostilidad
hacia los hombres porque son el falo al que se dirige el deseo de la madre y entra con ellos en una
agresividad mortífera para destruir el deseo del Otro. Al querer presentarse como si tuviera lo que sabe
que no tiene hace de su feminidad una máscara (los zapatos por ejemplo que causan el deseo de los
hombres, deseo que como no lo soporta, lo degrada). Tanto para el hombre como para la mujer obsesiva,
el problema no es tenerlo o no tenerlo, sino serlo. La indicación técnica respecto de la dirección de la cura
en la NO femenina es no legitimar la envidia del pene, es solo a partir de subjetivar en el análisis que no es
el falo que su posición se normalizará-.
El obsesivo y su deseo (Lacan)
El obsesivo ha de constituirse frente a su deseo evanescente. El falo es el significante por excelencia de la
relación del hombre con el significado y por esta razón se encuentra en una posición privilegiada.
El deseo se ubica siempre mas allá de la demanda en tanto que la demanda apunta a la satisfacción de la
necesidad y está más acá de la demanda en tanto que la demanda apunta a la satisfacción de la
necesidad y está mas acá de la demanda en tanto que la demanda, por estar articuladas en términos
simbólicos, va más allá de todas las satisfacciones a las que apela, es demanda de amor que apunta al
ser del Otro. El deseo desborda toda clase de respuesta en el plano de la satisfacción, reclama en sí
mismo una respuesta absoluta. El Otro en cuanto lugar de la palabra, en tanto que es a él a quien se dirige
la demanda, será también el lugar donde se ha de descubrir el deseo. Ahí se ejerce en todo momento la
contradicción, pues este Otro está poseído por un deseo que inaugural y fundamentalmente es ajeno al
sujeto.
En el obsesivo el problema del deseo del Otro se presenta de forma distinta en relación a la histérica. Los
obsesivos tienen la característica en análisis de permanecer en el estado de fantasmas. Solo son
realizados de forma completamente excepcional y sus realizaciones son para el sujeto, siempre
decepcionantes. En efecto, observamos que el obsesivo en la medida que intenta acercarse al objeto, su
deseo se amortigua hasta llegar a extinguirse.
El obsesivo está siempre pidiendo permiso. Pedir permiso es, justamente, tener como sujeto una
determinada relación, la propia demanda de uno. Pedir permiso es, en la misma medida en que la
dialéctica con el Otro es puesta en cuestión, emplearse a fin de cuentas en restituir a ese Otro, ponerse en
la más extrema dependencia con respecto a él. El obsesivo, al igual que la histérica, tiene la necesidad de
un deseo insatisfecho, es decir, un deseo que va más allá de una demanda. El obsesivo resuelve la
cuestión de la evanescencia de su deseo produciendo un deseo prohibido. Se lo hace sostener al Otro
precisamente mediante la prohibición del Otro. Esta forma de hacerle sostener el propio deseo al Otro es
ambigua, porque un deseo prohibido no quiere decir un deseo extinguido. La prohibición está ahí para
sostener el deseo, pero para que se sostenga ha de presentarse. La ilusión, el fantasma que está en el
obsesivo, es que a fin de cuentas el Otro consienta su deseo. Salvar al Otro es, ciertamente, lo que está
en el fondo de toda una serie de ceremoniales, procedimientos del obsesivo. Se puede decir que estos
buscan la solución del problema de su deseo, son mas adecuados porque al menos este problema se lee
en ellos de una forma clara. La forma en que el obsesivo se comporta con sus semejantes, cuando todavía
es capaz de hacerlo, es en si misma suficientemente indicativa.
En cuanto a la hazaña del obsesivo, para que haya hazaña hace falta ser al menos tres. Al menos dos
para ganar un desafío y luego un tercero que registre y sea el testimonio. Lo que trata de obtener en la
hazaña el obsesivo es el permiso del Otro. Ahora bien, el Otro en esa dialéctica está demasiado ocupado
con su propio Otro y no tiene ninguna razón para cumplir la misión de concederle a la hazaña del obsesivo
su pequeña corona, o sea, lo que sería precisamente la realización de su deseo. En la hazaña el obsesivo
corre siempre dentro de límites muy estrictos porque la muerte, aquello en lo que se encuentra el
verdadero peligro, no reside en el adversario a quien él parece querer desafiar sino en otra parte. Está
precisamente en aquel testigo invisible, aquel Otro que está ahí como espectador. El que es importante es
entonces el Otro ante quien todo esto ocurre. Éste es el que hay que preservar a toda costa. Lo que el
obsesivo quiere mantener es, ante todo, este Otro en el que las cosas se articulan en términos de
significante. Su objetivo esencial no hay duda que es el mantenimiento del Otro.
CASO: vivir en el faro + texto de Suárez (el PSA y su enseñanza)
Texto de Suárez N.O.
El psicoanálisis y su enseñanza:

 Estrategia del sujeto obsesivo: engañar a la muerte con mil astucias.


 Yo como soporte de sus hazañas para asegurar el triunfo de las astucias.
 Hazaña y astucia, ambas toman cosas de la otra y se sostienen.
 Goce del sujeto privado y transferido al otro imaginario que lo asume como goce de un
espectáculo.
 Todo el placer es para ese otro al que no se podría sacar de su sitio sin que la muerte
desencadenase, pero del que se espera que la muerte acabe con él.
 Del otro imaginario la muerte viene a tomar el semblante y a la muerte se reduce el Otro real.
Figura límite para responder a la pregunta por la existencia.
Función y campo de la palabra

 Método para responder al sujeto en análisis: reconocer donde se encuentra su ego.


 El obsesivo arrastra en la jaula de su narcisismo los objetos en que su pregunta se repercute en
la coartada multiplicada de figuras mortales, y dirige su homenaje ambiguo hacia donde tiene el
mismo su lugar, el del amo que no puede verse.
 Hacer reconocer en el espectador invisible de la escena a quien le une la mediación de la
muerte.
 El esclavo se ha escabullido ante el riesgo de muerte. Puesto que sabe que es mortal, sabe
que el amo también puede morir. Desde ese momento puede aceptar trabajar para el amo y
renunciar al gozo mientras tanto; y en la incertidumbre del momento en que se producirá la
muerte del amo, espera.
 La obra del sujeto le es arrebatada por otro, rasgo constituyente de todo el trabajo, y el
reconocimiento por el sujeto de su propia esencia en su obra, no le escapa menos, no está en
ello, pues está en el momento anticipado de la muerte del amo, a partir de la cual vivirá, pero en
espera de la cual se identifica a él como muerto, y por medio de la cual el mismo ya está
muerto.
 No obstante, se encarga de engañar al amo por la demostración de las buenas intenciones
manifestadas en su trabajo.
Seminario I. “Los escritos de Freud”

 El obsesivo espera la muerte del amo


 Espera se interpone entre él y la muerte.
 El obsesivo no asume su ser-para-la-muerte. Esta en suspenso. Esto es lo que hay que
mostrarle, es la función del amo como tal.
Seminario X, la angustia.

 No continuación del síntoma, despierta angustia.


 La angustia se muestra, el deseo está escondido.
 La marcha analítica no parte del enunciado del síntoma sino desde el reconocimiento de que
eso funciona así. El síntoma queda constituido cuando el sujeto se percata de él.
 Lo que el sujeto obsesivo busca en su recurrencia en el proceso de deseo es reencontrar la
causa autentica de todo ese proceso. Esa causa es el objeto último, en esta búsqueda queda
en suspenso y siempre se manifiesta al nivel del acting out, lo que dará a tal búsqueda del
objeto sus tiempos de suspensión. Harán que la búsqueda gire y se manifieste en el síntoma de
la duda, que va a marcar el valor de todos sus objetos de sustitución.
CASO VIVIR EN EL FARO:
 Consulta para solicitar medicación
 Se siente vacío.
 Temores
 Casa dominada por la abuela paterna
 Viviendo solo durante 20 años hizo todo lo que quiso.
 Su departamento llamado “el faro”, nunca se apagaba la luz.
 Intenta impactar a todos
 Satisfacción en sorprender, conquistar mujeres, rivalizar con hombres.
 Corta vinculo si se enamora de una mujer.
 Consciente de que necesita tener control visual sobre el acto sexual, lo que lo hace sentirse en
posición de dominio.
 Madre lo “torturaba”
 Madre lo obligo a tocar el pene erecto del padre. No recuerda cuando ni cuantas veces sucedió.
 Reclamos de presencia por parte de la esposa.
 Se queja de la influencia de la suegra en la vida familiar.
 Como producto de la terapia comienza a conversar con su esposa, ya que antes la rechazaba,
y su goce por estar con otras mujeres o la vida extrafamiliar comienza a declinar.
 Esposa le confiesa haberlo engañado cuando él no le prestaba atención. Él se angustia y lo
compara con lo que él hizo.
 Comienzan los celos, rabia, la agrede.
 Sueña que esta con su hija, y ven a su mujer entrar con otro a un hotel.
 A la madrugada se despierta angustiado, no sabe por qué, algo adentro le quemaba. Lo
relaciona con los celos a su esposa, luego con el rechazo a su suegra, y luego con el
resentimiento hacia su propia madre.
 Esposa le pide separarse. Se desespera. Pide asistir con ella a sesión. Ambos angustiados, el
dice que ella es su único amor, ella no lo abandona.
 Sueño que lo impacta. El en el auto camino a un hotel con una mujer. No quiere y se baja. Ve a
su padre en el auto, y deduce que ella es la madre.
 Actos imparables ligados a morir.
En cuanto a las hazañas del sujeto de engañar a la muerte, se podría pensar primeramente en la "época
dorada" del paciente cuando a sus 20 años decide irse a vivir sólo y a hacer lo que quiere. Este momento,
al comienzo del análisis, el sujeto lo trae con nostalgia, añorando y comparando lo que fue su vida antes
en comparación a la actualidad. "Ese era su estilo: impactar a todos". Ubica a todos como un objeto
controlable. Es la estrategia que se armó, como obsesivo, para vivir.
Por otro lado, se puede pensar en el rasgo calculador que presenta: necesidad de tener el control,
manteniendo una posición de dominio hacia los demás. Podemos pensar estas actitudes y acciones como
su astucia, estrategias para engañar a la muerte, haciéndose creer que está vivo.
En cuanto a la constitución del síntoma, se puede leer que se empieza a establecer como tal cuando el
sujeto comienza a cuestionarse su vida pasada, comienza a tener conversaciones con su esposa, el goce
que existía en estar con otras mujeres comienza a declinar. Tras esta serie de conversaciones su esposa
le confiesa dos infidelidades. El sujeto compara estas con las cosas que él mismo hizo, notando lo malo en
sus acciones y en ese momento aparece la angustia. Podemos situar al sujeto dividido. No es sin pasar
por la angustia que el sujeto entra en análisis. A él como neurótico, que controla todo, le sorprende esta
declaración por parte de la mujer, que le muestra algo del orden de lo incontrolable para el.
Comienza a tener sueños de angustia, relatos de "actos imparables ligados a la idea de morir", actos de ira
incontrolables, temor a "terminar acabado como su padre y sentimiento de culpa al pensar que con sus
actitudes ha producido angustia en sus seres queridos.
A su vez, a través de los sueños puede asociar que cuestiones que en un primer momento parecía que
tenían que ver con su mujer, tienen que ver con su madre. Podríamos pensar el rechazo a su esposa
como un reflejo del rechazo a su progenitora.
En base a esto, podemos remitir a esas obsesiones nombradas al principio, como una defensa para no
encontrarse con el objeto causa, que se empiezan a constituir como síntomas. Al verse conmovida esta
defensa, es que podemos ver que se filtra algo de la causa.
La clínica de la no relación sexual. Compulsión y pulsión. (Indart)
Si vamos a Freud lo que tenemos como hipótesis, el elemento causante de la obsesión es la aparición de
algo llamado idea o representación, que caracteriza como inconciliable, insoportable y compulsiva.
Diríamos desde Lacan que es una idea que entra con una referencia de goce inconciliable. Todo el
universo de la persona (con un sistema previo de representaciones conciliables) queda deshecho ante eso
y Freud ve que según como responda a esa idea es lo que funda su clínica. Hay tres maneras de
responder a esa idea: reprimirla, defensa por aislamiento o rechazo.
Lo que Freud llama ideas es algo que desde Lacan hay que entender como significante. La causa
entonces de estas tres grandes defensas es la emergencia de un significante, un significante distinto a los
otros porque no se relaciona con otro significante, sino que es uno que desorganiza todo el universo de los
significantes, ya es un significante que vale por sí mismo por introducir un goce. Este significante parasita
el sexo en su parte genital y motiva la angustia sobre la base de que no se sabe que hacer con eso, no
hay respuesta del Otro para eso, y por tanto hay que constituir alguna respuesta.
Lacan dirá que los síntomas obsesivos (duda, anulación, compulsiones) se deducen. Se deducen que lo
esencial de la defensa es entender como el obsesivo sostiene un gran Otro. El punto de esa defensa es
armar un gran Otro, es nombrar el deseo del Otro, de lo que hay que defenderse entonces de la castración
del Otro, del deseo del Otro. No soporta el obsesivo el deseo del Otro, tiene que anularlo y constituir el
gran Otro. Lo que hace a la defensa obsesiva es no estar nunca en las escenas del deseo, estar siempre
en otra parte, viendo todo desde el gran Otro. Eso es la instalación en el Otro: el obsesivo se defiende del
deseo del Otro con esta instalación en el Otro, a partir de lo cual va siguiendo su vida, medio vivo y medio
muerto, siempre en un estado de auto contemplación, no está en la escena sino mirándose siempre en la
escena. Esa instalación en el Otro podría ser el nombre en Lacan del aislamiento freudiano.
El obsesivo tiene su solución y ante el fracaso de esa solución se produce un giro que es, deponer su
relación al falo y buscar una solución a nivel de otro modo de goce.
CASO 1 (CARBONE)
Puntualización de coordenadas sobre la lectura del “Caso 1”

“…una vida equilibrada…de la casa al trabajo, del trabajo a la facultad y de la facultad a la casa”
En la Neurosis Obsesiva, esto es lo que Lacan denomina el “Desierto de Goce”: Cuando la operación de
anulación sobre el zwang es exitosa, el obsesivo transforma su vida en una rutina, una vida en donde
nunca pasa nada. Nada les afecta, viven sin experimentar ninguna satisfacción. La experiencia es la de un
desdoblamiento, un “ver desde afuera” lo que está aconteciendo en su existencia.
En esta estrategia, el obsesivo hace de su síntoma algo egosintónico (“Yo soy así”): Lo logra encarnándolo
en representaciones y experiencias inocuas, que se presentan como lógicas y “parte de la realidad”. El
éxito de la defensa radica en que dichas representaciones están alejadas de la temática donde se originó
el afecto que ahora encarnan.
“Pero progresivamente se había instalado en él una amargura…una extraña violencia hacia sus
pares…sentía que estaba obedeciendo obligaciones…que no tenía derecho a las cosas”
En la Obsesión, la defensa tiene dos caras: la cara compulsiva y la cara de la postergación y la duda. Esta
última es la que usa como estrategia el reducir el deseo a la demanda del otro. Veremos en este último
caso que el sujeto afirma no poder realizar su deseo, el cual siempre es postergado a favor de lo que el
otro está demandando. El sujeto se mantendrá en la queja, satisfaciendo lo que se le solicita e imaginando
la muerte del otro, tiempo en que podrá realizar finalmente sus deseos (lo cual forma parte también de la
estrategia obsesiva, dado que ante la eventual “muerte” del otro, el sujeto buscará un nuevo amo para
repetir el mismo procedimiento).
El obsesivo arrastra sus objetos a su jaula narcisista: Todo lo vive como algo que le pesa. Se dice a si
mismo que lo hace por los demás, transformándolo en hazañas. Pero dado que su deseo no está en la
hazaña sino en el palco, lo veremos desdoblado, medio vivo y medio muerto.
En el obsesivo todo pasa por no perder el control, y aquello que escapa a dicho control es justamente la
emergencia del deseo del otro. Es por ello que dicho deseo es reducido a la demanda e incorporado a la
jaula (“Doy lo que me piden”).
Y entonces surgió la pregunta: “¿Quién me dijo que no tenía derecho?
Las preguntas se suceden en el caso, permitiendo puntuar distintos momentos en el devenir del análisis.
Como sabemos, desde Lacan la neurosis se estructura como una pregunta, y es el Yo el medio para
formularla (o mejor dicho, para no hacerlo).
En el caso de la vertiente obsesiva de la neurosis, la pregunta se planteará en términos de estar vivo o
muerto. La muerte, en tanto algo que escapa, algo de lo cual no pude dar cuenta.
Pero el “no asumir su ser para la muerte” nos remite a pensar a la muerte en términos de castración.
Asumirse castrado es asumirse deseante. Y toda la estrategia que pone en marcha el obsesivo está
destinada a escapar de eso, a anularlo.
“Impotencia, miedo y dudas eran las coordenadas bajo las cuales vacilaba la existencia de este
paciente…”
Como ya se afirmó, en el obsesivo el deseo aparece postergado (“Cuando me reciba, voy a poder viajar,
leer, etc.”) y los demás son señalados como los responsables de esa postergación (“cuando mi madre
muera, ahí voy a poder vivir”).
La postergación y la duda, dos de los síntomas señalados por Lacan, los cuales son propios de una de las
dos caras de la defensa obsesiva, constituyen una puesta en marcha de estrategias destinadas a no hacer
el acto.
La defensa obsesiva anula así tanto la ganancia como la pérdida (“Resigno esto, pero por lo menos estoy
tranquilo”).
“Mi mayor alegría sería ir a tu casamiento”
Vemos aquí nuevamente como el deseo del otro es reducido a una demanda, demanda que motiva el
intento de acercarse a una mujer, lo cual termina en fracaso y en la formulación de una nueva pregunta:
“¿Tengo derecho a acceder a una mujer? ¿No estaré violando alguna prohibición? No me veo con una
mujer…desde chico pensé que iba a fracasar con las chicas…sería extraño que presentara una novia en
casa”.
El obsesivo siempre está ubicado bajo el deseo del Otro, el deseo del amo. Pero toda su estrategia está
destinada a eludir ese deseo, y cuando se encuentra frente a este, es su propio deseo el que se
desvanece. Esto es lo que podemos apreciar en los sucesivos encuentros amorosos que el sujeto va
narrando a lo largo del análisis.
“Estar en pareja trae problemas, mejor cortarse solo…vos sos el más vivo porque no te casas…”
Nuevamente la posición subjetiva se revela en función de una frase a la que está fijado su goce, una frase
que nuevamente es interpretada como mandato, como demanda.
Desde la perspectiva Freudiana, la obsesión remite a una representación hiperintensa, cuya carga de goce
la hace inconciliable con las demás representaciones. Esa representación y su carga, el zwang, es para
Freud prevalente e inconciliable porque tiene que ver con el sexo.
En otras palabras, el punto de fractura del mundo del sentido tiene que ver con un inconciliable al nivel del
sexo, algo que nos remite a la falta en ser, a eso que Miller denomina el “universal negativo”.
Esa representación hiperintensa e inconciliable, el zwang, puede conectarse con otras faltas, o en otras
palabras, con todas las otras cosas que no poseen representación, como la muerte, lo cual observamos en
el obsesivo.
Además del mandato paterno, del deseo reducido a la demanda, podemos observar en esta frase lo que
Freud denominaba “conexiones de literalidad” o de “resonancia verbal” como las condiciones que permiten
el pasaje del quantum de goce desde la representación original a otras. En otras palabras, el “cortarse
solo” presente en el mandato paterno puede haber conducido a los modos de goce masturbatorio a los
cuales el sujeto está fijado.
“…decide su primer viaje al exterior luego de diez años sin vacaciones…allí se destacó como el
más exitoso conquistador del grupo…”
Esto parece remitirnos a la otra cara de la defensa obsesiva: La Compulsión, punto en el cual el obsesivo
deja de postergar y dudar y comienza a hacer. Esto puede simular un avance en la cura, pero lo que en
realidad suele estar sucediendo que el sujeto ha pasado a la vertiente compulsiva de la defensa.
FOBIA
Lacan nos dice que la constitución del síntoma fóbico se da en el punto de la división del sujeto, es un
nudo en el que el sujeto se amuralla con una fobia. Horne establece que la fobia es un mecanismo de
defensa que trata de un significante que viene a sustituir la angustia. El tiempo de concluir es el momento
en el cual la fobia como plataforma giratoria debe definirse.
Lacan en su seminario del ‘56/57 realiza una lectura del caso Juanito y propone su propia concepción de la
fobia. Siguiendo a Freud subraya la diferencia entre fobia y angustia: la angustia aparece primero y LA
FOBIA ES UNA FORMACIÓN DEFENSIVA QUE CONVIERTE LA ANGUSTIA EN MIEDO, concentrándola
en un objeto específico. Sin embargo, en lugar de identificar el objeto fóbico con una persona especifica
(representante del padre para Freud), Lacan establece que el objeto fóbico es representante de múltiples
personas sucesivamente. De modo que no funciona como el equivalente de un significante único, sino
como un significante que no tiene sentido univoco y es desplazado sobre diferentes significados
sucesivamente.
Lacan sostiene que Juanito desarrollo la fobia a los caballos debido a que su padre real no intervino como
agente de la castración. Cuando la sexualidad del niño comienza a hacerse sentir en la masturbación, el
triángulo preedipico se transforma y deja de ser fuente de goce para ser algo que provoca angustia. A lo
que Juanito tiene que arreglárselas es con la aprehensión de ciertas relaciones simbólicas no constituidas,
es un problema de significantes, el significante es introducido en lo real por su misma existencia, son
problemas de creación de sentido. La intervención del padre real habría salvado a Juanito de la angustia al
castrarlo simbólicamente, pero en ausencia de esta intervención el pequeño se ve obligado a encontrar un
sustituto en la fobia. La fobia emplea un objeto imaginario para reorganizar el mundo simbólico y de tal
modo ayudarlo a pasar del orden imaginario al simbólico.
El objeto fóbico es entonces un elemento imaginario que puede funcionar como significante al ser utilizado
para representar todos los elementos posibles del mundo del sujeto. La cura tiene que apuntar a ayudar al
paciente a elaborar todas las diversas permutaciones que involucra el significante fóbico, ayudar al sujeto
a desarrollar su mito individual de acuerdo con sus propias leyes y de este modo agotar todas las posibles
combinaciones de elementos significantes disolviendo la fobia.
En su seminario del ‘68/69, Lacan sostiene que no puede verse en la fobia una entidad clínica, sino una
plataforma giratoria de empalme, algo que hay que elucidar en sus relaciones con aquello hacia lo cual
usualmente tiende, a saber: los dos grandes órdenes de la neurosis y también el empalme que realiza con
la perversión. Según Lacan la fobia no es una estructura clínica sino una vía de acceso que lleva a la
neurosis o la perversión. El vínculo con esta última puede verse en las semejanzas entre el fetiche y el
objeto fóbico que son por igual sustitutos de un elemento que falta y sirve para estructurar el mundo
circundante.
Para Lacan la fobia no sustituye nada, no es un síntoma a descifrar. El punto de partida es diferenciar
significante y significado, destacando que la fobia no tiene un significante univoco, tal como lo ha
interpretado Freud al darle un único sentido: caballo significa “padre”. No hay que seguir el despliegue del
síntoma en su diversidad de sentidos, de ese modo otros significantes se unirán para continuar esa
diversidad. Lo que interesa es el modo en que el síntoma se articula a otros significantes, el síntoma
puede articularse a un saber, a cierto número de significantes lógicamente articulados. La lógica que le
damos a esa articulación de significantes es la de Mito. Nos orientamos por ciertos significantes que se
producen y se van enganchando, se va armando una cierta lógica del síntoma, una lógica que se va a
complicar porque existe la cuestión del goce, algo que no puede simbolizarse. La fobia es un
acontecimiento que viene en relación al goce que le está siendo coartado.
¿Cuál es el valor del síntoma fóbico a partir del Seminario IV de Lacan (“El significante y el chiste”)?
En la observación de Juanito, Lacan recurre a la función del mito a la cual le da un valor técnico. Ninguno
de los elementos significantes de la fobia tiene sentido univoco, ninguno equivale a un significado único. El
significante sintomático por su naturaleza sobre múltiples y diversos significados en el curso de su
desarrollo. Los elementos significantes se definen por su articulación con los otros elementos significantes.
Esto justifica la similitud con la teoría del Mito. A lo que Juanito se enfrenta cuando surge su fobia, eso con
lo que tiene que arreglárselas es la aprehensión de ciertas relaciones simbólicas no constituidas.
Es un problema de significantes que son introducidos en lo real por su propia existencia.
Juanito está subordinado a solucionar un problema surgido de su necesidad de revisar lo que hasta
entonces era su forma d relacionarse con el mundo materno, el cual estaba organizado en base a la
dialéctica del señuelo entre él y su madre. Aquí se inscribe la función del mito. Es una tentativa de articular
la solución de un problema, pasar de cierta forma de explicación de la relación con el mundo del sujeto a
otra.
La fobia en Juanito se produce en la medida en que el niño debe afrontar su complejo de Edipo en una
situación que exige una simbolización difícil. Que la fobia se desarrolle con tal proliferación mítica indica
complejidad del fenómeno en juego cuando para el niño se trata de integrar lo real de su genitalidad y
subraya el carácter simbólico de este momento de pasaje.
Nudos hombres y mujeres (Indart)
¿Cuál es el valor del síntoma fóbico para Indart en “Nudos, hombres y mujeres y el síntoma fóbico”?
Indart señala que el síntoma fóbico no sustituye nada. La fobia es un síntoma, pero no está vinculado a la
castración. Como acontecimiento del cuerpo es una fase de frustración. La fobia no se trata de un síntoma
a descifrar, por eso Lacan toma como técnica el análisis estructural del mito.
Para entender el síntoma fóbico, Lacan no introduce una técnica de desciframiento sino una lógica, de allí
la función del Mito.
Así la cura no estaría del lado del desciframiento sino de hacer producir al síntoma de ir fijando el síntoma.
La regla de oro que nos da Lacan es que hay que seguir en el despliegue del síntoma, no su diversidad de
sentidos sino en el modo en que el síntoma articula los significantes.
Lo que importa no son los efectos de sentido, sino que hay que ver la lógica que se ordena como solución
al problema que se plantea como imposible. La lógica que le damos a esa relación de significantes es la
de los mitos.
¿Qué lugar tiene el goce en el desencadenamiento de la fobia en Juanito?
El goce juega un papel importante en el desencadenamiento de la fobia, encuentro se da en el paraíso del
señuelo donde se encontraba él, la aparición del pene real. Y la significación de la madre como “Una
porquería”, le hacen aparecer un menos de significación encontrándose entre el juego del señuelo (existe
un imposible que no puede simbolizar) y la pulsión. Ahí desencadena la fobia.
PERVERSION
La perversión como estructura clínica es que no se define por la presencia de un fetiche, sino que este es,
en un sentido amplio, un universal. Está en la neurosis y en la perversión. Lo que define la perversión es
una ubicación diferente del fetiche, es decir que los términos del fantasma están invertidos. En el caso de
la Neurosis ubicamos al sujeto de un lado, y el objeto del lado del otro. Un sujeto deseante ubica su objeto
en el campo del otro, entonces si ese objeto se presenta o no como un fetiche es secundario. Es un
fantasma neurótico.
En la constitución perversa, el fantasma está invertido, el sujeto perverso está identificado al
objeto, o podríamos decir que está identificado al fetiche, al objeto que es causa de ese deseo. La
división subjetiva la pondríamos en el campo del otro, el sujeto lo pondríamos en el campo del otro.
La consecuencia es, por ejemplo, una de las manifestaciones clínicas de la perversión que es una
imposibilidad estructural de conseguir la división subjetiva en el perverso, en tanto está identificado a esa
posición de ser causa, y el hecho de que el sujeto perverso busca la angustia en el otro, busca angustiarlo.
Está la castración, pero está del lado del otro. Se trata de una posición refractaria a la división
subjetiva, que se ubica por esa identificación es un lugar de saber sobre el goce del otro, lo que es una
impostura, se llama impostura perversa. Busca la angustia como forma de división subjetiva en el otro.
La perversión se define siempre en acto. No hay mucha clínica de la perversión por consulta
espontánea en un consultorio, o en un dispositivo hospitalario. Pero sí puede ser un tema a considerar
en cuanto la consulta en realidad es la demanda de un juez o de otro. Es decir, en dispositivos
carcelarios y en otros dispositivos, donde muchas veces tenemos entrevistas y diagnósticos
diferenciales en relación a sujetos que no necesariamente solicitan el tratamiento con el psicólogo.
Hay que diferenciar la perversión de posiciones subjetivas cínicas o canallas. No
necesariamente son una estructura perversa.
CINISMO Y CANALLADA
La posición del cínico es una posición de
rechazo de la verdad y, por definición, el cinismo es una posición que descree del Otro. Se afirman en
un goce propio, que a veces se muestra. Por ejemplo, masturbarse en un lugar público da cuenta de
afirmarse en el goce propio y de no creer en el Otro. No es necesariamente de una estructura u otra,
es una posición subjetiva. Pero es refractario al tratamiento analítico, al tratamiento por la palabra.
El sujeto que consulta, sea en el dispositivo que sea, es portador de un sufrimiento y deposita en el otro
las posibilidades de respuesta, incluso deposita en el otro la posibilidad de un saber respecto de su
sufrimiento, el campo de una verdad posible respecto de su sufrimiento. En las posiciones subjetivas
refractarias esto está invertido, la verdad la tengo yo, el saber lo tengo yo, la división subjetiva trato de
conseguirla de tu lado. El sujeto supuesto saber normalmente se arma en el campo del otro, en el
neurótico la suposición de saber está en el otro. Una posición subjetiva donde esto está invertido no deja
mucho margen de operación.
El canalla no tiene consideración por el otro. Es una posición ética y no una patología (diferente al
perverso). Están fuera de toda regulación, no están regulados por ningún ideal. El canalla es aquel que “se
hace” el Otro, el que nos dice cual es la realidad. La canallada es una posición ética en relación al Otro.
Uso del otro como medio para alcanzar el goce, una satisfacción, se busca gozar sin importar lo que haya
que hacer para conseguirlo.
UNIDAD 4: LA ANGUSTIA Y SUS TRANSFORMACIONES
CLINICA DE LA ANGUSTIA
La clínica de la angustia tiene como referencia al objeto a. La pregunta que va a estar en juego no es qué
soy yo como sujeto sino qué soy como objeto en el deseo del Otro; porque no sólo somos sujetos
deseantes sino también objetos del deseo del Otro. La angustia se puede presentar como angustia, como
acting out o como pasaje al acto (tres transformaciones de la angustia). La angustia no se interpreta
porque no hay un sujeto que pueda leer la interpretación, porque lo que está en juego no es la dimensión
del sujeto sino la del objeto (diferencia con clínica del síntoma).
¿Qué es la angustia? La angustia es un afecto. Tiene un estatuto ético en PSA porque la angustia es señal
de lo Real. Si uno sigue su vía nos lleva a lo real, a ese agujero, a eso que es imposible y que no es nada
más y nada menos que la sexualidad, nos lleva a los síntomas que el sujeto se ha armado para hacer con
eso y al punto en que esos síntomas fallan. El ideal de la época actual es un sujeto sin angustia (articular
con malestar siglo XXI y DSM). Esto es imposible porque el ser hablante está afectado por la falta y
entonces necesariamente hay angustia y es ahí donde muchos discursos actuales buscan eliminar la
angustia, pero el PSA reivindica ese afecto como un afecto ético en tanto articulado al sujeto y a su falta
en ser.
En palabras de Laurent, a la angustia no se la elimina, sino que se la pone a trabajar, a anudar esa
angustia a ciertos significantes, a síntomas específicos. Una vez que esto ocurre el sujeto ya no está en la
indeterminación absoluta y es donde se vuelve operativa al dispositivo analítico. Es una angustia que
motoriza el trabajo analítico. Entonces podríamos decir que como analistas no tendemos a desangustiar,
pero los sujetos se desangustian por añadidura en la medida que van hablando y van anudando su
angustia a ciertos significantes. Laurent también expresa que nosotros no desculpabilizamos; acá se
retoma a Lacan cuando dice que el sujeto es culpable de haber cedido en su deseo, y acá es donde
debemos sancionar, ya que ceder en su deseo tiene sus consecuencias.
¿Cómo se presenta la angustia? Una de las fórmulas que nos da Lacan es que la angustia aparece ante el
deseo del Otro, ante la pregunta de ¿qué soy como objeto en el deseo del Otro? Para hablar de esto es
necesario hablar del objeto a. Esta noción es muy obscura en PSA y difícil de definir, pero podríamos
decir que es un agujero, es el objeto que falta a la pulsión, es Real. Es un agujero en lo simbólico, es lo
que no hay para la sexualidad humana. Si yo me pongo a hablar del objeto a (no existe porque es agujero)
es una forma de darle imagen a algo que no existe. Ahora, como no existe, yo me invento en mi fantasma
objetos que vienen a taponar ese agujero: objeto mirada, objeto voz, etc. Nos inventamos en el fantasma
un objeto. Por definición también decimos que el objeto a es la causa del deseo (que nunca puede
alcanzarse) y es objeto de la angustia.
Pero también el objeto a en el fantasma representa al sujeto, lo que yo soy como objeto en el deseo del
Otro. El fantasma también es una respuesta a la pregunta ¿qué soy para el Otro? Son esas respuestas
fantasmáticas que yo le doy (la chiquita, la princesita, el campeón) lo que permite ubicarse ante el Otro,
saber cómo moverse, como responder, cómo reaccionar. Entonces si yo soy la preferida de mi papá y eso
implica no casarse nunca, voy a responder a eso así me creo que tengo un lugar como objeto en el deseo
del Otro. Mientras eso funciona hay padecimiento, pero hay un umbral, hay síntomas, a veces fallidos.
Puede haber cierto padecimiento, pero me puedo sostener en el lugar. El problema es cuando el fantasma
vacila y no puedo responder a la pregunta de ¿qué soy para el otro? Y es allí donde aparece la angustia.
Ejemplo: cuando en el caso de la joven homosexual (preferida del padre) el padre deja embarazada a la
mujer y el fantasma que ella se había construido tambalea.
La intervención en el análisis ante, por ejemplo, un sujeto que recurre a la consulta muy angustiado es
intentar que esa angustia empiece a anudarse en ciertos significantes, no para hacer catarsis, sino para
localizar qué es lo que lo angustia, y es esa localización la que por añadidura genera efectos de alivio.
¿Desangustiar? Más bien acompañar al sujeto en ubicar sus puntos de angustia para aliviar y capitonear
la angustia a un síntoma (relación con el primer momento de la interpretación de Suárez).
ACTING OUT
Es un recurso contra la angustia, un modo de transformación de la angustia, montado siempre dentro de
una escena dirigida a Otro. Si bien Lacan sostiene que el acting out resulta de la imposibilidad de recordar
el pasado (tal como lo planteaba Freud), subraya también la dimensión intersubjetiva del recuerdo. El
recuerdo no involucra solo recordar algo a la conciencia, sino también comunicarlo a otro por medio de la
palabra. Por lo tanto, el acting out se produce cuando el Otro se ha vuelto sordo y el sujeto no puede
transmitir un mensaje en palabras viéndose obligado a expresarlo en acciones. De este modo, el acting out
es un mensaje cifrado que el sujeto dirige a otro. Ejemplo: la joven homosexual que relata Freud, la
misma, se pasea con su dama por las calles más concurridas de Viena e incluso delante del trabajo de su
padre como un mensaje enviado a éste en forma de acting.
La mayoría de los analistas dicen que cuando se produce en el curso de un análisis, el acting debe
entenderse en relación a la transferencia, como una resistencia a la cura, como un mensaje destinado al
analista que permanece sordo ante algo que quiere manifestar el analizante. En este caso Lacan ilustra el
caso del analista Kris (de la “ego psychology”), quien a su entender formuló ante su paciente una
interpretación adecuada pero que no iba al corazón del asunto, lo cual dio lugar a un acting de su paciente
quien se comía un plato de sesos frescos al finalizar la sesión con él. El analista no se sitúa en el lugar del
Otro, sino en eso que falta al Otro, es decir, el objeto a.
En el Acting Out la interpretación no es posible por una falta de subjetivación, en este punto debemos
diferenciarlo del Síntoma. En el Acting Out el sujeto no se queja, pasa desapercibido como natural, el
sujeto desconoce que tenga sentido y surge como respuesta cuando a la interpretación se extravía. El
síntoma, en cambio, es reconocido por el sujeto, el lugar del sujeto está aquí representado, el síntoma
erige su mensaje como metáfora. El analista no debe interpretar el Acting, sino tomarlo en transferencia.
En el caso de la joven homosexual no es que ella tiene una elección de objeto homosexual sino más bien
es que ella hace con Cocot es un acting para el padre, haciendo todo lo contrario a lo que el padre quería
(modo de verificar o no si el Otro me quiere haciendo lo que no le gusta que le haga). Pero hay una
escena donde ella verifica que no tiene lugar en el padre y efectivamente pasa al acto, o sea que algo
puede ser acting out hasta determinado momento donde hay un signo que le dice que no tiene lugar en el
padre y allí pasa al acto.
En cuanto a la diferencia entre el síntoma y el acting out podemos decir que el primero no sólo tiene una
cara significante y metafórica, sino que también tiene una cara de goce, que se resiste al significante o es
más difícil que se anude a lo simbólico. Entonces Lacan dirá que el goce no llama al Otro, el goce no
puede ser interpretado, no llama a un sentido. El síntoma se vuelve interpretable en las entrevistas
preliminares y con las interpretaciones del analista.
Lacan introduce tres contraindicaciones respecto de lo que uno no debe hacer con el acting out:
1. No hay que prohibir.
2. No hay que reforzar al yo.
3. No hay que interpretar (no hay sujeto).
La intervención con el acting out es alojar y dar un signo de deseo que le dé cuenta al sujeto que para mí
tiene un lugar, y una vez que lo alojo, lo que él es como objeto, ahí recién puedo empezar a hacer otras
intervenciones (ahí doy lugar a la palabra porque el acting anula la palabra).
PASAJE AL ACTO
Es un recurso contra la angustia, un tipo de transformación de la angustia, que supone para el sujeto una
salida total de la escena, es una huida respecto del Otro hacia la dimensión de lo Real. Es una salida de la
red simbólica, una disolución del lazo social, por un momento el sujeto se vuelve puro objeto. Ejemplo: en
el caso de la joven homosexual, cuando el padre la descubre y le dirige una mirada colérica, la joven se
arroja a las vías del tren como un intento de suicidio resultado de un pasaje al acto, puesto que la
simbolización se había vuelto imposible para la joven.
El pasaje al acto está en el fantasma del lado del sujeto en tanto barrado. En el momento de mayor
embarazo, con la emoción como desorden del movimiento, el sujeto se precipita como lugar de la escena y
cae fuera de ella.
En el pasaje al acto el sujeto cae de la escena y se precipita al mundo Real. En el pasaje al acto no hay
sujeto (para el sujeto es imposible de relatarlo).
La intervención acá es ubicar qué coordenadas lo precipitaron a ese pasaje al acto, qué es lo que hizo que
efectivamente pasara al acto. Hay que ayudarlo a construir otra respuesta que no sea pasar al acto.
Lacan nombra las dos condiciones que se producen en el pasaje al acto:
1. Máximo embarazo: momento en el que el sujeto queda absolutamente dividido.
2. Máxima emoción: hay algo que motoriza el cuerpo.
Little: “La respuesta total del analista a las necesidades de su paciente”
Habla de la contratransferencia y propone que es imposible evitar del todo o la confusión o la carga
emocional, pero para reducir ambas al mínimo, propone el símbolo R, el cual define como “la respuesta
total del analista a las necesidades de su paciente, sean cuales fueren esas necesidades y cualquiera que
sea la respuesta”.
Lo usa para incluir todo lo que el analista dice, hace, piensa, imagina, sueña o siente durante el análisis,
con relación a su paciente y frente a sus necesidades. Considera que la respuesta es inevitable y valiosa y
que es un aspecto indispensable del análisis, que le proporciona gran parte de su fuerza impulsora.
Cataloga a los pacientes en tres tipos diferentes: los manifiestamente psicóticos, los claramente neuróticos
y aquellos que, ubicándose entre estos dos grupos, presentan “trastornos de carácter”, son “psicópatas” o
“psicóticos limítrofes”. A su vez la responsabilidad del analista va a variar en función de cada una de estas
presentaciones.
Caso clínico: Frieda
Se trata de un análisis de 10 años de duración, durante los cuales la paciente se muestra desorientada
con respecto al tiempo y hace un uso de éste totalmente personal y difícil de comprender.
Llega derivada, por dificultades con su marido e hijos, una erupción en la piel y la presencia de conductas
compulsivas que la llevaban a realizar robos en forma esporádica.
Su infancia en Alemania se presenta como muy traumática. Fue una niña impaciente, impetuosa y
profundamente desdichada, incapaz de soportar ni la ansiedad ni la separación. Sus hijos eran
extensiones de su propio cuerpo, como ella lo había sido del de su madre y eran explotados
inconscientemente como ella también lo había sido.
Los primeros siete años de su análisis se caracterizaron por la falta de la analista en lograr que de algún
modo la transferencia fuera real para ella. Hubo muchas interpretaciones transferenciales, pero todas
absolutamente carentes de sentido para la paciente y los cambios logrados eran mínimos. Se estaban
preparando para dejar el análisis, aunque las dificultades principales persistían.
Repentina y dramáticamente, la situación cambió. Vino un día fuera de sí de pena, vestida toda de negro,
con la cara hinchada por el llanto, en extrema aflicción. Ilse, una amiga de su familia que había sido muy
importante en su infancia, había muerto en Alemania. Durante cinco semanas su estado de aguda congoja
se mantuvo inalterado. la analista intentó interpretar su situación, pero todas sus intervenciones fueron sin
efecto. Estaba completamente fuera de contacto. No comía ni dormía y sólo hablaba de que Ilse fue
idealizada, sus fotografías exhibidas en toda la casa. La veía en los ómnibus, en la calle, en las tiendas.
Después de cinco semanas, era evidente que su vida estaba en peligro: por el riesgo de suicidio o por el
agotamiento físico. La intervención que realiza finalmente la analista, es decirle lo dolorosa que era su
aflicción, no sólo para ella y su familia, sino para la propia analista. Le dijo que nadie podía acercársele en
ese estado sin sentirse profundamente afectado. Se condolía con ella y por ella, por su pérdida. El efecto
fue instantáneo y muy fuerte. Dentro de la hora de sesión, se empezó a calmar, se recostó en el diván y
lloró tranquila su tristeza.
A partir de esta mejoría, pudo tomar decisiones y acciones en su vida, tales como realizar una mudanza,
pendiente desde hacía tiempo. Al hacerlo descubrió una alegría que nunca antes había sentido, que ha
perdurado y aumentado. Sus impulsos reparadores (compensatorios) se pusieron en movimiento de una
manera enteramente nueva.
A partir de aquella intervención, las interpretaciones empezaron a tener significado para ella. Al fin la
transferencia se había convertido en una realidad para ella.
“El hilo de la vida” Araceli Fuentes
1. Ubicar la definición de trauma y a partir de ella ubicar que es lo traumático para Minna
La definición de trauma, en sentido analítico, hay que diferenciarla de lo que comúnmente se nombra
como hecho real, como evento que puede recortarse como lo es por ejemplo un atentado. En
psicoanálisis, no es suficiente decir que hay traumatismo porque hubo (para situar el caso Minna) un
atentado. Para que se le otorgue el estatuto de trauma, debe haber una participación o implicación
subjetiva. Esto es, cuando un hecho (puede ser cualquiera) entra en oposición con una dicha
alcalescencia de la vida del paciente, cuando hay una contradicción entre el hecho y el dicho del paciente.
Esto explica porque ante un mismo hecho que cualquiera clasificaría como "traumático" hay personas
afectadas y otras no subjetivamente.
En el caso de Minna el traumatismo es la consecuencia de la discrepancia, de la incoherencia entre un
mundo que tiene una ley, la ley del padre todo amor, (que le enseño que siempre hay que poner la otra
mejilla) y la emergencia de lo real sin ley. Es eso lo que la traumatiza, que en este mundo así ordenado
ese hecho del atentado se vuelve totalmente incomprensible.
2. Ubicar cuál es lugar de la analista en este caso ¿Que maniobras puede situar? Y ¿Cuáles son sus
efectos?
La analista respecto de su posición, refiere a que ha sido de abstinencia, es decir, de tratar de que el
sentido no taponara la producción (inconsciente). Ya fuese el sentido por el lado religioso o el sentido por
el lado del odio. Su posición era sostener un lugar de vacío.
Las maniobras que realiza, son aguardar silencio acogiéndola, no desculpabilizarla, la culpa se desliza y
deja lugar al odio, un odio desconocido por ella. Su posición en esto es contraria a una idealizante.
Escucha decir ese odio y mantiene abierta la vía para que un día pudiera subjetivas algo de su ser. Sus
efectos son los de hacer desaparecer la sintomatología postraumática y que el sujeto ha vuelto a retomar
"los hilos de su vida". Pero el mayor efecto terapéutico obtenido por este sujeto ha sido el de ocuparse
de ese Otro real, del quiste del que se ha querido desentender (era anterior al atentado y ella lo "dejo
crecer") y que amenazaba su cuerpo y su vida. Como efectos puede situarse la instalación de la
transferencia que se puede inferir del sueño que trae de transferencia, que es el segundo sueño. Esto
habilita a la posterior apertura del inconsciente ya que la transferencia le permite detenerse.
3. Situar lo específico de cada sueño y porque se nombran como sueños resolutivos.
Primer sueño: lo específico es su carácter de pesadilla postraumática sobre el Cristo yaciente que el
recuerda que faltó a su deber. Desaparece al poco tiempo
Segundo sueño: el sueño de transferencia donde también está presente la mirada." Había mucha gente
que me miraba quiera". Luego una mujer le habla y la invita a quedarse.
Tercer sueño: En este sueño encuentra una salida. Es un sueño que viene a desmentir también las
palabras de su madre.
Cuarto sueño: "hilo de la vida". Este lo trae al finalizar casi una sesión. Sueña con un tornillo al que da
vueltas y hacía más que hacía deshacer. El significante tornillo es importante acá, en rumano es parecido
a serpiente esto la lleva a asociar con otros significantes.
Quinto sueño: sueño del cocodrilo. En este sueño ella tiene el falo y sabe qué hacer con él.
Sexto sueño: sueño de Carmina Ordóñez. Una mujer que acababa de fallecer en una muerte con aires de
suicidio. Lo específico es el interjuego de condensación en el significante Car-mina, es ella misma y es la
emergencia de su propia muerte lo que ese sueño pone en escena. Este sueño lo trae luego de revelar
que tenía un quiste.
Séptimo sueño: sueño del hombre sin cara. Este sueño la tranquilizaba, remite a la tranquilidad que le
generaba el ser despertada por un hombre sin cara que remite a la ausencia de la mirada y la boca.
Mirada y boca son tanto la muerte como el reproche.
Se nombran como resolutivos porque son soluciones propuestas por el inconsciente: encuentra la salida,
retoma el hilo de la vida, agarra al cocodrilo por la cola. En esta serie el último sueño pone el punto final:
“el hombre sin cara" que está a los pies de su cama restituye la tranquilidad. Siendo el propio inconsciente
el que pone el punto de capitán en esta cura. Esta es su particularidad. Por otro lado, respecto al primero,
la pesadilla del hombre Cristo yaciente, y en penúltimo, el de la muerte de Car-mina Ordóñez, tienen un
lugar a parte. En ambos lo real de la muerte está presente como amenaza que cambia de lugar, pasando
de la contingencia del acontecimiento real traumático que se impone al sujeto desde afuera, a la presencia
en el cuerpo de un quiste que durante meses había consentido en dejar crecer. Siendo la emergencia del
primer real la oportunidad para poder tratar el segundo real.
4. ¿Qué quiere decir la restitución de la trama de sentido y la inscripción del trauma en la
particularidad del inconsciente? ¿Por qué serían curativas?
Creo que refiere a que los significantes que ordenaban su mundo y la sostenían, dejaron de hacerlo frente
al evento traumático, abriéndose una hiancia en el sentido que queda ilegible con los códigos que
manejaba. Lo que se hirió en los atentados, como lo dice Miller, ha sido el padre todo amor que desnuda el
hilo de la vida que estaba recubierto por el fantasma del padre todo amor. Los sueños vienen a presentar
una solución a partir de inscribirlo en el inconsciente que permite hacer una serie de desplazamientos en
las cadenas de sentido permitiéndola retomar los "hilos de la vida" y restituir el sentido. Creo que en cierto
punto se trata de haber podido desidealizar un poco los ideales que se le imponían con un fuerte
imperativo superyoico.
5. ¿Cuáles son los efectos terapéuticos en el caso?
Los efectos terapéuticos en este caso se deben a una desidealizacion que se produce rápidamente y a la
puesta en marcha del inconsciente como un dispositivo que produce un sentido libidinal. Estos son la
desaparición de la sintomatología postraumática y el sujeto vuelto a reconducir los "hilos de su vida". El
mayor efecto es que haya podido ocuparse del segundo real, el primero habilitó eso, dio lugar a su
tratamiento.
DEPRESION (desde el texto de Skriabine)
La clínica psicoanalítica refuta la entidad “depresión”. Sin embargo, el término no deja de insistir en la
época. A esta que el PSA sabe aportarle respuestas. Lo que enmascara la noción tramposa de depresión,
al rebajar esta multiplicidad indefinida, es que no recubre nada diferente que el dominio de la eficacia de
los antidepresivos.
La clínica psicoanalítica interroga la manera particular en la que cada sujeto, a través de los efectos
depresivos que padece, intenta acomodar su relación a lo que llamamos el goce, término lacaniano que
designa el más allá del principio de placer.
Los afectos depresivos acompañan el trabajo de duelo, que tiene por función simbolizar la pérdida del
objeto y operar una redistribución libidinal. Cuando el sujeto no logra efectuar esta pérdida, esta
separación, surgen efectos depresivos. La tristeza, o depresión, dice Lacan, es simplemente una falla
moral, una cobardía moral. De otro modo, se trata de una sustracción, de una falta simbólica, de una
renuncia del sujeto que cede en su deseo frente al goce, que deja lo simbólico para dejarse llevar al goce y
esto lo afecta bajo el modo depresivo. Cuando el sujeto cede en su deseo por el goce, se deprime. Esta es
la depresión estructural neurótica, versión de la cobardía moral, son los trastornos de humor en la psicosis,
cuando este ceder va hasta el rechazo del inconsciente, el sujeto sufre bajo el modo depresivo de su
alienación al Otro.
La depresión es un fenómeno moderno, al menos por la extensión que ha tomado este significante, sin
embargo, efectos depresivos han existido siempre. La cuestión merece ser planteada de otra manera ¿el
sujeto estaría estructuralmente predispuesto a la depresión por el hecho mismo de que hay falta de
significante y del ser, o, al contrario, por el hecho de que algo viene a colmar dicha falta?
El afecto depresivo es una de las modalidades de cierto encuentro con el objeto, y, por consiguiente, con
el modo de goce. Para el ser hablante por el hecho mismo que habla, el goce se encuentra aparejado al
significante y por esto mismo debe plegarse a la renuncia forzada de un goce, a partir de entonces mítico.
Es la definición lacaniana de castración.
La repetición, que llama al retorno del goce perdido, es la marca de esa pérdida. Pero queda un goce
residual que pasa por el lenguaje, que es entonces solidario de la función de deseo: es el goce pulsional.
Es este al que Lacan designa plus de goce, que suple la pérdida, compensa, es una ganancia recuperable.
Pero cuando se tiene este goce en más, urge despilfarrar.
Este plus de goce es necesario para que la máquina marche, pero no demasiado porque entonces el
sujeto quedará librado a la glotonería de un superyó feroz que exige de él que renuncia a esta satisfacción
pulsional y entonces cede en su deseo, es precisamente la causa misma del malestar en la cultura. Pese a
la renuncia, el deseo persiste y a partir de eso se desarrolla un sentimiento de culpa. Ahora bien, el sujeto
no desea e inviste los objetos sin en tanto que le faltan. Cuando viene la depresión, es que la falta viene a
faltarle. Es como evitamiento, como alternativa ante la angustia que se presenta la depresión. Como en la
angustia, no es la falta de objeto, sino su presencia inminente que alcanza y afecta al sujeto. Pero en vez
de sufrir la amenaza de efracción de un goce insoportable del cual la angustia es señal, el sujeto
domestica el objeto, al precio de haber cedido en su deseo (se deprime).
Malestar en el siglo XXI
Lacan, en 1963, postula una “pluralización de los nombres del padre”, donde ya no se rige por un ideal
único y universal sino por una serie de nombres indistintos que dan cuenta de la “inexistencia del Otro”.
Esta inexistencia inaugura la época lacaniana del PSA. Para Miller, el humano queda desorientado frente a
la proliferación de los semblantes que no lograr cubrir lo real y lo enfrentan irremediablemente a la
angustia, bajo la cara de los síntomas paradigmáticos de la época: la depresión y la adicción generalizada.
A partir de la globalización, se promueve la hegemonía de lo homogéneo, pero al precio silencioso de una
segregación masiva.
La “declinación de la imago paterna” se observa principalmente en la actualidad en las colectividades más
alteradas por estos efectos: concentración económica, catástrofes políticas. Para Lacan, las neurosis
dominantes del final del siglo XIX han evolucionado en una nueva “neurosis contemporánea”, cuyo resorte
es la carencia de padre, una personalidad que está ausente, humillada, dividida o postiza. Es posible decir
que esta neurosis está determinada íntimamente por la “inexistencia del Otro” y ello tiene como
consecuencia para el sujeto la condena de la búsqueda frenética del objeto plus de gozar.
Miller apunta a demostrar que el impasse lacaniano ha reemplazado al malestar en la cultura freudiano.
Las salidas se presentan en términos de impasse, de punto muerto o situación sin salida. El superyó
freudiano produjo cosas como lo prohibido, el deber, hasta la culpabilidad, que son términos que hacen
existir al Otro, son los semblantes del Otro, suponen Otro. El superyó lacaniano produce un imperativo
distinto: ¡Goza! Este es el superyó de nuestra civilización. Ya no lleva la marca de la represión, en tanto
prohibición a la satisfacción pulsional, sino la “exigencia a gozar” aunque sea al precio mortífero de un
“más allá del principio del placer”. En el lugar dominante tenemos el objeto a, en tanto “plus de goce”,
objeto que tapona la pérdida y nos invita al consumo sin límites (el PSA ha contribuido a este cambio). La
sociedad ha mutado en una “sociedad permisiva”, la cual ha levantado la barrera de la represión para dejar
entrever la verdad sin velos de la estructura agujereada del goce, que instala un “podes gozar como
quieras” al precio de convertir el permiso en una exigencia.
Entonces, ¿qué sucede con la época actual? Nos dirá que hoy en día no se trata de la represión sexual.
Ya no pasa por aquello que desde la cultura viene como prohibición, como regulación normativa. Según
Laurent y Miller (tomados por la profesora en referencia al curso que dictaron en colaboración “El Otro que
no existe y sus comités de ética”) el psicoanálisis ha contribuido al levantamiento de la represión, con las
consecuencias que ello plantea. La época actual esta signada por un “para todos” bajo la égida de una
identificación única: todos consumidores.
Son los modos de gozar las nuevas formas de agruparse, de hacer lazo. Por otra parte, la normativa
social, ya no se ejerce como función de prohibición. El imperativo se conserva, pero en la forma de un
empuje, un mandato a gozar.
Digamos entonces que, así como la renuncia (época freudiana) no ofrece la vía regia hacia la felicidad
(porque reclama más y más renuncias), la invitación a un goce sin limitaciones (época 4 actual) tampoco lo
hace: la contracara de esto es una forma particular de malestar, angustia masiva, directa, deslocalizada,
sin tratamiento al modo del síntoma (al menos no en el sentido freudiano del término).
UNIDAD 5: ORIENTACIONES DE LA CURA EN LAS PSICOSIS
PSICOSIS
Es definida como una de las tres estructuras clínicas caracterizada por la operación de la forclusión. En
esta operación, el NDP no es integrado al universo simbólico del psicótico (es forcluido) y con el resultado
de que en el orden simbólico queda un agujero. El inconsciente está presente pero no funciona. De modo
que la estructura simbólica resulta de una cierta disfunción del complejo de Edipo, una falta en la función
paterna.
En la década del ’70, Lacan reformula su enfoque de la psicosis en relación al Nudo Borromeo. Mientras
que en la neurosis estos tres anillos están eslabonados, en la psicosis se sueltan. Sin embargo, esta
disociación psicótica puede evitarse con una formación sintomática que actúa como cuarto anillo, el
Sinthome.
Es también el énfasis en el orden simbólico lo que lleva a Lacan a valorar por sobre todo los fenómenos
lingüísticos de la psicosis, fundamentales para su diagnóstico. Dentro de estos fenómenos es posible
encontrar holofrases y neologismos, estos últimos pueden ser palabras totalmente nuevas, o palabras ya
conocidas pero redefinidas. Los neologismos son de significación intransmisible, no pueden transmitir lo
que significan como efecto un efecto de cadena rota, tiene una significación plena que inunda, que no
remite a otra significación, solo a sí misma (el significante no está encadenado).
Otro tipo de fenómeno del lenguaje es el que se relaciona a los mensajes interrumpidos que el sujeto debe
completar, frase inconclusa que se completa con algo ofensivo para el sujeto. El fenómeno alucinatorio le
presenta al sujeto al Prótasis del mensaje (parte de una frase que por sí sola no alcanza a tener
significación) y el sujeto completa el mensaje con una Apódosis (parte del mensaje que cierra la
significación) que le agrega lo insultante al mensaje.
Lacan atribuye estos trastornos a una falta en el psicótico de una cantidad suficiente de Puntos de
almohadillado, lo cual significa que la experiencia psicótica se caracteriza por un deslizamiento constante
del significado bajo el significante. Esto constituye un desastre para la significación, hay una continua
cascada de los retoques del significante de la que procede el desastre creciente de lo imaginario, hasta
que se alcanza el nivel en el cual significante y significado se estabilizan en la metáfora delirante.
Si el neurótico habita el lenguaje, el psicótico es poseído, habitado por él.
Es el traumatismo del significante lo que obliga al psicótico a una invención subjetiva, una invención de
sentido, hacer algo con lo que hay, el sujeto está condenado a ser un inventor, a instrumentalizar el
lenguaje.
Textos de la unidad
Silvestre postula que la demanda de análisis del psicótico proviene directamente de la forclusión. El punto
de partida de su demanda de análisis, lo que yo llamaría significación en suspenso: se podría así mismo
decir una significación que amenaza y que, por ello, se convierte en amenazante. Y si el psicótico va a ver
al analista es porque espera que éste haga llegar a su término esta significación que, a falte de un
significante privilegiado (NP), no puede advenir. En este punto evidentemente se engaña ya que el analista
no tiene ciertamente el poder de injertarle el significante, pero, sin embargo, está hecha la abertura de un
saber supuesto, lo cual es esencial.
Si un psicótico puede demandar un análisis y comprometerse en él, es porque este encuentro con un
padre ya se produjo para desencadenar este accidente de la función de la palabra, cuya reparación
demanda el sujeto al análisis. Gracias a la palabra el sujeto constituirá esta metáfora sustitutiva de la
metáfora paterna (delirante).
Si la metáfora delirante puede permitir lo que Lacan designa con el nombre de estabilización es en el
sentido de que vuelve a dar una función de la palabra que basta para organizar el campo del lenguaje. En
cambio, este equilibrio es precario, pues lo deja desarmado frente a la intrusión, en ese campo, del goce.
En ese campo, el goce está desencadenado. En efecto, lo que conecta al sujeto neurótico con el goce, es
el fantasma; pero si el fantasma de un marco al goce, es en tanto que la fusión de castración circula entre
él y el sujeto y el objeto, la exclusión de la castración tiene como efecto desencadenar el goce. La
metáfora delirante estabiliza, pero le da al sujeto una significación fija.
La transferencia conduce al psicótico a ofrecerse como goce del Otro. El sujeto le pide al Otro que
produzca un significante del goce.
En el fondo se trata de re introducir el goce en función del semblante, es decir, de re introducirlo en el
discurso, en este caso, analítico.
Interpretación en psicosis
En la interpretación de la psicosis se busca obtener una nominación posible que detenga el proceso que
parece que no tiene fin. Se trata de obtener una pausa. Apuntar hacia una producción más que a una
adecuación. Apunta hacia una puntuación ya que es el inconsciente el que interpreta (no hay
metalenguaje).
La psicosis más que la neurosis pone en valor la estructura del lugar del Otro. El Otro, en la neurosis, tiene
la estructura de la metáfora paterna. Este lugar del Otro asegura que el sujeto tenga la idea de que lo que
dice quiere decir algo, su intención fálica. Mientras que, desde la estructura, no tenemos necesidad de
querer decir algo.
En la psicosis no está la metáfora paterna y tenemos el lugar del Otro como tal, con su estructura mágica y
la búsqueda de una regulación. Ese es el refuerzo del delirio. El psicótico quiere hacer entrar sus
neologismos en el lugar del Otro. No se trata de, como analistas, ayudarlo a delirar, no es un empuje al
delirio. Lo que debemos hacer es elegir, en el trabajo del delirio, lo que va hacia una nominación posible
(no una adecuación) sino la producción de una nominación posible. Es obtener una nominación que
detenga este proceso sin fin. Hay que cuidarse de los nombres del ideal, no todo significante Amo sirve.
Hay más de una vertiente como principio de detención: tenemos las estabilizaciones, el pasaje al acto, la
posibilidad de (en un momento dado) de cortar al sujeto de los fenómenos que lo invaden. Le damos una
medicación y esta funciona como corte y puntuación. Cuando hablamos de interpretación en psicosis, es
con un horizonte: apuntamos al momento en el cual el sistema para, se detiene.
“Estudios sobre la psicosis” Soler
Al instalarse la eclosión delirante, el analista es llamado al lugar de suplir con sus predicaciones el vacío
percibido de la forclusión. Se le demanda que el analista haga de oráculo y legisle para ella. El analista es
llamado a constituirse como suplente y hasta como competidor de las voces que hablan en ella y la
dirigen. Si el analista se instala ahí, sobrevendrá la erotomanía mortífera, el retorno a la casilla “salida”.
¿Qué maniobra de la transferencia permitió evitar su emergencia? No se opero con la interpretación ya
que no tiene lugar cuando se está ante un goce no reprimido. Un primer modo de intervención fue un
silencio de abstención cuando el analista es solicitado como el Otro primordial, este silencio deja el campo
a la construcción del delirio; el analista se coloca como otro Otro y no otro del Otro, es un testigo al que se
supone no saber, no gozar y presentar un vacío en el que el sujeto podrá colocar su testimonio. Un
segundo modo de intervención es la orientación del goce, que intenta hacer de prótesis a la prohibición
faltante, consistió en decir no. La tercera intervención fue alentarla a que persiga y sostenga su proyecto
artístico (decisivo ya que nunca más volvió a solicitar al analista como Otro y comenzó a reducir su delirio;
se entró en la reconstrucción del sujeto).
Esquizofrenia: cuando el objeto causa de deseo (a) ingresa en la cadena significante se rompe la cadena
y produce una diversidad de S1, lo representan al sujeto una cantidad de significantes amo. Se presenta el
efecto de lenguaje de órgano, el esquizofrénico no puede organizar su cuerpo, esto es consecuencia de
que los significantes no pueden regular el goce y ese goce se localiza en un órgano o función. Cuerpo
como otro, un cierto número de órganos pasan fuera del cuerpo, tienen su propia vida. El esquizofrénico
está obligado a inventarse un discurso como recurso para poder hacer uso de su cuerpo. La memoria
esquizofrénica se caracteriza por ser puntual, no puede resignificar su historia.
Su mundo se orienta al interior, su fenómeno elemental se localiza en el cuerpo, hay una introversión de la
libido que se retira del mundo y se dirige hacia su cuerpo. El delirio está pobremente articulado, tiene una
falta de coherencia. Presenta fenómenos de despersonalización e interceptación de pensamientos que
interrumpen el discurso.
Respecto a que es la invención en la psicosis, Miller en “La invención psicótica” va a decir que invención
no es creación ya que la creación es de la nada y la invención es a partir de materiales existentes.
Con respecto a su cuerpo el esquizofrénico tiene el sentimiento de estar fuera de él y necesita inventar los
recursos para ligarse a su cuerpo. Por ejemplo, las ataduras sobre las partes del cuerpo son una manera
mínima de invención. La esquizofrenia enigmatiza la presencia del cuerpo, vuelve enigmático el ser en el
cuerpo (relación con el estadio del espejo con el hecho de que el cuerpo no viene dado en tanto totalidad,
sino que al comienzo está fragmentado y se construye con el otro ser)
Si el gran Otro de lo simbólico existe, el sujeto es simplemente efecto del significante y el que inventa es el
Otro. Con el otro que no existe, el acento se desplaza del efecto al uso, al saber-hacer allí con su
traumatismo. El sujeto está condicionado a devenir inventor, a instrumentalizar el lenguaje.
Paranoia: el goce queda localizado en el Otro convirtiéndose en una amenaza para el sujeto. Su mundo
se orienta al exterior, el fenómeno elemental se localiza en el discurso. El delirio es masivo y se hace
sistemático. Presenta fenómenos de imposición de ideas.
Soler: Estabilizaciones en la Psicosis. En: El inconsciente a cielo abierto de la Psicosis
En el término “estabilización” se deja entender que se presagia algo así como una recaída, que eso puede
recomenzar. Para introducir un poco de rigor en este término, la autora propone retomar los conceptos de
metáfora y suplencia, propias del vocabulario lacaniano.
Si se habla de estabilización hay que poder decir qué se ha desestabilizado, y qué es lo que se
reestabiliza. Y luego también hay que poder señalar los factores causales de ambos movimientos.
La autora propone la importancia de poder diagnosticar una psicosis cuando aún no se haya
desencadenado.
Los fenómenos de la psicosis se presentan de un modo mucho más discontinuo que los de la neurosis. El
modo subjetivo de la neurosis es relativamente estable y constante, mientras que el de la psicosis
presenta desencadenamientos súbitos, inesperados.
La definición psicoanalítica de la psicosis, que comenzó con Freud, consiste en considerar la psicosis
como un avatar del sujeto en tanto el sujeto es un efecto del lenguaje. Lacan le hace un homenaje a Freud
por haber introducido al sujeto en la consideración de la locura.
Esta doctrina inscribe la psicosis en su tesis del inconsciente estructurado como un lenguaje.
Partiendo de la definición del síntoma como metáfora, se pasa fácilmente a una definición diferencial de la
psicosis. Los fenómenos de la psicosis, como los de la neurosis, tienen una estructura de lenguaje, pero el
síntoma psicótico no es una metáfora. Entonces tenemos por un lado la metáfora y por el otro la ausencia
de metáfora.
El camino lógico de Lacan consiste en inferir que, si las significaciones de la locura son anómalas,
entonces la causa debe encontrarse a nivel de lo que motiva la estructura de la significación.
La metáfora es un principio de estabilización. Constituye un punto de detención al deslizamiento del
significado bajo el significante. Es el efecto que Lacan llama punto de capitonado. El punto de capitonado
es una estabilización del significante y del significado sin la cual el deslizamiento del significado deja en
suspenso, en la indeterminación el ¿qué quiere decir esto? que se puede dirigir a toda cadena del
lenguaje. La metáfora es, justamente, lo que permite fijar, retener la significación.
En la clínica no es toda metáfora la que nos interesa, sino una metáfora especial. Lacan distinguió la
metáfora paterna, que es justamente la que da significación al ser de viviente del sujeto. Al sustituir el
significante del deseo de la madre por el Nombre-del-Padre, el significante del padre -y esta es la
sustitución metafórica- hace surgir una significación: la significación fálica, que le da sentido al ser del
sujeto. El Nombre-del-Padre que sustituye al Deseo de la Madre hace venir al lugar de lo significado la
significación del falo.
Esta metáfora, al estabilizar significante y significado, capitona al conjunto del discurso en tanto este
vehiculiza la cuestión del sujeto y tiene repercusiones a nivel de las identificaciones imaginarias del sujeto,
ya que introduce la dialéctica fálica en lo imaginario, que sin lo cual se reduciría a la pareja especular del
estadio del espejo. Su primer efecto, por lo tanto, es una reorganización de lo imaginario.
La metáfora paterna tiene como efecto separar al sujeto, no tanto de la madre como se dice, sino de la
vacilación que es inherente a la relación especular con la madre. Vacilación que oscila entre una
identificación transitivista con la madre y una identificación con el objeto de deseo de la madre. Este efecto
de capitonado tiene consecuencias clínicas observables. Le da su montura, su base al sujeto y tiene como
correlato la puesta en marcha de un proceso de historización, que introduce coherencia, continuidad en la
historia.
La psicosis, por lo tanto, la especificamos con Lacan como un defecto de metáfora. Este defecto se
presenta tanto a nivel de los fenómenos como de la causación. Esta es la tesis de Lacan: fenómeno y
causación de la psicosis tienen la misma estructura.
Lacan va a decir que en ningún otro lado como en la psicosis el síntoma está tan claramente articulado en
la estructura del lenguaje. Por ejemplo, la alucinación verbal es un significante en lo real. El significante
está en lo real cuando la cadena significante, que encadena los significantes para producir significación,
está rota.
Por otro lado, están aquellos significantes que pueden tener una función de excepción en la cadena: el
Nombre del Padre, el falo. Estos significantes, sin embargo, aunque están en una posición específica,
están en ligazón con la cadena. Mientras que el significante en lo real, por su parte, está fuera de la
cadena.
Son conocidas las experiencias enigmáticas del sujeto psicótico. Están centradas en que, cuando un
significante solo aparece en lo real, produce a nivel de la significación un vacío enigmático. Vacío
enigmático que se convierte en certidumbre de significación.
El fenómeno elemental se trata de un significante en lo real, desconectado de otros significantes y
conectado al goce.
Causación de la psicosis
La psicosis encuentra su “condición” esencial en la forclusión del Nombre del Padre. Es un elemento de
causación supuesto como constante, mientras que los fenómenos son en cambio discontinuos. Por lo
tanto, la forclusión no es la causa suficiente de la psicosis.
Para que se desencadene la psicosis hace falta una causa agregada, complementaria que en sí es
ocasional. Es una causa que varía con las circunstancias de la vida. La causa ocasional, sea cual fuere, es
aquella que produce una llamada al Nombre-del-Padre y que por lo tanto hace eficaz su deficiencia,
deficiencia que algunas veces, quizás no ha tenido consecuencias en toda una vida. El llamado se
produce por medio de un encuentro con Un padre en lo real. Aparece en lo real y no tiene correspondiente
en lo simbólico.
Lacan invita al clínico a guiarse por las coyunturas dramáticas para encontrar allí siempre la presencia de
un padre.
La desestabilización puede describirse entonces como un fracaso del punto de capitonado, que tiene como
efecto el desmoronamiento de las apoyaturas imaginarias del sujeto.
La idea de la metáfora delirante sigue el hilo de la tesis de Freud según la cual el delirio no es la
enfermedad sino la tentativa de curación. Es una reorganización significante. La solución es aportada por
una metáfora de reemplazo, una metáfora de suplencia.
En el desencadenamiento, lo que ha sido abolido desde el interior vuelve desde fuera, lo que está forcluido
de lo simbólico vuelve en lo real.
Soler: ¿Qué lugar para el analista? En Estudios sobre la psicosis
Se trata de una psicosis revelada desde hace 12 años, con varios episodios delirantes agudos,
hospitalizaciones e intervención medicamentosa. La demanda de análisis se produjo al estallar el primer
episodio delirante.
Tras el estallido de la primera elación delirante el analista es llamado a suplir con sus predicaciones el
vacío súbitamente percibido de la forclusión. Es convocado a constituirse como suplente y hasta como
competidor de las voces que hablan de ella y que la dirigen. Ella le ofrece al analista el sitial del
perseguidor, de aquel que sabe y que al mismo tiempo goza. Si el analista se instala en él sobrevendrá
entonces, con toda seguridad, la erotomanía mortífera. Esta erotomanía puede ser evitada en el
tratamiento con psicóticos.
Existen maniobras de la transferencia que permiten evitar su emergencia.
El analista no operó con la interpretación, ya que esta no tienen cabida cuando se está ante un goce no
reprimido. Sólo se interpreta el goce reprimido, aquel que no lo está, sólo puede elaborarse.
Un primer modo de intervención fue un silencio de abstención y esto cada vez que el analista es solicitado
como el Otro primordial del oráculo, cada vez que es convocado como saber en lo real. Este silencio, esta
negativa a predicar sobre su ser, tiene la ventaja de dejar el campo a la construcción del delirio. Esto
coloca al analista como un otro Otro, que no hay que confundir con el Otro del Otro, otro que no es el que
ella llama la fiera, el perseguidor. Sin duda, no es otra cosa que un testigo. Un testigo es un sujeto al que
se supone no saber, no gozar y presentar por lo tanto un vacío en el que el sujeto podrá colocar su
testimonio.
Un segundo tipo de intervención corresponde a lo que llama orientación del goce. Una, limitativa, que
intenta hacer de prótesis a la prohibición faltante, consistió en decir no, en poner un obstáculo. Otra,
positiva, sostener el proyecto artístico incitándola a considerar que ése era su camino.
La maniobra analítica de esta cura consistió en abstenerse de la respuesta cuando en la relación dual se
llama al analista a suplir para el sujeto, por medio de su decir, el vacío de la forclusión y a llenar este vacío
con sus imperativos. Sólo a este precio se evita la erotomanía.
Por otro lado, también se intervino profiriendo una función de límite la goce del Otro. Es un decir en el que
el analista se hace guardián de los límites del goce, sin los cuales lo que hay es horror absoluto. El
analista no puede hacerlo sino sosteniendo la única función que queda: hacer de límite al goce, esto es, la
del significante ideal, único elemento simbólico que a falta de la ley paterna puede constituir una barrera al
goce. El analista no hace otra cosa que apuntalar la posición del propio sujeto, que no tiene más solución
que tomar él mismo a su cargo la regulación del goce. La paciente dice entonces “estoy obligada a
hacerme mi propia ley”.
Hay entonces una alternancia de las intervenciones del analista entre un silencio testigo y un
apuntalamiento del límite.
Ventura: Una mujer pródiga
Se trata del caso de una mujer de alrededor de 50 años, española de nacimiento, culta y refinada. Es
licenciada en una carrera humanística, habla cuatro idiomas y ha vivido en distintos lugares del mundo. El
desencadenamiento franco de su psicosis es la causa privilegiada de su divorcio, el cual hace todavía más
profundo el abismo de lo real.
Un rasgo de su subjetividad pre-psicótica que ella misma revela, consiste en la sensación de haber vivido
en una situación constante de irrealidad, en que siempre ha captado de una manera muy nítida la distancia
que había entre ella y el mundo, como si fuera otra, siempre fuera de la escena. Este rasgo vira
brutalmente en la certeza que encontrará después y que diluye el equilibrio imaginario que la sostuvo
durante 37 años.
Desencadenamiento y primer análisis
Una vida social y cultural muy rica, su matrimonio y los estudios universitarios, seguramente han retardado
el estallido hasta el momento en que un suceso, ocurrido en el transcurso de un evento social, hace que lo
real irrumpa sin mediación.
Las cosas se complican cuando el matrimonio se asienta por fin en un país y la idea de la descendencia se
instala entre ellos; es una demanda del marido que la desestabiliza. Este momento inaugura un progresivo
distanciamiento en la pareja, a la vez que ella inicia una carrera universitaria. Empieza a hacerse presente
en la subjetividad un rasgo notable, que consiste en la prodigalidad: homenajea a sus amistades
invitándolas a suntuosos viajes, hace regalos excesivos, financia empresas ruinosas. El lazo social
comienza a tomar esa orientación y ella se siente cada vez más abatida, la ilusión del “nada falta” que
intenta sostener a partir del uso de un elemento simbólico como es el dinero, se le va de las manos. Era el
aviso de la ausencia de significación fálica.
La tensión en la pareja se acreciente. Él comienza a restringir el dinero y ella comienza a estar agitada.
Para relajarse, comienza a tomar clases de yoga. Asiste a las clases de un profesor prestigioso,
enigmático, el cual tiene una teoría sobre la sexualidad y cita a Freud, un semblante que la imanta. Es
durante una de estas clases, un poco más intensa, cuando empieza a percibir signos de seducción que
provienen de su profesor de yoga.
El goce del cuerpo es movilizado por fuera de la significación fálica y se abre el abismo. Una sucesión de
fenómenos persecutorios dispersos parece acompañar el momento de perplejidad más agudo del
desencadenamiento.
A partir de ahí hay un recorrido extenso por el circuito psiquiátrico que dura 8 años, tiempo en que el goce
desencadenado es regulado exclusivamente por el fármaco. La comprensión a la que se ve sometida en
sus tratamientos no alcanza a darle a sus palabras la dignidad que permita otra cosa ante la presencia,
siempre inminente, de la invasión del goce del Otro.
Una cierta conservación del lazo social, más sus intereses intelectuales, la llevan a emprender un análisis,
que durará 4 años. Demanda un análisis. Esta experiencia, sin dudas terapéutica y que la paciente
reconoce como un hecho fundamental para su vida, mientras dura consigue una relativa estabilización.
Encuentra algunas puntuaciones que le permiten recuperar y ordenar el campo de las identificaciones
primarias bajo el prisma de una interpretación delirante.
La coyuntura de la salida del dispositivo es la siguiente: la decisión de volver a España, a su ciudad natal
para llevar una vida más tranquila. Esta decisión es efecto de una parte del trabajo analítico que permitió
una reconstrucción minuciosa de su genealogía y de su historia mediante la puesta en orden de las
fotografías de su vida. Durante extensos períodos aquel análisis se sostuvo gracias a la invención de una
metáfora construida a partir de la creación de álbumes de fotos, ella puso en movimiento el congelamiento
y fundó un Otro de la imagen con el cual recomponer la fragmentación.
Allí logró una elaboración más auténtica de tres duelos fundamentales en su vida: su padre, su hermana y
su madre. También se despierta la idea de una recuperación real de la imagen que se traduce en volver a
aquellos sitios para habitarlos.
Esta idea va acompañada de otra, de la que depende su vitalidad -según sus palabras- y que concierne en
continuar su análisis. Es esta idea la que parece fijar un cierto sostén imaginario que le tempera la
irrupción de goce que el análisis no podía enmarcar en aquel momento. Su relato da a entender un cierto
agotamiento de la transferencia, acompañado de la emergencia de la proliferación delirante que no
encuentra más una sistematización dentro del dispositivo.
La función de la palabra desprovista del Otro de la imagen vuelve a escapársele y la libra enteramente a
un campo de lenguaje sin hitos, sin límites, donde puede perderse. Es la posibilidad de volver al dispositivo
lo que le permite no desanudarse brutalmente.
Se va con una certeza: el psicoanálisis es lo único que la podrá salvar de la locura y es al trabajo analítico
a lo único que le dará importancia en su vida.
El segundo análisis
Llega a su ciudad, llevando consigo solamente una maleta con unas pocas cosas fundamentales. El resto
de sus pertenencias se encuentran viajando en un barco. Anda con la maleta a cuestas ya que ha decidido
llevarla con ella a todos lados, ya que no se fía de la dueña de la casa en la que vive. Acude a la consulta,
demandando por segunda vez en su vida un análisis.
Seguidamente irrumpe su delirio, bizarro, confuso, lleno de nombres propios en los que personifica a los
perseguidores. Esta mujer se dice “sola en el mundo”. Su delirio se basa en que ella es desde hace tiempo
objeto de una conjura mundial que tiene el propósito de despojarla tanto de sus bienes materiales como
espirituales, de robarle su ser.
Reacia a cualquier tipo de intervención que no provenga del psicoanálisis se niega, sin que yo se lo haya
propuesto, a tomar mediación o a ser ayudada de cualquier otra forma. Subordino la aceptación de la
demanda a que si sobreviniera un momento agudo se pueda recurrir temporalmente a algún tipo de ayuda
extra-analítica. Duda, pero acepta. Es el esbozo de un primer desacoplamiento que permite que el lazo
social no quede absolutamente desvalido. Es un sí al análisis, pero un no-todo.
Erra por la ciudad, de hotel en hotel. Todo en ella hace signo, todo empuja a una interpretación que la
conecta directamente con los perseguidores. Cercada por lo perseguidores, comienza a desarrollar su
rasgo pródigo; la forma que encuentra para calmar la voracidad del Otro consiste en ir regalando dinero
por la calle. Ella pretende de este modo deshacerse de lo que le sobra, inventar un sitio donde alojar el
plus de goce de una manera salvaje, a la orden de la pulsión de muerte y consumar así su fantasma de
ser despojada de todo, de convertirse ella misma en un despojo.
Este rasgo hace su aparición en la transferencia: ofrece doblar los honorarios, quiere pagar por adelantado
un año de tratamiento. Me niego, solo accedo a incrementar la periodicidad. También dejó abierta la
posibilidad de que no sea yo la persona que puede ayudarla.
Es el momento en que me hace saber de las cosas fundamentales que lleva en su maleta, la cual trae a
todas las sesiones. Allí lleva las joyas de su familia que ha recibido en herencia a lo largo de los años y
también hay documentos importantes, escrituras de propiedades, chequeras de bancos extranjeros y
dinero de distintos países. Con todos estos objetos desplegados, la mujer comienza a hablar por primera
vez de una manera que sorprende y durante la sesión parece haberse diluido el delirio mágicamente.
La presencia de las joyas y los documentos, como las fotos en el primer análisis, permiten un relato en el
que es posible ubicar los significantes que la han determinado, la constelación de su locura. En cada
sesión despliega las joyas sobre la alfombra y sólo después habla.
Su padre muere en circunstancias extrañas cuando ella tenía 9 años (una caída fatal que no pudo
amortiguar con sus manos). La muerte de un padre que había ocupado hasta el momento un ideal que se
queda vacío, los rasgos del padre quedan difuminados, a excepción de uno: el trabajo que realizaba con
las manos.
El día de su muerte el padre iba a hacerse grabar un anillo con sus iniciales. Este anillo permanece entre
las joyas de su valija. Es un anillo sin grabar, innominado. Lo separa de los demás objetos, lo deja siempre
a un costado.
Después de esta muerte, la madre, enferma de una depresión de la que ya no saldrá nunca, se vuelve
hostil para ella y su hermana. Cuando termina sus estudios, la hermana que se encontraba viviendo en
otro país, muere en un accidente por una explosión de gas. A partir de aquí todo ocurre vertiginosamente.
Se va a aquel país para asistir al funeral de la hermana, todo sucede para ella como en un sueño.
Amparada por una tía que vivía en esa ciudad, se instala allí. Su tía, una intelectual, se convierte en su
soporte. En ese tiempo conoce al que será su marido.
El relato y las joyas se complementan, los significantes son hilados a partir de los objetos que ella
manipula durante las sesiones. Aunque llega un momento de agotamiento de la palabra en este registro de
coherencia histórica. Cesa casi bruscamente la reconstrucción y vuelve a aparecer el sujeto
desencadenado.
Se pasa a otro registro, ella se empecina en ofrecerme las joyas, quiere que sean para mí. Amenaza con
regalarlas, con destruirlas si yo no las acepto. No las acepto, le digo que de ninguna manera me
pertenecen, que pude hacer lo que quiera. Le propongo que puede alojar sus objetos en un cajón que está
vacío. Convenimos que es una medida temporal hasta que encontremos otro destino. El anillo del padre lo
pone aparte, distanciado de la serie de sus otras pertenencias.
El aumento progresivo del amor empieza a hacerse notar. Hasta aquí podemos llamarlo transferencia.
Una vez puestas las joyas en el cajón vacío, la proliferación delirante comienza a tener un ordenamiento:
el mundo se divide, se parte en dos para ella. La certeza de que ocurrió es contundente. La realidad ahora
consta de dos bandos bien definidos e identificables: por un lado, los perseguidores, llamados las
instancias y por otro lado los psi, seres capaces de sostener la dignidad humana, que toman el estatuto de
dioses por los que vale la pena existir.
Recupera en el trabajo analítico una identificación fundamental para ella: la de su tía, hermana del padre.
Constituye un Ideal del Yo que permite una distancia simbólica que hace posible la incorporación de
rasgos que la conducen a recuperar actividades que había perdido desde hacía mucho tiempo y que le
permitían cierta laxitud en el lazo social. Los fenómenos persecutorios se distancian cada vez más en su
subjetividad.
El analista encarna ahora al garante de los psi, es un dios protector y a veces sólo le basta una simple
llamada para temperar el sufrimiento, otras veces necesita sesiones para contarme que alguna de las
instancias ha hecho su aparición en la ciudad.
La metáfora delirante cada vez va cobrando mayor potencia estabilizadora.
Hasta este momento, la paciente ordena la cascada significante, lo cual produce a su vez un
reordenamiento en el campo del lenguaje y esto tiene efectos terapéuticos en la economía libidinal. Si bien
la metáfora construida bajo transferencia reorganiza el campo del significante, el campo del goce sigue
desencadenado y dan cuenta de ello los fenómenos como las voces y la exacerbación de la demanda de
presencia del analista. Pretende un analista full time.
En este momento la cura se orienta bajo otro aspecto: el sujeto propone su goce al analista y es el
momento de verificar hasta qué punto la maniobra en la transferencia es capaz de establecer reglas que
puedan regular su irrupción. La transferencia se vuelve claramente erotomaníaca y demuestra así el rodeo
que esta mujer emprende para instalarse ella misma como objeto y ofrecerse como tal el goce del analista.
Su semblante empieza a metamorfosearse, se compra ropa elegante y provocativa, grotesca para su edad
y figura. Me invita a cenar, me telefonea a horas insólitas, averigua donde vivo y me avisa que lo sabe,
aunque detiene el acto de su presencia en mi domicilio ante el aviso de que su presencia allí tendría como
consecuencia la interrupción de la cura. Me hace llegar regalos de todo tipo y valor, que son
inmediatamente devueltos. Quiere transferirme todos sus bienes bajo el pretexto de su incapacidad
mental. Se enfada, discute, amenaza. Lo único que le digo es que sigo en disposición de escucharla, que
la espero en la próxima sesión. Se enfurece, se va pegando portazos, maldiciendo, pero siempre vuelve.
Son estos momentos cuando el no es la maniobra privilegiada de la transferencia. No se trata del no del
rechazo ni del no de una negación pura y arbitraria, sino de un no de la maniobra, un no que cumple
función de interpretación. Es la forma por la cual se le da a entender un no al goce, una limitación a esa
forma exaltada del amor que es la transferencia erotomaníaca. Y esta maniobra comienza a producir otros
efectos.
Es esta cuestión en realidad la que ha dirigido toda la cura desee su primer momento, desde el momento
en que subordino la demanda a un no-solo-yo. No a las joyas, no a los regalos, no al amor
Todo el despliegue del momento erotómano tiene una finalidad única para ella, reintroducir al analista en el
lugar del Otro el goce. En esta cura hay una sola maniobra posible ante esa coyuntura: oponerse a ella.
Comienza a mostrar su enfado, su agresividad hacia mí. Me acusa de haber abusado de su generosidad,
de haberla abandonado. Me acusa de haberle robado sus cosas, la persuado de que ella misma las
recupere del cajón. Las recupera, excepto el anillo del padre y alquila una caja de seguridad en el banco.
“Me parece bien” es mi respuesta.
El delirio está amortiguado. Luego me propone distanciar las sesiones a una frecuencia de una vez por
semana. Acepto. Consigue una nueva caja de seguridad y me pide el anillo de su padre para guardarlo
allí. Su aspecto ya volvió a ser elegante y apropiado a su edad.
Me hace un regalo, se trata de una escultura de mí mismo, sentado en mi sillón. La acepto y juntos le
elegimos un lugar en mi consultorio.
Con el tiempo dice que no cree necesario por ahora seguir viniendo a verme. Está clínicamente
estabilizada, su estabilización se sostiene en la existencia del dispositivo, en la existencia del psicoanálisis
como tal, no estrictamente en la presencia del analista, ya que a partir de ese momento se las arregla para
soportar mi ausencia y dirigir su vida.
Desde aquella sesión las visitas se restringen a momentos muy puntuales y significativos: año nuevo, las
vueltas de las vacaciones. Las sesiones consisten en unas pocas palabras, el ritual es siempre el mismo:
ella pregunta ¿cómo están las cosas? “Las cosas están bien” es mi respuesta.
MELANCOLIA
La melancolía es efecto de la forclusión. Esta es “rechazo del inconsciente”, la causa primera de la
psicosis. En la melancolía aparecen dos grupos de fenómenos: los que pertenecen a la categoría de
mortificación y los de delirio de indignidad.
¿Cómo se desencadena el episodio melancólico? Hay una pérdida observable en los hechos. Lo que
domina el cuadro clínico es una vivencia de pérdida que hará desaparecer toda idea de defensa. La
pérdida es sentida como fenómenos de mortificación reales.
La melancolía entra dentro de la estructura psicótica con efectos de la forclusión, lo que la distingue de
otros es que se suele desencadenar más por una perdida que por el encuentro con un padre en lo real.
Esta pérdida introduce al sujeto en algo más que in sentimiento de pérdida. Lo introduce en fenómenos de
mortificación bien reales: los sujetos no quieren levantarse de la cama y son presas de la indiferencia. En
términos freudianos se podría decir que es un correlato del repliegue de la libido objetal sobre el yo.
Aparece algo que Soler retoma de Lacan que es la negatividad del lenguaje, algo que en el neurótico
común seria pasar por la castración introduciendo un NO al goce, pero si a algo de él.
Según Soler en “Pérdida y culpa en la melancolía”; la melancolía es efecto de la forclusión, rechazo del
inconsciente, causa primera de la psicosis.
Hay dos grupos de fenómenos en la melancolía: los de mortificación y los de delirio de indignidad.
El episodio melancólico se desencadena por una perdida invocada u observable en los hechos. La pérdida
introduce en el sujeto fenómenos de mortificación bien reales. En la melancolía la instancia de la perdida
se absolutiza y desencadena; Se cae bajo la acción de la negatividad del lenguaje.
Un elemento diagnostico fundamental es que el melancólico subjetiviza la perdida como dolor moral. La
falta adopta la significación de la culpa y de ahí el delirio de indignidad, ideas de responsabilidad delirante.
El delirio melancólico se reduce a un único postulado causal, un MEA CULPA obsesionante, tiene certezas
sobre su ser. El insulto alucinatorio es un ejemplo de retorno en lo real, es significante en lo real.
MANÍA
La manía, Soler la presenta en el texto como el inverso de la melancolía, sin embargo, ambas responden a
la forclusión y al retorno en lo real. Es una explicación mortal, el retorno en lo real del filo mortal del
lenguaje. En la manía y en la melancolía triunfa la instancia negativa del lenguaje, sea en forma de
excitación moral o en forma de abatimiento mortífero y pasaje al acto.
Según Colette soler en “la manía, pecado mortal”, Lacan da la fórmula de la manía como pecado mortal y
habla de la excitación maniaca de la psicosis. Los fenómenos de la manía se ordenan y se dejan concebir
como defecto del punto de almohadillado. Si la manía aparece tan festiva y desorientada es porque se ha
librado de las obligaciones de la semántica y emancipado de ese real que está en juego en la gramática.
El sujeto maniaco está disperso en el infinito del lenguaje que lo atraviesa, en el automaton de los signos
de los que él es marioneta ya que al no estar localizado ahí no puede ni parar ni reconocerse.
Aparece la falta del significante amo, localizador. Lacan va a decir que en la manía no funciona el objeto a,
el cual está implicado en la constitución de todo mensaje. Un daño a nivel del discurso es un daño a nivel
de la regulación del goce. La excitación maniaca es un ejemplo de ello, desenfreno de la palabra y
desorden de la historicidad. Reduce las necesidades del cuerpo animado por una vida que marcha hacia la
muerte.
La excitación maniaca es ese goce que la función fálica no regula y en el cual el uno del cuerpo es
asediado por los unos múltiples del lenguaje en lo real hasta que sobrevenga la muerte del ser viviente.
SINTHOME
Designa una formulación significante que está más allá del análisis, es inanalizable, un núcleo de goce
inmune a la eficacia de lo simbólico. Lejos de pedir alguna disolución analítica, el Sinthome es lo que
permite vivir al PERMITIR UNA ORGANIZACIÓN SINGULAR DEL GOCE. De modo que la tarea del
análisis es llevar al analizante a la identificación con el Sinthome.
En sus seminarios del ‘75/76, amplía su teoría del nudo Borromeo al añadir el Sinthome como cuarto anillo
en la triada de lo RSI, con lo cual se mantiene unido un nudo que constantemente amenaza con
desatarse. Realiza en este seminario una lectura del Joyce como un extenso Sinthome. Enfrentando en su
niñez con la carencia del NDP, Joyce logró evitar la psicosis desplegando su arte como suplencia, como
cordel suplementario al nudo subjetivo. El texto joyciano entraña una relación especial con el lenguaje, su
remodelación destructiva como Sinthome, la invasión del orden simbólico por el goce privado del sujeto. Al
rechazar cualquier solución imaginaria, pudo inventar un nuevo modo de usar el lenguaje para organizar el
goce.
El texto de Miller plantea la perspectiva del Sinthome como ultima enseñanza de Lacan. El SINTHOME fue
inventado para el caso Joyce, caso sin análisis, donde no hubo desciframiento, no se entregó a la
asociación libre. Joyce se encontraba desabonado del inconsciente. Lacan infiere que no tenía relación
con el Icc. El Sinthome es el NEGATIVO DEL ICC, designa lo singular en su carácter absoluto.
Lacan creyó percibir que hay Sinthome en cada uno y la singularidad está, pero recubierta.
Clínica del Sinthome  es una clínica plana, no escalonada, no estratificada, no se distingue el síntoma y
el fantasma, no se puede hablar de un avance y una resistencia ni de una salida, lo que prevalece es dar
vueltas en círculo. El SINTHOME está condicionado no por el lenguaje sino por lalengua más acá de toda
articulación.
El Sinthome será lo que designará en la singularidad la sustancia gozante. El modo de gozar
absolutamente singular es irreductible, es un resto absoluto.
Así el Sinthome singular es una verdad universal que se expresa. Todo el mundo está loco. Todo el mundo
hace una elucubración de saber sobre el Sinthome, la significancia es una elucubración de saber sobre su
modo de gozar.
El NdelP que condiciona la realidad psíquica no es más que un nombre del modo de gozar. Es el modo de
gozar captado en su carácter universal.
Caso Joyce (“Lacan con Joyce”, Miller 2006)
A Lacan siempre le intereso la literatura, la inversión que se produce cuando el síntoma da lugar a la
creación. Por esto toma la obra de Joyce. En general la literatura vela el real por lo imaginario, pero para
Joyce la literatura es sueño, a ese sueño le retira todo velo fantasmático no permitiendo ya la figuración.
De esta pura relación con la lengua deriva un goce sin pasar por lo imaginario, el semblante, la
representación.
La operación especifica que realiza Joyce con el lenguaje es la Homofonía. Sabía que algo le faltaba a su
nombre y su obra lo complementa.
Se da así un movimiento de retorno de retroacción que hace volver sobre la cadena significante al
significante mismo (esto es un artificio por la falta de punto de almohadillado). Se trata de partir de una
palabra para obtener otra que tenga con la primera un parentesco físico y posibles efectos de sentidos y
volver atrás para modificar la primera condensando las palabras. El resultado es un significante neológico
puro. La operación no es metafórica ni metonímica, comprime varios significantes.
No es solo sentido lo que moviliza Joyce sino también varios saberes, varias lenguas. Su método
entonces, es el de la vinculación del significante con el significante  en lugar de un efecto de sentido
tendríamos la LETRA. Se trata de un esfuerzo de escribir en lo real algo de lo simbólico. Lo simbólico fuera
de lo imaginario queda muy real. Lo que incita a Joyce no es el deseo sino el GOCE. Es libido
sistematizada más que sublimada. Su escritura funciono como un biombo para protegerse de los ecos
infinitos de la lengua. Su ser era su síntoma, su obra es un objeto donde se concentra el goce de Joyce.
Es un a.
Lacan va a decir que lo que pone en evidencia Joyce es que el verdadero núcleo traumático es la relación
con la lengua. Somos hablados y de eso hacemos una trama, no decimos lo que queremos sino lo que
quisieron los demás. Pero en Joyce no se descubre ningún significante amo capaz de instaurar un orden.
El nombre propio es puro índice, hay siempre un malestar cuando se empieza a dar sentido al nombre
propio.
Joyce deseo hacerse un nombre e inmortalizarlo haciéndose un lugar en la memoria universal
(reconocimiento social). Lacan refiere esto a la carencia paterna que padecía el autor. Con su nombre
propio habría llegado a hacer una clase de NdelP artificial. Se puede interpretar a Joyce a partir de cómo
colmar el punto de almohadillado que faltaba.
La lengua desorganiza el goce del cuerpo, el NdelP es el pharmakon, al mismo tiempo la enfermedad y la
cura. Es un dispositivo de reducción del goce y de vinculación del significado y el significante. Ahora bien,
la FORCLUSIÓN es una elucubración sobre la carencia del padre. Hay suplencias y la obra de Joyce es
una de ellas.
En Joyce, la escritura le ha permitido estabilizarse. Es hijo de su síntoma (todos lo somos). Joyce nos hace
ver de una forma pura la esencia del trauma de la lengua. Explota ese trauma, lo sintraumatiza. Esa es la
esencia de todo síntoma. Suelen esconderse bajo fantasmas, pero en Joyce tenemos la esencia de lo que
es un síntoma. Ese es el núcleo de la clínica.
UNIDAD 6: CLINICA DE LOS SINTOMAS CONTEMPORANEOS
El orden de Hierro (Indart)
Es la orden de la sociedad actual que viene a suplantar la orden del nombre del padre. La orden del NDP
daba cuenta que la cría humana viene al mundo desorganizado y es el Edipo (de Freud) o el NDP (de
Lacan) lo que la organiza. Lo decisivo de este ordenamiento es que el amor puede ejercerse en NDP. La
mujer madre introduce una serie de prohibiciones diciéndole no al goce ilimitado. La prohibición la hace
por amor en NDP, encarnando en al menos un hombre. Entonces el goce edificó, es un goce ilimitado, es
decir, primero se prohíbe el goce y luego es positivado y permitido, lo que se manifiesta bajo la estructura
del deseo imposible e insatisfecho.
El orden de hierro es el orden de la sociedad actual donde lo que comanda es la permisividad, la
abundancia de objetos destinados al goce, objetos que no están prohibidos. La ley de hierro exige gozar y
gozar cada vez más. Esta orden rechaza todo efecto de división subjetiva y la anulación de la pérdida. Es
un goce no edípico, un goce reducido al acontecimiento del cuerpo. La función del superyó fue
reemplazada por la voz del superyó que le dice sí al goce y en lugar del no del NDP.
PSICOSIS ORDINARIA
Miller en “Efecto retorno sobre psicosis ordinaria” plantea que la psicosis ordinaria no es una categoría de
Lacan, sino que es extraída de su última enseñanza como efecto retorno del desarrollo pragmático de su
enseñanza.
Miller no inventa con esto un concepto sino un sintagma, un significante que tenía como motivo esquivar la
rigidez de una clínica Binaria: Neurosis/Psicosis.
La Psicosis Ordinaria es una forma de introducir el tercero excluido por la construcción binaria uniéndose
por el lado derecho del binario. Miller habla de Psicosis Ordinaria cuando no se reconocer signos
evidentes de neurosis y así se conduce a decir que es una psicosis disimulada, velada.
Cuando no se tiene el aspecto de ser neurosis no tiene la estabilidad, constancia ni repetición de la
neurosis y cuando no se tienen claros fenómenos de psicosis extraordinaria entonces es una psicosis
disimulada.
Debemos ponernos a la búsqueda de pequeños índices. Es una cuestión de intensidad, de más o de
menos. Es lo que Lacan llama un desorden provocado en la juntura más íntima del sentimiento de la vida
en el sujeto. Este desorden se sitúa en la manera en que sienten el mundo que los rodea, en la manera
que sienten su cuerpo y en la manera de referirse a sus propias ideas. Los indicios debemos localizarlos
en 3 registros.

 Una externalidad SOCIAL: el índice más claro se encuentra en la relación negativa que el sujeto
tiene con su identificación social. El sujeto es incapaz de asumir su función social. Son sujetos que
van de una desconexión social a otra, se desconectan del mundo. Se pueden ver psicóticos
ordinarios que han investido su trabajo demasiado y cuya pérdida desencadena la psicosis porque
su trabajo quería decir más que eso. Tener ese trabajo era su NdelP.

 Una externalidad CORPORAL: partimos del principio de que no es un cuerpo, sino que se tiene un
cuerpo. En la psicosis ordinaria hay un desajuste, el cuerpo se descompone y el sujeto es llevado a
inventar lazos artificiales para reapropiarse de su cuerpo, una manera de ligarse. Este elemento
suplementario oficia de NdelP. Por ejemplo, los tatuajes.

 Una Externalidad SUBJETIVA: lo más habitual es localizar la experiencia del vacío, la vaguedad, la
identificación no es simbólica sino real, sobrepasa la metáfora. El sujeto puede transformarse en un
desecho, descuidarse al punto extremo. Es característico las identificaciones construidas como un
popurrí.
Laurent en “La psicosis ordinaria” señala que la orientación de la cura consiste en privilegiar el capitón, la
escansión, las rupturas para evitar a un sujeto la construcción de un delirio para que esto se mantenga al
nivel de esos fenómenos que aparecen como pedazos de real sin que haya necesidad de constituir una
enorme construcción delirante que corta al sujeto del discurso común y que solo le permite recuperar
después de un largo recorrido. Si se puede evitar esta misma construcción con la puntuación sobre esos
momentos, surgimientos erráticos de lo real, ahorramos al sujeto un trabajo y será investigado en la
práctica sobre los efectos las que dirán como se mantiene.
¿Por qué no desencadena a psicosis? Porque hay un Sinthome que estabiliza.
ANOREXIA
Fernández Blanco en “Mas allá del A: la posición anoréxica” establece una clínica diferencial de los
trastornos del comer utilizando como criterio ordenador el sentimiento de culpabilidad. La culpa indica la
responsabilidad del sujeto en relación con un goce que no debería haberse permitido. Culpa que
sintomatiza el goce y es condición de apertura al tratamiento (en algunos casos, no en la anorexia
restrictiva). A partir de la culpa distingue tres presentaciones:
1. Anorexias que rechazan ingerir comidas: más allá de un límite subjetivamente fijado cada vez más
escaso. Controlan obsesivamente el consumo de proteínas, calorías, etc.
2. Anorexia por bulimia: son sujetos que comen sin límites, al atraco sigue el vómito. Se llenan para
provocar vacío. La culpa les permite pedir ayuda para limitar un goce que las conduce a lo peor.
3. Bulimia sin vómitos: son sujetos que no pueden parar de comer lo que los lleva al autodesprecio y
provoca la culpa. Esta ansiedad por comer deforma el cuerpo del bulímico, cuanto más se llena
más vacío se encuentro. Repleto de la nada que lo alimenta, todo lo que comió es nada, se
autodesprecia por no saber parar de comer, lo vive como un síntoma y pide ayuda.
Fernández Blanco se centra en el primer tipo, la anorexia restrictiva come nada porque la nada es el objeto
que interponen frente a la demanda del Otro. La dificultad para el tratamiento tiene que ver con que estos
sujetos no tienen el problema por no comer sino por hacerlo. Por esto hace síntoma para su medio, pero
no para ella misma. Son casos de pura PULSION AUTOFAGICA de auto devoración de la que el sujeto
anoréxico se hace objeto, reduciéndose a nada, al resto.
La anorexia no hace síntoma para someterlo a la transferencia, su rechazo es a la demanda del Otro.
En la anorexia se produce un rechazo a la situación: el cuerpo se desfaliciza, pierde todo brillo y capacidad
de operar como instrumento de seducción. Pasa a evocar un signo de muerte. La respuesta anoréxica
supone negar la necesidad de tener un cuerpo para el viviente. En este proceso, alimentos y de todo goce
corporal hace objeción al deseo de vida y a la transmisión (no solo impide el encuentro sexual sino
también a la maternidad).
La anorexia es una posición límite sostenida en el rechazo a la demanda asfixiante del otro. Es la negación
de la necesidad y del placer corporal. La anoréxica se esfuerza en reducir el registro de la necesidad a
cero, la lleva a actuar en lo real, encarnando el objeto a, la separación del Otro.
Para diferenciarla de la Histeria el autor parte del rechazo a la sexualidad que comparten ambas, pero
explica que mientras que, en la histeria, la insuficiencia del goce no lleva a su exclusión donde puede
repetir encuentro sexual para repetir la insatisfacción. En el caso de la anorexia hay una negación del
erotismo del cuerpo eliminando hasta rasgos secundarios. El cuerpo pierde brillo, no puede actuar como
instrumento de seducción. En la histeria el cuerpo habla, en la anorexia su cuerpo se reduce a la nada. En
la histeria hay una identificación fálica y en la anoréxica hay identificación al objeto a, al objeto resto.
BULIMIA
Lacan en su enseñanza de los años 50´ que se funda en la estructura simbólica del amor, en el centro de
la cuestión bulímica sitúa:

 La DEMANDA de amor del sujeto.


 La FRUSTRACION de dicha demanda por parte del Otro a quien el sujeto se dirige para obtener el
signo de su amor.
 La COMPENSACION IMAGINARIA de esta frustración de la demanda de amor que se produce a
través del consumo del objeto real de la necesidad.
De esto Lacan hace surgir dos principios cardinales
1. La función de la operación de compensación: asume un valor de amor y cada vez que hay
frustración se compensa mediante la satisfacción de la necesidad.
2. El valor del objeto: un objeto real adquiere su función como parte del objeto de amor. Adquiere
su significación como simbólico y la pulsión se dirige al objeto real como parte del objeto
simbólico.
La bulimia lleva siempre un núcleo singular de goce que da razón de la capacidad de penetración del
síntoma bulímico. La bulimia encarna para el sujeto la función de defensa respecto a un goce no
dominable, una modalidad de goce autista alternativa al goce sexual y al vinculo amoroso (afinidad con la
toxicomanía). El funcionamiento bulímico implica el empuje al sujeto a evacuar del cuerpo todo cuanto ha
incorporado a través del atraco en su empresa imposible de mantenimiento de la homeostasis y de control
de goce.
TOXICOMANÍA
Operación toxicómana es la que no requiere al cuerpo del Otro como metáfora del goce perdido y es
correlativa de un rechazo mortal del inconsciente. Esta operación procede por un rechazo del Otro, no es
un mensaje dirigido a Otro y no se reduce a la combinatoria significante, sino que implica un goce no
articulado ni al partenaire ni al Otro sexo. Es una operación que separa del otro sexo y se procura su goce
por un camino que no es sexual sino orientado al propio cuerpo. Es una elección contra la castración,
contra la división del sujeto y contra el inconsciente. El llamado toxicómano es leal a su goce, a su
partenaire, pero su partenaire no es el otro ni el semejante sino lo que coloca en ese lugar. En el lugar de
la perdida estructural de goce, de la no relación sexual, no viene el falo sino el goce toxico que es ruptura
con el falo.
Es una operación sobre la estructura que se realiza por una experiencia, por un hacer puntual donde cada
vez se obtiene una ganancia de goce contra la castración (+ goce – castración).
La chance clínica es en el plano del sujeto, en sus determinaciones simbólicas, de su relación
problemática al goce donde se encuentran las raíces claves de la problemática a la que la droga aporta su
solución. Una de las condiciones para hacer posible una intervención es que la droga ya no aporte esa
solución y que la cuestión del deseo se infiltre en el vacío de la experiencia.
Entonces la única chace clínica es hacer hablar. Hablar no es garantía, pero aleja de la muerte al menos
por un tiempo. La operación toxicómana es inversa: no habla para permanecer en la satisfacción que
evacua la significación. Que evita el falo, que alivia de la indeterminación del deseo, de la muerte que el
significante impone. El toxico procura una manera de mantenerse por fuera del decir fuera del discurso (a-
dicto) en la positividad de la repetición. Es lo opuesto a la operación analítica que busca que de pasar al
acto pase al decir.
La OPERACIÓN TOXICOMANA no se interpreta, sino que se trata de obtener la interpretación del síntoma
de los sueños las formaciones del Icc, la transferencia, el trabajo del Icc. Esto solo existe si hay un
analista. Solo esa función produce la significación de un saber supuesto.
La OPERACIÓN DEL ANALISTA es la de producir en el comienzo la significación de una falta de saber
cómo causa del padecimiento. Una dirección que va de la droga a la falta de saber.Hay una oposición
entre experiencia del toxico y experiencia del PSA, entre operación toxicómana y operación analítica: una
rechaza el Icc y la otra como operación de castración espera producirlo.
Siguiendo el texto de Lauren “tres observaciones sobre las toxicomanías” el autor realiza un recorrido
sobre tres observaciones respecto a este tema:
1. Primero retoma una frase de Lacan “La droga como única forma de romper el matrimonio del
cuerpo con el pequeño pipi con el goce fálico”. Esto quiere decir que la toxicomanía no es un
síntoma en el sentido de que no es consistente. La droga nos introduce a un modo de ruptura con
el goce fálico y esta ruptura Lacan la usaba para hablar de la psicosis: en ese lugar donde los
NdelP producen significación fálica tenemos en la psicosis Po – Fo (Sin nombre del padre sin
significación fálica). Pero lo que la utilización de tóxicos le lleva a pensar es que puede haber
producción de esta ruptura con el goce fálico sin que haya forclusión del NdelP. Plantea Lacan
también la idea de que la ruptura con el goce fálico suprime las particularidades (Los toxicómanos
no quieren una cosa precisa, se entrega a los estupefacientes siendo indiferente a lo que toman).
Entonces la primera observación es la ruptura con el NdelP por fuera de la psicosis.
2. Segundo: tiene que ver con la ruptura con las particularidades del fantasma, con lo que el fantasma
supone objeto de goce en tanto que incluye la castración. Es por esto que el toxicómano no es un
perverso porque la perversión supone un uso muy específico del fantasma mientras que la
toxicomanía es un uso del goce fuera del fantasma, no toma caminos complicados justamente
porque es un CORTOCIRCUITO, ruptura, su consecuencia es que pueda gozar sin el fantasma.
3. Tercero: podemos tratar la toxicomanía como el surgimiento en nuestro mundo de un GOCE UNO
en tanto no sexual. El goce sexual no es uno, esta fracturado, no es aprehensible más que por la
fragmentación del cuerpo. Mientras que en la toxicomanía se presenta como uno, como único. La
relación de nuestra civilización al goce se va a jugar alrededor de este punto. Las drogas han sido
la introducción efectiva de goces exóticos sucesivos. Son la integración del mercado único de los
goces. En este sentido el PSA es el discurso que intenta mantener al sujeto en la vía del deseo,
única vía que puede tener a raya al goce.
Entonces podríamos plantear lo siguiente. La operación toxicomanía se lleva a cabo a partir de un rechazo
del Otro, lo que implica un goce no articulado. Esta operación implica la separación del otro sexo y
procurar el goce por un camino que no es el sexual, sino que está orientado al propio cuerpo. Esta es una
elección frente a la castración. El toxicómano es leal a su goce siendo su partenaire lo que coloca en ese
lugar. En el lugar de la pérdida estructural de goce, de la no relación sexual, no viene el falo sino el goce
toxico que marca la ruptura con el falo. La toxicomanía no es un síntoma en el sentido de que no es
consistente. La droga nos introduce a un modo de ruptura con el goce fálico y esa ruptura Lacan la
utilizaba para hablar de la psicosis: en ese lugar donde los NDP producen significación fálica, en la
psicosis no hay significación fálica porque no hay NDP. Pero o que la utilización de tóxicos nos lleva a
pensar es que puede haber producción de esta ruptura con el goce fálico sin que haya forclusión del NDP.
Lacan plantea también la idea de que la ruptura con el goce fálico suprime las particularidades (los
toxicómanos no quieren una cosa precisa, sino que se entregan a los estupefacientes
indiferenciadamente).
En relación al discurso capitalista decimos que hoy este nos coloca en una relación particular como sujetos
en relación al objeto de consumo. Se genera una adicción en forma de compulsión que nos presenta la
cara de goce: hay satisfacción en esa compulsión.
UNIDAD 7: CLINICA Y SEXUACION
UNIDAD 8: OTROS DISPOSITIVOS CLINICOS
¿Qué se espera del PSA y del psicoanalista?
Soler va a hablar a lo largo del texto “La violencia del Acto Analítico”: recibimos a un sujeto que sufre y que
padece de cosas sobre las cuales él no puede hacer nada, sus síntomas. Entonces a ese sujeto lo
recibimos con una acción y todo el dispositivo le devuelve un mensaje implícito: que él es responsable.
1er violencia  a ese sujeto que sufre se lo invita a hablar lo que significa que la causa está en el
paciente. A ese sujeto lo cargamos además con el peso de la responsabilidad. En cierta medida lo
invitamos a pasar de una alienación a otra. Un sujeto es nacido en el vientre del otro del discurso y soporta
la alienación, los significantes del otro, el discurso del otro sobre el mismo, los imperativos y nosotros para
curarlo lo invitamos a entrar en otra alienación, la del dispositivo psicoanalítico, que además le impone una
regla de la palabra.
Esta regla no es cualquier palabra, es una palabra casi imposible, una palabra sin censura consciente 
2da violencia
3ra violencia  la del trabajo transferencial. Si la violencia del acto analítico no se percibe de entrada es
justamente porque esta encubierta por la transferencia. Esta introduce al paciente en una ilusión, una
espera. Introduce la idea de ser tenido en cuenta, que es la mejor manera de cuidar a un sujeto. Es un
efecto casi automático, es un efecto del enamoramiento de entrada. En el encuadre del Discurso
Capitalista nadie escucha a nadie y si lo escuchan no hay dialogo. Incluso en la relación amorosa se
intenta hacer circular la palabra, pero sabemos que cada uno habla el idioma de su fantasma. No se
necesita mucho tiempo para que en la relación amorosa se sospeche que uno habla solo, que el otro no lo
escucha ni lo entiende.
Solo el dispositivo analítico ofrece a un sujeto un espacio para que desarrolle su palabra.
El amor de transferencia disimula que en el análisis el que escucha no escucha lo que el sujeto quiere
decir. El analista escucha con una perspectiva de interpretación que intenta captar aquello que el sujeto
mismo no sabe que dice, no sabe que significa y que no quiere significar tampoco.
¿A qué apunta la posición interpretativa? Lacan dice que como el Icc nunca se revela totalmente decimos
que la interpretación apunta a empujar a conocer las consecuencias del Icc. La primera de ellas y que
nadie quiere saber: la CASTRACION. También se pone en juego la exigencia de un goce peculiar. Esto es
una parte indomable y eso nadie lo quiere saber. Si empujamos a alguien a un análisis, lo obligamos a
saber cuándo tal vez no quiere. Por esto Lacan habla del horror frio del acto analítico.
Soler va a decir que tenemos nuestras razones para ejercer esta violencia del acto analítico, pero estas no
se perciben antes del verdadero final.
Hay dos razones:
1- La primera es que lo hacemos para obtener un EFECTO TERAPEUTICO. Solo cuando hay efectos
se ven cambios a nivel de los síntomas. El analista debe haber experimentado el mismo el efecto
terapéutico del desciframiento para no sorprenderse. Creerle al Icc, es eso. Ahora bien, debemos
saber que el efecto terapéutico es siempre parcial, ya que no hay sujeto sin síntoma. Es parcial y
precario porque no aporta seguridad de por vida.
2- La segunda razón es la que realmente justifica y otorga fundamento a la violencia del acto analítico,
es el efecto que se obtiene al final del análisis.
Soler señala que el análisis logra su verdadero objetivo ético cuando lleva a un sujeto hasta una identidad
de separación. Es una identidad que no se defina por la vía de la identificación a los significantes, valores,
ideales del otro del discurso.
Al final de un análisis se debería producir un sujeto liberado de la duda sobre que es obtener un efecto que
pusiera un punto capitón, un cierre. El final no es una apertura, es un cierre a la pregunta ¿Qué soy para
tener los síntomas que tengo? Una identidad de separación es una identidad que no le debe nada al otro
del discurso. Esta identidad es lo que ha decantado del análisis, la fijación del goce del sujeto, especifica
de cada uno.
Lacan llamo a la IDENTIDAD DE SEPARACION, identificación al síntoma  no es una identificación, es
más bien el develamiento al final de la reducción analítica de la configuración del deseo y el goce del
sujeto. No se trata de identificación se trata de lo que es el sujeto en el núcleo del fantasma y síntoma Icc y
es una singularidad porque no hay dos sujetos idénticos.
¿Por qué lacan dice que el analista es el desecho de la operación? Soler dice que al final del análisis el
analista pierde la idealización transferencial, esta cae al final del análisis. Mientras más elabora el sujeto
su Icc más cae el SSS. Entonces el analista deja de ser idealizado y el paciente le dice “chau”. No hay
escándalo, en definitiva, desde el principio analizante y analista programan el final. Por eso el amor de
transferencia es un amor especial porque es el único que aspira a su fin.
Se trata de que el acto analítico es el único acto en el cual el beneficio no va al agente del acto, el
beneficio va del lado del analizante. El analista se queda anónimo, no para sus pacientes, anónimo en el
sentido de que el beneficio del acto no va de su lado. Es así como Soler considera o entiende al analista
como desecho de la operación. No debemos olvidar que el analista pertenece al conjunto del discurso
capitalista y que cae bajo la presión de los valores del discurso: éxito en todo, competencia, lucha para ser
visto. Hay un empuje hacia cierto cinismo individualista. Soportar el rigor del acto analítico en este
ambiente es difícil.
Porvenir del PSA  mientras haya sujetos que quieran sostener el acto analítico tal cual es habrá
analizandos. Ya que la transferencia tiene su razón fundamental en la estructura del lenguaje y en la
existencia del analista.
Greiser. “La intervención analítica en dispositivos no analíticos”
Habla de los desafíos que tiene el PSA en la práctica institucional, en dispositivos que no son propiamente
analíticos. El analista se ve confrontado con el interrogante acerca de su quehacer, en los dispositivos que
no son analíticos esta pregunta no es de orden pragmático sino ético.
DISPOSITIVOS NO ANALITICOS
 Son aquellos cuya finalidad inmediata no es terapéutica.
 El analista se confronta a otros discursos (jurídico, educativo, etc.)
 La demanda puede surgir de la institución. Esto hace que nos sea indispensable preguntarnos que
se nos demanda e interpretar esa demanda antes de responderla.
El PSA fue inventando otros dispositivos para responder a nuevas demandas, lo cual demuestra que la
clínica se arma, se inventa y reinventa a sí misma. Toda práctica analítica implica una orientación ética:
está regida por principios. Esto quiere decir que a pesar de que el analista intervenga a partir de una
demanda jurídica hay que transformarla en la escucha del sujeto: demanda analítica. El síntoma es
nuestra herramienta de trabajo, herramienta ética porque no hay sujeto sin síntoma.
El PSA en institución carcelaria: en el caso de los presos sus demandas al otro tienen la particularidad de
no estar articuladas a las palabras. Son sujetos que ya se consideran muertos en el deseo del Otro. La
práctica analítica en estos contextos verifica que el analista no responde al amo que demanda disciplina.
El analista trabaja para escuchar al sujeto, no para responder al amo (demanda institucional).
El PSA siempre ha elegido trabajar la vertiente del sufrimiento contra la del control. Por esto el PSA es en
cierto punto incompatible con la práctica del peritaje. No se perita el sufrimiento.
Pero la realidad es que los analistas que trabajan en juzgados se les piden pericias que deben hacer.
Corresponde al arte del analista lograr hacer con esa demanda algo que se sitúa más allá de la pericia.
El DISCURSO ANALITICO debe situar el reverso del Discurso Amo, debe situar aquello que el amo oculta.
Se trata de una posición que subvierta el amo. Greiser insiste en que a la demanda del juez se le debe
aplicar la misma política que a cualquier otra demanda: no satisfacerla sino interpretarla. Arma una clínica
en entornos jurídicos asistenciales supone inventar algo donde no lo hay: esta clínica en la que el discurso
psicoanalítico se cruza con otros debe incluir al menos 3 puntos: escucha del sujeto; estrategia política en
la que se haga pasar esa escucha a otros discursos; la elaboración de esa experiencia clínica junto a
otros.
Se trata de construir una clínica que no sirva de herramienta para que el sujeto quede reducido a cosa a
ser gobernada.
Para el PSA el sujeto nunca va a ser víctima, sino que está planteado como respuesta de aquello que le
viene del Otro. El PSA se salva por la vía del desecho, lo que no entra en el lazo social. Proponer una
clínica a partir de alojar el desecho como aquello que no hace lazo.
Analista en cárceles  incluso si la escucha no tiene en sí misma un poder curativo sobre el goce, puede
humanizar a un sujeto que se encuentra en una institución inhumana.
Ámbito hospitalario por ejemplo trabajar con el duelo anticipado.
UNIDAD 9: CLINICA Y ETICA
FINES DE ANALISIS
Soler en su texto “Fines de análisis, historia y teoría” señala que la tesis de Lacan es que el fin de análisis
produce al analista. Es una mutación que hace del sujeto un analista virtual (no necesariamente operante).
La pregunta sobre el fin de análisis puede abordarse desde una doble faz:
1. Desde el plano practico: consiste en interrogarse sobre la secuencia terminal del análisis sobre un
momento de la transferencia, aquel en el que la relación de transferencia se deshace y en tratar de
precisar cuál es la operación que interviene en ese momento. El vocablo que corresponde a la
pregunta práctica es término de análisis.
2. Desde el plano clínico: consiste en interrogarse por la diferencia entre el sujeto tal como es a la
entrada y como a la salida. Cuál es la diferencia entre ellos y cual entre el sujeto determinado por la
neurosis y el sujeto a la salida que Lacan lo llama incurable. El término que conviene utilizar aquí
es el de salida, desenlace o solución.
Para Lacan a la entrada tenemos al sujeto dividido y a la salida sigue estando dividido, ese es el problema,
hay que situar una mutación que no hace desaparecer la división del sujeto que la trata sin reducirla. El
producto clínico a la salida es un sujeto destituido que puede ser analista y que Lacan llama un incurable.
La operación es de Destitución. En Lacan hay una transformación que concierne a la posición del sujeto,
pero no es todo, hay una ganancia a nivel de saber.
Al sujeto destituido Lacan lo llama lo incurable, es el producto final. ¿Qué es lo incurable al final? Uno
podría decir que es la división misma del sujeto, pero esta siempre fue incurable. La neurosis es una
manera de tratarla, tan mala que conduce al sujeto a un tratamiento. Lo que hace lo incurable es un saber,
es el hecho de que sale instruido acerca de ese algo que no es nada, su división. Esta instruido al final
sobre la inanidad de SSS, de que el SSS es inaccesible. Esto quiere decir que hay saber adquirido al final
del análisis que al menos momentáneamente hace imposible recurrir al analista, el llamado al SSS. Lo
incurable es un sujeto dividido que adquirió un saber que lo priva de recurrir a un analista.
SÍNTOMA Y FANTASMA
Fantasma: para Freud, el fantasma designa una escena que se presenta en la imaginación y que
dramatiza un deseo inconsciente. El sujeto invariablemente desempeña un papel en esta escena. La
escena fantasmatizada puede ser consciente o inconsciente, el analista debe reconstruirla sobre la base
de indicios. En “El obsesivo y su deseo”, Lacan define al fantasma como lo imaginario capturado en cierto
uso del significante. El fantasma es lo que le permite al sujeto sostener su deseo y también aquello por lo
que el sujeto se sostiene a sí mismo en el nivel de su deseo que desaparece. Lacan sostiene además que
hay siempre un Fantasma Fundamental que es inconsciente. En el curso de la cura, el analista
reconstruye el fantasma del analizante en todos sus detalles, sin embargo, el tratamiento no se detiene
allí, el analizante debe continuar hasta atravesar su fantasma fundamental, es decir, la cura debe producir
alguna modificación en el modo de defensa fundamental del sujeto, alguna alteración en su modo de goce.
Para Lacan no se trata de curar al paciente de su fantasma fundamental. El fin del análisis busca una
cierta modificación de la posición subjetiva en el fantasma fundamental. El fantasma es el residuo del
desarrollo de un análisis. Residuo de la interpretación del síntoma.

Miller en “Síntoma y fantasma” propone una división entre el síntoma y fantasma como esencial para la
dirección de la cura. Lacan situó el fin del análisis en relación al fantasma y no en relación al síntoma.
Lacan trata la cuestión del fin del análisis a través del fantasma y la entrada a análisis a partir del síntoma.
Miller va a decir que no hay clínica sin ética, implica al analista a poner el acento sobre su querer o sobre
su deseo. ¿Qué quieres? Es la pregunta misma por el deseo, esto tiene consecuencias en el paciente.
La cuestión ética para el analista está en el decidir cuando un análisis puede empezar y también cuando
no ha concluido. Justo en el punto en el que se podía considerar terminado es cuando verdaderamente
empieza. Más allá de su supuesto bienestar es estar en ruptura con los ideales comunes de nuestra
sociedad porque la ética del PSA supone adoptar valores inaceptables por parte de cualquier poder
constituido. El PSA es asocial, corresponde a un esfuerzo extraordinario a un lazo social de otro tipo: el
discurso analítico.

SINTOMA FANTASMA

Prevalece una articulación significante y Lo que prevalece es la relación con el


también hay implicación del objeto. Esto se OBJETO, del sujeto con el objeto. El fantasma
puede ver en la reacción terapéutica negativa también tiene una dimensión simbólica que la
donde hay un goce propio del síntoma que es formula no expresa. Los fantasmas están bajo
un displacer. Por lo tanto, el objeto a como el principio de placer, pero al mismo tiempo
plus de gozar también está en el síntoma. son una vinculación entre el goce y el placer.
Están en ese punto mismo de articulación.

Prevalece en la entrada al análisis. Se pone en juego en el final del análisis

El síntoma nos introduce en una problemática Travesía del fantasma y no levantamiento ya


terapéutica, a la cuestión de su curación. Por que se trata más bien de ir a ver lo que está
eso se habla de levantamiento del síntoma o detrás que es una nada que puede asumir
desaparición de él. distintos rostros. En la travesía del fantasma
se trata de dar una vuelta por esas nadas.

El síntoma como formación del Icc debe La estructura del fantasma y el fin de análisis
ubicarse en relación al Discurso Amo y de están privilegiados por el Discurso Analítico.
hecho la entrada en análisis esta propiamente
modelada sobre el esquema de este discurso.

Produce displacer y en la experiencia analítica Parece producir placer al sujeto y por eso no
el paciente habla mucho de su síntoma y se va a lamentarse de su fantasma. Hay una
lamenta de él. Esa es la razón por la cual se resistencia para hablar de él y es en función
analiza. de la vergüenza que genera. Al neurótico no le
gusta porque le presenta contradicciones con
sus valores morales. Se resiste a la
intervención del analista. La verdad a esa
resistencia s su posición en el lugar del Otro
como punto de falta.

Nunca se debe interpretar, no es objeto de


interpretación sino un OBJETO DE
Se interpreta en tanto se esté en
CONSTRUCCION. El fantasma es una
Transferencia.
máquina que se pone en juego cuando se
manifiesta el deseo del Otro.

El síntoma aparece a los ojos del sujeto como En contraposición el fantasma se presenta al
un enigma, no sabe qué hacer con esto y por sujeto como transparente y como si su lectura
eso demanda interpretación. Si Lacan ubica a fuera inmediata, entonces el cambio que se
la entrada del proceso analítico al SSS, es trata de lograr en el analizante es un cambio
porque en ese momento la demanda dirigido a que se plantee lo que su fantasma
fundamental del paciente es relativa al recubre. Si no hay interpretación del fantasma
enigma, a la interpretación que le hace su es porque se ubica en la falta del significante.
propio síntoma.

Entonces el fantasma fundamental es un punto límite del análisis que corresponde a la represión
originaria. Con el FIN DEL ANALISIS lo que se puede esperar es que la relación del sujeto con ese
fantasma fundamental cambie. Este es el punto límite del análisis. ¿Qué es lo que angustia? El deseo del
Otro, el fantasma es lo que cubre esa angustia y aparece cuando la cobertura fantasmática desfallece. El
fantasma inscriba la relación del sujeto con el objeto.
Para Lacan no se trata de curar al paciente de su fantasma fundamental. El fin del análisis busca una
cierta modificación de la posición subjetiva en el fantasma fundamental. El fantasma es el residuo del
desarrollo de un análisis. Residuo de la interpretación del síntoma.
Tres dimensiones del fantasma:
1- El aspecto imaginario: correspondiente a todo lo que un sujeto puede producir como imágenes.
2- La dimensión simbólica: es un aspecto más escondido, pero se lo observa en el hecho de que el
fantasma consiste en una pequeña historia que obedece a reglas, a ciertas leyes de construcción
que son las leyes de la lengua. Es un axioma, algo que tiene que ver con A, con esa falta en el
campo de significante.
3- La dimensión real: es la dimensión fundamental del fantasma. Como real es un residuo de la
experiencia analítica que no puede modificarse. Lo imposible de cambiar.
Para Lacan el fin de análisis es el logro de una modificación de la relación del sujeto con lo real del
fantasma.
El método de investigación psicoanalítico va entonces del síntoma al fantasma en un camino que hace
aparecer a este último como precursor inmediato, directo, del primero y en un sentido causal. En otras
palabras, el síntoma está determinado por el fantasma que es un tapón del deseo del Otro. El fantasma
viene a encarcelar el goce. Decir que el fin de análisis se sitúa al nivel del fantasma es decir que se espera
que el analista se corra un poco por detrás del suyo propio. Que obtenga un punto de vista sobre su propio
comportamiento en el mundo y sobre su propia manera de responder al Deseo del Otro. La travesía del
fantasma no se trata de su desaparición sino de no ser engañado por él. Es esencial para el análisis que
tenga la posibilidad de tomar cierta distancia respecto de su propio fantasma.
Relación entre el síntoma, goce e interpretación
Torres en “De la identificación al síntoma y retorno” dirá que el sujeto comienza el análisis en la vacilación
de su identificación al ideal y concluye el análisis identificado al síntoma. Esta última teoría del síntoma la
podemos resumir como el síntoma-goce. Ya no se trata entonces del síntoma verdad, sino del síntoma-
goce. El ser hablante goza siempre de un modo sintomático. El síntoma goce no es una formación del Icc,
es un medio de satisfacción de la pulsión y por eso es diferente de las demás formaciones del Icc. Lacan
subraya que el síntoma no es fugaz, es duradero justamente porque trabaja para el goce.
El síntoma será aquí que nos permita pensar la conexión entre el Icc y pulsión porque el síntoma es tanto
síntoma goce reúne a la vez una parte significante (descifrable) y una finalidad de goce. Es un aparato
significante hecho para producir goce. Hay una parte del síntoma que es real y sirve al goce y hay otra
parte de alienación que es mensaje, habla y se descifra. La antinomia entre sentido y real está en el
corazón del síntoma, lo real es del Otro del sentido.
La interpretación es el deseo. El síntoma es un querer decir entre líneas, la interpretación es el
desciframiento que se hace de él.
El goce no es un concepto a medida de la interpretación. Lo que Lacan va a encontrar al final de su
enseñanza, como lo más real va a ser el síntoma y en tanto es lo más real va a apartarse de la idea del
estatuto simbólico del síntoma y va a estar más vinculado a la escritura que a la palabra. Lacan va a hablar
de CIFRADO porque lo problemático no es el efecto de significado del significante sino el efecto goce y
este está vinculado no al significante sino a la LETRA.
El goce está cifrado (GOCE DE LA LETRA). La letra es el significante considerado por fuera de su función
de producir significaciones (no es descifrable). El síntoma goce es una letra no descifrable, no tiene
sentido a descifrar, es trazo, marca, cifra que indica el goce (movimiento Icc de satisfacción de la pulsión).
Existe un gozar del síntoma, Freud ya había tropezado con el (RTN, masoquismo primordial), el síntoma
insiste más allá de la interpretación porque implica un placer desconocido para el sujeto. En el movimiento
Icc de satisfacción de la pulsión lo que Lacan llama GOCE, el goce es lo que se opone a la adaptación,
trabaja contra la homeostasis y se ubica en la vertiente de la repetición, siendo en este sentido insaciable.
El ultimo Lacan vinculo el síntoma con la escritura y no con apalabra. Introdujo el término cifrado para
indicar que hay que tomar la estructura del lenguaje a partir de la escritura y no a partir de la palabra. Se
trata del efecto de goce de la letra.
Si hay algo que no se puede escribir es la relación sexual, es porque la relación sexual no se puede
escribir que lo que se inscribe en lo simbólico es la cifra fálica. Porque no hay cifra de la relación sexual es
que el síntoma aparece en lo real. El goce entonces está en el cifrado y el efecto de significado no va a
alcanzar para dar cuenta del síntoma.
Fin de análisis e identificación al síntoma
El texto de Torres retoma la cuestión del fin de análisis en la última enseñanza de Lacan relacionando con
la identificación al síntoma. La nueva vertiente del síntoma en Lacan, el síntoma con el que hay que
identificarse no puede ser interpretado y por esto aparece al final del análisis. La identificación al síntoma
es saber hacer con el síntoma. Lacan ha dicho que el fin de análisis tiene que ver con identificarse al
síntoma, pero esto no quiere decir identificarse al Icc porque esto último supondría identificarse al Otro, en
tanto el Icc sigue siendo el Otro y el sujeto del fin de análisis no es el sujeto que depende tan enteramente
del Otro es un sujeto sin Otro. Por esto Lacan deja de hablar de sujeto para empezar a hablar de
PARLETRE (ser hablado-hablante)
La identificación al síntoma significa tener que arreglárselas con el síntoma como partenaire. El síntoma es
el partenaire con el que el Parlarte tendrá que vivir desde el fin de análisis. El sujeto ya no se estará
preguntando porque a mí, porque fue de esta manera, porque, etc. el sujeto tiene que abandonar esas
preguntas de lo contrario no habrá fin de análisis. Tiene que irse con un “es así porque es así”.
Al plantear el fin de análisis como identificación al síntoma ya no como atravesamiento del fantasma hay
un menor entusiasmo porque el atravesamiento tiene algo de heroico, de epopeya. Lo que uno descubre
es que después del atravesamiento del fantasma no se terminó la repetición, no se terminó el goce, no se
terminó esa insistencia, pero algo cambia.
Todos somos sujetos joyceanos porque el síntoma en singular - SINTHOME – le da un nombre al sujeto, a
lo que no puede decirse. Se trata de ponerle un nombre a aquello de lo que no van a poder decirse más
cosas, no se va a poder seguir hablando de eso. Joyce se hizo un nombre, la escritura de Joyce es
intraducible y esto viene a compensar el hecho de que su padre no haya sido jamás un verdadero padre
para él.
Clínica de los nudos. Sinthome.
En el texto de Torres se señala la clínica de los nudos desplegada por lacan en su última enseñanza. Se
empieza a hablar del padre como situado en el cuarto lugar, anudando a los otros tres registros: real,
simbólico, imaginario. No es necesariamente el padre de la realidad, sino que es una función que puede
ocuparla cualquiera. A ese cualquiera lo llamamos síntoma o padre síntoma que anuda a los otros tres.
El pasaje del NdelP al síntoma implica que el síntoma como cuarto, como Sinthome y como nominación
conduce a Lacan a ir desde una cadena de tres redondeles a plantear el cuarto nudo como
síntoma/Sinthome, este es el que articulara los tres registros. El síntoma aparece como necesidad de un
cuarto que suple cierta falla del anudamiento que no es solamente para la psicosis siempre hay esta falla
de anudamiento.
Durante la cura el analista ocupa ese lugar de Sinthome para el analizante en tanto suple con su presencia
real la falla del anudamiento de las tres dimensiones que dan consistencia al parletre.
Al terminar un análisis el sujeto reemplaza al partenaire analista por el síntoma y se hace partenaire de su
síntoma. Se abre entonces el camino de la invención. Esta se refiere al uno por uno, al síntoma en
singular, a la invención de un nombre propio de goce. La no relación sexual es un atributo de la especie
humana, el síntoma se inscribe en el lugar de la falta de partenaire sexual, de manera que cuando se
establece esta relación con el Otro sexo es siempre sintomática. Esta es una de las razones por las cuales
partenaire y síntoma van juntos.
Demanda de felicidad y deseo advertido del analista.
Lacan en “las metas morales del PSA” va a decir que lo que se le demanda al analista es la felicidad. Ya
en “la dirección de la cura” señalaba que el analista debe pagar con algo para sostener su función. Paga
con sus palabras, con sus interpretaciones, pero también con su persona ya que por medio de la
transferencia él es desposeído de eso, él no es un analista sino el SSS. Además, el analista pagara con un
juicio en lo concerniente a su acción ya que el análisis es un juicio.
Entonces Lacan se pregunta ¿El funde análisis es lo que se nos demanda? Y responde, se nos demanda
felicidad. De esto se trata y explica que una sola cosa hace alusión a una posibilidad feliz de satisfacción:
la sublimación. Esta es la satisfacción de la tendencia en el cambio de su objeto, eso sin represión. No es
un objeto nuevo sino el cambio en sí mismo por lo cual la satisfacción consiste en que es aquí donde hay
pasaje del no saber al saber bajo la forma del reconocimiento de que el deseo no es otra cosa que la
metonimia de ese discurso de la demanda que el deseo es ese cambio como tal.
Esto es lo que conviene recordar al analista que se encuentra en posición de responder a quien le
demanda felicidad. Haber llevado a su término un análisis es haber reencontrado, chocado rudamente con
ese límite que es donde se plantea toda la problemática del deseo. Lo que conquista el sujeto en análisis
es su propia ley. Es la aceptación de algo que ha comenzado a articularse antes que él en las
generaciones.
Lo que el analista tiene para dar contrariamente al partenaire del amor es ese que él tiene. Su deseo
advertido. Es imposible en el analista si su deseo esta advertido que consienta en detenerse en el señuelo.
El analista no puede prometerle felicidad al sujeto, pero puede mostrarle al sujeto que si arregla las
cuentas con su deseo puede estar mejor. Es una acción ética.
La ética consiste en un juicio sobre nuestra acción haciendo la salvedad de que solo tiene alcance en la
medida en que la acción implicada en ella también atañe a un juicio. Luego Lacan nos dice que la única
cosa de la cual un sujeto puede ser culpable es de haber cedido en su deseo, aunque a veces haya sido
por el mejor motivo.
Por qué la ética del PSA no tiene que ver con una adaptación del sujeto a la norma.
Laurent en su texto “Principios directores del acto psicoanalítico” plantea 8 principios del acto analítico y
principalmente en dos de ellos alude precisamente a la idea de que el PSA no tiene que ver con una
adaptación del sujeto a la norma
2° principio de Laurent  la sesión psicoanalítica es un lugar donde pueden aflojarse las identificaciones
más estables a las cuales el sujeto está fijado. El psicoanalista autoriza a tomar distancia de los hábitos de
las normas de las reglas a las que el psicoanalizante se somete fuera de la sesión. Autoriza también un
cuestionamiento radical de los fundamentos de la identidad de cada uno. Esto define la particularidad del
lugar del psicoanalista, aquel que sostiene el cuestionamiento, la abertura, el enigma, en el sujeto que
viene a su encuentro.
7° principio de Laurent  el objetivo y el fin del PSA no es el de la adaptación de la singularidad del sujeto
a normas.
El descubrimiento del PSA es el de la impotencia del sujeto para llegar a la plena satisfacción sexual:
castración. Además, el PSA formula la imposibilidad de que exista una norma de la relación entre los
sexos (no hay relación sexual). Entonces justamente si no hay satisfacción plena y si no existe una norma
le queda a cada uno inventar una solución particular que se apoya en su síntoma. No hay una solución
“para todos”. En este sentido la experiencia psicoanalítica está marcada por el sello de lo incurable y
siempre se mostrará defectuosa. El sexo en el ser hablante remite al “no todo”. Un saber hacer con el
síntoma.
Principios directores del acto psicoanalítico.
1- El PSA es una práctica de la palabra, la paciente habla de lo que trae, su sufrimiento, su síntoma
que está articulado a la materialidad del Icc. El analista puntúa para que el analizante componga el
tejido de su Icc.
2- La sesión psicoanalítica es un lugar donde pueden aflojarse las identificaciones más estables a las
cuales el sujeto está fijado.
3- El analizante se dirige al analista, pone en las creencias, expectativas, ideales. El desciframiento
del sentido no es lo único que está en juego en los intercambios entre analizante y analista. Esta
también el objetivo de aquel que habla: recibe su propio mensaje invertido.
4- El lazo de la transferencia supone un lugar, el lugar del Otro que no está regulado por ningún otro
particular. Este lugar es aquel donde el Icc puede manifestarse en el decir con la mayor libertad y
donde aparecen los engaños y las dificultades.
5- No existe una cura estándar
6- La duración de la cura y el desarrollo de las sesiones no pueden ser estandarizadas. La aplicación
del PSA ha variado y la duración se define a medida de la experiencia que ha hecho como para
dejar al analista. Se persigue el acuerdo del sujeto consigo mismo.
7- Su objetivo y fin no es de adaptación de la singularidad a las normas.
8- La formación analítica reposa en un trípode: seminarios de formación teórica, prosecución de un
análisis hasta el final, la transmisión pragmática de la práctica en las supervisiones. Es una ilusión
pensar en una identidad del psicoanalista, la definición es la variación misma. La nominación del
psicoanalista permite decir quién es psicoanalista. Este decir se efectúa en procedimientos que
tienen lugar en las comunidades analíticas. El psicoanalista nunca está solo, depende de otro que
lo reconozca. El psicoanalista afirma haber obtenido de la experiencia lo que podía esperar de ella,
afirma haber franqueado un pase.
Este testimonia el franqueamiento de sus impasses, la interlocución con la cual quiere obtener el
acuerdo sobre ese atravesamiento, se hace en dispositivos institucionales.

FIN DE ANALISIS
Podríamos plantearlo entonces a partir del texto de Soler. La autora plantea tres momentos de Lacan con
respecto al fin de análisis:
1) El reconocimiento del deseo por la palabra (luego lo niega por la incompatibilidad del deseo con la
palabra).
2) El atravesamiento del fantasma.
3) La identificación al síntoma (un saber hacer con el síntoma; importancia del Sinthome).
ETICA EN PSICOANALISIS
El saber se encuentra del lado del paciente y en psicoanálisis no está la idea de normalidad. No busca
imponer determinados ideales a un paciente, no busca la adaptación del sujeto a la norma sino alojar un
sufrimiento. Que actúe acorde a su deseo dirá Lacan.
Se refiere al planteo de Lacan sobre política, táctica y estrategia. Lacan expone que el analista es más
libre en la táctica que en su estrategia. La táctica hace referencia a las decisiones que va tomando a corto
plazo, que son las interpretaciones que hace, dependiendo del material que surja en análisis. La estrategia
hace referencia a la transferencia, y en eso es menos libre el analista porque no puede hacer y actuar
libremente, es decir, dentro de un análisis hay mayor libertad para realizar intervenciones (interpretar,
hacer una construcción) ya que no hay una forma de llevar adelante una táctica. En cambio, en la relación
transferencial (estrategia con la que trabaja el analista) se es menos libre, ya que el analista pone sus
sentimientos en el lugar del “muerto”, es decir, los deja por fuera. Por último, en donde tiene menor libertad
es en la política, en la acción, porque el psicoanálisis no es solo una técnica, sino también una ética, que
se rige siguiendo las reglas del analista el cual deja de lado sus ideales, su juicio, para dirigir la cura y no
al paciente.
El problema del psicoanálisis con la ética capitalista es que los modos de vida estructurados a partir del
consumo, la felicidad a partir del consumo, nos llevan a una frase paradojal de Lacan, “es una felicidad
triste”. Es la renuncia a, sea cual sea la marca de los deseos que a ustedes los habitan, es la renuncia a la
singularidad de cada uno por obtener lo que ofrece el mercado.

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