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Hospital Dr.

Arturo Ameghino

Curso Prolongado de Posgrado en Psicoanálisis

Seminario: Transferencia y dirección de la cura

Profesora: Diana Golluscio

Trabajo 2019

Algunas consideraciones sobre entrevistas


preliminares e iniciación del tratamiento y
transferencia

Alumna: María Teresa Barnés

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Introducción

En el presente trabajo se realiza un análisis de un caso clínico que se propone en clase.


Abordado desde la clínica psicoanalítica, que implica la atención flotante por parte del
analista, cumpliendo con los principios de neutralidad y abstinencia y la asociación libre
por parte del paciente. Este caso permite pensar la distinción entre entrevistas de ensayo e
iniciación del tratamiento, pudiendo ubicar el pasaje de las entrevistas preliminares a la
entrada en análisis. Asimismo se tendrá en cuenta el concepto de transferencia, pudiendo
percibir como la misma se va constituyendo a lo largo de las entrevistas preliminares y en
qué lugar es ubicado el analista.

Caso clínico

El paciente, Martin, es un joven de 32 años. Su síntoma aparece encuadrado en una serie de


padecimientos relacionados al consumo de cocaína, marihuana y alcohol. Es el segundo
más chico de 6 hermanos. La madre fallece a sus 12 años y su padre se va de la casa con la
madrina de uno de sus hermanos. Martin queda al cuidado de sus hermanas mayores.

Su pareja de 5 años decide irse a vivir al sur, el resuelve quedarse pero esta separación le
produce angustia. Se dirige directamente al analista: ¿es lógico no después de una
separación?

Al abandonar el consumo refiere ataques de pánico que lo asustan. Recurre a un cardiólogo


quien lo deriva a un psiquiatra que lo médica pero abandona el tratamiento. Se dirige
directamente al analista: ¿Qué hago voy o no voy?

Refiere haber iniciado el profesorado de educación física pero le cuesta estudiar y esto le
produce angustia y culpa. Se dirige al analista pidiendo que le explique filosofía o le
indique métodos de estudio. Esta dificultad aparece en varias sesiones, en una de las cuales
dice: “no puedo estudiar, quiero ser alguien y si queres ser alguien tenes que sacrificarte”.
El analista interviene para aliviar los imperativos superyoicos, y señala que tal vez no tiene
tantas ganas de estudiar y pregunta ¿qué habría de malo en eso?, allí dice: “soy vago,
irresponsable e impuntual, me gustaría ser alguien que no soy”.

En una de las sesiones pregunta ¿Cómo es? ¿Qué tengo que decirte?

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En otra sesión también se dirige al analista y le pregunta: ¿soy alcohólico? ¿Tengo que ir a
un grupo de rehabilitación?, aquí el analista responde sin responder diciendo que ser
alcohólico implica que esto afecte a su vida cotidiana y social. Con respecto a la segunda
pregunta, manifiesta que no hace falta acudir a un grupo de rehabilitación, porque ya está
en un tratamiento.

En la última sesión después de dar muchas vueltas finalmente plantea la pregunta: ¿Qué
tengo que hacer? El analista interviene: Parecería que me estas pidiendo indicaciones.
Sugiriendo quizás que pueden ir apareciendo preguntas interesantes para hacerse.

Martin se nombra “soy un cagón, un maricón, un trolo”. El analista le pregunta: ¿A quién


le hablas? Y señala “parece que hay dos Martin, uno que pide instrucciones y otro que las
da”. Antes de terminar la frase el paciente recuerda que su ex novia le indicaba hace esto
hace lo otro y le decía que era un boludo. Se interrumpe: “me ibas a decir dos cosas
Leandro”, el nombre del analista es Alejandro, el segundo nombre del paciente es Leandro.

Desarrollos

Cada sesión parece iniciar con una pregunta dirigida al analista: “¿De qué tengo que
hablar?” Parece que confía en que se siente mejor yendo y hablando.

Freud en “sobre la iniciación del tratamiento” sostiene que la actitud del paciente al
enfrentarse a un proceso analítico es de escaso valor. Su confianza o desconfianza apenas
cuentan frente a las resistencias que mantienen anclada a la neurosis. El que muestra una
actitud confiada hace más ameno el primer tramo con él, pero esta actitud favorable se hará
pedazos frente a las primeras dificultades que surjan en el tratamiento. Al escéptico uno le
dice que tiene todo el derecho de mantenerse lo desconfiado y crítico que quiera y que este
es un síntoma más entre los que tiene. Esta actitud no va a perjudicar siempre que cumpla
con la regla fundamental del psicoanálisis.
La pregunta “¿De qué tengo que hablar?” Muestra que Martin estaba decidido a seguir
hablando y que necesitaba una dirección, una guía, se sentía mejor, en definitiva, quería…
El analista decidió abstenerse y responde: “es libre, podes hablar de lo que quieras”.

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Se puede percibir varias preguntas dirigidas directamente al analista que podrían pensarse
como el inicio de la transferencia. El analista es ubicado en lugar de instructor. Podemos
considerar allí un momento de transferencia del síntoma a la persona del médico, pues lo
pone en lugar de sujeto supuesto saber. Esa es la demanda.

En “nuevas puntualizaciones de la terapia analítica” (1919) Freud plantea que quien aplica
tratamiento psicoanalítico debe cumplir con un principio soberano. En la medida de lo
posible la cura psicoanalítica debe ejercerse en un estado de privación, abstinencia. Sin
duda es preciso consentirle algo al paciente, pero es necesario denegarle las satisfacciones
que más intensamente desea y que exterioriza con mayor urgencia. En el mismo texto
sostiene que en la cura es preciso mantener el estado de privación. Nos negamos
terminantemente a hacer del paciente un patrimonio personal, a plasmar su destino, a
imponer nuestros ideales y en complacernos de nuestra obra luego de haberla formado a
nuestra imagen y semejanza. En algunos pacientes será necesario aunar el influjo analítico
con el pedagógico pero no se debe educar al paciente para que se asemeje a nosotros, sino
para que se libere y consuma su propio ser.

En base a esto podemos pensar que el analista se abstiene de responder a la demanda del
paciente, demanda de indicaciones. Solicita que le diga de que hablar, solicita que le diga
como estudiar y que debe hacer.

Freud en “sobre la iniciación del tratamiento” sostiene que solo se debe interpretar cuando
ya está la transferencia operativa, es decir que aquí el paciente enhebra al analista en una de
las imagos de aquellas personas de quien recibió amor. El enfermo le debe al analista
instrucción y transferencia, pero la instrucción se vale de la transferencia y por tanto es
necesario que la primera comunicación aguarde hasta que se haya establecido una fuerte
transferencia.
Se puede pensar que en las primeras entrevistas el analista se orientaba a hacer preguntas o
comentarios destinados a que el paciente pudiera seguir asociando y desarrollando el relato.

En el texto “La dinámica de la transferencia” (1912) Freud sostiene que todo ser humano,
por efecto conjugado de sus disposiciones innatas (sucesos prehistóricos- herencia) y los
influjos que recibe en su infancia (adquirido), adquiere una determinada especificidad para

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el ejercicio de su vida amorosa, es decir, para las condiciones de amor que establecerá, las
pulsiones que satisfacerá, así como para las metas que habrá de fijarse. Esto da por
resultado, digamos así, un cliche (o también varios) que se repite, -es reimpreso- de manera
regular en la vida del sujeto, en la medida que lo consientan las circunstancias externas y la
naturaleza de los objetos de amor asequibles, aunque no se mantiene del todo inmutable
frente a impresiones recientes.

Transferencia que puede convertirse en la más molesta de las resistencias pero que sirven
para hacer presente aquello que el paciente no quiere recordar como la cura lo desea, a
través de la palabra, y se ve obligado a ponerlo en acto.

En cuanto al análisis, se podría decir que en el momento de las entrevistas, Martin confía en
el analista y esto no era poco, había hablado de mujeres en los que había confiado y que
pudieron indicarles que hacer: (ex novia, hermanas, madre) éste sin duda era un lugar a
trabajar en el análisis, pero también era el lugar posible para empezar a trabajar, en tanto
transferencia. El analista puede estar ubicado en equivalencia simbólica con el amigo que le
recomienda acudir a algún grupo de rehabilitación, la novia que le decía como proceder, las
hermanas…todos dispuestos a decirles que hacer.

Lacan ubica lo esencial de la transferencia en el plano simbólico, donde el analista juega el


rol de Sujeto Supuesto Saber ($SS2) y donde se ubica la insistencia de los determinantes
simbólicos del sujeto. Lacan en el seminario 11, define la transferencia como la atribución
de saber a un sujeto: “en cuanto el sujeto que se supone que sabe existe en algún lado, hay
transferencia”. Esta definición subraya que es la suposición por el analizante de un sujeto
que sabe, lo que inicia el proceso analítico y no el saber que tiene realmente el analista. SSS
no designa al analista mismo sino una función que el analista puede llegar a encarnar en la
cura. Solo cuando el analista es percibido por el analizante como encarnando esta función,
puede decirse que se ha establecido la transferencia. Lo que constituye la posición singular
del analista es una relación particular con el saber y debe comprender que solo ocupa la
posición de alguien en quien el analizante presume un saber, pero no debe engañarse y
creer que realmente posee el saber que se le atribuye. El analista debe comprender que, del
saber que le atribuye el analizante, él no sabe nada. Incluso al enunciarle la regla

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fundamental: “diga todo lo que se cruza por su mente y no omita nada con el pretexto de
que le resulte desagradable comunicarlo” el analista señala que el saber (S2) del que se trata
es del saber inconciente.

Bibliografía:
Freud:
Consejos al médico.
Iniciación del tratamiento
Sobre la dinámica de la transferencia
Tratamiento psíquico, tratamiento del alma
Recortar, repetir y reelaborar
Nuevas puntualizaciones sobre la terapia psicoanalítica.
Lacan:
Seminario VII
Seminario XI
Seminario XVII

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