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La historia de la salvación

Dios, a la hora de revelarse, en su sabiduría ha elegido hacerlo al modo humano,


es decir con obras y palabras, respetando además, la condición histórica de las personas
y los pueblos, pues toda persona humana no puede concebirse sin un espacio y un
tiempo.
Por esta condición espacio temporal, el ser humano necesita realizar su
aprendizaje desde la experiencia existencial a través de sus errores y aciertos. Por ello,
Dios va revelándose a sí mismo y su plan divino para el hombre de manera paulatina,
dentro de esa temporalidad y especialidad (cfr. DV 3-4; Cat.I.C. 54-64).
Por esto, el cristianismo es esencialmente un acontecimiento histórico. La palabra
de Dios es actuante: no sólo llama a Abraham para enviarlo a la tierra prometida, sino que
lo colma de las bendiciones de tierra y descendencia. Revela su nombre a Moisés y lo
envía a liberar a su pueblo de la esclavitud de Egipto; entrega Ley a Moisés, adopta al
pueblo de Israel y establece una Alianza. Habla por los profetas y purifica el corazón de
los hombres. En la plenitud de los tiempos y en un máximo gesto de ofrenda divina, su
Hijo, Palabra Eterna se encarna en Jesús. Él nos comunica la voluntad del Padre, nos
redime en la cruz y nos envía su Espíritu. La Revelación divina en la historia es
autodonación de Dios a los hombres.
Sin embargo, aún cuando la Biblia nos muestra la historia humana como historia
de la salvación, una enorme proporción de esta historia estuvo bajo el "silencio de Dios",
en la que Él sólo se manifestó como Creador y Sustentador del universo (cfr. DV, 3).
Sabemos, en efecto, que por ejemplo, el homo habilis tiene 2.000.000 años de
antigüedad y el homo sapiens tiene alrededor de 100.000 años, de modo que esta
inconcebiblemente extensa etapa de la humanidad resultó una gran preparación para el
acontecimiento de la revelación explícita al pueblo de Israel, que se iniciaría
aproximadamente recién hacia el 1900 a.C. con la promesa divina a Abraham en el
capítulo 9 del Génesis, aún dentro del ciclo mítico, encontramos que luego del diluvio Dios
establece una "proto-alianza" con Noé y con la creación toda, en la que el Señor se
reconcilia con el hombre y vuelve a entregarle la tierra para que la pastoree (cfr. Gen. 9,1-
17; Cat.I.C. 56-58).
Luego de concluir los once primeros capítulos del Génesis, comenzó el ciclo
histórico con la Revelación a Abraham (Gen 12-25). Desde entonces debieron transcurrir
alrededor de unos veinte siglos de preparación hasta la plenitud de la palabra de Dios en
Jesucristo.
Resulta difícil sintetizar casi 2000 años de historia, pero a los efectos de apreciar la
presencia de Dios en la historia, su intervención en la vida de un pueblo, y el carácter
pedagógico para todas las generaciones de su entrada en el tiempo y espacio de los
seres humanos, sintetizaremos la historia de la salvación.
La amplitud del tema obliga a dividir la larga vida de los orígenes, desarrollo y
avatares de la vida del pueblo de Israel en períodos, de algunos de los cuales abunda
información, y de otros que apenas se tienen datos fidedignos.
Por tratarse de una historia sagrada entrelazada en la historia profana, los
documentos, testimonios y escritos que permiten narrar esta historia están entretejidos del
hecho en sí y la reflexión religiosa del mismo, al punto que resulta difícil o imposible de
separar el hecho de su interpretación desde la fe. Dios actúa en la vida de los hombres y
la historia se transforma en historia de la salvación contada desde la fe del creyente que
ha contemplado la intervención divina.
Siguiendo ya un esquema clásico dividimos la historia en las siguientes etapas:
1.- La época patriarcal (de los siglos XVIII a XIII).
2.- La esclavitud en Egipto, la liberación y la marcha hacia la tierra prometida (mediados
del siglo XIII).
3.- El asentamiento en Palestina (finales siglo XIII).
4.- La época de los jueces (siglos XII-XI).
5.- La monarquía unida: Saúl, David, Salomón (1030-931).
6.- Los dos reinos: Israel (norte) y Judá (sur), (931-586).
7.- El exilio (586-538).
8.- La época de dominio persa (538-333).
9.- La época griega (332-63).
Una distinción fundamental tanto para entender la historia de la salvación como
para comprender la historia del texto sagrado que la cuenta, es la de períodos
"preexílico", "exílico" y "postexílico".
En efecto, el punto de inflexión en la historia de la vida del pueblo son los 48 años
del exilio en Babilonia durante el siglo VI a.C. A partir de este hecho traumático que
significó la perdida de lo más amado por el pueblo (tierra, templo, sacerdocio, etc), la
comunidad tuvo que reestructurarse y purificar su concepto de la promesa, la alianza y la
ley.

La época patriarcal (s.s. XVIII-XIII a.C.)


La historia de los patriarcas se sitúa en el medio Oriente durante el segundo
milenio antes de Cristo. Israel tiene su origen en unas emigraciones arameas que
descendieron del norte para establecerse en Palestina hacia el siglo XVIII a.C. El Génesis
nos habla concretamente de Abraham, primer patriarca, que viene con su familia desde la
zona de Jarán, que está ubicada al norte de la Mesopotamia. Con él comienza el período
patriarcal -que abarca desde los siglos XVIII al XIII a.C. aproximadamente En esta época
no podemos hablar todavía de un "pueblo" de Israel, mucho menos de nación.
"Históricamente se sabe que los patriarcas pertenecían a las tribus seminómades
que se movían por el Oriente medio en el segundo milenio antes de Cristo. Eran pastores
que se ocupaban de la crianza de cabras y ovejas, y que estaban constantemente en
movimiento porque en un territorio generalmente estéril debían seguir el ritmo de las
lluvias para encontrar agua y pastos para sus ganados…
Los relatos bíblicos muestran a los patriarcas descendiendo desde la Mesopotamia
y dirigiéndose hacia la tierra de Canaán. En sus peregrinaciones llegan hasta Egipto".34
33.- Cfr. J. L. SICRE, Introducción al Antiguo Testamento, Ed. Verbo Divino, Estella 1993, 289- 299 ("Breve
historia de Israel")
34.- L. H. RIVAS, Los libros y la historia de la Biblia. Introducción a las Sagradas Escrituras, Ed. San Benito,
Buenos Aires 2001, 42.
Algunos de estos grupos seminómades se volvieron sedentarios y comenzaron a
practicar la agricultura, especialmente los que se habían establecido en el norte, cerca del
lago de Galilea. Otros establecidos en el centro y en el sur, en la zona montañosa y
menos apta para la labranza, debieron de seguir dedicados básicamente al pastoreo, con
una vida más movida. Así se explica que, en un período de hambre, muchos de ellos
bajasen a Egipto en busca de mejores pastos junto al delta del Nilo. Es lo que nos dice la
historia de Jacob y de sus hijos.
"¿Cómo hemos de entender estas palabras dirigidas por Dios a Abraham?
Recordemos que este relato no pretende ser contemporáneo de lo que cuenta. No
recoge la experiencia concreta de Abraham. Expresa la interpretación de sus orígenes por
el pueblo judío a través de la "gesta" de los patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob. El relato
está lleno de significación religiosa. La migración de Abraham desde su tierra de Caldea
hasta Israel es interpretada como un primer acontecimiento fundador del pueblo de Israel,
mucho antes de la historia de Moisés, Abraham, el primer judío, fue guiado por Dios en
todo lo que hizo y creyó en la palabra de Dios."35
Es evidente que los autores bíblicos han simplificado en época posterior
(posiblemente a partir de la monarquía) una historia más compleja. La idea de que todos
los futuros israelitas proceden de Abraham carece de fundamento histórico.
A Palestina bajaron grupos muy distintos, en épocas diversas. Remontar el origen
de todos ellos a Abraham y su sola familia, es un recurso para expresar la unidad de
todas las tribus.36
El concepto de esperanza, que convirtió a Abraham y a los suyos en peregrinos
hacia un horizonte nuevo y mejor, comportó una ruptura con las concepciones de la vida
como un tiempo cíclico, vigentes tanto en los pueblos vecinos como en grandes culturas
como la griega o la hindú. En estas visiones no cabía ninguna aspiración futura, pues el
hombre estaba preso de los ciclos naturales: estaciones, día y noche, fases de la luna,
sequías e inundaciones. Por eso, vivido un ciclo, no era dable esperar novedad alguna;
paradójicamente aunque los ciclos naturales permiten la fertilidad de la tierra, éstos
resultan ser a la postre existencialmente una estéril repetición de lo mismo.
Por lo tanto, con el relato de la vocación de Abraham, "Israel rompió con la
concepción cíclica del tiempo, porque encontró a Dios en la historia. Israel confiesa que
Dios intervino en su historia, que este encuentro tuvo lugar un día y que cambió por
completo su existencia. Su Dios no está inmerso en la naturaleza: es una persona viva,
soberanamente libre, que interviene donde interviene la libertad, en los
acontecimientos."37

La esclavitud en Egipto, la liberación y la marcha hacia la tierra prometida


(mediados del siglo XIII)
Empujados por una época de malas cosechas y hambre, José y sus
descendientes emigraron al delta del Nilo hacia el 1700 a.C. Allí fueron esclavizados
35.- SESBOÜÉ, Creer, 184.
36.- Cfr. J. A. SOGGIN, Nueva historia de Israel. De los orígenes a Bar Kochba, Ed. Desclèe De Brouwer,
Bilbao 1997, 135-159 ("Los Patriarcas").
37.- R. LATOURELLE, Teología de la Revelación, Ed. Sígueme, Salamanca 1989, 435.
por los egipcios, permaneciendo en cautiverio hasta el año 1300 a época del
advenimiento de Moisés (cfr. Gen 39- Ex 1).38
Esta etapa de la historia del pueblo decisiva en su constitución, salvo por los datos
bíblicos, es difícil en su reconstrucción histórica por ello la subdividimos para su mejor
tratamiento.

La esclavitud en Egipto
La permanencia de los israelitas en Egipto, identificadas por varios autores con el
período de los Hyksos, debe tomarse con cautela dada la insuficiencia de material sobre
su dominio en el bajo Egipto durante los siglos XVIII a XVI a.C., aproximadamente entre el
1750 y 1550 a.C. Esta carencia quizá se deba al intento de las dinastías posteriores de
borrarlos de su historia por considerarlos parte de un pasado oscuro.
También conviene analizar con prudencia la abundante documentación
conservada en Egipto tanto en escritos como en sobre relieves de templos, tumbas y
palacios sobre la presencia de tribus asiáticas en su dominio, y el consiguiente
tratamiento dado a estos "schasu" por la autoridad egipciana.39
Atendiendo a la tradición bíblica que sitúa a Jacob y sus hijos en "el país de Gosén" (Gen
45,10; 47,6; Ex 8,18; 9,26), llamado también "país de Ramsés" (Gen 47,11),
probablemente, según algunos, "wadi et-tumelat", en una zona apropiada para el
pastoreo, podríamos datar este asentamiento del siglo XVIII en adelante.
Con la tradición bíblica antes mencionada podría compaginarse el dato probado de
la existencia de "Schasu" (los nómades asiáticos) en Egipto, esta vez en el delta oriental y
con permiso legal para el pastoreo.
Según el relato bíblico, las cosas fueron bien al comienzo. Al cabo de los años,
cambiaron. Quizá fueron los faraones Setis I y Ramsés II los que obligaron a los israelitas
a trabajos forzados para llevar a cabo la construcción de grandes palacios y graneros. El
texto de Ex 1,11: menciona la construcción de las ciudades de "Pitón" y "Ramsés". En
este momento de opresión surge un personaje fundamental, Moisés, a quien Dios
encarga liberar a su pueblo.
Consta por la historia de Egipto que durante la dinastía XIX que comienza con Setis I en
el 1306, se opera un cambio en la conducción que implica un gobierno más riguroso y
nacionalista. Durante su gobierno Ramsés II (1290-1224 a.C.) efectúa la reconstrucción
de la ciudad de Avaris, antigua capital de los Hyksos, motivado quizá por su ubicación
estratégica en la frontera oriental.
Por su parte, lo que sí plantea mas dificultades con el dato bíblico es la ciudad de Pitón
("casa del dios Atón"), ya que tenemos noticias ciertas de esta ciudad recién a partir de
los textos del s. VII a. C.
Aún en este terreno hipotético que nos permite pensar en la utilización de población
semítica en la construcción de las "ciudades almacenes" y en este período de la XIX
dinastía, se transforma en algo creíble al sentido común el recuerdo reflejado en las
tradiciones bíblicas, de una "época de esclavitud", pues no es ajeno a la realidad pensar
que nómades libres, pastores, vieran como una esclavitud el tener que trabajar en la
construcción y bajo la exigencia de otros "patrones".
38.- Cfr. RIVAS, Los libros y la historia de la Biblia, 46-55.
39.- Cfr. S. HERRMANN, Historia de Israel. En la época del Antiguo Testamento, Ed. Sígueme,
Salamanca 1985, 83-85.

El acontecimiento del Éxodo


El acontecimiento del éxodo tan evocado por la tradición bíblica, con el
consiguiente paso milagroso por el mar, mas allá de su revestimiento literario y de la
preocupación que suscita de su probable localización 40, parecería hacer confluir dos
tradiciones, lo cual ha dado pie para hablar de "éxodo huida" y de "éxodo expulsión". Para
el primero, quizá en el siglo XIII bajo Ramsés II, podría situarse el tiempo de opresión, y
bajo el mandato de su hijo Mernephta la huida. En este punto es interesante recordar la
"estela de Mernephta" encontrada en Tebas en 1895, donde se hace una mención
explícita a Israel: "Desvastado quedó Israel, sin descendencia alguna".
Este éxodo, indudablemente debió realizarse a través del desierto ya que la escalada de
fortaleza que custodiaban el camino del mar aconsejaba a un grupo de evadidos el
camino de la península del Sinaí.
Sobre el itinerario presentado en el Pentateuco con los detalles de sus paradas, es mejor
realizar su tratamiento con un pormenorizado análisis de este molde literario usado
bastante en la asiriología.
Acerca del éxodo expulsión insinuado en los textos, no tendría nada de relevante
si se mira en relación a las numerosas oleadas de asiáticos hacia Egipto, y por tanto,
podría efectuarse por la "vía maris" (el camino del mar); pero éste en realidad poco
importa a los autores bíblicos, dando más trascendencia a las tradiciones ligadas al Sinaí.

Marcha hacia la Tierra Prometida


En el libro del Éxodo (Ex 12-15) se narra el acontecimiento central, es decir la
salida milagrosa de Egipto a través de una zona de agua llamada Yam suf, traducida
luego por la traducción griega de la Biblia (La Septuaginta) como "Mar Rojo". Parecería
que el autor bíblico trata de ubicar el milagro en el delta oriental o en el lago Sirbonis. Del
Mar de las Cañas a Cades, el texto bíblico abunda en nombres de localidades, hoy
desconocidas para el lector. Aquí lo importante es la peregrinación al Sinaí que
interrumpe la marcha del Mar de las Cañas a Cades, donde el autor va narrando distintas
pruebas del desierto: falta de agua potable, el maná, las codornices (Ex 16,13-16; Num
11,7-9), la institución de tribunales que ayuden a Moisés a impartir justicia en el pueblo,
etc.
40.- Cfr. HERRMANN, Historia de Israel, 94-95.

El momento central lo constituye la celebración de la alianza (Ex 24-34). "Con este


nombre de "alianza" se designa en este caso el solemne juramento con el que Dios se
comprometió a ser el Dios de las tribus, formando con ellas su propio pueblo. De esta
forma se ve que la salida de Egipto no es el paso de una situación de esclavitud a una
libertad absoluta, sino el paso de una condición de esclavos a la de miembros del pueblo
de Dios. Antes estaban sometidos a la realeza egipcia que los denigraba, a partir de la
alianza están sometidos a Dios que los trata de otra manera".41
La tercera etapa del éxodo continúa entre Cades y la tierra prometida. La parte
final del itinerario sitúa al lector en la Transjordania y narra los incidentes con el rey de
Moab y con los madianitas (Num 22-25.31)

Moisés
En cuanto al personaje principal de la gesta de liberación, y de todo el Pentateuco
después de Yahveh, "la actuación de Moisés está ligada a la organización del pueblo:
conducción y legislación. La Biblia no lo presenta, por ejemplo, como un guerrero, sino
como el guía que debe organizar al pueblo para sacarlo de Egipto y llevarlo por el desierto
hasta la tierra prometida; es el intermediario que sella la alianza y se ocupa de la
transmisión de las leyes exigidas por Dios, etc. Es entonces verosímil que haya sido
educado en el palacio real, recibiendo la formación que se impartía a los futuros
funcionarios: lenguas de otros pueblos, leyes, etc. Por sobre todo, los textos bíblicos lo
muestran siempre como el confidente de Dios y con una autoridad indiscutible."42
El mismo nombre de este personaje central del Pentateuco, explicado en el Éxodo
como "Salvado de las aguas" (Ex 2,10), mas allá de esta explicación teologizada, la
etimología parecería provenir de la raíz egipcia "msj" que significa "alumbrar, producir" y
por ello aparece muy usada durante el imperio nuevo formando nombres teofóricos tales
como Ah- mose (hijo del dios Ah); Tutmosis (hijo del dios Tut) o el mismo Ramsés (hijo del
dios Ra); pero en el nombre de Moisés ha desaparecido el elemento teóforo y ha quedado
un nombre abreviado.
En definitiva, "el éxodo de Egipto, la marcha a través del desierto y la
promulgación de la Torah en el monte Sinaí son elementos que la tradición bíblica une
indisolublemente a la figura de Moisés. En él se funden, formando uno, diversos
personajes: el fundador de la religión, el legislador, el profeta, el creyente ejemplar
severamente castigado en los pocos casos en que flaqueó su fe."43
En lo sucesivo la Pascua judía de la liberación de Egipto y la Alianza de Moisés
con Yahvé en el Sinaí con el don de la Ley serán los acontecimientos fundacionales, que
invocarán los profetas como memoria viva, tanto para conservar identidad del pueblo
como para instarlo a la conversión.

El asentamiento en Palestina (finales siglo XIII)


Después de la marcha por el desierto se llega a la estepa de Moab, frente a la
tierra prometida. Allí muere Moisés, y Josué toma el relevo. Tras cruzar el Jordán y
conquistar Jericó, en tres rápidas campañas se apodera del centro, sur y norte de
Palestina, repartiendo luego la tierra entre las tribus.
Esta presentación esquemática sigue los datos bíblicos. Pero hay que matizar
algunas cosas. En efecto, podemos decir que no todos los antepasados de Israel bajaron
a Egipto. Muchos se hallaban instalados en el norte (Galilea) y en Transjordania, y no se
movieron de allí. Algunos historiadores piensan incluso que estos grupos fueron los más
numerosos.
El asentamiento en Palestina de los grupos procedentes de Egipto se produjo más
bien de forma pacífica, estableciéndose en territorios desocupados o estableciendo
alianzas con los habitantes cananeos. Aunque debieron de darse conflictos locales, no se
trató de una gran campaña militar, como dice el libro de Josué. La Biblia ha dado un tinte
épico a este momento.
Sin embargo la misma Biblia, según nos permiten deducir estos textos en relación con los
otros de la distribución de la tierra a las tribus, la enumeración de las ciudades de refugio
y las ciudades levíticas, o dicho en otras palabras, en el marco más amplio de Jos 13-21,
los israelitas ocuparon primeramente la región de la montaña en la Cisjordania y en la
transjordania44, o sea, regiones escasamente pobladas, luego progresivamente se fueron
extendiendo a lo largo del país, lo que supuso enfrentamientos con los habitantes locales,
indudablemente mas fuertes, que probablemente recién pudieron ser asimilados o
sometidos en la época de la monarquía45.
Por lo tanto, "Si dejamos aparte la región de Hebrón, ocupada por Caleb (un grupo
asimilado más tarde a Judá) de forma probablemente independiente, viniendo del sur y no
del este (y sería interesante poseer detalles tanto sobre el desenvolvimiento de la
operación cuanto sobre la situación económica, demográfica y urbanística de la región), la
conquista empezó siempre en regiones escasamente pobladas, como las estepas
marginales y altiplanos. En cambio, las regiones de la costa y de las llanuras, todas
densamente pobladas y las segundas particularmente fértiles, organizadas además en un
mosaico de ciudades-estados, siguieron fuera de la esfera de influencia de Israel, en un
primer momento porque Israel no tenía interés en conquistarlas, en un segundo momento
porque carecía de capacidad militar para ello."46
Esta opinión de una ocupación progresiva que ha comenzado por la estepa y el
altiplano, parecería confirmada por una corriente de interpretación de los datos que ha
aportado la arqueología47, pues más allá de las diversas escuela, parece ser un dato
adquirido que en el paso de la edad del bronce a la edad del hierro, época donde
situamos estos acontecimientos de la conquista, las llanuras estaban pobladas de
ciudades estados y en los altiplanos anteriormente deshabitados, o habitados por
poblaciones trashumantes, ahora comienza a multiplicarse los asentamientos agrícolas
ganaderos, quizá debido al descubrimiento de una técnica para impermeabilizar las
cisternas, lo cual posibilitó el asentamiento de grupos humanos en ciudades poco
fortificadas, dedicados a la cría del ganado menor.48
44.- Cfr. HERRMANN, Historia de Israel, 142-146.
45.- Cfr. SOGGIN, Nueva Historia de Israel, 204. 210-211.
46.- SOGGIN, Nueva Historia de Israel, 208.
47.- Cfr. SOGGIN, Nueva Historia de Israel, 218-224.
48.- Cfr. SOGGIN, Nueva Historia de Israel, 208. 224.
51
Por lo tanto, contrastando con la versión oficial, los textos bíblicos de Jos 13,1-
7.13; 15,63; 16,10; 17,12-13 permiten postular una "penetración pacífica" en un primer
momento, que se transforma en "conquista" probablemente recién en el tiempo de la
monarquía con Saúl, no sólo contra las poblaciones locales, sino y sobre todo cuando los
enemigos: los filisteos, contrincantes poderosos llegados por el mar, se presentaban
como una alternativa al poder del país. En definitiva, a la razón de la lucha religiosa e
idolátrica que plantea la Biblia en la conquista (v.g. Ex 23; 34; Num 33,50-56; Deut 7) se
suma ésta, no menos decisiva y perentoria en la vida de los pueblos: la lucha por el poder
político y económico.

La época de los Jueces (1200-1020)


"De los primeros tiempos de los israelitas en la tierra de Canaán, en el período de
sedentarización, el libro de los Jueces recoge varias tradiciones pertenecientes a las
diferentes tribus. Unas tienen más valor histórico que otras, algunas son solamente
folklóricas (como sería el caso de Sansón en Juec 13-16).
En todas ellas actúan personajes llamados "jueces", que son los líderes
carismáticos que surgieron en las tribus en tiempos de angustia y llevaron a cabo la
liberación… En una forma literaria como la que ha escogido el autor del libro de los
Jueces, estos aparecen en sucesión como si hubiera estado uno en continuación del otro
sobre todo Israel. Pero la lectura de los relatos muestra que la acción de cada uno de
ellos se redujo a una tribu o en todo caso a unas pocas, y que los hechos de un juez
podían ser contemporáneos con los de otro.
Cuando el autor describe a las doce tribus como un solo pueblo, está adelantando
un hecho que sólo se dará en un período posterior, sólo bajo los reinados de David y
Salomón. En el resto de la historia ha sido una aspiración que nunca se llegó a
concretizar."49
En líneas generales podemos decir que tres rasgos caracterizan a este período. 50
Primero, la falta de cohesión política, ya que cada tribu se va organizando
independientemente y resuelve como puede sus problemas.
Segundo, un profundo cambio en la forma de vida, al menos en los grupos
procedentes de Egipto, ya que se sedentarizan y se convierten en agricultores; este
cambio tendrá graves repercusio-nes sociales, económicas (posesión y reparto de la tierra
cultivables) y religiosas (difusión del culto cananeo a Baal, dios que garantiza la
fecundidad de la tierra). Tercero, la continua amenaza de los pueblos vecinos; tanto de los
que vienen del desierto y los saquean periódicamente como los madianitas que arrasan
el territorio, destrozan los sembrados y roban cuanto encuentran; como así también los
conflictos con los pueblos vecinos de Edom o Moab, que les imponen fuertes tributos. Sin
embargo, el principal enemigo son los filisteos. Se trata de un pueblo venido "del mar" que
gracias a su perfecta organización política y militar, junto con su elevado grado de
industrialización para aquella época, le permite atacar y dominar continuamente a Israel.
Esta amenaza filistea culmina, el año 1050, con la derrota de los israelitas en Afec y la
destrucción -del santuario de Siló-.
Esta situación de opresión y lucha en esta etapa de la historia del pueblo, hizo
surgir en las tribus la urgencia de organizarse, pues fueron cayendo en la cuenta de que
es imposible defenderse de estos enemigos poderosos si no se unen y organizan de
forma nueva. Así va surgiendo el anhelo de la instauración de la monarquía.

La monarquía unida (1020-931)


El texto bíblico deja entrever que la institución monárquica en sus comienzos tuvo
sus partidarios y sus detractores. Muchos piensan que esta institución significa un
atentado contra Dios, único rey de Israel, y se oponen decididamente a ella (1 Sam 8;
10,17-24; 12). Otros, sin embargo, desean imitar a las naciones vecinas y organizarse en
torno a la figura de un rey para luchar contra el poderoso enemigo filisteo (1 Sam 9,1-
10.16; 11).
A pesar de las oposiciones, Saúl de la tribu de Benjamín es elegido rey y libra al
pueblo de la amenaza filistea, pero solo temporalmente. Pues, distrayendo sus
obligaciones reales por sus celos de poder con David, y abriendo una brecha entre el
poder religioso-carismático y el poder civil por su deterioro en la relación con Samuel, el
último de los jueces, finalmente, permite que los filisteos se refuercen, y terminará
derrotado por ellos en la batalla de Gelboé, suicidándose ante la derrota inevitable.
A Saúl le sucede David de la tribu de Judá. Primero es elegido rey del sur; sólo al
cabo de siete años, le piden las tribus del norte que reine también sobre ellas. Esto
demuestra que la unión conseguida en tiempos de Saúl era bastante superficial y no
había eliminado las tensiones entre estos dos grandes bloques.
"David tuvo un genio militar muy superior al de su predecesor. Organizó un ejército con el
que en poco tiempo liberó a Israel de todos sus opresores y llegó a dominar los reinos
vecinos, estableciendo una especie de imperio. Los que ahora pasaban a ser dominados
debían pagar tributos y aportar mano de obra, con lo que la situación económica llegó a
ser floreciente. David conquistó la ciudad de Jerusalén, que no pertenecía a ninguna de
las tribus, allí fijó su capital estableciendo su corte (2 Sam 5,6-12). Un gesto de
importancia para su reinado consistió en llevar el Arca de la alianza a su palacio, con lo
que aseguraba en su mano aquello que era el signo de unidad de las tribus (2 Sam 6)."51
La sucesión de David está marcada por una serie de intrigas y derramamiento de
sangre entre sus propios hijos. Le sucede Salomón, que reina cuarenta años (971-931).
Este reinado es uno de los momentos más gloriosos de la historia de Israel. Salomón
organizó su reino siguiendo el modelo de la monarquía de Egipto. Abandonando las
guerras exteriores, se dedica casi por completo a construir grandes edificios, como el
templo de Jerusalén y su palacio; asegura la defensa nacional mediante la construcción y
restauración de fortalezas; organiza el ejército y aumenta notablemente el número de
carros de combate y la caballería. Pero, sobre todo, fomenta el comercio, controla el paso
de las caravanas árabes, construye una flota para traer de África productos exóticos. La
riqueza aumenta de forma inesperada, las ciudades crecen, y se produce un fuerte
fenómeno de inmigración.
Sin embargo su gobierno faraónico lo lleva a utilizar abundante mano de obra y
exige mucho dinero; obliga a trabajar forzadamente tanto a los cananeos como a los
israelitas, y los impuestos crecen día a día. El pueblo siente esta situación de injusticia, es
decir, una prosperidad para unos pocos cortesanos conseguida a base de los más
pobres. De ese modo se produce la revuelta, capitaneada por Jeroboán. Salomón tiene
fuerza suficiente para dominar la rebelión, y Jeroboán debe refugiarse en Egipto.
Pero, a la muerte de Salomón, la situación se agrava por la ceguera de poder de
su hijo Roboám y su mala política para manejar el reclamo social del pueblo (1 Re 12). En
este momento del año 931 se rompe la obra comenzada por Saúl.
La monarquía unida ha durado menos de un siglo. A partir de ahora, existirán dos
reinos, el del norte, Israel, y el del sur, Judá.52

Los dos reinos (931-586)


Comienza de esta manera una historia dual entre los dos reinos, cuya suerte no
corre paralela53. El del norte, Israel, desaparece de la historia el año 722, cuando
Salmanasar V de Asiria lo conquista. En sus 209 años de existencia, Israel tuvo nueve
dinastías distintas y 19 reyes, de los cuales siete fueron asesinados y uno se suicidó.
En cambio, Judá, que consiguió sobrevivir hasta el 586, en sus 345 años de
existencia sólo tuvo una dinastía (la de David) y 21 monarcas. Esta estabilidad se debe a
un hecho importantísimo. En el sur, la dinastía davídica cuenta con el respaldo ideológico
de la religión oficial, formulado en la promesa de Natán a David de que su dinastía duraría
eternamente (2 Sam 7).
La información bíblica sobre este período se encuentra en los dos libros de los Reyes.
Son una fuente muy especial, ya que omiten intencionadamente los datos de tipo político,
económico y social, para centrarse en una visión teológica.
De todos modos, son esenciales para conocer la época.
A nivel de la crítica histórica54, "sin embargo, es interesante constatar que, a partir
del "cisma", contamos finalmente con una cronología relativa. Los años de reinado del
soberano de un estado son calculados sincrónicamente en relación con los del soberano
del otro estado. Pero esto conlleva notables dificultades de detalle: no siempre
conocemos las cifras absolutas; tampoco sabemos si en las dos naciones eran usados
calendarios diversos y distintos sistemas de datación; si hubo o no regencias; cómo se
calculaba el reinado de un soberano considerado legítimo en relación con los años en que
hubo también un usurpador. Por otra parte, el texto hebreo, el griego de los LXX y la
historia de Flavio Josefo traen a menudo cifras distintas. Pero a pesar de estos factores
negativos, las cifras de que disponemos son relativamente seguras, con variaciones no
superiores a los diez años en los casos más graves."55
"Esta época de contaminación religiosa por el influjo de los cultos paganos coincide con la
aparición en Israel y Judá de las más grandes personalidades religiosas del Antiguo
Testamento: los profetas."56
52.- Cfr. SOGGIN, Nueva Historia de Israel, 253-260.
53.- Cfr. A. G. WRIGTH -R. E. MURPHY-J.A. FITZMYER, "Historia de Israel", en AA.VV. Comentario Bìblico
"San Jerónimo", t. V, Ed. Cristiandad, Madrid 1972, 472-482.
54.- Cfr. SOGGIN, Nueva Historia de Israel, 427-450 (H. TADMOR, "Cronología de la época monárquica").
55.- SOGGIN, Nueva Historia de Israel, 253-254.
56.- RIVAS, Los libros y la historia de la Biblia, 66.
54
Los profetas tuvieron un papel esencial para el discernimiento del proyecto de
Yahvé para con el pueblo de Israel. Desde su vocación, acontecimiento fundante en el
cual el Señor lo urgía a hablar en su nombre, el profeta era constituido ante todo testigo
de la admirable acción divina en la historia. Le era encomendado, en efecto, leer desde la
perspectiva de Yahvé mismo los "signos de los tiempos" en los diversos sucesos que le
tocaba vivir. El profeta proclamaba entonces un juicio sobre el presente de infidelidad del
pueblo de Israel, al que conminaba a volver a la Alianza pactada en el Sinaí, y se
proyectaba a la vez en la promesa de la futura concreción definitiva del designio divino de
salvación.57
"No se trata ya del relato posterior que habla mucho después de los acontecimientos
originarios, sino de la experiencia originaria de un hombre. Este dice lo que le ha ocurrido;
transmite palabras que Dios le ha dirigido... Se puede hablar pues a propósito del profeta
de una "inspiración", no sólo de una inspiración literaria o poética, sino de una inspiración
propiamente divina."58
Desde esta experiencia cercana del Señor, los profetas serán los encargados de
leer la historia a la luz de la voluntad y las promesas de Yahvé. Es justamente a partir de
esta lectura teológica desde donde integrarán su triple magnitud de pasado, presente y
futuro: leyendo los signos adversos de los tiempos actuales como ocasión para la
purificación, exhortarán al pueblo a mantener una perseverante fidelidad para con la
Alianza original de Yahvé, a la vez que anunciarán una intervención decisiva del Señor (el
"día de Yahvé").

El destierro (586-538)
Las crónicas de Babilonia indican que el 16 de marzo del año 597 el rey
Nabucodonosor llevó cautivos a Babilonia a todos los miembros de la familia real del reino
de Judá. Pero los acontecimientos más graves ocurrirán en el 586, cuando
Nabucodonosor conquista Jerusalén, la incendia y deporta a numerosos judíos a
Mesopotamia. Entonces comienza el período del exilio, el momento más triste, semejante
al de la opresión en Egipto.
El pueblo queda dividido en tres grandes grupos: los que han quedado en
Palestina, campesinos pobres; los que han marchado a Babilonia; los que han huido a
Egipto. En efecto, el país quedó desolado, aunque su población no desapareció del todo.
A la devastación llevada a cabo por las tropas de Nabucodonosor le siguió el pillaje de los
pueblos vecinos de Edom (Abd 11) y Ammón (Ez 25,1-4).
El profeta Jeremías informa que 4.600 varones adultos fueron deportados (Jer
52,28-30). Por su parte el profeta Ezequiel narra la vida de los deportados en Tel Abib (Ez
3,15) en Babilonia, donde además de construir sus casas y cultivar huertos (Jer 29,5-7),
mantienen sus prácticas religiosas que los van uniendo y fortaleciendo en la tradición de
sus antepasados.59
En medio de estas condiciones favorables, muchos exiliados se van acomodando
y progresando en la nueva situación, y por lo tanto desisten de regresar a Palestina; otros,
sin embargo, comienzan a alentar la esperanza del retorno.
57.- Cfr. RIVAS, Los libros y la historia de la Biblia, 66-98.
58.- SESBOÜÉ, Creer, 186-187.
59.- Cfr. WRIGTH-MURPHY-FITZMYER, "Historia de Israel", 482-483.

El período persa (538-333)


Con la entrada triunfal a Babilonia de Ciro rey de Persia en el 539 a.C. una nueva
etapa se abre para el pueblo de Israel60. Ciro con una política de tolerancia religiosa y
cultural distinta a las de los caldeos, autorizó en el 538 mediante un edicto (Esd 1,2-4; 6,3-
5) el regreso de los deportados a Jerusalén y la reconstrucción del Templo con la ayuda
del imperio. Además ordenó la devolución de los objetos sagrados que Nabucodonosor
había sustraído del templo.
El retorno a Palestina fue difícil y lento, el primer contingente llegó al mando de
Sesbasar (Esd 5-11), luego mediante el apoyo de Zorobabel, el sumo sacerdote Josué y
la acción alentadora de los profetas Ageo y Zacarías, reconstruyeron el Templo que
consagraron el año 515.
Posteriormente, luego de una dificultosa etapa debido a las penurias económicas,
las divisiones internas de la comunidad y la hostilidad de los samaritanos, accede al
gobierno Nehemías, quien además de reconstruir las murallas de Jerusalén, lleva a cabo
una gran reestructuración de la comunidad (Neh 10).
En el 445 se suma a esta renovación el sacerdote Esdras, quien se ocupa del culto
y de la instrucción del pueblo en la Ley de Dios.
Gracias a la reforma religiosa y moral promovida por Esdras, toda la vida del pueblo judío
se fue centrando en la Torah (Ley), al punto de convertir al pueblo en el "pueblo del Libro".
En adelante la figura de este sacerdote escriba dada su importancia en la restauración,
será puesta al lado de Moisés por las tradiciones judías.

Época griega (333-63)


La aparición del genio de Alejandro Magno en la historia, termina con el poderío
persa, y en sucesivas conquistas entre los años 356-323 a.C., logra consolidar un imperio
entre oriente y occidente. Su muerte prematura y la división de su potencia en manos de
sus generales no pudieron sostener esa unidad, y en el caso concreto de la tierra de
Palestina, paso de la mano de los Lágidas o Tolomeos de Egipto a la dinastía de los
Seléucidas de Siria.61
Con el arribo al trono de Antíoco IV Epífanes, rey de la dinastía seléucida (175-163
a.C.) y debido a su tesón por helenizar la vida del pueblo, se produjo la división de la
comunidad, entre los que se plegaban a este nuevo modo de vida y aquellos que querían
mantenerse en la tradición de sus antepasados. El punto álgido de esta tensa relación
sucedió el año 169, cuando Antíoco volviendo de una campaña contra Egipto, saqueó el
templo de Jerusalén, apoderándose de los utensilios y vasos sagrados y arrancando
incluso las láminas de oro de su fachada. Pero la gran crisis comenzará el 167, cuando
decida llevar a cabo la helenización de Jerusalén.
Como primer paso, su general Apolonio atacó al pueblo, degollando a muchos y
esclavizando a otros; la ciudad fue saqueada y parcialmente destruida, igual que las
murallas. Luego, viendo que la resistencia de los judíos se basaba sobre todo en sus
convicciones religiosas, prohibió la práctica de esta religión en todas sus manifestaciones.
Fueron suspendidos los sacrificios regulares, la observancia del sábado y de las
fiestas; mandó destruir las copias de la ley y prohibió circuncidar a los niños. Cualquier
transgresión de estas normas era castigada con la muerte. No contento con estas
medidas represivas, Antíoco IV levantó al sur del templo una ciudadela llamada el Acra,
colonia de paganos helenizantes y de judíos renegados, con constitución propia; la misma
Jerusalén era considerada probablemente como territorio de esta "polis". Además se
erigieron santuarios paganos por todo el país y se ofrecieron en ellos animales impuros;
los judíos fueron obligados a comer carne de cerdo bajo pena de muerte y a participar en
ritos idolátricos. Como coronamiento de todo, en diciembre del 167 fue introducido dentro
del templo el culto a Zeus Olímpico.
La rebelión comenzó con Matatías y sus cinco hijos. Después de la muerte de su
padre, Judas "el Macabeo" (166-160), quedó al frente de la resistencia; en el año 164
reconquistaron el templo de Jerusalén y luego establecieron un periodo transitorio de
independencia judía.
Con la muerte de Simón, el último de los hijos de Matatías, asume su hijo Juan
Hircano (134-104 a.C.) quien funda la dinastía asmonea. 62 A pesar de algunos éxitos en el
aspecto militar, que le significan a Judá la recuperación de territorios, los disturbios y las
insurrecciones van minando esta independencia que acaba con la entrada de Pompeyo
en Jerusalén el año 63 a.C., quien convirtió a Siria y a Palestina en una provincia del
imperio romano.
El Nuevo Testamento se desenvolverá en la órbita del imperio romano, marcada
por revuelta judía de los años 66-70 d.C. que culminará dramáticamente con la caída de
Jerusalén y la destrucción del segundo templo.

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