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Desde este punto de vista las obligaciones pueden ser: divisibles e indivisibles.
Obligaciones divisibles.
Son aquellas en las que la prestación, fuere esta de dar, de hacer o de no hacer,
puede ser cumplida por partes o por etapas. Esto será posible si por su naturaleza
la prestación puede ser fraccionada, y si por acuerdo de las partes o por
disposición de la ley, se admite el cumplimiento fraccionado. La falta de
cualquiera de dichos supuestos, como lo expondré adelante, torna indivisible la
obligación. La divisibilidad debe considerarse posible porque lo permite la
naturaleza de la cosa o el servicio, porque no hay convenio en contrario y,
además, porque no lo prohíbe la ley. Es decir que, con el fraccionamiento no sufre
detrimento la sustancia o la utilidad de la cosa, no se altera la eficacia del servicio
o actividad, ni se infringe la abstención. Tampoco, desde luego, se infringe la ley.
Obligaciones indivisibles.
Obligaciones simples.
Son aquellas en las que tanto la parte acreedora como la parte deudora están
integradas, cada una, por un solo sujeto. De manera, entonces, que toda la
acreeduría pertenece a una sola persona, y toda la deuda está a cargo, también,
de una sola persona. De esa suerte, en caso de incumplimiento, el único acreedor
demanda toda la prestación al único deudor.
Obligaciones mancomunadas
Son aquellas en las que la parte acreedora, o la parte deudora, o ambas a la vez,
están integradas por más de una persona. Por tal razón, la mancomunidad puede
ser:
Clases de mancomunidad.
Mancomunidad simple.