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EL DERECHO DE OBLIGACIONES
1.1. CONCEPTO
Se entiende por obligación toda relación jurídica por virtud de la cual una de las partes se obliga a
una determinada prestación a la otra, que, en correspondencia, ostenta un derecho personal o de
crédito sobre el deudor para exigir su cumplimiento, debiendo responder el sujeto obligado con su propio
patrimonio en caso de incumplimiento.
La obligación presenta un doble aspecto: lado activo, donde el acreedor es titular de un derecho de
crédito que le permite exigir del deudor el cumplimiento de una prestación concreta y debida por éste, y
que, en caso de incumplimiento, posibilita al acreedor a obtener satisfacción sobre el patrimonio del
deudor; y un lado pasivo, en que el deudor es titular de un deber jurídico, en virtud del cual se ve
constreñido a realizar un determinado comportamiento o prestación consistente en dar, hacer, o abstenerse
de hacer alguna cosa, respondiendo en caso de incumplimiento con todo su patrimonio.
Desde un punto de vista jurídico, entendemos por obligación tanto la relación jurídica obligatoria en su
conjunto -caracterizada por su obligatoriedad y por la exigibilidad de su cumplimiento-, como, en
particular, la necesidad en que se encuentra el lado pasivo de esa relación obligatoria (deudor) a
consecuencia de ella. Es decir, se habla de obligación tanto para aludir a la relación jurídica entre
acreedor y deudor, como para definir el concreto deber que tiene el deudor de cumplir el objeto de
la misma (prestación), en lógica correspondencia con el derecho de crédito que ostenta el acreedor y que
le faculta para exigir del deudor una determinada conducta, consistente en dar, hacer o no hacer alguna
cosa.
Partiendo del carácter patrimonial de la obligación y de la relación entre el artículo 1088 CC y el artículo
1911 CC (principio de responsabilidad patrimonial universal del deudor), podemos afirmar que una
obligación es aquella relación jurídica en la cual el acreedor tiene un derecho subjetivo dirigido a
conseguir del deudor una prestación de dar, hacer o no hacer alguna cosa, garantizado con todo el
activo patrimonial del obligado.
La doctrina científica ha destacado en las obligaciones jurídicas de índole patrimonial las siguientes notas
características:
c) Permiten que, en caso de incumplimiento, puedan hacerse efectivas por un equivalente económico
obtenido del patrimonio del deudor.
Resulta, por tanto, que los conceptos acreedor o deudor se identifican con la posición jurídica que se
ocupe en la relación obligatoria, ya se esté en el lado en que se tiene derecho a exigir su objeto o
prestación (acreedor), o en el lado en que debe cumplirse y responderse de su eventual incumplimiento
(deudor). Pero en las obligaciones recíprocas, cada parte de la relación obligatoria es simultáneamente
acreedora y deudora de la otra.
Sujetos pueden serlo todas las personas, físicas o jurídicas, que tengan capacidad para obligarse.
Lo normal es que los sujetos estén determinados desde el mismo momento en que la obligación nace,
pero se admite una cierta indeterminación inicial, siempre que sea posible determinarlos en virtud de
hechos previstos al constituirse aquella. Es lo que se conoce como indeterminación relativa o temporal,
por ejemplo, y con relación al acreedor, en los títulos valores al portador (un cheque), donde al momento
de librarse no se sabe quién será la persona que lo hará finalmente efectivo. La indeterminación relativa
del deudor es menos frecuente, pero también se da en las obligaciones propter rem o ambulatorias,
ligadas a la posesión de una cosa o titularidad de un derecho, de manera que sólo quien al tiempo de
exigirse la obligación se encuentre en dicha posesión o titularidad se encuentra obligado.
a) Por un lado, las considera en función de la eficacia del título que une a los sujetos, clasificándolas en:
-obligaciones solidarias: aquellas en las que cada acreedor o cada deudor tiene derecho a exigir u
obligación de prestar toda la obligación (art. 1137 CC)
b) Por otro lado, las considera en función de la posibilidad de fraccionamiento de su objeto, distingue
entre:
-obligaciones divisibles: son aquellas en las que el objeto puede fraccionarse o en las que los
interesados han acordado el cumplimiento por partes
-obligaciones indivisibles: son aquellas cuyo objeto no es divisible, o aquellas en las que las
partes han excluido la posibilidad de cumplimiento parcial. Vienen definidas en el art. 1151 CC y
reguladas en los arts. 1139 y 1150.
- Solidarias: La solidaridad en las obligaciones significa que cada uno de los acreedores tiene derecho a
exigir el cumplimiento y que cada uno de los deudores debe cumplir íntegramente la prestación que sea
objeto de la obligación. Esto sólo ocurrirá cuando lo establezca la ley o cuando se haya previsto de forma
expresa en la obligación.
El que una obligación pertenezca a cualquiera de estas categorías dependerá, por tanto, de varios factores:
La pluralidad de sujetos puede darse tanto en la posición acreedora como en la posición deudora. El
supuesto más frecuente es el de pluralidad de deudores.
- ante la insolvencia de cualquiera de los deudores, los demás están obligados a responder por él
El art. 1138 establece una presunción de que la deuda es MANCOMUNADA o DIVIDIDA, a menos
que se haya previsto expresamente que sea solidaria. Es decir, si no se establece expresamente la
solidaridad, la deuda será considerada mancomunada o dividida, de modo que:
- el acreedor puede dirigirse contra cada deudor sólo por el importe de su parte respectiva
- ante la insolvencia de un deudor, no están los demás obligados a suplir su falta (1139) (En estos
dos casos, se está refiriendo a las obligaciones PARCIARIAS)
- en caso de incumplimiento de uno de los deudores, si la obligación fuera indivisible, ésta “se
resuelve en indemnizar daños y perjuicios desde que cualquiera de los deudores falta a su
compromiso. Los deudores que hubiesen estado dispuestos a cumplir los suyos, no contribuirán
a la indemnización con más cantidad que la porción correspondiente del precio de la cosa o del
servicio en que consistiere la obligación” (1150). (Aquí se refiere a las obligaciones
ESTRICTAMENTE MANCOMUNADAS)
A) REQUISITOS DE LA PRESTACIÓN:
- POSIBILIDAD
La prestación ha de ser posible al constituirse, pues nadie puede obligarse a una prestación imposible (no
pueden ser objeto de contrato las cosas o servicios imposibles, artículo 1272 del Código Civil).
La imposibilidad puede ser física (o material) y jurídica. La primera, se refiere a causas naturales, -
verbigracia, obligación de entregar la Luna-; la imposibilidad jurídica deriva de una norma, como
acontece con la que prohíbe entregar cosas que están fuera del comercio -los órganos humanos-.
También se habla de imposibilidad absoluta y relativa, siendo absoluta cuando la prestación es imposible
en sí misma, para toda clase de personas (con independencia de quién sea la persona del deudor),
mientras que se habla de imposibilidad relativa cuando sólo lo es para un deudor, no para otro –por ej.,
el deber de entregar una cosa que no tiene y no puede conseguir-.
De conformidad con los artículos 1272 y 1261 CC, sólo la imposibilidad absoluta da lugar a la nulidad de
la obligación.
La imposibilidad puede ser total o parcial, según la prestación sea irrealizable por completo o sólo en
parte. La primera, si es absoluta, determina la nulidad de la obligación; la imposibilidad parcial permite
que sea válida la parte que pueda cumplirse, salvo que las partes hayan convenido la utilidad sólo en
función de que se cumpla en su integridad.
Por último, se puede distinguir también entre imposibilidad originaria y sobrevenida, según el
momento, siendo originaria la que concurre desde el momento del nacimiento, y sobrevenida la que
aparece durante su vigencia.
- LICITUD
La prestación ha de ser lícita, siendo ilícita la contraria a la ley, a la moral (o a las buenas
costumbres) o al orden público (artículos 1255, 1271 y 1275 del Código Civil). La ilicitud conlleva la
nulidad radical de la obligación por falta de un elemento esencial.
La ilicitud por vulneración de ley sólo tiene lugar cuando se conculca una norma ius cogens (de
derecho necesario, cuya regulación no puede marginarse por las partes en virtud de la autonomía de la
voluntad). Si el objeto de la prestación es una cosa, es necesario que no esté fuera del comercio de los
hombres.
La ilicitud por atentar contra la moral o las buenas costumbres hay que considerarla referida a que no se
realice un comportamiento trasgresor de las convicciones morales imperantes en ese momento en la
sociedad.
La ilicitud determinada por el orden público acontece cuando la prestación se aparta de los principios que
configuran el ordenamiento jurídico, consagrados directa o indirectamente en la Constitución.
- DETERMINACIÓN
La prestación ha de ser determinada o determinable. Se admite por consiguiente que la prestación esté
indeterminada al constituirse la obligación, siempre que pueda ser determinada después sin necesidad de
un nuevo convenio entre las partes o de nuevas declaraciones de voluntad (artículo 1273 CC), sino
simplemente mediante unos criterios inicialmente establecidos (por ejemplo, precio indeterminado, y
cuya determinación se hace depender del valor de la cosa en una fecha concreta en una determinada feria
o mercado; o cuando la determinación se deja a una tercera persona ajena a las partes de la relación
obligatoria). Lo que no está permitido es que la determinación quede al arbitrio de una sola de las partes.
En el caso de que una obligación indeterminada pero determinable, no llegue a determinarse, será nula,
pues la doctrina del Tribunal Supremo equipara la determinación con una condición de la que depende la
eficacia misma de la obligación.
Conforme al art. 1089 CC, “las obligaciones nacen de la ley, de los contratos y cuasi contratos, y de
los actos y omisiones ilícitos o en que intervenga cualquier género de culpa o negligencia”.
- la ley
- los actos y omisiones ilícitos o en que intervenga cualquier género de culpa o negligencia
Entre ellas, las dos últimas son categorías generales; es decir, engloban no sólo los supuestos
expresamente regulados por la ley, sino todos aquellos que se ajusten a la categoría general. Así, todo
contrato válido compromete a los contratantes, lo mismo si es uno de los regulados en el Código o en una
ley especial, que si ha sido inventado por la práctica, al margen de la ley (no contra ella) y carece de una
disciplina legal. Y todo acto culpable que ocasiona un daño obliga al causante, frente al perjudicado, a
reparar el daño que causó.
En cambio, las obligaciones que nacen de la ley nacen sin el concurso de la voluntad individual: así, las
deudas derivadas de la copropiedad o del usufructo, o las obligaciones procedentes de la tutela o los
alimentos legales. Tales obligaciones tienen su fundamento en supuestos y situaciones concretas y
específicas, por lo que el art. 1090 declara que “las obligaciones derivadas de la ley no se presumen.
Sólo son exigibles las expresamente determinadas en este Código o en leyes especiales, y se regirán por
los preceptos de la ley que las hubiera establecido; y, en lo que ésta no hubiere previsto, por las
disposiciones del presente libro”. Es decir, la existencia de una deuda no puede deducirse de la ley por
meras conjeturas y presunciones de hecho: el texto que la imponga ha de ser claro.
Son obligaciones de dar aquellas que tienen por objeto la actividad dirigida a la entrega de una cosa. En
el fondo, se trata de un tipo concreto de obligación de hacer que viene expresamente contemplado.
Las obligaciones de hacer son aquellas que tienen por objeto una prestación consistente en desarrollar
una actividad distinta de la de dar, pudiendo ser dicha actividad algo personalísimo o no personalísimo.
La obligación de hacer personalísima se fija en atención a las cualidades personales del deudor con el que
se ha convenido el nacimiento de la obligación, de modo que sólo puede llevarse a cabo la actividad en
que la prestación consiste por ese deudor concreto y determinado. La obligación de hacer es no
personalísima, cuando la actividad en la que consiste la prestación de hacer no depende de las
condiciones o cualidades personales de un concreto deudor sino que es una actividad que podría llevar a
cabo cualquier persona. De conformidad con lo previsto en el artículo 1161 de Código Civil, sólo cuando
la prestación es un hacer personalísimo (estipulado en atención a la persona del deudor), debe cumplir ese
deudor y no otro, en la medida que el acreedor no puede ser compelido a recibir la prestación o servicio
de un tercero.
Las obligaciones de no hacer son obligaciones negativas en las que el deudor debe omitir o abstenerse de
realizar alguna actividad. Puede tratarse de una simple inactividad o en la tolerancia de una conducta
ajena. En esta segunda modalidad, aunque el deudor también se abstiene (como es común a todas las
obligaciones negativas), resulta obligado a algo más: debe permitir o tolerar una actividad del acreedor a
la que en caso de no mediar dicha obligación podría oponerse (por ej., en una servidumbre de paso).
Un caso de obligación negativa de no hacer lo conforma el pacto de exclusiva que se incorpora con
frecuencia en determinados contratos. La exclusiva supone una obligación de no hacer, que obliga al
deudor a no concurrir, esto es, a no realizar o a no recibir de otros una prestación semejante a la
convenida en el contrato con el acreedor. Raramente la exclusiva será bilateral, obligando
simultáneamente a ambas partes de la relación obligatoria.
El pacto únicamente extiende su eficacia entre las partes, sin que pueda ser opuesto a terceros. En
consecuencia, el negocio concluido por el deudor con un tercero quebrantando la exclusividad es
plenamente válido y eficaz, sin perjuicio de las acciones que por el incumplimiento competan al acreedor
frente a aquel. En concreto, el acreedor tiene una acción de indemnización de daños y perjuicios tanto
contra el deudor como contra el tercero que coopera a la violación del pacto: "la primera de naturaleza
contractual y la segunda basada en la culpa extracontractual" (Sentencia de 23 de marzo de 1921").
Por el contrario, las obligaciones de tracto sucesivo, también denominadas duraderas, son aquellas cuyo
cumplimiento se desarrolla en el tiempo mediante una serie de actos del deudor, siendo posible distinguir
dos variantes: las continuas y las periódicas.
1º OBLIGACIONES CONTINUAS:
Las obligaciones de tracto sucesivo continuas son las que imponen al deudor un comportamiento
continuado durante cierto tiempo, que suele corresponderse con el tiempo que dure la obligación. Casi
todas las obligaciones negativas (de no hacer) suelen encajar en esta categoría, siendo ejemplos
característicos, la obligación que tiene el depositario de custodiar la cosa durante todo el tiempo que dure
el contrato de depósito, la del arrendador de mantener al arrendatario continuadamente en el goce pacífico
de la cosa arrendada, la que incumbe al comodante, consistente en permitir el uso de la cosa hasta que
concluya el uso para el que se prestó o llegue el plazo estipulado.
2º OBLIGACIONES PERIÓDICAS:
Se consideran de tracto sucesivo periódicas las obligaciones que por su naturaleza son susceptibles de
cumplirse en un solo acto, pero que sin embargo ese cumplimiento aislado, o de una sola vez, se sustituye
por varios actos que el deudor debe repetir durante ciertos periodos de tiempo. Es el caso de la obligación
de pagar la renta en el arrendamiento, la de entregar la cosa en un contrato de suministro, o la obligación
de entregar anualmente una renta o pensión al pensionista mientras viva en el contrato de renta vitalicia.
Espín apunta la idea de que la prestación periódica puede obedecer dos causas bien diferentes, pues cabe
que responda a actos periódicos que conforman una sola unidad, como acontece en la venta a plazos
(todos los actos pivotan sobre el precio de la cosa objeto del contrato de compraventa), o a actos
periódicos que gozan de una cierta autonomía, como ocurre en el contrato de suministro.
Por obligación específica hay que entender aquella que se determina por la individualidad de la cosa o
servicio; es obligación genérica aquella cuya prestación se determina por el género o clase a que
pertenece la cosa o servicio.
Así pues, conjuntivas y alternativas son subtipos de obligaciones compuestas, integradas por varios
objetos, si bien las conjuntivas o cumulativas son la regla o norma general, y las alternativas la excepción.
Dada su estrecha relación, no parece conveniente abordar el estudio de las alternativas sin antes definir y
caracterizar aquellas.
Por obligaciones conjuntivas, "género de las obligaciones con pluralidad de objetos" ha de entenderse
aquella obligación formada por un objeto múltiple, en la que el deudor resulta obligado cumulativamente
a todas las cosas o conductas que lo integran. Es decir, por virtud de una única obligación conjuntiva, el
deudor debe al mismo acreedor la totalidad de las prestaciones que constituyen su objeto, las cuales,
como es obvio, pueden tener por objeto dar, hacer o no hacer alguna cosa. Pensemos en la obligación que
asume una compañía de luz, agua o gas, de suministrar un servicio, y además leer periódicamente el
contador de su propiedad, manteniéndolo en correcto funcionamiento.
Para que la obligación se extinga (y el deudor se libere) se precisa la realización de todas las prestaciones,
que han de ejecutarse además al mismo tiempo (porque el artículo 1169 del Código Civil establece como
regla general que el acreedor no puede ser obligado a recibir una parte de lo debido); no obstante, la
doctrina apunta a la posibilidad de la ejecución sucesiva de las diversas prestaciones cuando el interés del
acreedor resulte también así satisfecho.
Obligación alternativa es aquella que, entre varias prestaciones (o diversas posibilidades de prestación)
puede cumplirse con una sola y completa, bien por elección del acreedor o del deudor. Es decir, aquella
que sólo constriñe al deudor a cumplir una de entre dos o más prestaciones previstas, extinguiéndose la
obligación por la ejecución de cualquiera de ellas. Por tanto, contemplando el plan de cumplimiento de la
obligación dos o más prestaciones posibles para satisfacerla, al deudor le basta con cumplir por entero una
de éstas, bien a su elección bien a la del acreedor si así se ha previsto, para que con dicho cumplimiento
se tenga la obligación por extinguida.
Si la eficacia del contrato no está sometida a ningún plazo o a ninguna condición, se dice que la
obligación derivada del contrato es pura. En este caso, su cumplimiento es exigible de forma inmediata.
Las obligaciones a plazo son aquellas cuya eficacia depende de un día cierto, de manera que el
señalamiento de una fecha concreta determina el comienzo o la cesación de sus efectos. Esta fecha se
denomina término y se caracteriza por la certeza de su acaecimiento.
Obligaciones condicionales son aquellas cuya eficacia depende de la realización de una condición. En la
obligación condicional, lo característico es la incertidumbre acerca del acaecimiento mismo del evento
futuro, por oposición al "término" o “plazo”, evento igualmente futuro, pero que adolece de incertidumbre
en la medida que con certeza se producirá, aunque no se sepa cuándo ni cómo
Obligación líquida es aquella en la que el montante de la prestación se conoce con exactitud la cantidad
de cosas o unidades monetarias debidas o si la cuantía exacta de la prestación puede obtenerse mediante
operaciones matemáticas. Obligación ilíquida es aquella en la que se desconoce la cuantía exacta de la
prestación.
Son pues bilaterales, como las denomina nuestro Código Civil, aquellas en que hay pluralidad de
vínculos, pues ambas partes contraen obligaciones. Dentro de las obligaciones bilaterales, se consideran
recíprocas aquellas en que cada una de las partes se hace prometer una prestación y promete otra a título
de contrapartida de aquélla.
2.1. CONCEPTO
El pago (o cumplimiento) de la obligación puede definirse como la realización efectiva de la prestación
debida, ya consista ésta en la entrega de una cantidad de dinero, de una cosa, en una prestación de hacer o
de no hacer.
El Código Civil dedica los artículos 1157 a 1181 al pago o cumplimiento, el cual es contemplado en el
artículo 1156 del Código Civil como una de las causas de la extinción de las obligaciones, pudiendo
entenderse que es la más normal: una vez cumplida la prestación y satisfecho el interés del acreedor,
desaparece el vínculo jurídico en que la obligación consistía.
*2.2. REQUISITOS
La integridad significa que el deudor debe realizar toda la prestación, es decir, prestar todo lo que se
hubiere convenido. El deudor no puede pretender pagar por partes, salvo que el negocio jurídico
constitutivo de la obligación o los usos del tráfico le autoricen para ello. A la integridad se refieren, de un
lado, el art. 1157, cuando establece que “no se entenderá pagada una deuda sino cuando completamente
se hubiese entregado la cosa o hecho la prestación en que la obligación consistía” y, de otro lado, el
artículo 1169 al señalar que "a menos que el contrato expresamente lo autorice, no podrá compelerse al
acreedor a recibir parcialmente las prestaciones en que consista la obligación”. Sin embargo,
excepcionalmente, el Código admite el cumplimiento parcial de la obligación “cuando la deuda tuviera
una parte líquida y otra ilíquida”, y en tal caso “podrá exigir el acreedor y hacer el deudor el pago de la
primera sin esperar a que se liquide la segunda."
B) REQUISITOS SUBJETIVOS
Son, lógicamente, dos los elementos personales del pago:
- el acreedor, titular del derecho de crédito que puede exigir el pago o cumplimiento de la
obligación; el artículo 1162 establece que: "el pago deberá hacerse a la persona en cuyo favor
estuviese constituida la obligación…"
El deudor debe tener capacidad para enajenar y la libre disposición de las cosas debidas. A la capacidad
del deudor se refiere el artículo 1160, que dispone: "en las obligaciones de dar no será válido el pago
hecho por quien no tenga la libre disposición de la cosa debida y la capacidad para enajenarla. Sin
embargo, si el pago hubiere consistido en una cantidad de dinero o cosa fungible, no habrá repetición
contra el acreedor que la hubiese gastado o consumido de buena fe";
El acreedor ha de tener la necesaria capacidad de obrar y plena disposición sobre el crédito. El pago
hecho a una persona carente de capacidad o no legitimada no es válido y no libera al deudor de la
obligación; pero excepcionalmente, el artículo 1163.1 señala que: "el pago hecho a una persona
incapacitada para administrar sus bienes será válido en cuanto se hubiere convertido en su utilidad".
Sin embargo, todo ello no excluye la posibilidad de que intervengan personas inicialmente extrañas a la
obligación, asumiendo el papel de cualquiera de ellos.
En efecto, el Código Civil, salvo en el caso de que se trate de obligaciones de hacer en las que la "calidad
y circunstancias de la persona del deudor se hubiesen tenido en cuenta al establecer la obligación"
(artículo 1161), es decir, que se trate de obligaciones personalísimas, permite que el cumplimiento de la
obligación pueda ser llevado a efecto por un tercero. En este sentido, el artículo 1158 establece que:
"Puede hacer el pago cualquiera persona, tenga o no interés en el cumplimiento de la obligación, ya lo
conozca y lo apruebe, o ya lo ignore el deudor”. En estos casos, si bien el pago hecho por el tercero es un
medio satisfactorio del crédito, no es sin embargo un medio liberatorio del deudor, por cuanto se
establece una relación entre el deudor y el solvens (quien pagó), relación que varía según los casos:
a) si el solvens paga sin que el deudor se lo haya prohibido expresamente, podrá reclamarle lo que
hubiese pagado. Así lo expresa el art. 1158.2: “El que pagare por cuenta de otro podrá reclamar
del deudor lo que hubiese pagado, a no haberlo hecho contra su expresa voluntad”. Es decir, el
solvens tiene a su favor una acción de reembolso.
b) si el solvens paga contra la expresa voluntad del deudor, “sólo podrá repetir del deudor aquello
en que le hubiera sido útil el pago" (art. 1158.3); es decir, el solvens no puede reclamar el
importe total de lo pagado, sino sólo en la medida del valor en que el deudor se hubiera
enriquecido con el pago. Se trata de una acción llamada “in rem verso”.
c) si el solvens paga con la aprobación expresa o tácita del deudor; si el solvens tiene un interés en
el cumplimiento de la obligación; o si el solvens es un acreedor ordinario del deudor que paga a
otro acreedor preferente, en estos tres casos, se produce una subrogación; es decir, el solvens
adquiere el derecho de crédito del acreedor pagado, con todos sus accesorios y garantías
d) si el solvens paga ignorándolo el deudor, no puede obligar al acreedor a la subrogación: "El que
pague en nombre del deudor, ignorándolo éste, no podrá compeler al acreedor a subrogarle en
sus derechos" (art. 1159).
Por otro lado, si bien es la norma general que el pago se haga al acreedor, de un lado, el art. 1162, tras
decir que el pago deberá hacerse a la persona en cuyo favor estuviese constituida la obligación, añade: “o
a otra autorizada para recibirla en su nombre”. De otro lado, el artículo 1163 señala que: "será válido el
pago hecho a un tercero en cuanto se hubiere convertido en utilidad del acreedor". Y por otra parte,
también se regula el pago al acreedor aparente, al señalar el artículo 1164, que: "el pago hecho de buena
fe al que estuviere en posesión del crédito, liberará al deudor".
C) REQUISITOS CIRCUNSTANCIALES
Lugar: El pago -señala en cuanto al lugar el artículo 1171 del Código Civil- deberá ejecutarse “en el que
hubiese designado la obligación”. No habiéndose expresado y tratándose de entregar una cosa
determinada, deberá hacer el pago “donde ésta existía en el momento de constituirse la obligación. En
cualquier otro caso, el lugar del pago será el domicilio del deudor”.
Tiempo: En cuanto al tiempo del pago, esto es, la fecha en la que ha de tener lugar la exigencia y
realización de las conductas exigibles, ha de tenerse en cuenta el tipo de obligación de que se trate:
1. Las obligaciones puras (y las sometidas a condición resolutoria) son inmediatamente exigibles
(artículo 1113 CC).
2. Las obligaciones a plazo "sólo serán exigibles cuando el día llegue, a menos que el deudor
pierda su derecho a utilizar el plazo, o éste se hallase establecido en beneficio exclusivo del
acreedor" (artículo 1129 CC).
3. Las obligaciones sometidas a condición suspensiva deben cumplirse una vez que suceda el
acontecimiento de que dependan (artículo 1114 CC).
Gastos: Los gastos extrajudiciales que ocasione el pago serán de cuenta del deudor. Respecto de los
judiciales, decidirá el Tribunal con arreglo a la Ley de Enjuiciamiento Civil (artículo 1168 CC), lo que
constituye una remisión, en este último supuesto, a la materia relativa a las costas procesales.
1. LA DACIÓN EN PAGO
La dación en pago es aquella causa de extinción de las obligaciones por la que acreedor y deudor
pactan la transmisión de la propiedad por parte de este último de ciertos bienes a favor del
primero, que los acepta en pago, quedando extinguida la obligación primitiva, sea cual fuere la
prestación a que se hubiere obligado el deudor inicialmente.
El principal efecto de la dación en pago, derivado de la transmisión de ciertos bienes a favor del acreedor,
es el de que éstos pasan en sí mismos y directamente del patrimonio del deudor al del acreedor.
2. LA CESIÓN DE BIENES
A diferencia de la dación en pago, en la cesión de bienes no se transmite la propiedad de los bienes a
favor del acreedor, la titularidad la sigue conservando el deudor, que únicamente transmite la posesión
de los mismos, junto con un mandato irrevocable que autoriza al acreedor para proceder a su
enajenación y una vez obtenido el precio, lo aplicará al pago de su crédito. Así, el deudor no queda
liberado de la obligación sino hasta el importe líquido de los bienes cedidos, salvo pacto en contrario.
La cesión de bienes, que puede ser judicial o extrajudicial, sí encuentra expresa regulación en el Código
Civil. A ella se refiere el artículo 1175 al disponer que: "El deudor puede ceder sus bienes a los
acreedores en pago de sus deudas. Esta cesión, salvo pacto en contrario, sólo libera a aquél de
responsabilidad por el importe líquido de los bienes cedidos. Los convenios que sobre el efecto de la
cesión se celebren entre el deudor y sus acreedores se ajustarán a las disposiciones del título XVII y a lo
que establece la Ley de Enjuiciamiento Civil." No obstante, es obvio que cabe realizar una cesión de
bienes para el pago de forma individualizada o singular.
La consignación es un acto del deudor que, pretendiendo extinguir el crédito, hace intervenir a un tercero
con dicho fin.
Conforme al art. 1178 CC, la consignación se hará por el deudor o por un tercero, poniendo las cosas
debidas a disposición del Juzgado o del Notario, en los términos previstos en la Ley de Jurisdicción
Voluntaria o en la legislación notarial.
4. LA COMPENSACIÓN
Su regulación positiva se encuentra en los artículos 1.195 y siguientes del Código Civil. El primero dice
que "tendrá lugar la compensación cuando dos personas, por derecho propio, sean recíprocamente
acreedoras y deudoras la una de la otra". El efecto de la compensación, según el artículo 1.202, es
"extinguir una y otra deuda en la cantidad concurrente, aunque no tengan conocimiento de ella los
acreedores y deudores".
Teniendo en cuenta todo lo expuesto, podemos definir la compensación como la forma de cumplimiento
de la obligación distinta a la específicamente prevista por las partes mediante la cual la prestación del
deudor se sustituye por la que debe realizar el acreedor, a su vez, en su favor, pero sólo en la cantidad
concurrente. La compensación puede ser legal, convencional o judicial.
5. LA CONDONACIÓN
La condonación -llamada también remisión, perdón o quita-, es la liberación de la deuda otorgada
gratuitamente por el acreedor en favor del deudor.
3. EL INCUMPLIMIENTO DE LA OBLIGACIÓN
Esta norma, de la que hemos de partir para estudiar el incumplimiento, requiere una aclaración, ya que
mezcla los modos y las causas del incumplimiento.
1
En este mismo sentido, se afirma que "la "datio pro soluto", significación de adjudicación en pago de las deudas, si bien
no tiene una específica definición en el derecho sustantivo civil, aunque sí en el ámbito fiscal, se trata de un acto en virtud
del cual el deudor transmite bienes de su propiedad al acreedor, a fin de que éste aplique el bien recibido a la extinción del
crédito de que era titular, actuando este crédito con igual función que el precio en la compraventa... adquiriendo el crédito
que con tal cesión se extingue, como viene dicho, la categoría de precio del bien o bienes que se entreguen en adjudicación
en pago de deuda; en tanto que...la "datio pro solvendo", reveladora de adjudicación para pago de las deudas, que tiene
específica regulación en el artículo 1175 del Código Civil, se configura como un negocio jurídico por virtud del cual el
deudor propietario transmite a un tercero, que en realidad actúa por encargo, la posesión de sus bienes y la facultad de
proceder a su realización, con mayor o menor amplitud de facultades, pero con la obligación de aplicar el importe obtenido
en la enajenación de aquéllos al pago de las deudas contraídas por el cedente, sin extinción del crédito en su totalidad, puesto
que, salvo pacto en contrario, el deudor sigue siéndolo del adjudicatario en la parte del crédito a que ni hubiese alcanzado el
importe líquido del bien o bienes cedidos en adjudicación toda vez que ésta sólo libra de responsabilidad a tal deudor por el
importe líquido de los bienes cedidos en adjudicación, como expresamente previene el artículo 1175 del Código Civil, no
generando en consecuencia el alcance de efectiva compraventa, que es atribuible por el contrario a la adjudicación en pago
de deudas o "datio pro soluto" (Sentencia del Tribunal Supremo de 28 de junio de 1997, rec. 2424/1993).
•De un lado, contiene la previsión de tres formas o modos de incumplir las obligaciones:
- puede deberse a una imprudencia: debido a la negligencia, descuido o pereza del deudor (culpa o
negligencia)
- puede deberse a un motivo ajeno a la voluntad del deudor (caso fortuito y fuerza mayor)
3.2. LA MORA
El retraso culpable en el cumplimiento de la obligación (cuando tal cumplimiento todavía es posible y
útil al acreedor, ya que en otro caso estaríamos ante un incumplimiento absoluto por imposibilidad y no
ante un cumplimiento tardío), que ocasiona perjuicios al acreedor se llama técnicamente mora. Según el
art. 1100, “incurren en mora los obligados a entregar o a hacer alguna cosa desde que el acreedor les exija
judicial o extrajudicialmente el cumplimiento de su obligación”.
Así pues, no genera responsabilidad el simple retraso, sino desde que se produce lo que se llama la
intimación o interpelación del acreedor: el requerimiento al deudor, por cualquier vía, para que pague.
Hay, sin embargo, algunos casos en los que no se precisa la interpelación del acreedor al deudor.
Continúa diciendo el art. 1100: “No será, sin embargo, necesaria la intimación del acreedor para que la
mora exista:
2.º Cuando de su naturaleza y circunstancias resulte que la designación de la época en que había de
entregarse la cosa o hacerse el servicio, fue motivo determinante para establecer la obligación”.
A) DOLO
El grado más alto de responsabilidad corresponde al incumplimiento intencionado y antijurídico: el
dolo. Por ello, el art. 1102 declara que “la responsabilidad procedente del dolo es exigible en todas las
obligaciones” y que “la renuncia de la acción para hacerla efectiva es nula”.
B) CULPA
La culpa o negligencia del deudor consiste, conforme al 1104, en “la omisión de aquella diligencia que
exija la naturaleza de la obligación y corresponda a las circunstancias de las personas, del tiempo y del
lugar. Cuando la obligación no exprese la diligencia que ha de prestarse en su cumplimiento, se exigirá
la que correspondería a un buen padre de familia”. La exigencia de responsabilidad en estos casos es
menos rigurosa, ya que aunque es “igualmente exigible en el cumplimiento de toda clase de
obligaciones”, “podrá moderarse por los Tribunales según los casos” (art. 1103).
- Si el incumplimiento, además, hubiese causado algún perjuicio al acreedor, y sólo en tal caso,
podrá reclamar éste su indemnización o reparación.
Ha de reconocerse que la redacción del art. 1101, precepto paradigmático en materia de incumplimiento
contractual, no es precisamente afortunada, y requiere, también en este aspecto, un detenido análisis.
En cuanto a las obligaciones de dar, conforme al art. 1096, “cuando lo que deba entregarse sea una cosa
determinada, el acreedor, independientemente del derecho que le otorga el artículo 1.101, puede
compeler al deudor a que realice la entrega. Si la cosa fuere indeterminada o genérica, podrá pedir que
se cumpla la obligación a expensas del deudor”.
En relación con las obligaciones de hacer no personalísimas, en las cuales las condiciones personales del
deudor sean indiferentes, el art. 1098 dispone que “si el obligado a hacer alguna cosa no la hiciere, se
mandará ejecutar a su costa. Esto mismo se observará si la hiciere contraviniendo al tenor de la
obligación. Además podrá decretarse que se deshaga lo mal hecho”. Lo mismo sucede si se trata de
obligaciones de no hacer: “Lo dispuesto en el párrafo segundo del artículo anterior se observará también
cuando la obligación consista en no hacer y el deudor ejecutare lo que le había sido prohibido”.
Tanto en los casos de obligaciones de hacer personalísimas, como en los casos de obligaciones de no
hacer, cabe, conforme a la Ley de Enjuiciamiento Civil, solicitar se apremie al ejecutado con la
imposición de multas coercitivas por cada mes que transcurra, respectivamente, sin llevar a cabo la
prestación personalísima, o sin deshacer lo mal hecho.
Los daños y perjuicios de que responde el deudor de buena fe (es decir, no doloso, sino meramente
culposo o negligente) son los previstos o que se hayan podido prever al tiempo de constituirse la
obligación y que sean consecuencia necesaria de su falta de cumplimiento. En caso de dolo responderá el
deudor de todos los que conocidamente se deriven de la falta de cumplimiento de la obligación (Art.
1107)
4. LA RESPONSABILIDAD CIVIL
- de un lado, los artículos 1101 y ss., se dedican a los supuestos en los que el daño se produce en
el seno de una relación previa entre el agente del daño y el perjudicado o lo que se llama
responsabilidad civil contractual;
Suele hablarse de “el sistema” de responsabilidad civil, como si hubiera un único sistema, pero lo cierto
es que nuestro ordenamiento jurídico contiene no un único, sino una amplia variedad de sistemas de
responsabilidad:
- En primer lugar, porque el propio Código Civil ofrece un régimen jurídico que podríamos llamar básico
y algunos otros que revisten determinadas especialidades respecto al primero.
- En segundo lugar, porque –también dentro del propio Código Civil- se contempla, de un lado, la
responsabilidad por hecho propio o responsabilidad directa; de otro, la responsabilidad por hecho ajeno
(de persona de la cual se debe responder) o responsabilidad indirecta; y, de otro, la responsabilidad por
los daños causados por animales o cosas.
- En tercer lugar, porque, fuera del Código Civil, diversas leyes especiales han ido estableciendo sendos
regímenes especiales de responsabilidad respecto a determinados ámbitos, sujetos o cosas. Debe tenerse
en cuenta que los regímenes del Código Civil son aplicables, con carácter supletorio, para los daños no
cubiertos por el régimen especial respectivo.
- Por último, porque actualmente cabe afirmar que los diversos sistemas de responsabilidad pueden
agruparse en dos grandes tipos, en razón del criterio de atribución (o imputación subjetiva) de la
responsabilidad, esto es, en el motivo elegido por el legislador para imputar a un determinado sujeto un
determinado daño: los sistemas subjetivos (que fundan la responsabilidad en la culpa o negligencia del
sujeto causante) y los sistemas objetivos (que atribuyen la responsabilidad en virtud de otros criterios
distintos de la culpa, como el riesgo, o un especial carácter de la víctima o del responsable, o la naturaleza
de los bienes dañados, etc.).
Este régimen responde a un esquema estructural que requiere la concurrencia de los siguientes
presupuestos:
1) un acto o una omisión: El término “acción” es entendido en un sentido amplio, de forma que la
conducta humana productora del daño puede ser positiva o negativa; esto es, puede consistir tanto en una
acción como en una omisión. Tanto daña quien lesiona a alguien en un accidente de circulación, como
quien no cumple los requerimientos y condiciones legales que persiguen evitar una lesión
medioambiental, que finalmente se produce como consecuencia de esa omisión de deberes.
Puede darse el caso (y es frecuente) de que sean varios los sujetos agentes del daño. El Código Civil no
establece disposición alguna en esta sede respecto a si, en tales casos, la responsabilidad debe ser
mancomunada o solidaria, pero se extiende progresivamente la tendencia –tanto legislativa como
jurisprudencial- a estimar la responsabilidad solidaria.
2) un daño en la esfera jurídica de otro sujeto: Es daño toda lesión, menoscabo o perjuicio que sufre una
persona en sus bienes jurídicos. Los bienes jurídicos pueden ser personales y patrimoniales, y del mismo
modo, el daño puede ser personal y patrimonial o material. El daño material comprende tanto el daño
emergente (lesión económica efectivamente producida) como el lucro cesante (ganancia o beneficio
dejado de percibir). El daño personal puede ser corporal o moral, y puede ocasionar, a su vez,
indirectamente, daños patrimoniales.
3) un nexo causal entre los anteriores: El daño debe haber sido causado o producido por la acción u
omisión. Entre la acción u omisión del agente y el daño debe existir una relación causa-efecto, es decir,
debe existir una relación de causalidad, un nexo causal.
Es de destacar que en estos supuestos el perjudicado no debe probar la culpa del responsable, tal como
normalmente ocurre en la responsabilidad por hecho propio, sino que se presume la culpa del responsable.
Se produce entonces lo que se llama una inversión de la carga de la prueba: es el responsable quien
deberá destruir la presunción, probando que obró con la diligencia debida. “La responsabilidad de que
trata este artículo cesará cuando las personas en él mencionadas prueben que emplearon toda la diligencia
de un buen padre de familia para prevenir el daño”.
- la responsabilidad de los padres y tutores por los daños causados por los hijos o pupilos;
- la responsabilidad del empresario por los daños causados por sus dependientes;