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Ana Vargas Ortega Literatura Universal II

Bartleby, el escribiente-Herman Melville


A cargo de dos copistas y otro empleado -Turkey, Nippers y Ginger- con los que trabaja
en la Suprema Corte en pleno Wall Street, un abogado -que es el narrador
protagonista- decide contratar a un tercer escribiente, Bartleby. Es a partir de aquí
donde lo que parecía fácil y de correcto funcionamiento va desengranándose
progresivamente. En un primer momento, Bartleby aparenta ser el empleado
ejemplar, su buena apariencia y su rápido y continuo trabajo genera en su jefe una
satisfacción que, a medida que Bartleby prefiere no cumplir determinadas tareas, va
desapareciendo.
Poco a poco y con plena serenidad, Bartleby se opone cada vez a más órdenes, en este
punto es remarcable el uso del vero “preferir” pues no denota una completa negación,
sino una predilección. En otras palabras, utiliza una formula gramatical inusual pero
valida en el lenguaje, en tanto que no utiliza la negación directa: “preferiría no
hacerlo”, “preferiría no dejarlo”, “preferiría no hacer ningún cambio”, realmente no
existe negación ni afirmación1. El abogado comienza a sumergirse en un estado de
confusión e impotencia cuanto más quiere que Bartleby haga cierta tarea o le confiese
algo personal sobre su vida. Y es que, en lugar de estar falto de juicio, la actitud de
Bartleby hay consideraciones que escapan de la comprensión ajena 2:
- ¿Por qué no? ¿Qué se propone? -exclamé-. ¿No escribir más?
- Nunca más.
- ¿Y por qué razón?
- ¿No la ve usted mismo? -replicó con indiferencia. (ob., Cit., p. 15)

Al no negarse rotundamente ni de forma violenta, ocurre que descoloca cualquier


actitud de un empleado “normal”, pues Bartleby está siendo realmente sincero, se
toma la libertad de expresar su intención. Su serenidad puede entenderse desde la
aceptación de unas normas de conducta dentro de la sociedad que son innecesarias y,
por ende, carecen de importancia.
Los demás empleados representan, en cierta manera, la aceptación de dichas normas
de conducta, viven reprimidos -verdaderamente no aman su trabajo ni lo hacen del
todo eficiente-. Turkey y Nippers sufren cambios radicales de humor y siempre están
descoordinados, cuando uno está sereno el otro adopta la actitud contraria. Sin
embargo y pese a que no se nieguen a realizar su tarea, llegan a molestar en mayor
grado a su jefe. De hecho, Bartleby despierta la conmoción a su jefe, porque su
resistencia es pasiva y esto le hace inofensivo 3, incluso más humano (en comparación
con como un empleado puede convertirse en un “producto” útil o no). Bartleby
“prefiere” no inmiscuirse en el alienante sistema del capital. Esto último también se
aprecia en la continua postura que adopta junto a la ventana, como síntoma de
reclusión, y no obstante ese será su sitio, separado por un biombo tras el jefe y
1
(Viana, 2015, pág. 26)
2
(Martín, 2006, pág. 136)
3
Ibid. pág. 137

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separado de los demás escribientes. Llega a tal punto que comienza a hacer vida ahí,
es más, ni siquiera quiere salir de su sitio para ir al exterior.
Ante la falta de comunicación con Bartleby, el abogado se ve en la situación de echarle,
en el momento en que deja de hacer completamente su trabajo. Sin embargo, no se
va, continúa negándose pasivamente. Para intentar dar solución a su desesperación, el
jefe decide trasladar su oficina. Así, los siguientes inquilinos contactan con él para que
de alguna manera expulse a Bartleby del edificio, que se ha aferrado a la escalera,
siempre con total serenidad. Cuando finalmente se le traslada, parece que ha ocurrido
un acto violento sin violencia. Es lo que más perturba de la narración, la falta de
dramatismo en las emociones de este particular personaje. Finalmente, se le traslada a
la cárcel, ante las decisiones sobre él que toman otros, deja incluso de comer, hasta
que un día el abogado lo encuentra muerto. En este punto, Jorge Berenguer Martín lo
asemeja con el capitán Alegría, de Los girasoles ciegos, pues ninguno abandona su
ideología, y sufren por ello “una rendición sin pérdida” 4. Mientras que Darío Barreto
concibe su muerte como una forma de escapatoria corpórea de la restricción que
radica en el continuo estar-ahí del mundo. 5
Es también relevante el estudio de Gillian Brown 6, pues sitúa el relato en el contexto
americano que antes hemos visto de alienación capitalista. Es más, la historia se ubica
en pleno Wall Street, uno de los lugares donde aprieta el capitalismo más feroz, véase
como el narrador cuenta lo solitaria que queda de noche, cuando finaliza la jornada. 7
No olvidemos que a partir del siglo XIX en América comenzaron las desventajas de
conseguir la máxima productividad posible: la agorafobia, la ansiedad y la anorexia.
Estos tres problemas son los que sufre Bartleby, que se encierra en la oficina -como
único lugar donde puede ser productivo, útil-, termina sin hacer nada de trabajo -uno
de los efectos de la ansiedad es la abulia- y concluye muriendo por voluntad propia, la
pasividad se vuelve extrema. Es así como subyace la verdadera tragedia, Bartleby es
una víctima aferrada a unas normas que han sido impuestas en beneficio del sistema
capitalista, y en el momento en que actúa según su voluntad, sin rebelarse, la opresión
va siendo mayor (de ahí que sea una violencia indirecta). Al respecto, Borges añadió lo
siguiente:

Bartleby es más que un artificio o un oficio de la imaginación onírica; es,


fundamentalmente, un libro triste y verdadero que nos muestra esa inutilidad
esencial, que es una de las cotidianas ironías del universo 8

Como ocurre en La colonia penitenciaria, de Kafka, también está presente un absurdo


que parte de lo cotidiano, que nos lleva a replantear el absurdo existencial y nuestra
insignificancia. El empleado muestra una cordialidad que recuerda a la de un
mayordomo, siempre a su disposición. La violencia indirecta que puede provocar un

4
(Martín, 2006, pág. 138)
5
(Viana, 2015, pág. 31)
6
Ibid.
7
(Melville, 2010, pág. 14)
8
(Giani, 2016)

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sistema como tal, pues induce a ser mas y mas eficientes, anulando nuestra propia
vida individual. De hecho, de Bartleby no se sabe ningún dato sobre su vida y se opone
a darlo. De la misma forma, también encontramos una fuerte ironía. Verbigracia, es
destacable como, tanto el abogado como los demás escribientes, se contaminan del
lenguaje de Bartleby y utilizan continuamente el verbo “preferir”. En cuanto al papel
del abogado, es clave en el sino de Bartleby, en un principio cree que es una prueba de
Dios, como cristiano que es, pero su concepción va tomando perplejidad ante la falta
de entendimiento. Pues Bartleby y el abogado tienen una visión muy distinta de la
realidad -uno es puramente utilitarista, y el otro lucha en cierto modo contra la
deshumanización-. A propósito de la obra kafkiana, Borges la comparó con El proceso,
en el que el protagonista es acusado y ejecutado por un Tribunal que él desconoce,
mientras que Bartleby actúa de forma ilógica obligando a los demás a ser sus
cómplices.

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Bibliografía
Giani, F. (30 de mayo de 2016). Borges todo el año. Obtenido de Jorge Luis Borges: Prólogo a
"Bartleby, el escribiente", de Herman Melville:
http://borgestodoelanio.blogspot.com.es/2016/05/jorge-luis-borges-prologo-bartleby-
el.html

Martín, J. B. (2006). En teoría hbalamos de literatura. En teoría hablamos de literatura (págs.


136-142). Granada: Asociación de Jóvenes Investigadores de la Literatura Hispánica.
Obtenido en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5055969

Melville, H. (2010). Bartleby, el escribiente. Obtenido de Biblioteca Virtual Uniersal:


www.biblioteca.org.ar/libros/153234.pdf

Pargada, A. S. (2006). Literatura y filosofía: Sartre, Martin Santos y Bertleby. ARBOR Ciencia,
Pensamiento y Cultura, 257-263.Obtenido en:
arbor.revistas.csic.es/index.php/arbor/article/download/27/27

Viviana, R. D. (2015). Cuerpo y literatura: Una introduccion. La fenomenología existencial de


Maurice Marleau-Ponty y la memoria colectiva de Maurice Halbwatchs. Collectivus,
Revista de Ciencias Sociales. Volumen 2, 101-133. Obtenido en:
http://investigaciones.uniatlantico.edu.co/revistas/index.php/Collectivus/article/
view/1380

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