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en Roberto Arlt
Oscar Masotta
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huye y al que no supera más que por soluciones que se resuelven en lo
imaginario. Un crítico de izquierda tendría razón de definirlo así: el
hombre de Arlt, que viene de la masa, no apunta a la clase social. Esto a
pesar de que su búsqueda es una empresa de desmasificación, en tanto
quiere dejar de ser el oscuro individuo anónimo, para convertirse, en
un relámpago, en sí mismo. Pero este tipo de búsqueda, o mejor, los
medios con los que se lanza a ella, implican una moral. Es exactamente
esa moral la que debería abandonar para apuntar a la clase; cambiar
esa moral del individuo por una moral colectiva. Este tipo de crítica
olvidaría, sin embargo, que sin esa tensión vuelta hacia un destino que
es el suyo propio, y a través del cual se diferencia de los demás hom-
bres, o cree hacerlo, brevemente, sin el hombre de Arlt no habría
novelas de Arlt.
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hombre y lo condena a no poder realizarse como una totalidad, cuando
decía que el hombre, convertido en mercancía no sobrepasa el nivel de
la “especie” animal y no alcanza el de su “ser genérico”,a cuando
hablaba de “ejército industrial de reserva”, no estaba refiriéndose a
otras realidades. El hombre de izquierda puede entonces ponerse de
acuerdo con Arlt en la afirmación del carácter subhumano del hombre
masa; aceptar con él un mismo punto de partida y diferenciarse con
respecto a los objetivos y los medios. Más justamente: puede coincidir
con Arlt en el objetivo, pero eso que para el hombre de izquierda debe
ser el objetivo lejano, el más lejano, la total posesión del hombre por sí
mismo, el “hombre total”, para Arlt es lo inmediato, lo que se debe
cumplir instantáneamente, en el instante siguiente a la toma de con-
ciencia. Ambos coinciden entonces en los objetivos lejanos; pero al
hombre de izquierda le interesa mucho más la coincidencia sobre los
objetivos cercanos: lo demasiado lejano puede diluirse y todo objetivo
no puede no ser preciso. ¿El individuo o la clase? En esta alternativa la
perspectiva política que puede leerse en la obra de Arlt no es aceptable.
Pero no sé, con Arlt pienso que ocurre algo semejante a lo que pasa con
las películas de Chaplin, que con una visión del mundo estrictamente
anarquista logra ejercer una influencia política positiva en el especta-
dor. Y no es porque estética y política sigan caminos diferentes, sino
más bien porque en el seno de la obra literaria lo político se transfor-
ma, cambia sus leyes propias por las leyes internas de la obra y porque
para hablar de política cuando se habla de literatura es necesario, para
decirlo así, poner entre paréntesis todo lo que se sabe de política para
dejar que la obra hable por sí misma. Toda obra debe ser comprendida
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a través de la descripción de ese punto límite en que su estructura
interna se toca con el lector, en que del otro [11] lado de la obra
impresa, la obra existe para el lector; a través de una descripción de eso
que, situándonos del lado de quien lee, podríamos llamar experiencia
de una estructura estética. Veríamos entonces cómo el contenido
político de las novelas de Arlt puede ser totalmente recuperado por la
izquierda.
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de librar la guerra imperialista más pura de la historia, esta alucinante
verdad comenzaba a ser vivida si no totalmente comprendida.
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totalidad de los niveles de la existencia histórica. Si el conocimiento de
los engranajes económicos no ha logrado expulsar las desgracias del
mundo, si entre el conocimiento de lo real y su transformación ha
existido un débito que no pudo ser cubierto sino con vidas humanas, si
entre la vida y la economía ha existido una deuda que ha sido pagada
con la vida y que todavía no hemos cancelado, si el movimiento de la
historia nos ha mostrado que no hay niveles aislados ni con-
finamientos felices, que no hay vida individual por fuera de la vida
colectiva, que la economía es el sello de las aventuras de la colectividad
en el espíritu del individuo, la exterioridad que se ha interiorizado, es
porque no hay política y economía por un lado y arte, vida y sociedad
por el otro. Sólo hay un todo indiscernible: vida, política y arte a la vez;
economía y vida a la vez.
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ideas antes de pesarlas al papel. Arlt, demasiado cercano en el tiempo a
los surrealistas, aunque lo suficientemente alejado de ellos, creía en el
poder vio-[13]lento de la palabra, y aunque en un sentido profundo no
dejaba de tener razón, hoy se nos hace difícil seguirlo y creemos mas
en la fuerza de las ideas. Sentimos como si la fe en el poder de la
palabra equivaliera a la voluntad de quemar el ser en el instante, y que
la verdad no es instantánea, que necesita ser realizada, que es meneste-
rosa de un despliegue temporal, que si un libro contiene una verdad
esa verdad no termina en el libro. Cada uno de nuestros mejores libros
será menos la continuación cruda de un movimiento espontáneo, que
la síntesis de ese movimiento con la reflexión. Los reproches que no
podemos hacerle a Arlt son los que un tiempo que cree menos en la
intención de los sentimientos que en la consecuencia de los actos, tiene
que hacerle a un tiempo en que los mitos de la sinceridad y de la
espontaneidad no habían sido enterrados y dominaban a sus mejores
espíritus.
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quien construía personajes absolutamente fusionados con la desgracia,
demasiado altaneros y demasiado idénticos a la grandeza de la desgra-
cia como para ser verdaderamente desgraciados. Arlt trataba de
mostrar a los hombres no en el momento en que cada uno se forja su
destino individual, en el instante infinitesimal de la elección, sino coin-
cidiendo con el destino, apegados a él, viviendo en el caldo de un
destino desgraciado que les sería regalado en el nacimiento, altivos y
completamente auténticos no solamente en la vida sino hasta en sus
momentos postreros. Y esto que no es aceptable, yo lo acepto; respeto
ese destino que Arlt soñaba para sus personajes, a esos monstruos de
sinceridad. Si Arlt los soñaba era porque no creía totalmente en ellos.
Resulta fácil reconocer sus artificios: si hace luchar a sus personajes no
es para hacerlos buscar una salida hacia la victoria sino para que se lo-
gren en la frustración, para que sucumban en la rabia de la singulari-
dad. Si quien quiere vencer sabe de la importancia de las armas y elige
las mejores, los personajes de [14] Arlt ponen toda su atención en
elegir las peores. Quien quiere vencer comienza por aceptar sus límites
y se embarca en empresas posibles; Arlt, al revés, desde el acto gratuito
que cierra El juguete rabioso hasta sus posteriores inventores de
máquinas infernales, embarca a sus personajes en empresas imposi-
bles, instaura un desacomodo entre lo que quieren ser y lo que pueden
ser. Fascinando de absoluto a sus personajes, los hace tender hacia la
certidumbre de la derrota para rechazar de plano la incertidumbre de
la posibilidad de la victoria. Estos artificios nos recuerdan que esos
derrotados desde el nacimiento son en verdad los forjadores de la
propia derrota. El reproche de nuestras conciencias ortodoxas y
superpolitizadas a la necesidad de absoluto de los personajes de Arlt
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podría sintetizarse así: esteticismo, anarquismo, mala fe.
Pero ¿quién sabe? Marx decía que para él, los hombres no son más
que el “producto” de las condiciones económicas bajo las que viven,
pero agregaba que, bien entendido, el hombre sobrepasa “en mucho”
esas condicionesa. Frase difícil en la que el hombre es pensado como
absolutamente libre y como absolutamente determinado a la vez. ¿Y si
la obra de Arlt pudiera ser interpretada como un cierto y preciso
comentario de esas palabras de Marx? ¿Y si la aparente falta de una
perspectiva política coherente se revelara en Arlt como el instrumento
para dar cuenta de esa fusión de libertad y determinismo? ¿Qué hay en
lo que ha escrito este hombre trabajado por problemas que hoy pre-
tendemos dejar de lado que logra en cambio conmovernos? ¿Cuál es el
sentido de ese horroroso con el que Arlt ha plagado sus libros y que
nos sacude al contacto más leve con cualquiera de sus páginas? Borges
ha dicho que toda literatura no puede no ser simbólica y que ella se
limita a expresar, recurra a lo fantástico o a lo real, las experiencias
fundamentales del hombre, y que éstas no son muchas. ¿Cuáles son
esas pocas experiencias fundamentales que encrespan la obra de
Roberto Arlt? ¿Se trata de experiencias meramente metafísicas sin
contenido social, o en Arlt lo metafísico y lo social se sostienen y
compenetran? ¿Cuál es el origen y la estructura de lo que sería lícito
llamar el realismo metafísico de Roberto Arlt.?
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