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UNIVERSIDAD CATÓLICA DE COSTA RICA

ANSELMO LLORENTE Y LAFUENTE

ESCUELA DE CIENCIAS TEOLÓGICAS

CRISTOLOGÍA HISTÓRICA

MONOGRAFÍA BIBLIOGRÁFICA
PRIMEROS CUATRO CONCILIOS ECUMÉNICOS DE LA
ANTIGÜEDAD CRISTIANA

Estudiante: Eneida María Enríquez Barrantes


Profesor: Pbro. Jairo Francisco Cordero Artavia

MORAVIA

ABRIL, 2017
LOS PRIMEROS CUATRO CONCILIOS ECUMÉMICOS DE LA ANTIGÜEDAD
CRISTIANA

Eneida Enríquez Barrantes

Resumen

En el presente trabajo se expondrán algunos de los principales puntos del origen, herejías y
definiciones de los primeros cuatro concilios ecuménicos de la antigüedad cristiana, según el
interés del curso, desde la perspectiva cristológica.

Palabras clave

Cristo, divinidad, humanidad, naturaleza, sustancia, herejía, concilio, definición.

Introducción

Al estudiar a la persona de Jesús de Nazareth surgen demasiadas interrogantes, ya sea


sobre su origen, su composición y su fin en este mundo. Existen muchas corrientes de
pensamiento que vienen a tratar de explicar ¿es hombre igual que nosotros? ¿es hombre y Dios
verdadero? ¿o son dos personas distintas en una?

Estas interrogantes son las que se trataron de responder durante los primeros cuatro
concilios de la antigüedad cristiana, en los cuales se debatieron algunas herejías planteadas a
partir de la persona de Jesucristo.

En este trabajo, se explica desde algunos puntos importantes de estos concilios, ya sea una
explicación de las herejías y el contexto en el que surgieron al igual que sus definiciones y lo que
plantea cada uno de ellos.

Cristo, Dios y hombre verdadero, al encarnarse fue igual a nosotros en todo menos en el
pecado, por lo que al estudiar los concilios podemos acercarnos a él como único medio para
enfrentar nuestros problemas, porque él siendo Dios quiso ser uno de nosotros para entendernos
en nuestra humanidad y así nos puede dar la fortaleza para poder superar las pruebas y poder
caminar en el camino de la santidad que no es otra cosa que la lucha por hacer siempre la
voluntad de Dios en nuestra vida.
CONCILIO DE NICEA (325)

En la historia de la cristiandad, sabemos que el emperador Constantino tuvo un papel


importante durante su desarrollo y entre sus aportes está su participación para que se diera el
primer concilio ecuménico (“universal”) que respondía a la disputa doctrinal con respecto a la
relación que existe entre el Hijo o Logos de Dios y Dios Padre, en donde surgían muchas
interrogantes en los primeros siglos en torno al Hijo de Dios y el Logos, esto hacía que no se
pudiera comprender el dogma de la unidad de Dios. Como respuesta a todo este conflicto, hubo
esfuerzos anteriores a Nicea que lo intentaron explicar, como en el caso de Orígenes, pero que
tuvieron ciertas dificultades en el camino por encontrarse con ciertas resistencias de la Iglesia
antigua.

En medio de todas estas inquietudes, hubo algunas convocatorias a sínodos que buscaban
dar respuesta y se busca la participación del emperador Constantino y es con esto que se
reconoce aún más la responsabilidad del emperador en materia religiosa, por lo que años más
tarde este dará origen al primer concilio ecuménico con el que trata de obtener la paz y unión
religiosa, pero las cosas se complicaron con el desarrollo de la herejía arriana.

Herejía arriana

Con la teoría planteada por Orígenes, se hablaba de la distinción de personas de la


Trinidad, por lo que Arrio viene a formular una premisa fundamental desde la concepción de la
absoluta unidad y trascendencia de Dios: sólo Dios es “principio no engendrado” y la esencia de
la divinidad no puede dividirse ni comunicarse a los otros, mientras que lo que existe ha llamado
al ser de la nada.

Llorca, B., Garcia-Villoslada, R., Montalban, F.J. (1955) plantean lo siguiente:

De este principio se deriva la afirmación fundamental de que el Verbo o Cristo no


es eterno y ha sido creado de la nada, mas no por necesidad, sino por libérrima
voluntad suya. La razón de su creación es para que sirviera al Padre celestial de
instrumento para crear el mundo. Por consiguiente, el Verbo no es de la misma
naturaleza que el Padre; es diverso de la divina esencia; por su propia naturaleza,
mudable y susceptible de pecado.
De esta afirmación, vemos que la postura de Arrio es decir que el Logos es una criatura,
superior a todas las demás, por lo que también tuvo un principio y esto lo condena el concilio ya
que rompía con la doctrina origeniana de la coeternidad del Hijo con el Padre, porque son
distintos tanto en hipóstasis como en naturaleza.

Formulación dogmática

En el desarrollo del concilio, Arrio y sus seguidores se mantenían firmes en sus


convicciones aún ante presbíteros y obispos como Atanasio que se les enfrentaban con una
lógica distinta.

Llorca, B. et al (1955) comentan que en las primeras sesiones se discutieron diversas


tendencias con respecto a la doctrina sobre el Verbo, ya que unos insistían en la confesión de
puntos básicos, unidad de la esencia divina, la divinidad del Verbo y su distinción del Padre; los
otros por su lado, ponderaban la divinidad de Cristo, pero se expresaban en términos que
favorecían las opiniones subordinacianistas (al estilo de Orígenes) y, además, Arrio y los suyos
que opinaban de que el Verbo era una criatura del Padre y distinta de él en la esencia lo cual fue
el punto central de discusión hasta llegar a su fórmula “hóros” o definición.

Cuentan estos autores, que llegar a esta definición fue bastante complejo ya que los
arrianos propusieron una que les favorecía a ellos por lo que se rechazó y por esto trataron de
condenar el dogma sobre la naturaleza del Verbo, ya que al utilizar la expresión “ex Deo” (de
Dios) los arrianos la utilizaban a su conveniencia diciendo que era de Dios como todas las otras
cosas, pero era una criatura pura. Ante todas estas discusiones, se fueron presentando diferentes
propuestas de definiciones como la de Eusebio de Cesarea, hasta que Osio de Córdoba hace la
propuesta de su definición ortodoxa respecto a la naturaleza del Verbo, y que llegó a convertirse
en el símbolo de Nicea donde su frase fundamental que declara la naturaleza del Hijo era la
siguiente: genitum, nom factum, consubstantialem Patri (engendrado, no creado, consubstancial
con el Padre).

Teológicamente, podemos entender que hay una comunidad de sustancia entre el Padre y el
Hijo, o sea que son de la misma sustancia (homoousios), aunque hubo grandes confusiones en su
momento sobre este término al igual que con “ousía”, ya que había un conflicto de idiomas en su
interpretación.
CONCILIO DE CONSTANTINOPLA (381)

Además de la corriente arriana aparecieron también otras herejías en medio de la Iglesia


que hicieron que se determinara el dogma de una forma clara y definitiva, pero al mismo tiempo
se dieron cosas positivas de cuando las Iglesias se apropiaron de las decisiones de Nicea y
replantearon el contenido de su símbolo de fe y lo reconocieron como tradición.

En el caso de este concilio, es el emperador Teodosio quien intenta restaurar la unidad


religiosa del imperio sobre la base de la ortodoxia nicena y así dar fin al arrianismo.

Herejías

Según Llorca, B. et al (1955) dentro de las herejías que promovieron este concilio está el
macedonianismo (contra el Espíritu Santo) el cual surge a partir de los arrianos siguiendo la
lógica de que si se negaba la consubstancialidad del Hijo con el Padre, poniéndolo inferior y
subordinado a éste, con el Espíritu Santo debía suceder lo mismo lo cual fue promovido por
anhomeos y semiarrianos cuya cabeza era Macedonio, patriarca de Constantinopla quien
planteaba que la semejanza del Hijo con el Padre era completa, por lo que era una verdadera
igualdad, pero por otro lado declaraba a la tercera persona criatura de Dios, ministro especial y
supereminente de todas las gracias, superior a los ángeles, pero subordinado al Padre, lo cual fue
declarado anatema en el sínodo de Alejandría y apoyado por Atanasio. El maedonianismo es
una herejía trinitaria.

Por otro lado, se dan las herejías cristológicas que dan una explicación falsa de la unión
entre las dos naturalezas, divina y humana en Cristo, de las cuales una de ellas es el apolinarismo
la cual también surge como reacción y defensa contra el arrianismo promovido por la escuela
antioquena los cuales insistían propiamente en la divinidad de Cristo y a la vez distinguían en
Cristo dos naturalezas que comprometían la unidad personal, pero llegaron a una conclusión
equivocada que planteaba que Cristo era realmente Dios y que en Él está la persona divina
(Verbo) pero está unido a una naturaleza humana incompleta, un cuerpo sin alma, en el cual es el
Verbo quien asume las veces de alma de dicho cuerpo humano y así explicar la unidad perfecta
del compuesto y la divinidad del Hombre-Dios. Esta herejía fue promovida por Apolinar el
Joven, obispo de Laodicea quien se basó en la teoría platónica del principio tricotómico, que
plantea que el ser humano está compuesta por alma intelectual, alma sensitiva y cuerpo material
y en el caso de Cristo, a éste le faltaba la primera la cual es el Verbo el que la asume, ya que
pensaba que de dos naturalezas completas se pudiera formar una sola y es de esta manera que se
puede justificar la divinidad de Cristo.

Formulación dogmática

Según Llorca, B. et al (1955) esta herejía fue condenada en el sínodo de Alejandría, lo cual
siguieron haciendo San Atanasio y San Basilio pero fue San Dámaso quien en sínodos
posteriores dio el anatema contra la herejía, pero aun así Apolinar no se dio por vencido y formó
una jerarquía formada por varios obispos quienes se encargaban de expandirlo.

Al tener estos conflictos, todos deseaban que se condenara el apolinarismo, de forma


solemne y autoritaria, por lo que se convoca a un concilio ecuménico, donde Teodoro I se une
con el Papa por tener los mismos ideales de defensa del cristianismo. Además, había otro
problema dogmático, el macedonianismo, por lo que también era necesario un concilio que
tuviera como objeto principal el proceder contra ambas herejías, el macedonianismo y el
apolinarismo.

En el año 381 se celebró en Constantinopla el concilio en el que se vió que los macedonios
tenían una fuerza considerable. Este concilio tuvo la presidencia de Melecio de Antioquía, quien
fallece y en su lugar queda San Gregorio Nacianceno, junto con San Gregorio Niseno y si
hermano Pedro de Sebaste, San Cirilo de Jerusalén, Diodoro de Tarso y Timoteo de Alejandría.

Este concilio confirmó de forma solemne el símbolo de Nicea y dio la anatema contra las
herejías que existían en ese tiempo, sobretodo contra los macedonianos y los apolinaristas. De
todas sus enseñanzas proclamó un símbolo (de San Epifanio, credo de la misa).

De este símbolo, los autores explican que en él se repiten con pequeñas variantes los
artículos del símbolo de Nicea y se añade lo que se refiere al Espíritu Santo. Con respecto a las
herejías condenadas en este concilio, Teodosio I aplicó todo rigor sus decisiones como que
quedan prohibidas las reuniones de los macedonianos, apolinaristas y semiarrianos.
Según Alberigo, G. (2004) los dos elementos más significativos que diferencian el símbolo
niceno-constantinopolitano del niceno son la cláusula “cuyo Reino no tendrá fin” (en contra de la
doctrina de Marcelo de Ancira) y se afirma sobre la tercera persona de la Trinidad que es
“Señor” y “dador de vida”, “procedente del Padre”, “adorado y glorificado junto con el Padre y
el Hijo”

Entre las refutaciones del apolinarismo más sobresalientes está la de San Epifanio
(Panarion) en donde se insertaba una profesión de fe, donde se afirma que Cristo es el hombre
perfecto, pues el Verbo se había unido a su naturaleza humana perfecta.

CONCILIO DE ÉFESO (431)

Herejías

Llorca comenta que además de las herejías apolinaristas, también encontramos la herejía
nestoriana que consiste en la doctrina sobre las dos personas en Cristo, ya que Nestorio a pesar
de ser un monje monástico y ser patriarca de Constantinopla que luchaba contra diversas herejías
por lo que era muy respetado, tuvo que “meterle el hombro” a un presbítero de su confianza que
expuso en público la idea de que la Santísima Virgen María no era verdadera madre de Dios. El
pueblo, que amaba y veneraba a María bajo este título, se escandalizó y protestó contra él por lo
que tuvo que dar la siguiente explicación: La Virgen María es madre de la naturaleza humana de
Cristo, por tanto, la podemos llamar madre de Cristo; mas de ninguna manera pudo haber
engendrado a la naturaleza divina, eterna e igual al Padre, por lo cual no es theotokos, madre de
Dios. La Virgen, pues, había dado a luz al hombre en el que habitó el Verbo, el Hijo de Dios. Al
decir esto, se entiende que la humanidad de Cristo fue la que sufrió los dolores de la pasión, por
lo que no pudo redimir al mundo con una redención superabundante e infinita, pues era limitada
por lo que la destruye ya que no se le podía aplicar al Verbo muchas expresiones del Evangelio
ya que según esta afirmación no se pueden atribuir las acciones de la persona humana con
propiedades de la persona divina. Por lo tanto, según esta doctrina, la Virgen María es madre de
la persona humana de Cristo y nada más. Alberigo, G. (2004) aporta también que Nestorio no
tenía claridad en distinguir entre persona y naturaleza, por lo que tendía a concebir las dos
naturalezas de Cristo como dos personas, aunque también se dice que había captado el sujeto
único de la encarnación de manera adecuada, en cuanto al concepto de prosopon, donde están las
propiedades individuales.
El primero en oponerse a esta herejía fue el presbítero Eusebio, seguido por Proclo, pero
podemos decir que el mayor defensor fue San Cirilo de Alejandría, el teólogo de la Encarnación,
quien al enterarse de la doctrina de Nestorio comenzó y siguió la campaña contra él empezando
así una rivalidad entre la escuela de Constantinopla y Alejandría, pero su mayor deseo siempre
fue defender la ortodoxia católica, por lo cual recibió el apoyo del papa Celestino I para
convocar un sínodo en Alejandría en donde se compusieron 12 anatematismos que fueron
enviados a Nestorio de forma que tenía que aceptarlas aún en contra de su ideología ya que se
habla de la unión física de las dos naturalezas y habla de una naturaleza del Verbo de Dios hecho
carne, por lo que les dio respuesta con sus 12 antianatematismos en los cuales refutaba la
supuesta herejía de San Cirilo.

Ante esta situación, Nestorio busca el apoyo imperial con Teodosio II, quien busco tener
una posición neutral y así obtener la paz y la unión de todos, comunicó al episcopado de Oriente
y al papa Celestino I su plan de un concilio ecuménico, a lo cual estuvieron de acuerdo a pesar
de que el Papa ya había dado sentencia contra la doctrina de Nestorio y con el concilio sólo se
lograba proclamar la declaración pontificia porque de lo contrario traería un cisma.

Formulación dogmática

El concilio se llevó a cabo en Éfeso en el año 431 en donde llegó Nestorio con sus obispos,
San Cirilo con los suyos y como los legados pontificios no llegaban ni tampoco el grupo de Juan
de Antioquía, San Cirilo presidió el concilio ya que había recibido poder del Papa para resolver
estas cuestiones, en el cual se leyeron varios de los documentos y se dictó sentencia contra
Nestorio y su doctrina, lo cual se recibió gran entusiasmo en Éfeso por ser considerado un triunfo
de la advocación de María como Madre de Dios, lo cual afirma el autor que el pueblo en masa
acudió lleno de júbilo a la iglesia de Santa María y acompañó a los Padres del concilio a la salida
de ella, aclamándolos por la ciudad.

Después de muchas controversias, se cuestiona la participación del emperador Teodosio II,


quien estaba con cierto recelo contra Cirilo por lo que decide, en que tanto Nestorio como Cirilo
fueran depuestos y desterrados lo que causó descontento en el pueblo y apelaron en su contra,
hasta que le llegaron a comunicar un abad con toda la verdad y así se convenció de que la justicia
favorecía a San Cirilo y la causa ortodoxa por lo que finalmente dio su consentimiento a la
publicación de las decisiones del concilio, y así se sacrificara a Nestorio en aras de la ortodoxia e
inmediatamente fuera desterrado, y a la vez mantuvo todo trance la decisión de que tanto los
partidarios de San Cirilo como los de Juan de Antioquía gozaran de absoluta libertad (triunfo de
la ortodoxia católica). El resultado de toda esta controversia fue el edicto de unión de 433 que es
un complemento del concilio de Éfeso, que se realiza entre Cirilo (Alejandría) y Juan de
Antioquía de donde surge un himno de acción de gracias (Laetentur caeli), aunque se debe decir
que esto no eliminó por completo el nestorianismo el cual se siguió propagando de forma
separada.

CONCILIO DE CALCEDONIA(451)

Herejías

Según comenta Llorca, a partir del nestorianismo y los conflictos entre Antioquía y
Alejandría por cuestiones cristológicas, surge la doctrina monofisita a raíz de que no todos los
seguidores de San Cirilo tenían claro la unión personal en Cristo al grado que no aceptaban las
decisiones de los sínodos anteriores en que se hablada de las dos naturalezas, ya que para ellos
equivalía decir dos personas. Esta nueva interpretación se entendía con estos principios
fundamentales: la unión del Verbo con la naturaleza humana, la que quedaba absorbida por la
naturaleza divina, de modo que en la unión no quedaba sino una sola naturaleza, que era la
divina. Por lo tanto, Cristo era Dios, pero no hombre perfecto; el principal impulsor de esta
doctrina fue Dióscoro quien manipulaba a su antojo las palabras de San Cirilo, del cual se decía
continuador y discípulo. Por otro lado se encuentra Eutiques, quien tomó parte importante en el
desarrollo de la campaña antinestoriana y pasaba como el prototipo de la ortodoxia a la cual
defendió, o sea, el monofisitismo. Por otro lado, Alberigo, G. (2004) afirma que esto provocó
las denuncias de Eusebio de Dorileo, quien lo acusó de adulterar la enseñanza de Nicea así como
las doctrinas de Cirilo proclamadas en Éfeso. Por esta razón, se le aplicó un proceso similar al
adoptado en Éfeso por el concilio ciriliano anticipando así lo que en parte se vería en el de
Calcedonia, y en donde se establecieron algunas normas doctrinales que sirvieron para juzgar la
ortodoxia de Eutiques en donde se reconocían las dos naturalezas. En la última sesión, Eutiques
pone en duda la consustancialidad humana de Cristo, por lo que afirmaba que este es “de dos
naturalezas” que había antes de la unión, resultando una sola después de ella.
Podemos decir que los principales defensores de la ortodoxia católica fueron Teodoreto
de Ciro y Eusebio de Dorilea, pero por encima de ellos se encuentra el patriarca de
Constantinopla Flaviano quien trató de conciliar ambas doctrinas hasta el grado de que el sínodo
expresó claramente la doctrina de las dos naturalezas, obligando a todos a admitirla.

A través de los diferentes conflictos, la ortodoxia fue adquiriendo el triunfo ya que al


monofositismo le fue faltando apoyo y se fue buscando el reconocimiento del Papa, por lo que
surgió la Epístola dogmática, a partir de lo cual el Papa se convence

Formulación dogmática

En esta ocasión, el Papa Leon accede a la celebración del concilio para lo cual nombró
legados suyos a los obispos Lucenio y Pascasio y a los presbíteros Basilio y Bonifacio. Para este
concilio se debía proceder con rapidez para con los preparativos, en el cual los partidarios del
monofisitismo y los defensores de la ortodoxia mostraban gran interés. Sin embargo, se tuvo que
prescindir de Nicea, donde en primera instancia había sido convocado, y se reunió en Calcedonia
en octubre de 451 en donde la presidencia la ocupaban los representantes del Papa, en este caso
Anatolio.

Es el concilio con mayor asistencia de la antigüedad, ya que aún no se conoce la cantidad


exacta de los participantes, pero a pesar de esto se elaboraron actas que ayudaron a entender su
trabajo conciliar.

El emperador Marciano confió la presidencia del concilio a una comisión de funcionarios


imperiales, que debían fijar el orden del día, vigilar el desarrollo de los trabajos e informarle de
todo esto de manera escrita. Dentro de sus sesiones se hizo lectura de algunos documentos, entre
ellos el más importante el Tomus donde se exaltaba la fe de los padres, la fe de los apóstoles la
cual no fue del todo acogida por todos los presentes como los obispos de Iliria y Palestina ya que
consideraban que tenía la línea de los escritos de Cirilo.

En cuanto a su definición, Alberigo, afirma que así como Éfeso había subrayado la unión
inseparable del hombre con la divinidad, Calcedonia invierte en cierto modo los acentos
insistiendo en la humanidad de Dios. Los enunciados que se van siguiendo están compuestos
fundamentalmente por parejas de términos que se apelan mutuamente: al término divino se
asocia inmediatamente el término humano. El “único y mismo Señor nuestro Jesucristo” es
proclamado juntamente “perfecto en la divinidad y perfecto en la humanidad”, “Dios verdadero
y hombre verdadero”, “consustancial al Padre según la divinidad y consustancial a nosotros
según la humanidad”. Jesucristo “debe ser reconocido en dos naturalezas, sin confusión, sin
cambio, sin división, sin separación”, y la diversidad de las naturalezas, con sus respectivas
propiedades, no desaparece después de la unión, sino que ambas concurren “en una sola persona
y en una sola hipóstasis”. En esto se resume de un modo especial la doctrina católica contra el
nestorianismo y monofistisismo.

Conclusión

A través de estos cuatro importantes concilios ecuménicos, se puede comprender el


desarrollo a partir de la persona de Cristo, al que se le ha tomado como fuente de inquietudes en
cuanto a él mismo, su sustancia y naturalezas.

Al estudiar estos concilios, vemos que el entendimiento del ser humano es muy limitado
para tratar de entender el misterio de Dios, ya sea en forma comunitaria la Santísima Trinidad, y
cada persona divina con sus particularidades y características. En el caso de Cristo, ha sido difícil
a través de la historia poder llegar a entender que sea el mismo Dios hecho hombre con alma
racional tal cual somos nosotros, y no una “marioneta” de un cuerpo que era ocupado por un ente
superior como algunos de los herejes creían a lo cual nuestra Iglesia, que siendo Madre y
Maestra nos ha enseñado a través del Kerigma que es Dios hecho carne que vino para salvarnos,
de lo cual también vemos que María tuvo papel importante y que no es madre de una parte de
Cristo sino de él como un todo, por lo que la reconocemos como Madre de Dios y que incluso lo
recordamos cada año en una de las solemnidades litúrgicas.

En lo personal, conforme fui estudiando el progreso que se iba dando entre cada concilio
en las conclusiones y las definiciones a las que iba llegando en la comprensión de Cristo como
Dios y hombre verdadero me llena de alegría, consuelo y esperanza de pensar que mi Dios no es
como un “semidios” de la mitología griega que es mitad hombre y mitad dios, sino que sus
naturalezas son completas y que en su humanidad puede entender muchas de las cosas que
nosotros pasamos, y que siempre está con nosotros dándonos la fortaleza desde su divinidad para
poder superar los obstáculos que enfrentamos. A partir de esto, cada vez que voy a misa y recito
el credo ya no lo digo como antes, repitiendo sólo de memoria, ahora comprendo cada una de las
partes y a qué se debió y sus definiciones por lo que cada vez que me hagan las preguntas del
credo contestar con toda convicción “SI CREO”.

Referencias biblográficas

Albergo, G., (2004). Historia de los concilios ecuménicos. Segunda edición. Salamanca:
Ediciones Sígueme.

Llorca, B. (1955).Historia de la Iglesia Católica. Segunda edición. Madrid: Biblioteca de


Autores Cristianos.

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