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LA DIVINIDAD DE JESUS
PARTE 2

De repente aparecieron palabras como “Consubstancialidad”


Consubstancialidad es un término usado en la cristología cristiana latina, acuñado
por Tertuliano (160 e.c-220e.c) considerado Padre de la Iglesia Católica en
Adversas Hermogenem 44, utilizado para traducir el término griego "homoousios".
"Consubstancialidad" describe la relación entre las personas Divinas de la Trinidad
Cristiana y connota que Dios Padre, Dios Hijo y Dios el Espíritu Santo son un solo
ser en el que el Hijo es generado antes de todos los tiempos o eternamente del
propio ser del Padre, del que el Espíritu procede también eternamente. Dado que
el latín carece de un participio de presente activo para el verbo "ser", Tertuliano y
otros autores latinos tradujeron el nombre griego "ousia" como "substancia," y el
adjetivo griego "homoousios" como "consubstantialis." A pesar de que las palabras
griegas, que están relacionadas etimológicamente con el verbo griego "ser" y
connotan el carácter inherente personal de cada uno, "substancia," connota tanto
sustancia como ser. El término se usa también para describir el carácter humano
común que es compartido por todas las personas humanas.
Tertuliano (215 e.c) Es el primero en usar la palabra latina "trinitas". Con respecto
al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo nos dice: La unidad en la trinidad dispone a los
tres, dirigiéndose al padre y al hijo y al espíritu, pero los tres no tienen diferencia
de estado ni de grado, ni de substancia ni de forma, ni de potestad ni de especie,
pues son de una misma sustancia, y de un grado y de una potestad.
(Adversus praxeam II,4)
Es decir hacia el siglo tercero apareció la palabra trinidad tres Dioses en sustancia
etc., ya el creador no es uno si no una triada. Además Dios crea de la nada.
Debido a toda esta confusión sumada a las persecuciones por parte del Imperio
Romano hacia los “cristianos” surgieron corrientes que no estaba de acuerdo con
estas explicaciones de los obispos o líderes de la iglesia y comenzaron a
separarse de esta línea de pensamiento.
Este conflicto de pensamiento entre los supuestos cristianos que llevaban la
verdad creo una verdadera división que no parecía tener fin.
Luego que el imperio Romano dejara la persecución hacia los cristianos y que el
nuevo El emperador Constantino I había dado muestras de sus simpatías por el
cristianismo mediante el Edicto de Milán de 313, por el cual dio a los cristianos la
libertad para reunirse y practicar su culto sin miedo a sufrir persecuciones. Años
después se enfrentó a Licinio, que dominaba la parte oriental del Imperio romano,
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y lo derrotó en 323. Constantino era consciente de las numerosas divisiones que


existían en el seno del cristianismo, por lo que, siguiendo la recomendación de un
sínodo (Reunión de autoridades de una iglesia) dirigido por Osio (Obispo de
Córdoba año 256 EC) en ese mismo año, decidió convocar un concilio ecuménico
de obispos en la ciudad de Nicea, donde se encontraba el palacio imperial de
verano. El propósito de este concilio era establecer la paz religiosa y construir la
unidad de la Iglesia cristiana.
Uno de los propósitos del concilio fue resolver los desacuerdos surgidos dentro de
la Iglesia de Alejandría sobre la naturaleza del Hijo en su relación con el Padre: en
particular, si el Hijo había sido "engendrado" por el Padre desde su propio ser, y
por lo tanto no tenía principio, o bien creado de la nada, y por lo tanto tenía un
principio Alejandro de Alejandría y su discípulo y sucesor Atanasio de Alejandría
tomaron la primera posición, mientras que el popular Presbítero Arrio de quien
procede el término Arrianismo tomó la segunda. En aquellos momentos esa era la
cuestión principal que dividía a los cristianos. Alejandro y Atanasio defendían que
Jesús tenía una doble naturaleza, humana y divina, y que por tanto Cristo era
verdadero Dios y verdadero hombre; en cambio, Arrio y el obispo Eusebio de
Nicomedia afirmaban que Cristo había sido la primera creación de Dios antes del
inicio de los tiempos, pero que, habiendo sido creado, no era Dios mismo.
En qué consistía la enseñanza Arria?
A comienzos del siglo IV Arrio, un presbítero de la Iglesia de Alejandría, aceptó la
teoría de Orígenes en cuanto al Logos, con la excepción de que no reconoció
ninguna sustancia intermedia entre Dios y los seres creados.
Dedujo que el Hijo no es divino en ningún sentido de la palabra sino estrictamente
una criatura, aunque la más excelsa y primera de todas, y que por lo tanto "hubo
[un tiempo] cuando no existía".
Enseñaba que sólo hay un ser - el Padre - a quien se le puede atribuir una
existencia atemporal, que el Padre creó al Hijo de la nada y que antes de haber
sido engendrado por un acto de la Voluntad del padre, el hijo no existía.
Para Arrio, Cristo tampoco era verdaderamente humano porque no tenía un alma
humana, ni era verdaderamente divino, porque le faltaba la esencia y los atributos
de Dios. Sencillamente era el más excelso de todos los seres creados. El ser
humano, Jesús, fue elegido para ser el Cristo en virtud de su triunfo, que Dios
conocía mediante su presciencia.
En el Primer Concilio de Nicea, reunido en 325 d. C. para resolver la controversia
arriana, Atanasio se presentó como "el padre de la ortodoxia", sosteniendo que
Cristo siempre existió y que no provino de la nada previa sino que era de la misma
esencia del Padre.
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Aplicando a Cristo el término ὁμοούσιος [homoousios], "una sustancia" ("misma


sustancia"), el concilio afirmó su creencia de que él es de la única y misma
esencia como elPadre.
Ὁμοούσιος [homoousios], no podría haberse entendido de otra forma.
El concilio anatematizó (excomulgo, expulso) al arrianismo y al sabelianismo como
las dos principales desviaciones de la verdad exacta, y declaró que no negaba la
unidad de la Deidad cuando defendía la Trinidad, ni negaba la Trinidad cuando
defendía la unidad.
Por eso el Credo Niceno afirma que el Hijo es "engendrado del Padre, [...], de la
sustancia del Padre, Dios de Dios; luz de luz; Dios verdadero de Dios verdadero;
engendrado, no hecho; consustancial al Padre". Este credo se convirtió en la
prueba crucial de la ortodoxia trinitaria.
Los arrianos rechazaron la decisión del concilio, recurrieron al cisma y durante
varios siglos el arrianismo demostró ser el enemigo más formidable de la Iglesia
Católica Romana.
Después del Primer Concilio de Nicea, un grupo, a veces llamado de semiarrianos,
también hostigó a la iglesia. Su palabra clave era ὁμοιούσιος [homoiousios], con la
cual describía al Hijo como de una "sustancia parecida" a la del Padre, en
contraste con ὁμοούσιος [homoousios] del Credo Niceno.
Apolinar y Marcelo se destacaron entre los opositores a la ortodoxia después del
Concilio de Nicea. Ambos afirmaban la verdadera unidad de lo divino y lo humano
en Cristo, pero negaban su verdadera humanidad, afirmando que la voluntad
divina hizo de la naturaleza humana de Jesús un instrumento pasivo.
Estos diversos problemas resultaron en otro concilio, celebrado en Constantinopla
en 381. Este concilio reafirmó el Credo Niceno, aclaró su significado, y declaró la
presencia de las dos verdaderas naturalezas en Cristo.
Y Atanasio que dijo?
Atanasio fue el principal opositor de la doctrina Arriana y Obispo de Alejandría en
el año 328e.c y básicamente sus argumentos fueron:
“El Hijo no fue engendrado como se engendra un hombre de otro hombre, de
forma que la existencia del padre es anterior a la del hijo. El hijo es vástago de
Dios, y siendo Hijo del Dios que existe eternamente, él mismo es eterno. Es propio
del hombre, a causa de la imperfección de su naturaleza, engendrar en el tiempo:
pero Dios engendra eternamente, porque su naturaleza es perfecta desde
siempre. Oraciones contra los arrianos, I, 14.
Dios existe desde la eternidad: y si el Padre existe desde la eternidad, también
existe desde la eternidad lo que es su resplandor, es decir, su Verbo. Además,
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Dios, «el que es» (ὁ ὤν), tiene de sí mismo el que es su Verbo: el Verbo no es
algo que antes no existía y luego vino a la existencia, ni hubo un tiempo en que el
Padre estuviera sin Logos (ciencia) (ἄλογος). La audacia dirigida contra el Hijo
llega a tocar con su blasfemia al mismo Padre, ya que lo concibe sin Sabiduría, sin
Logos, sin Hijo... Oraciones contra los arrianos, I, 25-26).3
Como se ha visto la idea de un Dios trino incluso la misma palabra Trinidad no es
de Origen Judío ni cristiano de los apóstoles.
Existían tres corrientes que discutían sobre la divinidad de cristo antes del concilio
celebrado en Nicea
Hacia la fecha indicada existían mayormente tres corrientes cristológicas que
diferían en la concepción de la relación y naturaleza de Jesús y su relación con el
Creador.
La primera era el Arrianismo, encabezada por el presbítero Arrio de Alejandría y
Eusebio de Nicomedia quienes sostenían que el Hijo de Dios se había encarnado
en Jesús de Nazaret, era el primogénito de Dios, tenía un origen temporal, la
primera de las criaturas creadas y coeterno con el Padre.
La segunda corriente se oponía a la anterior y era encabezada por el obispo
Alejandro de Alejandría y su diácono Atanasio, quienes sostenían que el Hijo de
Dios era ontológicamente igual al Padre, es decir, ambos eran el mismo Dios, el
mismo ser supremo ya que tenían la misma sustancia.
La tercera postura era intermedia entre las dos anteriores y sus seguidores eran
conocidos como semiarrianos. Eusebio de Cesárea fue su principal representante.
Afirmaban que el Hijo no tenía un inicio temporal, pero debía considerarse al
Padre como quien lo precedía en existencia y que era de una substancia similar
pero no igual a la del Padre.
Aunque el emperador Constantino no entendía de cosas espirituales ni de
teología se dio cuenta que el grupo de Atanasio no cedería y el desórden que
imperaba le traería complicaciones en su Imperio; por ello y aconsejado por el
obispo Osio de Córdoba decidió ceder en favor de Atanasio y proclamó que Jesús
era consustancial con el Padre. Así se declaró el Credo Niceno que afirmaba en
su punto central: engendrado, no hecho, consustancial con el Padre.
El Texto del Concilio, de acuerdo a lo que escribe Eusebio manifiesta
abiertamente el odio y el rechazo a todo lo que tenga que ver con el Judaísmo,
como reza enseguida:
Cuando surgió la cuestión relativa al festival sagrado de la Pascua, la idea
general era de que sería conveniente que todos guardaran la fiesta en un día;
Después qué podría ser más hermoso y más deseable que El ver este festival, a
través del cual recibimos la esperanza de la inmortalidad, celebrada por todos en
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un acuerdo y de la misma manera? Se declaró que era particularmente indigno


para que siendo este el más santo de los festivales hubiera de seguir las
costumbres (el cálculo) de los judíos, quienes se habían ensuciado su mano con el
más temible de los crímenes y cuyas mentes estaban cegadas. Al rechazar su
costumbre, nosotros podemos transmitir a nuestros descendientes la manera
legítima de celebrar la Pascua; que hemos observado desde el tiempo de la
pasión del Salvador (de acuerdo al día de la semana).
Por lo tanto, no debemos tener nada en común con el judío, pues el Salvador nos
ha mostrado otro camino; habiendo de seguir nuestra adoración una dirección más
legítima y más conveniente (el orden de los días de la semana): Y
consecuentemente, al adoptar esta manera de ser, nosotros deseamos, amados
hermanos, separarnos de la detestable compañía del judío. Pues es
verdaderamente vergonzoso oírlos jactarse de que sin su dirección no podríamos
guardar esta fiesta. ¿Cómo podrían estar en lo cierto, ellos quienes, después de la
muerte del Salvador han dejado de ser guiados por la razón y ahora se dejan
llevar por la violencia salvaje de acuerdo a como el error los incita? Ellos no
poseen la verdad en cuanto a esta cuestión de la Pascua, pues en su ceguera y
repugnancia hacia todos los mejoramientos, ellos frecuentemente celebran dos
Pascuas en el mismo año. Nosotros no podríamos imitar a aquellos que
abiertamente están en un error. ¿Cómo entonces podríamos seguir a estos judíos
quienes con toda certeza están cegados por el error?
La Trinidad.- Aunque el concepto de Trinidad ni Trinidad no aparece en el Nuevo
Testamento de los cristianos, su origen aparece para la misma época de los
conceptos antes explicados sobre la naturaleza del Cristo. Muchos se basan en lo
que aparece en la 1a.Carta de Juan 5.7-8 donde afirma que tres son los que dan
testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno.
Pero resulta que a estos dos versos de este documento atribuido a Juan, se le
conoce como la 'Coma de Johanine" a lo cual la iglesia cristiana romana desde
siglos antes de la la Protesta de Lutero y Calvino, reconocía como "agregada al
texto original", de acuerdo a lo que las mismas fuentes eclesiales lo sostienen.
El concepto Trinitario vino a ser más abierto a través de Tertuliano a principios
del siglo Tercero. El afirmaba que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo eran "uno en
esencia, no uno en persona".
Según la página en internet “Religión en Libertad” página Católica menciona:
“La fe católica quiere que adoremos la Trinidad en la unidad y la unidad en la
Trinidad, sin confundir a las personas y sin separar la substancia divina” San
Atanasio de Alejandría (296-373 d.C.)
EL NUMERO TRES (3)
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La palabra tres deriva del latín trinum y es el primer número impar, puesto que se
compone de la unión de tres unidades.
Históricamente sabemos que entre los primeros pobladores, el tres era el más
sagrado de los números, a pesar de ser una figura aritmética. El filósofo griego
Platón lo consideraba como la imagen del Ser Supremo en sus tres
personalidades: la material, la espiritual y la intelectual. Y el también filósofo griego
Aristóteles, sostenía que el tres contiene al principio, al medio y al fin, lo cual para
él era el símbolo de la perfecta armonía.
En la mitología griega y romana se consideraba al número tres como el principal
atributo de seres legendarios como, por ejemplo, que el rayo de Jove o Tritón era
tridente, que el astro rey tenía tres nombres: Sol, Apolo y Líber, que al satélite
nocturno se le designaba de tres maneras: Luna, Diana y Hécate, así como
también que había tres furias, las tres Parcas o personificaciones del destino, que
influían en el ánimo de los humanos.
De la misma manera los druidas, sacerdotes celtas del siglo VI a.C., consideraban
al número tres como de gran influjo dentro de sus prácticas sagradas. Y los mitras,
practicantes de una religión de origen persa adoptada por los romanos en el año
62 a.C., suponían que el Empíreo, el más alto de los cielos, una región de luz
purísima según la teología medieval, se sostenía por medio de tres inteligencias:
Ormuz, Mitra y Mitras. Y así sucesivamente, a la cifra tres se le han venido
atribuyendo un carácter místico a través de las edades históricas.
Existen tríadas de dioses desde la antigüedad histórica, posiblemente por el
mencionado carácter místico que algunas culturas han asignado al número tres.
Incluso en la India existe un concepto parecido, la trimurti.
LA SANTISIMA TRINIDAD: ORIGEN E HISTORIA
En el año 215 d.C. el escritor y líder religioso Tertuliano, fue el primero en usar el
término Trinitas o Trinidad. Anteriormente, Teófilo de Antioquía ya había usado la
palabra griega trias, que equivale a triada, en su obra “A Autolico” (180 d.C.) para
referirse a Dios, su Verbo (Logos) y su Sabiduría (Sophia). Tertuliano diría en
“Adversus Praxeam II” que los tres son uno, por el hecho de que los tres proceden
de Uno por unidad de substancia.
La formulación un solo Dios en tres personas no quedó firmemente establecida,
como tampoco fue asimilada por completo en la vida cristiana ni en su confesión
de fe, con anterioridad al siglo IV d.C. Pero es precisamente esta formulación la
que originalmente reclama el título de dogma trinitario. Entre los Padres
Apostólicos no había existido nada que, ni siquiera remotamente, se acercara a tal
perspectiva.
La definición del Concilio de Nicea fue la de afirmar que el Hijo es consustancial
con el Padre. Esta formulación fue cuestionada, y la Iglesia pasó por una
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generación de debates y conflictos, hasta que la fe de Nicea fue reafirmada en


Constantinopla en el 381 d.C.
En Nicea toda la atención fue centrada en la relación entre el Padre y el Hijo, y no
se hizo ninguna afirmación similar acerca del Espíritu Santo. Pero en el 381 d.C.
en Constantinopla se indicó que el Espíritu Santo es adorado y glorificado junto
con el Padre y el Hijo, sugiriendo también que era consustancial a ellos. Esta
doctrina fue posteriormente ratificada en el Concilio de Calcedonia en el 451 d.C.,
sin alterar la substancia de la doctrina aprobada en Nicea en el 325 d.C.
La antigua Iglesia hispánica de los siglos IV al VII d.C. enseñó magníficamente la
fe trinitaria, sobre todo en los diferentes Concilios de Toledo que se celebraron en
dicha época. De su liturgia procede el prefacio propio de esta solemnidad. Es
consolador saber que Dios es uno solo, pero no solitario, amor puro que solo
busca darse forma creadora y llevarnos a participar en su unidad vital eterna (VI
Concilio de Toledo, 638 d.C.). Sin embargo, la devoción a la Santísima Trinidad se
inició en el siglo X d.C. y, a partir de esa época, se fue también difundiendo su
celebración litúrgica, entrando en el calendario romano en el año 1,331 d.C.
Si bien desde el comienzo del cristianismo la oración litúrgica se ha dirigido al
Padre, por mediación del Hijo y en el Espíritu Santo, lo importante de esta
celebración es el hecho de honrar específicamente a Dios sin tener como motivo
para ello un acontecimiento salvífico ni la memoria de un santo. Se trata de
profesar la fe verdadera, conocer la gloria de la eterna Trinidad, y adorar su unidad
todopoderosa.
Todo lo anterior muestra que expresiones como crear, de la nada, trinidad,
consubstancialidad no dan la idea ni muestran en realidad nada de la naturaleza
de Jesús pues son filosofías Humanas y tal como en el Judaísmo Dios condeno
sus estatutos humanos (Isa 29:13), Jesús lo condeno cuando estuvo en la tierra
(Mar 7:1-13) y advirtió sobre estas falsas enseñanzas (Mat 24:24) sus apóstoles
también lo advirtieron (2 Ped 2:1-22).
El verdadero cristianismo aquel que según muestra la Biblia en Antioquia se llamó
así (Hech 11:26), para finales del siglo primero estaba corrompiéndose con
enseñanzas griegas y razonamientos humanos a tal condición que para el siglo 4
su verdadera esencia y doctrina no existía.
Para reafirmar su corrupción surgieron expresiones como HIPOSTASIS Y
ENCARNACION
Hipóstasis es un término de origen griego usado a menudo, aunque
imprecisamente, como equivalente de SER o sustancia, pero en tanto que realidad
de la Ontología (Parte de la metafísica que estudia el ser en general y sus
propiedades) Puede traducirse como «ser de un modo verdadero», «ser de un
modo real» o también «verdadera realidad».
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En Teología cristiana se emplea la palabra persona para referirse a la hipóstasis


(ser) de la Santísima Trinidad, queriendo significar ‘sustancia individual o singular’,
algo distinto de la naturaleza (physis) y la sustancia (ousía). En particular, en el
cristianismo ortodoxo, se proclama que la Santísima Trinidad son tres personas
distintas e inconfundibles, pero, cada una de ellas, hipóstasis de una misma
esencia inmaterial (cfr.Credo Niceno sin cláusula Filioque).
La unión hipostática es un término técnico que designa la unión de las dos
naturalezas, divina y humana, que en la teología cristiana se atribuye a la persona
de Jesús. De esta manera, Cristo es Dios en la carne (Juan 1:1,14; Col 2:9; Juan
8:58;10:30-34; Heb 1:8), y es plenamente Dios y plenamente hombre (Col 2:9).
Así, tiene dos naturalezas, la de Dios y la humana, y no es “mitad Dios, mitad
hombre”. Nunca perdió su divinidad, ni hubiese podido hacerlo.
Continuó existiendo como Dios cuando se encarnó y agregó la naturaleza humana
a su eterna naturaleza divina (Fil 2:5-11). Consecuentemente, en Jesucristo está
la “unión, en una sola persona, de una plena naturaleza humana y una plena
naturaleza divina”.
• Jesús como Dios: es adorado (Mt 2:2,11;14:33), se le ora (Hch 7:59), no
tuvo pecado (1Pedro 2:22; Heb 4:15), es omnisciente (Juan 21:17), da vida eterna
(Juan 10:28) y en él habita la plenitud de la Deidad (Col 2:9).
• Jesús como hombre: adoró al Padre (Juan 17), oró al Padre (Juan 17:1),
fue tentado a pecar (Mt 4:1), creció en sabiduría (Lc 2:52), pudo morir (Rom 5:8) y
tiene un cuerpo de carne y hueso (Lc 24:39).
La unión hipostática es, según la teología cristiana, la unión entre el Verbo de Dios
y una naturaleza humana en la única persona del Hijo de Dios. Esta es la base de
la doctrina cristiana, en la Trinidad, el Dios único de la tradición judeocristiana,
prosopon (persona), physis (naturaleza) en la unidad de una misma ousía
(sustancia); el Verbo corresponde entonces a la segunda hipóstasis o persona, el
Hijo. El calificativo de hipostática que se da a la unión, en Jesús de Nazaret, de la
naturaleza humana y la divina alude al hecho de que se trata de una unión según
la hipóstasis/persona del Verbo o Hijo de Dios; vale decir, si bien tanto la
naturaleza divina como la humana mantienen todos los atributos que les son
propios, de modo, por ejemplo, que se puede decir que, en Jesús de Nazaret, se
dan dos voluntades, dos entendimientos y dos naturalezas (todas a la vez divinas
y humanas), forman con todo, una sola persona, un único centro de imputación de
conducta, y esta persona corresponde al Verbo de Dios encarnado, el Dios-
hombre. Junto con la doctrina de la Trinidad, la de la Encarnación del Verbo
constituye el núcleo de la fe cristiana, que la distingue drásticamente de su tronco
y raigambre hebrea; particularmente la Encarnación constituye el contenido neto
de los textos neotestamentarios que, en la perspectiva cristiana continúa,
interpreta y perfecciona la fe en el Dios de Israel.
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La definición dogmática de Calcedonia parte de un único sujeto (Jesucristo) que


es "uno y el mismo"; con verdadera divinidad y verdadera humanidad;
consustancial tanto al Padre como a nosotros, la humanidad que asume es
idéntica a la nuestra salvo en el pecado.
Utiliza cuatro adverbios (en griego) para decir que es sin transformación de una
naturaleza en la otra; sin conversión de las dos en una tercera; sin separación y
sin superposición. citando el Concilio de Calcedonia "En dos naturalezas, sin
confusión, sin cambio, sin división, sin separación"
La unión de las naturalezas, constituye una hipóstasis, de tal forma que no se
puede decir que hay dos personas, sino sólo una. Las dos naturalezas son
realidades que no se superponen ni se confunden con la unión, sino que,
manteniendo cada una su consistencia óntica y dinámica, ambas constituyen la
única hipóstasis o persona de Cristo.

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