Está en la página 1de 4

La Iglesia Adventista y la Doctrina de la 

Trinidad
Posted on junio 11, 2010 by family5ministry
5 Votes

Por: Pastor Bienvenido Concepcion


Introducción:
Este artículo surgió como una inquietud pastoral que procura dar respuesta a un grupo minoritarios de
hermanos de una de la iglesia que dirigimos en la Ciudad de New York. Estos hermanos enseñaban una
idea sobre la doctrina de la Trinidad contraria a la posición actual de la Iglesia Adventista. Además,
afirmaban que la iglesia estaba en apostasía al aceptar una doctrina antibíblica. Y aunque por la gracia de
Dios el problema se solucionó a partir de una serie de reuniones de estudio que se realizaron, creemos
oportuno presentar este material con miras a sanar posibles problemas futuros. Esperando que pueda
servir de ayuda a otros que estén pasando por una situación similar en sus respectivas iglesias locales.

1. 1. Trasfondo Histórico del Problema

La  dificultad antitrinitaria dentro de nuestra iglesia tiene su trasfondo en el movimiento


interdenominacional millerita. De dicho movimiento surgió la Iglesia Adventista del 7mo. Día. Como era de
esperarse algunos de nuestros Pioneros eran miembros de una denominación que recibía el nombre de
“cristianos”. Este grupo creía y sostenía una fe sin credos basados (según sus creencias) en la Biblia y
solo la Biblia. Este grupo de creyentes asumiendo posiciones literalitas sostuvieron que el Hijo debió tener
un comienzo en un pasado remoto del tiempo (imposible de entender para la mente finita de l hombre), y
por lo tanto, rechazaron la palabra Trinidad considerándola antibíblica.
Algunos de estos cristianos entregados al estudio de la Biblia como su Guía, y empeñados en hacer del
carácter cristiano, no de la creencia, el único criterio de pertenencia a la iglesia verdadera, se sintieron
inclinados a escuchar con buena disposición la predicación de avivamiento de William Miller en la década 
de 1840. Los primeros adventistas del séptimo día habían sido milleritas y procedían de diversas
denominaciones que no creían en la doctrina de la Trinidad (por lo menos en la forma que era definida en
los credos contemporáneos).
Cuando surgió el adventismo observador del sábado a finales de la década de 1840, tomó diversas
verdades cristianas y la colocó en el marco de enseñanzas bíblicas. Había un conjunto de enseñanzas
que explicaban lo que había ocurrido en 1844 y por qué Jesús no había venido a la tierra aquel año. Se
prestó particular atención al Santuario celestial, al ministerio escatológico de Jesús en el Lugar Santísimo
de ese Santuario, y al sábado como día de reposo y sello de Dios.  Tanto la doctrina del sábado como la
del diezmo, pasaron por un proceso de investigación y de tiempo antes de que fueran definidas
bíblicamente. Finalmente en 1885, por ejemplo, se aceptó el comienzo del día de reposo desde la puesta
de sol del viernes hasta la puesta de sol del sábado. Lo mismo sucedió con la doctrina de la Trinidad, tuvo
que pasar por un proceso de interpretación adventista en el contexto de la naturaleza de Cristo.
Es interesante saber que Miller, siendo bautista era Trinitario. Notemos su confesión de fe en la Trinidad:
“Creo en un Dios viviente y verdadero, y que hay Tres Personas en la Divinidad. Las Tres Personas del
Dios Triuno están unidas” (Joshua V Himes, Momorirs of William Miller, 1853, p. 77).
Joshua V. Himes era un estrecho colaborador de William Miller y era miembro de la Conexión Cristiana.
Esta iglesia rechazaba la doctrina de la Trinidad sosteniendo que era antibíblica. Es importante notar que
los Milleritas solamente estaban concentrado en la segunda venida de Jesús y no consideraban
importante discutir acerca de otras doctrinas, incluyendo la Trinidad. También dos de los principales
fundadores de la Iglesia Adventista Jaime White y Joseph Bates, pertenecían también a la Conexión
Cristiana y por lo tanto, rechazaban la enseñanza de la Trinidad.
Aunque Jaime White, como hemos visto, rechazaba la doctrina de la Trinidad, si creía en los tres grandes
poderes del cielo. Aunque se oponía a la doctrina, no creía que Cristo fuera inferior al Padre. En 1877
escribió: “La inexplicable Trinidad que hace de la divinidad tres en uno y uno en tres ya es bastante mala
de por sí; pero ese ultra unitarismo que hace a Cristo inferior [al Padre] es peor” (Jaime White, Review 
and  Sabbath Herald, 29 de noviembre 1877, p. 72)
Hacia el 1890, los adventistas habían llegado a una posición más o menos armoniosa que veía en Jesús
al divino Hijo engendrado y originado por Dios. Se lo veía como el Creador divino junto con el Padre. La
naturaleza del Espíritu Santo era rara vez tratada, aunque por lo general se consideraba que el Espíritu
Santo era la influencia omnipresente del Padre o el Hijo, más que una persona. El congreso de 1888 (y un
breve tiempo antes), marcó un nuevo énfasis en la naturaleza de Jesús y el Plan de Salvación. Esto
motivó a una consideración de la deidad de Jesús y lo que significaba para la salvación de la humanidad.
Elena G. de White fue la primera y después A. T. Jones, en sugerir que Cristo era eternamente
preexistente. Jones recalcaba Colosenses 2:9 y la idea de que en Cristo habitaba la plenitud de la
divinidad.
Elena G. White, desempeñó un papel importante al señalar la eterna deidad de Jesús y la divinidad de
Tres Personas. En 1878 se refirió a Jesús como el Eterno Hijo de Dios. En El Deseados de todas las
gentes, escribió: “Cristo se había proclamado a sí mismo como el que tenia existencia propia y en Cristo
hay vida original, que no proviene ni deriva de otra”. Del Espíritu Santo Escribió categóricamente: “Es la
tercera Persona de la divinidad”.

1. 2. Fundamento Teológico del Problema

Actualmente los Adventistas creemos que: “Hay un solo Dios, que es una unidad de tres Personas
coeternas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Este Dios uno y trino es inmortal, todopoderoso, omnisapiente,
superior a todos y omnipresente. Es infinito y escapa a la comprensión humana, no obstante lo cual se lo
puede conocer mediante su propia revelación que ha efectuado de sí mismo. Es eternamente digno de
reverencia, adoración y servicio por parte de toda la creación” (Creencias fundamentales de los
adventistas).
Existen numerosas teorías humanas tratando de explicar la existencia de Dios, pero la sabiduría humana
no puede penetrar el misterio de la esfera divina. Se puede conocer a Dios mediante la revelación que El
mismo ha dado a la humanidad en su Palabra. Allí encontramos la revelación que Dios mismo ha hecho
de sí mismo y los propósitos que tiene para con la raza humana.
Comprendiendo esto, no podemos colocarnos por encima de Dios y tratarlo como un objeto que debe ser
analizado y cuantificado. Debemos entonces someternos a su auto-revelación: la Biblia, que es su propio
interprete. Partiendo entonces de esta primisa queremos presentar la base teológica que sostiene la
iglesia adventista para creer en la doctrina de la Trinidad.
a) La Existencia de Dios
Existen dos grandes fuentes de evidencia que confirman la existencia de Dios: la Naturaleza y la Sagrada
Escritura. Todos podemos aprender de la revelación que hace la naturaleza acerca de la existencia de
Dios. El Salmista escribió: “Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus
manos” (Samos 19:1). También el Apóstol Pablo declaró: “Las cosas invisibles de Él, su eterno poder y
deidad, se hacen visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas
hechas” (Romanos 1:20).
Para los antitrinitarios no hay problema en aceptar la divinidad de Dios y reconocen la soberanía de Dios
y su poder y eterna existencia; así que aceptan sin ningún cuestionamiento las evidencias tanto en
Sagrada Escritura como la revelación de Dios en la naturaleza. El problema está en aceptar la existencia
de un Dios triuno compuesto de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.
b) La Deidad Plena y Eterna de Jesús
El problema de negar la existencia eterna de Jesús, no es nuevo en nuestros días, ya que desde el siglo II
el obispo Arrió fue negaba la naturaleza divina de Jesús y sostenía que era una apariencia de Dios o una
emanación del espíritu de Dios y que no era Dios. Más tarde Anastasio de Alejandría tratando de
contrarrestar la doctrina arriana, sostenía que Cristo no era una apariencia de Dios, sino que era el Hijo
de Dios creado por Dios en algún momento de la eternidad.
«Dios no siempre fue Padre» – nos dice Anastasio – sino que «hubo un tiempo en que Dios estaba solo y
aún no era Padre, pero después se convirtió en Padre […] El Hijo no existió siempre”; pues, así como
todas las cosas se hicieron de la nada, y todas las criaturas y obras existentes fueron hechas, también la
Palabra de Dios misma fue «hecha de la nada» y «hubo un tiempo en que no existió» y «Él no existió
antes de su origen», sino que Él y otros «tuvo un origen de creación». Pues Dios, dice, «estaba solo, y la
Palabra aún no era, ni tampoco la Sabiduría. Entonces, al desear darnos forma, Él hizo a cierto ser y lo
llamó Palabra, Sabiduría e Hijo, para que pudiera darnos forma por medio de Él» (Atanasio de
Alejandría, Primer discurso contra los arrianos,  www.Wikipedia.org)
La Sagrada Escritura da evidencia de la deidad eterna de Cristo. Los escritores del Nuevo Testamento
establecen sin ambigüedad que el Jehová del Antiguo Testamento es el Jesús del Nuevo Testamento, y
la evidencia más contundente que tenemos es el Evangelio de Juan. Juan no solamente establece que
Jesús coexistió eternamente con Dios sino que refiere también que Jesús es el Hijo de Dios. El pasaje
más citado para demostrar la deidad plena de Jesús es Juan 1:1: “El verbo era Dios” y Juan 8:58: “Jesús
les dijo: De cierto de Cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy”. En este último texto el mismo
Jesús estaba aplicando s su Persona Éxodo 3:14. El era el Dios del Éxodo.
En la Epístola a Tito capítulo 2:11-14 tenemos otra evidencia de la plena deidad de Cristo cuando el
Apóstol afirma: “La manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y salvador Jesucristo”. Pablo afirma sin
ambigüedad que Cristo no solamente es nuestro Salvador sino que también nuestro Dios, confirmando
así su eterna deidad.  En Romanos 9:5 el Apóstol vuelve a afirmar que Cristo vino como el “Dios sobre
todas las cosas, bendito por los siglos”.
En Colosenses 2:9 nos dice también: “Porque en El habita corporalmente toda la plenitud de la deidad”.
En la iglesia de los Colosenses existía un grupo de herejes que ponía en tela de juicio la deidad de Jesús
y por eso el Apóstol trata de demostrar la deidad plena y eterna de Jesús. Así que no es algo nuevo
cuando en nuestro día nos enfrentamos a hermanos que niegan la existencia eterna de Jesús y su
deidad. Tenemos otra evidencia bastante fuerte y contundente de la plena deidad de Cristo es Filipenses
2: 5-7: “Haya, pues, en vosotros este mismo sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en
forma de Dios, no estimo el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse”.
Cuando Pablo habla de que Cristo como “siendo en forma de Dios” (griego Morfe) resalta con ellos todas
las características esenciales y los  atributos de Dios. Cualquier forma que esta manifestación hubiera
podido tomar fue poseída por Cristo, quien de esta manera existió como uno con el Padre. Esto coloca a
Cristo en igualdad con el Padre (Véase Comentario bíblico adventista, tomo 7, p. 160).
Otra evidencia de la deidad plena de Jesús, la encontramos en la comparación que hace el autor de la
Epístola a los Hebreos en el capítulo 7  en relación con el sacerdocio de Melquisedec y el sacerdocio de
Cristo.  El escritor ve a Melquisedec como un tipo de Cristo. La Escritura llama a este antiguo sacerdote:
“Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, rey de paz” (Hebreos 7:2). Melquisedec fue sin padre y
sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida. Por esta razón Melquisedec llega a
ser un tipo de Cristo, “sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec”.
“Por su humanidad, Cristo tocaba a la humanidad; por su divinidad, se asía del trono de Dios. Como hijo
del hombre, nos dio un ejemplo de obediencia; como hijo de Dios, nos  imparte poder para obedecer. Fue
Cristo quien hablo a Moisés desde la zarza del monte Horeb, diciendo: Yo Soy El, Que SOY, así dirás a
los hijos de Israel” (White, El Deseado de todas las gentes, p.16)
Todas estas evidencias tanto bíblica como extra bíblica, nos muestran que Jesús no era una semideidad
como suponían en el siglo II algunos teólogos; y como tratan mucho de sostener en nuestros días. Para el
lector sincero que busca la verdad, como el siervo brama por la corriente de las aguas, debe entender que
si Jesús no hubiese sido Dios su papel en el Plan de Salvación no tuviera eficacia en la salvación del ser
humano.
En esta parte podemos concluir afirmando que: la Trinidad, comprende al Padre Eterno, un ser personal y
espiritual, omnipresente, omnisciente, infinito en sabiduría y amor; al Señor Jesucristo, (dado a conocer
en el contexto del Plan de Redención como) el Hijo del Padre Eterno, por medio del cual fueron creadas
todas las cosas y por quien se lleva a cabo la salvación de la humanidad; y al Espíritu Santo, la tercera
Persona de la Divinidad, el gran poder regenerador en la obra de la redención.
c) La personalidad y Deidad del Espíritu Santo.
Continuando con el problema que enfrentamos actualmente en nuestra iglesia, llegamos a la tercera
persona de la Trinidad: el Espíritu Santo, su deidad y personalidad. Aquí tenemos la misma dificultad con
los antitrinitario en relación a la Tercera Persona de la Trinidad. Ellos sostienen que el Espíritu Santo no
es una Persona, sino una fuerza o energía impersonal que proviene de Dios. La Biblia revela
enfáticamente que el Espíritu Santo es una Persona eterna y que forma parte de la Deidad.
“Dios el Espíritu Santo desempeñó una parte activa con el Padre y el Hijo en la creación, la encarnación y
la redención. Inspiró a los autores de las Sagradas Escrituras. Infundió poder a la vida de Cristo. Atrae y
reconviene a los seres humanos, y renueva a los que responden y los transforma a la imagen de Dios.
Enviado por el Padre y el Hijo para estar siempre con sus hijos, concede dones espirituales a la iglesia, la
capacita para dar testimonio a favor de Cristo y, en armonía con las Escrituras, la guía a toda la verdad”
(Preguntas sobre doctrina, p. 37). Esta es la posición actual de la Iglesia Adventista.
Los primeros cristianos lo consideraban como una persona: “Ha parecido bien al Espíritu Santo, y a
nosotros” (Hechos 15:28). Cristo también se refirió a El como a una persona distinta: “El me glorificará,
porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16:14).  El Espíritu Santo tiene personalidad:
contiende (Gen. 6:3), enseña (Luc. 12:12), convence (Juan 16:8), dirige los asuntos de la iglesia (Hech.
13:2), ayuda e intercede por los santos  (Rom. 8:26). Todas estas actividades no pueden ser realizadas
por un mero poder o energía despersonalizada, como si fuera un mero atributo de Dios. Solamente una
persona puede llevarlo a cabo.
La evidencia bíblica indica firmemente que el Espíritu Santo es profundamente sensible, ayudador, y una
presencia personal todopoderosa para guiar y dirigir. Una de sus principales tarea es modelarnos para
que reflejemos el carácter divino (Whidden, La Trinidad, p. 74).  El hecho de que al Espíritu se le pueda
mentir es una prueba directa de que no es una fuerza o una energía impersonal, pues solamente a las
personas se le puede mentir (Hechos 5:3-4).
Como creyentes cristianos de hoy, debemos comprender la unidad y la triplicidad de Dios, la naturaleza
del Dios inmortal. “La enseñanza general de la biblia acerca del Espíritu Santo muestra que El es
completamente Dios, no una aparición de Dios o una Espíritu subordinado como un ángel o un demonio”
(Rea, El Espíritu Santo en la Biblia, p. 41). Otra evidencia de que el Espíritu Santo es una Persona y no
una influencia o fuerza emanada de Dios la encontramos en el libro del Profeta Ezequiel, 3:24-27:
“Entonces entro el Espíritu en mí y me afirmó sobre mis pies, y me habló, y me dijo: entra, y enciérrate
dentro de tu casa. Más cuando yo te hubiese hablado, abriré tu boca, y les dirá: Así ha dicho Jehová el
Señor; el que oye , oiga y el que no quiera oír, no oiga, porque casa rebelde son”.
Elena G White nos provee algunos comentarios sobre de la personalidad del Espíritu Santo: “El Espíritu
Santo tiene personalidad, de lo contrario no podría dar testimonio a nuestro espíritu y con nuestros
espíritus de que somos hijos de Dios. Debe ser una persona divina, además, porque en caso contrario no
podría escudriñar los secretos que están ocultos en la mente de Dios” (El Evangelismo, p. 447). Para todo
buen adventista esta cita debería zanjar el asunto en cuestión.
La objeción principal que presentan los antitrinitarios está basada en la afirmación de que los pioneros de
nuestra iglesia eran antitrinitarios, y por lo tanto, la Iglesia Adventista ha entrado en estado de apostasía
al sostener una doctrina contraria.  En realidad, tanto Joseph Bates como Jaime White, según lo explica el
historiador el Dr. Knigth, eran antitrinitario. Lo mismo se puede decir de otros más. En cierta ocasión en
1846 Jaime White dijo lo siguiente refiriéndose a la doctrina de la Trinidad: “Ese viejo credo trinitario no es
bíblico”. (George R. Knigth, Nuestra Identidad, p. 129). Aunque encontramos declaraciones como esta y
otras más; E.G.W nunca expresó ninguna opinión antitrinitaria al principio del movimiento adventista ni en
los años que siguieron en la formación de la iglesia como institución.
Cabe decir, que la iglesia nunca ha creído que toda la teología que los pioneros importaron al adventista
estaba carente de error. Los antitrinitarios actuales dan la impresión de que cada palabra que los
pioneros emitieron en materia de doctrina era infalible. Nuestro credo (como lo fue el de ellos, hasta
donde pudieron comprender la verdad) lo constituye la Biblia y solo la Biblia. Cada opinión, por más
atractiva que nos parezca debe ser sometida a la veracidad de las Sagradas Escrituras, y si no resiste la
prueba, debe ser abandonada francamente. Y mientras más rápido mejor. Baste decir, que encontramos
en la Biblia y el Espíritu de Profecía evidencias claras y suficientes como para estar seguros de que la
Iglesia Adventistas, en lugar de haber apostatado (como aseguran algunos) se encuentra en terreno
solido en lo referente a la doctrina de la Trinidad. Lo mismo se puede decir de otras doctrinas cristianas. Y
esto, no puede ser objetado fácilmente si en verdad respetamos las enseñanzas bíblicas.
Siguiendo con nuestra análisis, debemos decir que después del Congreso de 1888, nuestra iglesia definió
claramente su posición en cuanto a la naturaleza divina de Cristo y definió su posición sobre la doctrina
de la Trinidad. En las asambleas Ministeriales de 1928, Le Roy E. Froom expresó lo siguiente en relación
al Espíritu Santo: “La batalla con las fuerzas del mal se hace cada vez más aguda y más siniestra. Estoy
persuadido de que hay una sola solución al problema a que hacemos frente, individual y
denominacionalmente, una sola provisión para nuestra necesidad: esa es el poder del Espíritu Santo, el
derramamiento de la lluvia tardía en nuestras vidas y en nuestro servicio” (Froom, La Venida del
Consolador, p. 11).
Bibliografía:

1. Biblia de Estudio Arco Iris, Reina-Valera 1960


2. Froom, LeRoy Edwin. La venida del Consolador. Publicaciones Interamericana, 1990.
3. El Deseado de Todas las Gentes. Florida, Buenos Aires: Aces,2006
4. Knight, George R. Nuestra Identidad: Origen y Desarrollo. Asociación Publicadora
Interamericana, 2da edición 2008.
5. Rea, John (Th.D), El Espíritu Santo en la Biblia. Florida, EE.UU. Editorial Patmos 2004
6. 28 Creencias de los Adventistas del 7mo Día. Asociación  Publicadora Interamericana, 2001
7. El Conflicto de los Siglos. Publicaciones Interamericanas. EE. UU. 2007
8. Deiros, Pablo A. La Acción del Espíritu Santo en la Historia. Editorial Caribe,1998
9. Mclver,Robert K. Mitos y Realidades Acerca de Jesús y el Cristianismo. Asociación Publicadora
Interamericana, 2007.

10.  Christianini, Armando B. Radiografía del Jehovismo.Ediciones Interamericanas, 1ra Edición 1975
11.  Preguntas Sobre Doctrina. Asociación Publicadora Interamericana, 2008
12.  Teología, Fundamentos Bíblicos de Nuestra fe, tomo 2. Asociación Publicadora Interamericana, 2005.
13.  Merlin D. Burt. Revista Ministerio. No. 6, Julio – Agosto 2009.
14.  Comentario Bíblico Adventista. Asociación Casa Editora Sudamericana. 1988. Tomo 6.
15.  El Evangelismo, Asociación casa Editora Sudamericana 1975.
16.  Hechos de los Apóstoles, Asociación Casa Editora Sudamericana 2000.
Sponsored Content

También podría gustarte