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Abel H. Schwab
Arrio, nacido entre 256-160 en Libia, fue discípulo de Luciano de Antioquía, mentor
intelectual de varios obispos llamados “colucianistas” por su generación. Su pasado es
tormentoso, había apoyado la herejía de Melecio y como diácono tuvo problemas de
disciplina con su obispo Pedro, lo cual le valió una primera excomunión. Cuando Áquila
sucede a Pedro se levanta su excomunión y es ordenado sacerdote. Nombrado por
Alejandro pastor de la iglesia portuaria de Baucalis, logró fama por su celo por las
Escrituras y cuidado pastoral. Entre 318-320 se desata el conflicto sobre la divinidad
del Hijo. Al principio se trató de un problema parroquial debido a sus prédicas, pero
pronto su doctrina se extendió a Egipto, Libia, Oriente y Asia Menor. En 320 Alejandro
celebra un sínodo local con 320 obispos de Egipto y Libia, Arrio es expulsado de
Alejandría por su doctrina y halla refugio en Nicomedia, junto a su amigo Eusebio de
Nicomedia.
La doctrina de Arrio surge a partir de las ambigüedades en las que cayeron los padres
anteriores por sostener el “subordinacionismo” (Tertuliano, Orígenes, etc.). El
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Bernard Sesboué: Historia de los Dogmas Tomo I. Madrid, Secretariado Trinitario, 2004- 179-180
subordinacionismo no era un problema para la teología anterior al s. IV porque se
trataba de una reflexión económica: se hablaba de las misiones del Hijo y del Espíritu
como subordinadas a la iniciativa del Padre. Pero en el s. IV con sus categorías, éste
planteo daba mucho para la reflexión.
los testimonios evangélicos. La Biblia dice que Jesús nació “en la carne”, que
creció, sintió fatiga, hambre y sed. Los antiguos hablaban de esto como “pasiones” del
verbo, lo cual es impropio de Dios sino sólo aplicable a las creaturas. del mismo modo,
como se ve en los Evangelios, Cristo tuvo la necesidad de ser santificado por el Padre
en su bautismo para poder cumplir su misión. el esquema de Arrio es así “el verbo del
Padre, inferíos a él, preexistente a nuestro mundo y a los ángeles, pero capaz de
cambio, se unió a la carne humana, a título de instrumento, de tal manera que
desempeña en esa carne el papel de alma, a la que sustituye. Pero se conduce en forma
tan meritoria que se hizo perfecto y fue asociado a la divinidad.” Aquí se ve que Arrio
se inscribe en una teología del logos-sarx.
El texto refiere a las circunstancias históricas y las implicancias políticas del nuevo
modo de resolver dificultades en la Iglesia.
Los padres conciliares deciden agregar las siguientes fórmulas al símbolo de fe que ya
era recitado por la Iglesia:
Nicea cierra con un canon que anatematiza a quienes, como Arrio, confiesen lo
siguiente: “Hubo un tiempo en que no fue y que antes de ser engendrado no fue, y que
fue hecho de la nada, o… que dese otra hipóstasis (hypóstasis) o de otra sustancia
(ousía)”.
Lejos de acabar con la controversia, Nicea acabó por avivar sus energías. Se pueden
distinguir tres grandes fases de disputa que culminan en el Concilio de Constantinopla
(381)
Primera fase: aún durante la vida de Constantino, gran defensor del concilio, varios
Padres quitan su firma de la declaración (Eusebio de Nicomedia, Teognis de Nicea, etc).
Desde el 328, Eusebio de Nicomedia junto a arrianizantes y arrianos estrictos,
comenzaron a convencer a Constantino que la fe de Arrio representaba la mayoría de
la iglesia. El concilio de Tiro (338) terminó por reintegrar a Arrio a la comunión y
desterrando al gran defensor de Nicea: Atanasio de Alejandría. En medio de la crisis,
fallecen dos personajes importantes: Arrio (336) y Constantino (338)
Tercera fase, la escisión arriana (357-380): en 361 Juliano devuelve a todas las iglesias
la libertad religiosa, por lo que todos los obispos ortodoxos vuelven del destierro. Pero
una segunda generación arriana, presidida por Eunomio y Aecio se dedican a darle
fundamento racional al arrianismo, son llamados “eunomeos” a causa del primer líder.
En 358, el Concilio de Ancira declara que el Hijo es “homoiusios” (semejante) al Padre y
no homousios (de la misma sustancia).
“El hombre no habría sido divinizado si el Hijo no hubiera sido Dios verdadero… y
lo mismo nosotros no habríamos sido liberados del pecado y de la maldición, si la
carne revestida por el Verbo no hubiera sido una carne humana por naturaleza”
Éstos es lo que acontece en la salvación operada por el Hijo: su humanidad nos libera y
su divinidad nos eleva al Padre. para Atanasio, negar esto es rechazar la salvación.
Sobre el lenguaje de la Biblia, muestra que ella reserva para el Hijo el términos
“engendrar” (Sal 2.7, Pr 8.25) mientras que deja “hacer” para las creaturas (Gn 1.1, Jn
1.3). Con respecto a la palabra homousios ésta no es ajena a la Palabra, ya que es
sugerida por ella: sal 109.3 “de mi seno te engendré”, Jn 8.42 “ha salido de Dios”. dice
Atanasio “aunque éstas palabras no estén así en la Escritura, sí que se encuentra
realmente en ella la doctrina que expresan” (202).
Hilario, Obispo de Poitiers desde 350, fue desterrado a Frigia en 356. Ahí completa su
formación doctrinal y hace un gran aporte a la causa ortodoxa. El resumen de su
aporte es el siguiente: el misterio trinitario se ve amenazado por dos francos, el
arrianismo y el monarquianismo sabeliano. La solución a éstos problemas no está en el
homousios de Nicea porque es muy ambiguo y bien puede expresarse con la fórmula
homoiusios de los arrianos. En 369 se le permite volver a Galia, y en 361 preside el
concilio de París. En sus escritos y defensas, Hilario subraya bíblica y teológicamente la
naturaleza divina del Hijo y la distinción de las personas de la trinidad partiendo de un
concepto que considera fundamental: la relación de generación. Hilario contribuyó al
acercamiento y el diálogo entre homeusianos y homeiusianos ya que nunca utilizó
ninguno de los dos términos, mostrando que las disputas entre unos y otros se referían
más a interpretaciones del término que a cuestiones de fondo. Sobre todo ayudó a los
homeiusianos a darse cuenta que los homeusianos no eran sabelianos.
Capítulo VII
Cristología y soteriología. Éfeso y Calcedonia
(Siglos IV y V)
B. Sesboüé
La necesidad de que Jesucristo sea enteramente Dios y hombre fue y seguía siendo
en ese momento dato fundamental de la soteriología: “para que el hombre,
mezclándose con el verbo y recibiendo así la filiación adoptiva, se hiciera hijo de Dios”
(Ireneo, s. II). “Cristo se hizo hombre para que el hombre se pueda hacer Dios”
(Clemente, s. III). “Con Jesús la naturaleza divina y la naturaleza humana comenzaron a
entrelazarse” (Orígenes, s. III) “El Verbo se hizo hombre para que lleguemos a ser Dios”
(Atanasio, s. IV) “somos semejantes a Él si confesamos que Él se hizo semejante a
nosotros” (Gregorio de Niza, s. IV) “se hizo hombre para llegar a hacer hijos de Dios a
los hijos de los hombres” (Juan Crisóstomo, fines del s. IV). “Hecho partícipe de nuestra
mortal flaqueza, nos hizo particioneros de su divinidad” (Agustín, s. V).
Durante el s. XIX, autores como Harnack sostenían que en éste príodo se consolida
la llamada “teoría griega” o “física” de la salvación, según la cual la encarnación realiza
de suyo la salvación del hombre, uniendo en Cristo ambas naturalezas. Hoy en día ésta
tesis es muy discutida. Autores como Malevez (1935) mostraron que el punto era más
complejo. Gregorio de Nisa, a pesar de afirmar que en la encarnación comenzó la
divinización de la humanidad, ésta llega sólo a su climax en el acontecimiento pascual,
el cual completa lo que en la encarnación es mera primicia. Cirilo de Alejandría cree
que recién en la resurrección puede decirse de modo pleno que “Él nos contiene a
todos”. J. Gross (1938) hace un estudio que llega a conclusiones semejantes, al igual
que P. Jossua estudiando a León Magno. Sin embargo, señala Sesboué que el centro de
gravedad de la fe está más desplazado, en los Padres, a la encarnación. Obviamente lo
cual no significa que la encarnación implique de suyo la salvación del hombre, sino
condición de la misma. “La encarnación condiciona el valor salvífico de la cruz”, no en
sentido negativo sino en sentido de permitirla. Si a Cruz nos salva es porque en la Cruz
muere el Dios hecho hombre, Dios encarnado. La unión hipostática es la que permite
nuestra divinización, y la pascua tiene valor porque en ella muere y resucita el
encarnado.
Pero ¿qué tipo de hombre asumió Jesús? Para Atanasio “el alma humana, es la
copia más perfecta del lógos en el seno de ésta creación terrena, corporal”. Por ello el
Lógos se encarno para suplir la deficiencia del alma caída.
Habla de una unidad de prósopon, pero el término griego dista mucho de la noción
latina de personae, puede significar meramente una máscara de unidad.
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Apolinar abandona completamente el sentido bíblico de sarx como persona completa, afirmado por los
Padres, y lo entiende en sentido griego como meramente el cuerpo como vaso receptor del alma.
Habla de una “conjunción exacta” entre el verbo que asume y el hombre asumido.
Pero le falta la certeza alejandrina del Lógos como un único “Yo”. En su cristología no
hay lugar para la comunicación idiomática.
Cirilo le escribe una primer carta, donde le explica que “el verbo salido de Dios se
encarnó y se hizo hombre”. Le explica que la unidad de Cristo se lleva a cabo en la
hipóstasis del Verbo, “de manera que no hay más que un solo sujeto subsistente. El
Verbo asume un nuevo modo de existir y de subsistir, un modo humano. La humanidad
no pertecece para él al terreno del tener, sino al terreno del ser.” 4 María es la Madre
de Dios, porque el eterno innengendrado fue engendrado según la carne. “Es preciso
que él posea lo que es nuestro, para que nosotros poseamos lo que es Suyo”.
Nestorio responde con una carta basada en el himno de Flp 2.6-11, mostrando que la
kénosis, la humillación y el sufrimiento no son aplicados por Pablo al Verbo eterno,
sino a Cristo. Nestorio evita cuidadosamente citar Jn 1.14 “el verbo se hizo carne”
porque es jústamente lo que no cree. Su Cristología lleva a la afirmación de dos sujetos
conviviendo en Cristo.
El papa León Magno se horrorizó de esto, y organizó un sínodo local que condenó a
Eutiques. León escribió un texto sobre su doctrina, llamado el “Tomo” donde ve a
Eutiques como un nuevo doceta, y afirma la necesidad de confesar la doble solidaridad
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El lenguaje de Cirilo es similar al de Apolinar, pero de todos modos Cirilo cree fírmemente en la
existencia de un alma humana y racional en Cristo.
Cristo con Dios y con los hombres. Tras la muerte de Teodocio, el sucesor Marciano
convocó un concilio a pedido de León Magno, que se desarrolló en Calcedonia.
El Concilio de Calcedonia (451) aclamó por igual textos de Cirilo y de León. En resumen,
loq ue se cerró en Calcedonia fue lo siguiente:
Calcedonia es por excelencia el “gran” concilio cristológico, donde se cierran todos los
debates y la ortodoxia queda completa.
El monotelismo, preocupado por que no se vean a dos personas en Cristo, afirma que
Cristo posee una sóla voluntad como principio de acción: la divina. Cristo no tiene una
voluntad humana.
Máximo Confesor ataca con fuerza ésta tesis a partir de los relatos evangélicos, sobre
todo la oración de Jesús en Getsemaní (Mc 14.36). Muestra ahí como la voluntad
humana actúa en consonancia con la divina (hágase tu voluntad y no la mía).
Afirma la doble naturaleza y las dos voluntades de Cristo, para confirmar su perfecta
divinidad y humanidad.
Afirma dos voluntades o quereres y dos operaciones naturales, sin división, cambio ni
seperación. Dos voluntades, sin oponerse ni combatirse.