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“Para que el hombre, mezclándose con el verbo y recibiendo así la filiación adoptiva, se

hiciera hijo de Dios” (Ireneo, s. II). “Cristo se hizo hombre para que el hombre se pueda
hacer Dios” (Clemente, s. III). “Con Jesús la naturaleza divina y la naturaleza humana
comenzaron a entrelazarse” (Orígenes, s. III) “El Verbo se hizo hombre para que
lleguemos a ser Dios” (Atanasio, s. IV) “somos semejantes a Él si confesamos que Él se
hizo semejante a nosotros” (Gregorio de Nisa, s. IV) “se hizo hombre para llegar a hacer
hijos de Dios a los hijos de los hombres” (Juan Crisóstomo, fines del s. IV). “Hecho
partícipe de nuestra mortal flaqueza, nos hizo particioneros de su divinidad” (Agustín,
s. V).

La divinidad del Hijo, el debate teológico del siglo IV


Abel H. Schwab

El sigo IV marcó un giro importante en la reflexión cristiana. Hasta ese momento, la


teología estaba centrada en la “economía de la salvación”, pero en adelante la mirada
se concentraría cada vez más en el misterio trinitario. Con esto no debe entenderse
que la teología se haya volcado de la soteriología a la ontología, sino todo lo contrario.
Como ha señalado Sesboué, ésta opción teológica se fundaba en una convicción
soteriológica muy arraigada en el pensamiento del cristianismo helénico, y es que

de la naturaleza de Dios, de la naturaleza de su Hijo hecho Cristo, de la


naturaleza del Espíritu Santo derramado por Jesús, depende la realidad misma de
la salvación ofrecida a los hombres.1

Es decir, que la motivación sigue siendo primordialmente soteriológica.

I. LA DIVINIDAD DEL HIJO Y EL DEBATE DE NICEA.

La cuestión de la divinidad del Hijo abarca todo el s. IV. Si bien su resolución es


planteada dogmáticamente en Nicea, no sería correcto decir que se resolvió en dicho
Concilio, porque la teología tardó más de medio siglo para asumir completamente su
declaración.

1. LA CONTROVERSIA DE ARRIO Y EL CONCILIO DE NICEA

Los comienzos del conflicto, Arrio y Alejandro de Alejandría

Arrio, nacido entre 256-160 en Libia, fue discípulo de Luciano de Antioquía, mentor
intelectual de varios obispos que fueron llamados “colucianistas” por su generación. Su
pasado es tormentoso, había apoyado la herejía de Melecio y como diácono tuvo
problemas de disciplina con su obispo Pedro, lo cual le valió una primera excomunión.
Cuando Áquila sucede a Pedro se levanta su excomunión y es ordenado sacerdote.
Nombrado por Alejandro pastor de una iglesia portuaria en Baucalis, un distrito de
1
Bernard Sesboué: Historia de los Dogmas Tomo I. Madrid, Secretariado Trinitario, 2004- 179-180
Alejandría, desarrolló gran fama por sus sermones exegéticos y el tiempo dedicado al
cuidado pastoral y la visitación. Entre 318-319, Arrió desata un gran conflicto sobre la
divinidad del Hijo. Al principio, no pareció ser más que un problema parroquial, ya que
en una de sus prédicas señaló que “hubo un tiempo en que Dios no fue Padre”, lo cual
preocupó seriamente a varios hermanos de la congregación. Lamentablemente el
Obispo Alejandro no supo dimensionar la magnitud del problema, hasta el punto de
que en muy poco tiempo su doctrina se hizo popular en todo Egipto, Libia, Oriente y
Asia Menor. En 320 Alejandro celebra un sínodo local con 320 obispos de Egipto y
Libia, Arrio es expulsado de Alejandría por su doctrina y halla refugio en Nicomedia,
junto a su amigo y compañero de estudios teológicos Eusebio de Nicomedia.

El Monarquianismo, convicción fundamental de Arrio.

La doctrina de Arrio surge a partir de las ambigüedades en las que cayeron los padres
anteriores por sostener un subordinacionismo trinitario (Tertuliano, Orígenes, etc.). El
subordinacionismo no era un problema para la teología anterior al s. IV porque se
trataba de una reflexión económica: se hablaba de las misiones del Hijo y del Espíritu
como subordinadas a la iniciativa del Padre. Pero en el s. IV, con tantas categorías
filosóficas asumidas por la teología, éste planteo dejaba muchas preguntas abiertas.

El arrianismo es, en el fondo, una teología de convicción “subordinacionista” como la


de Tertuliano y Orígenes, pero llevada a su extremo por principios racionales y
exegéticos.

 Principio racional, la unidad de Dios. Dios es único, inengendrado y eterno.


Como estos atributos están indisolublemente ligados, asumir la eternidad del verbo
implica romper con la unidad de Dios. Por ello Arrio dice que el verbo es creado por el
Padre (“hubo un tiempo en que Dios no fue Padre”). Esto no significa que el Hijo halla
sido creado en el tiempo cósmico, sino “antes de los signos… en la duración de los
seres ininteligibles”. engendrado antes de los siglos, el verbo de Arrio no se diferencia
mucho de los aiones gnósticos. Arrio se fundamenta, entre otros pasajes bíblicos, en
Prov 8.22 “el Señor me creó al principio de sus tareas”. El verbo es una criatura tan
maravillosa que podríamos llegar a llamarlo Dios, pero sólo “Dios hecho”, porque es
una creatura.
 Principio “exegético”, los testimonios evangélicos. La Biblia dice que Jesús nació
“en la carne”, que creció, sintió fatiga, hambre y sed. Los antiguos hablaban de esto
como “pasiones” del verbo, lo cual es impropio de Dios sino sólo aplicable a las
creaturas. del mismo modo, como se ve en los Evangelios, Cristo tuvo la necesidad de
ser santificado por el Padre en su bautismo para poder cumplir su misión. el esquema
de Arrio es así

el verbo del Padre, inferíor a él, preexistente a nuestro mundo y a los ángeles,
pero capaz de cambio, se unió a la carne humana, a título de instrumento, de tal
manera que desempeña en esa carne el papel de alma, a la que sustituye. Pero se
conduce en forma tan meritoria que se hizo perfecto y fue asociado a la
divinidad.” Aquí se ve que Arrio se inscribe en una teología del logos-sarx.2

La “definición” de Nicea: los añadidos al símbolo de fe.

Los padres conciliares, luego de anatematizar las doctrinas de Arrio y confirmar su


excomunión, deciden agregar las siguientes fórmulas al símbolo de fe que ya era
recitado por la Iglesia:

 de la sustancia del Padre: si bien sustancia no es un término bíblico, tiene


connotaciones joánicas (Jn 1.18). El concilio lo introdujo para aclarar de que
modo es engendrado el Hijo. Se trata de una verdadera generación “según la
sustancia del que lo engendra”.3
 Engendrado, no hecho (gennèthenta, ou poièthenta): se precisa que el Hijo no
es producido por creación (como las creaturas) sino por generación (Jn 1.14). Si
vien se trata de una cláusula un tanto ambigua, sirvió para silenciar a Arrio,
quien colocaba al Hijo sin más entre los seres creados.
 Consustancial al Padre: éste concepto se convertirá en el “símbolo de Nicea”,
ya que establece que la sustancia de Dios y la del Hijo son la misma, por lo cual
se llega claramente a la divinidad del segundo.

Nicea cierra con un canon que anatematiza a quienes, como Arrio, confiesen lo
siguiente: “Hubo un tiempo en que no fue y que antes de ser engendrado no fue, y que
fue hecho de la nada, o… que dese otra hipóstasis (hypóstasis) o de otra sustancia
(ousía)”.

El “giro” de Nicea, acontecimiento dogmático

Nicea constituye el acta de nacimiento del lenguaje dogmático de la iglesia. Se trata de


una helenización consciente de la teología cristiana. Lo cual significa para muchos que
“en el santuario de la confesión de la fe se había introducido el caballo de Troya de la
filosofía”.4 Lo que unos ven como malo, Sesboüé lo mira desde dos paradojas positivas:

 el ingreso de nuevo lenguaje muestra que la Palabra viva no se queda


estancada, intocable, en el marco del idioma y la cosmovisión en la que fue
originalmente revelada. Sino que tiene el poder de encarnarse en otras culturas
y otros lenguajes.
 La “helenización” del lenguaje de la iglesia sirve, más que nada, para la “des-
helenización” del mismo. Es decir, se utiliza el mismo lenguaje de Arrio para
defender la fe bíblica, con lo cual se desanda su concepción helénica de Dios.

2
Ídem
3
Ídem. 195
4
Ídem, 195 (comentando las opiniones de algunos Padres conciliares)
2. LA CRISIS POSTERIOR AL CONCILIO DE NICEA

a. Nacimiento y desarrollo de la controversia

Lejos de acabar con la controversia, Nicea acabó por avivar sus energías. Se pueden
distinguir tres grandes fases de disputa que culminan en el Concilio de Constantinopla
(381)

Primera fase: durante la vida de Constantino, gran defensor del Concilio, varios Padres
quitan su firma de la declaración (Eusebio de Nicomedia, Teognis de Nicea, etc). Desde
el 328, Eusebio de Nicomedia junto a arrianizantes, partidarios del homoiusios y
arrianos estrictos, defensores del hererousios, comenzaron a convencer a Constantino
que la fe de Arrio representaba la mayoría de la iglesia. El concilio de Tiro (338),
basándose en una declaración de fe ambigua y superficial, terminó por reintegrar a
Arrio a la comunión y desterrando al gran defensor de Nicea: Atanasio de Alejandría.
En medio de la crisis, fallecen dos personajes importantes: Arrio (336) y Constantino
(338)

Segunda fase, bajo Constancio y Constante (337-261): el arrianismo crece en Oriente y


la ortodoxia en Occidente. Cuando muere Constante (350) Constancio se dedica a
reunificar el imperio, y utiliza la causa arriana como factor religioso-político de
unificación. En 360 la victoria arriana parece total.

Tercera fase, la escisión arriana (357-380): en 361 Juliano devuelve a todas las iglesias
la libertad religiosa, por lo que todos los obispos ortodoxos vuelven del destierro. Pero
una segunda generación arriana, presidida por Eunomio y Aecio se dedican a darle
fundamento racional al arrianismo, son llamados “eunomeos” a causa del primer líder.
En 358, el Concilio de Ancira declara que el Hijo es “homoiusios” (semejante) al Padre y
no homousios (de la misma sustancia).

b. Atanasio, el defensor incansable de Nicea

Atanasio era apenas diácono de Alejandro de Alejandría cuando participó del concilio
de Nicea, habia nacido cuarenta años después de Arrio. En 335 es desterrado a
Tréveris por el Concilio de Tiro, pero es ahí donde tiene oportunidad de profundizar
sus convicciones ortodoxas. Escribe sus “tratados contra los Arrianos” (338-350). En el
primer tratado, defiende la eternidad, generación e inmutabilidad del Hijo, tres
verdades negadas por los arrianos. En el segundo, se dedica a hacer una larga exégesis
bíblica de los pasajes más problemáticos (Prov. 8.22, Hch 2.36, Heb 3.2). Atanasio se
atreve a decir “Arrio me ha robado a mi salvador”, ya que:

El hombre no habría sido divinizado si el Hijo no hubiera sido Dios verdadero… y


lo mismo nosotros no habríamos sido liberados del pecado y de la maldición, si la
carne revestida por el Verbo no hubiera sido una carne humana por naturaleza
Éstos es lo que acontece en la salvación operada por el Hijo: su humanidad nos libera y
su divinidad nos eleva al Padre. para Atanasio, negar esto es rechazar la salvación.

Sobre el lenguaje de la Biblia, muestra que ella reserva para el Hijo el términos
“engendrar” (Sal 2.7, Pr 8.25, Jn 1.14) mientras que deja “hacer” para las creaturas (Gn
1.1, Jn 1.3). Con respecto a la palabra homousios señala que no es ajena a las
Escrituras, ya que es sugerida por el Salmo 109.3 “de mi seno te engendré”, y Juan 8.42
“ha salido de Dios”. dice Atanasio “aunque éstas palabras no estén así en la Escritura,
sí que se encuentra realmente en ella la doctrina que expresan”.

c. La contribución de Hilario de Poitiers

Hilario, Obispo de Poitiers desde 350, fue desterrado a Frigia en 356. Ahí completa su
formación doctrinal y hace un gran aporte a la causa ortodoxa. El resumen de su
aporte es el siguiente: el misterio trinitario se ve amenazado por dos francos, el
arrianismo y el modalismo sabeliano. La solución a éstos problemas no está en el
homousios de Nicea porque es muy ambiguo y bien puede expresarse con la fórmula
homoiusios de los arrianos. En 369 se le permite volver a Galia, y en 361 preside el
concilio de París. En sus escritos y defensas, Hilario subraya bíblica y teológicamente la
naturaleza divina del Hijo y la distinción de las personas de la trinidad partiendo de un
concepto que considera fundamental: la relación de generación. Hilario contribuyó al
acercamiento y el diálogo entre homeusianos y homeiusianos ya que nunca utilizó
ninguno de los dos términos, mostrando que las disputas entre unos y otros se referían
más a interpretaciones del término que a cuestiones de fondo. Sobre todo ayudó a los
homeiusianos a darse cuenta que los homeusianos no eran sabelianos.

Al finalizar el siglo IV, la contribución de Atanasio e Hilario hace que en todo el mundo
cristiano, tanto occidental como oriental, la fe de Nicea sea considerada como la
verdadera doctrina de la Iglesia. El homousios terminó por ser aceptado cuando se
disciparon los temores de sabelianismo, y la verdadera Humanidad y Divinidad de
Cristo llegó a ser afirmada por todos los líderes y teólogos de la Iglesia.

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