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RE VI STA I M AGE N Y COM UNICACIÓN - OCT UBRE 2019 15

SER SOCIALMENTE
RESPONSABLES
La mirada transversal
de la empresa

Han transcurrido aproximadamente


25 años desde que el concepto
contemporáneo de responsabilidad
social comenzó a entrar, a nivel global,
en la agenda de las empresas y en el
mainstream (en español, la “corriente
central” de discusiones públicas). En
América Latina, y en particular en Perú,
el término actual es más joven, empezó a
difundirse alrededor del año 2005.

Escribe:
Rosario Sheen
@Charosheen
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Las definiciones universales de mayor autoridad


(y las más aceptadas) de responsabilidad social
están en la norma ISO 26000 (noviembre 2010)
y en el documento de la Comisión Europea
titulado “Estrategia renovada de la Unión Europea
sobre la responsabilidad social de las empresas”
(octubre 2011). La primera precisa que “es la
responsabilidad de las organizaciones por los
impactos que sus decisiones y actividades
ocasionan en la sociedad y el medio
ambiente, la cual deben demostrar a través de
un comportamiento ético y transparente”.
La Comisión Europea la describe en forma más
puntual y contundente: “es la responsabilidad de
las empresas por sus impactos en la sociedad”,
es decir, de todos los que emerjan de sus
operaciones.

La ISO 26000 vincula directamente la


responsabilidad social con la sostenibilidad en
el siglo 21 y los tres factores que la conforman:
el ambiental, el social y la gobernanza, o ASG
(la ética y la transparencia son la piedra angular
de la gobernanza, como leímos en el artículo
“La importancia de invertir en la gobernanza”,
en la edición de abril 2019 de la revista). Ambas
definiciones destacan la conexión entre el
desempeño de las empresas y el desarrollo
sostenible.

Si las empresas, de cualquier tamaño, no están


conscientes de cómo impactan en la sociedad
(además de su inmenso aporte al mover la
economía y generar empleo) creerán que su
responsabilidad se circunscribe a entregar un
buen producto al cliente y cuidar sus finanzas y
sus marcas. No podrán identificar los impactos
integrales del negocio (que no se restringen a un
área o a un conjunto de operaciones); tampoco
podrán adoptar las medidas para reducir o
revertir los impactos negativos en forma efectiva
y proactiva, no reactivamente cuando le estallan
los problemas (ola de quejas, denuncias públicas,
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pérdidas de clientes, accidentes en el centro de


trabajo, sanciones de las instancias reguladoras,
etc.). Menos aún las empresas podrán concebir
iniciativas -alineadas con su negocio- para
atender las necesidades de las comunidades o
vecindades o para proteger el medio ambiente
Si las empresas, de local.
cualquier tamaño, no están Los dos conceptos expresan la relación, cada
conscientes de cómo vez más interdependiente, entre el binomio
impactan en la sociedad mercado-sociedad. Ahora la responsabilidad de
las empresas no se limita a atender las exigencias
(además de su inmenso y expectativas naturales de sus dueños o de los
aporte al mover la economía accionistas (el llamado deber fiduciario), ni solo a
y generar empleo) creerán asegurar las ganancias del negocio o contribuir
a que los mercados crezcan y se diversifiquen.
que su responsabilidad se “La manera en que se nos ha alentado a pensar
circunscribe a entregar un en los negocios ya no es la apropiada, si es que
buen producto al cliente y alguna vez lo fue. El siglo 21 es muy complejo e
incierto como para que las empresas se focalicen
cuidar sus finanzas y sus en maximizar las ganancias cada trimestre y
marcas. crean que con ello les irá muy bien”, afirman
los investigadores Freeman y Helms* (Edward
Freeman fue quien, en 1994, desarrolló la Teoría
de los Stakeholders).

La responsabilidad empresarial abarca al mismo


tiempo a la sociedad, donde las personas
reciben los impactos (buenos, malos y feos) de
los negocios; donde la gente que menos tiene
es la que siente más los efectos de las empresas
que ponen en primer, segundo y tercer lugar los

* Freeman E. y Helms, H. “The Social Responsibility of Business is to create value for stakeholders”, en Sloan
Management Review, MIT. Enero 2018
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intereses de los accionistas; donde los efectos


del deterioro ambiental golpean en la salud,
especialmente de los más pobres; donde los que “La manera en que se nos
menos recursos poseen son los que más alto ha alentado a pensar en
pagan por las consecuencias de la corrupción. Y
los negocios ya no es la
-no menos importante- donde están los actuales
y potenciales clientes de las empresas, así como apropiada, si es que alguna
sus seguidores y sus más fuertes críticos. vez lo fue. El siglo 21 es muy
complejo e incierto como
Nunca más evidente que en la actualidad la
expresión “No puede haber empresas prósperas para que las empresas se
en sociedades enfermas”. La insurrección focalicen en maximizar las
social que ha ocurrido en Chile y las millonarias
ganancias cada trimestre
pérdidas que ha ocasionado en los negocios es
un clarísimo ejemplo de esto. Enferma no está una y crean que con ello les
sociedad solo porque la salud de sus habitantes irá muy bien”, afirman los
es precaria. Lo está porque la distribución de la
investigadores Freeman y
riqueza que genera el mercado ha favorecido
principalmente a “los de arriba” y muy poco a “los Helms
de abajo”. Lo siente cuando observa que solo la
minoría de la población puede costear una buena
educación, obtener un buen trabajo y así un buen
salario, y salir adelante. Si continua este ciclo de
oportunidades accesibles solo para algunos, se
reducirá el número de compradores (que puedan
comprar de todo, no solo productos y servicios
de primera necesidad), y no habrá clientes para
todas las empresas. Sin compradores y clientes,
los negocios apenas sobreviven y después
desaparecen.

Los continuos ejemplos de la conexión entre


mercado y sociedad, y de la importancia de las
empresas en el libre mercado que cuenten con un
propósito paralelo al de hacer dinero, ha llevado
a la aparición del capitalismo consciente, filosofía
promovida por John Mackey y Raj Sisodia. Pero
esto será para otra discusión.
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La responsabilidad social no es un gasto

El rol que las empresas pueden tener en el progreso


de la sociedad y en la creación de mercados cada vez
más equitativos, es vasto y recién está comenzando
a comprenderse. Una alta mayoría de empresas aún
piensa que son socialmente responsables cuando
ofrecen ayuda social a las comunidades empobrecidas,
cuando obsequian algo o auspician eventos que la
comunidad les solicita, cuando realizan actividades
anuales en favor del medio ambiente o de alguna
campaña pública, o cuando se suman a alguna causa
social. Y consideran que este interés en la asistencia
social les mejorará su imagen pública. Ayudar a los mas
necesitados es incuestionablemente loable, ejemplar y
debe continuar. Pero ¿qué ocurriría si las finanzas de
una empresa se deterioran? Obviamente tiene que
suspender los gastos que no son imprescindibles
para el negocio, por ejemplo, la ayuda social. Con esta
decisión, le dirá adiós a la imagen que aspiraba ante la
comunidad. Es el riesgo de atar estas acciones con la
mejora de la imagen corporativa.

El enfoque actual de la responsabilidad social no


plantea que esta sea un gasto para la empresa sino un
nuevo modo de hacer negocio que esté incrustado
en todos los procesos de la empresa, en cada una de
sus áreas, niveles jerárquicos, oficinas, sucursales. Al
estar insertado en toda la organización y en el corazón
del negocio, la empresa no tiene que hacer gastos
para ser socialmente responsable, porque que sus
buenas prácticas en el día a día (como fabricante de un
producto o prestador de un servicio, como empleador,
como cliente de sus proveedores, como vecino de
su comunidad) responden tanto a su necesidad de
competir en el mercado como a su compromiso por
hacer las cosas siempre en forma correcta. Esa es su
carta de presentación para diferenciarse en el mercado
y ser respetada en la sociedad. Y estas credenciales
reverberan por sí solas afuera. Son la mejor garantía de
una sólida imagen.
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Exhibir esas prácticas presupone que la


empresa invierte en todo lo que le da valor
(comenzando por contratar al capital humano
correcto, especialmente a las personas que
gerencian el negocio y son ejemplo para los
otros empleados), en todo aquello que la hace
innovar y competir jugando limpiamente, en todo
lo que le ayuda a reducir sus costos operativos
no solo coyunturalmente sino en el largo plazo,
en los mecanismos con los que pueda anticipar
riesgos de conductas antiéticas y sancione los
actos indebidos antes de enfrentar el escándalo,
y en todo aquello que requiere para cumplir
como un buen vecino en su comunidad. Es decir,
las empresas que actúan de esa forma no tienen
que esforzarse ni gastar para ser socialmente
responsables.

El marco global para la responsabilidad


social

En enero 1999, el entonces Secretario General


de las Naciones Unidas (ONU), Kofi Annan,
anunció su iniciativa “Pacto Global”, dirigida a
las empresas del mundo, donde se delinean 10
principios para que las empresas contribuyan al
El enfoque actual de la desarrollo sostenible y así amplíen a la par las
responsabilidad social no oportunidades para expandir los mercados con
visión a largo plazo. Los principios reflejan los
plantea que esta sea un factores ASG de la sostenibilidad. Fue la primera
gasto para la empresa sino carta para el nuevo siglo que exponía el nexo
un nuevo modo de hacer directo entre la sostenibilidad y el rol del sector
corporativo.
negocio que esté incrustado
en todos los procesos de la La iniciativa, de adhesión voluntaria de las
empresa, en cada una de sus empresas (y ahora también de organizaciones
sin fines de lucro) se ha convertido en un área
áreas, niveles jerárquicos, de trabajo de la ONU y en una instancia global de
oficinas, sucursales discusión para las empresas y las instituciones
que impulsan el tema y que representan a la
sociedad civil. Las organizaciones que suscriben
el Pacto se comprometen a presentar cada año
a la ONU un reporte con sus avances en los
ámbitos ASG.
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El Pacto Global de la ONU fue el referente y el


impulso para que en este siglo se creen iniciativas
similares y normas de gestión afines al desarrollo
sostenible y para encausar a las empresas hacia Exhibir esas prácticas
su propia sostenibilidad. presupone que la empresa
A los pocos meses de anunciado el Pacto,
invierte en todo lo que le
la compañía que maneja el Dow Jones (el da valor (comenzando por
segundo índice bursátil más antiguo de EEUU) contratar al capital humano
creó el primer índice de sostenibilidad del
mundo, el Dow Jones Sustainability Index-
correcto, especialmente a
DJSI, que monitorea el desempeño ASG de las las personas que gerencian
corporaciones que cotizan en la Bolsa. El DJSI el negocio y son ejemplo
sigue vigente, por supuesto, y es una vitrina para
atraer a los inversionistas.
para los otros empleados),
en todo aquello que la hace
En 2006, la ONU lanzó una nueva iniciativa: innovar y competir jugando
los Principios de Inversión Responsables-
PRI, que animan a los inversionistas a renovar
limpiamente,
sus estrategias de inversión mediante el uso de
criterios no solo financieros sino criterios ASG.
La ONU da tres razones concretas por las cuales
apostar por la inversión responsable: “Existe un
creciente reconocimiento de que las variables
ASG ayudan a manejar los riesgos y tienen
efectos positivos en el retorno sobre la inversión
(el ROI de las finanzas); las regulaciones [globales
y nacionales] orientan ahora a considerar los
factores ASG como parte del deber fiduciario
de los inversionistas; hay una mayor demanda
de las empresas que invierten por una mayor
transparencia sobre cómo se está usando su
dinero” (www.unpri.org).
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El PRI es un mecanismo de gestión de riesgos


financieros, no solo un llamado a la acción. Tiene
a la fecha más de 2500 compañías de inversión
signatarias.

En junio 2011, el Consejo de Derechos


Humanos de la ONU aprobó los
Principios Rectores sobre Empresas
y Derechos Humanos. Son 31
principios creados para guiar a las
organizaciones (de cualquier tamaño
y sector) en su responsabilidad de
prevenir, abordar y poner solución a
los abusos de los derechos humanos
cometidos durante sus operaciones.
Esta guía ayuda a las empresas a tomar
conciencia sobre la necesidad de
monitorear sus actividades en todas
sus áreas, filiales o fábricas, y observar
si ellas colisionan con los derechos
de los trabajadores. Con una buena
orientación, las compañías, por ejemplo,
pueden solicitar a terceros, realizar
auditorías sociales para identificar
y corregir situaciones de abuso,
incluyendo el acoso, antes de que éstas
escalen y se conviertan en escándalos
públicos. Esto es más necesario en las empresas
cuyas cadenas de suministros están alejadas de
sus sedes administrativas y por lo que es más fácil
voltear la vista y pretender que allí todo funciona
bien.

En línea con la definición de “la empresa es


responsable por todos los impactos que causan
sus operaciones”, lo que suceda en los centros
proveedores es de responsabilidad de la empresa
cliente, y ésta tiene que asumirla. El caso de la
tragedia de Rana Plaza (Daca, Bangladesh)
es un ejemplo del alto precio que pagan las
compañías si subestiman lo que ocurre en sus
cadenas de suministro. En abril 2013, colapsó allí
un edificio donde laboraban miles de personas
en condiciones muy precarias, confeccionando
prendas textiles para exclusivas marcas de ropa
norteamericanas y europeas.
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El derrumbe sepultó a 1134 personas y dejó


heridas a casi 2500. Pocos saben los nombres
de los proveedores o del propietario del edificio,
pero el nombre de las grandes empresas dio
la vuelta al mundo, con duros comentarios
que golpearon su reputación y sus ventas. Las
reacciones de la sociedad civil ante la tragedia
no cesaron hasta conseguir la aprobación del
Acuerdo de Bangladesh sobre Seguridad de
Instalaciones, un documento de cumplimiento
obligatorio, con vigencia de cinco años, que
tuvieron que suscribir tanto los dueños de las
fábricas proveedoras como las empresas que
las contratan. Las primeras en firmar fueron las
británicas Bonmarche y Matalan y la irlandesa
Primark, cuyos confeccionistas estaban en Rana
Plaza.

El acuerdo concluyó en diciembre 2018, significó


considerables progresos en la calidad de vida
laboral en las fábricas textiles, y fue un referente
para posteriores iniciativas en la misma línea. La
más saltante es el Índice de la Transparencia
en la Moda (Fashion Transparency Index, FTI)
que clasifica a las empresas de la moda por la
transparencia en el manejo de su cadena de
suministros. Las marcas globales luchan por
aparecer en ese índice anual dado el impacto
positivo que tiene en su reputación y marcas y,
por ende, en sus ventas. El FTI 2019 está liderado
por Adidas, Reebok, Patagonia, Esprit y H&M.

Ahora las instituciones civiles que velan por los


derechos de los trabajadores de este sector
industrial están demandando un nuevo acuerdo
aún más estricto que el de Bangladesh. El
recuerdo de la tragedia no cesa y seguirá siendo
un punto central en las conversaciones en las
redes sociales y los debates públicos sobre
los derechos humanos en el trabajo. Más retos
para las empresas del sector confecciones y
moda para responder en forma efectiva a las
expectativas sociales y así se eviten una o más
crisis.
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Los Objetivos de Desarrollo Sostenible

Si el sector corporativo tiene interrogantes sobre personas y el medioambiente y mediante


cómo alejarse de la responsabilidad social nuevos productos y servicios que
“reactiva” y alinear su enfoque de responsabilidad promuevan el desarrollo sostenible, las
social con el desarrollo sostenible, desde empresas pueden obtener beneficios para
setiembre 2015 tiene un marco actualizado para sí mismas y para los mercados de los que
hacerlo. En ese mes, Naciones Unidas presentó dependen”, asevera el reciente estudio del
al mundo una nueva iniciativa para comprometer Pacto Global titulado “Integrando los ODS
a los tres actores en los Estados -gobierno, en los informes corporativos” (Junio 2019).
empresas y las organizaciones de la sociedad
civil- a avanzar en la sostenibilidad: la Agenda “Se prevé que los ODS generarán ahorros
2030 para el Desarrollo Sostenible, más conocida e ingresos a las empresas por un importe
como los Objetivos de Desarrollo Sostenible, superior a 12 mil millones de dólares para
ODS. el 2030”, según el informe 2017 “Better
Business, Better World” de la Comisión
Son 17 objetivos que en esencia abordan las para los Negocios y el Desarrollo
externalidades (impactos externos) de los Sostenible, organización privada creada
negocios. No mencionan de modo explícito el en 2016.
factor G de la sostenibilidad, pero se infiere que
la gobernanza es la vía que permite hacer una
honesta auto-revisión de las externalidades de la
empresa y lograr avances concretos en materia
social y ambiental. Cada ODS tiene metas
específicas (o targets). Si bien los ODS
no son jurídicamente obligatorios,
en total son 169 metas que los
Estados deben cumplir al año
2030.

“El sector privado


desempeña un papel
fundamental a la hora de
ofrecer soluciones que
contribuyan a reducir la
pobreza, la desigualdad,
la inestabilidad y el estrés
ambiental, además
de generar nuevas
oportunidades de
negocio… Al identificar y
mitigar los riesgos para las
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Peru figura en el puesto 51 de 162 países en el


Informe del Índice y Tablero de los ODS
2019 (SDG Index and Dashboards Report 2019)
un reporte que elaboran la fundación alemana “Se prevé que los ODS
Bertelsmann Sitfung y la Red de Soluciones para
el Desarrollo Sostenible de la ONU, y que evalúa generarán ahorros e ingresos
a los Estados en función al cumplimiento de las a las empresas por un
metas de los ODS. Dinamarca, Suecia, Finlandia, importe superior a 12 mil
Francia y Austria encabezan, en este orden, el
Índice 2019. millones de dólares para
el 2030”, según el informe
Perú exhibe los mejores avances en los objetivos 2017 “Better Business, Better
N°13 (acción por el clima) donde obtiene 93
puntos sobre 100; N° 4 (educación de calidad) World” de la Comisión para
y N° 1 (erradicación de la pobreza). Los de más los Negocios y el Desarrollo
bajo desempeño son el objetivo N° 9 (industria, Sostenible, organización
innovación e infraestructura) en el que alcanza
32.9 puntos sobre 100, y el N° 10 (reducción de privada creada en 2016.
las desigualdades), donde llega a 41.8 puntos
sobre 100.

La entidad peruana encargada de recopilar,


hacer seguimiento y reportar los avances en
los ODS es el Instituto Nacional de Estadística e
Informática. Uno de los retos en este trabajo es
el diseño de indicadores nacionales de medición
de los progresos, un proceso que sigue en curso
en este organismo.

Las iniciativas para enrumbar el trabajo de


las empresas y los gobiernos por la ruta de la
sostenibilidad han proseguido por
supuesto después del lanzamiento
de los ODS. En setiembre último,
la ONU oficializó el lanzamiento
de los Principios para la Banca
Responsable, un acuerdo entre el
Programa de Naciones Unidas para el
Medio Ambiente y el sector financiero
internacional. Precursora de esta
iniciativa es la Alianza Global para
una Banca con Valores (Global
Alliance for Banking on Values, GABV)
red independiente fundada en 2009 y
compuesta, a mayo de 2019, por 55
instituciones financieras del mundo,
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entre bancos, cooperativas y empresas de las


microfinanzas. Ella busca cambiar el sistema de la
banca, de manera que sea más transparente para
sus stakeholders y propugne la sostenibilidad
económica, social y ambiental (www.gabv.org).
El pionero en banca ética y sostenible mundial
es uno de sus miembros, Triodos Bank, fundado
en 1980 en Holanda, y con sedes en otros cinco
países europeos.

Nuevas normas de gestión globales afines a


los factores de la sostenibilidad también han
sido elaboradas (o actualizadas) y publicadas
en el último decenio. Mencionemos entre ellas
a las normas: SA 8000 (versión 2014) sobre
calidad de vida laboral; ISO 45001 sobre salud
y seguridad en el trabajo; ISO 37001 sobre
sistemas de gestión antisoborno; ISO 51000
sobre gestión de la energía; ISO 20400 sobre
compras sostenibles; ISO 20121 sobre gestión
sostenible de eventos; la norma británica AA
1000 sobre rendición de cuentas (versión 2018);
y la norma española SGE 21 sobre sistemas de
gestión ética.

Con este amplio marco rector y normativo


relacionado con la sostenibilidad, las empresas
tienen las oportunidades a la mano para fortalecer
e innovar sus estrategias de negocio y ajustar sus
planes de responsabilidad social, haciendo que
vayan por el mismo carril del negocio. No hay
razón para que sigan gastando en mejorar su
imagen a través de acciones que, si bien llevan
buenas intenciones, son coyunturales o sirven
para “apagar incendios” o para disminuir la ira de
la gente en las redes sociales, pero no se adhieren
al enfoque sostenible ni están incrustadas con
esta visión en el ethos de la compañía.

Cuando las empresas se den cuenta de que


hacer dinero (un objetivo legítimo) es solo un
medio para conseguir un fin ulterior donde todos
ganen, estarán en capacidad de aportar en forma
más certera y sostenida a una sociedad cada
vez más saludable, con menos conflictos, con
consumidores con mayor capacidad adquisitiva
y mejor informados y, por tanto, en capacidad
de asegurar para sí mismas mercados más
prósperos.

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