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El 

 acceso a la justicia, contemplado como Derecho en la


Constitución Nacional, en el artículo 229, implica el reconocimiento al derecho a
que se imparta justicia. Ello se deduce igualmente de lo establecido en el
preámbulo de la Constitución, que implica que las autoridades que administran
justicia deben garantizar la plenitud de garantías procesales a fin de obtener la
vigencia de los principios, derechos y deberes constitucionales, debiendo orientar
sus actuaciones hacia el logro del valor justicia dentro de las previsiones del
ordenamiento jurídico, así que toda persona tiene derecho a ser oída, con las
debidas garantías, en un plazo razonable, por un juez o un tribunal independiente
e imparcial. Ese derecho, efectivo y cierto de que se oigan las reclamaciones -
independiente del resultado-, debe ser garantizado por el Estado como un fin del
mismo que justifica su razón de ser y disuade las vías de hecho.

Esa es la razón de las consagraciones normativas, tanto en el Pacto Internacional


de los Derechos Civiles y Políticos de las Naciones Unidas (art. 14°) como en los
tratados de ámbito regional Convenio Europeo para la Protección de los Derechos
Humanos y de las Libertades Fundamentales (art. 6°) y la Convención Americana
sobre Derechos Humanos (art. 8°).

El modelo del Estado democrático y social de derecho implica que el acceso a la


administración de justicia, así como el derecho del debido proceso, la diligencia en
el cumplimiento de los términos procesales y el principio de la prevalencia del
derecho sustancial sobre los excesivos formalismos y la garantía que de estos
derechos se desprenden deben ser garantizados de forma plena y efectiva, dentro
del marco constitucional y legal, dado que su simple protección formal, como, por
ejemplo, su mera enunciación en una Carta de derechos sería incongruente con el
mandato de respeto de la dignidad humana, de allí entonces que el artículo 5° de
la Carta haya reconocido, sin discriminación alguna, la primacía de los derechos
inalienables de las personas dentro de los cuales se encuentra el derecho de
acceso a la administración de justicia, que conforme a las disposiciones citadas,
ha de ser garantizado de forma material y efectiva. Por ello, las condiciones de
tiempo, modo y lugar que tienden a fortalecer el acceso a la justicia han estado
presentes dentro de los procesos de reforma a la justicia.

En este sentido, el legislador, en desarrollo de lo ordenado por el literal "a" del


artículo 152 de la Constitución y en observancia de lo dispuesto en el artículo 228
ídem, expidió la Ley 270 de 1996, Estatutaria de la Administración de Justicia, en
cuyo artículo 1° dispuso que "la administración de justicia es la parte de la función
pública que cumple el Estado encargada por la Constitución Política y la ley de
hacer efectivos los derechos, obligaciones, garantías y libertades consagrados en
ellas, con el fin de realizar la convivencia social y lograr y mantener la concordia
nacional". El acceso a la administración de justicia comprende, en este orden de
ideas, la posibilidad de que cualquier persona solicite a los jueces competentes la
protección y el restablecimiento de los derechos que consagran la Constitución y
la ley, que presente sus pretensiones en las respectivas instancias judiciales, que
los órganos que administran justicia tramiten el proceso con las debidas garantías
procesales y sean efectivos en la actuación procesal, debiendo por consiguiente el
juez independiente y autónomo dar un trato igualitario a las partes, analizar las
pruebas, evitar dilaciones injustificadas, llegar a un libre convencimiento, aplicar la
Constitución y la ley, y, si resulta pertinente en el caso particular y concreto,
proclamar la vigencia y la realización de los derechos amenazados o
vulnerados dentro de los marcos legales respectivos.

La Corte Constitucional ha calificado por ello el acceso a la justicia como un


derecho fundamental, susceptible de protección jurídica inmediata a través de
mecanismos como la acción de tutela.

Por lo tanto, La justicia es la concepción que cada época y civilización tienen


acerca del bien común. Ésta, en un Estado, se manifiesta como una organización
que existe para castigar los delitos y dirimir las diferencias entre los ciudadanos de
acuerdo con las leyes.

Aunque ha habido problemas para acceder a la justicia, porque por las barreras
que encuentran. Necesitamos una administración de justicia más ágil y sencilla,
más cercana al ciudadano y que se apropie de las tecnologías de información. La
experiencia del trámite ágil y sencillo de la tutela es un buen ejemplo. Requerimos
que el sistema de justicia provea alternativas eficientes para la atención de las
personas y grupos de mayor vulnerabilidad, como víctimas de desplazamiento
forzado o personas marginadas socioeconómicamente

En Colombia es obligación del Estado proveer un servicio de justicia eficiente,


accesible, oportuno y eficaz. Esta hace que todas las personas puedan acceder al
aparato estatal de justicia y al sistema judicial por medio de la eliminación de la
congestión, la impunidad y el atraso en los procesos. Esto debe lograrse en un
proceso que incluya la ampliación de la cobertura del sistema de justicia, la
modernización de la gestión publica, la profesionalización de los empleados
oficiales y la organización de los despachos judiciales. Tiene un objetivo de
fortalecer institucionalmente tanto la justicia local y comunitaria como los
mecanismos de resolución de conflictos por medio de la promoción de formas
alternativas a la hora de dirimir diferencias y conflictos, así como mediante la
implantación de herramientas que permitan desjudicializar los conflictos y
desprofesionalizar la atención básica de éstos.

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