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Lomas de Poleo

Ciudad Juárez, Chihuahua. El 23 de julio de 2010 es un día opaco. Polvoriento. La


atmósfera en el Poleo huele a abandono. Está viciada por años de acoso en
contra de sus últimos pobladores. Las condiciones del terreno son las de un
rancho baldío y sus colindancias van más allá de las nubes entre la frontera de
Ciudad Juárez y Nuevo México. En ese cinturón, 17 familias están dispuestas a no
moverse. Aunque son pocas, su decisión de quedarse en esa tierra retrasa el reloj
de uno de los capitales más poderosos de la zona. Pertenecientes a una región
domeñada por los cálculos del dinero, los más viejos el mapo leonés no quieren
dejar el cielo azul bajo el que han vivido las últimas cuatro décadas. Pero su
decisión no es sólo un asunto de gustos. Simplemente no tienen otra parte a
donde irse. Por eso las claves de su firmeza habría que buscarlas en la voluntad
de los de abajo de adherirse inexorablemente a la existencia sin desesperarse. En
esta lucha, como en otras del país, el coraje y la paciencia han sido dos armas
eficaces usadas en la guerra de los débiles. Estos colonos del rudo norte
mexicano entendieron muy pronto quién manda en la relación entre amos y
esclavos. Durante siete años, estas familias, olvidadas en el páramo, han sacado
jugo a su condición vulnerable y con entereza han enfrentado a uno de los dioses
del progreso fronterizo. En el oeste de Ciudad Juárez, la metrópoli mexicana con
más maquiladoras en América Latina y el lugar del planeta donde más muertos ha
habido en los últimos años, por efectos de la guerra del narcotráfico, Lomas del
Poleo ha sido siempre una especie de mirador de esta frontera. Aireadas y
luminosas, marginadas y duras, sus tierras son hoy parte de una desigual disputa,
en la que sus habitantes han cargado con la peor parte. Desde el sábado 20 de
marzo de 2004, los terrenos de Lomas del Poleo -unas 380 hectáreas- quedaron
cercadas con postes de concreto y alambre de púas, en un caso inédito, al menos
para este país, en el que a sus residentes -inicialmente más de 250 familias-, se
les ha impedido el derecho al libre tránsito y la libertad de ser visitados por
familiares y amigos cercanos.
De esa fecha a esta parte, esa colonia, una de las más viejas de Ciudad Juárez,
ha sido transformada en un campo de concentración. Lomas del Poleo es ahora
un área donde Pedro Zaragoza Fuentes, uno de los hombres más ricos de Ciudad
Juárez, instituyó un Estado particular. Un espacio fáctico. Con leyes y policía
propias. Un sitio donde lo que menos importa es la vigencia del Estado de
Derecho. Pedro Zaragoza Fuentes es propietario de negocios en ambos lados de
la frontera y auspiciador de importantes firmas de bienes y raíces. Ligado a la
distribución de gas, leche y gasolina en México, este empresario quiere para el
sólo, y a toda costa, las tierras de Lomas del Poleo. Para ello se transformó en
persecutor y verdugo de familias pobres logrando ponerlas contra la pared, salvo a
aquellas que aún se resisten y que no ha podido vencerlas. Como en las más
terroríficas películas de gánsteres, hoy en una parte de Ciudad Juárez deambulan
perros de pelea cebando al miedo. Sus gruñidos y siluetas torvas recuerdan, en
plena era satelital, al rastro de segregaciones bárbaras que un día infamaron la
historia. A escasos metros de la línea divisoria con Estados Unidos, el país que
monitorea con mayor diligencia el imperio de la democracia en regiones vecinas,
la sombra de Lomas del Poleo malogra cualquier posibilidad de progreso y retrata
de cuerpo entero la psique de una parte importante de la clase empresarial
fronteriza, cuyas cabezas han adquirido en las últimas décadas relevancia, gracias
a la ubicación geográfica de sus negocios y a su relación con grupos
trasnacionales de poder.
Se sabe que Pedro Zaragoza Fuentes pertenece a la prosapia de millonarios que
desde hace varios años batea en las grandes ligas del empresariado mexicano.
En ciudad Juárez encabeza el Holding Agroindustrial Zaragoza, grupo propietario
de más de 30 empresas. Desde esta ciudad y a otras partes del país y el
extranjero, este inversionista se desplaza en dos jets privados y su sombra es
celosamente custodiada por más de 20 hombres armados. El poder de sus
negocios trasciende fronteras y lo ha insertado en el portafolio del Grupo Verde,
una poderosa agrupación binacional que aglutina a hombres ricos de Nuevo
México, Texas y Chihuahua. Zaragoza Fuentes mantiene, además, nexos en la
esfera de élite religiosa. Desde hace varios años conserva una estrecha relación
con Renato Asencio León, obispo de Ciudad Juárez, cuya iglesia recibe
donaciones de su parte. Mientras en Lomas del Poleo está ha prohibida la
introducción de pastura para alimentar los animales de crianza y se ha restringido
el ingreso de cualquier material para que los colonos reconstruyan sus casas,
después de habérselas destruido, este empresario, caritativo, cuyas obras son
ampliamente difundidas en los medios de comunicación local, a través de
inserciones pagadas, reparte comida entre pobres, crea empleos en la periferia y
ofrece becas a estudiantes de escasos recursos. Sus obras pías la realizan a
través de la fundación Pedro Zaragoza Vizcarra, una institución que lleva el
nombre de su padre y que le ha servido de pantalla para reducir el pago de
impuestos y usar dinero público en sus acciones benéficas. En el terreno de la
política, es conocido el vínculo familiar con el Secretario de la Reforma Agraria,
Abelardo Escobar Prieto, el funcionario que se ha negado a resolver el conflicto
agrario en Lomas del Poleo, desde que ocupó el cargo. En alguna de sus lujosas
residencias y otros sitios ostentosos de su propiedad, Zaragoza Fuentes ha
servido comidas suculentas para la élite política del país. Por si faltara pimienta a
esta vianda, sus cercanos saben que de sus bolsillos han salido importantes
sumas de dinero como contribución a las campañas políticas del partido de
Calderón. El recelo que infunde el apellido Zaragoza entre muchos juarenses no
proviene solamente de su poder económico. En teoría se debe a su relación con
Rafael Aguilar Guajardo, uno de los narcotraficantes más connotados de la
frontera, en la década de los ochentas. Pedro Zaragoza y Rafael Aguilar fueron
concuños. Ambos contrajeron nupcias con dos hermanas, consideradas en su
tiempo entre las mujeres más bellas de la frontera. El alter ego de la feminidad
juarense. De acuerdo a información de Proceso, una de las revistas más
prestigiadas del país, Pedro Zaragoza Fuentes y otros miembros de su clan han
sido vinculados por autoridades norteamericanas en actividades de narcotráfico y
lavado de dinero. Versiones que han sido refutadas por el empresario siempre que
algún periodista le pregunta al respecto.
El patio de Lucy Carrillo es un lugar bonito en medio de la nada. Está lleno de
flores y plantas que rodean la casa, una estructura austera de adobes y madera.
El corredor se transformó en los últimos años en un estrecho tejaban construido
con restos de materiales de todo tipo. Su vista da al oriente. Desde allí pueden
divisarse los carros que van y vienen de Santa Teresa, el puesto fronterizo entre
México y Estados Unidos, ubicado a menos de trece millas de Lomas del Poleo.
Lucy es buena para los guisos. Por eso Martín González, su esposo, construyó en
ese corredor un fogón de tierra para que su mujer cocinara. Allí Lucy prepara
gorditas de rajas con queso, de chicharrón, y de rojo, sobre todo los sábados y
domingos, los días en que la visitan sus hijas del otro lado con todo el ñieterío. El
3 de octubre de 2010, bajo ese tejaban, Artur Domoslawsky comió frijoles, nopales
y arroz con un grupo de colonos de Lomas del Poleo. Sentado a la mesa con
Martín Gabino, José Espino Castor, Carmen Quiñones, Aurelio Carranza y Martín
González, Domoslawski tomó algo de coca cola mientras escuchaba otra parte de
la vida trágica de esta frontera. Autor de una biografía polémica de R. Kapuscinski,
en la que revela algunos pasajes desconocidos de la vida y obra de su paisano,
amigo y colega, Domoslawski llegó a Ciudad Juárez atraído por la convulsión de la
guerra del narcotráfico que mantiene en vilo a México desde hace más de dos
años. Su interés por conocer de primera mano las complejidades de la realidad
latinoamericana y las reacciones del poder en el área, lo acercó a la vida de
Lomas de Poleo, cuya historia calificaría de estremecedora en un e-mail llegado a
esta frontera después de su partida.A Domoslawski le atrajo un puñado de gallinas
y guajolotes comiendo maíz en los corrales de Martín González. Atento a la piel de
la historia, el periodista registró el decorado de cada rincón de la casa y dibujó en
su libreta la dulzura de los ojos de Lucy. Tradujo también el coraje de los colonos,
cuando, sentados a su alrededor, recordaron los días en que los hombres de
Pedro Zaragoza -"armados con todo. los hijos de la chingada"-, llegaron e
invadieron Lomas del Poleo.
Descifrador incansable de la vida latinoamericana, Domoslawski no parecía un
extraño a la mirada de sus anfitriones. Con la paciencia de un antiguo artesano
que recoge tierra para levantar los restos de una casa en naufragio, el periodista
vació en su costal de apuntes toda la arena que pudo. Escuchó lo que le contó el
hijo de José Espino, quien lleva el mismo nombre de su padre y usa como éste
una cachucha beisbolera.
+-Yo tengo más de 30 años viviendo aquí -soltó José.
Oiga, ¿a poco30 años son cualquier cosa? No se pueden echar al saco de la
basura sólo porque ese señor quiere esta tierra. A chingao ¿por qué se la vamos a
dejar? Si supiera el méndigo cuánto nos costó construir nuestras casas, hacer la
escuela, hacer las calles y traer el agua. Muchos, como yo, nacimos aquí. Y aquí
queremos seguir. Espino toma aire. Las mujeres se cuidan de no poner picante al
plato de Domoslawski. Sin embargo, la tarde en el desierto huele a chile rojo.
Ahora ¿porqué sí quería estas tierras no llegó desde un principio por las buenas?
¿Por qué no habló como la gente? No. Ni madres. Nos echó a los cholos. Esos
batos hicieron lo que quisieron. Siempre andaban bien drogados. Andaban
empistolados, traían fierro, pues. Agredieron a mujeres y asustaron a los niños.
Luego llegaron los trascabos con los que tiraron las primeras casas. Eso no lo
pudimos impedir. Al terminar cada frase, José Espino se ríe. Le gusta echar
carrilla. Pero luego se pone serio. Yo soy un hombre humilde, oiga, si quiere
usted, sin escuela, sin preparación, pero entiendo que si alguien quiere algo que
no es suyo lo tiene que pedir por las buenas. Carajo, cómo un señor de mucho
dinero que, según él, ayuda a los pobres y es amigo del obispo, llegó al Poleo por
la fuerza ¿Porqué no usó buenas maneras?
Espino dice que los colonos de Lomas del Poleo son gente de paz. Que han
buscado la ley para arreglar los enredos. Señala que ellos siempre trabajaron la
tierra. Cuenta que los primeros pobladores del Poleo establecieron granjas
avícolas para vivir. Tenían chivos, vacas, caballos y aves de corral. Pero todo eso
se acabó después que llegaron los hombres de Zaragoza y forzaron a muchos
para que abandonaran sus tierras. Desde un principio Zaragoza contempló un plan
de presión para limpiar el lugar. Sabía de antemano que la autoridad estaba de su
lado. Lo primero que nos dijeron era que esas tierras no eran de nosotros. Que
pertenecían a su patrón. Llamamos a la policía, pero no nos hizo caso. Llegaban
las patrullas pero los policías no se bajaban. Veían la bronca, pero no se metían.
Siempre estuvieron a las órdenes de ellos, recuerda Martín Gabino rascándose la
cabeza, sentado frente al periodista. Fue en marzo de 2004 cuando la gente de
Zaragoza cercó la colonia. De la noche a la mañana Lomas del Poleo quedó atrás
de una barda de alambre de púas. En esas fechas un grupo de hombres se apostó
en los alrededores de un gigantesco tanque de agua. Desde allí empezaron a
vigilar el movimiento de los colonos. Cuando éstos bajaban a trabajar a la ciudad,
los cholos aprovecharon la ocasión para destruir las casas, quemar las
marraneras y tumbar los arboles. Aurelio Carranza dice que desde el inicio de la
refriega, Lomas del Poleo y sus habitantes fueron sometidos a un régimen de
vejámenes donde el encierro y aislamiento han sido de los males mayores. De su
vieja camioneta saca esa tarde una serie de papeles y recortes de periódicos
arrugados y los exhibe a los ojos del periodista. Cuenta a su manera cómo un día
a la entrada de Lomas del Poleo se instaló un enorme portón gris donde hombres
armados impiden todavía el paso a los ciudadanos de esta ciudad y esculcan
minuciosamente las pertenencias de cada una de las 17 familias que aún habitan
atrás del cerco. Nos cerraron todas las calles dice Aurelio Carranza en alusión al
día en que su colonia quedó tapiada. Nosotros pensábamos que sólo el municipio
tenía la facultad de abrir y cerrar calles, pero aquí un particular le valió madres y
nos dejó sin donde caminar. No le importó que el Instituto Federal Electoral tuviera
registrada la nomenclatura de nuestra colonia. Aunque Zaragoza dice que Lomas
del Poleo no existe, hay pruebas que lo desmienten. Mire, aquí está mi credencial
de elector. Lleva el nombre de la calle y el número de lote de la casa donde vivo,
señala.
Adentro de la colonia, atrás del cerco, según se ve desde aquí, señala hacia el sur
Martín Gabino, quedó atrapada la escuela primaria federal Alfredo Nava Sahagún.
A sus alumnos, todos menores de edad, se les acosa para evitar que entren a
clases.Acompañado por dos activistas que lo llevan hasta el cerco, Domoslawski
observa la zanja de la que le ha hablado Espino. Efectivamente, siguiendo la
dirección de la caseta de vigilancia, hacia el norte, un hoyo profundo se extiende a
lo largo del cerco. En el portón los guardias duermen la mona. Domoslawski sigue
anotando cosas en su libreta. Uno de los activistas le explica que en el portón de
entrada, hasta hace unos pocos meses, había una torre de control que fue
derribada por los propios guardias después de que la oficina central de Amnistía
Internacional, con sede en Londres, Inglaterra, lanzó al mundo, durante 2009, una
serie de alertas denunciando el cerco. Existen fotografías de niños caminando a
través de la zanja para llegar a la escuela. También hay testimonios de padres de
familia acerca de las amenazas de los guardias.
La sospechosa ineficacia de las autoridades mexicanas para remediar el conflicto
en esa área y restituir el estado de derecho en Lomas del Poleo ha obligado a sus
pobladores a recurrir a organismos internacionales de derechos humanos para
que intervengan y denuncien las atrocidades cometidas en el lugar. Desde 2009
Amnistía Internacional solicitó a autoridades mexicanas protección para los
residentes de esa área. Sin embargo, hasta la fecha, sus peticiones han sido
insuficientes, aunque el acoso ha bajado "un poco de intensidad", señala Martín
González. Los días 21 y 22 de septiembre de 2010, Amnistía Internacional se
refirió a Lomas del Poleo como "un asunto grave, donde ha existido un desalojo
forzoso de personas de bajos recursos, similar a otros sucedidos en países como
Nigeria". Esta declaración fue hecha pública por ese organismo previo a la
Cumbre Del Milenio, celebrada en Nueva York. La afirmación de AI tiene que ver
con la estrategia de tierra arrasada en ese punto de Ciudad Juárez, cuya primera
etapa cumplió con la destrucción de más de 150 casas habitación. Desde la
llegada de la gente de Pedro Zaragoza, el suplicio se instaló en el lugar. Los
perros fueron envenenados. El agua dejó de ser suficiente. El transporte púbico
desapareció. De la noche a la mañana los moradores se quedaron sin luz
eléctrica. El 15 de septiembre de 2004, los trascabos destruyeron la capilla Jesús
de Nazaret, el único espacio religioso con el que contaban los colonos. Bill Morton,
su párroco, fue presionado y literalmente echado del país. A los proveedores de
las cinco tiendas se les impidió el paso. Sus propietarios cerraron por miedo.
El 17 de agosto de 2005 se recuerda en Lomas del Poleo como un día fatídico. En
esa fecha, Luis Alberto Guerrero, uno de sus habitantes, fue brutalmente golpeado
por un grupo de hombres que actuaron bajo las órdenes de Manuel Balderas,
abogado de Pedro Zaragoza. El colono fue herido de gravedad. Murió 36 horas
después en un hospital de la ciudad. Su crimen aún sigue impune. Para esas
fechas la guerra del narco y su violencia punzante no soñaba siquiera en llegar a
la ciudad. Pero en Lomas del Poleo ya existía un sitio de excepción que casi nadie
quiso voltear a ver. Esta barbarie cobró cara la inocencia. Carmencita y
Magdaleno Cosango, dos menores de edad, fallecieron después de que un grupo
de desconocidos incendió la casa donde dormían, mientras la madre iba a dejar a
otra de sus hijas a la escuela. La autoridad determinó como origen del incendio un
corto circuito en la línea de electricidad. Esta declaración fue ridícula. Cuando
sucedió el siniestro, en Lomas del Poleo ninguna de las casas tenía luz eléctrica.
La escases de agua obligó a los primeros colonos a voltear a las granjas avícolas
y la crianza de otros animales. Nadie los molestó, salvo las inclemencias del clima
a las que fueron adaptándose en la medida en que pasaba el tiempo. La vida era
dura pero los recompensaba la tranquilidad del lugar. En pocos años los
lamapoleoneses fortalecieron el autoconsumo mientras los más jóvenes se
ocuparon en las primeras maquilas, empresas de capital extranjero, atraídas por el
gancho de los bajos salarios pagados en la frontera.
El interés de Pedro Zaragoza Fuentes sobre esas tierras no nació sino hasta que
otros inversionistas pusieron sus ojos en el lugar y empezaron la proyección de un
ambicioso corredor industrial que uniría muy cerca de allí intereses económicos de
Nuevo México y Ciudad Juárez. En esa zona del la ciudad, antes la tierra valía un
comino. Ahora su precio, se estima alrededor de 100 dólares por metro cuadrado.
Este proyecto sería inalcanzable sin el concurso de dos hombres poderosos: Eloy
Vallina Lagüera y Bill Sanders, dos empresarios con fuertes intereses en ambos
lados de la frontera. Vallina Lagüera, como se sabe, es uno de los hombres más
ricos de Chihuahua. Su enorme fortuna está relacionada con la propiedad de
acciones en bancos en el extranjero y a jugosos negocios inmobiliarios en el país.
Su poderío económico está ligado con la adquisición de 20 mil hectáreas, una
extensión de terreno similar a la mitad de Ciudad Juárez, que adquirió por cinco
millones de dólares en un paraje denominado San Jerónimo, junto a la frontera
con Nuevo México. En esa zona, Vallina proyecta la construcción de un complejo
de parques industriales y una enorme ciudad paralela de negocios
transfronterizos. Según su proyecto, San Jerónimo, la ciudad privada del futuro, de
construirse, contará con espacios para negocios industriales, bancos, un
aeropuerto, escuelas públicas y de paga, tiendas de autoservicio, infraestructura
fiscal y fraccionamientos de mediana y alta plusvalía. El plan haría posible la
aparición de dos ciudades espejo, una en cada lado de la frontera, cuya objetivo
central sería el de crear un espacio entre dos países para el intercambio de
mercancías y otros servicios, sin pago de impuestos.
El dinero con que Vallina pagó el valor total de las 20 mil hectáreas en San
Jerónimo, cinco millones de dólares, prácticamente se los reembolsó el ex
gobernador de Chihuahua, Patricio Martínez, quien una semana antes de dejar el
cargo, en octubre de 2004, pagó al empresario 4.6 millones de dólares por 212
hectáreas afectadas en sus terrenos. Además, el ex gobernador Martínez, de
quien se dice es socio de Vallina Lagüera, construyó durante su mandato una
carretera que conduce al punto fronterizo Santa Teresa que atraviesa terrenos de
San Gerónimo.
Bill Sanders es un texano acaudalado que se ha pasado los últimos años
comprando miles de acres de tierra y derechos de agua en su país al lado de la
frontera mexicana. Su obsesión por la tierra en esa zona no es una locura.
Sanders es un hombre visionario: "Aunque al país le guste o no, la plataforma de
fabricación en los Estados Unidos va estar en la frontera con México y el
crecimiento va tener allí lugar", diría este empresario a una revista de la
Universidad de Cornell, según cita Eileen Welsome, una periodista
norteamericana. Las 380 hectáreas que ocupa la colonia Lomas del Poleo, están
ubicadas justamente a un lado de la línea fronteriza con Sunland Park, Nuevo
México y uno de sus linderos corre paralelo a San Gerónimo, propiedad de Vallina.
Entonces hay razón para pensar que la tragedia de los residentes de esa área
está ligada a su ubicación geográfica. Desde el satélite de Google pueden verse la
extensión de sus predios trazados en medio de esta zona de gran interés
económico. Quedaron atrapados en la boca del desarrollo. Su presencia estorba,
por lo que hay que desocuparlos.
El 17 de febrero de 2010, José Espino, hijo, y otros colonos rompieron el cordón
del Estado Mayor Presidencial y exigieron a Felipe Calderón Justicia para Lomas
del Poleo. El presidente se comprometió a revisar el caso. En marzo de este año,
el ejecutivo federal mandó a Ciudad Juárez a Luis Camacho Mancilla, un alto
funcionario de la Secretaria de la Reforma Agraria, para que hablara con los
colonos. En una primera reunión, los residentes del poleo entregaron al
funcionario pruebas documentales de su derecho a la posesión. Refutaron la
hipótesis de propiedad de Zaragoza Fuentes, quien ha dicho que su padre compró
esas tierras en 1963, lo cual no ha podido probar en los tribunales. Ante Camacho
Mancilla, los poloneses exhibieron el decreto del 17 de abril de 1975, en el que la
Secretaría de la Reforma Agraria declaró en esa fecha 25 mil hectáreas como
tierras propiedad de la Nación, donde, aseguran los colonos, se encuentran sus
predios. Los colonos se quejaron con Camacho Mancilla sobre el tortuguismo de
los tribunales donde tienen juicios agrarios. Por eso los colonos propusieron la
instalación de una mesa de diálogo, donde estuvieran representados no solo los
colonos, sino también su contraparte: Pedro Zaragoza Fuentes. En las últimas
semanas los colonos se han movilizado. Han buscado la solidaridad nacional e
internacional. En uno de sus últimos encuentros con Camacho Mancilla, el viernes
3 de diciembre, César Silva Montes, catedrático de humanidades en la
Universidad de Ciudad Juárez leyó un documento suscrito por activistas,
académicos e intelectuales del sur de Estado Unidos, quienes se pronunciaron a
favor de una solución justa y digna al conflicto. Camacho Mancilla se ofreció como
mediador, pero no dio ninguna garantía de solución. Por eso los colonos saben
que su única arma es seguir con su resistencia.

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